03 | Un jardín de rosas blancas |
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UN JARDÍN DE
ROSAS BLANCAS
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Los días pasaron mientras esperaba el momento en que tenga que enfrentarme a Panem. Estoy casi agradecida a Iain por el corte en la cara, porque me dio tiempo de analizar mi situación y tratar de relajarme para la entrevista final de los Juegos.
Chaff y mi madre han estado visitándome todos los días, y creo que están evaluando secretamente mi salud mental, pero no me importa. Moira, mi estilista, y Kendra, la presentadora del distrito 11, también me vinieron a visitar un par de veces.
De hecho, es cuando estoy con Moira que un guardia toca la puerta y me indica que lo siga.
—¿A qué? —pregunta Moira extrañada—. No tiene nada que hacer hoy.
Mi mano va rápidamente a mi cinturón en donde guardo un cuchillo que le hice traer a Moira unos días antes, a escondidas del doctor.
El hombre me muestra su identificación sin que mi estilista lo pueda ver: es un guardia personal del Presidente Snow.
—Moira, dile a mi madre que el Presidente Snow mandó a por mí —digo en voz alta mientras miro al guardia con el ceño fruncido. Es obvio que no querían que se supiera de mi aparente reunión con el presidente, pero no me voy a ir a ningún lado sin que se sepa dónde estoy. El guardia resopla con fastidio, pero no dice nada. Levanto un poco el mentón, desafiante.
—Enseguida —dice Moira, dándose cuenta de la situación de inmediato. Se para con incertidumbre, tal vez porque piensa que la van a detener, pero nadie se mueve.
Sale de la habitación y un segundo después, el guardia me hace una seña para que la siga.
Aunque sigo teniendo una venda en el vientre, ya no me duele caminar. En silencio, camino detrás del hombre hasta que llegamos a la Mansión Presidencial, no muy lejos de allí.
El guardia muestra su identificación y lo dejan pasar de inmediato.
La casa es tan grande que, a pesar de mis esfuerzos por recordar el camino por el que vine, termino bastante perdida. En un momento se me ocurre que tal vez lo están haciendo a propósito, para que no conozca la distribución de las habitaciones, pero justo en ese momento llegamos a una puerta de vidrio, por donde se ve una especie de invernadero con muchas plantas. El guardia abre la puerta y puedo ver al Presidente Snow en el medio del recinto, oliendo una rosa blanca.
—¡Señorita Westwood! —exclama, cuando se da vuelta—. Pase, pase, por favor.
Con precaución, entro en el lugar. El olor de las rosas es muy fuerte y me da náuseas, pero trato de disimularlo.
—Me han dicho que quería verme —digo, porque el presidente no habla. Se ha puesto a mirar a las rosas de nuevo.
—Estoy seguro que su madre ya le explico su situación, ¿verdad? —pregunta después de unos segundos. Entrecierro los ojos, mamá tenía razón: el presidente tiene micrófonos en las habitaciones. Antes de que pueda responder, vuelve a hablar—. No mienta. Soy de la opinión que hay que ser sinceros, ahorra mucho tiempo.
No creo que esa realmente sea su política, dado que en los distritos casi no sabemos nada de los demás, pero no se lo señalo.
—Estoy de acuerdo —digo en cambio.
—¿Sabes? Cuando estabas en la Arena no sabía decidirme sobre si eras o muy ingenua, o muy inteligente.
—Las personas tienden a subestimarme —coincido.
—No yo —puntualiza el presidente—. Vaya que les demostraste que estaban equivocados, ¿a qué no? En especial a ese joven del distrito 10.
—Iain.
—Iain —repite Snow suavemente—. ¿Así se llamaba? Pobre chico, con ese nombre no me sorprende que se haya vuelto loco.
No sé si trata de bromear, pero su voz sigue siendo tan fría como siempre. No digo nada.
—Matarlo con una cuchara, muy original —sigue el presidente—. Si tan solo hubieras seguido las reglas... serías la reina del Capitolio y hasta un pequeño rayo de esperanza en los distritos. La distracción ideal.
—Pensé que no quería que hubiera esperanza en los distritos —no puedo evitar decir.
Snow se ríe.
—La esperanza es algo poderoso. Si no ¿por qué no elegir a dos niños de cada distrito y ejecutarlos en frente de todos? Mucho más sencillo, mucho más rápido... No, señorita Westwood, la esperanza, siempre que sea bien administrada, es lo mejor para Panem.
Para el Capitolio.
—Así parece —digo fríamente.
—No me cree. Recuerde que estamos hablando sinceramente. Y sinceramente yo creo que su acto de rebeldía fue para volver a su casa... a su familia —me tenso en cuanto los menciona—. Sí, su familia. ¿Sabe que su madre también trato de desafiar al Capitolio? No salió bien para ella.
—La castigaron mandándome a los Juegos a mí también —digo en voz baja.
Por un segundo, tengo la impresión de que el Presidente Snow me mira extrañado, pero rápidamente vuelve a su expresión fría normal.
—Sí —responde simplemente. Va a hablar pero no puedo evitar interrumpirlo.
—¿Puedo preguntar cuántas veces estuvo mi nombre en la cosecha?
—Las suficientes —sonríe Snow—. De todos modos, ya no tiene importancia. Al parecer, Celia es más inteligente de lo que pensaba y les enseñó a sobrevivir.
No digo nada.
—La pregunta es si puedes sobrevivir a lo que sigue —su voz fría me congela. ¿Me está amenazando? Sabía que estaba en peligro y que el presidente estaba enojado conmigo, pero no hubiera pensado que me lo diría directamente, o, para ser honesta, no creía que me diría nada directamente. Todo esto es tan irreal que por un momento me pregunto si no estoy soñando.
—¿A qué se refiere?
Snow se ríe sin gracia.
—Aquí, entre nosotros, los dos sabemos que no pretendía desafiar al Capitolio... Pero para el resto de Panem, lo que hizo fue desafiar las reglas de los Juegos, además de asesinar brutalmente a alguién que ejerció su poder sobre ti —Bonita manera para decir que me torturó por días, pienso con ironía—. Y lamentablemente, es un muy mal ejemplo para los distritos.
—Si estamos hablando sinceramente —digo sin poder evitarlo—, Iain se lo tenía merecido. Si no hubiera hecho nada de eso, si no «hubiera ejercido su poder sobre mí», no le hubiese pasado lo que le pasó.
Los dos sabemos que en realidad ya no estamos hablando del chico.
—¿En serio? —después de una pausa infernal, el presidente ríe entre dientes—. No importa. Lo que hiciste, es malo para el Capitolio. Y si es malo para el Capitolio, te aseguro que es malo para ti. Si empiezan a haber disturbios por lo que hiciste, te garantizo que, antes que el Capitolio, será tu familia la que pague las consecuencias.
Supongo que dejamos las metáforas, pienso con ironía pero no puedo evitar ponerme aún más nerviosa. ¿Cómo respondo a una amenaza directa del presidente de Panem?
—Sin embargo, supongo que puedes hacer algo para aplacar a los distritos —continua Snow—. Estuve evaluando tu situación... La estrategia que planeas usar, pareciendo inocente y quebrada, no va a ser para nada convincente. Todos te vieron en la Arena. No te arrepientes de lo que le hiciste a Iain... eso sería suficiente para castigarte, pero te estoy dando otra oportunidad.
—¿Qué quiere que haga? —pregunto con precaución. Snow esboza una sonrisa divertida.
—Entrevistas —su respuesta me sorprende—. Tu estilista se quedará contigo en todo momento, y harán una línea de ropa, accesorios o joyas. Conocerás a la gente importante e irás a las fiestas principales. Tendrás una casa aquí... te convertirás en una estrella en el Capitolio y te distanciarás de los distritos. Cada día un vestido nuevo, muchas fiestas y diversión, mientras en los distritos las personas se encuentran trabajando todo el día por un poco de comida que ni siquiera alcanza para alimentar a toda su familia.
Frunzo el ceño.
—No es lo que esperaba ¿no es cierto, señorita Westwood? —pregunta Snow con una sonrisa—. ¿No es tan difícil, verdad? ¿Cree que lo puede hacer?
Parpadeo tratando de no mostrar mi perplejidad. Esto no está tan mal. De hecho, no está nada mal. Me gusta estar en el Capitolio, las comidas que preparan, los vestidos de Moira, las fiestas sin preocupaciones... ¿Por qué este castigo suena como un sueño?
Por otro lado, no soy idiota. Pienso en mi madre, que toda mi vida estuvo hablando de que la capital era un lugar horrible, y en la amenaza explícita del presidente sobre mi familia. Pienso en los Juegos, no solo los míos, sino también todos los anteriores, todos los niños que murieron de formas horribles. Pienso en los Agentes de la Paz, los encargados de vigilar los distritos, y la brutalidad que ejercen en las calles. Pienso en las pésimas condiciones en las que viven la mayoría de los distritos. Panem necesita un cambio.
Tal vez, si apoyo a la revolución, podremos escapar antes de que Snow nos atrape. Pero de todos modos, los distritos recién se están empezando a revelar, y sé que las revoluciones que triunfan son aquellas que se planean con tiempo. Tiempo que yo no tengo. El presidente está esperando una respuesta ahora.
No es tan malo, puedo hacerlo, por lo menos por un tiempo.
Snow me observa fijamente como si pudiera leer mis pensamientos, y me da una sonrisa fría cuando ve que llego a una conclusión.
—Lo haré —afirmo.
—Me alegro —el presidente me acompaña hasta la puerta—. Un consejo —dice, antes de dejarme pasar—: trate de mejorar su actuación. Recuerde que el bienestar de su familia depende de eso.
Asiento.
—Adiós, señorita Westwood. Seguiremos en contacto.
La puerta se cierra detrás de él y no puedo evitar pensar mientras me escoltan de vuelta hasta mi habitación, que la conversación pudo haber ido muchísimo peor.
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Milagro de Navidad atrasado pero volví, no podía dejar que terminara el año sin actualizar una vez más :')
Este capítulo va dedicado brieloveshang EliiRuiz468 lele-dom99 y idiaz-toledo porque gracias a sus comentarios salí del bloqueo escritor en el que estaba <3 No saben lo que significa para mí que les guste esta historia, muchas gracias ♥️
¡Feliz Año Nuevo!
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