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17. Tu sorpresa

MÁS TARDE

No podía contener la emoción que embargaba su rostro, por eso le mostraba a Jude una amplia sonrisa a la vez que tomaba su brazo, apretándolo lo suficiente para que él fuera consciente de lo encantada que estaba con la sorpresa que el británico le diera.

-No sé si llorar o comerte a besos -le dijo ella ladeando solo un poco su cabeza para posar sus hermosos ojos en él.

-Yo prefiero lo segundo, la verdad -llevó Jude la mano que tenía libre hasta su mejilla, rozándola un par de veces hasta depositar después un tierno beso en sus labios- dime porqué quieres llorar.

-Vas a llevarme a Mallorca a ver a mis padres para que pase lo poco que me queda de cumpleaños con ellos. Estoy feliz y emocionada de lo que acabas de hacer por mi.

-Por ti, lo haría todo, Diana -esta vez se tomó su tiempo Jude en devorar su boca, repasando cada centímetro de esta como si quisiera que sus labios se la aprendieran de memoria. Besarla era un delirio, uno en el que quería caer una y otra vez.

Aún sonreía al ver la cara de la rubia cuando la llevó al aeropuerto y la hizo subir al avión privado. No cabía en si de gozo y sus expresiones de felicidad eran tan radiantes, que tuvo que admitir que valía la pena todo lo que hiciera por ella para verla sonreír de esta manera.

-Supongo que te quedarás en mi casa a dormir -le sugirió ella a la vez que se mordía el labio superior con algo de nerviosismo, pues esperaba que su propuesta fuera aceptada por el británico.

-Pensaba irme a un hotel, para que estuvieras a solas con tu familia.

-¡Tonterías! te quedas en mi casa. También quiero tenerte muy cerca hoy.

No hubo discusión en esto. Jude aceptó quedarse con ella en su casa, aunque primero habría que ver la reacción de sus padres cuando se lo propusieran, pero, conociéndolos, seguro que no se negarían, pues sus progenitores sabían de cuanto había ayudado el jugador a Diana a conseguir aprobar el exámen del curso.

-Rodrygo no me habla -le dijo Diana recordando los desaires que el brasileño le había hecho desde que el míster dio la convocatoria.

-Sinceramente, no lo necesitas. Que se joda la estrellita. Balón de Oro que se creía que era -le contestó Jude con evidente fastidio, pues no era un secreto a voces que no aguantaba a Rodrygo- tú sigue jugando de puta madre y marcando esos golazos.

-Mientras tú me des las asistencias, lo haré.

Una radiante sonrisa salió de su boca, acercándola Diana  a Jude. Se perdía en su mirada. En como sus ojos, intensos y brillantes la miraban a ella como si no existiera nadie más cuando estaban solos. Sus dedos rozaron la mejilla del chico, cerrando este sus ojos al sentir el leve contacto de sus yemas. Delicadas y suaves.

-Sin duda, este es el mejor cumpleaños de mi vida -le confesó ella sonriendo a Jude cuando este abrió sus ojos. 

-Aún no ha terminado, empollona. Y tampoco te he dado tu regalo -le dijo él ofreciéndole una pícara sonrisa. Acabó Diana rozando su boca de nuevo, algo sutil y corto pero cargado de mucho significado.

-No hace falta que me des nada más, hoy, contigo, lo tengo todo.

MÁS TARDE

No sabía lo mucho que echaba de menos a sus padres hasta que los abrazó y sintió sus besos por sus mejillas. Hasta el abrazo de su hermana menor resultó emocionante. Ninguno de ellos esperaba que Diana apareciera hoy por casa, por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando su hija llamó a su puerta.

-Estás más alta -le dijo su madre agarrándola del brazo para entrarla en la casa- pero más delgada.

-Pues estoy comiendo muy bien, lo que pasa es que ahora paso más horas en el gimnasio y por eso piensas que he perdido peso -se justificó Diana aún sabiendo que su respuesta no convencería a su madre.

-Mamá ha llorado cuando te han cambiado y todo el campo te ha cantado el cumpleaños feliz -le contó la pequeña Cyra a su hermana.

-Casi lloro yo también -añadió Diana recibiendo otro beso de su madre.

-Gracias por traérmela, Jude -se dirigió esta vez su padre al jugador británico que permanecía en un segundo plano viendo como Diana era recibida por su familia- ha sido todo un detalle el que has tenido con ella.

-Me importa mucho su hija, y pensé que esto la haría muy feliz hoy -le contestó él observando como la rubia se sentaba junto a su madre en el sofá de la sala.

-No voy a darte la charla, ni preguntarte que intenciones tienes con mi hija, porque a mi me la dieron, y créeme, no es agradable. Solo quiero que la respetes y la trates bien, nada más.

-Por eso puede usted estar tranquilo, señor Grayson, Diana es una chica especial y así es como la trato. 

Sus palabras y la actitud de Jude dejaron más tranquilo al padre de Diana, pues pensaba que él se estaba aprovechando de alguna manera de la juventud de su hija. Pero, en cuanto percibió como miraba a Diana, embelesado cuando su hija abría la boca, comprendió que todas sus reticencias, no tenían sentido. Jude era un gran chico y él que tenía un sexto sentido para las personas, sabía que esta vez, tampoco se equivocaban.

-¿Nos arreglamos y salimos a cenar? -propuso su madre con entusiasmo, feliz de tener a su hija mayor en este día tan señalado.

-¿Y porqué no pedimos mejor algo y cenamos en casa? no me apetece salir y encontrarme con nadie. Prefiero estar en casa, si no nos molesta, claro -les confesó Diana buscando la mirada cómplice de Jude quien asintió a su propuesta.

-Tú eres la cumpleañera. Tú decides -le dijo su madre, accediendo también a la petición de Diana. Se puso en pie segundos después, acariciando la mejilla de su hija- ya sabes donde están los folletos de la comida. Voy arriba a preparar tu habitación para que Jude duerma contigo.

La mirada de Diana se cruzó con la del británico, pues le sorprendió lo que su madre iba a hacer. Quiso no protestar o hacerla cambiar de idea, pero, cuando Jude esbozó una media sonrisa y le guiñó el ojo, entendió que él tampoco se oponía a la decisión de su madre, y que parecía gustarle la idea de compartir habitación con ella. Algo que la ponía nerviosa.

-¿Quiere que la ayude? -le propuso Jude a la madre de Diana, quien sonrío con su ofrecimiento.

-¡Claro! pero no me llames de usted, por favor, Jude. Llámame Raquel -asintió Jude a las palabras de su madre, siguiéndola escaleras arriba, no sin antes recibir una recomendación de la hermana pequeña de Diana.

-¡Llámala suegra, que lo mismo le gusta más!

MÁS TARDE

-Es un encanto.

-Lo sé, mami -le respondió Diana a su progenitora despidiéndose de ella para ir a dormir.

-Muy educado. Y guapo de cojones.

-¡Mamá! -dejó Diana que su madre la abrazara recibiendo de nuevo miles de besos por su parte. 

-Que descanses, cariño. Estoy muy orgullosa de ti.

Una sonrisa salió de la boca de Diana cuando se despidió de su madre. Hacía unos minutos que Jude había subido a la habitación de la última planta, donde pasarían la noche, para así darle intimidad a la rubia con su familia, algo que no necesitaban pues el inglés había sido aceptado muy rápidamente entre ellos.

Abrió la puerta de su cuarto, sintiendo la chica los latidos de su corazón golpetear furiosos contra su pecho. Jude estaba sentado en la cama, portando solamente un pantalón corto de dormir que la hizo tragar saliva pensando que la noche sería muy larga.

-Los has tenido que embrujar a todos, porque sino, no me explico como les gustas tanto-le dijo Diana a Jude, sacándole la lengua a continuación.

-A mi no me hace falta hechizar a nadie, mi encanto es natural -le respondió él, ofreciéndole una de sus manos para que se agarrara a ella.

Así lo hizo Diana, dejándose arrastrar por él hasta estar en medio de sus piernas y con las manos de Jude en sus caderas.

-Estás nerviosa porque vamos a dormir juntos. Si estás tan inquieta, me puedo bajar al sofá -le propuso él buscando su mirada para observar en ella ese nerviosismo del que le hablaba.

-Lo estoy, pero, no quiero que te vayas. Quiero dormir contigo -acabó diciéndole ella para alivio de Jude.

-¿Y tú en que lado duermes?

-¡Como que me da igual!

Dejó Jude un beso en su estómago, allí donde este se retorcía a causa de las cosquillas que el roce de su boca provocaba en la chica. Las manos de esta estaban en la cabeza de Jude, acariciando su cuello muy lentamente.

-No haremos nada que tú no quieras, y menos, en casa de tus padres -le dijo Jude formando una calmada sonrisa en su boca.

-Lo sé -bajó su cabeza Diana hasta hacer que sus labios rozaran el oído de Jude, consiguiendo que su piel se erizara a causa de este contacto- pero resulta que yo si quiero hacer cosas, aunque no aquí, en casa de mis padres.

La respuesta de Diana dejó a Jude descolocado. Ella era una descarada cuando se lo proponía, pero, tímida y comedida en la mayoría de las ocasiones, sacando un lado más impulsivo cuando se trataba de él.

La agarró Jude de las caderas, y tiró de ella hasta poner su espalda sobre el colchón. Solo una parte de su cuerpo la cubría, no queriendo agobiarla. Deslizó una de sus manos por su brazo, hasta llegar a su mejilla y quitarle el pelo de la cara.

-¿Tú eres virgen, Diana? -se mordió los labios la rubia conteniendo una sonrisa por su pregunta, sintiendo aún los locos latidos de su corazón sobre su pecho.

-No, no lo soy, pero si es cierto que hace mucho tiempo que no estoy con nadie. Solo he tenido un medio novio, con el que perdí la virginidad. Y después de eso, no he estado con nadie más -le contó ella sintiendo como se ruborizaba pues estas conversaciones le causaban algo de apuro.

-Pues iremos a tu ritmo, entonces. Tendrás que decirme lo que te gusta y lo que quieres, para que estés cómoda conmigo -casi chilló Diana por las palabras de Jude, emocionada del genuino interés que él mostraba por ella.

-Joder, Jude, ¿Dónde has estado toda mi vida?

-Buscándote, empollona.


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