10. La niña de la escuela
UN PAR DE DÍAS DESPUÉS
En cuanto Diana entró en el comedor, Jude percibió en ella cierta tranquilidad y ansiedad tal y como reflejaba su rostro. Caminaba ella sin fijar su mirada en ningún sitio, yendo directamente a por una bandeja y así llenarla de cualquier cosa que le estuviera permitido comer.
Se fijó él en como ella llenaba su plato con una ensalada de pasta tomando después una macedonia de frutas de postre. Al terminar, se dirigió directamente hacia la primera silla que vio libre, resultando ser la que estaba en la mesa que compartía con Eduardo y Vinicius.
Ninguno de ellos le habló a la chica, pues los tres se dieron cuenta perfectamente que Diana no estaba por la labor de dirigirles la palabra, respetando lo que fuera que le pasara. O intentándolo, pues tras minutos de ver Jude como ella comía a desgana, rompió ese aturdidor silencio que se había instalado en su mesa.
-¿Qué te pasa, empollona? -le preguntó Jude recibiendo en respuesta un gruñido de Diana.
-Nada -.le contestó de forma parca e inconclusa.
-Si no te pasara nada, no estarías tan cabreada. Huelo tu rabia desde aquí -se acercó Eduardo a ella oliendo su cuello y provocando así las cosquillas en Diana.
-Mañana tengo examen de matemáticas, y mi profesor se niega a hacérmelo on line. Estaría conectada a la misma vez que mi clase y el muy idiota no quiere -se quejó Diana cruzando sus brazos con una expresión bastante amarga en su rostro- me odia.
-Bueno, alguna razón tendrá para no querer hacerlo -intentó consolarla Eduardo sin lograr mucho éxito.
-Que me odia, esa es la razón -siguió insistiendo la rubia cada vez más enfadada- y no lo entiendo porque me está ayudando a preparar el examen para un curso que hay en Dortmund en Navidad.
-¿En Dortmund?
Con curiosidad, miró Jude a Diana, pues cuando escuchaba el nombre de la ciudad donde tantos años había vivido, una sonrisa se formaba en su rostro. Él había sido muy feliz allí durante sus temporadas en el equipo de la ciudad, y por eso insistió más en que Diana le contara de que se trataba el curso.
Chasqueó su lengua Jude al terminar ella de hablarle, ajenos ambos al resto de conversaciones que ocurrían a su alrededor. Tampoco entendía el británico la actitud de su profesor con ella, sintiendo una horrible corazonada por lo que Diana le contaba.
-¿Y tienes el temario que entraría en ese examen? -le preguntó Jude muy interesado en ese maldito curso.
-No, lo tiene Arturo, pero, no es nada que yo sepa para que tenga que pasar tantas horas con él dando clases -le contestó ella mostrándole al británico una mueca algo incómoda, pues pasar tiempo con su profesor, era algo que le molestaba.
-Diana, ¿tú quieres seguir dando esas clases?
Se mordió el labio la rubia, nerviosa, no por la pregunta, sino por la respuesta, pues era algo que llevaba mucho tiempo pensando en hacer y no sabía como.
-No, no quiero, pero temo que si le digo que no quiera seguir, sea capaz de anular mi inscripción, y realmente quiero ir a Dortmund -le confesó ella, sintiéndose más aliviada al compartir con alguien todos sus temores.
-¿Tú confías en mi, empollona? -casi sonrío Diana, pues aunque al principio le molestaba ese odioso mote, al final tenía que admitir que era hasta gracioso que él la llamara de esa manera. Lo miró durante unos segundos, teniendo que contener el aliento a causa de la intensidad de su mirada sobre ella. Aún seguía él poniéndola nerviosa y con miedo de cometer alguna torpeza a su lado.
-Si, aunque no te lo creas, lo hago -acabó contestándole para regocijo de Jude.
-Vale, pues déjame que me encargue de lo del curso, y por lo pronto, dile al tipejo ese que ya no te hacen falta sus clases particulares -con asombro miró Diana a Jude, incrédula por sus palabras, pero, su expresión era tan determinada, que acabó creyendo en lo que le decía.
-Pero, a ver, si que me hacen falta clases.
-Y las tendrás. Yo te las daré.
-¿Tú? -preguntó ella con estupor aún más sorprendida por cada una de las palabras que él británico ponía en su boca.
-Empollona, que yo soy algo más que una cara bonita -le respondió Jude sin querer darle más explicaciones, pero, acompañando sus palabras con un guiño de ojos que a Diana le hizo rodar los suyos.
-Dios, Bellingham, tan insoportable como arrogante -masculló Diana algo burlona con el británico.
-Pero... ¿a qué te flipo?
AL DÍA SIGUIENTE
El partido contra el Nápoles estaba resultando muy difícil. A los blancos les costaba hacerles un gol debido a la férrea defensa de los napolitanos. El ganar hoy, les aseguraba el pase a octavos y así seguir manteniendo la racha de victorias.
Solo faltaban 10 minutos para acabar el partido y los del Real Madrid se quedaban sin opciones. El preparador físico llamó a Diana, quien llevaba un buen rato calentando y sufriendo por sus compañeros. Se dirigió ella al banquillo para despojarse del peto y de su sudadera pues iba a salir a jugar. Fue Davide quien la recibió a la entrada del terreno de juego para darle las últimas instrucciones.
-Necesitamos un gol -le pidió el joven ayudante encontrándose con la seria mirada de la chica- así que... haz lo que te de la gana.
No pudo evitar Diana sonreírle, asegurándole con esa mirada que lo intentaría. Rodrygo fue el jugador al que ella sustituiría, recibiendo bastante molesto, el cambio anunciado, pues casi eludió el saludarla una vez ambos se cruzaron.
Salió Diana corriendo ingresando en ese difícil césped. Corrigió las posiciones de algunos jugadores tal y como le habían pedido, y se dispuso a intentar conseguir ese tanto que les diera la victoria.
-Tú, Brahim y yo, para arriba -fue lo primero que le dijo Jude en cuanto ambos se cruzaron en el terreno de juego, asintiendo Diana a lo que el británico le decía.
Notaba la rubia la tensión entre sus compañeros, deseosos de la victoria, una que les estaba costando y para lo que algunos habían asumido que sería imposible. Para Diana, la presión nunca fue un problema, y aunque hoy era el primer partido de Champions que jugaba, decidió ver a los jugadores del Napolés como otro más de esos equipos con los que ella, hasta hace poco, se había enfrentado en su categoría.
A pesar de que los napolitanos, parecían tener un muro sobre su área, Diana encontró un hueco en ese muro, después de observar durante unos buenos segundos, los movimientos de los jugadores. Brahim manejaba el balón por la derecha, recortando a uno de los defensas que le venía al corte. Vio a Diana desmarcada y se la pasó para que ella pudiera culminar la jugada. La rubia vio las intenciones del malagueño, y al hacerlo, dejó pasar el balón muy consciente de que Jude estaba unos pocos metros cerca de ella. Mientras los del Nápoles prestaban atención a Bellingham, ella se coló entre las líneas de los rivales, movimiento este que Jude vio perfectamente.
El británico amagó a su izquierda llevándose a los centrales italianos. Levantó su cabeza para ver a Diana, y sin darse tiempo a pensar a si mismo, le centró el balón con tan buena fortuna, que la rubia se elevó unos cuantos centímetros entre un par de jugadores, rematando ese certero pase de Jude. La pelota voló por encima del resto de italianos, entrando limpiamente por la escuadra, en un gol que fue imparable.
Alzó Diana sus brazos al cielo, para después, salir corriendo a celebrar eufórica el tanto conseguido. Hizo algo la rubia inesperado producto de todo aquello que había tenido que sufrir estos días y que aún llevaba guardado dentro de si. Colocó sus dos manos simulando que leía un libro, para, después, cruzar sus brazos y negar con su cabeza. Toda una declaración de intenciones esta celebración.
Después, fue a buscar a Brahim quien ya la esperaba con sus brazos abiertos, fundiéndose en ellos con tremenda alegría. El último miembro de la terna, Jude, había corrido los metros que les separaba de sus compañeros, demostrando cuan feliz estaba por el gol, y si, porque hubiera sido Diana quien lo hubiera conseguido.
La tomó entre sus brazos una vez Brahim y los demás dejaron de abrazarla, sintiendo la calidez de su cuerpo junto al suyo, y, alzándola en brazos un par de segundos.
Al separarse, el británico la miró con complicidad, guiñándole uno de sus ojos.
-Eres la hostia, Diana.
Y así fue como el Real Madrid se llevó los tres puntos de Nápoles, clasificándose matemáticamente para los octavos de la Champions a falta de dos partidos por disputarse.
-¿Sabes? me da que le has dedicado tu gol a tu profe -le dijo Jude pasando uno de sus brazos por encima de sus hombros, caminando ambos hacia el vestuario. Tuvo que reprimir Diana los nervios que sentía a causa de la cercanía del británico, respirando de forma algo agitada.
-No, a él no, pero, creo que ha sido una forma de decirle lo cabrón que ha sido conmigo -le respondió la rubia encogiendo sus hombros.
-No me gusta ese tío. Bueno, no me gusta ningún tío que te ponga triste -sus rotundas palabras causaron en Diana todo un torbellino loco de sensaciones.
Acrecentadas estas cuando Jude besó una de sus mejillas, antes de entrar en el vestuario.
Y aquí fue cuando Diana, empezó a enamorarse de él.
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