Capítulo 2
"Riconnessione"
Italia, Toscana – Porto Santo Stefano
Febrero, 11 de 1746
Las calles estaban concurridas por muchas personas nativas del lugar y visitantes de otros lados del mismo país e incluso extranjeros; debido a que era la capital de municipio Monte Argentario, en la provincia de Grosseto. Y siendo un pueblo costero que tenía un puerto de donde prevenía gran parte de su comercio y subsistir, puesto que en los muelles atracaban múltiples barcos comerciantes de todos tipos y los mismos nativos que se dedicaban a la caza y pesca.
En efecto, ese lugar era ameno y sus habitantes afables, acostumbrados a los extraños por ser un puerto tan frecuentado.
Era precisamente por eso y sus características que Gioca la había elegido como uno de los lugares que los navíos bajo su control frecuentaban en toda Italia, aparte de Sicilia, y otras islas y ciudades más grandes; incluso uno de sus contactos, un hombre de mediana edad, vivía allí el cual fabricaba piezas hermosas de vidrio las cuales se vendían muy bien en otros lados de Italia. Porto Santa Stefano además era hermoso por su ecosistema y los edificios en general, sin embargo, no era por eso que ella misma había decidido acercarse con su barco el Spirito, no, había otra razón.
Incluso cuando terminaba de rentar el cuarto habitual que utilizaba cuando iba a ese lugar, sentía que su corazón latía deprisa por la emoción de lo que pasaría aquel día, pues desde hacia tres años mas o menos que no veía a cierta persona, desde Venecia y la derrota de los Santos Negros y la Organización Nero, donde había descubierto la verdad de su nacimiento y la de su familia.
Había pasado mucho tiempo, en el que se labro un futuro decente y honrado con sus cuatro mejores amigos, pasando de las calles de Venecia a vivir bajo un techo con ciertas comodidades y una entrada de dinero estable durante todo el año permitiéndoles comprar comida y ropa adecuada aparte de aprender del mundo y muchísimas otras cosas... y todo eso había sido posible gracias a un par de Santos de Athena, quienes les habían dado la valentía y oportunidad de cambiar sus vidas para mejor.
Con un suspiro le agradeció a la recepcionista y se dio la vuelta para encontrar a dos de sus mejores amigos esperándola en la pequeña recepción.
"¿Terminaste?" preguntó Leo uno de sus mejores amigos, de corto cabello chocolate, piel pálida ahora ligeramente bronceada por tanto tiempo bajo el sol y ojos azul-grisáceo, quien al igual que los otros tres chicos quienes se habían vuelto mas bien sus hermanos de crianza, era considerado por las mujeres muy atractivo, y los músculos desarrollados al crecer de un chiquillo a un joven hombre ayudaba un montón.
"Si, aún hay que ir a ver algunos comerciantes del área, antes de encontrarnos con el" Mauro comentó haciendo énfasis en la última parte, revolviendo sus cortos cabellos color miel, su piel a diferencia de Leo, había permanecido pálida exceptuando algunas pecas aquí y allí por la exposición a los rayos solares, y sus ojos castaños siempre manteniendo un brillo de amabilidad.
"Si, ya esta todo listo, podemos ir a hacer negocios" la joven mujer de diecisiete años rodó sus ojos gris plomo, revolviendo cariñosamente las melenas de los que se volvieron sus hermanos antes de alejarse con una pequeña carcajada, ante sus protestas.
Estuvieron toda la mañana encargándose de sus asuntos, hablando con proveedores ya establecidos y algunos con los que les interesaba asociarse después de ver sus productos y comprobar que se veían y eran de buena calidad, por lo que para cuando se hizo las cuatro de la tarde ya habían acabado con la mitad de lo que tenían que hacer y algunos objetos estaban siendo preparados para subir abordo a la mañana siguiente. Satisfechos por un productivo día, ella y sus dos acompañantes se dirigieron hacia el lugar de la reunión animadamente, pero nadie mas ansiosa de ver a aquella persona que la muchacha entre ellos, pues luego de tantas misivas compartidas se le hacia interesante hablar cara a cara de lo que no había podido comentarle en papel.
Finalmente, a lo lejos divisaron el lugar, era una taberna que ya habían frecuentado antes con buena comida y bebidas, donde por lo general mantenía las peleas entre borrachos al mínimo, además de que ellos le suplían los licores al local y eso les aseguraba siempre una mesa cada vez que pasaban por el puerto.
Al entrar los dos jóvenes se dirigieron a diferentes lugares, Leo a pedir sus bebidas a la barra y Mauro a hablar con la que era seguramente la muchacha que trabajaba allí y que lo traía enamorado desde que la vio el año anterior cuando había acompañado a su amiga capitana a puerto; ella sin embargo, escaneo el área persona a persona hasta que en un rincón frente a una de las ventanas que daba a la calle encontró lo que buscaba y sintiendo su corazón saltar de alegría, prácticamente corrió hacia él.
"¡Manigoldo!" Gioca exclamó riendo mientras sus brazos rodeaban los hombros del alto hombre con peculiar estilo de cabello desde atrás, sintiendo un entusiasmo genuino al encontrarlo de nuevo luego de tantos años.
El Santo de Cancer había estado ignorando a todos los clientes del local, especialmente a las mujeres que sutilmente se le insinuaron mientras degustaba su bebida alcohólica tranquilamente observando los movimientos de las personas fuera, mientras esperaba a que la chiquilla italiana llegara a su encuentro, algo que había sido planeado mientras él estuviera en su tierra natal por la misión a la cual había sido asignada. Demasiado distraído con sus propios pensamientos no se dio cuenta de que se le acercaba alguien hasta que sintió unos brazos indudablemente femeninos sobre sus hombros, e inmediatamente se tenso irritado pensando en decirle claramente a la mujer atrevida que se largara pues no estaba interesado, pero justo cuando abría la boca sus oídos registraron como esta decía su nombre con un tono muy familiar pero ligeramente diferente.
"Maldición, mocosa bastarda ¿Es que acaso tienes deseos de morir?" preguntó en un tono exasperado que era claramente falso, al sentirla desligarse de su persona y rodearlo para sentarse en la silla frente a él. "Nunca debes tomar desprevenidos a guerreros de esa forma porque puedes terminar en problemas"
"Se supone que a los guerreros no se les debería tomar desprevenidos, crustáceo gruñón" ella le lanzó una mirada algo burlona, mientras se quitaba el abrigo marrón y lo guindaba en el respaldo de su silla, para a continuación arremangarse un poco las mangas de su camisa de lino blanca. Al elevar la mirada noto que el hombre frente a ella la observaba ligeramente confuso. "¿Que sucede? ¿Tengo algo en el rostro?"
"Creí que dijiste que no te esconderías más, enana" él señalo las ropas que ella portaba, puesto que en vez de llevar un vestido como las mujeres usualmente hacían, la chica vestía con pantalones, botas, y camisa obviamente masculina que había sido adaptada para su figura más delgada y femenina.
"Ah, eso" ella hizo una mueca arrellanándose en el asiento, algo incomoda por el tema que había tocado, pero como nunca le había mentido prefirió no empezar ahí, por lo que le dijo parte de la verdad. "No es que siga pretendiendo que soy un chico... exactamente, es solo que la mayoría de las personas prefieren hacer negocios con un hombre en vez de con una mujer" aquí no pudo evitar rodar los ojos irritada con la manera en que se conducía el mundo. "Por lo que, aunque realmente no oculto que soy una chica estas ropas me hacen parecer mas bien un chico un poco afeminado"
"Hasta un imbécil notaria que eres realmente una chica, no importa la ropa que uses" sus ojos azul-violeta la miraron con incredulidad, antes de llevarse el tarro de cerveza a los labios y tomar un trago. "Yo no nací ayer, escupe toda la verdad de una vez"
Con un suspiro agraviado, ella confesó reluctantemente.
"Cuando tenía quince años digamos que tuve un... incidente con un hombre que pensó que cuando dije 'no' quería decir 'si'..." su incomodidad era palpable, pero tampoco tenia nada de lo que avergonzarse así que testarudamente mantuvo su mirada en el rostro de su acompañante.
Manigoldo se congeló al oír esas palabras, pues ciertamente Albafika le había comentado una vez que temía que alguien atacara a la joven ya que esta andaba conscientemente por las calles como una chica, y aunque se había preocupado hasta el punto de escribirle en aquel entonces, seguía siendo un concepto abstracto para él. El que alguien realmente se atreviera a tocarla puesto que en su mente ella todavía era una niña pequeña.
Sin embargo, si por la forma en que le quedaban esas ropas, era que ella ya no era una chiquilla, puesto que los pantalones detallaban sus esbeltas y torneadas piernas, marcando la curva de su cadera y lo pequeña que tenia la cintura; la camisa de lino blanca podía quedar ligeramente holgada pero cuando ella se movía cualquiera podía notar las suaves turgencias bajo esta, claramente indicando que tenía pechos como cualquier mujer desarrollada. E incluso su cara había cambiado, donde antes habían mejillas ligeramente redondas aun por la infancia ahora su rostro mostraba delicadas facciones, con unos labios llenos que pedían a gritos ser besados, una piel pálida como alabastro con mejillas sonrosadas naturalmente y sus ojos grises pareciendo el cielo en una mañana de tormenta eran enmarcados por un par de espesas pestañas negras, que le daba una profundidad en la que cualquier hombre podía perderse.
Si, definitivamente la pequeña Gioca había crecido, pensó el Canceriano tragando con algo de dificultad y molestia, pues no le costaba trabajo ahora viéndola más adulta imaginar a algún bastardo depravado queriendo tocarla y llevársela a la cama. Más ese solo pensamiento lo hizo fruncir el ceño ferozmente, furioso no solo porque alguien se hubiera atrevido a intentarlo con anterioridad a la fuerza, sino también por el hecho de que aun podía haber algunos que lo intentaran en el futuro, unos que se darían cuenta de lo que ocultaba su pobre disfraz.
"Espero que lo hayas hecho lamentarlo" murmuró con voz grave, la mirada y la sonrisa que adorno el rostro de hombre de cortos cabellos azules solo podía considerarse siniestra y peligrosa.
"Por supuesto" ella asintió, algo curiosa por el súbito cambio oscuro en la expresión de él, mas no le dio tiempo de inquirir sobre ello ya que sus dos amigos se acercaron justo en ese momento a la mesa.
La conversación después de eso volvió a temas menos espinosos, comentando en vez de eso sobre algunos de los lugares que habían visitado en esos tres años y lo que aprendieron y sus experiencias en general, mientras que las bebidas seguían llegando a la mesa, y el pequeño grupo se volvió animado y bullicioso, con carcajadas aquí y allí a todo volumen; concordando con el ingreso de nuevos clientes que volvieron el lugar un hervidero de conversaciones y competencias de dardos y más.
Manigoldo se encontró disfrutando de no solo la compañía si no del lugar también, la comida que ordenaron era deliciosa y las bebidas alcohólicas de buena calidad, sin embargo, su atención siempre terminaba dirigiéndose hacia la joven mujer sentada a su lado, observándola casi sin notarlo y tomando cuenta cada gesto y expresión que ella hacía, su risa genuina y la honestidad al decir cada cosa. También detallo la relación que esta poseía con los dos chicos, con algo de tensión al ver la familiaridad que había entre ellos. Sin embargo, aunque su lenguaje corporal era relajado y amistoso, no detecto ningún indicio de que ellos mantuvieran algún tipo de relación sentimental o sexual, mas bien le pareció que era más un cariño de familia, hermandad, y eso le hizo relajar los músculos que no sabia había tensado en el proceso.
La pequeña reunión que se había vuelto un festejo duro hasta bien entrada la noche, donde el Canceriano notó que la chica de cabello negro se había quedado dormida con su cabeza en su hombro, pues al parecer su aguante alcohólico era muy pobre, a diferencia de los otros dos jóvenes hombres que parecía que aun podían aguantar unas horas más. Indeciso por primera vez sobre lo que hacer al respecto, la decisión fue tomada rápidamente de sus manos cuando el mocoso que él creía se llama Leo se dio cuenta y prácticamente le ordeno que llevara a la capitana a su cuarto rentado del hostal.
Ahora normalmente al hombre de ojos azul-violeta no le gustaba que le dieran ordenes de ningún tipo, especialmente un niñato, pero un último vistazo al rostro de la joven lo convención de no acatar, aunque hizo ver su exasperación con la tarea, aunque realmente no encontraba problema alguno con ello. Rápidamente el chico de cabello castaño chocolate le dio la dirección y llave del cuarto de ella, para inclinarse sobre la bella durmiente y revolver sus cabellos afectuosamente de la forma en que un hermano lo haría.
Tomándola en brazos, no le sorprendió que pesaran tan poco porque a pesar de que ella había crecido en una joven mujer, seguía siendo delgada, y comparada a su estatura de un metro ochenta y siete, la coronilla de su cabeza le llegaba a la barbilla, demostrando que era una muchacha alta y grácil. También agradeció que el lugar donde ella se hospedaba no quedaba muy lejos o fuera difícil de encontrar, puesto que estaba a unas manzanas de la taberna donde se habían reunido esa tarde; tampoco tuvo problemas al entrar y encontrar la habitación designada, dado que normalmente, aunque tenía su propio cuarto en el barco del que era capitana, cuando estaban en puerto siempre se quedaban en tierra.
No necesito encender una vela para ver, pues la luz de la media luna entraba a raudales por la ventana a vierta del cuarto, facilitándole maniobrar en el pequeño lugar, Y con más cuidado del que normalmente poseía él la deposito en la cama que estaba bajo el ventanal. Sus ojos azul-violáceos la recorrieron de pies a cabeza, notando no por primera vez en lo que iba del día que ella había crecido en una atractiva chica, con sus corto cabello negro abierto en abanicos en la almohada enmarcando su rostro de delicadas facciones, haciendo juego con las oscuras medialunas de sus pestañas ocultando aquella increíble mirada gris sagaz e inteligente, pero que brillaba con la alegría de la vida sin ser opacada por todas las penurias y cosas desafortunadas que ocurrieron en su corta vida.
Manigoldo la encontraba increíblemente atractiva.
Y eso no sería un problema en sí mismo, sino fuera porque ya llevaba un poco mas de un año sin interesarse realmente por el género femenino más allá de la poco frecuente necesidad biológica que su cuerpo necesitaba. Sinceramente, él no se había esperado eso cuando decidió encontrarse con la chiquilla que había conocido hacia tiempo en Venecia, pero debía haberlo supuesto ya que si la vida y el tiempo le había enseñado algo es que todos cambiaban algunos para mejor y otros para peor... la cosa es que él aún no estaba seguro de si el cambio experimentado en ella era positivo o negativo en lo que respectaba a su persona.
Solo el tiempo lo diría.
Con un suspiro, la arropó con la manta de la cama tanto para cubrirla del frio de la noche como para ocultar la tentación de su vista, puesto que estaba empezando a preguntarse cosas que eran mejor dejarlas estar por el momento.
"Al parecer solo me acarrearas problemas de ahora en adelante, mujer" murmuró observándola dormir por unos minutos antes de darse la vuelta e ir a su propio hostal, puesto que si seguía parado allí inevitablemente cedería al impulso de meterse en la cama con ella.
Y eso solo podía terminar en un desastre... o en algo muy, muy diferente.
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"Ugr" ella hizo un ruido dejando caer su cabeza en la mesa, sintiendo el dolor palpitar tras sus ojos y en sus sienes. "Ya recuerdo porque no me gusta beber mas de dos tarros de cerveza"
"De veras que tienes poco aguante" bufó el Santo de Cancer con burla, disfrutando de las caras que la chica hacía, mientras ellos esperaban a que les trajeran el desayuno que ordenaron en la posada, junto con dos grandes tazas de café, especialmente pedido por la joven.
"No suelo beber precisamente por esto, termino con una resaca monstruosa" un gruñido salió de su garganta, parpadeando desde debajo de los mechones negros de su cabello, entrecerrándolos ante la luz de la mañana que entraba por la ventada del otro lado del lugar. "Esta malditamente muy brillante para mi"
La sonrisa se amplio en el rostro de él, increíblemente divertido por la actitud de ella, aunque podía comprenderlo pues cuando el alcanzaba su límite de alcohol, que era bastante extenso, terminaba siempre con un dolor de cabeza para matar, sin embargo, como en ese momento no era él mismo pasando por eso, podía disfrutar de la miseria de la chica a lo grande.
"¡Ah! ¡Finalmente! Empezaba a preguntarme si la comida llegaría para el próximo siglo" exclamó la muchacha de ojos grises, levantando su cabeza de sopetón de la mesa, mas se arrepintió luego cuando sintió una punzada aguda de dolor por el movimiento, haciendo que soltara una palabrota que hizo reír a su acompañante. "No es gracioso, crustáceo idiota"
"Ah, pero desde donde yo estoy, sí que lo es, mocosa" asintió tomando su taza de café luego de agradecer distraídamente a la mesera a la cual ignoro cuando esta intento captar su atención. Su vista estaba fija en el plato de comida frente a ellos.
Como era típico en Italia, los desayunos no eran nada parecidos a como solían ser en España o incluso Inglaterra u otras partes del mundo; la comida de esa mañana consistía en un plato muy grande lleno de piezas de bollería como ciambelle, que eran una especie de rosquilla y algunos cornetto con distintas mermeladas, de donde ellos dos podían escoger que comer junto a aquel espeso y negro café.
"Definitivamente extrañaba los desayunos italianos" murmuró tomando un bocado de cornetto, y literalmente gimió en voz alta, sintiendo la deliciosa mermelada de moras derretirse en su lengua con la perfecta combinación de azúcar con fruta que él hubiera probado en mucho tiempo.
Gioca mordió un ciambelle sin comentar nada, puesto que estaba lidiando no solo con su cabeza congestionada por la bebida de la noche anterior, sino que además la reacción del atractivo hombre frente a ella al probar la bollería la había dejado confundida y con una sensación peculiar recorriendo su cuerpo. Una especie de calorcillo se instaló en su estómago y parecía que bajaba a la unión entre sus piernas, lo que llevo a que sus mejillas se colorearan un poco en un inusual sonrojo.
Eso nunca le había pasado con anterioridad.
Por lo que decidió ignorarlo olímpicamente y concentrarse en su magnífico café y comida, y para el final del desayuno había logrado mantener el control sobre aquella extraña sensación que desafortunadamente se mantuvo relativamente constante a medida que observaba y escuchaba los sonidos de deleite que él, pensó irritada con las mejillas algo coloradas, estaba exagerando un poco.
El plan para esa mañana era supervisar la mercancía a bordo del barco anclado en el muelle de la bahía, lo que posiblemente tomaría toda la mañana y parte de la tarde; entre transportarlo desde la tienda de origen y abordarlo para luego acomodarlo ordenadamente bajo cubierta de modo que hubiera espacio para los otros productos que aun debía negociar y comprar, era usualmente agotador y trabajoso. Sin embargo, esos días contarían con la ayuda de un Santo Dorado que mayormente se había ofrecido a asistirlos para tener algo que hacer en la semana extra que se estaba tomando libre después de completar su misión, y también curiosear un poco lo que hacia la chica para vivir.
Debido a que estaban aun en invierno, no había tanto transito naval en la costa como usualmente se encontraría si hubieran llegado en primavera o verano, pero eso era algo de agradecer porque no tuvieron tantos problemas transportando las cosas por la reducción de personas yendo y viniendo de los muelles y las calles. Aunque estaban terminando la temporada de invierno y no hacia tanto frio como los otros dos meses anteriores, permitiéndoles a los hombres de la tripulación descartar algunas prendas de ropa cuando sudaban que normalmente no podían retirar por que terminarían enfermando con pulmonía o algo peor.
Ese cargamento era de algunas piezas de cristal como lamparas, una que otras arañas encargadas específicamente para un cliente del otro lado de Italia, y cajones de todos tipos de tamaños con muebles hechos de madera tallada bellamente, y eran estos los que más trabajo dieron por lo pesados que eran.
"¿Estos son todos los muebles?" inquirió la muchacha de cabello negro, su mirada paso de la lista que tenia en sus manos que contenía todo lo que iban a cargar ese día, a las cajas apiladas en el muelle, inspeccionándolas cuidadosamente. "Fueron revisadas antes de salir de la tienda, ¿no?" le preguntó a Mauro, quien había supervisado esa madrugada el embale de las cosas en las cajas.
"Si, no te preocupes, todo está en orden" asintió el joven, pasando al lado de ella camino a la rampa del barco.
"¡Muy bien, muchachos, es hora de cargar todo!" ella exclamó guardando la pluma y el papel en un bolsillo de su abrigo marrón, con la intensión de no solo dirigirlos si no ayudar a subir las cosas.
Les tomó bastante tiempo izar los objetos más frágiles, puesto que un error podía significar que se rompiera en mil pedazos, y de paso ponerla en un lugar donde ninguno tropezara con ello o durante el viaje en barco se balaceara saliéndose de lugar y chocara contra otras cosas; para cuando se hicieron las doce del día todos los hombres de su tripulación estaban sudando por el esfuerzo a pesar de que estaban a mitad del último mes de invierno y porqué ese pueblo estaba en la costa no era tan fuerte el clima como normalmente seria si estuvieran cargando tierra dentro.
Gioca se había tenido que detener unas horas luego de empezar a cargar los muebles pesados porque un aldeano había solicitado hablar con el capitán, en este caso ella, por lo que estaba de nuevo en el muelle manteniendo un ojo en las cajas que aun quedaban por subir, por si alguien decidía hacerles una jugarreta, aunque para eso estaban algunos de los muchachos de su tripulación, pero nunca se había podido desligar de el recelo después de haber vivido tanto tiempo en las calles.
Había terminando de arreglar la entrega de un paquete en uno de los puertos en los que usualmente se detenía y se estaba dando vuelta para volver al barco a ayudar, cuando algo la interrumpió.
"¡Hey, mocoso, ten más cuidado con eso o lo tiraras!" Manigoldo vociferó con el ceño fruncido al ver que uno de los chicos que cargaba una caja entre mediana y pequeña casi tropezó tirándola por la borda hacia el mar.
La joven contuvo el aliento al ver al alto hombre de corto cabello azul ponerse al hombro una caja algo grande que obviamente pesaba mas de lo que una persona común podía cargar solo, una de las que por lo general llevaban entre tres chicos. Y otra vez sintió aquel raro calor recorrer su cuerpo entero, asentándose mas notoriamente en sus pechos y en la unión de sus muslos, obligándola a moverse incómodamente por las desconocidas sensaciones que la hacían reaccionar tan peculiarmente.
"Maldición... ¿que esta mal conmigo?" susurró sintiendo como sus mejillas se caldeaban un poco, evidencian el rubor que sabia era visible en su pálida piel. Y si bien que evidentemente no era la única asombrada por la fuerza algo inhumana de él, decidió ignorar aquello y solo concentrarse en su trabajo puesto que nadie había ingerido nada desde el desayuno, y en cuanto terminaran irían a por un buen almuerzo.
Pasaron dos horas mas hasta que por fin todo estuvo ubicado adecuadamente dentro del barco, pero al final ella y todos los chicos de la tripulación estaban satisfechos de sus esfuerzos, por lo que decidió darles el resto de la tarde libre mientras ella terminaba de anotar algunas cosas en el papel para después pasarlas a la bitácora que llevaba cuidadosamente en su camerino privado. Debido a que estaba distraída con eso, no lo noto acercarse hasta que este estaba ya a su lado apoyado en la barandilla, con una calma poco habitual.
Y no por primera vez la joven mujer de ojos gris plomo se encontró contemplando al Santo sobresaltada.
Como todos los otros hombres que habían trabajado ese día, él también se quito el abrigo negro que llevaba puesto una vez empezó a sudar por el esfuerzo de tantas horas, y en algún momento había remangado las mangas de su camisa de lino blanco hasta los codos dejando ver los definidos músculos de sus antebrazos, mientras que descartó la corbata blanca en algún lado y permanecia con la camisa abierta mostrando libremente la musculatura de su cuello y el pecho, evidenciando que se mantenía en buena forma, era en una palabra un espécimen perfecto del género masculino.
Y una distracción potente para ella y sus misteriosas reacciones ante su mera presencia.
"Así que... ¿Ahora qué, capitano?" sus labios cincelados se estrecharon en una sonrisa sensual, sintiendo la brisa fría acariciar su sudoroso cuerpo, pero no le presto mucha atención, puesto que su entrenamiento para recibir su Cloth había estado llena de muchas dificultades y distintos climas para fortalecerlo ante posibles eventualidades.
"Ahora, nos aseamos y vamos por un poco de comida para llenar nuestros vacíos estómagos" no supo cómo lo hizo, pero se las arreglo para contestar, aunque su vos sonó un poco amortiguada. Y estaba segura su rostro había adquirido el color de la grana haciendo que no por primera vez maldijera su piel blanca.
Y sin tardar más, necesitando alejarse de él y de las cosas que le hacía sentir y que no sabía cómo controlar o entender, se dio la vuelta y se alejó dispuesta a hacer lo que le había dicho que harían.
"Hmmmm" Manigoldo entornó sus ojos azul-violeta mientras veía a la muchacha alejarse, e inevitablemente su vista fue dirigida hacia el suave balanceo de sus caderas al caminar, y al instante se tenso al darse cuenta de lo que estaba haciendo, y si, sintiendo.
Él ya sabia que era una joven mujer muy atractiva en todos los sentidos, y verla en acción al dirigir a su tripulación le ocasiono reacciones diferentes. La primera de admiración por crecer en una persona extraordinaria y capaz de tomar las riendas de su vida teniendo éxito en el camino que había tomado, y la segunda, fue un problema mayor e incomodo en las regiones bajas de su anatomía.
Algo que no había sucedido tan naturalmente desde hace más de un año.
'Estoy en serios problemas' fue todo lo que su mente pudo pensar.
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Los siguientes tres días transcurrieron mas o menos de la misma forma, con Gioca yendo de un lugar a otro cerrando algunos acuerdos y luego transportando mercancía a su barco, el Spirito, con ayuda de todos sus amigos y tratando de controlando la reacción que su cuerpo manifestaba cuando estaba cerca del Santo de Cancer, por muy difícil y desconcertante que eso fuera.
Manigoldo por otro lado, estaba más o menos en las misma, lidiando con su recién despertado deseo hacia la joven de cabello oscuro, por lo que constantemente andaba caminando con un incómodo problema, lo que lo hacia irritable y malhumorado la mitad del tiempo.
El último día cuando terminaron de cargar todo, decidieron festejarlo una vez mas en la misma taberna en la que se habían reunido el primer día, por lo que luego de asearse adecuadamente se dirigieron hacia allí. Tomando la mesa que usualmente estaba reservada para la tripulación cuando estaban anclados en puerto.
Esa vez al llegar ordenaron bastante comida puesto que eran un grupo algo grande, casi todos estaban allí exceptuando los que se quedaron atrás cuidando del barco, que zarparía en dos días de ese pueblo.
Todos disfrutaron de la deliciosa comida mientras conversaban amenamente, y después cada quien se separó para irse por su propia cuenta. Algunos de lo chicos se retiraron a descansar y otros se quedaron en otra mesa jugando a las cartas y bebiendo alcohol, y fue a estos a los que ella y el Cancerinao se acercaron por un rato luego de ordenar sus bebidas. Pasaron unas horas divirtiéndose haciendo apuestas tontas y comiendo bocadillos de vez en cuando, hasta que se hizo de noche y otros comensales entraron. En el momento que los desconocidos se acercaron curiosos para unirse a las partidas, la chica se retiro a una mesa alejada en un rincón con vista a la calle, con su bebida en mano.
En un inicio, el Dorado se quedo jugando una media horas más, y solo se había levantado para ir a la letrina pensando seguir con las apuestas cuando captó por el rabillo del ojo algo que lo hizo detenerse en el sitio; en el rincón donde había estado la chica en soledad tranquilamente disfrutando de su bebida y aperitivos, ahora estaba parado un hombre platicando con ella, y aunque usualmente no le hubiera prestado mucha atención sino fuera por la expresión mezcla de irritación, enojo e incomodes que ella portaba.
Y cuando el desconocido hizo un movimiento para tocar el brazo de la muchacha y el Santo vio la alarma brillar en su mirada gris plomo, en un parpadeo su cuerpo se había trasladado al otro lado de la taberna, tomando al tipo dolorosamente del hombro mientras sus labios se extendían en una sonrisa peligrosa.
Cuando ambos saltaron, supo que se había movido más rápido de lo que el ojo humano podía detectar, pero no le dio importancia.
"¿Algún problema por aquí?" inquirió a sabiendas de que la atención del idiota era no requerida, pero sintiéndose en la necesidad de preguntar de todas formas.
"Mira, hombre, la chica y yo estábamos en el medio de un asunto privado" la expresión de su rostro demostraba que estaba algo incomodo con el agarre del de cabellos azules, pero aun así trataba de mantener la compostura.
"¿Gioca, quieres hacer los honores o prefieres que lo haga yo?" él se rasco la barbilla como pensativo, pero en realidad estaba deseando encestarle un puñetazo al imbécil por meterse con la joven. "Hace algunos días que no entreno. Tu sabes, y estoy ansioso por no perder la forma" si fuera posible su sonrisa se amplió aún más, volviéndose rapaz mientras mantenía una mirada fría sobre el tipo.
"Me apenaría privarte de tu diversión, así que, por favor, adelante tienes mi bendición, solo trata de no dejar una mancha muy grande de sangre en la acera. Odiaría que Henrietta tuviera que limpiarlo mañana" ella se encogió de hombros, sin admitir que se sentía menos tensa desde que el hombre de Manigoldo había aparecido para repeler al tonto que estaba empeñado en fastidiarla.
"No prometo nada, cara mia" dijo despreocupadamente pero antes de que tuviera la oportunidad de aventar al idiota fuera este recupero la cordura al último momento y rápidamente se retiró. "Bueno, maldita sea, mi entretenimiento se acaba de marchar con la cola entre las patas" suspiró teatralmente dejándose caer en la silla vacante frente a la chica. "Y yo aquí anticipando el crujido de sus huesos bajos mis manos, que decepción"
"Grazie, Manigoldo" ella le sonrió ligeramente, recostándose en el respaldo y observando el bullicio de las personas divirtiéndose a su alrededor.
"Prego" él asintió quedando en silencio mientras su vista estaba fija en la chiquilla por unos minutos antes de que algo le diera vuelta la cabeza, y encogiéndose mentalmente de hombros, decidió preguntar. "De todos los imbéciles que han intentado coquetear contigo esta noche, este fue el único que te irrito realmente... ¿por qué?"
La verdad era que desde que ella se había retirado del juego de apuestas, él había mantenido un ojo sobre ella puesto que estaban en un lugar donde muchos se emborrachaban y, por ende, tendía a tornarse no solo violento con peleas de vez en cuando y de cuando en vez, sino que además no todos iban a caer con la tapadera de sus ropas masculinas, porque demonios, la chica tenia un buen cuerpo que lo único que hacia era resaltar en esas prendas. Y aunque él estaba mas que dispuesto a iniciar una pelea a puñetazos con cualquier imbécil lo suficientemente estúpido como para molestarla o agredirla simplemente por el hecho de pelear, la verdadera razón era que no le agradaba nada que otros hombres se le acercaran.
El solo hecho que viera a aquellos engendros respirar el mismo aire que ella lo inducia a pensamientos violentos.
Pero cada vez que la chica los rechazaba tajantemente sin siquiera darles la hora del día, hacia que sus músculos que estaban constantemente en tensión se relajaran y pudiera respirar fuera de la bruma de agresión que parecía implantarse con cada intento de coqueteo fallido.
"Digamos que era uno de esos que se niega a entender que no, es no" el fastidio se coló en su voz, pero por dentro se sentía sorprendida de que él hubiera notado que se le habían aproximado en mas de una ocasión, dado que estaba casi segura de que el caballero Dorado había estado divirtiéndose muy inmerso en el juego de cartas para prestarle atención alguna.
Especialmente con todas las mujeres revoloteando como polillas alrededor del de cabellos azules, pensó malhumorada con irritación, pero si realmente se ponía a pensar cuidadosamente, en ningún momento se había percatado de que Manigoldo hiciera algún comentario o movimiento receptivo hacia ellas; siempre permaneció indiferente y, en ocasiones, incluso molesto con la cercanía e insistencia de ellas.
Eso era curioso de verdad, puesto que se lo tenía pensado que era todo un mujeriego.
"Bueno de idiotas hay un montón" sus ojos azul-violeta se entornaron en ponderación, aun curioso por algo que venía rondándole la mente desde que la viera de nuevo. "Pero, sin embargo, tuviste infinitas oportunidades para aceptar alguna de las proposiciones, mas no tomaste ninguna ¿Es que no te interesa?" él ladeo su cabeza hacia un lado, observándola fijamente. "¿O simplemente no te habían hecho ofertas hasta hoy?"
"No, si que me han hecho ofertas de este tipo desde que tenia quince años y empezó a notárseme... ya sabes" ella puso los ojos en blanco señalando su pecho, que comparado con otras era de tamaño normal, pero aun así visible pase a la camisa masculina que usaba. "Pero nunca me he sentido inclinada a hacerlo. De hecho, hasta hace poco creí que no me interesaban los hombres y que había algo mal conmigo, pero luego-" inmediatamente se tensó al darse cuenta de lo que casi escapaba de sus labios.
"¿Luego...?" increpó muy curioso por lo que estaba por decir, especialmente cuando noto que sus mejillas adquirían rubor y ella se tensaba dejando su bebida sin terminar en la mesa.
"Nada, no importa" rápidamente se levantó, dirigiéndose hacia donde dos de sus cuatro mejores amigos estaban aún sentados y habló discretamente con ellos para seguidamente despedirse.
"¿No vas a dejarme con la intriga, no es así, mocosa?" él entorno los ojos al verla tomar el abrigo marrón del respaldo de la silla que había ocupado previamente.
"Addio, Manigoldo" fue todo lo que dijo antes de darse la vuelta y prácticamente salir disparada del local, con la mirada de él quemándole la espalda todo el tiempo.
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Todo el trayecto a la posada en donde se hospedaba Gioca la paso maldiciendo en voz baja, pues fue cuando hablaba de proposiciones y esas cosas con el Canceriano que finalmente entendió que era lo que le pasaba a su cuerpo cuando él estaba cerca de ella. Había oído hablar del deseo físico desde que podía recordar, incluso presencio en varias ocasiones cuando deambulaba por las calles de Venecia a parejas copulando en callejones oscuros, pero nunca lo había sentido personalmente hasta que poso su mirada en aquel Santo de Athena luego de años sin verse.
Era irónico, pensó con los labios apretados en una fina línea blanca mientras esquivaba a algunas personas y seguía su camino hacia la posada, que se hubiera creído asexual cuando en realidad su único problema había sido comparar inconscientemente a todos los hombres que se acercaban a ella con su recuerdo del Dorado guerrero. No era de extrañarle que nadie hubiera dado la talla, puesto que no solo era endemoniadamente atractivo, ahora incluso mas que cuando se conocieron por primera vez hacia tres años atrás, si no que su personalidad e inteligencia la atraían de sobremanera, puesto que en todos sus viajes nunca había encontrado a nadie que se pareciera ni remotamente al crustáceo idiota.
Restregando su rostro con sus manos, ella suspiró al ingresar al edificio y subir las escaleras hasta el cuarto piso donde su residencia temporal se encontraba; abrió la puerta con su llave sin siquiera chequear dentro, y tras cerrarla con seguro, se dio la vuelta y casi salto un metro en el aire.
"¡Sangrientos infiernos! ¿Qué demonios haces aquí?" estalló enojada al reconocerlo, una vez que logró controlar el miedo súbito que le atenazo al darse cuenta de que había alguien mas en el cuarto con ella.
"Nuestra conversación no ha terminado, enana" fue todo lo que el hombre alto de cortos cabellos azules comento, sentado tranquilamente en el alfeizar de la ventana mientras la observaba lánguidamente.
"¡¿Me seguiste y forzaste la entrada a mi habitación solo por eso?!" lo acusó echando chispas en su mirada de la irritación mezclado con otra cosa que no quiso detallar en ese momento.
"¿Que puedo decir? Soy bastante curioso cuando me ocultan algo que quiero saber" se encogió de hombros aparentando aburrimiento e indiferencia, cuando por dentro estaba de todo menos eso. "Y no entre por la puerta, lo hice por la ventana"
"¡Ah! ¡Como si eso lo arreglara todo!" gruñó exasperada lanzando su abrigo en la única silla del cuarto que estaba en un rincón y caminando amenazadoramente hacia él. "Solo vete ya, y esta vez usa la puerta como una persona normal" señaló agresivamente hacia la salida, sintiendo su rostro arrebolado del enfado y otras emociones dispares que la hacían querer gritar de la frustración.
"Yo creo que no" sus ojos azul-violeta relampaguearon peligrosamente cuando se levanto del alfeizar y se acerco a ella lentamente. Su cuerpo estaba tenso por la manera en que se contenía para no lanzarla sobre la cama y hacerle todo tipo de cosas que harían sonrojar hasta un marinero. "Dime... ¿Qué fue lo que te hizo reconsiderar tu atracción a la especie masculina? Muero por saberlo..." murmuró al detenerse frente a ella, tan cerca que casi podían tocarse.
Su mirada la recorrió de pies a cabeza, y una luz pareció encenderse en su cabeza.
La respiración irregular que escapaba por su boca entreabierta y que agitaba su pecho haciendo que la atención se dirigiera a sus senos tentadoramente, el rubor rosáceo que cubría su preciosa piel de alabastro y que notó se presentaba cada vez que él se encontraba particularmente cerca en todos los días anteriores que pasaron juntos. Y lo que realmente la delato fueron sus ojos grises, los cuales lo miraban refulgiendo en fuego de la rabia, pero que si se molestaba mirar tras esa fachada, encontraría el ardor de una atracción tan potente que incluso en ese momento él podía ver la lucha interna de ella para entender y controlar aquellas emociones volátiles que la atenazaban.
Oh.
Oh...
De verdad que había sido imbécil para no darse cuenta antes, porque, aunque las señales habían estado allí para tomar, él había estado muy ocupado flipando por la súbita reaparición de su libido y caminando alrededor de ella duro como un mástil como para darse cuenta de lo que sucedía. Casi bufó ante lo ciego que había sido, puesto que todo ese tiempo ellos habían estado luchando con la misma cosa, cuando podía haber hecho algo al respecto, pero aun estaba a tiempo de rectificar la situación.
"Así que era eso, cara mia" la sonrisa que se extendió por su rostro fue sensual, mientras daba otro paso adelante e inclinándose sobre su mas baja estatura comento en voz baja junto a su oreja. "Si estabas interesada solo tenías que decirlo, porque yo... sí que lo estoy" y luego de permitir que su aliento acariciara su sensible piel, tironeo del lóbulo con sus blancos dientes haciéndola estremecerse notoriamente.
Gioca casi sintió sus piernas flaquear bajo su propio peso al sentir su boca y dientes en su oreja, y no pudo evitar cerrar los ojos sintiéndose abrumada por el calor que despedía su musculoso cuerpo y el aroma único de aquel increíblemente atractivo hombre. Jamás en sus mas locas fantasías se hubiera imaginado en una situación parecida con el Santo de Cancer, pero la realidad estaba tocando a su puerta abruptamente y ella no sabía si debía responder o huir despavorida lejos de todas aquellas cosas prohibidas que sabía él podía enseñarle.
Pero la decisión fue tomada de sus manos cuando sintió la boca masculina posarse en su vulnerable cuello y en esa ocasión no pudo evitar que sus piernas cedieran.
"¡Ah!" se estremeció nuevamente, al sentir las manos grandes tomar sus caderas y pegar su cuerpo al masculino, siendo envolvía por aquella calidez que asemejaba mas a una hoguera al rojo vivo dispuesta a quemarla.
Sin su conocimiento sus propias manos lo tomaron del abrigo negro que él aun portaba, si era una acción inconsciente intentó de apartarlo o acercarlo más a sí, no lo supo con seguridad porque al instante siguiente él tomo su boca en un beso de pasión feroz que nublo por completo su juicio, dejándola aturdida sin saber que era arriba y que era abajo. Solo existía él y el ardor consumidor de sus labios, llevándola hacia un precipicio en el que nunca antes había estado parada antes, y en el que nunca había querido estar hasta que ese magnifico hombre había vuelto a su vida.
Manigoldo no había tenido intención de besarla con tanta intensidad, pero tampoco había contando con que las desinhibidas reacciones de ella a su cercanía serian tan potentes y seductoras en su inocencia e inexperiencia. Gioca no se había molestado en ocultar ninguna de las emociones que brillaban tan abiertamente en su rostro sonrojado o la manera en que el cuerpo femenino de la joven se mostraba abierto y receptivo a su mera presencia. Y después de pasar prácticamente mas de un año sin deseo sexual genuino, para luego descubrir que se sentía una atracción potente hacia la muchacha que no solo era reciproco sino también genuino, eso lo hacía increíblemente volátil.
Tanto así, que si alguien hubiera entrado por la puerta e intentado interrumpir su beso con la chica no hubiera dudado en usar el Sekishiki en ellos y mandarlos al Yomotsu directamente con un pasaje completamente gratuito sin opción de retorno.
Cuando la había sentido flaquear antes no había perdido el tiempo y rápidamente la tomó de la cadera y pegó su delgado pero sensual cuerpo al suyo, disfrutando de las suaves curvas femeninas mientras literalmente la devoraba sintiéndose embriagado con su sabor dulce y salado, como los mares en los que ella navegaba siempre.
"Si no me dices que me detenga ahora" murmuró con voz ronca contra su boca hinchada, húmeda y roja por sus besos. "Entonces voy a consumirte por completo" agregó mordisqueando su labio inferior lentamente, sin despegar su intensa mirada abrasadora de los turbios ojos gris plomo, que en ese momento parecían tan oscuros como la noche misma.
"Yo..." la joven de cabello negro aspiró temblorosamente, su cabeza aun dando vueltas por las sensaciones experimentadas por un simple beso. Parpadeó para enfocar mejor y contemplar que era lo que quería que pasara. "Me sorprende que... siquiera preguntes" atinó a decir, indecisa de si debía continuar por ese camino de pecado o alejarse.
¿Pero realmente había una elección? ¿Podía realmente marcharse sin experimentar lo que sería convertirse en mujer en los brazos del Santo de Cancer? Especialmente si él que la instruía era el único hombre por el que había mostrado interés, y que sabía a ciencia cierta no la lastimaría o abusaría.
"Lo hago, porque te quiero plenamente consciente de lo que voy a hacerte" musitó contra la suave piel de la mejilla de ella muy cerca de su oído, aspirando profundamente su aroma único de mujer. "No hay vuelta atrás para ti si decides continuar" y tampoco, pensó para sus adentros, la habría para él luego de dar ese paso, puesto que no creía que podría parar incluso si quisiera.
Mordiendo su labio inferior ella lo observo bajo sus pestañas, considerando, aunque eso genero una reacción en él de inmediato.
"No hagas eso y esperes que permanezca sin tocarte" espetó bruscamente, apretando la pequeña cintura de la chica aún más contra sí, sintiendo su sangre correr espesa en sus venas por el simple hecho de sostenerla. Si un simple beso lo había alterado tanto hasta el punto de que su control pendía de un hilo, ¿Qué le haría si él llegaba a poseerla entera?
Curiosa, Gioca soltó su labio lentamente dejándolo resbalar por sus dientes blancos, observando astutamente su reacción, al verlo tensar la mandíbula sintió que por fin recuperaba algo de control en esa desconocida situación, y queriendo probar algo más, bajo la vista por un momento tomando valor junto a una profunda respiración, y lentamente elevo la mirada hacia él de una forma muy provocativa.
Al instante Manigoldo la pego con brusquedad contra la pared al lado de la puerta, pero siempre cuidado de no lastimarla. Tomó sus muslos y la alzo ubicándose entre sus piernas, de modo que lo único que la sostenía en vilo era su cuerpo presionándola contra la superficie. Posteriormente llevó su rostro hasta que sus alientos se entremezclaron y sus bocas se rozaron.
"Estas jugando con fuego, chiquilla" hablów con en voz baja, con un tono ronco que la hizo estremecer de deseo. "¿Es esa tu elección?"
"Para empezar nunca hubo una" susurró ella respirando entrecortadamente, una vez más abrumada de la mejor forma por el hombre de mirada azul-violácea. Sintiendo sus duros musculosos abdominales presionar el lugar sensible de la unión de sus muslos, haciéndola sonrojar hasta las raíces de su cabello azabache, ocasionando que surgieran otras sensaciones distintas y desconocidas. "Esto... es algo que no sabría como detener... o si siquiera lo intentaría" confesó calladamente, algo avergonzada de admitirlo, pero era la pura verdad pues desde que empezó a reaccionar a él de esa forma, muy dentro de si supo que todo iba a cambiar definitivamente.
"Malditamente cierto" asintió, antes de tomar su boca una vez mas sin darle tiempo a reaccionar.
Aquello que había entre ellos era algo que se había estado acumulando y creciendo día tras día, lentamente hasta que simplemente había estallado como un volcán haciendo erupción. Y no había ni una maldita cosa que ellos pudieran hacer mas que dejarse llevar por la corriente y esperar salir a flote cuando terminara, pero siempre disfrutando el trayecto como si fuera a ser el último.
En un solo movimiento el alto hombre llevo sus manos de los muslos de ella a su cuello y ágilmente desabrocho la camisa de lino blanca, impaciente por ver debajo de esa prenda, pero cuando por fin la abrió y seguidamente descartó en algún lugar del suelo, luego soltó una imprecación en voz alta.
"Odio estas cosas" gruñó exasperado fulminando con la mirada el corsé que abrigaba el pecho de ella, aunque silenciosamente agradeció que fuera uno corto que solo cubría la caja torácica y empujaba sus senos deliciosamente hacia arriba con ligereza. "Tienen su encanto, eso no lo negare, sin embargo, preferiría que no lo usaras" comentó trazando la cima de uno, sintiendo la calidez de su pálida piel bajo sus dedos y el consecutivo escalofrío que el cuerpo de ella dio ante su toque, haciéndolo sonreír ladinamente.
"Mantienen todo en su lugar" balbuceó algo turbada, pero deseosa de sentir sus caricias en otros lados de su persona, donde nadie nunca la había tocado antes. "Y aunque los más largos son incomodos, este era perfecto para mi... pues no se mete en mi camino cuando estoy trabajando en cubierta o... o algún otro lado" su voz se fue volviendo rasposa y con falta de aire, puesto que sentir su contacto contra su piel la estaba volviendo loca.
Iba a comentar que se vería mejor sin eso, pero el pensamiento de que otros hombres podían verla sin aquello para cubrir su pecho mientras trabajaba en el barco lo detuvo, de solo imaginar a alguien más fijándose que ella no llevaba nada bajo la camisa lo puso algo furioso; especialmente porque había notado que la joven no se daba cuenta de su atractivo y la reacción en general del género masculino cuando caminaba, pues siempre andaba distraída con otras cosas.
"Sigue usándolo, especialmente cuando estés alrededor de otras personas... hombres en particular" murmuró con tono oscuro, comenzando a jalar de las tiras que mantenían las solapas del corsé unido. Al ver que fruncía el ceño y abría la boca para seguramente protestar, él se inclinó y mordió el punto donde el cuello se unía al hombro lo suficientemente duro para dejar una marca, pero sin llegar a ser doloroso.
"¡Ah!" la muchacha respingó, y al instante sus manos se movieron por propia voluntad para enterrarse en los mechones azulados de él. "¿Por qué fue eso?" se quejó sonrojada, sus labios en un puchero adorable y sensual.
"Porque quise" le dijo, para luego sonreír siniestramente y antes de que ella pudiera protestar una vez más, la movió de modo que rozo aquel lugar sensible entre sus muslos, del cual podía sentir una calidez deliciosa y al instante la hizo reaccionar.
"¡Manigoldo!" gimió arqueando su cuerpo inconscientemente hacia él, de una forma que hizo que sus senos medio encerrados aun en el corsé y su esbelto cuello quedaran como una ofrenda, mientras estremecimientos la recorrían de pies a cabeza.
Sinceramente fue como si la hubiera golpeado un rayo.
"Suficiente de hablar, mujer" sus ojos azul-violeta se oscurecieron al oírla gemir su nombre de esa forma tan particular. "No más palabras" y con eso terminó de quitarle el corsé y junto a esto se fue la camisa de fino algodón que era lo único que la cubría de su vista.
.
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La mañana siguiente encontró al Canceriano despierto antes del alba.
Por un momento pensó que de nuevo se había equivocado de Templo y que en cualquier momento entraría uno de sus compañeros con una amenaza de muerte para que se largara, pero la respiración tranquila a su lado y el cálido cuerpo femenino que se encontraba adherido a su costado y el cual él tenia rodeado con un brazo fue la primera pista de que no estaba en Grecia. Frunciendo el ceño, abrió sus ojos y al instante recordó lo que había pasado la noche anterior, trayendo a su rostro una sonrisa muy amplia, pues sus recuerdos eran de los más deliciosos posible.
Gioca.
Con cuidado de no despertarla, deslizó su mano por la tersa piel de su hombro desnudo disfrutando de la suavidad de esta y también de la persona a la cual pertenecía. Él sabia desde el principio que ella había sido virgen, pero aun así eso no lo detuvo mas que el tiempo suficiente como para asegurarse de que su primera vez fuera tan indolora como fuera humanamente posible aunque al final no pudo desaparecerlo del todo; en un principio temió haberla lastimado mucho, pero ella solo había sonreído ligeramente parpadeando las lagrimas de sus ojos gris plomo y después de un tiempo ella asintió dándole luz verde para seguir.
Por supuesto que el hombre de cortos cabellos azules se aseguró luego de eso de que ella estuviera cómoda y recibiera tanto placer como podía dar, haciéndola emitir ruidos y gemidos, no deteniéndose hasta que la oyó gritar de placer al alcanzar la cumbre final. Y una vez lo hizo, repitió todo desde el principio dos veces mas durante la noche, no teniendo suficiente de su cálido cuerpo y renovado deseo; poseerla había sido completamente distinto a lo que el había experimentado con anterioridad con otras mujeres, aunque no estaba seguro de que lo hacía diferente y único.
Internamente se lamentó que al día siguiente tuviera que partir de regreso a Grecia, pues ya se había ausentado demasiado del Santuario, y si se quedaba más tiempo haría enojar al Pope, además de que sabía que nunca podría permanecer muy alejado de sus responsabilidades pues la Guerra Santa contra Hades se aproximaba y a cada momento que pasaba estaban aún más cerca.
"¿Por qué frunces el ceño de esa forma?" susurró una voz adormilada y algo ronca. "¿Tan mal estuvo?" la chica se frotó los ojos un poco para aclarar su vista, antes de hacer una mueca cuando sintió el ligero dolor entre sus piernas.
"No, de hecho, lo disfrute inmensamente... como estoy seguro lo hiciste tu" ronroneó para a continuación robarle un beso intenso que los dejo faltos de aire. "Y si no fuera por que se que estas dolorida en este momento, te tomaría otra vez ahora mismo" su mano se deslizo por debajo de la sabana que los cubría para tocar la parte posterior de su muslo.
"Eso no responde a mi pregunta" la chica resopló, ignorando el rubor que subió por su cuello hasta su rostro, puesto que el hombre de ojos azul-violáceos había hecho mas que solo acariciar su muslo la pasada noche.
Y la verdad ella aún estaba alucinada, y si, aturdida por todas las cosas sentidas y experimentadas.
"Solo pensaba que debo regresar pasado mañana a Grecia... con la Guerra Santa acercándose el Santuario va a necesitar a todos los Santos en residencia" él suspiró recostándose de medio lado en la cama, aun manteniendo su otro brazo posesivamente alrededor del cuerpo más pequeño de ella.
"¿Realmente es tan serio?" preguntó quedamente, arrimándose mas a su cuerpo dado que aun el sol no salía y apenas estaba aclarando el cielo estrellado. Y aunque hacia frio por la brisa helada que entraba por la ventana entreabierta, fue más una necesidad de estar cerca de él que otra cosa lo que la hizo moverse.
"Muchas personas van a morir, Gioca" Manigoldo la observo con seriedad poco característica en él, mientras su mano libre acariciaba distraídamente el corto cabello azabache de la muchacha, algo que de nuevo nunca había hecho con anterioridad, pues siempre se limitaba a levantarse e irse cuando terminaba de saciar su deseo físico.
Gioca asintió contemplativa, ocultando su rostro contra el cuello del único hombre que la había hecho sentir a salvo y querida en toda su vida, sintiendo sus ojos quemar con lagrimas no derramadas que se obligó a contener. Ella no era de las que lloraban simplemente porque si o por cosas que aún no habían llegado a pasar; pero el pensar que una de esas casualidades de la guerra podría ser el Santo de Cancer le produjo una punzada tan aguda en el pecho que la dejo sin aire y mareada.
"No puedo prometerte que sobreviviré a lo que se avecina"
"Lo sé"
"No significa que no tratare malditamente de hacerlo" agregó en voz baja, apegándola aun mas a su persona, como si por un momento quisiera fundirla consigno mismo.
Necesitando olvidar por un momento lo que el posible futuro les deparaba, la muchacha de cabello azabache se alzó un poco y lo beso como había aprendido a hacer la noche anterior, de una forma apasionada y profunda, tratando de transmitirle todo lo que no podía decir en voz alta. Su deseo de que sobreviviera y que volvieran a verse estaba implícito, aparte de unos desconocidos sentimientos que ninguno de los dos se atrevió a descifrar.
"¿No estas algo adolorida para esto?" inquirió mirándola con sus ojos azul-violeta entrecerrados llenos de pasión y fuego, sus manos moviéndose por propia voluntad sobre aquel esbelto y cálido cuerpo femenino.
"No me importa" murmuró contra los labios masculinos, su respiración entrecortada mientras tomaba valor para tumbarlo de espaldas en la cama y sentarse a horcajadas sobre su cintura ignorando el rubor que subió a sus mejillas al exponerse de tal forma a su hambrienta mirada, dispuesta a tomar todo lo que pudiera mientras él aun estuviera allí, con ella.
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Pasaron el resto de ese día entre las sabanas, ordenando comida a la habitación y descansando de vez en cuando, nunca dejando de tocarse o de explorar el placer del otro de forma que antes Gioca no hubiera podido imaginar fueran posibles. Pero finalmente la luz del día se hizo paso en su perfecto mundo y era hora de volver a la realidad, por lo que recogieron todo en silencio y con calma, aunque ninguno dio voz a la inquietud que albergaban dentro.
Cuando se detuvieron en el muelle, ella tomó una honda respiración y cuadro los hombros, necesitando valor ahora mas que nunca y se giró hacia él, grabando en su mente sus facciones presintiendo que pasaría mucho tiempo antes de que ella pudiera verlo de nuevo.
"No te metas en problemas, y esta vez trata de escribir más seguido, crustáceo gruñón" dijo con una sonrisa tan genuina como pudo reunir, ignorando algo que gritaba en su interior que no lo dejara ir. "O me veré forzada a entretenerme de otra forma" el tono con que lo dijo eran en broma, pues nunca se le ocurriría siquiera hacer algo semejante.
Pero a él no pareció caerle en gracia, pues al instante siguiente él la tomo de los brazos y la pego a su cuerpo con fuerza, besándola de una forma demandante sin importarle quien los miraba, hasta que ambos tenían la respiración entrecortada.
"No dejes que otro hombre te toque, Gioca" prácticamente siseó contra sus labios, su mirada era oscura y peligrosa. Pues de solo imaginar algo así lo llenaba de una violencia increíble. "Lo sabré si lo haces, y el pobre bastardo lo lamentara, deseando no haber nacido por tocar lo que me pertenece... Pues yo no comparto" no le importaba parecer un egoísta, pero desde que la había tocado y yacido con la joven mujer, había desarrollado una posesividad fuera de otro mundo, sentía celos de hasta la más inocente de las miradas que le dirigían a la chica, aunque esta ni se diera por enterada.
"Esto va en dos sentidos, Manigoldo" ella le susurró con ferocidad, tomándolo de la nuca para unir sus labios una ultima vez, antes de agregar. "Si me entero de que tocaste a otra mujer ambos van a lamentarlo, y entonces no tendrás nada que decir sobre lo que hago o con quien lo hago"
"Bien, me alegro que todo quedara claro" él asintió, su mirada destellando peligrosamente, mientras la sonrisa en sus labios se volvió rapaz. "Hasta que nos veamos la próxima vez, siguen pensando en mí, cara mia"
Y con un último beso abrasador, él la observo por un segundo antes de girarse y desaparecer entre la gente del muelle camino a su propio barco, el que lo llevaría de regreso a Grecia y lejos de la muchacha de cabello negro.
Con un suspiro tembloroso, Gioca enderezó sus hombros y se dirigió a su propio navío, pues el mundo seguía andando y no podía detenerse, no importaba cuanto lo deseara ella.
Tenia trabajo que hacer, y aunque no lo supiera en ese momento, el Santo Dorado de Cancer la había dejado con algo más que solo recuerdos.
Pero no se daría cuenta ciertamente hasta tiempo después...
Continuara...
¿Que les pareció todo? ¿lo amaron? ¿lo odiaron?
Por cierto un dato aquí, si se leyeron el Gaiden de Manigoldo, sabrá que los cuatro amigos de Gioca son efectivamente cannon, sin embargo, solo a dos de ellos les dijeron su nombre, Peche y Pigro, y como realmente no salen a color yo me tome la libertad de darle a los otros dos nombres y en total a los 4 chicos características como el color del cabello y los ojos xD
Por cierto, Porto Stanto Stefano es una ciudad real de Italia, me tome la molestia de investigarlo para hacer las cosas mas reales c:
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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