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6. Me lo debes

-No, si al final tendremos que sacarnos un bono para venir todos los fines de semana -Diana rodó sus ojos mirando a su madre quien no había dejado de abrazarla desde que su hija se encontrara con sus padres tras finalizar el partido.

-Mami, no exageres. Ha sido suerte -intentó ella justificarse para no darle tanta importancia al gol conseguido.

-Le has regateado al central con el exterior y lo has dejado sentado, y después, gol por toda la escuadra. Es más que suerte, Diana -le decía su padre moviendo enérgicamente la cabeza de un lado a otro.

-Ha sido muy emocionante cuando han coreado tu nombre -añadió su madre con orgullo, mirando a su pequeña que cada vez lo era menos.

-Es cierto. Se me han puesto los pelos de punta.

Solo unos pocos minutos más pudo estar Diana hablando con sus padres, pues un miembro del club vino a buscarlos para llevarlos al aeropuerto. Se despidió de ellos de nuevo con lágrimas en los ojos, incapaz de disimular la tristeza tan grande que sentía cada vez que tenía que separarse de ellos.

-Vendremos en dos fines semana, juegues o no. Si lo haces con el Castilla, también iremos a verte -le prometió su madre acariciando su mejilla antes de darle ese último beso de despedida. 

Los vio Diana partir sintiendo un peso en su estómago producto de la desazón que le provocaba la ausencia de sus padres. Se sentó en uno de los asientos de las gradas, mirando el vacío campo donde tan solo hacía una hora había marcado su segundo gol en la liga, y el primero en el Bernabeú. Parecía todo un sueño, uno muy bonito del que no quería despertar.

-¿Piensas quedarte aquí hasta el próximo partido? -rodó sus ojos al escuchar la voz de Jude, desviando su mirada para darle alguna réplica, pero, su presencia causó en ella el efecto contrario pues era incapaz de decirle nada afectada por como el británico lucía.

-Mis padres acaban de irse. Déjame llorar tranquila -le pidió ella mirando de nuevo hacia el campo, y deseando que él la dejara sola, pues a veces se sentía sumamente torpe delante de él y lo que menos quería era que fuera ahora otro de esos momentos.

-Sé lo que se siente. El tener a la familia lejos -fueron las palabras que él pronunció bajando los escalones hasta sentarse en el asiento contiguo al de ella- y sé lo que es llorar echándolos de menos.

-Si, pero seguro que tus padres pueden coger un avión siempre que tú se lo pidas, pero los míos solo pueden venir una vez al mes porque los putos billetes son muy caros -con fastidio, Diana resopló un par de veces, sintiendo el escozor de las lágrimas en sus ojos. Queriendo que Jude no lo percibiera, se puso en pie, lista para marcharse- me voy a la Residencia. A las doce cierran el comedor y tengo hambre. Buenas noches.

Pasó Diana a su lado tremendamente ofuscada o por lo menos es lo que a Jude le parecía. Sujetó el británico su brazo derecho con suavidad, impidiendo que ella siguiera su camino.

-Creo recordar que me debes algo. Y yo tampoco he cenado -le recordó Jude ampliando su sonrisa.

-Es cierto. Ganaste -admitió ella intentando que toda esa tranquilidad que deseaba empezara a hacer mella en ella- pero no puedo estar fuera de la Residencia más allá de las doce. Otro día será.

-Bueno, eso lo arreglo yo.

Sacó Jude su teléfono del bolsillo, marcando un número. Se alejó solo unos pasos, estando pendiente Diana de lo que hacía pero sin poder distinguir la conversación que mantenía con su interlocutor. Minutos después, un sonriente Bellingham, volvía a acercarse a ella, guardando su móvil en su bolsillo.

-Arreglado. He hablado con Leo y le he dicho que estás conmigo. Le he prometido que yo mismo te llevaré a la Residencia -le contó Jude muy satisfecho de su hazaña.

-Jude, no es que no quiera cenar contigo, pero mañana tengo un examen a segunda hora y quiero acostarme temprano para poder levantarme y darle un repaso -se excusó ella cuando en realidad lo que le pasaba es que le daba vergüenza estar a solas con él.

Chasqueó Jude su lengua un par de veces molesto por la actitud de Diana. 

-Empollona, simplemente dime que no quieres estar conmigo y no busques excusas de mierda -le contestó él dejando a la rubia aún más desconcertada.

-No es una excusa, pero, ¿sabes qué? no quiero estar contigo.

Diana se dio la vuelta dándole la espalda, subiendo los escalones con excesiva rapidez. Podía escuchar a Jude tras ella, llamándola un par de veces. Sentía el corazón ligeramente acelerado pues no quería discutir con el británico. Una vez que llegó a lo más alto de las escaleras, vio con alivio una salida para poder alejarse aún más de él.

-¡Rodrygo! ¡Hola! ¿me llevas a la Residencia?

A LA MAÑANA SIGUIENTE

-¿Te dice un tío bueno de ir a cenar y le dices que tienes que estudiar? tú eres idiota, Diana.

-Gracias, Amelia, me siento mucho mejor cuando me dices estas cosas -le respondió la rubia pasando uno de sus brazos por encima del hombro de su amiga. 

-¿Qué te pasa con él? no es normal que te pongas tan tímida con un tío.

-¡Porque me da vergüenza! joder, que es tres años mayor que yo, y es Jude Bellingham, no es un cualquiera.

-Te hace falta echar un polvo, con él, a ser posible -rodó sus ojos Diana pues lo que le sugería su amiga no era algo en lo que pensara. Jude era un jugador de élite y ella solo una principiante. 

-Lo que me hace falta es aprobar el examen de filosofía, que el cabrón más difícil no lo ha podido poner -se quejó la rubia una vez que el examen había finalizado.

-Bueno, lo mismo a ti si te pone buena nota, como es del Madrid y eso -río Diana por la sugerencia de su amiga, pues de todos era sabido que Lucio, el de filosofía era más merengue que la leche.

-Diana, ¿tienes un momento? -la voz de Arturo, su profesor de trigonometría, la hizo detenerse para atender a su requerimiento.

-Te espero fuera. Hoy viene mi madre a buscarnos -le dijo Amelia dejando a solas a Diana con su profesor.

-De acuerdo. ¿Qué querías? -le preguntó Diana con algo de recelo a Arturo pues aún coleaba en ella aquella última conversación que ambos habían mantenido en clase.

-Pasa, anda -le pidió él señalándole su despacho. Se hizo a un lado para que ella entrara pidiéndole que se sentara a continuación- hay algo que quería comentarte y que lo mismo te podía interesar.

-Tú dirás -le contestó Diana manteniendo esa hastiada pose como si lo que Arturo fuera a contarle no le interesara en absoluto.

-Hay un programa de matemáticas y trigonometría en Dortmund. Lo imparte su Universidad y es un curso intensivo durante una semana. Sería en Navidad y solo admiten 20 estudiantes no universitarios. Te he inscrito.

Se enderezó Diana en la silla algo molesta por la decisión que había tomado su profesor. Odiaba que la gente hiciera eso, el tomar decisiones por ella.

-Así, sin consultarme -le replicó Diana encontrándose con la arrogante mirada de Arturo.

-Es una gran oportunidad, Diana. Aprenderás mucho en ese curso y te servirá mucho en el futuro, aún si sigues chutando balones.

-Lo estás arreglando por los cojones, Arturo.

-Te he mandado por correo toda la información. Harán un examen de acceso en un mes, así que, te ayudaré a prepararlo, pero, debes decidirte ahora, mañana a lo más tardar. 

-Si, eso, tú sigue ayudando -le volvió a replicar ella cruzando sus brazos a continuación.

-Lee el correo. Haz lo que hacen los jóvenes, busca en internet y mañana me das tu respuesta. Hay una puta lista de espera para ese curso, así que, no te lo pienses mucho.

Apretó sus dientes Diana, levantándose a continuación de la silla. Se despidió escuetamente de Arturo y una vez fuera de su despacho, sonrío ampliamente. 

Claro que conocía el curso. Claro que conocía de que se trataba. Y aunque hubiera querido decirle a Arturo que si al instante, decidió hacerlo esperar en represalias por lo mal que la trataba. Saco su móvil del bolsillo para mandarle llamar a sus padres, comprobando con estupor como sus notificaciones de Instagram habían crecido considerablemente. Abrió la aplicación mientras caminaba saliendo del instituto para dirigirse hacia donde estaba Amelia esperándola con su madre.

-¡Joder! -exclamó Diana deteniendo sus pasos.

-¿Qué te pasa? -le preguntó Amelia al ver como su amiga miraba su móvil una y otra vez perpleja por lo que veía.

-Tenía diez mil seguidores y ahora... tengo cinco mil más, y subiendo...

Agitó Diana su teléfono para que su amiga pudiera verlo. Las notificaciones no dejaban de llegar para perplejidad de ambas. Pasó Amelia un brazo alrededor de los hombros de la rubia, riéndose al ver como aún miraba su instagram, el cual no dejaba de recibir seguidores. 

-Diana, me temo que te estás haciendo famosa.

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