Capítulo 7
"Feelings uncover"
Grecia, Athena.
Abril, 24 de 1749
Asmita permanecía impasible, solamente su ceño ligeramente fruncido demostraba que se encontraba realmente enfadado, mientras evaluaba aquellos Santos Negros que ahora lo miraban con recelo y nada satisfechos que hubiera frustrado el ataque.
—Santos de Athena —gruñó el Lince Negro agazapándose y preparándose para una nueva arremetida.
El ceño del rubio solo se pronuncio un poco mas con molestia, al tiempo que alzaba lentamente su mano con sus dedos en una posición característica.
—Tenma Kōfuku —sentenció el Santo de Virgo viendo posteriormente como la armadura negra del enemigo era desecha por una increíble cantidad de poder, para después desintegrar el resto de su cuerpo con su pobre alma gritando en agonía antes de caer como un peso muerto en el suelo. Él dejó salir un pesado suspiro para tratar de eliminar todas esas emociones negativas de su organismo para poner su atención en la joven a su lado—¿Estás bien?
La pelirroja alzó su mirada ante la suave voz que le habló, encontrándose con los ojos azul lavandoa del rubio que parecían inspeccionarla a pesar que él ya podía percibir su estado con sus otros sentidos. Pero ella igualmente le sonrió algo temblorosa aun con los nervios un poco crispados.
—Estamos bien —respondió aferrando a la pequeña más contra su pecho para que no presenciara de más aquella horrible escena. No quería que su mente aun inocente presenciara cosas que pudrieran perturbarla, si hasta ella misma se le había revuelto un poco el estómago, aunque aquel ser maligno se lo tenía bien merecido.
Asmita solo asintió levemente mientras bajaba su capa, prestándole cuidado a la amenaza que tenían en frente.
—Bastardos —soltó de repente el Santo Negro que aún quedaba con vida llamando la atención de ellos, claramente furioso de ver morir a su compañero, sin embargo, era incapaz de atacar por pura cobardía quizás. Este pensó que su mejor opción sería huir, si bien irse con las manos vacías no era un buen presagio.
Pero siquiera antes de que pudiera hacer un solo movimiento algo lo tomó bruscamente del cuello y lo azotó contra el suelo con más fuerza de la que era necesaria para abrir la tierra.
Manigoldo de Cancer tenía una enorme sonrisa torcida que no llegaba a iluminar los ojos.
—Oh, pero mira que tenemos aquí, pequeños imbéciles. Pensé que habíamos acabado con la organización de Nero —comentó el Canceriano con algo de repulsión, para después echar un vistazo de reojo a Mellea que estaba sana y salva en los brazos de la Vestal.
Shea observó la mirada significativa y silenciosa que le lanzo el Santo de Dorado de Cancer por un segundo antes de dirigir toda su atención en aquel ser despreciable.
—Nero no puede ser derrotado, ni siquiera por ustedes —Canis Mayor Negro habló intentando liberarse desesperadamente. No obstante, una gota de sudor surco su frente porque estaban ahora en clara desventaja con aquellos dos Santos de Athena que no se veían para nada contentos.
Manigoldo hizo una mueca con los labios al tiempo que se erguía lentamente.
—¿Por qué quieren a la niña? —interrogó mirando al Santo Negro debajo de él. Y como este solo resopló en respuesta nada dispuesto a cooperar, entonces comenzó a pisar fuertemente su espalda con el tacón de su bota dorada—Responde, bastado, o sabremos qué tan frágil es tu columna —dijo en un tono cruel y burlón escuchando encantando como este se retorcía cuando ejerció más fuerza contra su cuerpo débil y patético.
—Es la última del linaje... —empezó a decir el Santo Negro gruñendo furioso ante el dolor—Con ella muerta podremos se libres y resurgir sin restricciones.
Asmita solo avanzo un par de pasos para cubrir a Shea y a la niña protegiéndolas al tiempo que fruncía ligeramente el ceño al percibir una nueva presencia.
—Manigoldo...
El rubio intento prevenir, pero casi al instante fue interrumpido por una sombra que emergió entre los árboles.
—Grand Fang Black.
De improvisto el Caballero de Cancer tuvo que apartarse de un salto del Santo Negro porque un trozo puntiagudo de tierra solida salió del suelo atravesando la garganta del Lince Negro que solo le dio tiempo de gemir y ahogarse con su propia sangre antes de desplomarse completamente inmóvil y sin vida, con la tierra comenzando a impregnarse de líquido carmesí.
—¿Que mierdas? —soltó Manigoldo—Hey, hey, casi me ensucian la armadura —este murmuró sacudiéndose las diminutas partículas de tierra de la Cloth, y luego frunció los labios antes de observar con atención la tercera presencia que poco a poco se dio a conocer. Entrecerró los ojos mientras sonreía ampliamente sin gracia—Desgraciado, pensé que estabas muerto.
El misterioso hombre caminó tranquilamente hacia ellos, para luego detenerse a una distancia prudente mirándolos con absoluta calma a pesar de la situación.
Shea miró atenta al recién llegado que infundía elegancia, maldad y también poder, poseía el cabello corto y casi negro, de ojos claros, su piel era tostada. Portaba un traje de gabardina negra, sin embargo, en algunas zonas de su cuerpo podía divisarse partes de una oscura armadura.
—Tenía la esperanza de que no tendría que intervenir la verdad —dijo el hombre mirando sin inmutarse el cadáver del Santo Negro que el mismo eliminó—Vittorio sabía más que nadie que no se aceptan soplones en Nero —dio un bajo suspiro mientras se peinaba su cabello hacia atrás antes de posar su mirada clara en los presentes—Si te pido que entregues a la niña... ¿Aceptarías? —agregó con una sonrisa sarcástica.
El Santo de Cancer resopló al mismo tiempo que Shea abrazaba aún más fuerte a la pequeña sin notar como Asmita había observado con atención su reacción.
—A otra niña quizás, pero no a esta —Manigoldo contestó tronándose los nudillos junto con cara de pocos amigos ante la mención de su hija—Y no sabía que los Santos Negros podían volver de entre los muertos —agregó cambiando el tema y cruzándose de brazos, ya que necesitaban respuestas.
—Y ciertamente no podemos —concordó el hombre de piel morena con una sonrisa ladina antes de alzar su mano y atrapar entre sus dedos el taño de una rosa blanca que había aparecido de la nada a gran velocidad.
Manigoldo observó algo sorprendido como a su lado apareció el Santo Dorado de Piscis sosteniendo una de aquellas rosas rojas, preparado por si tenía que usarla mientras observaba fijamente al Santo Negro.
—Oh, Alba-chan, que bueno que llegas —saludó el Canceriano con una gran sonrisa a pesar de lo tenso de la situación.
—Yudo de Perros de Caza Negro —el de ojos cobalto dijo ignorando por completo el saludo de su compañero—Creí que te había eliminado aquel día —murmuró este observando de reojo que la niña estuviera bien, agradecido con aquella Vestal por haberla protegido.
—Pues me parece que no hiciste un buen trabajo —le susurró irónicamente su compañero Cancer ganándose una mirada peligrosa de Albafika.
—Siendo honesto por poco muero, pero antes de que tu asquerosa rosa me absorbiera toda la sangre, uno de mis compañeros que llego desde otra cede la retiro apenas a tiempo... Y la verdad me costó recuperarme —comentó Yudo mirándolo con un rencor mal disimulado, recordando como otro Santo Negro que había llegado recientemente a Venecia lo había auxiliado, escapando a duras penas con vida para comenzar todo de nuevo—Sin embargo, les aseguro que no volveré a caer —entonces soltó la rosa blanca que cayó en el suelo y la pisoteo.
El Pisciano se preparó para atacar al igual que el de Cancer mientras que Asmita se encargaría de protegerlas. Sin embargo, Yudo solo pudo reír entre dientes.
—Prefiero ahorrarme este combate, caballeros —dijo ajustándose su monóculo con una mirada calculadora—Pero de una forma u otra conseguiré a esa niña. Es una gran lástima que no tuve el gusto de matar a su madre yo mismo después de todo lo que causo —agregó en un tono burlón.
Eso fue suficiente para que la sonrisa cínica en los labios de Manigoldo se esfumara casi al instante.
—¡Maldito bastardo! —exclamó arremetiendo contra el Santo Negro. Pero en el momento en que iba agarrar su cuello para tener el placer de estrangularlo el mismo, este se disolvió en una ilusión. Él gruñó para sus adentros buscando frenéticamente al imbécil, escuchando su risa repulsiva resonar por el bosque.
—Disfruta el momento con la bambina mientras puedas, Cancer —el hombre moreno habló en una ubicación distinta con una sonrisa insolente en sus labios antes de desaparecer nuevamente, pero esta vez los presentes ya no podía percibir su presencia.
Manigoldo chasqueó la lengua aun verdaderamente molesto, apretando los puños tratando de controlar su ira antes de darse media vuelta y caminar a grandes zancadas donde se encontraba la Vestal con la niña. Y solo entonces el Santo de Virgo se apartó un poco para darles espacio.
Los ojitos de Mellea se iluminaron con encanto al observar a su padre.
—¡Papà granchio! —exclamó la pequeña con felicidad verdadera alzando sus manitas hacia el italiano.
El caballero de Cancer frunció ligeramente los labios ante ese apodo tan peculiar que le había puesto la infante. Pero sinceramente ya había dejado de objetarle que le llamara por otro nombre, dado que ya no había caso.
—Ven acá —dijo este agarrándola en brazos antes de sentarla encima de su hombro. Entonces él poso sus ojos en la pelirroja—Grazie, enana —murmuró rascándose un poco la mejilla, algo apenado e incómodo puesto que no estaba para nada acostumbrado a decir esa palabra en particular.
—¡Grazie! ¡Grazie, Hea!—repitió Mellea mientras se sujetaba del rebelde cabello azulado del hombre al tiempo que reía con sus mejillas rosadas.
A Shea sinceramente se le enterneció el corazón, realmente estaba aliviada de que todo hubiera salido bien después de todo el susto que pasaron.
—No hay de que —ella murmuró sonriendo con ternura a la pequeña, e inclinando la cabeza con respecto al Santo Dorado antes de que este se retirara nuevamente hacia el Santuario.
Entonces Albafika se acercó a ellos también.
—Iré a ver por los alrededores para asegurarme que no hay nadie más espiando —le dijo a Asmita y este solo asintió levemente. Posteriormente posó sus ojos en la pelirroja—Fuiste muy valiente. Si no fuera por ti hubiera ocurrido una desgracia —comentó con una leve sonrisa gentil—Pero sugiero que te atiendan pronto la herida, puesto que parece algo profunda —sugirió señalando su rostro antes de retirarse finalmente.
Shea parpadeó confundida.
—¿Herida? —ella murmuró para si misma por lo bajo, para luego llevarse instintivamente los dedos a su mejilla, donde soltó un leve quejido al sentir un agudo dolor. Apartó su mano para ver en ellos sangre fresca que la dejo helada, porque no se había percatado de nada con todo el conflicto.
El Santo Dorado de Virgo soltó un leve suspiro antes de cerrar nuevamente sus ojos y girarse para comenzar a salir del bosque.
—Vamos.
Scheiße...
La alemana sintió un ligero escalofrió al escuchar su voz un poco más seria de lo normal, pero no pudo hacer otra cosa más que seguirlo sabiendo que él no estaba para nada feliz, dado que nuevamente se había metido en problemas, y esta vez realmente casi acababa con su vida.
Al salir del límite del bosque, se encontraron con que el gran semental gris los esperaba un poco ansioso moviendo sus orejas en todas direcciones mientras resoplaba un poco al verlos. Asmita se acercó al animal y posó su mano entre sus ojos acariciándolo levemente al tiempo de que este disfrutaba del contacto, mientras que Shea lo observaba intrigada, ignorando el dolor de la herida lo mejor que podía.
—Gracias a él pudimos encontrarlas más fácilmente. No dejaba de moverse y pisar con fuerza la tierra sin despegarse de este lugar —explicó el Santo brevemente.
—¿Me estaba buscando? —la joven alzó ambas cejas con algo de sorpresa, porque la que se había perdido era Mellea no ella.
—Digamos que tenía el presentimiento de que estabas siendo imprudente nuevamente —le dijo sin siquiera mirarla separándose del caballo y seguir su camino dejando a la pelirroja un poco apenada, mientras volvía a seguirlo con los hombros caídos con resignación.
Ambos llegaron al Templo de Virgo sin mediar palabra, y Asmita la guío a una pequeña sala a la espera de la sanadora, y que no tardo demasiado tiempo en aparecer. Era una jovencita que a pesar de ser unos cuantos años menor que Shea poseía un vasto conocimiento sobre el arte de la curación, además que tenía una personalidad encantadora y una apariencia angelical con ese cabello rubio abundante y unos ojos azules hermosos, ella tenía una fuerte amistad con el Santo Dorado de Leo, y el mismo la había traído desde la tierra lejana de Irlanda. Aunque la verdad aún desconocía por completo su historia, ya que habían llegado solo apenas unas dos semanas atrás.
La sanadora examinó con ojo crítico la herida en su mejilla después de limpiar toda esa sangre que había escurrido hacia su cuello. Posteriormente esta suspiró y le dedicó una sonrisa tranquilizadora a la alemana que había aguantado el dolor mientras desinfectaba la herida siendo lo más cuidadosa posible.
Además, que la presencia de Asmita allí no hacía más que empeorar los nervios de la Vestal.
—A pesar que es profunda pude detener el sangrado sin problemas, señorita Shea —dijo la rubia con una dulce voz—Te pondré un poco de ungüento de un preparado especial de hierbas y un parche para que sane correctamente, pero para eso hay que hacer una cura mínimo dos veces por día para evitar que se infecte —al ver la mejilla bien cubierta de la joven considero que su trabajo ya estaba hecho.
—De acuerdo —la pelirroja murmuró un poco ausente tratando desesperadamente de imaginarse lo que estaría pensando el Caballero.
—Sin embargo, creo que podría quedarte una cicatriz —dijo con suavidad la sanadora con una mirada algo triste—No puedo hacer nada por eso.
A pesar de todo, Shea le sonrió levemente enternecida por su genuina preocupación.
—No importa, la verdad eso no me preocupa demasiado —ella posó su mano en la de la joven irlandesa—Muchas gracias por todo.
Los ojos azules de la rubia se iluminaron nuevamente mientras asentía.
—No hay de qué. Mi nombre es Connor Lugh —le dijo con una amplia sonrisa mientras apretaba su mano con empatía, pensando que podría hacer una nueva amiga—Pasare por aquí mañana para ver cómo sigue la herida y para limpiarla —y con eso dicho se puso de pie para marcharse.
Así la jovencita se despidió amigablemente, dando una leve reverencia al Santo de Virgo que había permanecido en silencio todo ese tiempo. Y después de unos minutos, Shea también se levantó lentamente soltando un sonoro suspiro sin saber que decir exactamente, porque a pesar de todo el peligro que paso, no se arrepentía en lo absoluto... lo volvería hacer si tuviera la oportunidad.
Lo peor es que lo más seguro es que no podría cambiar esa parte de ella, puesto que realmente no quería hacerlo. Sin embargo, una parte de ella sentía que lo estorbaba con sus imprudencias, como si el hecho de hacerlo preocupar por una simple Vestal siendo él un Santo Dorado era totalmente inconcebible a su punto de vista.
—Shea —el rubio dijo su nombre en un susurro bajo.
El corazón de la joven saltó tras salir bruscamente de sus pensamientos. Alzando la mirada hacia él notó que aún permanecía con los ojos cerrados, seguramente percibiendo mejor sus turbulentas emociones de esa manera.
—Hoy corriste un gran peligro —comenzó a decir con los recuerdos aún demasiado frescos en su memoria, de cómo los sentimientos de la joven justo en el momento del ataque fueron de resignación, miedo pero dispuesta a morir por la niña. Y para él fue demasiado abrumador, dado que estaba absolutamente consciente que bien pudo haber sido así, y eso le dejaba con un sabor amargo en la boca—Por poco mueres, Shea.
La pelirroja solo bajó un poco la mirada sin contestar, ya que ese hecho lo tenía muy presente. Aunque la verdad que para ella eso no hubiera sido demasiado relevante para el Santuario, solo era una simple Vestal... quizás a lo mejor Nerys, Agasha y Flourite se sentirían mal con su muerte, pero ya ellas poseían alguien a su lado que las ayudaría a seguir adelante y sobrellevar el dolor.
Y con el tiempo seria solo un triste y lamentable recuerdo.
Porque a comparación con la vida de cada guerrero de Athena que se sacrificaron en importantes batallas durante la guerra pasada; ella simplemente no era nada.
Y el Santo de Virgo... pues, él ya estaba relacionado con el dolor del mundo, y ella no podía igualarse para nada con el resto, ya que a pesar que su amistad era fuerte, no veía razón para que llorara demasiado su perdida, quizás le guardaría luto y rezaría por su alma.
Sin embargo, todo eso no importaba, con tal de salvar aquella pequeña criatura que tenía toda una vida por delante ya era más que suficiente.
Asmita frunció el ceño con algo de molestia ante los sentimientos y pensamientos de la joven que podía percibir con facilidad. Le disgustaba el hecho de que no valorara su propia vida lo suficiente, siempre colocando la de los demás por delante de ella como si la suya no fuera de mucha relevancia.
Pues para él no era así.
—No pienses que tu vida no es importante para los que te rodean —comenzó a decir acercándose un poco más a ella cuando esta alzó su mirada ambarina con sorpresa, claramente avergonzaba de que percibiera aquellas emociones tan lúgubres—¿Quieres saber lo que sentí en ese instante?
La alemana parpadeó confusa sin saber que más decir exactamente.
—Muy pocas veces he podido presenciar el dolor propio —su con voz era tranquila mientras hablaba—Y aún más difícil apreciar otros sentimientos como la ira, tristeza o el cariño... y todas esas emociones pasaron a través de mi en un instante, aglomerándose unas con otras como un torbellino cuando te vi allí más que dispuesta a recibir un ataque mortal y sacrificarte sin siquiera dudar —murmuró alzando lentamente su mano y posando sus dedos muy ligeramente encima del parche en su mejilla, un recordatorio constante de que casi la perdía ese mismo día. Aun podía sentir con claridad la preocupación que estaba muy arraigado en su pecho, que en un principio amenazaron con consumirlo al verla peligrar de aquella manera... Siendo emociones tan fuertes que jamás las había percibido en aquella escala, preguntándose una y otra vez que hubiera pasado si él no hubiese llegado a tiempo.
Shea se quedó totalmente quieta con su corazón casi saltándose un latido al ver esa mirada en el joven hombre, y que mientras hablaba cada una de las emociones que él describía podía apreciarla a través de esos ojos azul lavanda tan sabios y vivos.
Entonces ella simplemente no pudo soportarlo más, así que bajó nuevamente la mirada con la vista fija en la punta de sus botas de montar.
—De verdad que no tenía idea... —se sentía repentinamente mal y egoísta, sobre todo porque lo hacía pasar por esos momentos aun sabiendo que su percepción de las emociones era mucho más intensa que la de cualquiera—Lo siento mucho, pero no creo que pueda prometerle que no lo volveré hacer —le dijo con una sonrisa triste apartándose de su toque al tiempo que encogía un poco los hombros—Perdónenme si alguna vez le cause problemas, Asmita-sama... creo que ya es hora de retirarme —no se atrevía a volver a mirarlo a la cara, estaba dispuesta a marcharse cuantos antes con su corazón dolido. Pensaba que tal vez había estado siendo una presencia inoportuna todo ese tiempo con su innata imprudencia e impulsividad.
Asmita dejó escapar un profundo suspiro, estaba claro que la chica tenía que aprender a valorarse más a sí misma. Y sinceramente él estaba dispuesto a hacerle entender eso poco a poco, y no le importaba en lo más minino cuanto tiempo le iba a tomar.
—Pequeña kamal... —él llamo suavemente sin dejarla ir, tomando su mano en el momento que ella se había girado para irse, y esta vez se atrevió a encararlo con confusión.
—Significas mucho para mi, Shea —soltó de repente al atraerla un poco más, entrelazando levemente sus dedos con las de la joven.
Ella contuvo la respiración demasiado perpleja como para procesar sus palabras.
—¿C-Como dice? —balbuceó la pelirroja pensando que había escuchado mal. No podía estar refiriéndose a lo que su corazón ya se estaba comenzando a anticipar por los latidos erráticos en su pecho.
Además, que comenzaba a ponerse nerviosa por el contacto de sus manos unidas.
—Me atraes, como un hombre le puede atraer una mujer —él confesó finalmente, sosteniendo delicadamente su barbilla con dedos gentiles para que lo mirara a los ojos y viera por si misma los sentimientos que albergaba por ella—Eso explica mucho por lo que sentí hoy allá afuera ¿Verdad? —explicó muy brevemente viendo sus orbes ámbar tan bellos y brillantes prestándole atención presa de la incredulidad. Entonces se inclinó hacia ella para unir sus frentes mientras cerraba los ojos moviendo su mano desde su barbilla hasta la coronilla de su cabellera pelirroja—Ya venía siendo hora de que lo supieras, Shea —le murmuró con una ligera sonrisa gentil adornando sus labios—Los acontecimientos de este día y tus acciones precipitadas me hacen entender que no puedo perder más tiempo, ya que la vida misma es como un sueño efímero —dijo antes de separarse lentamente después de que sus narices se rozaran muy sutilmente. Recordando las sabias palabras que le había dicho Defteros hace un tiempo.
Shea permanecía con sus labios entre abiertos producto del asombro, incapaz de creerse lo que aquel joven hombre le acababa de decir. Su pulso estaba como loco en sus venas y podía sentir su rostro caliente seguro que tan o más rojo que su propio cabello.
—Yo... ehm... yo —realmente intentaba decir algo, pero al parecer su cerebro se había desconectado de su boca. Estaba demasiado impresionada y con el corazón a mil.
Asmita solo le siguió sonriendo viéndola como sus emociones podían más que ella, realmente se veía adorable. De verdad no era necesario que le respondiera, porque él ya sabía desde hacía mucho tiempo los sentimientos que guardaba por él.
—Voy a ir con el Patriarca para notificarle la intromisión de Santos Negros —comenzó a decir girándose para encaminarse hacia la puerta, pero antes de eso la observó sobre su hombro—Y por más que me guste ver esta nueva faceta de ti, te sugiero que te cambies de ropa antes de comenzar con tus labores —dijo con una leve sonrisa de diversión antes de terminar de retirarse.
La alemana había creído en vano que su sonrojo no podría empeorar, pero se había equivocado enormemente cuando se vio a si misma notando avergonzaba como se había referido a la vestimenta que era tan poco común ver en una chica, que consistía en una camisa blanca arremangada hasta los codos de botones, pantalones holgados oscuros y unas botas largas de montar. Y lo mejor que hizo fue salir huyendo a su propia habitación, apenada puesto que se le había olvidado el pequeño detalle que el Santo Dorado nunca lo había 'visto' con esa ropa, porque anteriormente había carecido de aquel sentido, pero ahora era algo muy diferente.
¡Si parecía un rebelde muchacho pelirrojo con esa vestimenta!
Llego a su cuarto en tiempo record con la respiración algo agitada, asegurándose cerrar la puerta a sus espaldas.
Scheiße... qué pena, de por si no se consideraba muy femenina, y con esas ropas muchísimo menos.
Pero de repente recordó lo que le había dicho antes de salir dejándola nuevamente sin respiración... él había dicho que le gustaba esa faceta en ella.
Caminó lentamente hacia la cama y se sentó a la orilla de esta de forma ausente mirando un punto indefinido de la pared, tratando de asimilar todo lo que acaba de pasar.
¿Realmente Asmita se le había confesado?
¡Für die Götter!
Ella se controló para no frotarse las mejillas ruborizadas por temor a lastimarse, al tiempo que chillaba internamente sin podérselo creer, pensando que este bien podría ser un loco sueño. Pero sus suaves palabras se repetían en su cabeza una y otra vez causando que su corazón siguiera latiendo tan rápido que pensaba que iba a tener un infarto allí mismo. Así que se obligó a respirar hondo para tratar de tranquilizar sus acelerados pensamientos, y comenzó a desvestirse para ponerse aquel vestido blanco, porque si no se daba prisa iba a llegar tarde a la cocina donde tenía que cumplir su turno por ese día. Sin embargo, mientras lo hacia su mente volvía a divagar aquella escena donde él la había tocado con tanta gentileza y mirado con gran afecto brillando en esos orbes azul lavanda...
Ahogó una exclamación, y sacudió su cabeza para eliminar por el momento cualquier pensamiento relacionado con ese episodio, pensando que no sería adecuado andar por allí con el rostro tan rojo como una manzana.
Suspiró temblorosamente una vez que termino de cambiarse, pensando que luego tendría que hablar con sus mejores amigas porque ciertamente no sabía qué hacer o cómo actuar. Temía comportarse como una idiota torpe enfrente del rubio por los nervios que la dominaban ante tal revelación.
Ella no tuvo más remedio que salir de su habitación, pero lo hizo lo más sigilosamente que pudo por temor a toparse con el rubio y hacer el ridículo. Y pudo respirar con tranquilidad una vez que hubo salido de la casa de Virgo, entonces se encamino Templo arriba en dirección a la cocina esperando no encontrarse con su amiga francesa, porque seguramente tenía grabado en la frente lo que había sucedido recientemente, y sin contar el parche en su mejilla; por los momentos no estaba preparada para ser el foco de una ronda de preguntas.
Y no se esperó para nada encontrarse con la misteriosa mujer de hipnóticos ojos bicolor y largo cabello ondulado a los pies del Templo del Patriarca.
La alemana se detuvo mirándola con algo de recelo, porque no era estúpida, lo que le había dicho a ella una semana atrás era sin lugar a dudas una especie de visión. Y que por cierto ni se molestó en comunicárselo a alguno de los Santos Dorados, sino a una simple Vestal que poco podía hacer contra un ataque.
—Veo que todo siguió su curso naturalmente. Justo como debía de pasar —le dijo la joven mujer con su extraña mirada brillando en conocimiento.
En cambio, la pelirroja no dijo nada al respecto mientras la evaluaba sin reservas. Ya había llegado a la conclusión que ella debía ser una Pitonisa, todos los signos estaban presentes, pero... ¿Pero no era que todos los habitantes de la villa de Delfos fueron asesinado por el antiguo Santo de Geminis?
Una sonrisa enigmática se dibujó en los labios de la mujer, que con pasos tranquilos comenzó a bajar las escaleras.
—Si no hubiera pasado de esa manera; el Santo de Virgo no hubiera dado ese paso importante en sus vidas —le dijo al tiempo que se detenía a su lado viendo como el color se drenaba del rostro de Shea con rapidez.
Sin embargo, la alemana alzó la barbilla pretendiendo ignorar sus palabras lo mejor que podía, porque ya estaba más que decir que el Santuario eso se consideraría totalmente incorrecto.
—Debió informárselo al Pope-sama de aquel mensaje, no a mi —comentó con suspicacia. Ella había pasado una semana realmente terrible pensando en aquellas palabras, dándole tantas vueltas al asunto al punto que pensó que estaba perdiendo la cabeza.
—Dime, si no fuera por ese mensaje de la naturaleza ¿Habrías salido tan temprano en la mañana a cabalgar para despejar tus pensamientos? —inquirió con su dulce vez siendo opacado por un toque de ironía.
—Pues... —la pelirroja cerró la boca tras pensar por unos segundos, ya que tenía razón sin pensar en el escalofriante hecho que pareciera que la hubiera estado vigilando.
—Los acontecimientos del día a día siempre están conectados por una razón. Nosotras solo nos encargamos de comunicar y ayudar a estos momentos a que se den según esta escrito —entonces su sonrisa se volvió un poco más gentil, al tiempo que sus ojos se posaban en la consecuencia de los actos de la joven Vestal—Solo lamento los grandes que pueden ser los costos a veces.
Shea no se había esperado para nada que esa mujer ablandara un poco su personalidad con ella, como si sintiera una especie de empatía, derrumbando un poco ese muro de desconfianza que se había empeñado a construir a su alrededor.
—Para mí esto no significa nada en comparación con la vida de una niña inocente —murmuró con decisión la pelirroja aun con un poco de confusión.
La Pitonisa asintió complacida por su respuesta, luego posó su mano en el hombro de la Vestal, demostrándole su empatía como si fuera una niña pequeña, a pesar que solo era unos pocos centímetros más alta que ella.
—Es un gusto conocer a un ser humano con emociones tan vivas, fuertes y puras como las tuyas, Shea —le dijo antes de romper lentamente el contacto para continuar con su camino.
—Ehm... ¿Podría saber su nombre? —preguntó Shea realmente con curiosidad e intriga, además que estaba cansada de referirse a ella como la mujer misteriosa de ojos bicolor y largo cabello castaño oscuro.
Nuevamente la Pitonisa se detuvo para girarse levemente y responderle.
—Kaia —contestó con una sonrisa un poco más cordial.
Pero mientras bajaba las escaleras, Shea no pudo evitar seguir observándola, presintiendo que Kaia ocultaba algún secreto, como si hubiera algo en su interior que rasgaba su superficie y que le producía ciertos escalofríos. Soltó un bufido, pensando que solo estaba alterada por lo sucedido con Asmita, y estaba imaginando cosas. Por lo menos, ya tenía el conocimiento que la Pitonisa con su hermosa corona de hojas en lo alto de su cabeza adornando esa manta de cabello ondulado no era realmente una amenaza, podía presentirlo ahora.
Aunque aun así seguía siendo todo un gran misterio.
'
'
Los días siguientes a eso, Shea había creído que su relación con el rubio iba a cambiar drásticamente, sin embargo, se había equivocado agradablemente al descubrir que no fue así. Si bien al principio tuvo problemas para estar en presencia de él sin ponerse algo nerviosa y toda sonrojada, dado que a su mente acudía demasiado rápido aquella escena donde le había confesado finalmente sus sentimientos, pero Asmita-sama le demostró que a pesar de todo ellos ya tenían un fuerte vínculo que solo se afianzo aún más si era posible. También la ayudo a superar esa etapa de vergüenza que tanto se había arraigado en ella, ahora disfrutaba más que nunca los momentos que pasaba a su lado, a veces el rubio tomaba su mano simplemente para sostenerla en un gesto dulce, mientras que se veía reflejada en esos ojos de azul lavanda que derretía su corazón. Y de vez en cuando él la atraía más cerca para sostener su cabeza contra su pecho y posar su nariz en la coronilla de su cabeza, murmurando con algo de humor y cariño que realmente era pequeña, a lo cual ella simplemente se derretía muy lejos de enojarse, disfrutaba enormemente tener a alguien que la hiciera sentir querida y protegida sin llegar a sentirse vulnerable.
Y la verdad es que Asmita tampoco le quitaba el ojo de encima a veces, ya que la pelirroja era muy propensa a meterse en problemas. Y puesto que la larga y desigual cicatriz que había quedado como muestra de su valentía era un claro recordatorio que no le tenía miedo a enfrentarse al mundo... Shea se había dado cuenta que a veces el Santo Dorado se demoraba en su mejilla donde estaba la piel marcada, acariciándola con dedos suaves mientras le hacía saber al mismo tiempo que no dejaba de ser hermosa a sus ojos.
Asmita igualmente le había demostrado durante el siguiente mes que su vida era tan preciosa como la de cualquiera. Y lo era aún más importante para él demostrándole no solo con palabras, sino también con acciones al cuidarla de esa manera.
En ese momento el Santo Dorado de Virgo se encontraba subiendo los escalones en dirección a la sala del Patriarca para hablar con él, ya que deseaba hacerle una pequeña petición.
De repente, sus pensamientos se fueron allá en el Templo de Virgo donde la Vestal pelirroja se encontraba haciendo sus deberes matutinos. Era realmente increíble como aquellos sentimientos que albergaba por ella se habían fortalecido aún más, haciéndolo sentir una profunda calidez por dentro que nunca antes había experimentado, sobre todo, cuando la joven le sonreía ampliamente con esos ojos ámbar destellando con amor... y un amor que solo él tenía el privilegio de tener.
Una ligera sonrisa se formó en su rostro sin poderlo evitar mientras subía por el ultimo Templo Zodiacal, pero sus pasos se detuvieron lentamente ante la escena que tenía en frente...
Albafika de Piscis jamás llegó a siquiera imaginar que algún día su temor por tocar a las personas y hacerles daño algún día se evaporaría. Había sido un largo y duro camino el cual tuvo que afrontar para que los demonios de su conciencia no le susurraran al oído el daño que podría hacer si alguien tenía contacto con su sangre. Pero ahora poseía más confianza en sí mismo al tener el nuevo don de manejar el veneno a voluntad, como siempre deseo hacer en el pasado.
Y ahora tenía un gran motivo para salir de aquella soledad que el mismo se había sumergido...
Observó con atención aquellos ojos verdes oliva que desprendían tanta bondad, seguridad y un profundo cariño que lo dejaba sin aliento. Y tomó muy suavemente su barbilla, acariciando con su pulgar aquella piel trigueña hasta pasar por esos labios llenos y perfectos que lo llamaban a cada segundo. Decidió acortar un poco más las distancias al rodear su estrecha cintura con su brazo libre, juntando sus cuerpos en un sutil toque. Sintiendo la calidez del otro a pesar que la Cloth Dorada estaba de por medio, y ella subió tímidamente sus manos a su pecho hipnotizada por su mirada azulina... El impulso y las emociones lo dominaron en aquel momento, por esa muchacha que ahora estaba muy lejos de ser una niña, que había florecido en belleza y que se mantuvo apoyándolo todo el tiempo a pesar que nunca la dejaba acercársele, pero ahora todo había cambiado y para bien.
Descendió su rostro para poder tocar sus tibios labios con los suyos, dejándose llevar totalmente. Sintiendo como la joven de cabellera castaña se rendía completamente a la sensación, correspondiendo con todo lo que su noble corazón podría darle.
—Vaya...
Tanto Albafika como Agasha se separaron como si sus propios contactos los hubieran quemado. El Santo de Piscis vio perplejo como uno de sus compañeros Dorados los observaba con curiosidad. El Pisciano se preguntaba cómo no había notado su silenciosa presencia, al tiempo que la joven griega aparto el rostro totalmente ruborizado.
—Asmita... —murmuró en forma de saludo el hombre de cabellera azul celeste mientras llevaba una mano a su cuello inconscientemente, claramente incomodo por haber sido pillado de esa manera.
En cambio, el rubio arqueó casi imperceptiblemente una ceja antes de encogerse ligeramente de hombros.
—Por mí no se detengan, yo solamente estaba de paso —comentó casual el Santo de Virgo al tiempo que volvía a avanzar sin darle demasiada importancia al asunto.
—Ehm... y-yo creo que debo retirarme... —Agasha sentía las puntas de las orejas ardiendo—Y n-no volver jamás —agregó más para sí misma con un hilo de voz. No podía despegar los ojos del suelo ni aunque lo intentara, demasiado avergonzaba para siquiera volver a mirar alguno de ellos a la cara.
Sin embargo, la mano de Albafika que aferraba la suya la detuvo en un claro indicio de que no quería que se marchara. A lo que la joven castaña alzó la mirada impulsivamente quedando prendada nuevamente a esos ojos de azul cobalto.
—Es bueno saber, Albafika... —prosiguió el Caballero de Virgo alzando un poco la voz para ser escuchado y mirarlos sobre su hombro mientras seguía caminado—...que ya estas socializando un poco más —él finalizó con algo de humor antes de desaparecer por el pasillo.
Dejando a la pareja petrificada con su comentario de doble sentido, hasta el mismo Pisciano no pudo deshacer el ligero tono carmesí que había dominado sus propias mejillas. Mientras que la castaña con un gemido de mortificación quiso salir huyendo, aunque él volvió a impedírselo con una pequeña sonrisa comprensiva.
Después de eso Asmita pudo hablar con el Patriarca, y este a su vez aceptó aquella pequeña petición no demasiado sorprendido. Así que, sin más, se dispuso a regresar al Templo de Virgo.
Más, sin embargo, no podía dejar de pensar esa muestra de cariño que había presenciado de parte de su compañero de armas. Él estaba más que consiente que eso era una forma de manifestar afecto y amor en las parejas, pero ahora que lo meditaba más a fondo a él nunca se le había ocurrido hacer ese tipo de demostraciones con Shea a pesar de lo profundo de sus sentimientos. Y al decir verdad, y ahora que pensaba más detalladamente en la forma de esos labios llenos cada vez que ella sonreía o le hablaba le hacían preguntarse como seria besarlos, de cómo sería esa nueva experiencia y si eso afectaría de alguna manera sus emociones...
Pues ciertamente ya había despertado su curiosidad.
Y durante varios días eso rondó sus pensamientos cada vez que la joven estaba a su alrededor. Justo en ese momento se encontraba meditando bajo las raíces de los sales gemelos, con el viento suave meciendo las ramas juntos con los hermosos pétalos rosados que nunca parecían marchitarse. Era un sitio relajante y que limpiaba el espíritu, no obstante, su mente no podía concentrarse demasiado en la labor que normalmente hacía con facilidad y le ayudaba a despejar sus dudas.
Suspiró suavemente, puesto que sabía muy bien que la curiosidad no iba a desaparecer con solo meditarlo.
De repente, unos pasos se acercaron en su dirección y él realmente no se molestó en abrir sus ojos, porque ya conocía demasiado bien aquella presencia que se había vuelto lentamente una parte importante en su vida.
—Asmita-sama —la Vestal de bonito cabello rojo amapola saludó haciendo una leve reverencia deteniéndose a una distancia prudente solo por respeto—Aquí le traje un aperitivo como me indicó —dijo ella apartándose unos mechones de cabello rebelde del otro por la pequeña brisa que hacía en ese lugar. En sus manos sostenía una pequeña cesta que contenía aquellos dulces de naranja y almendras crocante sobre un trozo de tela.
Él asintió en agradecimiento con una leve inclinación de cabeza.
—Ven, siéntate a mi lado, Shea.
La alemana parpadeó varias veces ante aquella petición, pero simplemente sonrió para sí misma y acepto sin dudar tomando asiento a su lado, ya que a menudo compartían juntos ese tipo de momentos, y ella realmente lo disfrutaba. Colocó la cesta en medio de los dos, fijándose y no por primera vez ese día, el ropaje curioso del Santo de Virgo, que había tomado la decisión de dejar de vez en cuando la Cloth Dorada, ya que había llegado en la conclusión que tenía más libertad sin ninguna guerra avecinándose que lo mantuviera alerta, y si la necesitaba simplemente allí estaría.
Viéndolo podía decir que le acentuaba bien esa vestimenta que consistía en una larga toga budista que le llegaba por debajo de los codos con las mangas siendo algo largas y holgadas, y con un tramo de tela atravesando desde su hombro izquierdo hasta la cadera donde caía libremente, y por último aquel colgante de la preciosa piedra Agatha blanca reposando en su pecho. Sinceramente era una de las pocas oportunidades donde lo veía sin la armadura, y aun se estaba acostumbrando poco a poco.
Ella respiró profundamente ante ese aire tan puro. Viendo ahora la hierba meciéndose suavemente deleitándose de ese momento, que hacía varios meses atrás no habría ni podido ni imaginar que podría disfrutar totalmente relajada.
—Shea.
El suave llamado la hizo volver a la realidad, y cuando giró su rostro para observarlo notó que él aún permanecía con sus ojos cerrados.
—Dígame, Asmita-sama —ella murmuró curiosa.
—¿Alguna vez has besado a alguien?
Sin lugar a dudas esa pregunta la había pilló totalmente desprevenida... Primero, ella pestañeo varias veces, luego llevó un dedo a su barbilla tanteándola pensativa.
—Pues... ahora que lo menciona, creo que un chico intento hacerlo cuando tenía solo catorce años —Shea comenzó a decir mientras su vista volvía al frente, estirando las piernas sobre la suave hierba mientras tomaba un dulce y lo masticaba lentamente.
—¿Intento? —Asmita preguntó con algo de diversión en su voz al tiempo que arqueaba una ceja.
La pelirroja chasqueó la lengua antes de soltar una leve risa ante los recuerdos.
—Un muchacho que pretendió robarme un beso, pero lo único que se ganó fue un puñetazo en la cara.
Para el rubio no era difícil imaginársela siendo toda una bomba de carácter siendo tan solo una niña. Al parecer ella daba la impresión de tener esa personalidad chispeando durante toda su vida.
—¿Asmita-sama, puedo hacerle una pregunta?
Eso llamó su atención nuevamente notando el tono de indecisión en su voz.
—¿Está usted bien? —ella preguntó con suavidad, frunciendo levemente el ceño algo preocupada—Eh notado que últimamente está más pensativo de lo usual, como si algo lo inquietara —continuó jugueteando con sus manos nerviosa, no queriéndose meterse realmente en sus asuntos, pero de verdad necesitaba quitarse esa duda de la cabeza.
Asmita esta vez abrió los ojos para mirarla y ver por sí mismo como sus orbes ámbar brillaban con preocupación y cariño. Él sonrió para sí mismo al percibir esa calidez tan familiar que inundaba su pecho cada vez que veía eso en ella, sus sentimientos eran tan puros y honestos que lo hacía sentirse verdaderamente a gusto, feliz y en paz.
—Me encuentro bien, Shea —el rubio le aseguró con una media sonrisa sin dejar de observarla con atención—Solo es una duda que ha rondado por mis pensamientos demasiado a menudo.
—Oh... —ella se encontraba con clara curiosidad, teniendo la pregunta en la punta de la lengua, pero le parecía grosero seguir metiendo su nariz donde no la llamaban, así que simplemente desvió su mirada para concentrarse en otra cosa y no ser tan obvia—Bueno... de verdad espero que lo solucione pronto.
Sin embargo, ambos estaban conscientes de que su intriga era demasiado palpable. Entonces el Santo Dorado alzó su mano, y rozó muy ligeramente su mejilla para llamar la atención, y ella dio un pequeño respingo al no esperarse esa acción de su parte, pero igualmente giró a mirarlo con expectación.
—Entonces creo que este es el momento justo para resolverlo.
La Vestal simplemente frunció aún más el ceño totalmente confundida, y Asmita sostuvo su mejilla al tiempo que cerraba los ojos y así inclinarse lentamente para posar sus cálidos labios con suavidad en los de ella, escuchando levemente como la pelirroja ahogaba un jadeo en la garganta mientras se quedaba inmóvil totalmente incrédula. Pero posteriormente ella se fue relajando, dejándose llevar por ese beso tan inocente, pero tan repleto de sentimientos que causó que su corazón le saliera alas. Cada uno experimentando una calidez que aceleraba sus pulsos y al mismo tiempo llenándolos de una calor muy reconfortante, que los dos lo sentía simplemente perfecto.
El rubio se separó de sus labios momentos después, agradablemente abrumado por esas sensaciones tan vivas y cálidas por primera vez. Abrió sus ojos para observar que Shea estaba prácticamente en las mismas condiciones; la respiración un poco acelerada, con sus mejillas tiernamente ruborizadas y de su mirada ambarina desbordaba una cascada de sentimientos.
—Asmita-sama... —fue todo lo que pudo decir la joven totalmente sin aliento.
Él le sonrió con ternura moviendo perezosamente sus dedos en su mejilla en una suave caricia.
—Aaee lav yoo.
Ella hizo una leve mueca con confusión, porque a pesar que sintió un leve escalofrió por escucharlo hablar en idioma hindi, nunca había oído esas palabras ni cuando él le había estado enseñando.
—Eh... me temo que no sé lo que significa eso... —comentó ella con intriga.
Entonces, Asmita sonriendo más ampliamente se inclinó y se lo murmuró al oído, causando que la joven abriera los ojos de par en par y enrojeciera casi igualando el color escandaloso de su cabello. Shea simplemente no pudo aguantar la intensidad de sus mismos sentimientos, así que sin pensarlo demasiado se lanzó a él ocultando su rostro en su pecho fornido abrazándolo de la cintura, sintiéndose realmente ahogada por hermosas emociones.
—Y-Yo también —logró murmurar la joven contra su pecho.
Asmita rodeó sus hombros con su brazo y posaba sus labios en la cumbre de su cabellera roja, agradablemente divertido por la reacción de la alemana.
Aunque para su pequeña kamal era solo cuestión de tiempo a que se acostumbrada aquella frase que nunca se cansaría de repetirle.
¿Fin?
Ay, por todos los dioses ¿Por qué Asmita tiene que ser tan condenadamente perfecto? D: Y bueno tuve que poner que la relación entre ellos iba de a poco, dada por la personalidad de él xD pero por fin nuestro rubio se confeso y le dio su primer beso :'3 Y lo que le dijo el rubio a ella después en Hindi.. fue qye prácticamente que la amaba *grito de niña*
Y hablando de beso... 7u7 pobre Agasha, si yo fuera ella jamas pondría un pie de nuevo el Santuario y me fugaría de Grecia jaja aunque con Albafika claro esta (?)
¿Quien sera esa mujer que ahora resulta que es una Pitonisa? ¿Y que tiene relacion tiene con estas historias? D:
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC
¡Únanse, las esperamos!
Okami Akai
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro