3. ¿Apostamos?
Al día siguiente
El partido contra el Sevilla se le hizo muy cuesta arriba al Real Madrid. El equipo hispalense había cambiado de entrenador por segunda vez esta temporada y lo que pretendía era amarrar un punto, poniendo a toda la defensa en su área.
No había manera de penetrar ni en jugada ni en balón parado.
Solo faltaban diez minutos para que el encuentro acabara y la desesperación tanto del entrenador como del cuerpo técnico, era muy evidente.
Diana llevaba calentando quince minutos. Estaba tranquila porque sabía que no iba a jugar, simplemente hacia los ejercicios por acompañar al resto de jugadores. O eso era lo que pensaba, pues de pronto, Davide Ancelloti, el segundo entrenador, le hizo un gesto con la mano para que acudiera hacia donde él estaba.
Sintió la rubia el corazón latirle con excesiva fuera, incapaz de poder aguantarse los nervios. Pero ella siempre había sido de cabeza fría, y hoy no sería menos. Le pidieron que se cambiara y entonces fue muy consciente de que iba a jugar. A debutar con el Real Madrid, no en el mejor escenario que ella podía imaginar, pero un debut a fin de cuentas.
-La banda derecha es donde tenemos más peligro con Brahim -le decía Davide muy cerca del oído para que nadie pudiera leerle los labios- quiero que le des apoyo y si ves la oportunidad de tirar, no te lo pienses. Sé egoísta, Diana. Sé de lo que eres capaz y estoy seguro de que si ves un hueco, lo vas a aprovechar.
-De acuerdo, míster -le contestó ella tirando de las dos trenzas bajas que se había hecho para recogerse el pelo.
-Y Diana, sal y diviértete un poco, que demasiado serios estamos los demás.
Le sonrió la rubia a Davide y decidió seguir su consejo. Se había pasado todo el partido analizando al rival hasta encontrarle un punto débil, uno que pensaba aprovechar tal y como le había pedido el italiano.
El cambio no tardó en llegar. El sustituido fue Rodrygo, quien a pesar de percibir que Diana ocuparía su lugar, no estaba muy contento con el cambio como demostró al chocar su mano sin decirle nada más.
Corrió Diana para compartir con sus compañeros las instrucciones dadas por el míster y se colocó en su posición, una que ella misma sabía que le duraría poco, pues ella no era de mantenerlas. Se encontraba más cómoda jugando entre líneas desde donde tenía más libertad de movimientos. Recibió los primeros pases de balón, devolviéndolos con éxito. Quiso quitarse los nervios y es lo que hizo sumándose al ataque.
-Empollona. No pierdas de vista a Brahim e intenta alejarte de tu marca.
Asintió Diana a las palabras de Jude, e hizo lo que él le pidió. Jugaban en el centro del campo, de forma algo monótona. Confirmo ella lo que había presenciado en el banquillo y decidió arriesgarse. Tomó el balón, dándole un certero pase a Brahim, el cual corría desesperado hacia el área.
Lo acompañó ella, quedándose al borde del área sevillista. Tal y como pensaba, la defensa sevillista estaba más ocupada en mantener la marca de los jugadores que estaban listos para el remate, que de lo que hacía la joven rubia.
Diana le hizo un gesto a Brahim con la mano señalándole hacia donde ella estaba. El jugador malagueño no se lo pensó, y aunque no sabía de las intenciones de la chica, decidió confiar en ella, y le centró el balón hasta casi ponérselo en los pies.
No dejó Diana que botara. Ni que el esférico rozara el suelo y con su pierna derecha, girando levemente su cuerpo, golpeó el balón con la fuerza precisa y con un ángulo perfecto, el cual, solo tardó unos segundos en colarse por la escuadra de la portería y estrellarse en la red del Sevilla.
Gol.
Había sido gol.
La celebración de Diana fue caótica. Subió sus dos brazos al aire y después echó a correr hacia Brahim, el hacedor de la jugada. El resto de jugadores iban tras ella, encontrándose todos en el lateral del campo, abrazados a causa del tanto conseguido.
-¡Eres la hostia, peque! -le gritó Brahim agarrándola del cuello para darle un largo y emotivo abrazo.
-¡Tu puta madre, Diana! -le gritó Lucas Vázquez rodeándola con sus brazos.
Felicidad. Orgullo y emoción es lo que la rubia sentía a causa del gol. Uno que por ahora le daba los tres puntos al equipo y que se había convertido en el mejor momento de su vida.
Dejaron de celebrar el tanto para volver a su posición, conscientes de que les quedaba cinco minutos para defender el resultado, uno que estaba seguro de que conseguirían. Sintió los brazos de Jude rodeando sus hombros y como él le tiraba de una de las trenzas, volviendo ambos hacia su campo.
-Bien hecho, empollona.
Le sonrío ella emocionada, separándose ambos segundos después. Tomando su lugar en la banda, buscó con la mirada a alguien que se merecía que le dedicara el gol. Lo vio de pie en el banquillo mirándola muy orgulloso, aún más cuando Diana levantó su mano señalándolo a él un par de veces, y lanzándole un beso para acompañar la dedicatoria.
-Os dije que marcaría un gol -le dijo Agustín al preparador físico quien tuvo que admitir cuanta razón tenía su compañero.
Terminó el partido con la victoria del Real Madrid. De nuevo Diana alzó sus brazos al cielo, feliz y emocionada por lo que había hecho, y casi sin creérselo. Saludó a los rivales de forma educada, encontrándose de nuevo a Jude por el mismo camino que ambos debían hacer para regresar al vestuario.
Le dio el británico una enigmática mirada a la vez que una sonrisa cargada de algo de diversión, algo con lo que Diana empezaba a acostumbrarse.
-He estado pensando, empollona, que si que quiero que juegues en Inglaterra.
No quiso Diana dar ninguna entrevista ni hablar para ningún medio. El ser menor de edad le permitía hacerlo y no ser criticada por ello, siendo el club el encargado de comunicarlo a la prensa. Querían protegerla de esta forma de la vorágine que pudiera crearse a su alrededor y no formarle falsas expectativas. Aún era joven y tenía mucho camino por recorrer, camino que en el club protegería.
-¿Y porqué no has querido contestar a ninguna pregunta? has dejado a la prensa decepcionada y a mi también. Me hubiera encantado escuchar como contestabas a los periodistas -las palabras de Rodrygo le molestaron, y aunque no quería dar explicaciones, decidió hacerlo para que él la dejara en paz. Ese tono meloso y dulzón que tenía con ella, no le gustaba para nada.
-Raúl, el míster del Castilla, no nos deja hablar con la prensa a los menores de edad. Es algo que nos dijo a principios de temporada y en lo que estamos de acuerdo. No me apetece que me bombardeen si aún no he hecho nada -le contestó de la forma más educada posible.
-Pero hoy no estás con Raúl, estás con los mayores.
-Déjala ya, Rodrygo, no la agobies más -Jude apretó sus dientes harto ya de escuchar el acoso del brasileño. Desde que estaban en el aeropuerto no había dejado de preguntarle a Diana y casi obligarla a hablar.
-¿Yo? ¡Pero si no estoy haciendo nada! -se excusó él marcando una arrogante sonrisa en su rostro.
Decidió Diana alejarse tanto de Rodrygo como de Jude. No tenía confianza con ninguno y estaba claro que su presencia aquí tenía fecha de caducidad. Un partido y punto. Vio la máquina de refrescos en una de las esquinas y hasta allí fue buscando algo que llevarse a la boca. Después de un partido, el cuerpo le pedía chocolate.
Se situó delante de la máquina decidiendo entre una barrita o una bolsa de cacahuetes con chocolate cuando una presencia a su lado, le hizo voltear la cabeza.
-Yo invito. Eres la peque y no deberías pagar nada -le sonrío Diana a Brahim dejando que el chico hiciera precisamente lo que le decía. Una vez contándole su elección, el malagueño metió la moneda en la ranura y a los pocos segundos le ofrecía a la rubia su bolsa de cacahuetes.
-Sé que te lo dirán miles de veces, pero, te admiro mucho, Brahim. Eres mi jugador favorito -le dijo ella sin poder contener más la emoción que sentía por estar junto a su admirado jugador.
-Muchas gracias. Viniendo de ti, es un halago. Eres la perla del Castilla. Todos te adoran.
-Solo se me da bien jugar, nada más -le respondió ella encogiendo sus hombros avergonzada.
-¡Nada más! ese gol ha sido una pasada. Sabías perfectamente donde estarían los defensas y como ponerla. Me pediste el sitio exacto donde dejarte el balón. Tú sola has construido el gol.
-Ya, pero, también para marcar ese gol, necesitaba alguien que me lo pusiera en los pies. En serio, Brahim, es un honor jugar contigo.
Al malagueño le gustó la chica. Era sincera, amable, muy dulce y modesta. Debería estar crecida y eufórica por el gol, y por el contrario se mostraba tímida y avergonzada cuando alguien la felicitaba.
-¿Qué vas a hacer con la camiseta? -le preguntó Brahim caminando ambos hacia el embarque del avión.
-Dársela a mi madre la próxima vez que venga a verme. Lleva casi un mes sin venir a Madrid y ya tengo ganas de abrazarla -le contó ella con algo de melancolía, pues a veces no llevaba muy bien el estar tan alejada de sus padres.
-Bueno, quien sabe, Diana, lo mismo también te convocan para el próximo partido y la vez antes de lo que piensas.
-Ay, Brahim, ¡ni tú mismo te lo crees! -río Diana por las palabras del malagueño, quien enganchó su brazo con el de la rubia caminando los dos juntos hasta la puerta del avión.
-Rubia, ¿apostamos?
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