13. Loca por ti
ESE MISMO DÍA
Jude solo tuvo que esperar a que terminaran las clases para entrar en el instituto. Tanto él como su compañero, Antonio Rudiger, pudieron pasar desapercibidos pues no había casi nadie a esas horas en el centro educativo.
Queriendo cerciorarse de que Arturo estaría en el Instituto, previamente, habían acordado una cita con él a través del director del centro. La excusa había sido que uno de ellos tenía un hijo al cual querían inscribir el año que viene, en el programa de matemáticas que impartía el infame profesor, y que para eso, querían hablar con él. Nadie se opuso a la cita, es más, se mostraron encantados de dicho encuentro.
-¿Entramos los dos? -le pregunto Antonio a Jude una vez estando ambos en la puerta de la clase.
-No, mejor quédate fuera, que te vea, por si hiciera falta.
Le aconsejó Jude, siendo él quien entró en el aula. Solo tuvo que abrir la puerta, encontrándose al tal Arturo perpetrado tras su mesa, esperando una visita que no sería la que él pensaba. Cerró el futbolista la puerta tras de si, no queriendo que nadie los molestara ni fuera testigo de su encuentro.
-Hola, buenas tardes -saludó Arturo a su visitante, enmudeciendo al ver de quien se trataba, pues, aunque quiso disimular, conocía perfectamente a la persona que tenía delante de si, y mucho se temía el motivo de su visita.
-¿Sabes quien soy? -le preguntó Jude con arrogancia al profesor, intentando mantener la calma pues las ganas de irse a por él, eran bastante fuertes.
-Si, claro que lo sé. Todo dios te conoce. Jude Bellingham -le contestó Arturo casi con la misma chulería que el futbolista.
-Así es. Y también soy compañero de Diana y un buen amigo. De los que le cuentan las cosas malas que le ocurren, no sé si me entiendes...
-Para nada. Aunque yo que tú, tendría cuidado con tu amiga. Se cree superior porque está jugando en el Madrid y lo cierto es que como no se ande con cuidado, toda esa arrogancia le va a costar el curso -le amenazó él al futbolista, queriendo de esta manera adelantarse a lo que Jude pudiera decirle.
-¡Que extraño! diría que estás amenazando a Diana, quien por cierto, tiene más idea de matemáticas que tú, quien no dejas de ser un puto cabrón que está más interesado en acosar a sus alumnas que darles clases.
-¡No te permito que...!
Alzó su mano Jude apretando su puño al hablarle. Iba a mantener la calma. Él era experto en sacar a la gente de quicio simplemente ofreciéndoles una irónica sonrisa.
-No sé si conoces a mi compañero Antonio Rudiger, le dicen el loco en el equipo -le señaló Jude a su amigo quien, a través de la cristalera que separaba la clase del pasillo, miraba la escena que sucedía tras ella- mi amigo tiene una hija, de cinco años, y la quiere más que a su vida. Jamás dejaría que le ocurriera nada, como tampoco quiere, que le pase algo a Diana.
-Deberías largarte de aquí si no quieres que llame al director -le amenazó de nuevo Arturo, sabiéndose acorralado por el futbolista.
-Llámalo. Sin problema. Así le contamos lo que querías hacerle el otro día a Diana, y a las otras chicas a las que llevas años acosando...
-¡Fuera! -gritó Arturo cada vez más enfadado.
-Me iré, pero, te diré lo que vas a hacer. Vas a dejar de darle clases a Diana, pero ya. No te vas a acercar a ella, ni la vas a mirar ni hablar. Como si no existiera para ti. Y si me entero que siquiera le diriges la palabra...
-¿Qué? ¿Qué harás estrellita? -le decía Arturo de forma burlona.
-Ya lo sabrás. Ya sabes quien soy, pero aún no sabes de lo que soy capaz, puto degenerado. Debería darte vergüenza utilizar tu posición para acosar a tus alumnas. Eso es de hijos de puta amargados. Si Diana me dice que le has dado una mala mirada, tu puto nombre estará en cada rincón del planeta antes de que parpadees dos veces. Y es una recomendación. Pero vaya, que si no te has enterado bien, le digo a Antonio que venga y te lo explique.
Se dio la vuelta Jude haciéndole un gesto a Rudiger para que entrara en la clase, quien, tardó poco en hacerlo para sorpresa del profesor. De cerca, el jugador alemán era mucho más alto de lo que pensaba y si, imponía mucho.
-¿Algo le tengo que explicar a este hijo de puta? -preguntó Rudiger en un perfecto inglés que Arturo comprendió a la primera.
-No sé, le voy a preguntar a él -se giró de nuevo Jude encarando al profesor, cuyo gesto enmudecido había cambiado desde la entrada del alemán- ¿lo has entendido, escoria?
No tuvo ni que contestar. Solo movió su cabeza afirmativamente, deseando que los dos futbolistas desaparecieran, o mucho se temía que esta visita no acabaría bien para él.
-Perfecto -añadió Jude deseoso de largarse de aquí de una vez- Diana es increíble y ni tú ni nadie vais a conseguir apagarla, y menos tú, hijo de puta. Espero no tener que venir de nuevo a verte, pues la próxima vez, ni Antonio ni yo, vendremos solos y menos te visitaremos en el instituto.
Se dieron la vuelta ambos futbolistas, saliendo de la clase, y dejando atrás a un acojonado Arturo, quien había pensado ir a denunciar al futbolista a la policía por amenazas. Se dejó caer en su asiento pensando muy bien en las repercusiones que tendría todo esto, pues querrían saber porque Jude había ido al instituto a amenazarlo y se destaparía la razón. Se llevó la mano a la cabeza, negando una decisión que tendría que tomar con rapidez.
Tendría que dejar el instituto y alejarse de Diana y de sus "amigos".
POR LA NOCHE
Diana bajaba las escaleras de la Residencia con rapidez. Casi era la hora de cenar, pero le habían dicho que tenía una visita. Al llegar al vestíbulo y ver a Jude, su corazón latió tan desesperado en su pecho, que tuvo que llevarse la mano a este para intentar calmarse.
-Empollona -le dijo él a modo de saludo- ¿me enseñas esto? nunca he estado aquí.
-Claro -le contestó ella algo confusa por su visita.
Decidió Diana hacerle un breve recorrido, esquivando al resto de residentes, pues no deseaba enfrentarse después a las curiosas preguntas de alguno de sus compañeros, por verla en compañía de Jude Bellingham.
-Hay dos plantas divididas en habitaciones. Son casi como las vuestras. Un pequeño salón, un dormitorio y un baño, y una terraza -empezó a explicarle ella ante la atenta mirada del británico.
-Como si fuera un mini-apartamento -añadió él más pendiente de ella que de lo que veía a su alrededor. La rubia parecía más tranquila y calmada que esta mañana, y no quiso preguntarle como se encontraba para que no tuviera de nuevo, todos esos malos recuerdos.
-Algo así. Lo que sea con tal de hacernos sentir que es nuestro. Tenemos un comedor bastante grande, algunas salas de estudio, gimnasio, sala de televisión y otra de juegos. ¿Qué haces aquí, Jude? me mandaste un mensaje diciéndome que no podías cenar conmigo, y ahora te apareces en la Residencia -sonrío el británico al ver como ella le señalaba las instalaciones con tanta rapidez que estaba seguro que si volvía a venir, se perdería en ellas.
-Solo venía a decirte que mañana empezamos las clases de mates. En una semana es el examen y por mis cojones que lo vas a aprobar -abrió mucho sus ojos Diana, bastante sorprendida por como Jude le hablaba- bueno, perdona, ¿quieres que mañana quedemos para que te dé clases?
Jude había rectificado en el último momento. Quería y tenía que ir con cautela con ella. No quería asustarla después de todo por lo que había tenido que pasar y quería ser él ese apoyo que tanto necesitaba.
-Lo haré porque me muero por comprobar como de bueno eres en matemáticas -aceptó ella para el alivio del británico. Los pasos de ambos les habían llevado al jardín, donde por suerte, tenían toda esa intimidad que necesitaban- gracias, Jude, por todo. Has hecho que no me vuelva loca.
-Todo lo que necesites, empollona. Aunque, si te vas a volver loca, que sea por mi -le guiñó un ojo Jude a la chica, quien se sonrojó nada más terminar él de hablar.
-Belligham y su modestia -respondió ella rodando sus ojos, encontrándose con la mirada burlona de él.
Posó Diana los suyos en Jude, intentando calmar los aún furiosos latidos de su corazón. Ambos callaron cambiando la expresión de su rostro por otra más seria. Fue la rubia quien decidió poner menos distancia entre ellos, acercándose hacia Jude. Él solo tuvo que abrir sus brazos para dejar que Diana se refugiara entre ellos, manteniéndola abrazada fuertemente contra su pecho.
Sentía la chica los latidos del corazón de Jude latiendo más rápido de lo que pensaba. Se aferró a su cintura, no queriendo separarse de ellos. Pero, cuando alzó su cabeza para que la mirada impactara con la de Jude, hizo algo que no pudo evitar, ni quiso.
Confesarle una verdad que llevaba guardada mucho tiempo, y que su corazón no podía aguantar más.
-Ya me tienes loca por ti, Jude.
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