Capítulo 2
"Impulse"
Grecia, Athena.
Octubre, 09 de 1745
Dos años antes de la Guerra Santa
Era un bonito día soleado, y Shea bajó animadamente los últimos escalones del Santuario para dirigirse finalmente hacia el pueblo de Rodorio, con ese antiguo camino rodeado de vegetación algunos pocos escombros de columnas y demás. Y claro, solo después de acariciarle la crin a Hartwig durante su visita mañanera.
Normalmente era tedioso para las demás Vestales ir a cumplir los pedidos para llenar nuevamente la despensa, pero a ella le gustaba, porque aparte de hacer un poco de ejercicio bajando y subiendo todas esas escaleras, podía ver de cerca los habitantes de aquel pintoresco pueblo, una perfecta distracción.
Últimamente estaba ansiosa, sobre todo porque en el Templo de Virgo se sentía como más observada de lo usual, pero por más que había mirado sobre su hombro, no había encontrado absolutamente nada sospechoso.
Sin embargo, actualmente después de más de siete meses al servicio de Vestal de aquella casa Zodiacal, su conciencia estaba un poco más tranquila, ya que hace tres meses atrás que finalmente se había presentado debidamente ante el Santo Dorado de Virgo, lo cual le produjo vergüenza infinita con su rostro algo ruborizado y sus ojos fijos en el suelo por haberse tardado tanto. Sin embargo, el Caballero de Oro no pareció molestarle, solo le dedicó una leve inclinación de cabeza antes de seguir con su meditación. Sinceramente su indiferencia la hizo subir y estrechar la mirada hacia él, sin embargo, prefirió retirarse, porque se sentía algo incomoda mirar por tanto tiempo a una persona que carecía de esa habilidad.
Desde entonces todo había marchado con naturalidad, pero, aun así, trataba de molestar lo menos posible al Caballero, así que apenas terminaba sus labores tempano en la casa de Virgo cuando salía directo hacia la cocina, donde las otras Vestales la recibían con los brazos abiertos ya que su ayuda era muy bien recibida, sobre todo porque había cierta demanda de pie de manzana de cierto Santo Dorado de rebelde cabellera azulada.
No pudo evitar sonreír, era su culpa por comenzar a experimentar con las recetas y algunas otras más, y para ese entonces desconocía el amor por las manzanas de aquel Caballero de carácter fogoso.
Y otra cosa que había notado era que recientemente unos dulces crujientes de almendras y naranja un poco similares a las galletas, desaparecían luego de que colocaba el plato en una de las salas principales del Templo. Un lugar donde había decidido ubicarlas para que las demás Vestales de Turno u otro visitante pudiera servirse de los diversos alimentos que disponían. Pero supuso rápidamente que se habían convertido en el nuevo favorito de las chicas.
Entró a la primera tienda del pueblo y compró algunos ingredientes exóticos para sus dulces, y otros más para experimentar con algunas recetas de panecillos aprovechando que tenían que recoger un encargo de hierbas sanadoras.
Saludó alegremente a Agasha cuando pasó por la florería procurando visitarla en su día libre. Luego se acercó a una gran tienda donde vendían diversos artículos, de pinturas, velas y hasta jabones aromáticos y unas que otras hierbas secas que podrían servir en la sanación.
Sus ojos ambarinos observaron con mucho detenimiento las hojas verdes de una, procurando ser lo más cuidadosa posible eligiendo, porque ya le había pasado más de una vez que la Vestal Madre la había mando de vuelta al pueblo con total desaprobación puesto que se había equivocado de planta.
—Hmmm... esta pintura es nueva.
Shea salió de su concentración y miro a su lado a una jovencita de cabellera caoba que se había parado a su lado examinado los frascos de diversas pinturas de colores, más específicamente los tonos de azul. Lo que más le llamó su atención eran los enormes anteojos que la hacían ver adorable a pesar que era un poquito más alta que ella.
—Es bonita, pero me gusta más ese azul —murmuró la pelirroja señalando otro frasco a la vista.
La joven se sobresaltó casi dejando caer el frasco entre sus dedos, como si no esperaba que alguien conversara con ella tan repentinamente.
—Uh... pues creo que tiene razón —dijo tímidamente la chica mirando a Shea por debajo de las pestañas.
Pero antes de que alguna de las dos le alcanzara decir algo más, una fuerte explosión que causo que temblara todo a su alrededor y las hizo tambalear y retroceder ante el susto. Las dos jóvenes saliendo del shock inicial y miraron sorprendidas como del interior de la tienda se comenzaba a divisar llamas.
—Joder —murmuró Shea momentos antes de que un aldeano saliera del local cubierto de pequeñas quemaduras que chamuscaban su ropa.
—¡Que alguien nos ayude! —dijo mirando ansioso por todos lados ante las personas que pasaban por las calles—¡Fuego! ¡Si no se apaga pronto el otro barril de pintura puede estallar! —el hombre gritó desesperado mientras los curiosos se arremolinaban cerca algo temerosos.
—Nuestra tienda se va a quemar si el fuego se extiende... —murmuró con pánico la joven de anteojos para si misma, viendo con horror como las llamas rápidamente se hacían cada vez más grande.
La joven alemana observó como el hombre volvía al interior sin conseguir con éxito alguna ayuda. Gruñó molesta cuando vio que algunos salieron corriendo a buscar agua, pero nadie se atrevía a ingresar al interior del local para socorrer al pobre vendedor.
Y la muchacha a su lado estaba pálida como un fantasma, paralizada de miedo sin saber qué hacer.
Sin tiempo que perder y tampoco sin pensarlo demasiado, Shea arrojó al suelo la cesta donde tenía las compras, y se lanzó al interior escuchando el grito de asombro de la chica a sus espaldas.
La situación no era tan mala cuando entró, pero a medida que se acercaba al centro del incidente el calor comenzó hacerse insoportable, sin contar que el humo empezó a irritar rápidamente su garganta causándole tos. Casi se tropieza más de una vez, el lugar tenía demasiados objetos que podía alimentar las llamas tanto en el suelo como en las paredes, parecía un pequeño laberinto. Pero finalmente logró dar con el vendedor que junto con una señora mayor intentaban desesperadamente apagar el fuego.
—¡Salgan! Ya vienen a buscar agua —exclamó ella mientras tomaba rápidamente del brazo a un pequeño niño que lloraba angustiado a las faldas de la mujer para evitar que se quemara.
—¡Sácalo, por favor! ¡Vamos a retener el fuego lo mejor que podamos mientras tanto! —dijo la mujer preocupada al tiempo que ella misma rompía una maceta y echaba la tierra húmeda a las llamas para tratar de reducirlas.
—¡Rápido! —gritó el hombre vertiendo un saco de arena, el fuego parecía menguar, pero las llamas ya habían comenzado a devorar los cuadros de maderas y las repisas en las paredes, queriéndose extender hacia el resto de la tienda.
Shea apretó los labios mientras jalaba al infante que prácticamente tuvo que ser arrastrado, deteniéndose a medio camino para agarrar del pelaje a un cachorro de la familia que no paraba de ladrar nervioso.
—¡Zoé aún está adentro! —lloriqueó el niño viendo a su mascota y luego a la Vestal con ojos llorosos.
—Scheiße... lo que me faltaba —ella maldijo mientras le daba el gran cachorro al pequeño que apenas pudo sostenerlo en brazos—Termina de salir, yo lo busco —lo empujó sin miramientos hacia la salida.
El chiquillo así lo hizo mientras ella se daba la vuelta, ya algo más atemorizada porque las llamas ya casi que llegaban a la mitad de la tienda.
Cubriéndose la nariz con el brazo, se agachó buscando frenéticamente al otro perro en los rincones donde podría haberse metido, sin embargo, se sorprendió al escuchar un maullido lastimero justo al lado de una caja que se encontraba por debajo de un estante con cristales, botellas y frascos con diversos contenidos. Metió la mano escuchando como el felino le siseaba, pero lo ignoró por completo agarrándolo rudamente de una pata para jalarlo hacia ella velozmente. Las llamas comenzaron a bajar por el estante donde llegaría rápidamente hacia ellos, el animal estaba totalmente aterrado queriendo huir despavorido, pero ella no se lo permitió puesto que no quería que fuera en una dirección equivocada.
Escuchó unos pasos apresurados se acercaron, y vio como varios hombres y jóvenes entraban al local deteniéndose para obsérvala interrogantes cargando con baldes de agua y tierra.
—¡Sigan derecho! ¡Al fondo! —les dijo mientras sostenía el pelaje del gato en la zona del cuello, y con su mano libre sujetó su parte trasera para inmovilizarlo y que no la alcanzara con las filosas garras.
El gato chillaba por lo bajo furioso y aterrado, pero aun así ella no lo soltó. Con dificultad y tosiendo aún más se levantó, queriendo ser rápida porque ya no podía cubrirse la nariz para evitar el humo que ya comenzaba ahogarla.
Pero en el momento que se puso de pie con los ojos húmedos por la irritación que le producía la humarada varios de los cristales sellados comenzaron a estallar bajo el intenso calor que el fuego los estaba sometiendo. Y terminó de cerrar los ojos de golpe cuando un intenso dolor literalmente explotó en ellos, queriendo sacárselos de cuajo. Gritó adolorida cayendo sentada rústicamente contra el suelo sin poder frotarse los ojos porque aún sostenía con firmeza al gato.
Sacudió la cabeza desesperada intentando levantarse de nuevo, pero el ardor era increíble, más el calor que comenzaba hacerse asfixiante, y sus pulmones que ya escocían causándole aún más tos.
Sin previo aviso sintió como una mano grande la tomo del brazo y la levantó con brusquedad jalándola sin demasiada delicadeza seguramente al exterior de la tienda, donde por segunda vez cayó sentada. Apenas consciente de lo que sucedía, soltó al gato que saltó muy lejos de ella para ponerse a salvo a otro lugar.
En seguida se llevó sus manos al rostro donde sintió una agonía en vida intento estrujar sus ojos desesperada, pero maldijo más alto ahogando un grito cuando esto le propino una corriente de dolor mil veces peor.
—¿O-Oye estas bien?
Shea apenas pudo reconocer la voz de la joven de anteojos.
—¡¿Tu qué crees?! —exclamó con hostilidad y sarcasmo, aquella situación estaba dejando a relucir su mal carácter, y no podía controlarse. Tosió nuevamente sintiendo sus manos húmedas, no sabía si de lágrimas o sangre.
Esperaba febrilmente que fuera lágrimas, pensó ella con temor.
—¡Shea!
La voz inconfundible de Agasha se acercó rápidamente, y posteriormente sintió como la chica posaba una mano en su hombro.
—Oh, por todos los dioses, Shea —Agasha se quedó repentinamente muda sin saber que decir al verla en aquel estado seguramente.
—Verdammt, duele... —siseó en su lengua natal, temblando sin poderlo evitar.
Sabía que había una conmoción a su alrededor, escuchaba varias voces que comenzaba a oírse bastante lejanas conforme pasaba los segundos que más parecía una eternidad para ella.
—Bien, el fuego está bajo control. Supongo que ya podemos irnos... una Vestal no debe llamar así la atención, ¿No crees?
Una profunda voz masculina la puso alerta, sonaba con algo de sarcasmo y con humor retorcido con un ligero toque de crueldad. Si hubiera estado intacta, lo hubiera propinado una patada en la cara por idiota impertinente y arrogante que disfrutaba claramente del escenario.
Sin embargo, todo pensamiento fue cortado de raíz cuando sintió como unos fuertes brazos pasaban por debajo de sus rodillas y sostenían su espalda, elevándola del suelo para cargarla sin problemas.
—¿Q-Qué? —intentó preguntar ahogadamente, pero siseo de dolor sintiendo nuevos pinchazos en sus ojos sin querer apartar las manos.
—No te preocupes, Shea, el Santo Dorado de Géminis te llevara segura al Santuario.
El comentario angustiado de Agasha la dejó repentinamente helada.
¿Había dicho Géminis?
¿Era Aspros de Géminis?
—Una verdadera suerte para ti que recién hubiera llegado a Grecia, chica —dijo aquella voz masculina muy cerca de su oído.
Procuró morderse la lengua para evitar hablar, porque realmente quería maldecirlo ya que sus palabras estaban muy lejos de sonar amables. Así que prefirió guardar silencio, dejándose llevar por aquel hombre ya que lastimosamente en esas condiciones no podía hacer nada, más bien, tenía que concentrarse para no perder la conciencia ante el intenso e insoportable dolor.
No supo cuando tiempo paso, el silencio más el entumecimiento poco a poco de sus sentidos la dejaron desorientada. Ya no sentía los labios de tanto que se lo había mordido para evitar soltar llorosos y quejidos lastimeros.
Se sentía en el mismísimo infierno.
—Eres un poco tonta e imprudente, pero te doy puntos por tu resistencia. En mi nuevo mandato necesitare Vestales como tú para que el Santuario se mantenga firme —la forma de expresar sus palabras le pareció extraña, como si hablara en un doble sentido—Te dejo en otras manos, porque ya debo prepararme —lo oyó murmurar más para sí mismo que para ella antes de escuchar otras voces a lo lejos que se acercaron apresuradamente hacia ellos.
Sintió como la acostaban en la cama por lo menos no demasiado brusco esta vez. Y lo último que pudo oír vagamente, fueron pasos y el ligero tintineo de una Cloth alejándose, para que tiempo después una mano cálida se posaba en su cabeza y otras más delicadas apartaban con gentileza sus propias manos lentamente de su rostro a pesar que intentó poner algo de resistencia, pero ya estaba débil, así que poco a poco desistió agotada ya demasiado adolorida.
Después de eso finalmente perdió la conciencia por completo.
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Movió la cabeza ligeramente mientras comenzaba a despertar de un largo sueño, sin embargo, ese solo movimiento le hizo fruncir el ceño al sentir pequeños pinchazos en sus ojos. Intentó abrirlos, pero solo el mero esfuerzo era como clavar dagas en ellos. Soltó un gemido mientras se llevaba los dedos al rostro por puro impulso, y se encontró con la suave textura de una tela que los cubría.
Entonces quedó con la respiración atorada en la garganta, y se sentó de golpe en lo que suponía que era su cama, con el pulso acelerado y retumbado en sus oídos.
¿Acaso ella...?
—Shea, no te asustes. Estoy aquí contigo.
Ella giró su rostro en la dirección donde había escuchado la voz amable y femenina.
—¿Fluorite? —murmuró con suavidad sintiendo como esta posaba su mano en su brazo para que supiera que estaba justo al lado de la cama.
—No vayas a intentar parpadear o mover los ojos, o será muy doloroso para ti —habló nuevamente la rubia.
—Ja, lo he notado... —se mordió ligeramente el labio inferior aun algo confundida, recordaba el accidente y que fue llevada al Santuario por el caballero de Geminis, pero el resto era bastante confuso—¿Que sucedió con la tienda en el pueblo? —preguntó preocupada de que los daños hubieran sido demasiado graves.
—La pareja estaba un poco chamuscada con algunas quemaduras leves, pero estaban sanos. El hijo junto con sus mascotas estaba ileso gracias a ti —aseguró con una gran sonrisa viendo como Shea suspiraba aliviada—Al parecer el vendedor estaba experimentando demasiado con un nuevo componente del glicerol en las pinturas para hacerlas más duraderas y brillantes, pero el intenso calor y los rayos del sol tocaron unas hierbas que se estaban secando en la parte de atrás y eso fue lo que causo el incendio inicialmente, luego se propago adentro y finalmente llego al barril de pintura, lo que produjo la explosión.
La alemana no pudo evitar fruncir los labios.
—Vaya explicación, Fluorite. Como se nota que pasas mucho tiempo con el Santo de Acuario —dijo bromeando un poco.
—¡Shea! —balbuceó con reproche algo escandalizada.
Rió muy suavemente, porque no tuvo que verla para saber que la joven francesa se había ruborizado ante esa inocente indirecta.
Pero pronto la sonrisa murió lentamente cuando otra pregunta burbujeó en su mente con verdadero temor, puesto que no estaba muy segura de querer saber la respuesta.
—¿Y qué dijeron sobre mi estado? —ella apretó inconscientemente las sabanas en su regazo entre sus dedos.
—¿El curandero dices? —Fluorite pestañeó viendo a su amiga en esas condiciones, Shea se veía bastante perturbada y algo alterada—Pues la verdad fue difícil que te examinaran. Cuando baje del Templo de Degel-sama había varias Vestales que intentaban sujetarte —dijo sonriendo, inclusive con la baja estatura de la pelirroja y el hecho de estar desmayada no impedía que aun luchara en sueños—Tenias diminutos fragmentos de cristales en los ojos que arañaron tus corneas, pero gracias a los dioses que tus ojos estaban algo húmedos por el humo y eso impidió aún más daño. Pero me temo que tienes que estarás así por mínimo tres o cuatro días sin abrirlos para que sanen, por eso la venda —finalizó con un poco de pesar.
El alivio que ahora sentía de verdad que no era nada normal, y dejó escapar todo el aire que había estado reteniendo en sus pulmones sin darse cuenta. Para ser sincera había pensado que perdería la vista.
—Y al final no cause muchos problemas... ¿O sí?
—Oh, pues Asmita-sama tuvo que intervenir, él te sostuvo mientras el sanador te evaluaba.
¡Für die Götter!
Se hubiera palmeado la frente con fuerza si esa acción no le produciría probablemente un dolor agudo.
Sentía su rostro tonarse caliente, había importunado a muchos, pero sobre todo al Santo de Oro que juró no molestarlo con su sola presencia. Se volvió a recostar en la cama deseando que nada de eso le hubiera pasado, pero si era honesta consigo misma, no se arrepentía haber auxiliado a esos buenos aldeanos. Le daba temor imaginar que le hubiera sucedido al hijo de la pareja si no lo hubiera apartado de la falda de su madre...
—Y, por cierto, el vendedor muy agradecido por tu ayuda mando varias hierbas para hacer té medicinal para la sanación, y unas hojas para humedecerlas y ponerlas sobre tus ojos para ayudar con el dolor—comentó la rubia sin notar la pequeña desdicha interna de su amiga.
Ese gesto la instó a sonreír nuevamente, olvidando por momento su dilema. Sin embargo, casi enseguida arrugó la nariz al darse cuenta de un detalle que era mucho más importante que eso.
—La Vestal Madre va a degollarme viva —gimió temerosa llevando las manos a su rostro mortificada.
—No creo que eso pase, quizás te llame la atención cuando finalmente te recuperes, pero eres una Vestal muy buena como para castigarte. Además, que lo hiciste puramente en una buena acción hacia personas desafortunadas —Fluorite intentó consolar, palmeando ligeramente el hombro de la pelirroja.
—Eso esperemos... —murmuró ella no demasiado segura. Si no la echaban primero, podrían brindarle un castigo severo por haber interrumpido los quehaceres de las otras Vestales y además de un Caballero Dorado.
Definitivamente estaba en problemas.
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Un día más tarde después del incidente, Shea estaba más aburrida que una ostra.
Ya no sabía qué hacer, realmente agradeció la visita de Nerys y hasta de la misma Agasha que le dejoó unas cuantas flores a un lado de la cama para que el dulce aroma la calmara, y que desgraciadamente no estaba surtiendo demasiado efecto en ella. También Fluorite fue un par de veces más después de cumplir con sus obligaciones para echarle una mano con las tareas más sencillas como; cambiarse correctamente o siquiera ir al baño. Y alguna que otra Vestal que estaban fijas en la cocina también fueron ayudarla en lo que podían, diciéndole que tenía que recuperarse pronto para que fuera hacer ricos manjares. Pero aparte de esas pocas personas no había nadie más, porque tristemente todas tenían sus propias ocupaciones.
En el Templo de Virgo solo permanecía ella como Vestal, había otra muchacha, pero esta era de turno y solo iba a echar una mano con la casa Zodiacal antes de retirarse rápidamente. Y que ella supiera ese Templo no era el único, ya que dependía del Santo de Oro elegir si deseaba o no tener Vestales, y cuántas de ellas. Por ejemplo; la casa de Piscis permanecía solitaria porque así Albafika lo había solicitado, siempre por temor a dañar a los demás con su veneno, solo dejaba que una Vestal de turno hiciera las tareas más sencillas antes de marcharse apresuradamente. Pero por lo general cada Casa Zodiacal poseía dos Vestales fijas y una de turno a excepción de unos particulares, como lo era Cancer y Escorpio, que nadie quería quedarse más tiempo de lo debido por el desorden que causabas sus guardianes.
Por lo menos la breve visita de sus amigas la había animado un poco, pero esa gratificante sensación no duro mucho tiempo porque repentinamente un silencio se estableció por todo el Santuario. A la distancia logró escuchar las voces algo alteradas seguramente unas de sus compañeras o inclusive de unos caballeros con sus armaduras que resonaban por todo el Templo, para luego pasar al silencio nuevamente, y que por supuesto la dejaron muy pensativa e interesada.
Y unas cuantas horas transcurrieron sin que se escuchara un mísero ruido, algo que realmente la estaba desesperando. El ambiente se había vuelto repentinamente pesado desde entonces, algo lúgubre que la hacía sentirse ansiosa, queriendo realmente saber qué diablos estaba pasando. Sinceramente estaba a punto de arrancarse la venda de los ojos e intentar abrirlos, pero aun sin hacer esa acción ya le dolían lo suficiente como para reconsiderarlo siquiera intentarlo.
Trató pensar en algo para distraerse, pero lo único que llego a su cabeza fue la imagen de la Vestal Madre con sus ojos castaños brillando con desaprobación antes de imponerle un severo sermón y castigo. Lo que causó que su humor se hundiera un poco más honestamente en vez de mejorar.
Entonces otra hora más paso, y finalmente la impaciencia pudo con ella. Apartó las sabanas con un pesado suspiro sentándose en el borde de la cama, donde sus pies descalzos tocaron el frió mármol que le produjo un leve escalofrió; y más decidida que nunca se levantó para tratar de averiguar qué rayos sucedía. Y si tenía suerte, lograría conseguir alguna Vestal que estuviera de paso que podría decirle que sucedía.
Porque no era estúpida, algo realmente malo pasaba en el Santuario.
Además, que comenzaba a tener algo de hambre. Necesitaba probarse a sí misma que no era una completa inútil y podría conseguir algo de comer en la bandeja que usualmente ella y otras chicas de turnos colocaban cerca de la sala principal. Y siendo honesta no deseaba depender de nadie a esa magnitud, y menos representar una molestia. Bueno, tampoco era como si esperaría que alguna se apiadaría realmente de ella como para ayudarla a cada momento. Pues de ahora en adelante tenía que arreglárselas sola, además que era su responsabilidad por haber actuado tan impulsivamente como ya le habían dicho en más de una ocasión.
Cuando empezó a dar los primeros pasos, ya no estaba muy segura de su capacidad para cumplir su meta... tenía las manos siempre al frente y en alto, tanteando el aire por si una pared se interponía en su camino, y daba pasos muy cortos por temor a que se tropezara con algo en el suelo y lastimarse así los dedos de sus pies. Bien, eso podría resolverse fácilmente con las sandalias, pero extrañamente así se sentía un poquito más segura y firme.
Lo primero que tocaron sus manos, fue el marco de la puerta de su habitación, y un poco más aliviada de que por lo menos eso pudo conseguir, tanteó la madera hasta toparse con el picaporte, girándola para finalmente abrirla. Sin embargo, una vez abierta, no pudo evitar quedarse allí de pie más insegura a cada segundo que pasaba, porque a partir de ahí tenía que guiarse por su instinto y del mapa que había hecho en su cabeza del Templo.
Tomó fuerzas con una profunda respiración y comenzó a caminar de nuevo guiándose por el muro, sin despegar las manos de las piedras de la única guía que tenía. Muy bien, ella suponía que ya estaba cerca de la mesa hecha de madera gruesa y que estaba pegada a una pared, lo único que tenía que hacer era seguir diagonalmente hasta dar con ella. Y una vez el estómago saciado, buscaría a alguien para que le explicara.
Dio unos pasos primero con seguridad, pero al no toparse con nada comenzó a ponerse nerviosa. Giró un poco para probar si se había equivocado de dirección, pero nuevamente nada, solo dio con una columna, y que afortunadamente no se dio de bruces golpeándose seguramente la nariz.
Se quedó nuevamente quieta mientras tragaba grueso, creyendo que había ido a parar a la sala principal del Templo. Giró esta vez sobre sus talones tratando de recordar desesperadamente donde se encontraba la pared que se había estado apoyando en primer lugar.
Verdammt, estaba perdida.
Bien, no iba a entrar en pánico ahora, podría resolver el problema en que ella sola se había metido.
Eventualmente...
Apretó los labios frustrada, puesto que ni siquiera podía escuchar absolutamente ningún ruido que pudiera guiarla de alguna manera. Lo único que le quedaba hacer por los momentos era seguir intentando hasta dar nuevamente con su habitación, y resignarse a esperar a alguien que pudiera ayudarla nuevamente, lo que más probablemente sería alguna de sus amigas.
Que horrible era sentirse tan inútil y estar inmensa en esa oscuridad.
Sus manos volvieron a toparse con otra columna, sin embargo, frunció el ceño tanteando con la yema de sus dedos la superficie, preguntándose porque parecía estar cálida al contacto cuando normalmente estaban frías, sin vida. Con curiosidad subió aún más sus manos, encontrando varios pequeños diseños en relieve.
Espera un momento... eso no ero era un pilar.
Con verdadera intriga palpó sin reservas, percibiendo un leve movimiento debajo de sus manos, pero se olvidó completamente de ello cuando se dio cuenta tardíamente que sus manos comenzaron a tocar algo realmente suave, como si fuera...
Piel.
Se quedó estática con el corazón comenzando a latir apresuradamente en su pecho, pensando si estaba alucinando cosas, y que finalmente tanto tiempo sin la capacidad de ver la habían vuelto loca. Así que para cerciorarse movió más ligeramente sus dedos únicamente de su mano derecha sintiendo esa superficie tersa y tibia que le produjo un ligero cosquilleo en la yema de los dedos, deslizándolos apenas hacia abajo.
Se sentía como si fuera... ¿Una barbilla?
—¿Has encontrado lo que buscabas?
—¡Scheiße!
Shea apartó de un tirón sus manos como si se hubiera quemado, y con el pulso frenéticamente acelerado en sus venas, no solo por la voz masculina demasiada cerca de ella, sino, también al hecho que podía sentir un aliento cálido rozar la coronilla de su cabeza.
Oh, por todos los dioses.
¿Eso que había tocado al principio había sido una armadura?
Un único nombre acudió rápidamente a su mente que estaba a punto de echar humo y colapsar, rezando internamente para estar equivocada.
—¿A-Asmita-sama? —preguntó con dificultad ya empezando a retroceder lentamente.
—Me parece que ciertamente ese es mi nombre —murmuró suavemente causándole un enorme escalofrió que escalo velozmente por su columna vertebral.
Eso fue suficiente para la pobre de Shea.
—¡Yo l-lo siento! —titubeó inclinándose en una reverencia torpe ya con las manos heladas y el rostro tan rojo de la vergüenza que no se extrañaría que se le hubiera derretido—¡Me retirare de inmediato...! —ella balbuceó apresuradamente girando sobre sus talones más nerviosa que nunca queriendo desaparecer lo antes posible.
Sin embargo, sin previo aviso se dio de bruces con lo que había rápidamente supuesto que ahora si era una columna.
Soltó un sonoro quejido llevando sus manos a su nariz ante el impacto, retrocediendo algo aturdida maldiciendo su estupidez. Un momento después sintió que una mano sostenía la parte baja de su espalda con delicadeza para ayudarla a mantener el equilibrio.
—Vas a derribar todos los pilares del Templo de Virgo con tu rostro si sigues así.
¿Estaba imaginando cosas o en su tono de voz podía percibir un toque ligero de humor?
Shea se preguntaba si alguna vez la vergüenza terminaría para ella, pensó aun algo desorientada. Primero se había enterado que el Caballero Dorado tuvo que intervenir anteriormente calmándola para que el curandero la examinara, y ahora no solo le había toqueteado descaradamente la armadura, sino también su rostro al parecer.
—Vamos, te llevare a un buen lugar.
La pelirroja se apartó las manos del rostro con intriga olvidando en un segundo plano su eterna vergüenza y dolor, dejándose guiar por el Santo de Oro con su mano ligeramente posada aun en su espalda, estaba demasiado asombrada como para hablar.
Trató de verdad confiar plenamente en él para que la guiara, y aun así, sus nervios podían más que ella, dado que sus pasos estaban muy lejos de ser seguros. Ya se había tropezado demasiadas veces como para agarrarle algo de miedo, pero, aunque estaba caminando más lento y que muy probablemente el Santo de Oro debía de seguir su ritmo lento, Asmita no comentó absolutamente nada al respecto, demostrando así mucha paciencia hacia una joven que prácticamente era una desconocida para él, ya que en todo ese tiempo no habían interactuado demasiado.
Por no decir casi nada.
—Detente aquí —lo escuchó murmurar aun detrás de ella.
Shea obedeció quedándose petrificada sin querer mover ni un musculo. Pensaba que quizás estaba exagerando demasiado, pero estaba tan intrigada y temerosa con todo eso que no le quedaba de otra que obedecer ciegamente... muy literalmente.
Pudo oír como él se movía y pasaba caminando por su lado izquierdo, sintiendo muchos escalofríos cuando su sedoso y largo cabello le rozó el brazo al igual que la capa. Apretó los labios ante el sonido del tintineo de la armadura que se dejó escuchar segundos después. No pudo evitar mover los dedos de los pies algo ansiosa, recordando justo en ese instante que estaba descalza y ante el Caballero de Oro.
Lo sabía, su vergüenza nunca iba a parar.
De pronto volvió a oír ligeramente un movimiento de la Cloth Dorada.
—Extendí mi mano en frente de ti, debes tomarla sin titubear. Pero ten presente que delante de tus pies hay un par de escalones, que debes subir el primero sola y tomar mi mano para pasar el segundo —Shea ya iba hacer lo que le pidió, pero la clara voz de Asmita la detuvo al instante—No obstante, esta tarea que crees meramente sencilla antes de que perdieras tu vista, ahora se ha convertido en todo un desafío. Por eso debes de intentar percibir muy bien tu entorno en tu mente antes de siquiera comenzar hacer la acción para que la hagas sin vacilaciones como lo has estado haciendo todo este tiempo.
—Uh... v-vale.
Ella tragó hondo antes sus palabras, quizás tenía razón, porque a pesar que sabía que el Santo estaba delante de ella por el sonido de su voz no tenía la menor idea de a qué distancia se encontraba exactamente. Un poco desconfiada probó moviendo un poco su pie hacia delante con lentitud, sus dedos chocaron casi inmediatamente con un pequeño muro que seguramente era el primer peldaño que se había estado refiriendo él.
—No estás dudando de mis palabras, sino de ti misma por no ser capaz de saber exactamente del lugar de donde estas parada.
Casi se sobresaltaba nuevamente, no había esperado para nada que la hubiera pillado haciendo eso.
¿Cómo diablos sabía lo que hizo, si precisamente él no podía ver?
Respiró hondo alejando esa pregunta demasiado complicada para más tarde, ya Asmita estaba esperando por ella, haciéndole perder su valioso tiempo seguramente, y por eso no debía de tardar más de lo debido.
—Empieza a usar más tus otros sentidos.
Era más fácil decirlo que hacerlo, pero aun así no se atrevió a objetarle nada. Solo se quedó lo más quieta que pudo, relajando sus músculos tensos y regulando mejor su respiración para percibir aún más aquellos minúsculos sonidos que se le estaban escapando. Posteriormente entreabrió los labios al sentir la ligera briza a su izquierda que acariciaba muy superficialmente sus ropas, luego el suave susurro de la tela de su capa cuando se rosaba entre sí. Entonces dibujó en su cabeza más o menos la longitud del escalón antes de que empezara el segundo, y más la voz del caballero pudo deducir donde estaba cada objeto, incluyéndolo a él.
Alzó levemente su mano izquierda al mismo tiempo que movía sus pies donde sus dedos descalzos tocaron la superficie más elevada del primer peldaño dándole el impulso necesario para que con más seguridad posara su mano donde debería estar la de él. Su corazón dio un poderoso vuelco en el momento que la yema de los dedos rozó ligeramente los suyos cubiertos a partir de los nudillos por la Cloth hasta llegar a su palma. Luego sintió que Asmita-sama cerraba ligeramente sus dedos encima de su mano para sujetarla mientras ella agarraba un poco más de confianza y así elevar el segundo pie hasta el último escalón sin que chocara contra el leve muro de este.
—Muy bien —susurró Asmita complacido, aprobando su pequeña prueba.
Quedó silenciosamente quieta al darse cuenta que todo eso lo hizo sin el temor de que fallara sus cálculos. Sonrió saboreando su victoria, por más insignificante que fuera para otras personas seguramente.
—Ahora... —el Santo de Virgo retrocedió unos pasos incitándola a seguirle—Toma asiento a mi izquierda.
—¿Disculpe? —ella estaba atónita en el momento en que el joven hombre soltó su mano.
Sin embargo, él no dijo nada más, solo sintió y oyó el sonido de la armadura al moverse suponiendo que se había sentado en su típica posición de loto. Se mordió levemente el labio inferior dudosa, pero sabía que no tenía otra opción más que obedecer, de todas formas, no era como si pudiera darse la vuelta y marcharse a su habitación con su dignidad intacta en el proceso...
Con un profundo suspiro se sentó en el frió suelo, acomodando rápidamente su falda para cubriera bien sus piernas, imitando la postura que seguramente tenía el Santo de Virgo, y rezando internamente para que hubiera acertado en sentarse del lado correcto. No soportaría más vergüenza en equivocarse de dirección, ya era demasiado como para varias semanas.
—Uh... ¿Voy a meditar con usted? —se aventuró a preguntar un tanto nerviosa.
—Así es —le escuchó murmurar—Desafortunadamente no me sirve una Vestal que se tropieza con todo a su paso.
Shea agachó la cabeza sonrojándose furiosamente ante la honestidad tan brutal del Santo Dorado.
—Debes aprender a guiarte con tus otros sentidos como ya te lo había mencionado. Comenzar a percibir el mundo de una manera diferente, dejar que el cambio mínimo de temperatura al igual que el más pequeño atisbo de briza te ayude. Sé que este último te hizo comprender un poco más con lo que lograste hace un momento —la pelirroja le dio la razón una vez más, asombrada de que se hubiera percatado de eso—Piensa un poco, si el leve viento vino por tu izquierda, ¿Eso no indicaría que la entrada del Templo estaría en esa dirección y a una gran distancia por lo débil de la brisa?
Mientras lo escuchaba hablar y analizaba sus palabras se daba cuenta de que estaba en lo cierto. Debió de quedarse sin el sentido de la vista desde hace mucho tiempo para tener esa enorme perspectiva.
—No espero que puedas guiarte por la casa de Virgo en un día, pero podrías practicar seguido para que sepas desenvolverte tu sola sin depender de los demás —volvió hablar Asmita con voz tranquila—Sobre todo porque a pesar que podrás quitarte la venda en unos tres días, no lograrás ver tan claramente como desearías hacerlo.
Shea alzó ambas cejas impresionada una vez más. Sabía que él la había ayudado cuando el curandero la examino, sin embargo, no se esperó que se hubiera quedado a escuchar el veredicto final. Aunque esperaba febrilmente que no mencionara nada del incidente, puesto que no sabría cómo responderle sin sonar tan tonta.
—Eres muy imprudente e impulsiva —espetó Asmita lo que hizo suspirar con resignación a la joven—Aunque gracias a esa imprudencia pudiste dar el primer paso para no quedarte sola en tu habitación esperando que un alma caritativa te ayudara.
La alemana se frotó ligeramente las mejillas aun sonrojadas, porque sus palabras no hacían más que atacarla, aunque era por su bien.
La verdad no sabía si sentirse ofendida o alagada realmente.
—Yo salí por otra razón diferente —murmuró por lo bajo tomando la decisión de ser sincera, porque tarde o temprano él se daría cuenta... y con su suerte seguramente sería más temprano que tarde.
—Has presentido el ambiente cargado del Santuario, ¿No es así?
—Pues si —ella respondió pausadamente —Y admito que la curiosidad me venció, pero era más el sentimiento de que algo realmente malo pasaba que me impulso a levantarme y averiguar por mí misma que sucedía —agregó claramente apenada.
—Naturalmente.
Asmita le dio la razón, para después quedarse en silencio por un largo periodo de tiempo, tanto, que Shea pensó que no volvería hablar, y sintiendo también como si el aire se hubiera cargado de tensión.
—Hay una razón para la conmoción —dijo con más seriedad haciendo estremecer a la chica porque era la primera vez que escuchaba ese tono en su voz normalmente serena—El Santo Dorado de Geminis ha fallecido.
Shea jadeó levantando su rostro en su dirección impactada por la noticia.
¿Aspros de Geminis estaba muerto?
—Pero si recientemente llego a Grecia de una misión ¿no? —murmuró atónita, negándose a creer que el caballero con que se había topado hace un día ya no se encontrara en ese mundo.
—Cometió alta traición hacia el Pope, y caí en la necesidad y el deber de intervenir.
Después de esas palabras un silencio se estableció entre ellos, Shea no sabía cómo asimilar la noticia, comprendiendo al instante porque el Templo de Virgo había permanecido tantas horas en silencio. Y al parecer, por los momentos Asmita-sama no veía necesario explicarle todo lo sucedido, sobre todo porque sabía que podría perturbarla, y en sus condiciones no sería lo más sabio.
Antes de que se diera cuenta ya el Caballero Dorado la ayudó a guiarse a su habitación, puesto que aparentemente ya había anochecido, y dado que esa era otra de las ventajas de no ver porque se sentía totalmente perdida del horario. Él simplemente se marchó sin mencionar nada más, Shea solo pudo saberlo cuando escuchó la puerta cerrarse.
Y unos minutos después de estar sola se percató de un rico aroma que inundaba la estancia, y casi se le hizo agua a la boca.
Al parecer una comida misteriosa había aparecido en la mesita de noche al lado de su cama. Apostaba que había sido su amiga francesa que se lo dejo mientras que ella había estado con el Santo de Virgo. Solo esperaba que no hubiera presenciado su bochornoso encuentro...
Tanteó nuevamente el borde del plato ya sentada en la cama para llevarse a los labios un delicioso trozo de pan e higo que casi se deshacía en la boca, bendita sea Fluorite, pensó ella agradeciéndole infinitamente a su compañera. Cuando había estado con Asmita-sama se le había olvidado el hecho que se había estado muriendo de hambre todo ese tiempo simplemente producto de los nervios.
Pero mientras tragaba suavemente la comida no pudo evitar pensar en la muerte de uno de los Caballeros Dorados, aun le costaba trabajo creerlo y no dejaba de pensar cómo sucedieron las cosas.
Con un profundo suspiro no le quedó de otra que terminar sus alimentos y acostarse a dormir con la cabeza llena de ideas por todo lo transcurrido ese día, no pensaba que el joven de cabellera rubia la hubiera ayudado de aquella manera a pesar que su contacto desde que había llegado al Templo había sido lo mínimo. Solo esperaba no molestarlo más de ahora en adelante con sus torpezas, aun le quedaba dos o tres días más inmersa en la oscuridad.
Y como había dicho él, tenía que confiar más en sí misma y en sus sentidos.
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Se movió medio dormida aun negándose a despertar, queriendo volver a entrar en un sueño más profundo, ya que rara vez conseguía llegar a ese punto por la culpa de las pesadillas. Sin embargo, algo movía su brazo con suavidad y con algo de insistencia a la vez. Volvió arrimarse a la dirección contraria, pegándose aún más a la pared para suspirar y seguir durmiendo.
No obstante, estando ahora un poco más alerta no podía quitarse una extraña sensación de encima.
—No pensé que las mañanas serían tan difícil para una Vestal tan enérgica.
Shea hubiera abierto los ojos de par en par si tan solo eso no le causara un gran dolor, simplemente se quedó de piedra tratando de auto convencerse de que la voz baja y serena que había escuchado casi a su lado era producto de su imaginación, o quizás simplemente estaba soñando aún.
Pero un nuevo toque en su hombro la hicieron saltar de la cama con la espalda pegada a la pared del susto.
—A-Asmita-sama —balbuceó, porque obviamente no había otra persona masculina en aquel Templo que entrara de esa manera a su habitación—¿Q-Que hace aquí? —aferró las sabanas casi hasta la barbilla repentinamente nerviosa y desconcertada.
—Espere por ti afuera para continuar con la dominación de tus otros sentidos, pero como te negabas a levantarte a pesar que ya es media mañana me tome la libertad de despertarte.
La joven alemana pudo sentir como sus mejillas se calentaban furiosamente, no solo por lo penoso de darse cuenta que ya se le había pasado la hora de que usualmente debía de despertarse, sino que en su tono de voz podía notarse un sutil toque de humor, como si todo eso le pareciera secretamente divertido.
—Alístate, te estaré esperando a un lado de la puerta —avisó antes de que se escuchara sus pasos fuera del cuarto.
Shea se cubrió el rostro ruborizado con la sabana, como si esto fuera a defenderla de todo lo vergonzoso que le estaba sucediendo últimamente. Bueno, por lo menos él la había dejado sola para meditar en lo pésima que era como Vestal, pero en su defensa se le hacía difícil saber cuándo amanecía. Usualmente los rayos del sol que se colaban por la pequeña ventana la ayudaban a despertarse.
Un poco resignada se apresuró a levantarse, sin intenciones de atrasar más al Santo Dorado. Mientras se cambiaba de ropa comía rápidamente unos bocados del pan que había dejado la noche anterior para desayunar velozmente. Y cuando termino no le quedó de otra que respirar hondo para mentalizarse que esos días iban hacer realmente largos y llenos de momentos bochornosos seguramente.
Y ciertamente un día más tarde estaba que tiraba la toalla.
—No.
Cambio de dirección frunciendo los labios en el proceso, pero nuevamente la voz de Asmita la detuvo.
—Por ahí tampoco.
Probó moviéndose lateralmente con pasos cortos hacia su derecha.
—Te chocaras con una columna si continúas por esa dirección.
¿Verdammt, por que tenía que ser tan difícil?
Se volvió a quedar quieta midiendo mentalmente los pasos y tratando de percibir alguna brisa que pudiera guiarla, pero sabía que no debía de detenerse por demasiado tiempo, porque si no el Santo de Virgo le llamaría la atención. Él seguramente estaba sentando en posición de loto meditando calmadamente mientras ella hacía de tonta.
Comenzó avanzar nuevamente tratando de confiar en sus sentidos, y agarró más seguridad cuando después de unos momentos no se tropezaba con nada. Una sonrisa se empezó a formar en su rostro, pensando que ya le estaba agarrando el truquito.
—Si sigues por allí seguramente vas a rodar escaleras abajo hasta llegar al Templo de Leo.
Se congeló con un paso a medio dar ante la voz algo alejada del rubio.
Scheiße...
Dejó caer los hombros mientras también se dejaba caer al suelo, tomándose por vencida.
—Es demasiado complicado, ni siquiera puedo sentir el viento.
—Eso es porque quieres correr antes de aprender a caminar —Asmita se puso de pie para ir al lado de la joven para instruirla—Eres un poco impaciente, y por eso es que no estás percibiendo lo que te rodea. Pero también presiento que tienes la mente ocupada con otros pensamientos y eso interrumpe tú concentración.
Shea se mordió ligeramente el labio inferior, porque una vez más tenía toda la razón, no podía dejar de pensar en lo sucedido con el Santo de Geminis. Cuando había llegado al Santuario le pareció que aquellos hombres con esas imponentes armaduras doradas al igual que sus corazones, tan leales a Athena y a su gente que le parecía increíble que uno de ellos cometiera algo tan grave como la traición. Era cierto que el Caballero de Geminis le había infundido un poco de incomodidad cuando se encontraron el día del incidente, pero a pesar de todo la había levantado en brazos y llevado a la casa de Virgo cuando bien pudo dejarla al pie del Santuario y que las otras Vestales vinieran a su rescate, encargándose de ella.
Eso significaba que tenía un poco de honor y bondad en su corazón ¿No?
Había interrogado a Flurorite intentando desesperadamente conseguir algún tipo de respuestas cuando la chica rubia fue a llevarle otra ración de comida, y casi se le cayó la boca al suelo cuando esta le dijo que ahora la Cloth de Geminis era resguardada por el hermano gemelo de Aspros, y que había sido extrañamente manipulado para que él mismo cometiera el asesinato hacia el Patriarca...
Es decir, que en vez de darle respuestas, lo que obtuvo fue un mar de interrogantes, y ahora estaba muchísimo más confundida que antes.
—Es cierto que las dudas pueden ser demasiado tormentosas. No obstante, a veces la verdad puede ser aun peor.
La pelirroja asintió ante sus palabras, pero se le estaba haciendo demasiado difícil evitar que esas dudas se le colaran en los pensamientos.
Asmita dejo salir un suave suspiro al sentir el remolino de dudas que atenazaban a la joven.
—Te contare lo sucedido, pero esto no debe salir del Templo de Virgo. Es mejor que una parte de la verdad sea oculta para oídos ajenos —él se dio media vuelta para ir a sentarse en su lugar de meditación—Espero que despejando tus dudas puedas concentrarte correctamente —dijo girando el rostro sobre su hombro.
Ella se levantó casi como un resorte, incrédula de que realmente sus pensamientos hubieran llegado a tal punto que el hombre de largo cabello rubio tuviera que explicarle la situación para que dejara descansar por fin esos pensamientos.
—N-No es necesario que me lo diga, Asmita-sama —se apresuró a decir tratando de seguirlo sin tropezarse en el camino. Si una parte de la muerte del Santo Dorado debía permanecer oculta debía ser por algo, y ella era una Vestal común y corriendo, siendo demasiado patosa como para mantener un secreto de aquella magnitud.
—Aunque me lo pidas; en tu interior demanda casi a gritos saciar tu curiosidad. Es mejor resolverlo de una vez antes de que realmente te hagas daño cayendo por las escaleras por ser incapaz de concentrarte —murmuró deteniéndose para girarse y sentarse en el suelo en posición de loto como había estado momentos antes.
Shea apretó los labios, sin atreverse a objetarle nada más. Si él veía correcto contarle lo que sucedió entonces no podía insistirle lo contrario. Así que se detuvo por donde creía que el caballero estaba a unos pocos pasos por delante de ella para poder sentarse encima de sus propias piernas.
—Tienes que acercarte un poco más.
Nuevamente sintiendo algo de vergüenza se arrimó más hacia delante, quedándose quieta para prestarle toda la atención posible.
—El Patriarca había escogido al Santo Dorado de Geminis para llevar su tutela, sin embargo, le impuso una prueba que no logró superar... —comenzó a decir yendo directamente al grano—Tenia oculta mucha ambición, mucho más de lo que sería lo ideal en un ser humano, y quizás fue lo que hizo sospechar al Pope en un principio. Al escuchar los rumores de que Sagitario iba a heredar el mandato, Geminis cayó en un precipicio de oscuridad y locura, manipulando a su propio hermano gemelo para que cometería el atroz crimen y culparlo a él para así tener total libertad en apoderarse del título de Patriarca.
La alemana se sorprendió, no había esperado que aquellos rumores de que Sisyphus de Sagitario iba a convertirse en el nuevo Patriarca eran totalmente falsos infundados por el mismísimo Pope.
—Fui llamado por el Patriarca en dado caso que debiera de intervenir en el momento en el que Aspros regresara al Santuario, y lo cual tuvo que ser así —dijo él pausadamente esperando que no fuera demasiada información para la joven—Logre despejar la mente de su hermano Defteros, y él a su vez se impuso ante Aspros... Y creo suponer que sabes como lo hizo.
Shea formó una ligera mueca dividida entre la empatía y el dolor.
—Matándolo, ¿verdad? —murmuró suavemente.
Asmita asintió percibiendo la empatía de la joven hacia una persona que desconocía totalmente. Debía de estar relacionando con su propio pasado tormentoso.
—Así es, el segundo gemelo por fin tomó fuerzas para salir de la sombra de su hermano, pero aun gran costo —él tomó silencio, desdiciendo obviar la parte donde Aspros de Geminis se había lanzado así mismo el Santan Imperial antes de morir. Eso sería demasiado perturbador para la chica.
La pelirroja bajó un poco el rostro meditando en su relato. A pesar que no había escuchado detalles más específicos, podía sentir en su interior la pena de aquel gemelo llamado Defteros, que hasta su mismo nombre significaba estar en segundo lugar, algo que seguramente Aspros utilizó para doblegarlo hasta el punto de casi romper su alma de guerrero.
—Sabes analizar bien las cosas —dijo de pronto Asmita con una ligera sonrisa en los labios.
Shea alzó el rostro nuevamente sorprendida por sus palabras.
—¿Como sabe...?
—¿Lo que piensas? —completó el rubio tranquilamente.
La joven no le dio ni la voz para afirmarle, demasiado impresionada como para responder.
—Percibo cosas mucho más allá que las demás personas podrían hacer aun con el sentido de la vista —explicó brevemente—No sé cómo te ves, pero si como te sientes o como esta tu estado físico, entre otras cosas claro —Asmita le parecía algo interesarte las reacciones de la alemana, era como un libro abierto en cierto sentido—Supongo que ser ciego de nacimiento tiene sus ventajas.
Shea dejó caer la quijada.
—Eso puede responder muchas de tus preguntas. Siendo una de cómo puedo moverme con naturalidad como una persona normal haría.
Joder, tenía razón, ya comprendía la capacidad del Santo para desplazarse sin incidentes. Pero igual una parte de ella se sentía algo mal, no tenía idea como sería dejar pasar los años sin ver absolutamente nada, ni los colores, ni cómo eran las estrellas en el cielo nocturno, o simplemente como las hojas de los árboles se mecían con el viento.
—No se puede extrañar lo que nunca se tuvo —le dijo aun con esa ligera sonrisa en sus labios. Esa empatía que la chica sentía por las demás personas, le hacía recordar un poco a la joven Athena de alguna manera.
—Pero supongo que si se puede anhelar de vez en cuando —Shea respondió con algo de tristeza antes de ponerse de pie—Gracias por resolver mis dudas, Asmita-sama —ella inclinó la cabeza en una pequeña reverencia para dar media vuelta y seguir con su pequeño entrenamiento sin saber que había dejado mudo al Santo Dorado.
Asmita la escuchó alejarse mientras aun esas palabras resonaban en su cabeza con su dulce voz. Mentiría si dijera que a veces sentía curiosidad de saber cómo eran ciertas cosas, pero hacía mucho tiempo aprendió a que esos sueños eran más que nada dañinos para sus momentos de meditación, así que simplemente los alejo.
Pero al parecer gracias a ella se permitió anhelar ser capaz de ver por una sola razón.
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Esa noche Shea había pensado que dormiría tranquila gracias a que la mayoría de sus dudas habían sido resueltas respecto al Santo fallecido, pero una vez más se había equivocado porque las pesadillas no tuvieron piedad de ella.
En sus sueños podría ver claramente la muerte de sus padres sin alteraciones, solo tal cual como paso. Los gritos de su madre cuando aquellos Espectros horribles habían atravesado el pecho de su padre de un solo golpe sin pestañear. Y la mujer en vez de retirarse o siquiera abrazar a su marido ya muerto, lo que hizo fue lanzarse con furia contra aquellos seres oscuros sin importarle la ridícula diferencia de poder lo cual la llevo rápidamente a la muerte también.
Y todo eso lo presencio como si de cámara lenta se tratara.
Tanta sangre, el olor metálico casi la hicieron vomitar. El bufido aburrido del líder de los Espectros, insatisfecho porque no consiguió lo que buscaban, pero eso no les impidieron comenzar a registrar la casa, lo cual fue la alarma para que ella entre lágrimas saliera sigilosamente de su escondite con el cofre entre sus manos e ir al establo y montar su caballo para emprender la carrera hacia el único lugar donde podía dirigirse. Jurando que podía escuchar aun los lamentos de sus padres mientras los dejaban atrás con la risa de los Espectros de fondo casi arañándole la espalda.
Soltó un lloroso, porque hacía bastante rato que había despertado, pero las imágenes no se apartaban de su cabeza, repitiendo todo una y otra vez. Abrió los ojos con desesperación para intentar ver algo que la sacara de ese infierno, pero lo único que encontró fue un ardor y la oscuridad que le otorgaba la venda que aun cubrían su vista. Estrujó la sabana entre sus dedos con tanta fuerza que seguramente tenia los nudillos blancos, sintiendo la humedad de las lágrimas en sus mejillas.
Repentinamente algo realmente cálido se posó en su frente, causando que los pequeños llorosos se detuvieran momentáneamente por la sorpresa y confusión.
—No estás sola.
Quedó sin respirar al oír la voz del guardián de aquel Templo que en ningún momento se había percatado que había estrado en su habitación.
—Asmita-sama... —murmuró con voz ahogada.
La mano en su frente comenzó acariciar ligeramente el cabello rebelde, calmándola poco a poco.
—Escuche los llorosos, llame varias veces y como no contestabas supuse que aun seguías dormida presa de una pesadilla.
Ella podía deducir que él se encontraba de pie a un lado de la cama, aun con su mano en su frente con movimientos suaves. No sabía cómo lo hacía, pero estaba logrando calmarla tan rápido que su corazón comenzó a latir a un ritmo normal nuevamente a pesar que el dolor seguía aferrado a ella.
—El sufrimiento por el que estas pasando sigue siendo el mismo a pesar que ha pasado prácticamente un año.
Shea no dijo nada, porque sabía que Asmita-sama podría percibirlo con facilidad. Sintió como él apartaba la mano y escuchaba como se movía por la habitación para marchase seguramente. Entonces ella se llevó las manos al rostro suspirando pesadamente, aun con el nudo en su garganta y el rastro de lágrimas en sus mejillas todavía demasiado húmedas. No... es que aún no había dejado de llorar, pero ahora eran tan silenciosas como actualmente lo era su cuarto en ese preciso instante. Se apartó un poco las sabanas, sintiendo el frió del ambiente, suponiendo que aún era de madrugada, dejándose guiar por la temperatura para calcular las horas como le habían enseñado. Así que se quedó allí, porque no iba hacer nada deambulando en la madrugada por el Templo.
Se colocó de lado dándole la espalda a la pared, recogiendo un poco sus piernas, dejando salir un ligero suspiro porque sabía que no iba a poder volver a conciliar el sueño de nuevo.
—Los extraño tanto... —murmuró al aire con la esperanza que sus padres pudieran escucharla en donde quieran que estén—¿Algún día este dolor desaparecerá? —se encogió sintiendo el peso enorme en su pecho que le dificultaba aun la respiración y no dejaba que las lágrimas se detuvieran.
—Seguramente no.
Shea se incorporó en sus codos de golpe asustada ante la inesperada voz que le hablo nuevamente.
—¿Por qué volvió? —logró pronunciar tratando de tranquilizarse esperando que su alma regresara a su cuerpo después de semejante susto.
—Nunca me fui.
—Oh...
Ella se tumbó en el colchón nuevamente sin saber que decir. Suponiendo que el Santo Dorado había tomado asiento en la silla o más probablemente en el suelo en su posición de meditación. Siendo honesta aun no podía salir de la impresión de que de verdad no se hubiera marchado una vez que ella despertó asegurándose que ya estaba consciente.
—Tener estas pesadillas por demasiado tiempo ira desgastando tu mente —comentó el Santo Dorado—Dicen que hablar sobre el pasado ayuda a dejarlos ir.
La joven asintió suavemente, sin embargo, hablar sobre su pasado todavía era una agonía, y como aún tenía los ojos vendados podía ver las imágenes con más claridad en su mente.
Aun así, decidió intentarlo.
—Lo que me atormenta realmente aparte de verlos morir, fue dejarlos —murmuró tragando ese nudo en su garganta que se negaba a irse—Tampoco regrese para despedirme adecuadamente —ella prefirió tomar asiento también al borde de la cama, porque no podía soportar aquella presión en su pecho, sobre todo cuando le hacía más difícil hablar.
—Es complicado para una Vestal dejar sus obligaciones después de juramentar servicio a Athena. Y en tu caso necesitas protección aun a estas alturas.
Ella asintió levemente con tristeza.
—Por lo menos estuve ahí cuando Sisyphus-sama regresó de Alemania, y me dijo que les dio una sepultura adecuada en el patio de nuestra casa —una sonrisa nostálgica adorno sus labios, agradecida infinitamente con el Santo de Sagitario por tan amable acción.
Asmita la escuchó con atención, ladeando ligeramente la cabeza; tratando de comprender a esa joven, porque en su interior parecía tener un revoltijo de emociones, y que una tras de otra era más fuerte que el propio dolor, lo que para él aun le costaba comprender. Todavía podía recordar cuando la Diosa Athena le había mencionado que esa muchacha que cabalgo desde tan lejos por toda una semana prácticamente casi sin descansar o comer, solamente para llevar aquel cofre sagrado que había tenido a su posesión la abuela de la chica. La anciana había sido griega y se marchó aquel país para huir seguramente de los Espectros que le darían caza una vez que renacieran, pero prefirió establecerse allá y no regresar a su país natal.
—La verdad no tenía ni la menor idea por que buscaban ese cofre. Mi abuela solo mencionó que una Diosa se la había dado a su familia para que la protegiera hasta que el momento fuera indicado —Shea había pensado para entonces que era una fantástica historia que le había dicho la anciana para distraer la imaginariamente de su pequeña nieta, pero había mucha más verdad en aquel cuento de lo que se pudo siquiera pensar—Me dijo que pertenecía al Santuario y que algún día de él dependería muchas vidas... —ella se frotó suavemente las mejillas para tratar de eliminar el rastro húmedo de las lágrimas—Mi padre al escuchar como invadían nuestro hogar y presintiendo lo peor me oculto en una puerta secreta en la pared donde casualmente estaba el cofre... Mi madre me lanzó una mirada muy significativa mientras con los labios me susurraba que lo protegiera —Aun podía recordar sus ojos ámbar tan parecidos a los suyos, la mujer sabía que su hija los estaba observando desde la pequeña rendija que le permitía respirar.
Asmita prefirió no intervenir en su relato, ella debía drenar todo aquello, aunque sea solo con simples palabras.
—Recuerdo muy bien que el Espectro que dirigía al grupo dijo su nombre, para que no olvidaran quien acabaría con sus vidas, o simplemente para amenazarlos... ya no lo sé con seguridad —dijo sintiendo nuevamente la rabia ante aquellos seres sin alma—Su nombre era Edward de Silfide, estrella terrestre del vuelo.
Él seguramente no podría olvidar como dijo aquel nombre con amargura y veneno.
—¿Por eso entrenas por ti misma? ¿Para protegerte si algo vuelve a suceder? —preguntó el Santo Dorado llamando nuevamente la atención de la chica.
Ella alzó las cejas, aunque realmente no debía de sorprenderse de que él supiera que había estado entrenando a escondidas todo ese tiempo.
—La verdad no solo lo hago para mí, sino para todo aquel que pueda ayudar, y no importa quién sea —dijo con una ligera sonrisa—Sin embargo, no me veo entrenando como una amazona, soy demasiada torpe y pequeña como para siquiera pensarlo. Creo que parecería más un mal chiste —rió para sí misma, seguramente el enemigo se carcajearía en su cara.
—No creo que eso sería un impedimento para ti, tienes mucho a tu favor y un carácter muy vivas.
La pelirroja igualmente negó.
—¿Piensas que si ni siquiera pudiste hacer algo por tus padres como lograrías cuidar de una Diosa?
—Creo... que tiene mucha razón en esa parte, Asmita-sama.
Asmita frunció ligeramente el ceño al detectar como a ella se le quebrara un poco la voz. Sabía que se contenía, por lo menos ahora no estaba ahogada por el dolor, solo había tristeza, amor y melancolía.
—Lo que hiciste va a salvar más vidas de lo que puedas siquiera imaginar, sin embargo, eso no puede mitigar el dolor que sientes con tu perdida, aunque si puede aliviarlo —él se pudo de pie y con pasos tranquilo llegó al lado de la joven para apoyar una mano en su hombro—Todo lo que haces es por un bien mayor sin darte cuenta a pesar que pueda perjudicarte —y con eso también se refería al incidente en Rodorio—Siéntete orgullosa de eso, y ten presente que algún día podrás ir a Alemania a visitarlos y contárselos tu misma.
Shea había alzado su rostro donde la voz del Caballero provenía, con su corazón realmente encogido por sus palabras sabias y que intentaban de alguna manera aliviar el gran pesar de su alma. Su forma de ver el mundo a veces le hacían carecer cierta falta de tacto, pero él al igual que los demás Santos, tenía un corazón y una verdadera alma dorada.
—Intenta dormir, pronto amanecerá.
Y con eso, Asmita se retiró de su habitación, para dejarla nuevamente sola con sus pensamientos, pero ahora un poco más tranquila. Teniendo el nuevo sueño y promesa de ir a su pueblo natal después de que terminara la tan temida Guerra Santa.
—Gracias de nuevo, Asmita-sama... —Shea susurró con una sonrisa después de escuchar como la puerta se cerraba suavemente.
Asmita quedo de pie, oyendo atentamente lo que la joven había susurrado sin saber que él aun podía escucharla.
Quitó lentamente la mano del picaporte para ir a descansar un poco también. No le importaba haber interrumpido su meditación aquella madrugada por estar con la chica, más bien, había aprendido un poco más de lo complejo que eran los seres humanos cuando de sentimientos se trataba.
Ciertamente era una joven muy curiosa.
Continuara...
Creo que Asmita fue todo un reto, ya que para mi manejarlo en un AU actual que en el siglo XVIII xD porque su personalidad, forma de pensar y "observar" el mundo y a los humanos es... uff... vaya no se ni como describirlo jaja pero espero haber conseguido que se asemejara lo mas posible al del anime/manga.
Por otro lado el pasado de ella aunque algo trágico se puede superar con un poco de apoyo c': aunque sea él dedico un poco de tiempo para escucharla (que beshoooo)
Y sugiero para que se preparen para la próxima actualización QwQ
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Okami Akai
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