2. ¿España o Inglaterra?
Por la noche
Infundiéndose valor así misma, Diana entró en el comedor donde tendría lugar la cena. Habían dispuesto una mesa larga donde se sentarían todos los jugadores, sabiendo ella que se sentaría en una de las esquinas, lo más alejada posible de todo el mundo. Y no era porque no quisiera estar con los miembros del primer equipo, es que le daba una verguenza enorme estar junto a ellos.
Fue a la zona del buffet sin saber muy bien que escoger, frunciendo su boca un par de veces ante la indecisión de lo que tenía delante, pues, realmente, aún tenía los nervios en el estómago y este se le había cerrado tanto que casi no tenía ganas de comer.
-No hace falta que escojas nada, te sientas en la mesa y los camareros se encargan de servirnos -giró su cabeza la rubia, sorprendida al ver a Rodrygo Goes dirigirse a ella y darle indicaciones.
-Gracias por la información. La verdad es que estoy algo perdida -le contestó ella ofreciéndole una dulce sonrisa que al brasileño le pareció adorable.
-Es normal. Es tu primera convocatoria y seguro que no tienes ganas ni de comer. Yo estaba igual el primer día, pero, por suerte, me tienes a mi para ayudarte.
De nuevo apareció en Diana esa sonrisa, pues el joven jugador había acertado de pleno con sus suposiciones, pues las mejillas de la rubia estaban enrojecidas y él sabía que era porque estaba algo cohibida con la presencia de todos. Decidió Rodrygo acompañarla hacia la mesa, explicándole durante el breve camino, en que consistiría la cena. Ella, que iba a sentarse en una de las esquinas, de pronto se vio en medio de los jugadores más jóvenes de la plantilla, teniendo a Bellingham enfrente.
Al británico no le pasó desapercibida su llegada. Lucía bastante bien con la equipación oficial del equipo, ondeando su cabello recogido cuando caminaba. Frunció el ceño al ver las atenciones que recibía por parte del brasileño y aunque quiso no darle más importancia, de todos era sabido que a Rodrygo lo perdía una chica bonita, y Diana lo era.
-¿Y de dónde eres tú, Diana? tu apellido no es español -le preguntó Eduardo Camavinga, un jugador francés, cuyo peinado llamó mucho la atención de la rubia.
-Es inglés -contestó Jude llevándose su bebida a la boca y dándole una larga mirada a la rubia.
-Así es. Mi padre es de Yorkshire y mi madre es de Mallorca -les respondió ella muy orgullosa de sus orígenes.
-¿Alguna bonita historia de amor? -Eduardo puso una de sus manos sujetando su barbilla pendiente de cada palabra que la chica les contaba. Estaba bien que de vez en cuando alguien nuevo rompiera su rutina.
-Si. Lo es -le contestó ella advirtiendo que los jugadores que había a su alrededor prestaban atención a cada una de sus palabras- mi padre vino a España de Erasmus y conoció en la Universidad a mi madre. Se enamoraron. Tuvieron una relación a distancia durante un tiempo hasta que a mi padre le ofrecieron trabajo en Mallorca. Y desde entonces no se han separado.
-Si que es bonita, si. Ya me caen muy bien tus padres -río Eduardo emitiendo un pequeño suspiro pues el jugador francés era un romántico empedernido desde que salía en secreto con un joven actor español.
-A mi madre le encanta tu peinado.
-¿Y cuándo dices que me la presentas? -Eduardo la hizo sentir muy cómoda. El chico era un verdadero encanto y bastante animoso en la charla.
-¿Y juegas con España o con Inglaterra? -la pregunta de Rodrygo hizo que Jude le prestara aún más atención a la chica, queriendo saber la elección que haría ella.
-He jugado algunos partidos en las inferiores de España, y aunque tengo la doble nacionalidad, no es algo que me plantee ahora mismo. Me resulta algo difícil tener que elegir entre una y otra -respondió Diana alzando sus hombros.
-¿Porqué? has nacido y te has criado en España, ¿porqué tendrías que jugar con Inglaterra? -la dureza de la pregunta de Jude sorprendió a Diana, así como al resto de jugadores que los rodeaban, teniendo que contenerse la rubia y no darle una mala contestación que era lo que él se merecía.
-¿Y porqué no? ¿está prohibido que lo haga? ¿o resulta que solo los nacidos en el Reino Unido pueden jugar con su selección?
Forzó Diana una mueca encontrándose con el silencio rodeándola, y si, alguna que otra mirada de satisfacción al ver como ella retaba a Bellingham con sus palabras.
-Jugar en la selección de tu país, es un sentimiento que tienes que tener, algo arraigado en tu alma y en tu corazón. Sentir los colores. El peso de una camiseta que otros han defendido antes que tú. El tener un país detrás. ¿Eso sientes tú por Inglaterra? -las mordaces palabras de Jude le molestaron. La estaba dejando en ridículo sin saber muy bien la causa. Por suerte, empezaron a serviles la cena, con lo que Jude se quedó sin respuesta, pero sabiendo que le había ganado una batalla a la chica.
El resto de la cena, por suerte, transcurrió con normalidad, y aunque Rodrygo y Eduardo intentaban incluirla en sus conversaciones, Diana se limitaba a asentir y ofrecerles escasos monosílabos. El tener a Jude frente a ella, la ponía nerviosa, más si él, sabedor del efecto que causaba en la chica, propiciaba aún más esa intranquilidad que la atenazaba.
Terminada la cena, Diana rehúso reunirse con sus compañeros en una de las salas habilitadas para ellos, y decidió buscar un lugar tranquilo donde llamar a sus padres.
-Te has pasado con ella -le dijo Rodrygo una vez que amos se dirigían a esa sala para pasar unos minutos de ocio- has estado de lo más gilipollas con la rubia.
-Y tú parecía que querías comértela. Joder, tío, que tiene 17 años. Es una cría. No deberías mirarla de esa manera -le recriminó su compañero sin lograr ningún efecto con sus palabras en él.
-Está buena. Muy buena. Y necesita de alguien que la guíe y le explique muy bien como funciona esto -le respondió él guiñándole uno de sus ojos.
-Y que casualidad que vas a ser tú.
-Si ella me deja, no veo el problema.
-Teníamos una central muy buena. Tenía proyección y jugaba de puta madre. Pero por tu culpa se quiso ir del Madrid porque decía que la acosabas. No le harás lo mismo a la rubia -la advertencia de Jude no sentó nada bien a Rodrygo, quien encaró a su compañero casi empujándolo contra una de las paredes.
-¿Y qué harás para impedirlo, estrellita?
Rodrygo puso sus manos en el pecho de Jude, dándole un nuevo empujón antes de alejarse de él. Nadie le decía a él lo que tenía o no que hacer y menos cuando se trataba de una chica. La rubia le gustaba y nadie le impediría ir a por ella. Era un caramelito. Uno muy jugoso que estaba dispuesto a comerse.
Diana tomó el ascensor en el jardín del hotel. Había estado casi media hora hablando con sus padres, orgullosos los dos de su convocatoria. Su padre, un ingeniero de telecomunicaciones que siempre le veía a todo la parte buena, le juró que seguro que debutaba con el equipo. A ella le encantaba como de positivo era su padre y los ánimos que recibía de su parte.
Estaba apoyada en una de las paredes del ascensor, cuando este se abrió en la planta baja, entrando en el, para su fastidio, el infame Jude Bellingham. No pudo reprimir Diana la mueca molesta que se formó en su rostro al verlo, encontrándose con una mirada arrogante y divertida en el rostro del jugador.
Se dejó caer él en la pared frente a la chica, manteniéndole la mirada y esperando una reacción por parte de ella.
-¿Sabes? si alguna vez alguien de la selección inglesa me pregunta si quiero jugar con ellos, les diré que no quiero, para no tener que ver tu puta cara todos los días.
Las palabras de Diana lo sorprendieron, aunque tuvo que asumir que se las merecía. Había sido muy duro con ella, motivado a la molesta atención que recibía de Rodrygo y que no quería que tuviera.
-Pues no sabes lo que te pierdes. Seguro que a Kane le encantabas -le respondió él burlándose de nuevo de ella. Y lo hacía porque le encantaba ver como su rostro le mostraba ese sonrojo que se apoderaba de la chica cuando se enojaba con él.
-Oye, a lo mejor por fastidiarte proclamo a los cuatro vientos que quiero jugar con la selección inglesa.
-Y yo te aseguro que te lo ibas a pasar muy bien.
-¿Tanto de bien como me lo estás haciendo pasar en esta concentración? -le preguntó ella mostrándole una mueca de fastidio, y sorprendiendo a Jude con sus preguntas.
Diana permaneció callada el resto del trayecto en el ascensor, uno que no duró mucho pues poco tardaron en abrirse las puertas que les dejaban a ambos en la última planta del complejo hotelero. No quería mirarlo. No quería porque Jude la ponía nerviosa. Era un tipo bastante chulo y prepotente, pero también tenía un innegable atractivo del que era muy consciente.
Dejó Jude que ella caminara delante de él, respetando su espacio. Su habitación estaba antes que la suya, y esperó hasta que ella sacó su tarjeta de la habitación para emprender su camino, gesto este que dejó algo confundida a la chica, aunque este gesto tan caballeroso le gustó en él.
-¿Qué? -le preguntó Diana con fastidio esperando que alguna frase mordaz saliera de la boca de Jude que era lo que estaba recibiendo de él desde que se conocieron.
-Ten cuidado con Rodrygo, es un cabrón con las tías.
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