Capítulo 4
"Pain and war"
Grecia, Athena.
Octubre, 17 de 1747
Si alguien le pidiera justo en ese momento que expresara cómo se sentía, ya no sabría cómo responder exactamente a esa pregunta. El dolor era la emoción que predominaba todo lo demás aparte de la desolación, pero era como si esas dos hubieran barrido su interior, empujando todo lo demás a un lado. Sin embargo, igualmente intentaba mantenerse firme, porque a él no hubiera querido que el sufrimiento fuera protagonista del resto de su vida de ahora en adelante.
Aunque sería algo bastante difícil de cumplir...
Pasó un trapo húmedo por la superficie de la Cloth Dorada, allí donde la sangre ahora seca manchaba los dedos hasta por debajo del brazo de oro. Sus labios estabas firmemente apretados cuando el nudo en su garganta regreso poderosamente, así que se detuvo por un momento para respirar hondo antes de seguir con su trabajo. Siendo honesta ya no quería derramar más lágrimas, había llorado hasta el cansancio cuando se enteró del sacrificio del Santo Dorado de Virgo; ver solitariamente la armadura sin su dueño en el pedestal después del amanecer, fue demasiado para su pobre corazón... sencillamente no le quedo nada de él, solo aquella sangre que tenía la obligación de limpiar. Y aunque sus manos se movían con demasiada lentitud, sabía que lo hacía adrede porque no quería eliminar la única conexión que tenía con Asmita-sama.
Entonces se quedó repentinamente quieta al escuchar pasos tras de sí, y se giró con la febril esperanza quemando su pecho de que fuera el joven hombre de largos y rubios cabellos, pero sonrió con tristeza al distinguir un ropaje blanco, el típico que usaban las Vestales.
El frondoso cabello naranja cobrizo llamó su atención, y ahora su sonrisa que ya tenía en sus labios fue un poco más genuina y amable.
—Hola, Nerys —ella murmuró separándose un poco de la armadura Dorada.
La joven mujer de ojos violetas la observó durante varios segundos que para ella fue una eternidad, pero antes de que se diera cuenta, su compañera y amiga la estaba abrazando con fuerza. Shea se quedó de piedra, sintiendo como sus delgados brazos rodeaban su menudo cuerpo.
—No tengo palabras para expresar mi pesar, Shea —dijo Nerys con voz suave, mientras apoyaba su mejilla en la coronilla de su cabeza.
—Yo no... entiendo... —y trató de moverse, pero la chica más alta la mantenía prisionera con sus brazos. Ella le hablaba como si supiera los sentimientos que albergaba hacia el Santo de Virgo, sin embargo, eso sencillamente era imposible, las únicas que eran conscientes de eso era Agasha y Fluorite.
—No tienes por qué esconderlo de mí, me di cuenta hace algún tiempo cada vez que pasaba por aquí y veía como lo observabas —le dijo con una ligera sonrisa—Deja salir todo de tu interior, es malo que lo guardes ya que te harás más daño a ti misma —comentó con empatía.
—Pero ya he llorado lo suficiente —contestó, ya que recordaba que su amiga francesa había permanecido con ella hasta que se quedó dormida agotada física y mentalmente ya que no había dormido toda la madrugada con la esperanza de que él regresara. Entonces se había despertado solo un par de horas más tarde con una horrible pesadilla y sintiéndose como si hubiera quedado completamente seca, y con los ojos ojos hinchados de tanto que lloro en el hombro de la rubia.
Nerys se apartó un poco aun sin soltarla para observa su rostro.
—¿Entonces por que tienes lágrimas en los ojos? —preguntó con dulzura.
A Shea le tembló en labio inferior cuando quiso negarse, pero ya era demasiado tarde, porque nuevas y frescas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas empapándolas con rapidez. Entonces la joven mujer de cabello rizado la sostuvo más cerca en su pecho dejándola que llorara todo lo que su atormentado corazón le permitía mientras la alemana rodeaba silenciosamente la cintura de Nerys para aferrarse a ella.
—Puedo ayudarte a limpiar la Cloth de Virgo si lo deseas —sugirió pensando que sería demasiado doloroso para su compañera ocuparse de esa tarea.
Sin embargo, Shea se negó enérgicamente entre los sollozos, incapaz de formular alguna oración puesto que sabía que sería prácticamente balbuceos entre tanto llanto.
Y ahogada por las emociones apretó con algo de fuerza el pequeño trozo de tela donde estaba impregnada de la sangre de Asmita.
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Dos días más tarde ella estaba bajando por los Templos Zodiacales después de estar ocupada en la cocina por muchas horas, ya que como la mayoría de las Vestales que había cumplido el servicio de Athena se habían marchado posteriormente de que anunciaran el inicio de la Guerra Santa, algunas por temor y otras porque simplemente querían regresar con sus familiares, aunque también lamentablemente muchas fallecieron cuando sucedió el ataque directo al Santuario. Si era sincera, le dolían los músculos de los brazos por tanto amasar pan para cumplir con la cuota diaria, pero por lo menos eso la mantenía ocupada y le distraía un poco, aunque en sus pensamientos acudía a cada momento lo solitaria que había quedado la casa de Virgo...
Detuvo sus pasos después de bajar por el Templo de Libra mirando el bonito atardecer, y no pudo hacer otra cosa que suspirar melancólicamente antes de seguir con su camino.
Tenía mucho que limpiar aun, dado que después de que Hades atacara por la madrugada, había dejado destrozos por doquier, y las doce casas aún permanecía en pie, pero no tan intactas como le gustaría.
Frunció ligeramente el ceño cuando escuchó unos fuertes pasos en la sala principal, y se dirigió allí sigilosamente y con suspicacia, pero se sorprendió al encontrar al Santo Dorado de Tauro recién comenzándose a marcharse con su imponente altura, sin embargo, este se detuvo mirándola sobre su hombro.
Ella solo pudo permanecer allí observándolo con genuina sorpresa, porque no fue ningún secreto que el gran toro había sentido una gran desconfianza hacia el caballero de Virgo.
—Oh, con que tú debes ser la única Vestal que trabaja en este Templo —la voz fuerte y firme de Aldebaran resonó por todo la Casa.
—A-Así es, Aldeberan-sama —se apresuró a decir haciendo una pequeña reverencia.
El hombre de largo cabello blanco sonrió y se acercó de nuevo al pedestal donde la armadura de Virgo reposaba, entonces tomó en su mano el pequeño tarro de sake bajo la atenta mirada de la alemana.
—Excelente, entonces los dos podremos brindar por él —dijo mientras se sentaba rudamente en el suelo con las piernas cruzadas al tiempo que alzaba el tarro—Así tendré alguien con quien hablar por un rato —agregó a la espera que ella tomara asiento también.
Shea abrió enormemente los ojos con incredulidad mientras negaba enérgicamente con la cabeza.
—Oh, no, me temo que yo no bebo —respondió nerviosa por rechazar la invitación de un Santo de Oro.
Él solo soltó una fuerte carcajada que la dejo aún más nerviosa y apenada.
—Y yo no debería beber en estos tiempos de guerra, muchacha. Si bien haría falta varios barriles de sake para poder afectarme aunque sea un poco —luego palmeó el suelo a su lado indicándole a la joven que se sentara de una vez por todas—Ven, solo será por un momento —le dijo amablemente, ya que tenía intenciones de ir a ver entrenar a sus discípulos para evaluar como seguían con las practicas.
La pelirroja al quedarse sin opciones, no tuvo otra más remedio que acercarse con algo de cautela al gigantesco hombre que solo la hacía sentirse diminuta. Se sentó a su derecha, aceptando tímidamente e insegura el pequeño platillo blanco con aquel liquido transparente.
—Es increíble que después de todo fuera capaz de crear el rosario que nos salvaría de perder incontables batallas y hasta la mismísima guerra... Que increíble poder debió haber tenido para despertar el octavo sentido —comentó Aldebaran con una ligera sonrisa mientras observaba la Cloth de Virgo en su postura de doncella rezando—Por Asmita de Virgo y su gran sacrificio —levantó la voz mientras alzaba el plato de sake, honrando la vida del antiguo dueño de la armadura que reposaba en el pedestal.
Y Shea lo imitó aunque no con la misma euforia, porque una mezcla de tristeza y dolor volvió atacarla, pero esta vez se permitió sonreír un poco.
Eso hasta que un nuevo sonido llamó la atención de ambos aun con sus manos alzadas. Regulus se había quedado casi completamente congelado con medio paso en el aire, mirándolos con sus grandes ojos azules con sorpresa, y Aldebaran no tardó mucho tiempo en invitarlo a que se sentara con ellos para que se uniera al pequeño brindis, sentándolo a su izquierda dándole también un poco de sake. El joven león parpadeó confundido al ver el líquido sin saber exactamente qué hacer, puesto que la verdad había ido a la Casa de Virgo a rendir respeto a Asmita.
—Que esto quede entre nosotros, pequeño Regulus, o Sisyphus va a matarme cuando despierte—rió dándole una palmada en la espalda, casi causando que el jovencito derrabara el contenido del sake.
Por primera vez desde hacía unos días Shea se sorprendió al encontrarse así misma riendo con suavidad ante la escena. Honestamente se sintió bien por un momento porque no recordaba la última vez que había reído de verdad, había pasado tantos días con angustia e incertidumbre que se le había olvidado cómo hacerlo.
Quién diría que estaría tan a gusto tomando sake con dos Santos Dorados.
Aunque realmente lo peor fue pasar el trago increíblemente fuerte de alcohol, sintió como el líquido le había quemado todo el trayecto hasta el estómago al mismo tiempo que hacia una mueca por el intenso sabor, mientras que el pequeño Regulus tosió varias veces con Aldebaran riéndose con más fuerza ante la inocencia del más chico. Pero no duraron mucho tiempo así, el gran toro se levantó despidiéndose dado que debía ir al coliseo, o mejor dicho de lo que quedaba de el, sin embargo, antes de marcharse posó una enorme mano encima de la cabeza tanto de ella como del pequeño león, y revolvió sus cabellos con una gran sonrisa. Luego Regulus también se despidió amigablemente para subir por las otras Casas para ver a su tío que lamentablemente aún seguía preso del sueño que el Dios del Inframundo lo dejo inmerso, y Shea se sorprendió al verlo irse, ya que a pesar de todo el jovencito no pareció haberse afectado por el sake, cuando ella estaba un poco mareada, y eso que era mayor por cuatro años. Esperaba que fuera la resistencia de ser un Santo de Athena, porque si no debía sentir verdadera vergüenza que él no se hubiera ni inmutado.
Ella observó detrás de sí hacia la Cloth de Virgo, sonriendo levemente mientras observaba el pequeño tarro de sake que había quedado como tributo.
Por eso mismo cuando se enteró que el Santo Dorado de Tauro falleció esa misma noche mientras protegía a Pegaso de dos Espectros, fue a la mañana siguiente a la tumba de piedra a dejarle ella misma un tarro de sake, mientras inclinaba la cabeza con respeto y pesar en su corazón, porque obviamente las muertes no iban a parar ahora.
Fueron transcurriendo los días con bastante tensión aun en el ambiente, el trabajo parecía que nunca iba a terminar, la falta de Vestales realmente les estaba haciendo peso a las pocas que sobrevivieron y que habían decidido quedarse en el Santuario. Apenas y si tenía tiempo de ocuparse del Templo con todo el ajetreo, sobre todo cuando llegó la noticia de que Manigoldo de Cancer y el Patriarca Sage habían fallecido en batalla, pero que hizo una gran diferencia para el rumbo de la guerra. Sinceramente no supo cómo sentirse, si aliviada o sorprendida al escuchar que el Dios de la muerte, Thanatos, había sido apresado en el cofre sagrado que tanto le había costado a su familia. Ahora se daba cuenta de lo importante que era, y eso que aún faltaba el segundo Dios gemelo, pero que esperaba febrilmente que fuera capturado también.
Luego el próximo en perder la vida fue El Cid de Capricornio contras los Dioses del sueño para salvar al Santo de Sagitario. Una honorable y afilada alma que a pesar de su carácter frió y calculador, la ayudó en un momento de pena y tristeza, justo como le había mencionado Fluorite unos días después del sacrificio de Asmita.
Suspiró con cansancio cuando por fin tuvo un pequeño respiro en el momento en que todos los Santos de Athena partieron al castillo de Hades en Italia, sobre todo los Dorados que encabezaban el ejército. Pero en vez de tomarse un merecido descanso pensó que lo mejor sería limpiar todo lo que podía de la Casa de Virgo antes de que la tropa volviera... o lo que quedaran de ellos, pensó rápidamente con amargura.
Además, estar allí le daba cierto sentimiento de tranquilidad, como si la armadura aun portara un poco de la esencia del antiguo guardián del Templo.
Se dirigió a una de las habitaciones donde albergaba una pequeña biblioteca, y cogió un paño limpio para comenzar a sacar cada libro y quitarle el polvo que se fuera acumulando en ellos. Y conforme iba limpiándolos ya casi terminando con la tarea, se percató que el último libro de mediano tamaño de la estaría tenía una cinta de color dividiendo una página en específica. Ella parpadeó curiosa viendo la tapa gruesa de color ocre, este no parecía tener un título solo una hermosa flor de loto en relieve color dorado, entonces lo abrió intrigada encontrándose como se esperaba que todo había sido escrito en braille. Sus dedos pasaron por el papel delicado que tenía unos bonitos diseños dorados en las esquinas, y tocó con gentileza los diminutos puntos que conformaban las palabras que no podía leer ni descifrar.
Posteriormente sus labios se apretaron al momento en que su corazón se encogió dolorosamente en su pecho, porque hace mucho tiempo Asmita-sama pudo haber tocado esas mismas palabras mientras leía aquel lenguaje. Parpadeó para eliminar la humedad de sus ojos, y se fijó en aquella cinta que parecía ser de terciopelo y que curiosamente era de un color rojo vibrante como su cabello y poco a poco se degradaba a un color más claro como el amarillo oscuro, o... ámbar como sus ojos.
Contuvo la respiración, dado que esa era demasiada casualidad, y mientras más veía la cinta su corazón latía con más fuerza. Tragó temblorosamente, apresurándose a salir del Templo para ir rápidamente a la Casa de Acuario, esperanzada que su amiga estuviera tan desocupada como ella misma, puesto que Degel no se encontraba en ese momento en su recinto.
Fluorite casi deja caer al suelo el collar que le había obsequiado el Acuariano y que había estado limpiando y sacándole un poco de brillo en el momento en que la puerta de su habitación fue azotada con fuerza.
—S-Shea —balbuceó aun temblorosa por aquel susto tan imprevisto—¿Sucede algo? —la francesa preguntó algo preocupada por el estado algo alterado en que se encontraba la pelirroja.
La alemana prácticamente estaba jadeando por la semejante carrera que había emprendido desde Virgo, se le había alborotado un poco el cabello y su rostro estaba algo ruborizado. Entonces ella solo se tomó un momento para recuperar el aliento, para luego plantarse en frente de su amiga un poco afectada.
—Fluorite, dime por todos los Dioses que Degel-sama tiene en su biblioteca un libro para aprender a leer braille.
—¿Braille? —honestamente la joven rubia estaba verdaderamente impresionada de que su amiga hubiera recobrado un poco de entusiasmo. Aunque la verdad la estaba asustando un poco al momento que la vio asentir con energía—Uh... creo que sí, ¿por qué?
—N-Necesito aprender a leerlo —tartamudeó apresuradamente.
Los ojos gris perla bajaron hasta el libro de color ocre que Shea tenía sujeto entre en sus manos con fuerza, y estrechó la mirada ante la cinta roja que sobre salía de entre las páginas. Sus rubias cejas se alzaron al reconocerlo casi al instante.
—Oh... ese es la cinta que me pidió Asmita-sama que buscara —dijo sorprendida, luego calló de inmediato al darse cuenta lo que había dicho—Merde...
—¿Qué? —preguntó paralizándose.
Fluroite se ruborizo claramente avergonzada.
—B-Bueno, supuestamente tenía que ser un secreto —dijo con una sonrisa algo nerviosa, pero suspiró profundamente con resignación cuando su amiga estrecho la mirada hacia ella—Pues antes de que la Guerra Santa comenzara me topé con Asmita-sama un día —rememorando ella juraba que casi se sobresaltó del susto cuando pasando por el Templo de Virgo y el Santo Dorado se había acercado a ella con aquel inusual pedido—Como Degel-sama usa muchos separadores de libros cuando va a leer me pregunto si tenía uno que se asemejara a ti —en su momento no se había percatado, pero ahora que lo pensaba mejor entendía porque poseía mucho significado para el Santo fallecido.
Shea parpadeó varias veces sin salir de su estupor.
—Y conseguí uno que me recordó un poco a ti así que se lo entregue —la francesa finalizó muy atenta ante la reacción de la alemana—Lo que no se es porque me pidió que no te dijera nada hasta que lo encontrases por ti misma —murmuró ladeando levemente su cabeza en confusión.
Sin embargo, Shea sabía la respuesta.
Ella bajó la mirada al libro, y pasó su mano suavemente por la cubierta con cariño mientras sonreía con tristeza, Asmita-sama le había dejado eso a ella porque siempre había estado consciente de que iba a morir en aquella guerra.
—¿Shea? —la rubia se alarmó cuando vio que los ojos ámbar de su amiga se anegaban de lágrimas sin derramar.
—Estoy bien —le dijo con una sonrisa forzaba mientras subía la mirada—¿Podrías prestarme ese libro, por favor?
Fluorite asintió suavemente sin saber que decir, ya que su compañera parecía que estaba a punto de llorar, pero al mismo tiempo se le veía conmovida y tranquila, como si hubiera descubierto un tesoro muy valioso. Y la pelirroja no podía culparla de mirarla de aquella manera, ya que la francesa aún era un poco inocente con el tema del amor a pesar que ella y el Acuariano habían formado una relación amorosa muy especial.
Desde entonces la joven pelirroja se dedicó durante esos meses a practicar aquel lenguaje, aunque prácticamente solo podía hacerlo justo antes de dormir, sintiendo al mismo tiempo algo especial puesto que así una calidez le invadía el pecho cada vez que tomaba aquel libro entre sus manos, el mismo que sostuvo Asmita en algún momento.
Y también la ayudaba a distraerse, dada que la situación en el Santuario iba volviéndose algo crítica y desolada cuando otros dos nombres de Santos Dorados se sumó a la lista en el obelisco que habían levantado para honrar a los guerreros...
Degel de Acuario y Kardia de Escorpio.
Consoló a Fluorite todo lo mejor que pudo abrazando a su amiga con fuerza al tiempo que esta lloraba desconsoladamente al perder no solo a su amigo, sino también compañero, amado esposo y prácticamente su alma gemela. Por un momento creyó estar viéndose en un espejo mientras la sostenía entre sus brazos al tiempo que ella sollozaba sus lamentos en su hombro, pero ya se daba cuenta de que no... lo de la francesa y el Acuariano había sido una relación profunda donde habían cruzado cualquier barrera, entregándose mutuamente.
Algo que quiso compartir con Asmita-sama en algún instante, que poco a poco ir degustando aquellos momentos felices.
Y que ahora solo se permitía soñar...
No obstante, unas semanas después ya casi a mitad de año, Shea con el corazón a galope sintió que estaba preparada para leer aquel libro en braille, pero decidió hacerlo sentaba en aquel jardín tan pacifico junto a esa paz que le transmitía la naturaleza. Así que tomó asiento en la hierba justo en la base de uno de los árboles gemelos con emoción burbujeando en su interior ya con el atardecer ocultándose en el horizonte. Habían pasado ya varios meses desde que se dedicó a practicar el lenguaje y estaba realmente ansiosa y expectante.
Cerró los ojos mientras respiraba profundamente tratado de calmar su pulso acelerado, y comenzó abrir el libro muy despacio posando sus dedos con delicadeza encima de aquella hoja justo al lado de la cinta, rozando con la yema de los dedos punto a punto con paciencia. Y mientras conforme lo hacía; no pudo evitar mover temblorosamente los labios al mismo tiempo que leía las palabras en su mente.
El día en que regresemos a este mundo infinidad de veces...
Con nuestros sentidos refinados por las alegrías y las tristezas.
La noche de testigo ante la sinceridad de cada palabra,
y con una sonrisa radiante impregnada de dulzura...
Serán tan solo dos almas vinculándose para siempre.
Cerró repentinamente el libro al terminar, por temor a que fuera a manchar las hojas sus lágrimas que se deslizaban por sus mejillas silenciosamente. Apoyó la cabeza en la corteza del árbol con su rostro en dirección al cielo que había dado paso al anochecer, sus labios se apretaron con fuerza tratando de controlarse, sin embargo, era incapaz de contener algunos sollozos de su corazón adolorido, y abrazó aquel libro apoyando ahora su frente en el mientras sus hombros temblaban ante la fuerza de las emociones que la estaban recorriendo en aquel momento.
Si bien, el poema era corto; había valido el esfuerzo que paso estudiando todos esos meses. Cada palabra había sido como una caricia cálida para su atormentada alma a pesar que se sentía ahogada casi sin poder respirar ante el dolor del recuerdo de su perdida. No le importaba que eso no fuera una declaración de amor de parte del Santo Dorado de Virgo, para su persona significaba el más hermoso regalo que él pudo haberle otorgado sabiendo que no estaría más tiempo con ella. Le había demostrado con esas simples palabras que fue importante para él, ya sea como una amiga o compañera, pero si mucho más que una simple Vestal, y eso la arropaba con alegría y afecto.
Había creído que perderlo después de perder a su familia iba a crear un vacío aún más grande dentro de ella, pero se equivocó y de la mejor manera posible. Logró sonreír a pesar de las lágrimas, porque aquellos sentimientos que siempre iba a estar dentro de ella, le permitirían recordar los buenos momentos y el futuro que le esperaba, aunque aún lo sentía incierto.
Iba ser duro, pero confiaba que podría lograrlo.
Se levantó con lentitud aun con las emociones a flor de piel con aquel libro firmemente abrazado en su pecho para tenerlo más cerca de su corazón todo lo que fuera posible. Entonces se dirigió con una sonrisa melancólica al interior del Templo para depositar el libro en el estante de madera donde correspondía, y acaricio la cubierta con su corazón aun lleno de sentimientos. Lo iría a leer cada vez que sintiera la soledad arrasando su ser...
Con lentitud salió de aquella habitación para encaminarse a la sala principal donde la Cloth de Virgo reposaba como una doncella de Oro, y al llegar, se quedó observándola como tantas veces había hecho. En ese momento pensaba que debería ir a dormir ya que estaba agotada por tantas noches sin descansar correctamente, pero si era sincera consigo misma, podría permanecer en frente de la armadura Dorada sin mediar en el tiempo, puesto que era lo único que le quedaba de él aparte de aquel libro en braille.
Con un profundo suspiro giró sobre sus talones para volver a su habitación e intentar conciliar el sueño, pero se quedó paralizada cuando diviso una sombra que estaba cerca de una de las columnas y que no se había percatado hasta ahora. Abrió ampliamente los ojos al identificarlo como un hombre alto de contextura fuerte de piel morena, con un largo y abundante cabello azul oscuro al igual que sus ojos. Pero lo que más llamaba la atención era su vestimenta o más bien falta de la misma, porque a pesar que tenía los brazos cruzados se podía notar fácilmente que tenía el pecho desnudo con unas vendas alrededor de sus bíceps y muñecas hasta terminar en los nudillos, completando con unos pantalones de cuero y unos zapatos sencillos.
Shea observó con algo de nerviosismo bullendo en su interior aquel colmillo que sobre salía de sus labios, dándole un aspecto salvaje...
Casi demoniaco.
Él tenía una postura relajada mientras se apoyaba en el pilar, su mirada azulina fija en ella siendo bastante intensa y profunda, y su aura era cambiante y peligrosa lo cual insto a la joven que se pusiera en guardia.
—¿Quién es usted? —ella preguntó estrechando la mirada—¿Y qué hace aquí? —tragó hondo pensando algo rápidamente en caso de que la atacara, porque si bien podía defenderse gracias al entrenamiento que ella misma se había sometido en el pasado, sabía que no iba a durar ni un minuto contra ese hombre.
—Con que eres tú... —él murmuró ignorándola por completo.
Esa voz profunda podía infundir fácilmente respeto a pesar que lo dijo en un tono bajo. A pesar que por dentro temblaba se negaba a dejarse intimidar fácilmente, y en vez de huir y notificar al Santuario del intruso lo que hizo fue colocarse en una posición defensiva, lista para actuar sin importarle que estuviera en clara desventaja.
Entonces se sorprendió cuando el hombre después de un momento y al evaluarla lentamente con la mirada, le sonrió ladinamente.
—Veo que estas perfectamente —habló de nuevo mientras se apartaba de la columna—No te preocupes, solo vine a ver como estabas.
Los ojos ámbar de Shea lo examinaron de igual manera como lo hizo con ella, de verdad que se veía imponente.
—¿Quién es usted? —volvió a repetir negándose a bajar la guardia mientras estrechaba la mirada claramente con desconfianza, pareciéndole vagamente familiar.
Pero una vez más él ignoro su pregunta, y a su espalda se abrió un gran círculo que parecía tener al otro lado una dimensión distinta a la suya, entonces ella jadeo con sorpresa.
Acaso era... ¿Another Dimesion?
¿La técnica legendaria que tanto caracterizaba al Santo Dorado de Geminis?
Für die Götter, simplemente no podía ser.
—Solo estoy cumpliendo con una promesa que hice recientemente, muchacha —comentó el hombre de larga cabellera azulada al mismo tiempo que se daba la vuelta para marcharse por aquel portal—Al principio no entendía porque eras tan importante para él —le escuchó decir aun estando de espaldas a ella—Pero ahora lo entiendo perfectamente —entonces la observó sobre su hombro sonriendo levemente con su colmillo, viendo la ferocidad y la confianza reflejado en aquellos ojos ambarinos.
Y sin decir más cruzo el portal, dejando a la joven pelirroja con una expresión de total incredulidad y confusión, seguramente al percatarse de quien era él.
Defteros permaneció un momento más en la otra dimensión, mientras meditaba lo sucedió hacía unos pocos meses atrás cuando había entrenado al nuevo Pegaso, nunca se esperó que Asmita le hiciera esa extraña petición después de atreverse a sermonearle que sería bueno que participara en la Guerra Santa. Suspiró pesadamente, ya había comprobado que la chica estaba bien, ahora podía regresar a la Isla Kanon, no debía de dejar abandonado a Libra tanto tiempo solo en ese estado de inconsciencia.
Total, ya faltaba poco para que ambos se involucraran, y él portara nuevamente la armadura de Geminis.
Para encontrarse nuevamente con su hermano.
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Grecia, Athena – Santuario
Noviembre, 04 de 1748
Tres meses después de la Guerra Santa.
Gold Saints:
Albafika de Piscis – Oct. 13 de 1747.
Asmita de Virgo – Oct. 16 de 1747.
Aldebaran de Tauro – Oct. 19 de 1747.
Manigoldo de Cancer – Feb. 10 de 1748.
El Cid de Capricornio – Feb. 13 de 1748.
Degel de Acuario – May. 23 de 1748.
Kardia de Escorpio – May. 23 de 1748.
Sisyphus de Sagitario – Jun. 20 de 1748.
Defteros de Geminis – Jul. 24 de 1748.
Regulus de Leo – Ago. 06 de 1748.
Aspros de Geminis – Ago. 09 de 1748.
Aquel obelisco que tenía tallado en piedra los nombres de todos aquellos Santos de Athena que dieron su vida valientemente con honor y orgullo, brillaba con los rayos cálidos del sol, destacando así el oro en que fue resaltado los nombres y fecha de los Santos Dorados que habían caído cumpliendo con su deber.
Había transcurrido alrededor de dos meses y medio después de la importante Guerra contra el Dios del Inframundo, donde el Santuario había resultado triunfante a pesar del alto costo que tuvo que pagar; Shion había quedado como el nuevo Patriarca, siendo el único Dorado aparte de Dohko de Libra que habían logrado sobrevivir. El cual tenía una enorme responsabilidad y tarea de restaurar el Santuario que había quedado casi devastado, y con tan pocos Caballeros y Vestales que costaba creer que alguna vez había estado lleno de vida y actividad, porque con el correr de los días las esperanzas de que Athena regresara junto con Tenma ya se habían extinguido hacía mucho tiempo...
Aunque a veces miraban el cielo despejado sin esos ángeles que había representado el temible Lost Canvas esperando que donde quiera que estuviesen siguieran juntos bajo su inquebrantable promesa.
Shion suspiró suavemente con cansancio volviéndose a colocar la bata negra después de acabar de arreglar una de las tantas Cloth que había quedado dañadas después de la batalla. Ahora se dirigía a la sala principal para tomar asiento en la gran silla de piedra, y una vez allí se colocó aquel casco de oro que por tanto tiempo había permanecido al hermano gemelo de su maestro, que llevó la tutela de proteger y velar por la seguridad de cada individuo de esa gran familia de guerreros, discípulos y doncellas que hacían todo funcionar correctamente. Sus ojos rojizos observaron la puerta de madera doble como tantas veces había hecho, con una esperanza que aun seguía muy arraigada en su interior que apareciera algunos de sus antiguos camaradas.
Sonrió con nostalgia mientras sus dedos acariciaban inconscientemente la piedra del trono.
No se sorprendió esta vez cuando la enorme puerta se abrió, para dar paso a una joven que por tanto tiempo había prestado servicio al Santuario, y siendo honesto, la había estado esperando.
—Pope-sama...
El lemuriano observó a la pelirroja que se inclinó ante él con absoluto respecto. Era una de las fieles Vestales que se habían quedado a pesar de la dura época que los azoto.
—Que te trae por aquí, Shea —él preguntó amablemente.
—Quisiera renovar mis votos como Vestal—pidió alzando la mirada.
Shion guardó silencio brevemente mientras miraba esos ojos ámbar que lo observaba con tanta decisión y seguridad, entonces no pudo evitar sonreír para sí mismo.
—No es necesario —murmuró viendo la expresión de sorpresa de la alemana—Puedes permanecer en el Templo de Virgo como Vestal como lo has hecho hasta ahora sin la necesidad de renovarlos.
—Pero... —ella intentó decir algo, pero él la interrumpió con un leve movimiento de su mano.
—Admiro tu lealtad, y el coraje al quedarte en el Santuario en momentos de crisis, al igual que el resto de tus compañeras —esos meses habían sido tan duros que apenas la chica ahora es que se desocupó para presentarse en ese instante. Y hasta había tenido que verse en la necesidad de nombrar a una nueva Vestal Madre, dado que la anterior murió trágicamente en el primer ataque del señor del Inframundo—Deseo que en algún momento quieras marcharte para hacer una nueva vida, y lo hagas sin tener el peso de las leyes que rigen este lugar.
La verdad es que él realmente quería la felicidad de todos ellos, porque de una u otra manera cada uno había sufrido indescriptiblemente.
—Siempre te estaremos infinitamente agradecidos, porque gracias a ti los Dioses Gemelos fueron encerrados —Shion murmuró con gentileza. Inevitablemente una ligera espina melancolía que pincho su corazón al recordar a su maestro Hakurei y la pasión que había demostrado en su última batalla—El Santuario siempre te recibirá con los brazos abiertos.
Shea salió de su estupor para sonreír ampliamente.
—Muchas gracias, Pope-sama. Seguiré haciendo mi trabajo lo mejor que pueda —agradeció inclinando la cabeza.
Él asintió levemente.
—Si esto es todo entonces ya puedes retirarte, Shea.
—Con su permiso...
La pelirroja se dio la vuelta para marcharse con su corazón alegre de saber que podía quedarse todo lo que quisiese. Aunque al decir verdad no le hubiera importado renovar sus votos, ya que no pretendía irse de allí por un muy largo tiempo, se sentía bien estando allí. No obstante, si era sincera consigo misma, deseaba ir Alemania y cumplir con su promesa, pero aun había tantas cosas por hacer en el Santuario que veía aquel largo viaje un poco lejano por los momentos.
Y mientras bajaba los escalones para descender al Templo de Virgo, observó curiosa a su amiga Nerys que iba subiendo, pero esta solo la miró brevemente puesto que era seguida de dos personas. Shea no pudo evitar detenerse repentinamente, mirando fijamente sin darse cuenta a una joven mujer que solo era un par de centímetros más alta que ella, de abundante cabellera larga y oscura. Pero lo que más llamo su atención realmente fueron los inusuales ojos bicolor con unas peculiares mascas rojas debajo de ellos, y también notó que ella parecía estar acompañada de otra mujer, sin embargo, era difícil saberlo porque esta estaba cubierta por un velo tan blanco como sus ropas y que le llegaba hasta la nariz, y ambas caminaban uno al lado de la otra.
Cuando pasaron justo a su lado la mujer que no poseía el velo ella la observó directamente a los ojos, lanzándole una mirada enigmática que Shea no supo cómo interpretar antes de que siguieran por su camino, seguramente para ir a ver al Patriarca.
La alemana parpadeó confundida y muy extrañada de esa visita tan... peculiar.
¿Quiénes eran ellas?
Esa era una pregunta que rondó por su cabeza durante todo una semana, pero después de ese día no las volvió a ver, no supo si se marcharon del Santuario o siquiera en qué momento lo hicieron. Lo que si era cierto era que desde entonces había una atmósfera rara en el ambiente, uno que le ponía los cabellos de punta, hasta intentó tranquilizar sus nervios alterados cabalgando un poco con Hartwig, pero nada de lo que hacía podía calmarla realmente. Algo sumamente fuera de lo normal estaba sucediendo, y después de la terrible Guerra Santa se esperaba lo peor.
Y la cruda realidad le golpeó el rostro en una mañana cuando se quedó allí; paralizada viendo fijamente donde debía estar la armadura de Virgo.
Se había esfumado.
Un grito de verdadero espanto salió de lo más profundo de su ser como si le hubieran arrancado una extremidad del cuerpo.
La Cloth de Virgo había desaparecido.
Continuara...
Bueno, bueno... ¿Ustedes que creen que pasara? 7u7
¿Algo tendrá que ver con esas misteriosas mujeres?
Estoy consciente que la armadura de Virgo no tenia nada de sangre al momento de que Asmita partió al otro mundo, pero quise cambiar y agregar ese detalle para nuestra pobre pelirroja xD Soy algo malvada quizás(?)
También quisiera aclarar que las fechas de muerte de los Santos Dorados no es para nada canon, solo la colocamos así para demostrar una linea de tiempo con que trabajar, pero ciertamente tomamos referencias del mismo manga/anime para hacerlas :3
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Okami Akai
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