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5. Orgullosa de ti

ESA MISMA NOCHE

-Mamá, que si no podéis venir, que no pasa nada, de verdad. Esta vez no creo que juegue. Están todos los lesionados disponibles -le decía Diana a su madre, a la vez que pasaba su tarjeta por el torno de la entrada.

-¿Y si lo haces? aunque sean 5 minutos, habrán valido la pena. Verte debutar en el Bernabeú es algo que tu padre y yo no nos perderíamos por nada del mundo -le rebatía ella haciendo caso omiso a su hija, quien no quería que ellos se dieran un viaje en vano en caso de no jugar mañana.

-Esta bien, como queráis. La verdad es que tengo muchas ganas de veros. Preguntaré que tenéis que hacer para lo de las entradas y eso.

-No te preocupes por nada, cariño. Tu padre ya ha hablado con alguien del club y nos esperan mañana cuando lleguemos a Madrid.

-De acuerdo. Pues, mañana nos vemos -se despidió Diana de su madre, dirigiendo sus pasos hacia donde estaba Leo, quien parecía esperar su llegada- te dejo que ya he llegado.

-Te quiero mucho, Diana. Tu padre y yo estamos muy orgullosos de ti.

Apretó sus labios la rubia, muy emocionada por las palabras de su madre. Colgó la llamada llevando sus pasos hacia Leo quien la recibió con una sonrisa.

-Grayson -la saludó él- ¿has cenado?

-No. Tengo los nervios en el estómago -le confesó ella enfatizando sus palabras con una mueca de desagrado.

-Anda, ve al comedor, la cocina está aún abierta y seguro que te harán algo -depositó Leo en su mano una tarjeta señalándole el ascensor que llevaba a la última planta de esta zona del edificio- tu habitación está en la última planta, es la que pone ZIDANE, también es la última del pasillo.

-Gracias, Leo.

-Dame tus cosas, ya te la llevarán arriba.

Diana hizo lo que le pidió, entregándole su mochila para dirigirse después hacia la zona donde estaba el comedor. Aunque tenía el estómago cerrado, sabía que tenía que comer algo por poco que fuera. Caminó sintiéndose una extraña entre esos pasillos, ausentes del bullicio que por la mañana resonaban en sus paredes.

Entró en el comedor, uno en el que solo había estado una vez, cuando se celebró el ascenso del Castilla a Segunda División. La recibieron un par de camareros, de una forma bastante amable.

-Buenas noches, ¿Qué desea tomar? -le dijo uno de ellos sonriéndole al hablarle.

-Pues... .-dudó ella sin saber la clase de menú de la que dispondrían hoy.

-El consomé está muy bueno -desvío su mirada Diana para encontrarse a Jude sentado en la larga mesa, degustando precisamente el plato del que le hablaba.

-Sírvame lo mismo que a él, por favor.

Se dio la vuelta ella para dirigirse hacia donde se encontraba el joven jugador británico quien no perdía detalle de la expresión algo asustada que lucía la rubia en su rostro. Se sentó Diana frente a él, dejando a su lado su móvil y la tarjeta que acababan de darle.

-¿Tú tampoco sabes cocinar? ¿o tienes otra razón por la cual no has cenado? -le preguntó él llevándose la taza de consomé a la boca, movimiento este que no pasó desapercibido para Diana.

-Tengo cerrado el estómago. Y si, sé cocinar, pero no me hace falta porque vivo en la Residencia.

-¿Y qué haces aquí, entonces? 

-Estoy en la convocatoria para el partido de mañana, y si o si me han dicho que tenía que concentrarme aquí -le explicó ella cortando sus palabras cuando le sirvieron un humeante tazón de consomé que le hizo la boca agua- joder, con lo a gusto que estoy yo en mi cama y ahora tengo que dormir en la habitación de los que no tienen número.

Río Jude por las palabras de la chica, quien parecía darle más importancia al hecho de que esta noche no dormiría en su habitación que el haber sido convocada para jugar mañana con los grandes. Le sorprendía como sus intereses eran otros, bueno, no tanto, no en vano, era una adolescente de 17 años.

-Solemos reunirnos para jugar a la consola en alguna habitación -le contó él por si ella le interesaba unirse a alguna partida.

-¿Al FIFA?

-Así es.

-Mejor que no. Os destrozaría -le contestó Diana con esa seguridad tan abrumadora que tenía en si misma.

-¿Tan segura estás?

-Pregúntale a Nico Paz, este reloj se lo gané en una apuesta -agitó Diana en su muñeca el esférico de color rojo que resaltaba en esta.

-¿Quieres apostar? -la provocó Jude relamiendo sus labios a la vez que prestaba atención a cada uno de sus gestos.

-No dirás que no te avisé, Bellingham. Estoy nerviosa, intranquila y atacada. Soy peligrosa. Una verdadera máquina de matar -enfatizó sus palabras Diana alzando su cuchara para señalarlo, emitiendo una pequeña carcajada que al británico le pareció tan adorable en ella. 

Transcurrió la cena entre ellos de forma más distendida. Jude no quiso ahondar más en como se sentía ella pues era muy evidente en Diana como de inquieta se encontraba. Aun recordaba él cuando con la edad que tenía ella tuvo que dejar su país e irse a jugar a otro equipo europeo, en una ciudad nueva y con un idioma que no manejaba. 

Lo que si hizo fue preguntarle por esos ejercicios de trigonometría que ella resolviera hace unos días en el avión.

-Estaban bien -contestó Diana abriendo un yogurt de frutas bajo en calorías que no le supo a nada pero que degustó muy tranquilamente.

-Gracias a mi -le respondió Jude guiñándole un ojo a continuación lo que derivo que ella le mostrara una mueca hastiada.

-Si, Jude, gracias por ayudarme, resulta que soy la mejor de la clase gracias a ti -le dijo Diana manteniendo un tono cansino con cada una de sus palabras- ¿sabes lo que me dijo mi profesor?

-Soy todo oídos, empollona.

-Me insinúo que mejor centrara mis esfuerzos en estudiar, donde si llegaría a algo en la vida, que en el fútbol, donde no tenía nada asegurado. Casi me hablo como si esto fuera un hobbie para mi y no mi futuro. Estuvo bastante arrogante mientras me hablaba.

-Cada uno opina de lo que vive, Diana. Tú tienes la suerte de poder hacer las dos cosas a la vez y si es posible, dedicarte a ellas. Pero es verdad que cuando los futbolistas llegamos a profesionales, todo lo demás se queda a un lado, y eso es algo que sólo tú debes decidir. Que nadie lo haga por ti por muy profesor tuyo que sea -le aconsejó él con una tranquilizadora sonrisa.

-Me da la sensación que le da hasta coraje de que sea futbolista.

-O más bien es que es del Barcelona y quiere quitarse competencia.

Agitó Diana su cabeza riéndose por sus últimas palabras. Solo estuvieron en ese comedor unos minutos más hasta que ambos lo abandonaron para dirigirse a sus respectivas habitaciones. El silencio imperó en ellos, subiendo los escalones que les llevaban a sus cuartos.

-Si te animas, estamos en el dormitorio de Vini -le ofreció Jude antes de que ambos se despidieran en el pasillo.

-Gracias, pero no. 

-¿Tienes miedo de perder, empollona? -el tono burlón de Jude fue algo que le produjo un intenso cosquilleo a Diana en todo su cuerpo. Se envalentonaba cuando hablaba con él para no mostrarle lo mucho que le afectaba, rehuyendo su mirada para evitar el sonrojo.

-El lunes tengo un examen Filosofía y lo llevo fatal. No voy a poder estudiar hasta mañana por la noche y necesito aprobar para mantener mi nota.

Movió Jude su cabeza de un lado a otro mostrándole una divertida y sugerente mueca antes de hablarle de nuevo, palabras que fueron ya una despedida.

-Lo que yo decía, una empollona. Que descanses, Diana.

Miró la rubia como él se giraba para pasar la tarjeta de su habitación, alejándose ella también con una sonrisa en los labios y confirmando lo que tanto se temía. 

Jude Bellingham le gustaba mucho.

AL DÍA SIGUIENTE

-¿Esos eran tus padres? los que saludabas y les lanzabas besos -Jude, quien hoy no era titular pues lo reservaban para el miércoles que había partido de Champions, la hizo girar su cabeza desviando su atención de lo que ocurría en el terreno de juego.

-Si, lo son. Los pobres han venido a verme con la esperanza de que debute en el Bernabeú. Estoy contenta de tenerlos aquí, pero me da pena la desilusión que se van a llevar.

-¿Porqué? aún queda la segunda parte del partido. Puede que juegues -le dijo Jude a Diana con una gran convicción en su voz.

-Y meter un hat-trick. Soy realista, Jude, no me ilusiones tú.

Movió Jude su cabeza algo impresionado por la negatividad de la chica, aunque también pensó que ella era sincera en sus palabras. El no tener esperanza e ilusión en jugar, era algo que no le gustaba.

-Hagamos una cosa, si resulta que debutas hoy, me debes una invitación -le propuso Jude a Diana ante la perplejidad de la chica.

-¿Y si no lo hago?

-Te invito yo a ti. Y la apuesta sube si marcas un gol. Ayer me dijiste que eras una máquina, demuéstramelo.

Atractiva era la propuesta de Jude, una que la inquietó aún más de lo que estaba. Porque, si no era suficiente el estar sentada a su lado en el banquillo, algo que él había propiciado, que le hablara tan cerca del oído para que nadie los escuchara era aún peor que su cercanía. Solo le tomó a Diana un par de segundos el sopesar su propuesta y darle una respuesta.

-Trato hecho -le contestó la rubia tendiéndole la mano para que él la apretara y sellar así su apuesta. 

Fue sentir Diana los dedos de Jude tomando su mano, y un nuevo cosquilleo se apoderó de su cuerpo dejándola desmadejada y agitada. Sus dedos eran suaves y cálidos, tomando los suyos de una forma bastante tierna. Compartieron una breve mirada, tan intensa que ambos cayeron cautivados el uno sobre el otro. Y dejar de mirarse no era una opción.

Pero fue el preparador físico quien rompió el hechizo de este momento, uno que Diana rememoraría cada noche una y otra vez. 

-¡Diana! ¡A calentar!

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