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Capítulo 6

"Revelations"

Grecia, Athena.

Abril, 15 de 1749

Asmita caminó tranquilamente por el Templo de Virgo después de un rato de meditación, dirigiendo sus pasos a una de las pequeñas salas donde usualmente la joven Vestal se encontraba organizando o dividiendo las porciones de alimento para él o para sí misma. Y al llegar, efectivamente se la encontró retirando de una de las bandejas un poco de pan para ir colocándolo dentro de un pequeño paño de tela. La joven parecía hacer su labor por inercia, ya que sus hombros estaban algo caídos y su mirada fija en algún punto de la bandeja de plata; normalmente su expresión siempre vivaz ahora era un poco ausente... y Asmita fácilmente podía percibir todo eso de ella.

Shea giró su rostro hacia él al notar su presencia, y con un ligero suspiro se obligó a si misma a sonreír.

—Ya casi termino de empacar las cosas para el viaje, Asmita-sama —murmuró ella con suavidad dirigiendo su atención nuevamente en guardar los alimentos.

El rubio no pudo evitar sonreír para sí mismo, porque la pelirroja claramente se encontraba con los ánimos decaídos desde que le había dicho la noticia de que quería hacer un pequeño viaje a Jamir, ya que ameritaba hacer una meditación especial. Y para él no había uno mejor que el que usaba cuando apenas era un jovencito aprendiendo sobre las emociones ajenas, además que el Pope le había mencionado que la torre había sido reconstruida en honor a él y a Hakurei de Altar.

Ahora Shea parecía estar algo triste, aunque se esforzaba enormemente aparentar que no era así, obviamente no podía engañarlo, ella siempre había sido como un libro abierto. Para la Vestal su partida era como si reviviera el momento en que se fue a cumplir con su destino en la pasada Guerra Santa, como si al marcharse no iba a regresar a pesar que sabía que era un pensamiento un tanto tonto. Pero el temor seguía allí por más que se repitiera a si misma que solo eran un miedo poco infundido, él tenía que salir alguna vez del Santuario y ella ni nadie podía retenerlo por más que quisiera permanecer a su lado... Así que suspiró pesadamente y cuadró los hombros, porque simplemente lo que haría era esperar su regreso con alegría, y mientras tanto seguiría en sus quehaceres en su ausencia tratando de que sus engañosos pensamientos no la traicionaran.

—¿Sera solo por dos días? —ella preguntó cortando un buen trozo de queso y haciendo un lugar para aquellos dulces de naranja y almendras que sabía que tanto le gustaban a él.

—Así es —respondió entretenido de observar como ella intentaba aparentar.

—Entonces espero que sea suficiente comida —murmuró suavemente sacudiendo sus manos al tiempo que suspiraba pensando que no debía faltarle nada. Aunque tenía el conocimiento que seguramente él no ingeriría demasiado alimento en su meditación, pero prefería que le sobrara a que le faltase algo.

—¿Para dos personas?

Ella frunció el ceño deteniéndose brevemente ante la pregunta girando nuevamente su rostro para encararlo, y ver como el joven hombre arqueaba una ceja, y sin notar esa sonrisa casi imperceptible en sus cincelados labios.

La alemana parpadeó claramente confundida.

—Ehm... solo empaque para usted —le dijo en un murmullo, sin saber cómo sentirse al respecto.

Asmita inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado mientras sus labios se arqueaban en una pequeña sonrisa.

—Quiero que vayas conmigo, Shea.

En ese preciso instante el corazón de la joven comenzó a latir apresurado en su pecho, sin poder creer lo que acababa de escuchar.

—¿Y-Yo?, ¿Pero por qué? —balbuceó con un ligero rubor en sus mejillas.

—Te prometo que pronto lo averiguaras —le dijo con el conocimiento que eso solo despertaría la innata curiosidad de la joven—Prepárate, partiremos dentro de unas horas —él agregó girándose para salir de la habitación sin prisa.

Shea se quedó unos minutos completamente quieta, mirando fijamente por donde se había marchado el Santo Dorado, aun perpleja de que le hubiera sugerido que iría con él, entonces se palmeó las mejillas para eliminar el sonrojo que seguramente había tomado más intensamente su rostro. Posteriormente con un lento suspiro se dispuso a empacar un poco más de alimento con una pequeña sonrisa en sus labios. No solo la alegraba acompañarlo, sino también salir más allá del Santuario y sus alrededores, aunque sea por unos pocos días.

Esa misma tarde bajaron al Templo de Aries, donde el Patriarca los estaba esperando, aunque su mirada algo melancólica estaba fija contemplando el paisaje que siempre le brindo la primera Casa Zodiacal. Shea se sintió un poco empática, porque ya todos estaban conscientes que debía dejar la armadura de Aries para que la heredara alguien más, puesto que tenía otras obligaciones que cumplir, sin embargo, ya muchos sabían quién iba a obtener esa Cloth, y era una excelente opción.

Shion al notar su presencia les sonrió calidamente al tiempo que la pelirroja hacia una reverencia.

—Espero que puedas cumplir con tu cometido, Asmita —murmuró el Lemuriano con una sonrisa enigmática, dado que él era prácticamente el único que sabía con qué propósito el Santo de Virgo se dirigía a Jamir.

Shea solo pudo hacer un ligero mohín con sus labios con algo de sospecha, y tratando internamente de no ponerse algo nerviosa en el proceso, porque obviamente había algo que le estaban ocultando.

—Te lo agradezco, Patriarca —dijo el rubio imitando su gesto.

El lemuriano solamente asintió mientras alzaba sus manos y de ellos comenzaban a cargarse gran cantidad de energía, haciendo que el bello en la nuca de la alemana se erizaba levemente.

—En tres días enviare a Atlas para que se encargue de traerlos, puesto que yo no puedo salir del Santuario —él comentó mientras su cabello y su ropaje negro se movían por la fluctuación de su cosmos—Buen viaje —deseó con sinceridad, sonriendo al tiempo que esta vez posaba su mirada en Shea y le guiñó un ojo dejándola ahora aún más confundida que antes.

Así fueron teletransportados muy lejos de allí, la Vestal sintió un leve mareo cuando sus pies ahora estaban repentinamente firmes en un terreno distinto con montañas áridas rocosas a su alrededor, pero Asmita posó una mano en su espalda baja para estabilizarla, ya que sabía que la joven no estaba acostumbrada a dar esos saltos de viaje en un parpadeo. Entonces la pelirroja se lo agradeció con un leve asentimiento de cabeza mientras observaba su entorno con curiosidad, percatándose de la tranquilidad y el silencio que reinaba en esa tierra tan nueva para ella.

—Vamos, ya está atardeciendo —le dijo él mientras camina hacia el interior de aquella torre.

Shea lo siguió al tiempo que apretaba inconscientemente la cuerda del pequeño saco donde llevaba los alimentos, preguntándose por que la llevaría a ese lugar. Y una vez adentro, ella notó que el interior era tan sencillo como el exterior, pero grande y espacioso con un toque acogedor y lleno de paz.

Sin embargo, había algo extraño en aquel ambiente que le erizaba la piel y le producía cierta inquietud que optó rápidamente por ignorar. Asmita simplemente solo giró su rostro sobre su hombro y le dedicó una leve sonrisa diciéndole que esperara antes de marcharse al piso de arriba tras desaparecer por una cortina y subir las escaleras. Para la Vestal significaba que iba hacer una meditación profunda, y ella más que nadie sabía que eso podía tardar unas horas o más de un día, por eso se dirigió a una pequeña habitación donde se encontraba una cama amplia, se sentó a la orilla de esta después de que acomodo todo del interior del pequeño saco.

Era consciente que iba anochecer en apenas una hora, pero eso no impidió que un bostezo se escapara de sus labios. No había mucho que hacer allí y sabía que el tiempo no correría igual para el Santo Dorado que para ella, así que acomodo las sabanas y se acostó. Pero en vez de conciliar el sueño, lo que hizo fue darle vueltas y vueltas lo que le había dicho Asmita-sama, o más bien, lo que no le dijo... realmente deseaba con todas sus fuerzas saber porque se encontraba allí, cuando literalmente no estaba haciendo nada desde que llego.

¿Cuál era su función?

Siendo honesta todo esto le parecía tan extraño y confuso...

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Shea despertó sobresaltada y desorientada cuando una honda de energía barrio su cuerpo repentinamente.

Respiró temblorosamente mientras posaba una mano en su pecho donde su corazón latía apresurado. La habitación permanecía en silencio e inmersa en la oscuridad, pero no había nada diferente, sola aquella chispeante electricidad que reinaba en el ambiente que le pareció que no estaba cuando llegaron, sin embargo, esta comenzó a desaparecer lentamente dejando todo nuevamente tranquilo. Más, sin embargo, así no pudo conciliar nuevamente el sueño, por eso se dispuso a levantarse decidida a investigar un poco. Internamente estaba preocupada por Asmita-sama, a pesar que él debía seguir estando en meditación.

Pensándolo más detenidamente, quizás fuera el cosmos del Santo Dorado de Virgo que hizo semejante explosión de energía, pero quería asegurarse de todas maneras.

Aun las pesadillas de su muerte la asechaban de vez en cuando.

El fresco de la noche acaricio su piel a través de la ropa una vez que salió de la habitación. Observó todo con cuidado calculando que ya debía de ser de madrugada al ver la luna en el cielo a través de una de las pequeñas ventanas, y un largo suspiro escapo de sus labios, abrazándose a sí misma sintiendo su piel ahora un poco más fría. Sus pasos la llevaron a recorrer el inmenso cuarto, y se detuvo al observar un manchón en el suelo, y se agachó para observarlo más detenidamente descubriendo el color rojo oscuro y seco que la dejo petrificada al identificar rápidamente lo que era, sangre seca y vieja... tragó hondo sintiéndose un poco temblorosa, detallando su alrededor como si recién hubiera llegado, recordando que en aquel lugar se reparaban las armaduras con la sangre sagrada de los Santos de Athena.

Se levantó muy despacio pensando en regresar a su habitación, sin embargo, se quedó observando fijamente la cortina que ocultaba las escaleras en espiral. Quizás podía solo echar un vistazo, porque a pesar que sabía que estaba bien, solo quería verlo para que su mente ansiosa estuviera más tranquila después de ver aquella sangre vieja en el suelo.

Un poco más decidida se quitó las sandalias y las dejó a un lado para asegurarse de no hacer ningún ruido, entonces hizo a un lado la cortina y comenzó a subir los escalones casi de puntillas teniendo todo el cuidado posible, y así se dirigió al último piso donde deducía que estaría el Caballero de Oro, pero cuando atravesó la habitación a través del bello marco de madera; se quedó de pie completamente quieta viendo la habitación vacía con aquellas estatuas budistas en ambos lados, se tenia una chispa antigua a pesar que todo aquel piso fue reconstruido según le había dicho Asmita-sama cuando le había mencionado lo del viaje. Frunció el ceño en confusión pensando que se había equivocado y el joven hombre estaría en otro cuarto, no obstante, había algo en aquel lugar que llamaba toda su atención como si dentro de ella aflorara una tristeza y algo de angustia.

Entonces caminó pausadamente percatándose con lentitud que aquel lugar fue donde él había concentrado todo su cosmos hacía más de un año...

Lentamente se dejó caer al suelo posando sus manos en el frió piso donde aún había rastros de color rojizo, recordando a su vez la sangre que había manchado la Cloth Dorada de Virgo al llegar al Santuario, y sus labios temblaron sin poderlo evitar.

Asmita había sacrificado su vida justo donde estaba parada.

Cerró los ojos turbada sintiendo ya la humedad en ellos, sus dedos se oprimieron con fuerza hasta que sus nudillos se volvieron blancos, recordando aquel dolor que la había dominado por bastante tiempo. También apretó sus labios hasta formar una fina línea mientras trataba de comprenderlo, ya que todo esto estaba muy lejos de ser lo que se había imaginado al haber ido a ese sitio tan lejano.

—No te traje aquí para que sufrieras de nuevo, Shea.

La joven se le paralizó el pulso ante aquella voz, y se puso rápidamente de pie mientras disimuladamente pasaba sus manos por su rostro para eliminar todo rastro de alguna lagrima traicionera. Luego respiró hondo antes de girarse, porque sinceramente no le gustaba que la viera en esas condiciones, pero cuando por fin lo encaró se quedó completamente sin aliento cuando él le devolvió la mirada.

Shea entreabrió los labios sintiendo que se quedó repentinamente sin voz. Después de más de tres años estaba viendo por primera vez el hermoso color de ojos del Santo Dorado de Virgo, de un bello tono de azul lavanda. Aquella mirada era profunda, pero que le transmitía tranquilidad y seguridad, y a la vez sentía como si mirara a través de ella.

¿Cuántas veces había añorado el día en que por fin vería aquellos ojos?

Las emociones se arremolinaban en su interior, y Asmita sonrió ligeramente mientras se acercó a ella sin prisa, detallándola. Y sin contenerse, llevó su mano a su corto cabello pelirrojo que ni siquiera llegaba a rozar sus delicados hombros, y sostuvo un mechón; sintiendo la suavidad entre sus dedos.

—Tenías razón, es como el cálido atardecer —le murmuró mientras que la joven Vestal seguía muda del asombro. Observó sus orbes color ámbar, esa mirada clara, gentil pero decidida a la vez, y se preguntó si brillaban de la misma manera cuando ella sentía otras emociones, o si cambiaban de alguna manera. Llevó distraídamente sus dedos a su rostro algo redondeado, donde rozo su mejilla sintiendo la suavidad de aquella piel tibia y trigueña.

Como sospechaba, verla causó que aquel poderoso sentimiento que se movía adentro de su pecho se acentuara aún más, como si los latidos de su corazón se volvieran más fuertes.

Para él, Shea era tan hermosa por fuera como lo era por dentro desde que la conoció.

—Asmita-sama... —ella logró pronunciar aun sin aliento, al tiempo que unos intensos escalofríos escalaban rápidamente por su columna ante la sensación de ese sutil roce de sus dedos y aquella mirada que la estaba detallando tan intensamente que volvió loco su pulso.

Él solo siguió observándola, sonriendo para sí mismo porque por su baja estatura, que apenas y si lograba llegarle al hombro le daba la impresión de que fuera un poco más niña a pesar que ya era toda una joven mujer de veinte años. Sobre todo por aquel vestido blanco algo holgado que usaban las Vestales, dándole un aspecto algo inocente, si bien en realidad su personalidad era fuerte y chispeante.

Entonces el rubio pensó en ese momento revelarle el motivo del porque estaba ella allí, y la verdad quería ver cada una de sus expresiones.

—Considere que ya había llegado el momento de poder percibir el mundo con el único sentido que me faltaba —Asmita apartó lentamente su mano del rostro de la chica mientras hablaba—Y este lugar tiene un gran nivel espiritual que me permite concentrar mi cosmos a un nivel mucho más alto que cualquier otro sitio —explicó brevemente.

Shea lo observó atentamente aun sin entender que pintaba ella en todo eso.

—Y la razón de traerte aquí es bastante simple —una ligera sonrisa comenzó a formarse nuevamente en sus labios—Solo deseaba que la primera persona que vería por primera vez, fueras tu.

—¿P-Por qué yo?

—Solo quería conocer a la joven que estuvo a mi lado todos estos años —respondió ladeando un poco la cabeza mientras la observaba. Shea fue la única que realmente sufrió por su muerte, pero eso prefirió guardárselo para sí mismo.

Sus ojos ambas se abrieron aún más por la sorpresa, y sus mejillas adquirieron un tono muy parecido al de su cabello, una reacción que daba gusto de ver sinceramente. En cambio, para ella era como si hubiera desconectado algo dentro de su cabeza, porque era incapaz de pensar correctamente, esas simples y sencillas palabras agitaron con fuerza aquel tierno amor que sentía por él.

Pero aun así no entendía porque tuvo que llevarla hasta ese lugar, porque conociendo sus poderes, Asmita podía teletransportarse al Templo de Virgo en un parpadeo.

—Se que aun tienes dudas, acompáñame —le dijo el Santo Dorado con suavidad cerrando nuevamente los ojos al momento de girarse.

Shea a duras penas logró reaccionar para poder seguirlo, aún demasiado incrédula ante todo lo que estaba pasando. Más bien poso una mano en su pecho temiendo que su corazón pudiera escaparse en cualquier instante. Sus palabras aun resonaban en su cabeza como un mantra que le causaba un ligero cosquilleo en el estómago como si fueran el suave aleteo de miles de mariposas. Entonces se percató curiosa como él la guiaba a través de una pequeña puerta que conducía a una escalera oculta, un tramo corto con una portilla y que llevaba a un espacio del techo donde se podía apreciar todo el paisaje.

La joven sintió un poco de vértigo ante aquella gran altura como un peso muerto que iba desde su pecho hasta terminar anclándose en su estómago. Tenía unas ganas increíbles de dar media vuelta para regresar por donde había venido, pero la presencia del Caballero la obligaba a mantener su orgullo intacto, aun así, no se alejó demasiado de su lado solo por si acaso. Y Asmita tomó asiento en su típica posición de loto, y ella con más dudas que antes solo se dispuso a imitarlo sentándose a un lado.

Pero mientras transcurrían poco a poco los minutos sin decirse ni una sola palabra, entonces por fin comprendió porque había subido a ese lugar, Asmita-sama estaba allí para admirar el cielo nocturno en todo su esplendor. La pelirroja sonrió para sí misma al observar como él miraba el millar de estrellas en aquel cielo sin nubes con aquellos ojos inexpertos, pero tan llenos de sabiduría a la vez... su corazón se estremeció, dado que también entendió su propia presencia allí, al parecer él deseaba su compañía como lo había estado haciendo hasta ahora, y se alegraba inmensamente por eso. Y a pesar que un silencio se estableció entre ellos; estaba muy lejos de ser incomodo, más bien era relajante estar de esa manera, uno al lado del otro donde ya las palabras sobraban, donde la sola compañía era lo único que necesitaban es ese momento de paz.

El frió pasó a ser un segundo plano para ella, porque viéndolo de esa manera disfrutar por primera vez esa experiencia que le brindaba una calidez que emanaba desde su corazón hasta el resto de su cuerpo. También pensó que eso no podría hacerlo en el Santuario, no era el mismo ambiente que él tanto necesitaba explorar.

Pasó un largo rato, y Asmita volteó un poco su rostro para observar el semblante tranquilo de la chica que dormía ahora plácidamente apoyada en su hombro, siendo un peso ligero y tibio. El sueño la venció sin darse cuenta de ello, y él sonrió con afecto al cubrir su menudo cuerpo con su capa y aproximarla aún más a él para brindarle calor pasando su brazo por su estrecha cintura, ella solo murmuró algo en sueños para volver a quedarse quieta y serena... Él más que nadie sabía que la pelirroja se esforzaba día a día sin que nadie sospechara que a esas alturas las pesadillas la perseguían por las noches, dejándola agotada la mayoría del tiempo; por eso le alegraba que pudiera descansar en ese momento, así podía verla por sus sueños.

—Quien diría que a pesar de pasar años luchando para comprender las emociones humanas; una pequeña pelirroja despertaría en mí sentimientos tan únicos —Asmita murmuró mirando sus facciones delicadas.

Entonces su vista se posó nuevamente hacia el cielo contemplando todas esas maravillas ocultas.

—Gracias... Athena.

Una estrella fugaz paso velozmente encima de ellos en respuesta.

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Al regresar al Santuario, Shea se sentía como renovada.

Su lazo con Asmita-sama se había fortalecido aún más, aunque todavía no sabía con certeza si podía permitirse tener esperanzas más osadas, pero solo el tiempo lo diría, y ella esperaría sin importar los resultados.

Total, ya era feliz de esa manera.

Muy pocos sabían que el Santo Dorado de Virgo había recuperado la vista, puesto que este aun prefería mantenerse con los ojos cerrados. Aunque a veces la alemana lo descubría observando detalladamente algún paisaje, el vuelo de un ave, o como simplemente las hojas en la copa de los árboles se movían... incluso para ella aún era algo extraño ver el color de sus ojos, o descubrir que la estaba mirando; su corazón daba un vuelco en su pecho en esos precisos momentos, pero igual le sonreía.

En ese momento ella estaba observando toda la maravilla del Santuario desde las afueras de la Casa del Patriarca después de llevar algunas bandejas de pan recién hecho al lemuriano en una forma de agradecimiento.

No pudo evitar pensar en todas las cosas que habían sucedido desde que los Santos Dorados volvieron a la vida, Regulus había regresado de Irlanda acompañado por una encantadora jovencita rubia de ojos azules, vistiendo ropa blanca inmaculada junto con una joven mujer que parecía ser su escolta. También Albafika se había aventurado a salir más de su Templo mientras poco a poco perdía el miedo atroz de hacerles daño a las personas, y este a menudo bajaba a Rodorio, donde aún el pueblo le brindaba especial y tremendo respeto por recordar el sacrificio que había hecho al protegerlos.

Y Manigoldo iba avanzando en la difícil tarea de acostumbrarse a ser padre, la encantadora niña había hechizados a todos con su dulce y tierna personalidad.

Es más, desde allí podía ver claramente el Templo de Piscis, donde el jardín de rosas no envenenadas se encontraba Manigoldo charlando sobre algún tema con el guardián de aquella casa Zodiacal, pero este se vio obligado a salir corriendo de improvisto cuando la pequeña comenzó a jugar encantada entre los hermosos pétalos rojos. El hombre de corto cabello azul intentaba alcanzarla entre irritado y preocupado para que no se pinchara seguramente con las espinas de las flores, mientras que Albafika simplemente negaba suavemente con la cabeza, y hasta Shea juraba que podía escuchar desde allí un suspiro de su parte.

Rió suavemente ante la escena, porque era algo esplendido de observar. Sin lugar a dudas la presencia de la infante le había dado aún más vida al Santuario.

—Tienen que tener cuidado, o la alegría no perdurara.

La alemana casi brinca del susto ante la voz femenina que habló de pronto a un lado de ella.

Al girarse se encontró con la misteriosa mujer de largo cabello castaño oscuro amarrado en una cola alta y con sus ojos bicolor con la mirada fija en algún punto indefinido a la lejanía. A veces la veía deambular por el Santuario, explorando todo con curiosidad y suspicacia, estaba más que claro que el agua que ella aún no confiaba demasiado en ninguno de ellos, y siendo honesta aun no comprendía demasiado bien cuál era el motivo, ya que tampoco hablaba demasiado. Es más, ni siquiera sabía porque estaba allí, ya que en un principio había llegado a pensar que se había marchado junto con la otra mujer misteriosa, pero hasta ahora ella era la única que había visto.

—Uh... me temo que no sé a qué se refiere —murmuró Shea algo incomoda, puesto que algo salvaje y místico transmitía aquella mujer que la dejaba un poco ansiosa.

—La pequeña de cabello de ébano estará en peligro, y solo la presencia del ámbar de fuego podrá evitar el cruel destino, pero las palabras serán un tema prohibido.

La alemana parpadeó totalmente confundida antes esa oración.

—Los mensajes de la naturaleza son significativos, solo hay que saberlos interpretarlos... Shea —le dijo y esta vez poso su mirada en ella.

Shea tragó hondo ante aquellos ojos extraños y enigmáticos con esas marcas rojizas por debajo de ellos. Entonces sintió un ligero escalofrió antes de que la mujer se diera media vuelta y se retirara con ese vestido blanco parecido a la seda.

Realmente se estaba esforzando comprender que acababa de pasar, fue todo tan raro que la dejo aún más intrigada. Ella había dicho su nombre con un mundo de significado detrás.

Y la semana que paso después de ese acontecimiento sinceramente la había inquietado, porque no podía dejar de darle vueltas a lo que dijo. De verdad no sabía si darle importancia o algo, pero sinceramente no sabía qué hacer.

Hasta Asmita-sama se había percatado de su estado, sin embargo, él no le hizo preguntas porque quizás sabía que ella no quería hablar del tema. Tenía temor de estar demente, o quizás le estaba dando demasiada importancia al asunto, aunque si era sincera consigo misma, una sensación extraña se instaló en su pecho, como si fuera un presentimiento de que algo malo iba a suceder. Pero mientras pasaban los días todo seguía siendo tan normal como podría ser, y aun así, no podía quitarse esa desagradable sensación de encima, y cada vez se estaba preocupando de su estado mental.

Verdammt... ¿Podría ser que estaba perdiendo los nervios?

O será que aquella mujer de exótica apariencia había hecho algo raro con ella, ya ni siquiera sabía que pensar al respecto... Fluorite y Agasha, y hasta la misma Nerys intentaron hablar con ella en más de una ocasión, pero solo les respondían que estaba bien y que no había nada de qué preocuparse, aunque la realidad fuera tan distinta. Se estaba comenzando a frustrar, y ahora pensaba seriamente en hablar con el Santo de Oro porque ya no podía soportarlo... tal vez pudiera darle algún consejo, o el simple hecho de contarle podría desahogarla de alguna manera.

Soltó un largo suspiro mientras sujetaba con fuerza las riendas del Holsteiner, presa de la tensión que comenzaba hacer mella en ella y que ni siquiera cabalgar por los alrededores del Santuario esa mañana pudieron tranquilizarla. Así que con resignación guió al caballo cerca de la pradera para dejarlo que pastara por las cercanías.

Pero al momento de desmontar, divisó algo moviéndose con rapidez por el rabillo del ojo. Frunciendo el ceño giró su rostro en aquella dirección descubriendo sorprendida como la pequeña niña italiana corría entre la hierba alta con pequeños saltos en dirección al bosque. Completamente alarmada de que una criatura se internara en semejante lugar fue enseguida atrás de ella dándole una seña a Hartwig para que se quedara cerca.

Cuando se internó en el bosque no duro demasiado tiempo hasta encontrarse con la infante que parecía buscar algo entre los árboles. Y Shea suspiró temblorosamente del alivio, porque gracias a los Dioses no se había alejado demasiado.

—Mellea... —llamó suavemente, viendo como la niña volteaba a mirarla con esos encantadores ojos inocentes—¿Qué haces aquí?

—Escondida de papà granchio —respondió acercándose a la Vestal.

—¿Estás jugando a las escondidas? —Shea intentó adivinar viendo posteriormente como Mellea asentía vigorosamente—Ehm... Manigoldo, digo... ¿Tu padre sabe que estás jugando con él? —aventuró a preguntar arqueando una ceja.

—No —dijo la niña con inocencia mientras ladeaba la cabeza a un lado—¡Pero papà granchio siempre encontrarme! —exclamó alzando sus brasitos con alegría y entre risas.

La pelirroja suspiró pesadamente mientras se masajeaba las sienes, imaginando que el Santo de Cancer ya debía estar buscando frenéticamente a la niña, porque sinceramente esto pasaba más a menudo de lo que quería admitir el Caballero. Ya el resto de los Santos mantenían un ojo encima de la chiquilla vigilándola, puesto que de alguna u otra manera todos se habían encariñado con su dulzura, siendo todo lo contrario de la personalidad del padre.

Sin embargo, le parecía extraño que se hubiera alejado tanto sin ser vista.

—El bosque es muy peligroso para ti, nena —comenzó a decir la alemana inclinándose a la altura de la niña, y mientras le hablaba acariciaba su corto cabello oscuro, preguntándose porque decidió ir aquel lugar donde podría haber tantos escondites en el interior del Santuario—Ven, vámonos.

Spirito —dijo Mellea señalando con su manita algo invisible que estaba en movimiento.

Shea frunció el ceño porque claramente no estaba viendo lo que la pequeña le estaba indicando, pero luego abrió ampliamente los ojos sorprendida al cruzársele una idea que no parecía ser tan descabellada.

¿Acaso Mellea podía...?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el fuerte relinchido de su caballo que aún permanecía a la entrada del bosque.

Shea se tensó al detectar que el semental gris se escuchaba nervioso mientras resoplaba y relinchaba con demasiada insistencia. Y hasta ella misma comenzó a darse cuenta que el ambiente se había vuelto más pesado.

El bello de su cuerpo se erizó ante el mal presentimiento que la venia persiguiendo todos esos días se acentuó en sus entrañas.

—Es hora de irnos —y rápidamente tomó a la pequeña de la muñeca para dirigirse directamente hacia su caballo y salir de allí lo más rápido que podían.

Al girarse casi se topa de brunces con un cuerpo macizo que obviamente no había estado allí antes. A la pelirroja se le dilataron las pupilas al ver al joven que la miraba con una sonrisa torcida; portaba una Cloth pero esta era totalmente negra, pero que ella recordaba era tan distintas a las Sapuris...

Simplemente no podía ser un Espectro, ellos estaban encarcelados en el rosario que le mismo Santo de Virgo había hecho.

Apretó los labios mientras retrocedía un paso y colocaba a Mellea atrás de ella para protegerla de aquel ser que no le transmitía nada más que pura desconfianza. Esa criatura era maligna, solo bastaba para ver sus ojos oscuros que casi no poseían brillo alguno para darse cuenta.

De repente, sintió como la pequeña se aferraba aún más a sus pantalones, tironeando para llamar su atención. Y Shea giró su rostro notando que la niña miraba atrás de ellas con sus ojitos confusos y algo temerosos, y fue donde se le bajo el alma a los pies cuando divisó como otro Caballero de negra armadura aparecía de entre los árboles y arbustos con una sonrisa tan maligna que solo le causo nauseas.

Scheiße... estaban en graves problemas.

El individuo que tenía en frente dio un paso hacia ella.

—El plan funciono a la perfección. Le ahorramos la tarea al signore de venir —rió este entre dientes.

—¿Quiénes son ustedes? —Shea murmuró entrecerrando los ojos, tratando de no perder de vista a ninguno de los dos, estando lo más alerta que podía mientras su cerebro intentaba pensar en cualquier cosa que les hiciera ganas el tiempo suficiente para huir, o al menos que alguien viniera en su auxilio.

Ya que no era estúpida, no tenía la suficiente habilidad o fuerza para vencer a esos dos.

—Soy Vittorio de Canis Mayor Negro —el primer sujeto que apareció le respondió con arrogancia.

El segundo también rió llamando la atención de la Vestal, al tiempo que se inclinaba alzando las manos con peligrosas garras en ellas.

—Y yo soy Gino de Lince Negro —habló mientras disfrutaba ver su presa en apuros.

Shea los analizó rápidamente, mientras una gota de sudor rodaba por su frente, dedujo que lo único que podrían ser eran Santos Negros, eso explicarían el color de sus armaduras y esa actitud tan malvada y cruel. Ella recordaba vagamente las historias de esos seres que eran exiliados del Santuario dada su naturaleza retorcida y ansias de poder, aunque había pensado erróneamente que estos se habían extinguido hacia unos años atrás cuando un par de Santos Dorados fueron encomendados para aquella misión.

—No necesitas presentarte, ragazza... —le dijo Canis Mayor al mismo tiempo que seguía avanzado con paso confiado—Nos llevaremos a la niña rápido antes que vengan esos asquerosos Dorados.

Entonces ella ahogó una exclamación de sorpresa cuando en su mente se repitió aquel mensaje que la extraña mujer de ojos bicolor le había dicho, cobrando total sentido en ese momento... y su corazón latió a mil por hora, no se cuestionaba porque querían llevarse a Mellea, puesto que no era momento para hacerlo.

La iba a proteger no cabía duda de ello, aunque sus posibilidades eran sumamente bajas.

La pequeña italiana tomó su mano y Shea la miró de reojo viendo sus ojos de ese azul violeta brillando con miedo, porque hasta una criatura tan inocente podría percibir la maldad de aquellos dos seres. Ella simplemente le sonrió en respuesta para ofrecerle algo de tranquilidad, rezando internamente para conseguir tiempo suficiente sin importar si iba a sobrevivir o no, lo único que realmente le importaba en ese momento era Mellea.

—Lamento decir que hoy no se la llevaran, blödian —insultó alzando la barbilla y colocándose en una postura defensiva con la niña protegida lo más apegada a ella que podía. Agradecida internamente por haberse puesto el atuendo que usaba para montar y entrenar, y no aquel estorboso vestido blanco que le dificultaba hacer movimientos rápidos.

El Lince Negro solo bufó verdaderamente divertido sin quitar la estúpida sonrisa de sus labios.

—Solo nos llevaremos a la bambina. Tú por otro lado, solo eres un testigo al cual hay que eliminar —siseó este con sorna.

—Entonces suerte con ello —la Vestal sonrió ladinamente, aunque en realidad por dentro se moría de los nervios. No tenían oportunidad de escapar, solo de enfrentarlos.

—Esto será pan comido —Canis Mayor Negro se acercó a ella obviamente sin considerarla ni siquiera una amenaza.

Pues grave error.

En un movimiento rápido, Shea se agachó posando ambas manos en la tierra para tener estabilidad, lanzando así una patada hacia arriba propinándole un buen golpe en la barbilla dejándolo algo aturdido, teniendo la gran ventaja que al subestimarla dejo la guardia demasiado baja. Mientras que ella agarraba a Mellea entre sus brazos para coger impulso nuevamente con los pies en el suelo y echarse para atrás lo más veloz que pudo cuando el Lince Negro la arremetió con sus garras en una reacción rápida al ver como atacaban a su compañero. Ella sintió repentino ardor en su mejilla, pero le prestó el mínimo de atención con el corazón desbocado en su pecho y la adrenalina recorriendo rápidamente su cuerpo.

Sabiendo que tenía los minutos contados, aferró a Mellea en su pecho al tiempo que la pequeña ocultaba su rostro entre su ropa. Retrocedió hasta que su espalda choco contra el tronco de un gran árbol viendo con algo de satisfacción como ambos ya habían borrado aquella sonrisa de sus rostros.

Los Santos Negros estaban muy conscientes de que por culpa de ella estaban perdiendo tiempo valioso.

—¿No que era pan comido? —se burló la alemana sabiendo que solo los iba a provocar. Sujetando a Mellea por lo menos le daba la ventaja de que no podría matarla sin hacerle daño a la niña también, dándole quizás algo más de tiempo, ya que al parecer solo querían secuestrarla.

—Serás... —el Canis Negro se frotó la barbilla con sus ojos llameantes en ira.

—No te preocupes, le haré sufrir una agonía antes de que muera —dijo su compañero preparando nuevamente sus garras con una mirada feroz.

—Tsk, bueno solo se cuidadoso con la bambina, con suerte solo quedara algo lastimada.

—Igual el signore la iba a matar. Pero quizás la deje con vida para que el mismo tenga el placer de hacerlo —siseó comenzando a sonreír malignamente al igual que su camarada.

Shea jadeó con sorpresa ante aquella nueva revelación, sintiendo como su alma se les venía a los pies con autentico terror.

¿Qué más podría hacer?

Pero el Lince Negro no le dio el tiempo de seguir analizando su terrible situación, porque en seguida alzó su mano derecha en una clara posición de ataque.

¡Ressō Shippū!

Él lanzó varios zarpazos a gran velocidad desgarrando el viento y creando láminas de viento afiladas, y estas ondas de aire letales se precipitaron hacia ellas, y que comenzaron a cortar todo a su paso mientras se acercaban a ambas en un parpadeo. A Shea solo le dio chance de colocarse de espaldas al ataque aferrando aún más a la niña contra su cuerpo para intentar protegerla lo mejor que podría. Sus ojos se anegaron de lágrimas que no poseía ni tiempo para derramar, apretó los dientes con fuerza a la espera de su muerte, orando que después Mellea pudiera conseguir escapar de alguna forma.

¡Kān!

Shea sintió el golpe de energía que paso a través de su cuerpo, agitando violentamente su ropa y sus cabellos. Más sin embargo, no había dolor ni nada parecido, así que se giró sobre su hombro aun con el corazón en la garganta para ver qué era lo que había pasado.

Sus ojos se abrieron de par en par mientras observaba con confusión como se había formado una especie de barrera dorada que estaba repeliendo el ataque sin problemas. Luego lo vio... Asmita-sama se encontraba a su lado rodeándolas protectoramente con su capa, su larga cabellera rubia danzando en el aire por su cosmos elevado, y sus ojos azul lavanda observando fijamente a los Santos Negros.

El pulso de la alemana saltó al ver aquella mirada, y un ligero escalofrió estremeció su tembloroso cuerpo, porque jamás lo había visto con esa expresión de silenciosa ira...

Continuara...

¡Cha cha chaaaan! Lamento dejarlo en esta parte de tensión 7u7

¿Los Santos Negros han regresado? Pobre Shea y Mellea, pero Asmita llego justo a tiempo D: y que manera de aparecer ¬w ¬ grrr

Por otro lado nuestro Santo de Virgo ya tiene la capacidad de ver, demostrándole al mismo tiempo a la pequeña pelirroja lo que significa para él :'3

Y quiero dejar el dato que el poder del Lince es totalmente canon xD Nos dedicamos mucho investigándolo todo para estos fanfics, aunque las cosas que no conseguimos demasiado resultado pues tuvimos que improvisar jaja

Y esperamos que les guste el nombre italiano de la hija de Manigoldo jeje

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Okami Akai

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