Capítulo 8
"Union"
Grecia, Athena.
Enero, 10 de 1750
Una lluvia torrencial poco común caía sin piedad encima de una joven pelirroja y su caballo. Este corría a galope a pesar que las gruesas gotas de agua dificultaban la visión, y estaba más decir que se encontraban completamente empapados, destilando agua por todos lados. Ella maniobró al semental lo mejor que pudo para que este no se resbalara en el fango, ya que por lo oscuro de la noche y lo fuerte de la lluvia sería un completo milagro que no tropezaran.
—Vorwärts, Hartwig, casi llegamos.
Finalmente, respiró aliviada cuando llegaron a salvo al establo donde refugiaba al animal en esos tiempos de lluvia, ya que normalmente estaba libre pastando por los campos, y con un solo silbido de porte de ella y ya venía a su lado sin dudar... sin lugar a dudas era su más querido amigo.
Bajó de la montura teniendo cuidado de no resbalarse, tomando las riendas y guiando al Holsteiner al interior del establo donde se encontraban otros caballos resguardados en sus cubículos. Un intenso escalofrió recorrió su cuerpo al tiempo que agarraba un trozo enorme de tela para secar al semental. Sinceramente estaba muerta de frió, pero ese trapo solo serviría para cercar a uno de los dos, y prefería que fuera Hartwig, dado que no deseaba que se enfermara por su culpa, y total, fue ella que lo hizo galopar en medio de la noche; aunque en su defensa, la lluvia fue una total sorpresa a pesar que el clima de esa época era húmedo, pero nunca pensó que fuera a caer un diluvio tan fuerte como aquel.
Con un tembloroso suspiro terminó de secar a su caballo, dándole una palmada en el cuello con cariño. Luego volteó un poco su rostro para observar a fuera del establo que no era totalmente cerrado, y a según por las nubes la lluvia no tenía intenciones de detenerse pronto. Ir en ese momento al sexto Templo Zodiacal con semejante diluvio no será muy inteligente de su parte, tantos escalones empapados, la noche sin luna y más su cuerpo entumecido por el gélido frió la hacía más torpe de lo usual, por lo tanto, no presagiaba nada bueno que subiera en esas condiciones.
El caballo resopló levemente y toqueteó su hombro con su morro con afecto, y Shea no pudo evitar sonreírle con ternura.
—No te preocupes, amigo, no pienso ir a ningún lado, más bien me quedare aquí hasta que la lluvia pase —dijo acariciando al equino por debajo de sus ojos. Su caballo era lo suficientemente grande como para ocupar todo el espacio, así que no le quedaba de otra más que agrupar un poco de paja para sentarse y recargar su espalda en la pared de madera, justo al lado del cubil de Hartwig. Volvió a soltar un largo suspiro mientras recogía sus piernas y las abrazaba, intentando controlar los temblores que atravesaba su cuerpo. Rezaba para que cesara un poco el aguacero para así poderse marcharse a la seguridad de su acogedor y cálido cuarto, y no estar en esa situación casi congelándose del frió, completamente empapada hasta los huesos, además de exhausta.
Ese día le había hecho un favor a Connor, la sanadora que ahora residía en el Santuario y compañera de Regulus. A la joven rubia le había llegado una misiva de una aldea vecina a Rodorio, donde al parecer había una familia muy enferma que necesitaba con urgencia atención de alguien experimentado, puesto que el curandero del pueblo no pudo hacer mucho por ellos. Y dado que el joven León estaba de misión le había pedido a ella muy amablemente si podía llevarla lo más rápido posible en su caballo, y ya que no quería molestar al resto de los Santos Dorados se lo había pedido a ella. Siendo sincera consigo misma, no pudo negarse ante esa noble petición, ya que los ojos azules de su amiga desbordaban de inquietud por esas personas desafortunadas.
Y así pasaron el resto de la tarde, en aquella pequeña casa donde dos niños pequeños y una anciana padecían en cama con una fiebre realmente alta, y los padres de las criaturas morían en vida de la preocupación. Connor se encargó rápidamente de ellos dándoles té de un preparado de hierbas y colocándoles agua fría en sus frentes sudorosas para refrescarlos, mientras trataba de descubrir qué tipo de enfermedad era. Y ella había permanecido a su lado ayudándola en todo lo que estaba a su alcance con esa difícil tarea, pero resultó que comenzó anochecer más rápido de lo que habían podido esperarse, y la irlandesa prefirió quedarse para vigilarlos y seguir haciendo un brebaje de hierbas para aliviar los malestares.
Shea no tuvo opción más que irse con la promesa de que iría a buscarla a la primera hora de la mañana, dado que no había espacio para ella en ese pequeño pero humilde hogar. Lastimosamente su mala suerte se manifestó cuando empezó a llover a cantaros apenas un rato después de que emprendió el camino de vuelta, apenas pudieron pasar por Rodorio y dirigirse directo al establo antes de que el intenso frió los congelara.
Y si era sincera consigo misma, había pensado ir a la vivienda de su amiga Agasha, pero no quiso molestarla a ella y a su padre a esas horas de la noche.
—Scheiße... —farfulló apretando las manos heladas, ya comenzando a sentir sus dientes castañear. Ya no podía controlar los temblores y escalofríos, había sido un pésimo día para mojarse durante esa época donde el frío era brutalmente más notorio que el resto del año. Y de nada le había servido colocarse el sobretodo, porque estaba igual de empapado como el resto de su ropa, además, que siendo de noche empeoraba aún más las cosas sinceramente—Asmita-sama va a matarme —murmuró con una mueca, puesto que le había dicho al Santo de Oro que no sabía a qué hora iba a volver.
Ahora resultaba que se iba a congelar en un establo en plena madrugada.
Trató de pensar en él para intentar distraerse del gélido frió que sentía, y casi en seguida una diminuta sonrisa surcó sus labios al recordar como esos meses habían sido los mejores de su vida a su punto de vista; el cariño y amor era tan especial e irreal que aún le costaba trabajo creerlo a esas alturas... Todavía se sonrojaba furiosamente cada vez que recordaba sus besos suaves y delicados, al igual que sus pequeños abrazos sutiles, pero siempre llenos de sentimientos.
Y como olvidarse el hecho de que la había llevado a Alemania más específicamente a Stuttgart donde había crecido, y con el permiso ya concedido del Pope para salir sorprendiéndola agradablemente. El viaje los unió aún más, y así pudo cumplir su promesa visitando la tumba de sus padres que hermosamente había hecho el Santo de Sagitario hacía más de cuatro años atrás... también la sostuvo cuando de un momento a otro silenciosas lagrimas desbordaron de sus ojos y empapando sus mejillas ahogada por ese momento de nostalgia al ver sus nombres tallados en piedra, con esos recuerdos de su infancia, de su familia, de aquella casa que por dieciséis años llamó su hogar...
Y Asmita siempre estuvo a su lado brindándole su apoyo incondicionalmente.
—Für die Götter... c-condenado frío —ella susurró temblando. Exhaló su aliento cálido en sus manos en un intento desesperado de calentarlas, ya que desde hacía bastante rato sentía los dedos entumecidos. Se volvió a estremecer, implorando internamente que dejara de llover una vez por todas, puesto que no sabía si podía aguantar mucho tiempo más...
Y a pesar de todo, comenzó a dormitar presa del cansancio, el intenso frió comenzaba a aletargarla cada vez más, sin embargo, de un momento a otro sintió que algo cálido se posó en sus hombros, haciéndola espabilar en un parpadeo. Giró su vista confusa descubriendo que una gran tela blanca la cubría.
Alzó las cejas totalmente intrigada y su corazón dio un vuelco en su pecho, ya que solo podía significar una cosa... Así que subió y volvió su rostro a su izquierda, y allí de pie en toda su gloria se encontraba Asmita de Virgo portando la Cloth Dorada mirándola con el ceño fruncido en preocupación.
—A-Asmita-sama —ella tartamudeó más por el frió que por impresión de verlo allí. Aunque al decir verdad, que no se había esperado para nada que la hubiera encontrado.
Asmita se agachó a su altura apoyando una rodilla en el suelo mientras observaba como su rojo cabello mojado se adhería a su rostro algo pálido. Subió una mano a su mejilla y con dedos gentiles toco su piel, descubriendo que estaba helada.
—¿Shea, desde hace cuánto tiempo estas así? —él preguntó con mucha preocupación viéndola temblar de aquella manera casi incontrolable.
—Pues d-desde que c-comenzó a-a llover —le dijo un poco apenada tiritando y aferrándose más aquella capa.
Y según por el ceño fruncido más pronunciado del rubio, ella dedujo rápidamente que su respuesta lo dejaba bastante inconforme.
Pero antes de siquiera pudiera decir otra cosa, él paso su brazo por debajo de sus rodillas y el otro rodeando sus hombros para alzarla en vilo causando que ahogara un jadeo de sorpresa. Ella no se atrevió a objetarle nada, porque a pesar que le daba una vergüenza horrible que le cargara de aquella manera, sabía que no podía subir las escaleras tan deprisa como le gustaría a pesar que la lluvia había menguado casi por completo.
La verdad se le había escapado la noción del tiempo.
—¿C-Como me encontró? —murmuró la Vestal tratando de acurrucarse todo lo que podía en la calidez que le brindaba su cuerpo masculino a través de la armadura.
—Simple presentimiento, mi pequeña kamal —le dijo sin más explicaciones, totalmente concentrado en llegar al sexto Templo Zodiacal lo más pronto posible. Pero la verdad, es que tenía una conexión muy fuerte con la joven pelirroja, tanto, que a esas alturas podía percibir sus emociones a una distancia tan larga como esa.
Para el momento en que llegaron a la Casa de Virgo, Asmita aún seguía preocupado por el estado de la joven, ella seguía temblando sin cesar, y su palidez persistía aún, así que la llevó inmediatamente al cuarto para que se quitara de una vez por todas aquella ropa empapada. Suavemente la depositó en el colchón dejándola sentada a la orilla, y ahí fue donde ella alzó finalmente su mirada desde que la tomó en sus brazos... Se le veía cansada y harta del frió atroz, con un brillo de vulnerabilidad en esas profundidades ambarina que no le gusto para nada.
Se veía tan frágil.
Él posó una mano en su cabellera húmeda y luego paso a su mejilla acunándola con afecto. Shea aun a pesar de todo, pudo sonreírle temblorosamente notando la inquietud del Santo de Oro, así que intentó llevar sus dedos al primer botón del abrigo negro, que era la prenda más pesada y empapada en ese momento. Pero sus manos se estremecían y temblaban tanto que se le estaba haciendo casi imposible la tarea.
—¿Puedes con eso? —le preguntó amablemente apartándose un poco.
La pelirroja asintió con su ceño fruncido en concentración.
—Yo p-puedo, n-no se preocupe —ella tartamudeó, sin saber si se estaba intentando convencer a si misma o al rubio.
Entonces él dejo salir un ligero suspiro, porque sabía más que nadie que la chica intentaba aparentar ser fuerte.
—Saldré un momento, y volveré enseguida.
Para cuando dijo eso, ella ya había logrado desabotonarse con éxito un botón. Así que salió de la habitación rumbo a la sala principal para dejar su Cloth en el pedestal, ya que no veía motivo para portarla en ese momento y así también le daba tiempo para cambiarse de vestimenta. Y con eso hecho, volvió para ir a verla pensando que podría hacer para ayudarla, dado que la sanadora no se encontraba en el Santuario en ese momento, y además la noche estaba demasiado avanzada.
Abriendo la puerta se encontró que la ropa húmeda estaba en el suelo a un lado de la cama mientras que la alemana se había metido en esta en posición fetal enrollada en la sabana, con los ojos firmemente apretados tratando de soportar la intensidad de los temblores. Se acercó a ella frunciendo el ceño, posando nuevamente su mano en su frente notando que la temperatura no había subido para nada y que la joven corría riesgo de pillar algo mucho más peligroso que un simple resfriado.
Podía sufrir de hipotermia y posteriormente a algo mucho más peligroso.
Tensó la mandíbula al sentir esa familiar emoción en su pecho, una presión intensa y dolorosa al solo imaginar perderla.
—Shea... —murmuró con suavidad y verdadera preocupación.
Ella solo atino a entre abrir los ojos y dedicarle una mirada triste, apenada y tan cansada que sus parpados cayeron nuevamente, aferrándose aun a las sábanas tratando desesperadamente de entrar en calor.
Entonces Asmita tomó rápidamente una decisión, se sentó cuidadosamente en la cama y tomó a la joven nuevamente en brazos con todo y manta, y arrimándose con ella hacia atrás para poder apoyar su espalda contra la pared y cruzar sus piernas en posición de loto con la chica estando de forma lateral en su regazo, y así rodearla con sus brazos dejando que su cabeza se apoyara en su hombro. La pelirroja apenas protestó, acurrucándose más contra su cuerpo masculino procurando deshacerse de ese frió mortal.
Él simplemente recargó más la espalda en la pared mientras la acunaba, esperando que el calor de su cuerpo más el poder de su propio cosmos pudieran realmente ayudarla.
—A-Asmita-sama... —suspiró temblorosamente sintiéndose realmente a gusto entre sus brazos. Pero había un dato importante que él tenía que saber antes que nada—A mi n-no me dio t-tiempo de ponerme algo de... r-ropa —confesó claramente avergonzada, y si hubiera estado más alerta, consciente y no helada hasta los huesos, se hubiera apartado en un santiamén totalmente escandalizada y con su rostro completamente ruborizado.
El hombre de larga cabellera rubia guardó silencio solo por un instante antes de responderle con voz suave para tranquilizarla.
—No te preocupes, pyaar... Eso no es un impedimento ahora —le dijo con una leve sonrisa viendo como ella solamente asentía con suavidad completamente vencida por el agotamiento.
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En el momento en que Shea despertó no pudo evitar notar la calidez que invadía su cuerpo hasta el punto de soltar un suspiro de puro gusto. El frió episodio que había dominado su organismo, ahora era algo un poco más lejano y que no quería volver a recordar por el resto de su vida.
Abrió los ojos con lentitud sintiéndose realmente en paz, pero notó rápidamente que su alrededor permanecía a oscuras, parpadeó para acostumbrarse a la oscuridad, pensando que la luz de la vela se había extinguido hacia bastante rato. Luego no pudo evitar sonreír con cariño cuando se percató que aún se encontraba en los brazos del hombre que amaba terriblemente... Asmita-sama aun la sostenía con firmeza permaneciendo con los ojos cerrados, y un semblante sereno dominando sus facciones como tantas lo había visto mientras meditaba.
Sinceramente le provocaba acariciar su rostro atractivo y perfilado... se sentía tan bien estar junto a él que deseaba que ese momento perdurara para siempre...
Entonces Asmita movió ligeramente su rostro hacia ella.
—¿Cómo te sientes?
Sus suaves palabras casi la hacían morir de amor, ya que sabía muy bien que él había velado por ella en todo momento, y cuando finalmente abrió sus maravillosos ojos azul lavandas su corazón dio un vuelco en su pecho.
Jamás se cansaría de observarlos.
—Pues yo... —ella se movió ligeramente para hacer el intento de levantarse, pero repentinamente se quedó inmóvil. El suave roce de la sabana encima de su piel desnuda causo que cerrara rápidamente la boca olvidándose por completo lo que iba a decirle.
¡Für die Götter!
¡Se le había olvidado por completo que estaba como los Dioses la habían traído al mundo!
Su rostro se puso pálido y automáticamente sus músculos se tensaron, se le había pasado totalmente que, en el momento de haberse quitado toda esa ropa mojada, había sentido tanto frió que no pudo siquiera pensar en buscar su vestimenta blanca, solo se lanzó a la cama enrollándose con las sabanas buscando cualquier fuente de calor con total desesperación. Y después cuando él la sostuvo se había sentido tan bien, pero tan cansada a la vez que su desnudez había pasado en un último plano, hasta ahora...
En cambio, Asmita frunció el ceño al ver su rostro perder color tan repentinamente que le pareció extraño, y al instante la preocupación volvió a invadirlo.
—¿Shea, estas bien? —preguntó observándola detenidamente. Había pensado que la joven había entrado finalmente en calor, pero bien podía estar equivocado.
Ella intento decir algo, pero solo sus labios se abrieron para no emitir sonido alguno, como si repentinamente se hubiera quedado sin palabras viéndose algo más alterada y nerviosa.
Eso lo inquietó aún más, así que sin pensarlo demasiado movió una de sus manos en el interior de la sábana blanca, buscando tantear su piel para comprobar su temperatura. Tocó primero la piel de su cintura en una ligera acaricia encontrándola tibia, haciéndole saber que ya no se encontraba helada, sin embargo, el estremecimiento de la joven lo hizo dudar realmente de su estado.
—¿Aun sientes frió? —su ceño fruncido se pronunció más mirando atento su reacción.
Pero la pelirroja solo atinó a negar enérgicamente con la cabeza mientras apretaba los labios sintiendo su corazón palpitar acelerado... Verdammt, jamás se había imaginado que esa sutil y ligera caricia la pudieran desequilibrar en un instante.
Sabía muy bien que su toque era totalmente inocente, más llevado por la preocupación que por otra cosa, pero su cuerpo no parecía opinar lo mismo... había sentido como un cosquilleo la recorrió por completo haciendo saltar sus terminaciones nerviosas.
Y volvió a sobresaltarse cuando percibió nuevamente como la mano de Asmita volvió a tocarla. Recorriendo su piel un poco más, y esta vez su estremecimiento no fue nada comparado con aquella sensación agradable que se estableció en su vientre y que hizo cosquillear sus pechos desnudos.
—De verdad necesito que me respondas, Shea.
—N-No haga eso, por favor —ella imploró suavemente tragando con dificultad. Luego se atrevió a mirarlo y rápidamente notó como la preocupación brillaba en sus orbes azul lavanda, para posteriormente sentir como su mano libre se encontraba acunando su mejilla que ahora la sentía extremadamente caliente.
Estaba consciente de que él no comprendía sus palabras, pero... ¿cómo le decía exactamente que lo que estaba sintiendo no era precisamente porque se encontrara mal?
Realmente estaba ardiendo de vergüenza.
—¿Pyaar, te encuentras bien? —repitió ahora con un poco más de insistencia, viendo ahora como ella cerraba los ojos incapaz de mirarlo de nuevo.
—Y-Yo... estoy bien —murmuró realmente apenada de sus propias reacciones. Pensando muy bien lo que iba a decir a continuación sin morir de un profundo bochorno, pero era justo que se lo explicara o si no nunca iban a salir de esa situación—Tiemblo por... otras sensaciones que usted me produce al tocarme...
Para Asmita todo comenzó a cobrar sentido lentamente, y si era sincero consigo mismo no se había percatado hasta que ella misma se lo menciono. Pero ahora que lo meditaba más profusamente cada una de sus reacciones a su leve caricia iban acorde con sus sentimientos fuertes, así que su cuerpo respondía naturalmente a su toque. Él conocía sobre los placeres carnales que era parte de la vida del ser humano, y que en algunos casos dominaban por encima de las otras emociones y por el sentido común, y por ahora no había mostrado intereses en ello, o siquiera pensado correctamente en el tema, pero una vez más Shea despertaba en él curiosidad e intriga por esas cosas que en su persona siempre habían estado fuera de sus pensamientos.
Ahora sentía curiosidad por conocer sus reacciones, aquellas respuestas, expresiones y todo aquello que la joven podía ofrecer ante esa nueva faceta que antes no había visto en joven... y al decir verdad, una cálida sensación comenzó a filtrarse por sus venas haciendo su sangre como si fuera más espesa y pausando más su respiración igualando casi a la de ella.
Shea había pensado que con sus palabras él se apartaría finalmente, perturbado por algo tan indecoroso. Su corazón estaba con la expectación a la espera de alguna reacción de su parte, sin embargo, aspiró bruscamente cuando nuevamente otra caricia estremeció su cuerpo, pero esta vez esos dedos masculinos se movieron perezosamente por su piel desnuda, causando que cada bello en su cuerpo se erizara. Abrió sus ojos ámbar para mirarlo demasiado intrigada por su acción, y esa sensación en su vientre solo se intensifico aún más al ver esa mirada mucho más intensa y ligeramente oscurecida por una emoción que no supo ponerle nombre en el momento, pero que alteraba sus sentidos.
—¿Asmita-sama...?
—Sigues despertando mi curiosidad, mi pequeña kamal —le murmuró con una media sonrisa.
Solo con su voz un poco más enronquecida la hizo temblar y sonrojar, acelerando su pulso incapaz de dominar todas esas nuevas emociones aun sorprendida porque él había tomado las riendas de la situación en vez de soltarlas. Era una nueva perspectiva de Asmita que la desequilibraba por completo, y que ni en sus fantasías más locas podría haber imaginado.
De pronto, ella dejo escapar un tembloroso suspiro en el momento en que él arrastró su suave toque a lo largo de su cintura bajando lentamente a su cadera, lo cual instó a que arqueara inconscientemente su espalda comenzando a sentir una neblina en su mente al tiempo que sacaba una mano de entre la manta para poder posarla en su pecho y aferrarse a su túnica. Asmita se encontraba fascinado, atreviéndose a ir un poco más allá sintiendo cosquillear las yemas de sus dedos por la suavidad de su piel cálida. Y a pesar que ella era bajita, tenía un bello cuerpo de bonitas caderas que eran perfecta para su estatura y que en ese instante permanecía bajo su toque.
Le agradaba ver sus reacciones, esas mejillas con un hermoso toque carmín, de cómo cerró los ojos presa de esas emociones que la tenían abrumada, o de sus carnosos labios que mordisqueaba para intentar contener los suspiros.
No cabía dudas que su pequeña pelirroja era sumamente especial.
Y escuchar su nombre suspirado de esa manera única le causaba un agradable calor que se expandía por el resto de su cuerpo, instándolo a seguir explorando. Encantado por su respuesta que no dejaba de atraerlo como en una especie de magia que los envolvía cada vez más. Y antes de que alguno de los dos se diera cuenta, ya sus labios estaban unidos en un beso tierno, pero intenso... lleno de emociones, y de aquel fuego que comenzaba a quemar sus sentidos.
Explorando pausadamente el interior de sus bocas en una danza cálida que era guiada por sus instintos más primitivos.
Él enredo sus dedos en su hermosa cabellera pelirroja cerca de la nuca para sostenerla, mientras que su otra mano vagó de su cadera subiendo con lentitud, sintiendo la atractiva respuesta de su femenino cuerpo. Aquellos temblores y estremecimientos que ya le parecían algo adictivo al igual que el sabor de sus dulces labios. Inconscientemente se topó con una cumbre suave y blanda, donde un pequeño botón endurecido se encontraba, y lo acarició entre sus dedos curiosos.
De pronto, Shea se apartó de sus labios para solar un pequeño gemido que lo ancló nuevamente a la realidad.
Apartó lentamente su mano de su cuerpo notando que su respiración estaba algo acelerada. Lamentaba tener que detenerse, sobre todo por la tierna protesta que ella dio cuando no continúo con el beso, para posteriormente luego caer en cuenta lo que había sucedido.
Ella abrió los ojos aun turbada, a duras penas logrando asimilando todo. Y entonces repentinamente apenada de nuevo oculto su rostro en la curva de su cuello y hombro, al tiempo que se aferraba aún más a su ropa.
—Discúlpeme... —ahogó las palabras contra su piel, bastante avergonzada por sus reacciones.
Él sonrió con gentileza, mientras se dedicaba a abrazarla notando que poco a poco tranquilizaba el salvaje latido de sus corazones.
—No tienes por qué disculparte, pyaar —trató de calmarla un poco, pero el pequeño sonido de mortificación de su parte le sugirió que aún seguía algo escandalizada, pero que logró ampliar un poco más su sonrisa. Sabía que no estaban debidamente preparados para dar ese gran paso en sus vidas.
Al parecer había llegado la hora de informase correctamente.
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Un hombre de cabellera verde y espectaculares ojos azules ahogó un muy ligero bostezo mientras se paseaba por los pasillos de su Templo en aquella mañana tan temprana. Dirigía sus pasos a la gran biblioteca, donde pretendía dejar unos libros nuevos que se había llevado la noche anterior a su habitación, y que junto a su esposa habían estudiado hasta tarde. Sonrió para sí mismo al pensar en esa palabra que saboreaba cada vez que surcaba sus pensamientos.
Era tan tremendamente feliz que parecía todo un sueño.
Abrió la gran puerta que conducía a su otro Santuario personal, pensando que luego de eso tendría que volver a su habitación y despertar a su amada francesa, y la verdad tenía una idea estupenda de cómo hacerlo.
Se detuvo abruptamente cuando subió la mirada, parpadeó un par de veces confundido preguntándose si sus lentes se habían empañado en algún momento y le hacía ver cosas, porque ahí sentado pacientemente se encontraba el Santo Dorado de Virgo con su vestimenta budista y con sus ojos usualmente cerrados y en total tranquilidad.
—¿Asmita? —estaba de más decir que Degel se encontraba genuinamente sorprendido.
El nombrado alzó su rostro abriendo sus ojos para observarlo, y el Acuariano arqueó ambas cejas porque aún no estaba demasiado acostumbrado a ver esa mirada en su compañero que por tanto tiempo había permanecido sellados.
—Degel... —saludó Asmita con un leve movimiento de cabeza.
—¿Se te ofrece algo? —preguntó cortésmente mientras depositaba los libros en la misma mesa que estaba sentado el rubio. Al decir verdad, no era común esa especial visita en su biblioteca, sobre todo porque la Casa de Virgo contaba con excelentes manuscritos en braille que por tanto tiempo el Santo más cercano a Dios había usado, pero quizás con el nuevo sentido de la vista buscaba algo más, y no era quien para juzgar.
—Estoy buscando ciertas respuestas —comenzó a decir el joven hombre de ojos azul lavanda—Pero que lamentablemente los libros no pueden brindarme —continuó con una ligera sonrisa en sus labios al ver que el Acuariano lo había observado con suspicacia al verse rodeado de miles de libros.
Por otro lado, Degel no pudo evitar arquear una ceja, ya que captó por completo su interés.
—¿Y en que puedo ayudarte, Asmita? —él se ajustó los anteojos en el puente de la nariz, llegando rápidamente a la conclusión que si el Santo de Virgo no estaba allí en busca de algún manuscrito, entonces solo quedaba una opción bastante simple.
El rubio ladeó ligeramente su rostro apoyando un codo en la mesa para descansar su mejilla en el dorso de sus dedos al tiempo que cerraba una vez más sus ojos.
—Experiencia —respondió serenamente—Estoy consciente de que hay libros con el tema, no obstante, me parece que son algo sin valor, carente de sentimientos dado que son simplemente palabras.
—¿Experiencia en qué exactamente?—el Acuariano estrechó la mirada con algo de suspicacia, demasiado intrigado por la infinidad de posibilidades con que podía referirse al tiempo que tomaba asiento en frente de él.
Entonces Asmita meditó un poco sus palabras antes de volver a hablar.
—En el acto sexual.
A Degel casi se le caen los anteojos mientras mirada totalmente perplejo a su compañero de armas.
—¿Perdón? —preguntó el hombre de cabellera verde sin dar crédito a sus palabras.
—El acto sexual —dijo una vez más Asmita con un leve encogimiento de hombros, como si fuera un tema de los más común—No me pareció apropiado y sensato indagar en este tema con los Santos de Cancer y Escorpio por obvias razones a pesar que poseen... bastante conocimiento al respecto, y es por ello que me pareció ideal consultarte.
Y Degel arrugó la nariz, puesto que sabía bien a qué se refería exactamente, el solo pensar en su mejor amigo y en Manigoldo; de las carcajadas y exclamaciones que no se hubieran esperado oír por todo el Santuario ante el predicamento del rubio... Igual eso no quitara el hecho de que fuera algo vergonzoso e incómodo, ya que su vida marital por las noches con Fluorite no era ningún secreto, dado que eso era lo mas natural para una pareja enamorada. Aun así, le sorprendía el hecho de que Asmita siendo un monje budista quisiera llegar a ese punto con la alemana, si bien poseía el conocimiento de que a muchos monjes se le permitía tener una vida normal si ellos así lo querían en el ámbito de relaciones amorosas con tal que no infringiera ciertas reglas sagrada y morales.
Pensó que, aunque no era asunto suyo en primer lugar, estaba feliz por ambos, porque realmente debía amarla con todo su corazón.
El Acuariano soltó un profundo suspiro mientras se apartaba los lentes y frotaba disimuladamente su rostro ruborizado con ambas manos, puesto que jamás pensó que compartiría esa clase información con alguien, y menos con el hombre que se suponía que era el más cercano a Dios, lo cual solo hacia todo un poco más extraño...
—Bien... —Degel carraspeó con suavidad recuperando la compostura, y volvió a colocarse los anteojos preparándose mentalmente para esa conversación—Entiendo hasta cierto punto porque quieres saber más... del tema —comenzó a decir apoyando ambos codos en la mesa y entrelazaba sus dedos. Suponiendo que el conocimiento del rubio respecto a los placeres físicos eran básicos dado por su vida budista—¿Pero por qué buscas más información de la necesaria?
Asmita guardó silencio por un momento antes de responder con suavidad y sinceridad.
—No deseo lastimarla.
El hombre francés sonrió para sí mismo, porque podría verse reflejado en el Santo de Virgo. Y por eso mismo tomó la decisión de ayudarlo, aunque para eso debió tragarse el bochorno de hablar de un tema tan íntimo con alguien más que no fuera su pareja. Y rezaba internamente que su pequeña esposa no se enterara jamás de eso por el bien de su paz mental.
Le explicó lo mejor que pudo, dándole ciertos concejos que podría contribuir hacer esa unión más especial para ambos. Pero siendo honesto hablar de ello sin usar términos demasiado vulgares fue todo un desafío, y en más de un momento tuvo que interrumpirse para relajarse y continuar. Por lo menos Asmita lo escuchaba con atención y no tenían ningún interés de burlarse o ponerlo en una situación más incómoda con preguntas, simplemente escuchaba. Y para alivio de Degel su compañero había decidido cerrar los ojos, lo cual minimizaba bastante la vergüenza.
Al finalizar el rubio parecía conforme con la información obtenida, entonces se levantó mencionando que debía marcharse pronto, puesto que la pelirroja debía de estar despertándose y precisaba verificar su estado.
—Gracias, Degel —comentó Asmita con honestidad.
El Acuariano simplemente asintió levemente con la cabeza como respuesta, viendo posteriormente como el Santo de Virgo se retiraba finalmente. Ahí dejo salir un largo y profundo suspiro relajando sus hombros tensos que habia estado conteniendo desde que la rara y algo incomoda conversación había dado comienzo, mientras se quitaba los anteojos y se frotaba las sienes esperando que el rubor en su rostro se fuera en algún momento.
Solo momentos después, entró a la biblioteca el hombre que consideraba su mejor amigo comiendo con entusiasmo una gran porción de pie de manzana.
—Por favor, espero que no me vengas a pedir consejo tú también —murmuró Degel con mortificación antes de siquiera darle chance al Escorpiano de hablar.
Kardia frunció el ceño sin entender porque el hombre francés se veía acalorado, si era él que sufría de fiebre constantemente y no el afanado rey del hielo.
—¿De qué rayos estás hablando?
—Solo olvidado, Kardia —entonces Degel respiró hondo y tomó nuevamente sus anteojos antes de levantarse de la mesa y poner finalmente en orden los libros que había traído.
El Santo Dorado de Escorpio solo arqueó una ceja mientras encogía los hombros sin darle importancia al asunto, dándole otro mordisco al exquisito postre.
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Shea estiró un poco sus músculos algo cansados antes de inclinarse en la enorme cama y extender la sabana limpia, y acomodar las almohadas suaves y esponjosas. Luego tomó un plumero para pasarlo superficialmente por la habitación principal para eliminar todo rastro de polvo que pudiera haber, pero mientras hacía eso no pudo evitar sumergirse en sus pensamientos.
Apenas recientemente se estaba recuperando de un gran resfriado que la había dejado en cama por casi una semana, una gran fiebre alta la atacó por haber estado tanto tiempo expuesta al frió. Sonrió con ternura al recordar a Connor que se había disculpado un millar de veces por llevarla a aquella situación, se vio muy arrepentida y culpable por más que ella le había dicho que no había ningún problema. Aun así, la joven irlandesa no pareció demasiado convencida mientras la cuidaba con extrema delicadeza, tratando de compensar alguna manera la horrible situación que había metido a una de sus amigas.
Y, por otro lado, Asmita había permanecido muy cerca siempre al tanto de su recuperación. Velando su sueño y ayudando a cambiar los paños húmedos de su frente cada vez que la fiebre subía bastante, o simplemente posaba su mano encima de la suya para expresarle y hacerle saber que iba a permanecer a su lado en todo momento.
Sonrió contenta, porque se sentía realmente afortunada, sin embargo, de un momento a otro su rostro adquirió color sonrojándose profundamente cuando a su mente acudió aquella noche donde sus inocentes besos y caricias habían pasado a ser algo más. Sacudió un poco su cabeza para apartar esos pensamientos indecorosos, pero le era imposible, hizo un mohín con sus labios al tiempo que resoplaba levemente, porque varias veces al día le pasaba eso y cada vez que se acordaba no podía evitar ruborizarse hasta la raíz de su cabello. No era su culpa que ese tipo de cosas la apenaran hasta ese punto, la verdad se sentía como una jovencita de quince años, pero es que Asmita tenía un encanto tan natural, que la más mínima acción era una sinfonía de movimientos elegantes, y últimamente sensuales a su punto de vista.
Suspiró suavemente rindiéndose a esas emociones que alocaba su corazón con solo un mero recuerdo de sus dedos acariciándola con tanta delicadeza e intensidad que aún le producía escalofríos.
Posteriormente llevó una mano a su frente pensando que ahora era toda una depravada al imaginarse últimamente escenas algo comprometedoras con el Santo Dorado. No era capaz de siquiera contarle a su mejor amiga, dado que sabía y sentía que iba a morir de pura vergüenza a pesar que la francesa ya hacía bastante tiempo que había cruzado aquel umbral con el Acuariano. Más, sin embargo, eso no lo hacía menos incómodo para ella.
—Verdammt... soy una completa tonta —se dijo a sí misma, pensando que ese momento se dio únicamente por las circunstancias comprometedoras, pero por nada más. Así que tuvo que empujar todo pensamiento impropio de una dama en algún rincón de su mente justo como había estado haciendo desde que estos comenzaron a surgir.
Bueno, ya era hora de dejarse de tonterías, tenía que salir de la habitación para ir a tomarse un buen baño e intentar dormir. Pero justo cuando se giró sobre sus talones para darse la vuelta, se topó de bruces con un cuerpo alto.
Y después de frotarse la nariz, alzó la mirada, encontrándose con unos serenos ojos azul lavanda que hizo saltar su pulso en un instante.
—Asmita-sama —murmuró sorprendida de que había estado tan sumisa en sus pensamientos que no notó el momento en que entro a la habitación.
El Santo de Virgo subió su mano y rosó muy ligeramente su mejilla con el dorso de sus dedos.
—Estas un poco colorada, ¿Te sientes bien?
Ese ligero roce fue como un detonante, porque como una cruel venganza todas esas imágenes y recuerdos se agolparon en su mente una tras otras, y que seguramente empeoró su sonrojo al punto que sentía su rostro tan caliente que pensó que se le iba a derretir en cualquier instante.
—¡Estoy p-perfectamente! —balbuceó antes de maldecir internamente por sonar como estúpida, y contando que sus manos se movían nerviosamente; no ayudaba demasiado.
Una sonrisa casi imperceptible se dibujó en los labios del rubio, pero fue tan fugaz que ella pensó que solo fue producto de su alocada imaginación.
—Yo pues... me voy a retirar a mi habitación. Que pase buenas noches, Asmita-sama —dijo apresuradamente con una leve reverencia sin esperar que él se despidiera como usualmente lo hacía; con un dulce beso en sus labios o en su frente. Pero temía que si hacia eso su mente traicionera le jugara una mala pasada.
Definitivamente ocupaba un baño muy frió.
Sin embargo, siquiera apenas había pasado por su lado él la tomó suavemente de la mano.
—Shea, creo que ya es hora de que hablemos sobre lo que sucedió esa noche.
La pelirroja tragó hondo con horror mientras giraba su rostro para encararlo, ya sintiendo la vergüenza reflejarse en sus mejillas.
—¿Eh? —ella ya sentía como su corazón se aceleraba.
Asmita simplemente le sonrió con afecto antes de atraerla hacia él.
—Sé que eso es lo que ha estado rondado tus pensamientos —comentó viendo como la joven se ruborizaba apartando la vista algo apenada. Entonces sin decir más, la guío hasta que ambos estuvieron sentados en la orilla de la amplia cama, y ella no le quedó de otra más que aceptarlo.
Aun así, Shea no pudo evitar tensarse posando ambas manos en su regazo y manteniendo la vista fija en sus dedos, sin saber que esperarse exactamente de aquella conversación.
—Shea —llamó con suavidad el hombre de ojos azul lavanda—Deseo que sepas que es totalmente natural lo que paso, dado nuestros fuertes sentimientos —eso captó la atención de la joven que volvió su rostro para observarlo con un leve rubor en sus mejillas.
La pelirroja no tenía ninguna duda sobre eso, jamás había deseado que ningún hombre la tocara como él lo había hecho, y obviamente eso había influido por su fuerte amor.
—Y la verdad es que investigue un poco referente a eso —continuó secretamente divertido por la sorpresa que demostró sus bonitos ojos ámbar.
—¿Por qué lo hizo? —ella preguntó con clara curiosidad.
—Es bastante simple, pyaar. Estoy dispuesto a intentar esa nueva experiencia que nos unirá en cuerpo y en alma en un acto tan antiguo como la existencia misma, pero eso solo pasara cuando te sientas preparada —dijo él con una leve sonrisa ladeando levemente su cabeza causando que su largo cabello cayera como una cascada dorada—Por eso deseaba estar preparado.
En ese preciso instante Shea pensó que su corazón se había saltado un latido mientras se quedaba totalmente sin respiración, incapaz de creer que el hombre a quien amaba con todo su ser estaba considerando esa posibilidad con ella. Y hasta le estaba diciendo que esperaría el tiempo que fuera necesario con tal de que se sintiera lista para eso.
¿Cómo era posible que fuera tan afortunada?
—Yo... —tragó saliva con algo de dificultad mientras su pulso comenzaba acelerarse por lo que iba a decir a continuación—H-Honestamente siempre voy a estar preparada para usted, Asmita-sama... —murmuró con suavidad percibiendo como su rostro volvía adquirir calor. Pero esta vez no apartó la mirada de sus ojos para que él mismo observara por sí mismo que estaba muy segura de sus palabras.
Aun así, después de darse cuenta de lo que dijo no pudo evitar mirarlo por debajo de las pestañas sintiéndose un poco cohibida, puesto que especialmente ella no poseía un cuerpo excepcional, su baja estatura la hacía sentirse como una niña, y en más de una ocasión fue confundida por una. Por lo tanto, eso a veces implantaba una semilla de inseguridad en su interior, dado que no aparentaba ser físicamente la mujer que pretendía ser, pero eso sí, nunca lo demostraba... sin embargo, dentro de ella era una lucha constante de no hacerle caso a los comentarios ajenos, ya que anteriormente pensaba que lo único atractivo que tenía era su cabello rojo de un color exótico para ese país, ya que lo demás en ella era algo... simple.
¿Podría decepcionarlo?
Ese solo pensamiento le causaba temor y dolor en partes iguales, a pesar que sabía plenamente que el hombre rubio nunca había tenido ese tipo de relaciones, una vocecilla dentro de su cabeza le susurraba que ella bien no podría ser lo que él se imaginaba.
No quería menospreciarse, pero... era el amor de su vida y quería hacerlo realmente feliz.
Sin previo aviso, ella dio un pequeño respingo al sentir como Asmita sostuvo su mejilla con una de sus manos. Pardeó varias veces al percatarse que él en algún momento se había puesto de pie justo al frente de ella, mientras había estado inmersa profundamente en sus pensamientos.
Él simplemente negó suavemente con la cabeza antes de hablar.
—No te hagas esto, Shea —le dijo suavemente mientras acariciaba su mejilla con dedos gentiles—Pensé que ya habíamos hablado anteriormente sobre esto.
—Lo siento... —de verdad que intentaba pensar de una manera diferente, pero simplemente a veces no podía impedir ese tipo de pensamientos negativos.
El Santo de Virgo solo suspiró levemente antes de sonreírle con infinita paciencia.
—A pesar que tú no te valoras lo suficiente yo si lo hago, mi pequeña kamal —comenzó a decir sin dejar de acariciar su tersa y suave piel—Alguna vez te describiste, pero incluso antes de eso yo ya me había imaginado que eras especial en todos los sentidos.
Ella sencillamente no sabía que decir, ya que cada vez que el rubio le hablaba de aquella manera la dejaba completamente conmovida y sin palabras.
Entonces él continuó.
—Un alma preciosa con cabello cálido, ojos de miel, piel de caramelo —nombró cada una de sus cualidades tal cual como ella se lo había descrito hace tiempo ya. Y mientras hablaba, fue inclinando poco a poco su rostro hacia el de ella.
—Asmita-sama —ella murmuró ya sintiendo su tibio aliento rosar sus labios de una manera que hacía erizar su piel.
—Y unos labios sabor a almendras... —esto último lo dijo en un tono más bajo, casi en un susurro al tiempo que unía sus labios en un beso suave y lento. Expresando todos aquellos hermosos sentimientos que sentía por su persona.
Shea suspiró entre el beso rodeando su cuello con los brazos, dejándose llevar completamente por esas sensaciones que hacían cosquillar su estómago. Agradablemente sorprendida de que, en un momento a otro, Asmita la había recostado en la cama con tanta delicadeza que hizo su corazón saltara con cariño, emocionada de sentir su cuerpo masculino presionar el suyo solo lo justo para enloquecer cada uno de sus sentidos.
Para Asmita era crucial tratarla con todo el cuidado posible, como una flor de loto delicada, especial, y de pétalos suaves. Así era para él, aunque en su interior existía una llama fuerte y cálida que mantenía a la flor llena de vida.
Aunque era totalmente inexperto en ese ámbito, dejó que la necesidad de sus sentidos lo guiaran. Tomando una de sus manos y entrelazando sus dedos a la altura de sus cabezas, sintiendo ese familiar calor que comenzó a recorrerlo de pies a cabeza. Entonces dejó sus carnosos labios para ir bajando muy lentamente hacia su cuello de exquisita piel trigueña, colocando besos muy ligeros que produjo más de un estremecimiento en su pareja, notando esa zona muy sensible para ella.
La joven alemana se aferró más a su mano, donde contuvo un profundo suspiro por ese cosquilleo que alborotaba sus terminaciones nerviosas en esos puntos donde lo ansiaba más. Y que él se tomara su tiempo para aprender, explorar y amarla lo hacía verlo como una encantadora tortura.
Pero se sentía un poco ansiosa, y al tiempo que sentía su aliento cálido en su cuello con su cuerpo presionando el suyo, siendo solo lo justo para hacerle perder la cabeza tan pronto, eso, y la suave presión que él ejerció con su mano libre en su cadera que se había colado por debajo del vestido en algún instante, sus masculinos dedos apretando con delicadeza esa área que causo que respirara temblorosamente.
—Tranquila, pyaar, no hay por qué tener prisa —le susurró contra su cuello delicado aspirando el dulce aroma de su piel.
Entonces Shea decidió hacerles caso a sus palabras, respirando profundamente y dejar salir la respiración lentamente, decidía a entregar ese momento todo de sí.
—Ich liebe dich...
Él sonrió con cariño antes esas palabras de amor dichas en el idioma natal de la joven, que le produjo una cálida sensación que abrigó su corazón a pesar que no era la primera vez que la escuchaba decirlo. Se acercó nuevamente a sus labios y esta vez el beso fue más pausado y largo, saboreando la pasión que poco a poco despertaba aún más en ellos.
Después de esa noche dio comienzo a algo incluso más mágico entre ellos, mientras se conocían mutuamente de la única manera que les hacía falta, amándose mutuamente con ternura.
Ya para a mediados de Abril, su relación seguía tan unida y perfecta a ojos de Shea que le parecía completamente irreal. Y a pesar que el Santuario tuvo que enfrentarse a varios inconvenientes graves al igual que algunos de los Santos que residían en él pudieron afrontar cualquier cosa. Y ahora la verdadera calma y felicidad se podía respirar, algo que purificaba sus almas que por tanto tiempo se habían preparado para la lucha, pero que ahora podían centrarse en algo mucho más allá.
Ella sonrió levemente al recordar cómo había llegado unas visitas algo inesperadas, pero que fueran bienvenidas de buen agrado, olvidando por completos aquellas que no lo fueron en absoluto, pero que poco a poco se fue quedando en el pasado. La familia de los Dorados, como ella le gustaba llamarlo, crecía tan rápido que la dejó encantadoramente sorprendida, porque eso solo le demostraba que todos esos nobles Caballeros podían ser mucho más felices. Así mismo, Mellea iba ganando más puntos en ternura si eso podía ser posible, siendo una niña algo inquieta y aventurera, y que todos los guardianes de las Casas Zodiacales se habían acostumbrado rápidamente a su presencia.
Y no solo la llegada de la pequeña italiana fue una enorme sorpresa, pensó la pelirroja con diversión.
Sorpresas por todos lados, nadie podía decir que los ánimos en el Santuario se habían apagado tras finalizar la Guerra Santa.
Sopló suavemente el contenido de la taza que tenía entre las manos, esperando que se enfriara un poco para poder beberla. Aunque no pudo evitar arrugar la nariz ante el olor que le hacía dar un vuelco el estómago. Lo odiaba, tenía que admitirlo, pero debía de tomarlo... y más que repudiar su horrible sabor, más bien era sentir como un diminuto anhelo se derretía al consumir aquel brebaje, dejándola con un pequeño vacío en su corazón, pero que rápidamente desechaba a un lado cada vez que le tocaba beberlo.
Aun así, observó por bastante tiempo el líquido oscuro, para después mirar sobre su hombro y encontrarse con el hombre de larga cabellera rubia que dormía plácidamente a su lado. Aun podía recordar que las primeras semanas cuando ella iba su propia habitación por pura costumbre siempre Asmita fruncía levemente el ceño antes de negar con la cabeza con suavidad para después llevarla al cuarto principal junto con él, estrecharla delicadamente entre sus brazos y cantarle algún mantra suave hasta que se quedaba tranquilamente dormida.
Como tantas veces había hecho, detalló brevemente sus atractivas facciones siendo enmarcadas por esas hebras doradas, esas largas y tupidas pestañas algo mas oscuras que su cabello que descasaban en su tersa piel blanca, su rostro cincelado y esos labios finos, pero ideales para saborearlos. Sonrió ampliamente al contemplarlo sin cansarse de hacerlo, ya que era simplemente perfecto, sin embargo, estaba algo cansada y siendo sincera consigo misma quería seguir durmiendo junto a él.
Y la verdad, es que se había levantado por puro deber un rato después de que hicieron el amor tan tiernamente que aún le causaba un sonrojo y mariposas en el estómago. Así que evitó despertarlo moviéndose lo más cuidadosamente posible para encender una vela y buscar aquel té horrible que le había enseñado preparar su amiga sanadora para evitar concebir.
Un lento suspiro escapó de sus labios antes de dirigir su atención nuevamente aquella taza que ya se había enfriado hace bastante rato, pensando a su vez que se la bebería de un trago tapándose la nariz esperando no tener arcadas por su horripilante sabor.
Pero justo cuando comenzó a llevar el borde de la taza a sus labios una mano se posó en la suya, y casi al mismo tiempo percibió como el peso en la cama se movía.
En seguida la joven alzó la mirada sorprendida, encontrándose que Asmita no solo estaba despierto e incorporado en un codo con su cuerpo levemente estirado hacia ella, sino también que la estaba deteniendo de tomar aquel brebaje, lo cual solo incrementó su confusión.
—No tienes por qué beberlo —le dijo con voz tranquila.
Shea hizo una ligera mueca con sus labios con desconcierto.
—Pero...
Entonces él sonrió de una manera que no permitió que continuara hablando, porque rápidamente la desarmó totalmente con ese simple gesto.
—Shea... sé muy bien que no deseas tomarlo, y no me refiero precisamente por el sabor —sonrió más ampliamente con cariño, mientras la instaba a que baja la taza suavemente con una leve presión de su mano—Deseas formar una familia.
Ella se ruborizó inmediatamente abriendo sus ojos de par en par, porque lo que él decía era una completa afirmación y no una pregunta.
—Ehm... y-yo... —rápidamente intentó negarlo sin que sonara demasiado brusco, pero sus palabras la habían pillado con la guardia tan baja que no sabía que responderle.
¿Qué se suponía que debía decirle?
A pesar que se conocían desde hacía ya varios años, su relación como tal no se había desarrollado hasta mucho después.
Y ni hablar de tener relaciones íntimas...
Entonces Asmita tomó la taza y la apartó hasta colocarla en la mesilla de madera al lado de la cama sin despegar su mirada de ella.
—Me he podido dar cuenta de cómo miras a cada niño y mujer embarazada con absoluto anhelo.
Scheiße...
Ella bajó un poco la mirada al tiempo que dejaba escapar un largo suspiro, simplemente no podía ocultarle nada a él, y la verdad sea dicha, un deseo cálido se aferraba a su pecho cada vez que veía a una madre con su pequeño, le hacía sentir añoranza de tener esa experiencia, pero nunca se lo había mencionado, porque quizás era muy pronto para siquiera pensar en formar una familia. Por eso lo único que le quedaba era soñar despierta, mientras miraba esas escenas que tanto le gustaría experimentar.
Entonces se obligó a si misma a formar una sonrisa, pensando que algún día tendrían esa oportunidad; sencillamente no había por qué tener prisa.
—No se preocupe, Asmita-sama. Supongo que esperaremos el momento indicado para eso —ella murmuró con las claras intenciones de ir a coger nuevamente la taza con el brebaje, pero una vez más el Santo de Virgo la detuvo.
—Entonces que sea lo que los Dioses quieran, pyaar.
Los ojos ambarinos de la joven comenzaron a inundarse de lágrimas no derramadas, antes esas palabras dichas con tanta dulzura y amor que creía que estaba a punto de morir de dicha. Él volvió a sonreírle con gentileza antes de acunar su rostro trigueño y ligeramente ruborizado entre sus manos, acariciando sus mejillas con ternura.
Shea posó sus manos encima de las suyas siendo invadida por una alegría que parecía no tener fin.
—Lo dejaremos completamente en sus manos —le murmuro viendo como ella asentía suavemente con una sonrisa temblorosa por las emociones, antes de bajar su rostro y besar esos labios con profundo cariño.
Realmente lo que ellos poseían era un amor sincero.
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Grecia, Athena
Marzo, 25 de 1752
Dos años después
Kardia se rascó ligeramente la cabeza al tiempo que le daba un gran mordisco a su jugosa manzana. Este subía las escaleras del Santuario sin prisa alguna a pesar que estaba terriblemente exhausto de tan largo y aburrido viaje. Y la presencia de tras de él lo hizo chistar internamente, porque casi siempre tenía las de perder cuando discutía con ella... pero maldita sea, así la quería. Sin embargo, cuando venía a ver, tenía que a ser de niñero, algo que a veces no se acostumbraba aun a esas alturas, sobre todo porque el mocoso no lo respetaba.
Al llegar al sexto Templo, se encontró con que el guardia de este se encontraba en la entrada como contemplando la frescura de esa mañana.
El rubio con sus ojos cerrados, giró su rostro en su dirección.
—Kardia, de nuevo en el Santuario —comentó el Santo de Virgo con una ligera sonrisa al notar al acompañante del Escorpiano que le dio un apropiado saludo.
—Asmita —respondió simplemente el hombre de cabellera azul antes de ahogar un bostezo. Estaba realmente fastidiado, quería llegar a su Casa Zodiacal para descansar por un largo rato, a la espera que ella regresara del pueblo, ya que la muy testaruda no le había permitido acompañarla.
Y justo cuando pensaba seguir su camino al tiempo que su compañero Dorado le cedió el camino atreves de su Templo, unos pequeños pasos algo torpes irrumpieron la ligera paz que los rodeaba.
—¡Mita! —exclamó una diminuta criatura con alegría que rápidamente causó que el Escorpiano se detuviera.
Entonces Asmita sonrió con afecto, mientras que se inclinaba para levantar en brazos a la niña que tenía sus bracitos extendidos hacia él para que la alzara.
Kardia arqueó una ceja por la curiosidad, esa manta de cabello lacio y pelirrojo de la chiquilla le parecía vagamente familiar.
—Mita no, Ahimsa... es papá —la corrigió con infinita paciencia.
Al Santo de Escorpio se le cayó la manzana a medio comer viendo estupefacto la escena, parpadeando varias veces preguntándose si lo que estaba viendo era cierto.
¿El hombre más cercano a dios ya tenía una hija?
—Me tienen que estar jodiendo —murmuró más para sí mismo al tiempo que se acercaba para inspeccionar mejor. Que él recordara, no se había ido por tanto tiempo a México como para que de repente apareciera una niña por arte de magia.
No era tan distraído.
Él se aproximó, viendo atentamente a la chiquilla, ella había cerrado los ojos en el momento en que el rubio la cargo, claramente con la intención de imitar a su padre. Entrecerró la mirada incapaz de creerlo, pero no cabía dudas, ese lacio cabello de un rojo amapola era inconfundible según podía rememorar.
Sin embargo, Kardia gruñó totalmente insatisfecho, necesitaba ver esos ojos de nuevo solo para cerciorarse, lo único que tenía que hacer era obligarla a que los abriera.
—Kardia...
El Escorpiano se detuvo con la mano en el aire ante la advertencia, casi tocando el rostro de la infante que a pesar de todo permanecía bastante tranquila.
—Pensé que no podrías ver —dijo este no tuvo de otra que se retirarse de mala gana.
—Tengo los ojos cerrados, Kardia. Eso no significa que sea estúpido.
Este chasqueó la lengua colocando las manos en las caderas y con los labios ligeramente fruncidos.
—Eres un tonto despistado y distraído, viejo.
El hombre de cabello azul se crispó ante el apodo, mirando sobre su hombro con cara de pocos amigos al chiquillo que tenia a su lado, y que sin dudar se había acercado para curiosear que tramaba hacer él.
—Te he dicho que no me digas viejo —espetó el Escorpiano bastante irritado.
El niño llevó las manos atrás de su cabeza, este poseía un abundante y rebelde cabello negro atado en una cola alta, con unos ojos verdes que expresaban astucia y algo de aburrimiento.
—Viejo —repitió sacándole la lengua.
—Mocoso insolente —Kardia gruñó dispuesto a darle una tunda para que empezara a respetarlo.
—Si me haces algo le diré a mama, y también le diré que me dijiste mocoso —del niño dijo con una gran sonrisa de auto eficiencia en sus labios, como si tuviera en sus manos un poder absoluto.
Al parecer eso fue suficiente para retener al Santo de Oro que simplemente resopló con enojo antes de seguir su camino por el resto de los Templos claramente de mal humor, pero obviamente sin poder hacer nada al respecto ante aquella amenaza, mientras el niño lo seguía secretamente divertido.
Asmita solo sonrió levemente ante lo que presencio porque ciertamente el Santo Dorado de Escorpio era tan distraído que no se percató en ningún momento que una nueva criatura se encontraba en el sexto Templo desde hacia ya algún tiempo, pero era completamente normal dado que el hombre de cabellera azulada tenia sus propios asuntos con su propia familia.
Entonces su niña abrió los ojos, mostrando unos hermosos orbes de azul lavanda que expresaban pura inocencia.
—Vamos, Ahimsa, ¿Quieres ir a meditar conmigo?
—¡Si, Mita! —respondió la niña con bastante entusiasmo.
El rubio solo suspiró levemente sin dejar de sonreír antes de internarse en el interior del Templo de Virgo.
Sabiendo también que su pequeña esposa los esperaba.
Fin
No puedo creer que sea el fin :'c aunque me divertí muchísimo escribiendo la escena de Degel, pobresito xD y ese Kardia mas lentejo jajaja y creo que ya es obvio quien es el niño que andaba con el, pero no se preocupen mas adelante se sabrá mas lol
Primero que nada dado en el Gaiden de Asmita se vio que él canta mantra asi que es legal jo jo jo (Imagino que tiene una voz sexy 7u7) Y también el nombre de su hija es en honor a su amigo Ahimsa que buscando por internet el significado de ese nombre es muy hermoso y es valido para ambos sexo c':
Sobre lo del brebaje para evitar concebir, lo investigue y lo que encontré es algo echo con unos ingredientes que es mejor no mencionar porque son realmente horribles xD estoy consciente que muchos de estos remedios caceros no sirven, pero vamos a fingir demencia por ahora :v
Bueno finalmente me despido, pero no se preocupen que a la vuelta de la esquina se acerco otro fanfic de esta gran saga y que como podrán darse cuenta Zoteria y yo nos estamos turnando, así que el próximo sera de parte de ella c: Aunque con los inconvenientes del internet, la siguiente historia se estará subiendo mas o menos entre una y dos semanas, dando chance para que los dioses me oigan y me ayuden YwY
Y quizás yo escriba el lemon de Asmita y Shea, quien sabe jeje
El nombre de la siguiente historia de la Saga Dorada es: "Golden Spirits"
¿Podrán adivinar de quien se tratara? 7u7
¡Nos vemos en la próxima historia! ¡Dejen sus opiniones!
Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC
¡Únanse, las esperamos!
Okami Akai
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