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12. Tus abrazos

No podía dormir. Y mira que la cama era cómoda, pero, cada vez que cerraba sus ojos veía a Arturo acercándose de nuevo a ella. 

No podía dejar de temblar, pensando en que hubiera pasado si no hubiera tenido el valor de propinarle esa patada. Pensó también Diana si acaso ella no era la única chica con la que él lo intentara, algo que no le extrañaría.

Se dio la vuelta en la cama, posando su vista en la ventana desde donde podía vislumbrar la luna, quien en lo alto del cielo parecía dispuesta esa noche a cuidar de ella. O eso quería creer.

-Diana -un par de golpes en la puerta, y que esta se abriera despacio, hizo a la rubia girarse para atender a Jude, quien entró con cautela en la habitación queriendo no hacerla sentir incómoda- ¿estás despierta?

-No me puedo dormir -le confesó ella mordiéndose el labio bastante inquieta.

-Te traje un té, ya sabes que los ingleses lo arreglamos todo con té.

Sonrío ella por sus palabras y por el gesto que tuviera. Tomó entre sus manos la taza que Jude le ofreciera, instándole a sentarse a su lado. Percibió el chico como Diana tenía una de las lamparillas de la habitación encendidas, seguramente como forma de protegerse.

-Intentó besarme, Jude. Me dijo que era una zorra y que al final todas buscábamos lo mismo de él, que nos follara. Me resistí como pude y acabé dándole una patada en sus partes. Por eso pude escapar.

Diana se lo contó todo del tirón, casi sin respirar, pues sabía que si se detenía esperando las preguntas del británico, no podría continuar con su relato.

-Tienes que denunciarlo. Ese hijo de puta ha intentado abusar de ti -le aconsejó Jude intentando calmarse, pues lo único que deseaba era destrozar al cabrón que la había tocado.

-Dirá que lo provoqué. Que le pedí las clases y que yo me insinúe. Le dará la vuelta a todo y lo tergiversará. Y te aseguro que no me merece la pena.

-¡Mierda, Diana! ¡Que ese tío es tu profesor y no debería haberte tocado ni un puto pelo! no se merece dar clases en tu instituto. Es un puto acosador. 

-¡Ya lo sé! pero no quiero que todos me miren mal ni que mi nombre esté en boca de todo el puto mundo. No quiero volver a verlo más y ya está.

Diana dejó la taza encima de la mesita, para darse la vuelta y dejarse caer aferrándose a la almohada. Temblaba considerablemente pues su cabeza era un lío a causa de lo que quería o debía hacer. Sintió como el colchón se hundía a su lado, y pronto Jude la rodeó con sus brazos. No quiso resistirse y dejó que él la abrazara, pues lo que más necesitaba ahora mismo era un buen abrazo.

-Lo siento. Lo siento, Diana. Has pasado por algo horrible y aquí estoy yo pegándote voces -cogió Diana las manos de Jude, manteniéndolas sobre su estómago, escuchando la agitada respiración de él.

-Sé que lo haces por mi bien, pero ahora mismo necesito más tus abrazos que tus palabras -le pidió ella en apenas un susurro, pues las lágrimas que atenazaban con volcarse de sus ojos, no estaban impidiéndole que sucediera.

-Pues eso tendrás, pequeña mía.

AL DÍA SIGUIENTE

Había sido una noche difícil para Diana. A duras penas intentó dormir, pero, cuando despertaba sacudida por las pesadillas, ahí estaba Jude, manteniéndola entre sus brazos y dándole toda esa calma que tanto necesitaba. 

-Eh, empollona, despierta. Tenemos que ir a entrenar -dulce fue la forma como él la despertó. Con tiernas palabras y acariciando su mejilla. Diana abrió sus ojos encontrándose con esa mirada caramelo que la hizo temblar y desear despertar así todos sus días.

-Tengo que ir a la Residencia y cambiarme.

-Te dejo algo de mi ropa, por si no te apetece ir todavía.

-Está bien.

Le dio su espacio Jude para que se levantara y aseara. Mientras estaba en el baño, dejó varias mudas de ropa para que ella eligiera las que más le gustaran. Después, bajó a la cocina, asegurándose antes de que Diana no lo escuchara hablar por teléfono. 

-Antonio, necesito que vengas conmigo a un sitio.

Solo esas palabras y esa petición a la persona tras la línea, fue lo único que habló Jude con su interlocutor, que accedió a su reclamo sin preguntar nada más. Preparó el británico zumo de naranja y un café, listo para cuando Diana bajara las escaleras, algo que no tardó en suceder. 

-Buenos días, ¿quieres un zumo? -muy sonriente y tranquilizador intentó mostrarse Jude con la rubia, quien asintió a su ofrecimiento sentándose frente a él en uno de los banquitos de la espaciosa cocina- ¿te apetece comer algo?

-No, gracias. Tengo el estómago cerrado.

-No puedes entrenar sin desayunar antes. Podrías hasta desmayarte -la genuina preocupación de Jude por ella fue algo que llamó su atención, aunque no quiso preguntarse porqué lo hacía.

-De acuerdo.

Torció Diana su boca en una ligera sonrisa, dejando que Jude se ocupara de ella. Pronto tuvo frente a si un plato con un par de tostadas de tomate, que aunque no quería comérselas, acabó devorándolas de lo buenas que estaban. Sentía la mirada del británico, que aunque no la ponía nerviosa, si la inquieta un poco.

-Estoy bien, Jude, deja de mirarme así -le pidió ella al descubrirlo mirándola de nuevo.

-Lo siento pero no puedo. Dejar de mirarte no es una opción para mi.

Sus palabras la abrumaron. La dejaban casi sin respuesta, pues la rotundidad de estas, así como la certeza de que Jude no le mentía cuando le hablaba, ahora si que aumentaron su nerviosismo.

-Te llevo a clase ésta tarde -le ofreció él levantando su mano para no encontrarse ninguna oposición por parte de la chica.

-Es que no pensaba ir, Jude. No me encuentro con fuerzas para hacerlo.

-Bien, como quieras.

No le reprochó Jude nada más, quizás porque el que ella no asistiera al instituto esa tarde, ayudaba a realizar sus planes con Antonio.

Ambos desayunaron en un cómodo silencio. Uno que solo rompía Jude de vez en cuando para volver a mirarla. Diana le fascinaba. La forma como su boca se posaba en el vaso y tomaba su zumo. Como masticaba la tostada en pequeños trozos y como sus dedos la dejaban en el plato. No quería sentir esto que sentía por ella, porque respetaba mucho la edad de la chica y por eso se contenía.

Realmente Diana le gustaba. Y mucho. Sentía su corazón aletear en su pecho cuando ella lo miraba, o simplemente por el mero hecho de tenerla cerca y segura a su lado, como ahora. Sus sonrisas le delataban cuando ella se las dirigía a él, pues era consciente de la forma como su boca las formaba para Jude. 

 Aunque él no sería como los demás con Diana.

Jude sería para ella su diferente.

MÁS TARDE

Terminado el entrenamiento, y dirigiéndose ya los jugadores al vestuario, Jude rodeó con uno de sus brazos a Diana, dirigiéndose así ambos fuera del campo.

-¿Te recojo luego para cenar? -la propuesta de Jude fue algo que Diana no esperaba, pero, después de todo lo que él estaba haciendo por ella, no podía ni quería negarle nada.

-Pero me traes antes de las doce. Lo de dormir dos días seguidos en tu casa es sospechoso para Leo.

-¿Querías dormir ésta noche conmigo? -aunque el tono burlón de su pregunta era eso, de diversión, Diana no pudo evitar que sus mejillas se calentaran, percatándose Jude perfectamente de esto.

-¡Qué más quisieras! -se mordió Diana su labio superior, en un gesto totalmente inconsciente que dejó al británico mirando sus labios algo deslumbrado- gracias por lo de ayer, Jude. Si no hubiera sido por ti, hoy no estaría así.

Recibió su mejilla un tierno y cálido beso por parte de la chica que le hizo temblar y a la vez provocarle un escalofrío en su estómago. La timidez y el sonrojo en el rostro de ella eran tan evidentes, que rapidamente se alejó de Jude para adentrarse en el vestuario. 

No podía dejar de mirarla. De preocuparse por ella, algo agobiado pensando en como le afectaría el intento de abuso por parte de su profesor. Jude se prometió que intentaría que ella no sufriera y no dejarla caer.

-Jude.

Se giró el británico cuando su compañero Antonio Rudiger pronunció su nombre. Le sonrío dejando que él lo agarrara del brazo caminando ambos hacia las duchas.

-¿Me explicas que vamos a hacer ésta tarde? me tienes en ascuas, tío -ambos hablaban en alemán, pues mucho se temía el central de los blancos que el favor que le quería pedir Jude no era del todo... lícito.

-¿Y tú me prometes que no vas a decirle nada a nadie de lo que hagamos? -le pidió Jude antes de contarle sus planes.

-Ya sabes que si.

-Bien. Esta tarde vamos a darle una paliza a un hijo de puta, para que se le quiten las ganas de acosar a alguna más de sus alumnas.

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