21. Enamorarse
UNOS DÍAS DESPUÉS
La rutina no se había instalado entre ellos. Si es cierto que las clases de Diana eran sagradas y eran lo único en lo que ambos respetaban su horario, pues, por lo demás, cada día era una aventura para la joven jugadora del Real Madrid, pues Jude quería enseñarle cada rincón de la ciudad donde había vivido mientras jugaba en el equipo local.
-¿Sabes que estás monísima con esa boina? -sonrío Diana con las palabras de Jude quien puso uno de sus dedos en el objeto que le mencionara, tocando este para abrazar después a su novia.
-Pues mira que yo no soy de sombreros -le respondió ella mirando los pequeños puestos de la feria del barrio que visitaban- pero tengo que admitir que son muy prácticos. Apenas tengo frío en la cabeza.
-Tú tranquila que para calentarte, ya estoy yo.
-¡Jude! -acabó Diana dándole un codazo a su novio debido a la osadía de sus palabras, en respuesta, recibió un tierno beso en sus labios, uno que incluso le pareció bastante cálido debido a las altas temperaturas de la ciudad alemana.
Paseaban como una pareja normal, sin presiones y sin tener que estar pendiente de que los reconocieran. La ropa de abrigo y el bullicio de la gente, los ocultaba y escondía de posibles miradas ajenas, disfrutando ambos de un maravilloso paseo.
-Quiero otro dulce de esos de chocolate, y un peluche de aquel puesto -llamó su atención Diana de Jude, quien rodó sus ojos de forma graciosa, acostumbrado ya a las peticiones de su novia.
-¿Algo más quiere la señorita?
-A ti, idiota -acabó Diana soltándose de su agarre, hasta colocarse frente a él, rodeando su cuello con sus manos.
-Pide otra cosa, a mi ya me tienes.
Acabó poniéndose Diana de puntillas buscando besarlo. Unos besos que se habían tornado bastante diferentes desde que ambos habían hecho el amor por primera vez. Los besos, las caricias y los sentimientos, eran nuevos y mucho más intensos, dándolo todo en cada uno de sus encuentros.
-Me está costando mucho no enamorarme de ti, Jude, así que, ya puedes sacar tu lado tóxico o lo que sea que te estés guardando para que no lo haga -las palabras de Diana provocaron en Jude un intenso vuelco a la vez que la agarraba de la cintura atrayéndola más hacia su cuerpo.
-Temo decepcionarte, pero, soy así, empollona. Pero, si que es verdad que me estoy guardando algunos trucos para cuando estés completamente enamorada de mi.
-¿Completamente? Pero si he dicho que...
Jude la calló con un beso, apoderándose de sus labios de una forma arrebatadora. Sentía el sabor dulce de ese bollo que le había comprado en su boca, degustando esta como si Diana fuera ese postre del que no puedes saciarte y acaba siendo su favorito. Se tragó sus pequeños gemidos, dejando de besarla para emprender de nuevo su camino. Aún había muchos puestos que recorrer, aunque parecía tener que tirar de Diana, pues la rubia aún estaba alfo afectada por el beso que le diera.
Pasaron la mañana entre risas y confidencias, dándole Jude todos los caprichos que quería. No pensaba escatimar en gastos con Diana y hacer de este un viaje inolvidable para ambos.
Una vez en casa del jugador británico, lo primero que hizo ella fue quitarse las botas y despojarse de toda la ropa de abrigo, sintiéndose algo aliviada por ello.
-¡Dios! ¡Que a gusto se está en tu casa! -exclamó la chica dejándose caer en el sofá del salón de Jude quien dejaba las compras que habían realizado encima de la mesa.
-Pero, ¿qué te gusta más? ¿mi casa de Madrid o esta?
-Jude...
-No me has dado una respuesta todavía, empollona -le recordó él pues ya hacía varios días que le había pedido que se mudara a su casa y Diana le había pedido tiempo para pensar.
-¡Si es que quiero decirte que si! -casi le gritó ella, haciéndose a un lado en el sofá cuando él se sentó junto a ella.
-Pero...
-Pero no quiero tener que darle explicaciones a nadie de porqué lo hago, ni quiero que la gente hable de nosotros.
-A mi me la suda lo que digan la gente. Que no vayas a vivir conmigo por lo que piensen los demás, si es algo que me molesta, Diana.
Se levantó Jude visiblemente molesto, saliendo del salón con una de las bolsas en la mano. Resopló la rubia un par de veces y después de contar hasta diez, se levantó para ir a buscarlo. Lo encontró sentado en el dormitorio, con sus manos en la cabeza, manos que quitó cuando ella apareció.
-Lo siento, Jude. Tienes que entenderme. Mi vida ha dado un giro de 360º y me está costando mucho adaptarme a todo -le dijo Diana acercándose a él, quien la tomó de la cintura de sus pantalones hasta tenerla frente a si. Colocó sus manos en sus caderas, dejando que Diana enredada sus dedos entre su rizado pelo.
-¿A mi también?
-A ti, menos, porque me pones todo tan fácil. Aunque...
-No me gustan los aunques. Ni los peros.
-Solo iba a decir que también he tenido que asumir que tengo un novio increíble que ha llenado todo el vacío que sentía por estar aquí sin mi familia.
El brillo de los ojos de Diana casi lo dejó sin palabras. Estaba emocionada, algo que no podía ocultar. Puso Jude su cabeza sobre su estómago dejando que ella le acariciara el cuello de una manera bastante dulce. Solo pasaron unos segundos y él tiró de Diana hasta tenerla sobre su espalda en la cama, cerniéndose sobre su cuerpo con cuidado de no aplastarla.
-Lo que decidas, te apoyaré. Me encantaría que vivieras conmigo. Que seas lo último que vea cuando me acueste y que cuando abra mis ojos por la mañana, tú estés allí, porque eso solo significará que mi día va a ser maravilloso porque tú estás en el. Pero, si quieres buscarte algo para ti sola, seré el primero que te acompañe a hacerlo.
Sus palabras la conmovieron de tal manera, que tuvo que besarlo para no llorar, porque si, Diana deseaba llorar. Ella no había tenido muchas parejas. Era joven y había escogido con quien compartir su tiempo y su corazón, no habiéndose enamorado aún de nadie, bueno, hasta ahora, porque el chico que repartía besos por su cuello queriendo desnudarla, ya lo tenía por completo.
Compartieron otro de esos encuentros que a ambos los dejaban exhaustos y saciados. Diana sintió rozar el cielo cuando Jude estuvo dentro de ella, moviéndose de una forma tan exquisita que tuvo un fuerte orgasmo, siguiendo él con las acometidas de su pene hasta derramarse dentro de ella. Desde que Diana le había dicho que usaba anticonceptivos, ella le había permitido no usar nada en sus encuentros, disfrutando ambos aún más de ellos.
Se dio la vuelta Diana, dejando que él la abrazara sin poder contener la sonrisa que salía de su boca. Se aferró a esos brazos que la tomaban como si ella fuera el mejor tesoro del mundo, y después que un ligero suspiro saliera de su boca, le habló a Jude, casi parándole el corazón al muchacho por sus palabras.
-Pero cocinas tú, ya sabes que se me da fatal hacerlo, Jude.
DÍAS DESPUÉS
La cabeza de Diana reposaba sobre el hombro de Jude, siendo los dedos de este los que acariciaban su hombro. El atardecer estaba dando paso a la noche, y desde las ventanas del avión privado en el que ambos estaban, todo se percibía calmado y tranquilo.
-Echaré de menos Dortmund, Jude.
-Bueno, siempre podemos volver a el cuando queramos. Puede ser nuestro refugio cuando lo necesitemos.
-Me gusta esa idea, la de que tengamos algo nuestro -levantó su cabeza Diana para encontrarse con la mirada de Jude, una tan intensa y arrebatadora que la joven jugadora sonrojó sus mejillas al recibirla.
-A mi también -le contestó él con una sonrisa de medio lado- ¿Cuándo te vienes entonces?
-Pues... no sé. Supongo que tendré que avisar en la Residencia y recoger mis cosas...
-Mañana entonces.
-¡Jude! ¿en serio?
-¡Maldita sea, mujer! Ahora que me has dicho que si, no quiero perder ni un minuto más de que estés conmigo.
Apretó Diana sus labios intentando contener la sonrisa que su boca quería marcar debido a las palabras de Jude, quien se percató de ella y le respondió de la misma manera. Aunque Diana acabó levantándose de su asiento hasta sentarse a horcajadas sobre él quien recibió este gesto con suma satisfacción. De hecho, sus manos volaron a las caderas de la chica dejando que ella pusiera las suyas sobre su pecho.
-Bellingham, ten cuidado -le advirtió ella en un tono de voz bastante bajo y sensual que de nuevo despertó el deseo del chico por su novia.
-¿Porqué tendría que tenerlo?
-Por si eres tú quien acaba enamorándose de mi.
Jude presionó sus labios con los suyos, en un lento y fascinante beso al que ambos se entregaron.
Que tuviera cuidado, le dijo Diana.
Que poco sabía la rubia, que su advertencia ya, llegaba tarde.
Gracias a todos mis lectores por leer mi historia. Espero que sea de su agrado y sería genial que también le dierais un voto si os ha gustado.
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