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Capítulo 5


"White Agate"

Grecia, Athena.

Noviembre, 11 de 1748

Shea no podía despegar los ojos del pedestal donde ahora permanecía vacío tras la ausencia de la armadura dorada después de haber estado allí solitariamente por más de un año.

Una furia vertiginosa comenzó a recorrer rápidamente sus venas, pensando desesperadamente quien tenía la osadía de tomar la Cloth de Virgo sin siquiera avisar al propio Santuario, porque si alguien más hubiera sido asignado para portarla ella sería una de las primeras en enterarse por medio del mismo Patriarca puesto que ella era la Vestal de aquel Templo.

Apretó con fuerza sus puños al igual que sus labios, haría pagar a quien quiera que fuese el ladrón.

Resoplando más enojada que nunca, se giró sobre sus talones para salir de la Casa Zodiacal y comenzar a buscar, y pobre de alguna alma que se cruzara en su camino en ese estado.

Sin embargo, no había podido dar ni un solo paso, ya que se quedó totalmente congelada al divisar una figura a unos pocos metros de ella que la dejó con la respiración atascada en la garganta al tiempo que su ira se enfriaba rápidamente.

Sus ojos ámbar se dilataron observando a la última persona que pensó que alguna vez volvería a ver con vida.

El joven hombre de larga cabellera rubia inclinó levemente la cabeza hacia un lado con una suave sonrisa en su rostro.

—Por lo que noto aun llevas en tu interior esos vivaces sentimientos que tanto te caracterizan, Shea —dijo Asmita cuándo segundo antes percibió venir de ella un remolino de ira y desconcierto tan grande que pensó que iba a quemar el Templo de Virgo hasta sus cimientos con ellos dos incluidos, pensando erróneamente que habían hurtado la Cloth Dorada.

Shea fue incapaz de pronunciar alguna palabra, solo podía verlo fijamente casi sin parpadear. El Santo de Oro se veía tan bien, tan sano y vivo portando la armadura de Virgo como si jamás hubiera pasado aquella desgracia donde sacrifico su vida por la de todos. Debía estar en presencia de una ilusión, o era producto de un sueño.

Sin embargo, se veía tan real...

No podía ser, simplemente no podía.

Y antes de que se diera cuenta de sus ojos comenzaron a brotar todas aquellas lágrimas que se había negado a derramar desde que descifró el contenido de aquel libro en braille.

La sonrisa de Asmita se volvió un poco más gentil mientras avanzaba hacia ella, sus sentimientos antes llameantes y explosivos, ahora se desbordaban de tristeza y cariño. Posó una mano en la coronilla de su cabeza con afecto, sabía que la joven estaba llorando a pesar que ningún sonido salía de aquellos labios.

—Te has mantenido fuerte durante todo este tiempo —murmuró suavemente mientras se inclinaba para poder apoyar su frente con la de ella ya sintiéndola temblar, ahogándose más en el llanto—A pesar de que has sufrido bastante —aun sin apartarse subió su mano y con un gesto gentil pasó el dorso de sus dedos para apartar un poco aquellas lágrimas.

Ella cerró sus ojos ante aquel suave toque, podía sentir su calidez, escuchar su voz serena, su tibia respiración acariciar su rostro, hasta el sutil y muy ligero roce de su nariz con la suya. Y con todo y eso aún no podía creerlo, y tampoco lograba detener su llanto, volviéndose a cada segundo más incontrolable.

—E-Esto no puede ser posible... —Shea no podía creerlo, simplemente esas clases de cosas no deberían de pasar—Nicht... —gimoteó angustiada negando lentamente esperando que un momento a otro volviera a la realidad donde se encontraba completamente sola en ese Templo.

Asmita era consciente que la joven precisaba algún tipo de explicación, del porque él estaba nuevamente con vida después de tanto tiempo, sin embargo, en ese preciso momento ella necesitaba algo más que solamente palabras. Así que se apartó solo lo justo como para pasar un brazo por detrás de sus hombros temblorosos y acercarla a su pecho al tiempo que su llanto pasaba hacer llorosos audibles, subiendo al mismo tiempo sus pequeñas manos para apoyarse en su armadura para sentir su corazón latiendo fuerte y con vida, drenando todo ese dolor que se vio inmersa tras su partida.

El rubio sintió como se aferraba a él sin poderlo evitar, y era totalmente comprensible... Athena no solo le concedió el regalo de una nueva existencia, sino también de algo que había carecido toda su vida hasta antes de su muerte, pero teniendo a la joven llorando de esa manera en su pecho era incapaz de verla por primera vez y de esa manera tan desconsolada.

Después tendría el momento indicado para conocerla de la única forma que le faltaba, pero no en ese instante.

Shea no sabía realmente cuanto tiempo había pasado llorando junto a él, con el creciente temor que de un segundo a otro desapareciera, y Asmita-sama la sostuvo en todo momento. Después tuvo que llevarla a su habitación y recostarla en la cama, porque a pesar que estaba aún consiente, las emociones fuertes y la información de su resurrección había sido demasiado, produciéndole un dolor de cabeza bastante intenso, tanto, que no pudo objetar el hecho de que la cargo en brazos. Entonces le dijo que descansara un rato para poder recuperarse y ella sin chistar solo asintió suavemente aun con los ojos hinchados por tantas lágrimas derramadas.

La pelirroja estaba algo adormilada, pero era incapaz de ir a sueño más profundo ya que tenía miedo que si se quedaba profundamente dormida y volvía a despertar... él ya no estaría.

Cuando Shea pudo abrir los ojos después de asegurarse de que el dolor de cabeza había menguado, giró levemente su rostro hacia su derecha y se sorprendió al ver que a su lado permanecía sentada su mejor amiga. Al decir verdad no supo qué momento la chica entro a su habitación, y agarrado la silla del escritorio para tomar asiento al lado de su cama.

—¿Fluorite? —murmuró con voz rasposa.

Sin embargo, la francesa no respondió, su vista estaba perdida más allá de la pared, su rostro permanecía con un rubor haciéndole resaltar sus pecas, y sus labios parecían algo más rojos e inflamados.

Shea frunció ligeramente el ceño.

¿Estaba perdiendo la cabeza o todo se estaba convirtiendo en una locura?

—¡Fluorite! —se vio obligada de alzar la voz par que la rubia volviera a la realidad. Esta parpadeó repetidas veces, volviendo su mirada gris perla hacia ella.

—Uh... Shea —murmuró despacio aun como si sus pensamientos estaban muy lejos de su cabeza—¿Cómo te encuentras?

La alemana entrecerró la mirada.

—Creo que eso debería preguntártelo yo —le dijo arqueando una ceja.

Y como si la pregunta hubiera tenido doble sentido de algún tipo, Fluorite enrojeció esquivando la mirada, y eso solo aumentando la confusión de la pelirroja.

—Y-Yo estoy mejor que nunca —la rubia balbuceó con una sonrisa tonta y nerviosa en sus labios.

—Muy bien, quiero que me expliques por favor qué está pasando aquí o pensare que estoy demente —solicitó tomando asiento en la cama.

—Yo también pensaba que me había vuelto loca —susurró la francesa más para sí misma que para su compañera antes de soltar un largo suspiro y dejar caer los hombros—Los Santos Dorados han revido —soltó de pronto la joven mirando fijamente a su amiga con seriedad.

Shea se quedó largo rato en silencio observando a la otra joven a los ojos buscando cualquier cosa que le indicara que no estaba bromeando, pero el vivo recuerdo de Asmita-sama de hace un rato era para tomar en cuenta de que no mentía por muy descabellado que sonara todo.

—¿Todos? —aventuró a preguntar en un tono pausado.

Fluroite asintió lentamente.

—Eso creo, no los he visto a todos, pero hay un gran revuelo en el Santuario —dijo arrugando levemente la nariz—Y dado que cuando vine a verte casi morí de un infarto en el momento en el que entré a tu habitación y me encontré con la gran sorpresa de que Asmita-sama estaba aquí —había ido con la intención de saber el motivo del porque su amiga había lanzado semejante grito hacia un rato, aunque al ver al Santo Dorado de Virgo, ya no tenía ninguna duda al respecto.

Y no era para menos, Degel pudo haber estado muerto por seis meses, pero Asmita fue uno de los primeros en morir y eso acumulaba el tiempo hasta ser poco más de un año de su ausencia.

La pelirroja bajó la mirada ante la mención del Caballero de la sexta Casa aun sin saber cómo tomarse todo ese asunto. Obvio que estaba feliz, confundida, pero feliz... no obstante, había algo muy raro en todo eso.

—Habrá tensión en el aire, ya que como los únicos en volver a la vida fueron los Dorados... —la rubia habló nuevamente dejando la frase inconclusa.

Shea suspiró suavemente.

—Seguramente...

La joven francesa sonrió levemente, posando su mano encima la de su amiga prestando su apoyo incondicionalmente.

—Sé que es difícil de aceptarlo, pero yo aprovechare al máximo esta segunda oportunidad. Y creo firmemente que deberías hacer lo mismo, Shea.

—Oh, eso explica porque estabas tan roja como tus labios y esa mirada soñadora —bromeó la alemana moviendo las cejas sugerentemente al tiempo que sonreía con picardía, queriendo aligerar el ambiente realmente.

Y mientras reía al ver como Fluorite enrojecía hasta la raíz del cabello, sintió como su corazón dio un vuelco ante aquella indirecta antes mencionada por la rubia, porque a pesar que él estaba de vuelta, no significaba que algo iba a cambiar entre ellos. Así que lo que haría era prestar sus servicios como lo había estado haciendo hasta la actualidad, con la única diferencia que ahora podía hacerlo con una verdadera sonrisa en sus labios.

Lo único es que le iba a costar un poco aceptarlo.

Esa misma tarde ella y Fluorite fueron a recorrer las otras Casas Zodiacales, y casi se le saltan las lágrimas al ver a Regulus con una enorme sonrisa exclamando emocionado que por fin podía comunicarse con su padre. Ella y su amiga no dudaron en atrapar en sus brazos al pequeño león entre las dos mortalmente felices que él tuviera una oportunidad de seguir creciendo a pesar que murió a tan temprana edad.

Por otro lado, Manigoldo las saludó metiéndose con ellas, pero en vez de ofenderse solo sonrieron ante el extraño humor del Cangrejo. Posteriormente pasaron por Geminis, y Shea se sorprendió de ver que el que portaba la armadura era aquel solitario hombre de piel morena, que solo la saludo con breve movimiento de cabeza...

Aldebaran fue uno de los más expresivos, tomándolas a ambas en sus brazos para sentar a cada una en sus hombros mientras que ellas chillaban entre sorprendidas y alegres, porque el gran toro sonreía enormemente abrazando esa nueva oportunidad de poder entrenar al futuro portador de la Cloth de Tauro. Lo único inusual que notaron era que el gran Caballero aun poseía las marcas que le habían dejado las quemaduras en su lucha contra Kagaho de Bennu, y este les explicó con una enorme sonrisa gentil que era una cicatriz de batalla y que la llevaría con orgullo.

Cuando fueron en ascenso, notaron que Kardia parecía algo distraído... bueno, aún más de lo normal, pero eso no quiso decir que el Escorpiano exigiera una ración de pie de Manzana a las Vestales. En cambio, Sisyphus fue muy amable sonriéndoles a ambas, aunque al decir verdad Shea se preguntó porque en aquella mirada azulina se notaba un destello de tristeza.

El Cid fue aún más cordial posible, y finalmente, ambas se detuvieron en el Templo de Acuario, donde Degel con un leve saludo hacia la pelirroja tomó la mano de su amada excusándola que le gustaría pasar tiempo con su esposa, y Fluorite simplemente sonrió verdaderamente feliz mientras se despedía de su mejor amiga. Nunca llegaron a subir a donde Piscis, porque Albafika había preferido resguardarse en su Templo, al parecer asimilando lo que había pasado, dado que corrió rápidamente el rumor de que la Diosa Athena siendo tan generosa le había concedido el poder de manipular su veneno a su antojo. Eso quería decir que no correría el riesgo de envenenar a nadie ni siquiera cuando estuviera sangrando, pero primero debía superar el miedo atroz de dañar a las personas...

Definitivamente las buenas noticias corrían por todo el Santuario.

Y justo como se lo había imagino ya había transcurrido una semana y a ella aun le hacía difícil poder acostumbrarse. Aunque ya había aceptado que los Dorados estaban de vuelta eso no quería decir que no se llevara un par de sustos al día.

—Shea.

La nombrada se sobresaltó, resbalándose de las manos la bandeja de plata que había pretendido regresar a la cocina. Ella se encogió ante el sonoro estruendo que retumbó por las paredes de la Casa de Virgo, y luego se giró lentamente con una mueca en sus labios y un ligero rubor de vergüenza adornando sus mejillas, mientras le daba la cara al joven hombre de cabellera rubia.

Asmita suspiró suavemente mientras se acercaba, al tiempo que la joven lo único que le quedaba era recoger del suelo la bandeja junto con su dignidad.

—Aun sigues perturbada —dijo él deteniéndose a su lado.

Shea hizo una ligera mueca con los labios, porque la verdad tenía razón, esa era la tercera bandeja que se le caía en esa semana, sin contar las dos vasijas rotas, y que se había tropezado un par de veces hasta con sus propios pies. Y siempre pasaba cuando el Santo Dorado la llamaba o se lo cruzaba inesperadamente, para ella era como seguir en presencia de un fantasma o algo parecido, había pasado meses sola en aquel silencioso lugar.

—De verdad lo siento, Asmita-sama —se lamentó aun apenada.

—Es comprensible, Shea, no tienes por qué disculparte —le dijo con una leve sonrisa, ya que sabía que era simple cuestión de tiempo para que ella se habituara nuevamente a su presencia. Aun así, sabía que había algo más—Sin embargo, estoy seguro que hay otra cosa que ronda tus pensamientos.

La pelirroja se mordió ligeramente su labio inferior mientras bajaba la mirada a aquel colgante que sostenía una piedra preciosa que anteriormente él nunca había llevado. Admitía que eso la estaba matando de la curiosidad desde hace días, pero no quería atosigarlo con preguntas.

Y para Asmita ella era como un libro abierto fácil de leer.

—Athena depositó nuestras almas en cada piedra correspondiente a nuestros signos cada vez que uno de nosotros moría, y así evitar que Hades retuviera nuestra esencia en el Inframundo —él comenzó explicar brevemente para despegar un poco las dudas de la joven—En el momento de revivir se formó un tipo de vínculo, pero ahora es solo un recordatorio de la nueva vida que se nos fue otorgada —tras la breve explicación tomó la hermosa piedra labrada de Ágata blanca entre sus dedos.

Shea observó hipnotizada esa hermosa joya, queriendo preguntar por qué Athena lo hizo, pero ella como muchos más sabían la respuesta. La joven Diosa tenía el corazón más generoso que jamás había conocido teniendo tan corta edad, y ella velada por la protección de sus Santos y aquellos Dorados que dieron su vida por protegerla a ella y la justicia en el mundo. Imaginaba que eventualmente se percató que la mayoría de ellos morían siendo tan jóvenes y sin la oportunidad de tener una vida normal.

Ahora se la había otorgado, aunque no entendía precisamente como, pero suponía que con el tiempo esas repuestas llegarían a su debido tiempo.

—La Diosa Athena es realmente generosa —ella murmuró con una sonrisa para sí misma, pensando que gracias a la Deidad podía estar al lado del joven hombre sin importan que fueran meramente lazos de amistad que los unía, y ella lo seguiría queriendo en secreto a pesar de todo.

Mentiría si dijera que no anhelaba más, sin embargo, Asmita-sama no parecía preocuparse por esos sentimientos tan confusos y sencillos que ni ella misma podía entender. Contando que él era un monje budista aparte de un importante Caballero, bien podía seguir una vida de celibato y meditación, sin espacio para el amor de una simple joven Vestal que carecía de algún atributo destacable.

Pero si así debía ser las cosas, lo aceptaba.

De repente, una tercera presencia llamó la atención de ambos ya que desde la entrada del Templo se acercaba el Santo Dorado de Geminis.

—Gracias por resolver mis dudas, Asmita-sama. Seguiré con mis obligaciones —dijo Shea haciendo una reverencia mientras se retiraba. Su deber era darle privacidad, sobre todo porque estaba consciente que ambos tenían una sólida amistad.

El rubio solo asintió levemente, dejando que ella continuara con sus tareas.

—Pensé que tendría que ser yo el que tendría que ir a visitarte, Defteros —dijo con una sonrisa después de un momento girándose para encarar a su amigo.

El aclamado demonio de la Isla Kanon hizo honor a su nombre cuando soltó un ligero gruñido, pero que no intimido en lo más mínimo al rubio.

—Sabes que no me gusta socializar. Ya salir del Templo de Geminis es toda una proeza para mí —murmuró este con el casco de la armadura dorada bajo de su brazo.

—Debo decir que te luce la Cloth de Geminis. Pero a riesgo que desate un volcán en el Santuario... me guitaría saber del por qué no siento la presencia de tu hermano por los alrededores —le dijo frunciendo levemente el ceño.

Defteros se limitó a resoplar ligeramente, puesto que la cuestión de su gemelo siempre sería un tema delicado, aun a esas alturas.

—Se fue apenas se percató que estábamos con vida —respondió viendo algún punto indefinido de la Casa de Virgo—Sigue muy afectado. La verdad es que pienso que debe sentirse como todo un bastardo porque Athena le brindo una oportunidad aun con su pasado mancillado a pesar que no fue su culpa.

—Supongo que el viaje le sentara bien. Aspros podría pensar que podrá conseguir la manera de redimir su alma de alguna forma.

El hombre de larga cabellera azulada no dijo nada al respecto, porque sabía que Asmita podía tener razón en eso, solo esperaba febrilmente que Aspros regresara algún día con su alma renovada.

Ellos se quedaron en silencio por un momento, hasta que la nueva presencia de la joven alemana captó la atención de ambos. Shea se apresuró a recoger avergonzada la segunda bandeja que había olvidado antes de retirarse con prisa seguramente para dirigirse a la cocina.

—Gracias por venir a verla —murmuró Asmita con suavidad.

El demonio sonrió levemente dando a relucir sus colmillos.

—Puede que sea bajita, pero aun así no tuvo temor de enfrentarme si la situación lo hubiera ameritado —comentó el Santo de Geminis con aprobación ante el gran espíritu de la chica.

—Así es ella, te hubiera desafiado sin dudar a pesar que estuviera en clara desventaja. No le gusta verse intimidada por nadie —el rubio sonrió ligeramente ante eso.

—Es una joya de muchacha.

—Vale más de lo que ella misma se puede imaginar —pero luego Asmita suspiró ligeramente—Está consciente de que se lo que siente por mí, aun así, no se atreve a decir nada dado que no se valora lo suficiente.

Defteros se giró para observar a su amigo al percibir rápidamente lo que quería decir.

—Sin embargo, la pregunta aquí es... ¿Que sientes tú por ella?

Entonces Asmita se quedó en silencio, ante esa pregunta que ni él mismo podía responder a esas alturas.

—Sé que siempre has sido muy perceptivo con las emociones porque te es difícil sentir y comprender las tuyas propias, pero no debes de pensar que eres un ser vacío, obsérvate como un ser sensible, con tristeza, ira y pasión en tu interior —él se tomó unos segundos en silencio antes de proseguir—No hay nada de malo en eso, Asmita.

—Debo admitir que te volviste un hombre sabio, amigo mío —el rubio murmuró en respuesta con algo de humor. Agradablemente sorprendido de que le expresara esas sabias palabras que él mismo no había escuchado desde hacía muchos años atrás.

El hombre moreno resopló levemente aun sin dejar de sonreír.

—Es justo que por una vez sea yo quien te sermonee, ¿No crees? —Defteros arqueó una ceja hacia su dirección antes de comenzar a retirarse a su propio Templo—Ten en cuenta lo que dije, Asmita. Está de más decir que aproveches el tiempo. No todos los días un dios benevolente devuelve a la vida a sus súbditos —le dijo para después marcharse finalmente.

El Santo Dorado de Virgo caminó suavemente hacia la entrada del Templo, para que el viento suave meciera sus cabellos, percibiendo la maravilla del Santuario a su propia manera. Meditó las palabras antes dichas de su amigo, ya que está claro que un sentimiento estaba muy arraigado a él, y al parecer la única responsable era la joven alemana. Pero le costaba descifrarlo, porque a diferencia de las otras emociones esta la sentía por primera vez y no sabía cómo manejarla.

Para él era muy distinto del amor que Ahimsa había demostrado hacia su madre en el Inframundo, no obstante, podía apreciar que era fuerte y palpable.

Lo único que le quedaba era aprender cómo había hecho siempre que descubría una emoción ajena a él, y solo había una persona que podía enseñarle a instruirse.

Porque si era sincero consigo mismo, no quería a nadie más para realizar aquella labor.

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Dohko de Libra, mejor conocido como el joven tigre, entro con muy buen humor a la sala del Patriarca donde su mejor amigo se encontraba sentado en aquel enorme asiento de piedra. Al decir verdad al lemuriano se le veía algo agotado a pesar que su postura seguía siendo recta, pero a él no podía engañarlo dado lo mucho que lo conocía.

—Eh, Shion —saludó amigablemente apartándose el delgado sombrero de la cabeza.

—Dohko... pensé que ya te habías ido —murmuró el Patriarca genuinamente sorprendido, pensando que su amigo ya estaría en China dado el tiempo que ya había transcurrido.

El joven tigre sonrió ampliamente mientras dejaba el suelo la caja de Pandora donde se resguardaba la Cloth de Libra.

—Ya que Asmita se encuentra en el Santuario, me tome la libertad de ir preparándome adecuadamente para el largo viaje —puesto que no le apetecía dejar Grecia en un momento como ese, primero quería cerciorarse que todo estuviera en orden antes de partir. Y siendo honesto ese momento se estaba acercando más rápido de lo que le gustaría, no deseaba dejar a sus amigos mientras el Santuario aún estaba en el largo proceso de alzarse nuevamente, dado que lo más probable es que no iba a poder regresar—No hay que preocuparse, el rosario no podría estar en mejores manos —agregó al percibir la mirada del joven de ojos rojizos.

Shion dejó escapar un largo suspiro al tiempo que se quitaba el casco dorado.

—Puedes que tengas razón, si ese es el caso no hay porque precipitarse.

—Sobre todo porque hay rumores, no todos están contentos de que solo hayan resucitado los Dorados —Dohko murmuró posando su mano en la caja de oro—Hay muchos guerreros valientes que igual dieron sus vidas en esta guerra.

El lemuriano solo pudo asentir con pesar recordando las palabras de las dos jóvenes mujeres que llegaron de Delfos para cumplir la petición de la Deidad.

—Lamentablemente solo Athena podía ayudar aquellos que tocaran el séptimo sentido antes de morir —dijo un poco afligido ante aquellos que no podían obtener una segunda oportunidad.

Ambos permanecieron en silencio, honrando de alguna manera esas vidas que siempre iban hacer recordadas.

—Bueno, por lo menos ahora con las Casas Zodiacales con sus protectores, el Santuario estará mejor protegido si algo sucede mientras se reconstruye —habló nuevamente Dohko, pero esta vez siendo un poco más optimista con el tema.

—Eso es lo que me deja tranquilo un poco. Realmente no sé qué haríamos si fuéramos atacados en este momento de crisis —murmuró viendo fijamente el casco entre sus manos—Aun así, dejare que cada uno de ellos haga su vida como gusten. Athena no le concedió una nueva vida solo para que sigan únicamente al servicio del Santuario.

El Libriano sonrió ante ese tema.

—Hablando de eso, escuche que Kardia partió recientemente de viaje.

—También Regulus, y me vi en la obligación de restringirles que no podían salir durante el primer mes, ya que no deseaba ningún tipo de incidentes sorpresa —dijo con el ceño levemente fruncido, recordando como Escorpio había partido a México a la más mínima oportunidad, y el pequeño león se dirigió a Irlanda tras haber recibido una importante carta. También había alguien más que se había ido, pero a diferencia de los otros dos, a este le había permitido salir dado su pasado.

Dohko rió mientras volvía a ponerse su sombrero.

—Benevolente, pero estricto. Eres perfecto para el puesto del Patriarca —le dijo aun riendo.

Shion hizo una ligera mueca, pero la leve sonrisa en sus labios delataba que no se había ofendido, más bien, tomó el comentario de buen agrado.

La verdad, todo era duro y extrañaba las sabias enseñanzas de su maestro, pero confiaba plenamente en que con el apoyo de todos el Santuario podrían seguir adelante.

Posteriormente unos tres meses más tarde, ya para a comienzo de Mayo un gran y nuevo rumor se había corrido por el Santuario, pero este estaba muy lejos de ser malo o perjudicial para todos, más bien era algo extraño y difícil de creer para algunas personas, por no decir todas. En ese momento Shea se encontraba en la entrada del Templo de Virgo, intentando mirar las Casas Zodiacales por debajo de esta, pero su vista algo dañada le dificultaba la tarea, dado que ya desde un punto solo podía ver borroso. Se mordió el labio frustrada e indecisa si bajar o no, ya que no quería entrometerse en la vida de los demás Santos Dorados.

Quizás solo fueran habladurías, y solo se estaba dejando llevar por la curiosidad. Sin embargo, aun recordaba demasiado bien como Fluorite se lo había mencionado tan o más sorprendida que ella cuando el rumor llego a sus oídos desde Acuario.

Se obligó a si misma a respirar profundamente para tranquilizarse, porque estaba a punto de ir Templo abajo y averiguarlo por sí misma, pero en vez de eso simplemente lo que haría sería esperar y no ser demasiado imprudente, como siempre Asmita-sama se lo mencionaba.

Asmita...

Un ligero suspiro salió de sus labios mientras tomaba asiento en el primer escalón, contemplando el hermoso paisaje. Al decir verdad, después que revivió habían surgido ciertos momentos que solo hacían crecer su confusión, e incluso a veces quería creer que estaba loca, porque últimamente estaban más cercanos que antes, pasando el tiempo juntos y hasta él mismo le estaba comenzando a enseñar Hindi, unos de los primeros idiomas que él tuvo que aprender en su camino budista. Y siendo honesta disfrutaba mucho esos momentos a pesar que sus nervios saltaban un poco, puesto que eso implicaba tenerlo muy cerca de ella; cuando su mano guiaba la de ella en alguno de los libros en braille para enseñarle a su manera algunas palabras, lo hacía de una manera casi cariñosa... aun no comprendía porque lo hacía, pero muy gustosa ella no lo pensó demasiado y tampoco le pregunto, simplemente se sentía inmensamente feliz por ese gesto tan sencillo.

Entonces unos pequeños pasos llamaron su atención sacándola repentinamente de sus pensamientos.

Una pequeña niña de no más de dos años de edad que sostenía en su mano un peluche con la forma de un cangrejo, venia subiendo las escaleras con bastante energía a pesar que le costaba un poco subir los escalones, más sin embargo, eso no le impedía seguir adelante. Shea parpadeó al ver su expresión de concentración en esa carita tan angelical, y la infante al darse cuenta que no estaba sola, alzó la mirada hacia la pelirroja observándola con unos enormes y grandes ojos azul violeta que le parecieron extrañamente familiares.

¡Ciao! —exclamó la niña con entusiasmo.

La Vestal se puso lentamente de pie cuando ella se le acercó, Shea deducía que el idioma el cual hablaba era italiano y que la estaba saludando si mal no se equivocaba. Pero aun así no podía salir de su estupor, ni cuando la pequeña se aferró a la falda de su vestido blanco.

Sinceramente a Shea se le hablando rápidamente el corazón ante tan tierna criaturita, con ese cabello corto tan negro como el ala de un cuerpo, y de una piel muy clara.

—Hola, pequeña —saludó la alemana con alegría, ya que por el Santuario no se veía demasiado seguido a niños de esa edad, por no decir casi nunca.

¡Rosso! —habló de nuevo en un acento y voz tan adorable como ella misma mientras señalaba el cabello color rojo amapola de la Vestal.

Für die Götter, estaba muriendo de amor.

Entonces los rumores si eran ciertos, y había llegado una pequeña niña al Santuario.

El ruido de varios pasos que subían los escalones insto que la joven alzara la mirada, encontrándose que el Santo Dorado de Piscis estaba subiendo por las Casas Zodiacales tras haber estado en Rodorio y ahora seguramente se dirigía a su propio Templo. El joven hombre de cabellera celeste saludó cordialmente a Shea cuando pasaba por su lado con un leve asentimiento de cabeza, sin embargo, él detuvo sus pasos notando a la infante que aún permanecía pegada a su falda.

Albafika se quedó observando por largo rato a la pequeña mientras ella le devolvía inocentemente la mirada tan curiosa como él.

¡Blu! ¡Blu! —la niña exclamó con una enorme sonrisa señalando esta vez el cabello del Santo.

De pronto Albafika ensanchó los ojos ante la sorpresa.

—Por todos los dioses... —murmuró este aun sin salir de la estupefacción.

Shea frunció levemente el ceño, ya que el Santo Dorado parecía algo perturbado ante la infante. No debía ser la primera vez que estaba en presencia de un niño a pesar que era algo inusual en el Santuario, y sobre todo entre las doce Casas, pero era más como si estuviera viendo a un espíritu.

Pero antes de que alguien más dijera algo, nuevamente se escucharon pasos, pero estos eran más apresurados conforme subía los escalones con el tintineo de otra Cloth anunciando la llegada de otro caballero.

Manigoldo de Cancer parecía estar un poco alterado al mismo tiempo que tenía levemente la respiración algo agitada. Este buscaba frenéticamente con la mirada cada rincón, y sus ojos se detuvieron al divisar a la niña.

Shea se quedó con la boca abierta de la impresión porque esos ojos azul violetas eran idénticos a los de la niña.

—Aquí estas, mocosa —el Santo de Cancer exclamó mientras exhalaba exageradamente—Te desapareces demasiado rápido para tener piernas tan cortas —se quejó el hombre con una mueca en sus labios, para luego levantar a la pequeña de la parte de atrás de del vestidito mientras esta reía.

—Manigoldo... —llamó suavemente Albafika captando la atención del Canceriano como si recién se hubiera dado cuenta de sus presencias—¿Qué hiciste? —la pregunta la formuó pausada y en voz baja.

Ante la interrogante su compañero de armas se llevó una mano atrás de su nuca al tiempo que desviaba la mirada y chasqueaba la lengua.

—Al parecer a una niña —respondió este arrugando la nariz mirando a la chiquilla como si no supiera exactamente qué hacer con... esa cosa.

El Santo Dorado de Piscis solo pudo suspirar y negar suavemente con la cabeza, porque él más que nadie sabía quién era la madre de la criatura, puesto que el parecido estaba allí, y al parecer lo único que sacó de Manigoldo eran sus ojos, aun así, solo eso causaba un mar de interrogantes.

—Sera mejor que me retire a mi Templo —murmuró Albafika frotándose las sienes, antes de dirigirle una mirada significa al otro Dorado—Después iré hablar contigo sobre... tu problema —él agregó arqueando ligeramente una ceja mientras mirada a la niña que no parecía importarle en lo absoluto que su padre la sostuviera de aquella manera tan poco delicada.

El Caballero de Piscis se retiró a su casa pacientemente mientras que Manigoldo suspiraba con vigor.

—Bien, regresemos al templo, chiquilla. Supongo que comes —comentó el hombre de cabello corto sentando a la pequeña en su hombro lo cual parecía hacerla muy feliz—Y ni una palabra sobre esto, enana —le dijo a la pelirroja con una cara de pocos amigos antes de ir bajando las escaleras hacia Cancer.

¡Addio! —exclamó la niña despidiéndose alegremente.

Shea simplemente movió lentamente su mano respondiendo a su despedida, pero su mente se encontraba algo ausente estando de lo más confusa ante la breve conversación de los Caballeros. Y de repente, vio como por encima de la abundante cabellera color ébano de la niña se asomaba un pequeño animal muy parecido a un monito de orejas largas... pestañeó sinceramente con sorpresa pensando si había imaginado cosas.

Verdammt...

¿Qué rayos acababa de pasar?

Continuara...

¡Sorpresa! ¡Sorpresa! Manigoldo tiene una hija x'D

Awww para Shea fue una agradable sorpresa :'3 a pesar del infarto inicial jaja

Y se que que hay muchas dudas referente a la resurrección de los Santos, pero les aseguro que entre los demás fanfics todo se ira resolviendo, puesto que como mencionamos antes todos las historias están entrelazados 7u7

Y atentos con las piedras preciosas de cada uno :3

Pd: Si quieren pasar por nuestra pagina de facebook para que observen la imagen de Shea que hemos subido <3

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Okami Akai

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