1.Convocada
-¿Qué número?
Diana se mordió su labio ligeramente intentando decidirse entre las opciones que le mostraban. Todo esto era más real. Su nombre en la camiseta, justo encima de su número, uno que aunque no fuera permanente, marcaría lo que sería su primera convocatoria con el equipo.
-El 29 -terminó por elegir ella intentando mitigar sus nervios, unos que no le habían abandonado desde que Leo fue a buscarla al instituto.
-¿Grayson, verdad? -siguió preguntándole el encargado del material, quien apuntaba en un folio la elección de la chica para pasarla rapidamente a la persona que realizaría la impresión.
-D. Grayson -terminó por decirle ella.
-De acuerdo. Ya puedes irte, Diana. Ya nos encargamos nosotros de preparar tu equipación.
-Muchas gracias, Agustín -le regaló la rubia una leve sonrisa, la cual recibió el nombrado con satisfacción.
De todos era sabido que Diana Grayson, una de las delanteras del Castila, el filial del Real Madrid, era una de las "niñas" del club. Y no solo por lo buena jugadora que demostraba en cada partido, sino por su innegable personalidad. Cariñosa. Simpática. Dulce. Amable. Se sabía el nombre de todos los trabajadores con los que se relacionaba cada día. Buena compañera y con una brillante inteligencia, no sólo para el fútbol, sino también para los estudios.
-Vas a marcar un gol -se aventuró a decirle Agustín, encontrándose con la circunspecta mirada de la chica.
-Ay, Agustín, para eso tendría que jugar y solo voy para rellenar la convocatoria -le respondió ella intentando no contagiarse de las palabras del mayor, quien, perfectamente, podría ser el padre de la chica.
-Diana Grayson, si te dan aunque solo sean 5 putos minutos en el partido de mañana, estoy seguro de que van a ser los cinco minutos más inolvidables de su vida.
No pudo menos que sonreírle, deseando que de verdad, lo que Agustín aventuraba para ella, fuera verdad.
Se despidió de él, saliendo de la habitación donde se guardaba el material, para reunirse con el resto del equipo. Solo faltaba una escasa media hora para salir hacia el aeropuerto, y los nervios seguían aún, apoderándose de su cuerpo. Apretó sus labios uno contra el otro, y después de tomar aire, entró en la sala donde ya se reunían los miembros de la primera plantilla del Real Madrid. Casi ninguno se percató de su llegada, pues, algunos estaban más ocupados pendientes de sus aparatos electrónicos, y otros, en amenas conversaciones.
Decidió Diana quedarse apartada sin querer llamar su atención, dejándose caer en uno de los sofás que había más cerca de la puerta. Dejó su mochila a un lado y pensó en buscar su móvil para distraerse y no desviar su mirada hacia esos jugadores que tanto admiraba. Había entrenado un par de veces con ellos, siempre, manteniendo la distancia, pero ahora, sería diferente, pues compartiría más de 24 horas con ellos.
-Diana -alzó ella la mirada, sorprendida de ver frente a si a Nacho Fernández, uno de los capitanes del equipo, quien acabó sentado justo a su lado- ¿nerviosa?
-Si te digo que no, te estoy mintiendo. Estoy nerviosa por ir convocada, pero por lo demás no lo estoy -le respondió ella con esa rotunda sinceridad que acostumbraba.
-A lo mejor juegas. Quien sabe. Uno cuando entra en una convocatoria siempre tiene la esperanza de jugar -las palabras de Nacho eran amables, todo lo que se podía esperar de un gran capitán como era él.
-Yo no me hago ilusiones, Nacho. Para mi, el hecho de estar aquí, ya es un triunfo. Vivir un partido del primer equipo tan de cerca, es casi como un premio.
Sonrío Nacho por las palabras de la joven jugadora. La conocía. Todos en Valdebebas hablaban maravillas de ella, lamentándose algunos que no hubiera entrado todavía en las convocatorias del primer equipo. Pero, desde el club querían cuidarla. Tenía 17 años y no deseaban cargarle a sus espaldas responsabilidades que aún no le correspondían.
-¿Y cómo te va en el instituto? -de nuevo se sorprendió Diana de que el capitán estuviera interesado por ella, algo que le agradó y confirmó aún más, la percepción que tenía de él. Nacho era uno de los mejores capitanes que había tenido el Real Madrid así como una inmejorable persona.
-Bien. Por ahora. Es mi último año y todo es más intenso.
-Estoy seguro de que tendrás muy buenas notas.
Le sonrío Nacho a Diana, recibiendo esta otra más de sus cálidas sonrisas. Hablaron un poco sobre las materias que cursaba la rubia, quien, se sintió más relajada por la conversación. Dejaron la charla cuando entraron a decirles que el autobús les esperaba fuera. No sin antes darle Nacho una última recomendación que casi provocó en ella, algunas lágrimas emocionadas.
-Cualquier cosa que necesites, aquí estoy. Ahora eres la pequeña del grupo, y te vamos a proteger todos. Aquí somos una familia y ahora, tú eres nuestra niña.
Se quedó la última en todo. Al salir del autocar, al entrar en el aeropuerto y al subir en ese avión. Aunque su asiento ya estaba asignado, los nervios se habían apoderado de ella de tal manera que temía apropiarse de una butaca que no fuera la suya.
Comprobó el número de su asiento un par de veces, y después de confirmarlo, se sentó abriendo la bandeja que tenía delante de si para colocar todas su cosas. Su querido profesor y tutor, había decidido enviarle un par de ejercicio con la que tenerla entretenida el resto del viaje, aunque Diana suponía que lo hacía para ponerla a prueba.
-Hola -levantó su cabeza Diana, tan entretenida en abrocharse el cinturón de seguridad, que no se había percatado de quien era su compañero de asiento. Nada y nada menos que Jude Bellingham, jugador al que ella admiraba por su forma de ser y su juego.
-Hola -le contestó con timidez enfrascándose de nuevo en la tarea de conseguir que el cinturón quisiera abrocharse, algo que le llevó unos buenos minutos sin conseguir su propósito.
-Déjame a mi -le pidió él en un español bastante más perfecto de lo que la gente se creía.
Mantuvo Diana sus manos a ambos lados de su cuerpo, dejando que Jude se encargara de esa tarea que para ella había resultado imposible. Sintió de pronto su embriagadora fragancia y la calidez de su cuerpo, casi traspasar el suyo, intentando esconder la inquietud que le provocaba su cercanía.
Solo le bastaron a Jude un par de segundos para abrocharle adecuadamente ese cinturón que tanto a Diana se le había resistido, y buscar la mirada de la chica una vez finalizada su tarea.
-Listo -le expresó él sonriéndole de una forma no muy amplia, pero, sin con educación.
-Gracias. Creo que a veces soy muy torpe.
-No es cuestión de torpeza, sino de paciencia.
Volvió Diana a sonreírle agradecida, sin compartir con él palabra alguna de nuevo, pues Jude se enfrascó en una conversación con el compañero que tenía al lado del pasillo. Miró ella entonces por la ventanilla ese momento del despegue, ese en el que el estómago parece darte un vuelco al tomar altura. Una vez pasados esos minutos, les dieron la señal para deshacerse de los molestos cinturones.
Todos en el avión tenían alguien con quien hablar, volviendo Diana a ser esa chica tímida que solo se mostraba cuando no tenía confianza. Sacó la bandeja que había en el asiento, y después de sacar sus cuadernos y lápices, así como su calculadora, se dispuso a hacer esos ejercicios que su tutor le había mandado y que, tanto él como ella, sabían que Diana no tardaría mucho en hacerlos. Se mantuvo concentrada en su tarea, sonriendo sabedora de que lo resolvería con facilidad.
-¿Eso es geometría?
Levantó su cabeza Diana al ver a Jude mirando sus ejercicios con sumo interés. Ahora que lo tenía tan cerca, la chica le daba la razón a las que decían que él era muy atractivo. Su rostro, de rasgos marcados y suaves, enmarcaban unos profundos ojos de mirada marrón y una más que sugerente boca con labios gruesos y carnosos. Tragó saliva la rubia intentando contener los furiosos latidos de su corazón, algo inesperado, pues ella nunca había mostrado interés en Bellingham, sorprendiéndose aún más por eso de su reacción.
-Si. Lo es. Mi profesor me ha mandado un par de problemas como deberes -le contestó ella de forma muy natural.
-Parecen difíciles.
-Lo son, pero, los tengo medio resueltos. Me falta calcular el ángulo que forma r y t, y listo -le contestó ella con orgullo viendo en Jude bastante curiosidad por lo que hacía.
-Tienes pinta de ser una empollona -le dijo él con cierto tono burlón en su voz, uno que no pareció molestar a Diana, pues le ofreció una arrogante sonrisa en respuesta a sus palabras.
-Lo soy, pero solo porque me gustan mucho las matemáticas.
-Seguro que para el resto de asignaturas también lo eres. Qué tienes, ¿16 años?
-17, cumplo los 18 a finales de año -le respondió Diana algo molesta porque él la hubiera considerado una cría. Ella, que se sentía tan mayor algunas veces, al lado de él se mostraba torpe y demasiado pequeña.
-Pareces más mayor que la edad que tienes.
-Entonces, ¿porqué has pensado que tenía 16?
No recibió respuesta de Jude, solo una enigmática sonrisa y ver que él desviaba su mirada para sacar su móvil y concentrarse en el. Decidió ignorarlo durante el resto del vuelo, concentrada en terminar sus deberes, que aunque sabía que podía hacerlos rápido, decidió alargarlos y así no tener que hablar con su compañero de asiento.
Cuando al fin terminó, observo su cuaderno muy satisfecha, pensando en cerrarlo, cuando de nuevo Jude, se dirigió a ella con esa mueca de arrogancia que la estaba empezando a desesperar.
-Aún no has terminado, empollona, el cálculo de la proyección ortogonal de P, no es correcto.
Miró Diana a Jude con incredulidad, pues sabía que eso no era cierto, pero, bajó su cabeza para comprobar lo que él le decía, maldiciendo al percatarse de que tenía razón. Fastidiada, borró parte de lo que había hecho para arreglar un desastre que de haberlo entregado así, su tutor se lo echaría en cara el resto del curso.
-Si quieres que te dé clases de trigonometría, solo tienes que decirlo -le sugirió Jude pero de una forma tan burlona que a Diana le dieron ganas de mandarlo bien lejos.
-No, gracias, no las necesito -le respondió la rubia con un tono de voz bastante molesto.
-No lo parece.
-Simplemente, no estaba prestando atención, por tu culpa -Diana ladeó su cabeza para mirar al chico, quien asistía divertido a como ella perdía su paciencia, algo que estaba adorando.
La rubia de mirada dulce era muy atractiva, cualquiera podría asegurarlo. Pero era algo más. Su olor. Su rostro angelical de pequeñas pecas, y esos jugosos labios que de no ser una menor, ya habría dado buena cuenta de ellos, le confirmaban a Jude que Diana, era sumamente extraordinaria.
-¿Y yo que he hecho? -intento defenderse Jude alzando sus brazos, manteniendo esa pose de arrogancia que con ella no podía conservar durante mucho tiempo. Y más si la respuesta de Diana, no tuvo en él ninguna contestación, pues la rubia, lo dejó sin palabras.
-Mirarme como lo haces ahora y ponerme nerviosa con esa mirada.
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