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Capítulo 5

"Adieu Mon Amour"

Grecia, Athenas – Rodorio

Junio 11 de 1747

Fluorite suspiro quedamente mientras sus pasos la guiaban lejos del Santuario hacia la aldea de Rodorio. Era su día libre y había decidido que para variar luego de tantas semanas encerrada en el Templo de Acuario haciendo traducciones y ordenando libros antiguos, debía salir un poco para despejarse, y el hecho de que Degel llevara semanas actuando peculiarmente la tenía intranquila.

A lo lejos diviso el puesto del padre de su amiga, la cual estaba afuera atendiendo a unas personas que querían comprar un inmenso ramo hermosamente decorado, así que la joven mujer rubia saludo con la mano a la castaña y luego se sentó en una silla del otro lado de las mesas a esperar que esta terminara de atender a los clientes y mientras tanto informo a algunos que se acercaron sobre los precios mientras la chica estuvo ocupada.

Al final pasaron veinte minutos antes de que Agasha al fin hiciera las ventas y pudiera acercarse a saludar adecuadamente a su mejor amiga, la cual tenia el ceño fruncido y lucia algo preocupada, aunque trato de ocultarlo rápidamente.

"Hoy si que hay movimiento por aquí" comento la rubia, tomando agradecida el baso de agua que la otra chica le tendió antes de sentarse a su lado.

"Así es, supongo que es porque una caravana está de paso" asintió la muchacha de ojos verde oliva tomando un sorbo de su propia bebida antes de girarse a observar a su amiga, con una mirada entornada. "¿A que viene esa expresión, Fluorite-san? ¿Sucedió algo?" inmediatamente se preocupó, girando para encararla una vez se aseguró que no había más clientes interesados en las flores.

"No, no... no ha pasado nada particularmente malo, es solo que..." con un suspiro de pesar, sus ojos grises perla vagaron por todo el lugar, sintiéndose maravillada por un momento ante el entorno tan diferente del que era parte desde hacia unos años, pero rápidamente este feliz pensamiento fue opacado por los otros menos alegres. "Degel-sama ha estado... ¿actuando extraño? No se definir aun que es lo que lo tiene así... me pregunto si hice algo malo y no sabe como decírmelo" murmuro por lo bajo, pero su acompañante la escucho de todas formas.

"¿Actuando como? Cuando subí hace unos días a llevar las flores al Pope-sama y a Athena-sama yo no note algo fuera de lo común, pero supongo que realmente no lo conozco tan bien como tu..." la jovencita se mordió el labio inferior, no sabiendo como ayudarla, pero determinada a hacer algo. "¿Tal vez... tal vez si hablo con él...?" comenzó a decir vacilantemente, pero al instante se detuvo cuando vio a la rubia negar rápidamente con la cabeza.

"No, no, Degel-sama no diría nada referente a lo que lo molesta" ella suspiro una vez más, internamente agradecida de que su amiga se hubiera ofrecido para hacer algo que obviamente no estaba cómoda haciéndolo. "Gracias de todas formas, yo solo tendré que ser paciente y esperar a que él se decida a hablar... o empezar el juego de las mil preguntas y esperar atinar a alguna" ella le palmeo amablemente las manos a la castaña para tranquilizarla, y al instante noto que la piel que usualmente era algo rustica por el arduo trabajo estaba mas suave. "Oh, ¿has cambiado de pomada? Es magnifica, quizás yo también compre una para mi si funciona tan rápido y bien, ¿dónde la conseguiste?" inquirió con una sonrisa, que se torno confusa al ver el sonrojo de la castaña.

"Oh, bueno..." Agasha bajo la mirada con algo de timidez, tocando sus propias manos con suavidad maravillada aun del efecto de aquella pomada que esa persona le había regalado hacia dos semanas atrás cuando fue al Santuario. "A-Albafika-sama fue tan gentil de prepararme una mezcla especial cuando noto que mis manos estaban algo lastimadas y secas, la verdad no sabia que lo había notado hasta que me dio el envase... realmente fue muy amable por su parte preocuparse de esa manera por mi" termino en un murmullo suave, con una sonrisa cálida en sus labios.

Fluorite la miro sorprendida, una vez mas maravillada de que el Santo de Piscis tuviera tantas consideraciones con su mejor amiga, cuando con otras personas era tan frio y algunas veces ni siquiera le dirigía la palabra a Vestales que llevaban trabajando en el Santuario mas tiempo del que la rubia estaba viva; así que pensó internamente que la castaña debía haber ablandado de alguna forma el carácter rígido del hombre de largos cabellos azul celeste para que este no solo se dignara a dirigirle la palabra sino que, además saliera de su camino para obsequiarle algo personalmente a la muchacha.

"Realmente has hecho una impresión en él, Agasha-chan" sus ojos grises brillaron con algo de picardía al notar que las mejillas de su amiga se coloreaban aun mas de rojo.

"No... no lo creo, solo estaba siendo considerado eso es todo" sintiéndose profundamente apenada ante el tema a tratar y olvidando el salto súbito de su corazón al oír esas palabras, ella cambio la conversación de regreso a su cause inicial. "¿Por qué crees que Degel-sama está actuando extraño?"

"Es solo que... desde hace algunos días que lo he cachado mirándome con esta peculiar expresión en sus ojos, al principio fue como si me evaluara o algo así... pero después cambio a algo que no estoy segura de cómo interpretar" recostándose contra la pared a su espalda, la joven rubia frunció el ceño y mordisqueo su labio inferior. "De algunos días para acá siento como si él quisiera decirme algo, pero no supiera como iniciar... ¿tal vez hice algo incorrecto y no sabe cómo informármelo sin herir mis sentimientos? Es lo único que tiene sentido..."

"Por lo que me has contado hasta ahora, él anteriormente no ha tenido ese problema ¿no es así?" la castaña toco su barbilla con el dedo índice pensando profundamente. "Siempre te ha corregido y te ha dicho las cosas de frente cuando cometes un error, o eso es lo que recuerdo de nuestras conversaciones" ella se encogió de hombros, pero una sospecha comenzaba a rondar por su mente mas no quería darle voz por temor a que estuviera errada.

"Bueno no estas equivocada" aquí la rubia frunció el ceño mas desconcertada que nunca con respecto a lo que estaba pasando, más el siguiente comentario de la muchacha a su lado la dejo plantada en el sitio.

"Fluorite-san, sé que no es de mi incumbencia y puedes elegir no responder ya que estas en tu derecho, y realmente no pregunto esto con mala intención ni nada, pero... ¿Qué es realmente lo que sientes por Degel-sama?" Agasha miro con total seriedad a su compañera, arriesgándose a indagar en lo que su mente venia suponiendo desde hacía meses, pero no se había atrevido a dar voz.

"¿Eh?" sus grandes ojos grises parpadearon, sorprendida por la pregunta y el contexto que esta denotaba. "Bueno yo..." ella comenzó algo insegura y confundida pero su voz se desvaneció al final, deteniéndose a pensar verdaderamente la respuesta.

¿Cuáles era realmente sus sentimientos hacia Degel?

El hombre de ojos azul claro y cabello verde había sido su campeón, su héroe y vengador cuando Madame Garnet mato a su padre hacia años atrás dejándola huérfana, después se convirtió en un amigo por correspondencia al cual le podía contar cualquier tipo de cosas desde algo trivial a algo realmente importante, luego esas cartas se tornaron su resguardo privado dándole un poco de felicidad cuando Flaille enfermo y el Barón atormentaba sus días y noches; y nuevamente se volvió su héroe al rescatarla de un destino indeseable que hubiera matado su alma y corazón de haber continuado por ese sendero, y finalmente le dio una vida nueva en un lugar distinto donde el entorno era seguro y donde por fin encontró una buena amiga...

También estaba el hecho de que una vez viviendo en tanta cercanía su lazo se volvió mas estrecho agregando solidaridad a la historia que ellos previamente tenían antes, e inevitablemente aprendieron los secretos del otro sabiendo cuando estaban felices y cuando era mejor dejar alejarse un tiempo para calmar los ánimos. Ella simplemente se habituó a estar a su lado y a siempre tener a aquel maravilloso hombre a su lado constantemente, a depender de él porque sabía que no la defraudaría, pero también a estar ahí para él si alguna vez quisiera hablar o simplemente permanecer en cómodo silencio.

"Degel-sama es... la persona más importante para mí" Fluorite murmuro con suavidad sin darse cuenta de que su mirada gris perla se había aclarado y mostraba un sentimiento profundo y cálido. "Me gusta verlo todas la mañanas y trabajar a su lado, siempre aprendo cosas nuevas e interesantes, es una persona amable y muy paciente por lo menos en lo que respecta a mis torpezas, pero nunca parece enojarse conmigo siempre me explica todo con calma y cuando hablamos siento que le pudo decir todo sin temor a que me juzgue... desde que nos conocimos hace algunos años siempre ha velado por mi bienestar incluso aunque le cause problemas" con cada palabra que salía de sus labios su expresión se tornaba mas cálida y tierna, pero la verdad podía sentirse plenamente en su voz.

"Suena... como si lo amaras, Fluorite-san" la castaña comento sonriendo ligeramente sabiendo que sus sospechas referentes a su mejor amiga eran verdad. Y aunque no podía comprobarlo tenia el presentimiento de que los sentimientos del peliverde eran recíprocos.

La joven rubia enmudeció al instante de registrar el significado de las palabras de su compañera, sintiendo su corazón acelerarse al por fin caer en cuenta de las sensaciones que llevaba experimentado alrededor del Santo de Acuario, pero a los que no había podido ponerle nombre. El desasosiego mezclado con aquella felicidad cada vez que sus manos se tocaban o los impulsivos abrazos que solo la dejaban deseando que nunca terminaran... ahora todo tenía sentido.

"Oh..." fue todo lo que salió de sus labios, aun en shock de la revelación tan monumental.

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Grecia, Athenas – Santuario

Junio 15 de 1747

Después de aquel día en que Agasha le había abierto los ojos sobre sus verdaderos sentimientos, Fluorite fue un manojo de nervios, olvidándose de donde dejaba los libros, colocando manuscritos en los lugares equivocados y hasta confundió la sal con la azúcar cuando hizo pan siendo este el incidente menos desastroso que tuvo esos días. Sin contar con que su ineptitud parecía haber aumentado por diez y todo se le caía de las manos o se tropezaba con mesas y sillas incluso estantes terminando adolorida y trabajando el doble para arreglar sus meteduras de pata.

Degel solo la observo algo sorprendido, y si, inquieto por el súbito cambio de la noche a la mañana de la joven quien parecía andar más tiempo orbitando en la luna que en la misma tierra; y aunque al principio trato de no inmiscuirse en los asuntos privados de ella, esperando pacientemente a que esta le comentara lo que fuera que la estuviera molestando, llego un punto en que ni siquiera su paciencia pudo aguantar la preocupación, y al fin, luego de que la viera tirar y tropezarse con la misma mesa por octava vez ese día, él decidió poner fin a aquella tortura.

"Fluorite" Degel pincho el puente de su nariz, respirando profundamente mientras se agachaba junto a ella y la ayudaba a recoger algunos papiros y pergaminos que se habían esparcido al caer al suelo. "¿Que te sucede? Has estado tirando todo y te juro que de orbitar la Luna has pasado a visitar Marte de tan perdida en tus pensamientos que te encuentro" al verla ruborizar apenada, él suspiro y después de depositar las cosas en su sitio, la insto a caminar hacia un banco que estaba algo alejado de los estantes. "¿Que está sucediendo? Sabes que puedes contarme lo que sea... ¿acaso alguien te ha molestado? Si es así, yo me encargare de asegurarme que no lo repitan" su expresión se volvió pétrea al imaginar a alguien haciéndole daño a la joven, sin embargo, esta rápidamente negó esa posibilidad.

"¡No, no, Degel-sama nadie me ha herido ni nada parecido! ¡Yo solo... es que... Arg!" frustrada con su propio comportamiento y también por haberlo preocupado en vano, la muchacha se levanto bruscamente del banco de piedra y comenzó a pasearse de un lado a otro con un ceño feroz en su rostro. "¡Merde! ¡Todo este embrollo emocional solo porque me di cuenta de estoy enamorada de usted y todo se va a la porra por mi inhabilidad de lidiar con ello! ¡Fui tan estúpida que no me di cuenta de lo que pasaba hasta que Agasha-chan me hizo aquella pregunta, por Athena! ¡Soy imbécil!" ella continúo murmurando en voz alta, recriminándose su estupidez, pero solo alguien que supiera Frances lo hubiera entendido ya que sin darse cuenta cambio al uso de su lengua natal.

El Acuariano se la quedo viendo en silencio, gran parte de su cerebro solo registro el hecho de que la joven mujer rubia le acababa de decir en su cara que lo amaba mientras el resto seguía con vaguedad su perorata en Frances. Sinceramente, Degel tenía problemas para computar su confesión, aunque una gran parte de su persona estaba inmensamente feliz de saber que sus también recién descubiertos sentimientos fueran recíprocos, otra parte de si lo llenaba la preocupación.

"Fluorite, cálmate por favor" él la tomo de los brazos con suavidad, pero firmemente, deteniendo así su constante caminata nerviosa. "¿Estas enamorada de mí?" no pudo evitar agregar, encontrando sus ojos azul claro con los gris perla de la chica, y allí vio su respuesta tan claramente como el cielo al amanecer.

"¿Dije eso en voz alta?" al verlo asentir, sintió su rostro arder de vergüenza y no pudo evitar ocultar su cara en sus manos, emitiendo un sonido de estrés y exasperación consigo misma. "Lo siento... lo siento, yo no me di cuenta de que me estaba enamorando de usted, Degel-sama... es que nunca antes me había sucedido esto y no sabia identificar estos raros y confusos sentimientos que me atenazaban conforme pasaba el tiempo a su lado... yo solo... lo siento" ella bajo la cabeza y se abrazo la cintura, esperando ya resignada a que el hombre de largos cabellos verdes respondiera a su abrupta confesión hecha sin pensar.

Negando con su cabeza en silencio, Degel hinco una rodilla en el suelo y alzo su mirada para poder conectar sus ojos con los de aquella increíble joven mujer, sin poder evitar sentir la calidez en su pecho al contemplarla; no solo era su apariencia con aquellos largos cabellos rubio pálido y sus adorables pecas que le recordaban a las estrellas y las constelaciones, su piel blanca como crema o sus magníficos ojos gris perla que siempre cambiaban con cada emoción que la atenazaba. No, no era su apariencia lo que lo había cautivado, aunque no podía negar que a sus ojos ella era hermosa, sino su personalidad y vives lo que atrajo su atención, y que posteriormente, despertó sus sentimientos mediante la constante convivencia hasta que paso de una profunda amistad a un amor que al parecer había ido creciendo sin su conocimiento.

"Fluorite, nunca te disculpes por tener sentimientos" su mano más grande tomo la más delicada de ella, sintiendo paz con ese simple contacto. Sus ojos azul cielo la contemplaron con fijeza, queriendo transmitirle la verdad y que ella no dudara ni un segundo. "No siempre nos damos cuenta de lo que nos pasa, así que, por favor no vuelvas a disculparte por algo que no pudiste controlar y que además es algo natural en los seres humanos"

"¿No... no está enfadado?" ella frunció el ceño algo desconcertada, pero al mismo tiempo aliviada de que su persona especial no la rechazara ni menospreciara sus sentimientos. Eso simplemente le confirmaba que era un hombre único y especial.

"No, mon chérie, no estoy enojado contigo" él negó nuevamente con suavidad sintiendo la comisura de sus labios moverse ligeramente, antes de levantarse del suelo y erguirse en toda su altura frente a ella, con su mirada aun manteniendo la de la joven cautiva. "Aunque el momento es algo inoportuno, no es algo que me moleste"

"Incluso después de esto... ¿me permitirá permanecer a su lado?" la joven mujer rompió contacto visual con aquel magnifico hombre, temiendo la respuesta que vendría de aquellos labios. "Se que puedo ser un incordio algunas veces y estos últimos días no he sido sino una molestia, pero aun así yo-" ella comenzó a decir, decidida a convencerlo de no enviarla lejos de él, especialmente porque sabía que la Guerra Santa se acercaba y el reloj estaba avanzando sin señales de detenerse, pero fue rápidamente interrumpida por él.

Degel la tomo desprevenidamente, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo más pequeño acercándolos definitivamente en su abrazo profundo; Incluso a pesar de llevar puesta su Cloth Dorada, aun sentía la calidez del cuerpo de ella, y esperaba que esta pudiera sentir la suya, y lo que quería transmitirle con esa cercanía, mientras al mismo tiempo disfrutaba de tenerla allí, sana y salva bajo su protección. Lo único que lamentaba era que el tiempo no fuera el adecuado para ellos, no solo por la Guerra Santa que rápidamente se acechaba como un recordatorio amargo que se cernía encima de todos ellos en una cruel realidad, sino por las reglas a las que estaban sujetos ambos, tanto él como Santo Dorado de la Orden Zodiacal como la muchacha por sus deberes y votos hechos a la Diosa que ambos servían.

"Para mi nunca has sido una molestia o incordio, Fluorite, así que por favor deja de pensar así de ti misma" él murmuro contra aquellos cabellos rubio pálido, aspirando el aroma único a lirio y pergaminos que emanaba de ella. "Y la razón principal que no te permito disculparte conmigo por esos sentimientos que albergas dentro de ti, es porque en el fondo me alegro de ser correspondido" sus palabras brotaron sin pensarlo, pero aun así no pudo encontrar arrepentimiento de haberlas dicho; él nunca le había mentido y no iba a empezar ahora.

"¿Degel-sama...?" la joven de ojos grises sintió su corazón detenerse por un momento antes de latir con tanta rapidez que pensó que se le iba a salir en cualquier momento; no cabía en si del gozo que sentía al saber que su persona más importante la quería de la misma forma que ella a él, aunque no lo hubiera dicho con las mismas palabras que ella.

"El momento no es el ideal, creo que ambos lo sabemos" él agrego de mala gana sintiéndola tensarse para seguidamente abrazarlo con mas fuerza que antes. "Aunque Athena-sama nos ha dado permiso para buscar nuestra propia felicidad mientras aun podamos, nuestras circunstancias no son las adecuadas me temo, estoy seguro de que entiendes por qué" la sintió asentir lentamente luego de unos minutos pensando.

"Lo entiendo, realmente lo hago, Degel-sama... pero mientras yo pueda permanecer a su lado de esta forma con usted, para mi será suficiente" Fluorite dijo con convicción, apoyando la mejilla contra su pecho cubierto por la Cloth Dorada, simplemente feliz de ser correspondida, aunque la situación no fuera ni de lejos perfecta.

Degel solo presiono sus labios contra la coronilla de ella, apretando su cuerpo aún más contra él, sintiendo sus palabras llenas de calidez su corazón; aunque una parte de él estaba preocupado por ella y el futuro, preguntándose en el silencio de su mente si aquello era lo mejor para la joven... si estar con él era lo correcto cuando podía encontrar a un hombre con menos complicaciones y obligaciones con quien ser feliz sin ninguna traba, alguien que la pusiera siempre a ella primero y no estuviera atado a su deber como Santo a dejarla atrás para proteger a otros.

Su felicidad era opacada por esos oscuros pensamientos, aunque procuro no dejarlos entrever. Se prometió a si mismo que si ella encontraba alguien más a quien amar, no importaba cuanto le doliera... él la dejaría marchar ya que mientras Flourite fuera feliz, él encontraría la manera de serlo por ella; lo único que deseaba era que viviera dichosamente y nunca se arrepintiera de sus elecciones.

Esa era su postura con respecto a la joven mujer, pero no pudo evitar desear pasar un poco mas de tiempo con ella... aunque tenia el presentimiento de que su tiempo estaba contado y no le quedaba mucho de vida.

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Octubre 13 de 1747

Los meses anteriores a ese día fueron idílicos, ambos procuraban pasar el mayor tiempo posible en compañía de su persona especial, pero en realidad su rutina no cambio ni tampoco lo hizo su forma de actuar con respecto a ellos; seguían como antes de confesarse, trabajando juntos y conversando sobre todo y nada a la vez, la única diferencia era que cuando se sucedían los abrazaban espontáneos o sostenían la mano del otro se prolongaba un poco mas de lo normal el contacto, ya que disfrutaban de esos pequeños e inocentes toques.

Sin embargo, la paz y felicidad no duro mucho tiempo...

Fluorite respiro el aire de la noche, pero por una vez ni las estrellas que brillaban en el cielo ni el silencio le trajo paz, solo desasosiego y preocupación que no la dejaba dormir desde que el día anterior en el Santuario se había declarado oficialmente el Inicio de la Guerra Santa, cuando al volver de la misión donde Shion de Aries y Dohko de Libra fueron los únicos dos sobrevivientes de una expedición a Italia que en un principio iniciaron junto con otros Santos de Bronce y Plata, entre esos Yato de Unicornio y el simpático Tenma, portador de la Cloth de Pegaso y amigo de la infancia de Athena, habían sido asesinados por la nueva reencarnación de Hades, el Dios del Inframundo.

La noticia le había traído al Santuario mucha impresión y pena, pero estos rápidamente dieron la alarma y todos los Santos actualmente residiendo en el lugar se pusieron alerta y los Doce Santos Dorados fueron llamados a una reunión urgente en la cámara papal, que luego fue seguida por una reunión con los demás Santos, y después, las Vestales fueron llamadas al Templo de las Doncellas donde la Vestal Madre les informo de lo que se esperaba de ellas mientras el Santuario estuviera bajo alerta y posible amenaza externa por parte de los Espectros.

Muchas de las jóvenes y mujeres que terminaron su contrato decidieron marcharse, asustadas de lo que podría pasar, pero muchas otras como Shea, y Nerys una vestal de cabello rizado naranja cobrizo de ojos violetas que era algo mayor que Fluorite, decidieron permanecer en el Santuario y ayudar en lo posible durante ese tiempo tan grave que se avecinaba, aunque solo fuera ayudando a mantener limpio los Templos, cocinando y zurciendo la ropa entre otras cosas, lo que pudieran para aligerar la carga tan pesada que los Santos, el Pope y la propia Diosa llevaban a cuesta para proteger la humanidad.

Desde ese fatídico día, Fluorite no había visto al hombre de largos cabellos verdes, por no decir lo mucho que estaban ocupados todos, incluyéndola a ella, y lo cansada que se encontraba luego de las semanas intensas de trabajo previas a la declaración de guerra, que no pudo esperarlo despierta, por lo que termino dormida en el banco y se despertó en su cama allí en el Templo de Acuario a la mañana siguiente, sabiendo que su querido Degel la había llevado hasta allí.

Con cada hora que pasaba sentía que su tiempo con su persona especial se iba reduciendo poco a poco, y que pronto él partiría de su lado y nunca mas lo volvería a ver más. Esa constante preocupación la estaba volviendo loca, pero solo con Agasha y Shea podía comentar su desasosiego ya que eran las únicas aparte de la Diosa Athena que sabían de sus sentimientos compartidos por el Acuariano, además de que ambas chicas estaban preocupadas a si mismo por otros dos Santos Dorados de la Orden Zodiacal que eran queridos por ellas.

"Fluorite... deberías irte a dormir o mañana no tendrás energías" la suave pero masculina voz de Degel hablo desde la oscuridad del Templo, mientras su figura se vislumbraba saliendo de las sombras hacia ella con la luna brillando en el cielo con aquel molesto lienzo pintado por la reencarnación de Hades.

"Yo quería esperarlo despierta por una vez, Degel-sama, ya que últimamente estoy muy cansada con el trabajo y termine durmiéndome antes de que usted llegara" ella murmuro con la vista fija en la alta y magnifica figura que era aquel hombre con su Cloth Dorada a la luz de las estrellas. "¿Hay alguna novedad?"

"No, aun nada... solo esperar por el siguiente movimiento del enemigo, pero ya Albafika ha erigido su barrera de rosas venenosas por varios sitios alrededor del Santuario para mejor protección, hay un camino a Rodorio por el lado Este, así que ten mucho cuidado" sus ojos azul claro la observaron con seriedad notando las ojeras que su pálida piel habían obtenido en esas últimas semanas previas al fatídico anuncio. "Hay algo que te preocupa... ¿Qué es?" indago con voz neutra, aunque en el fondo sabia muy bien de que se trataba.

"¿Cuánto tiempo nos queda, Degel-sama?" ella lo miro con seriedad, aunque su voz fue suave en el silencio de la noche se reflejo el dolor y la desesperación que la inundaban cada vez que pensaba en la Guerra Santa, y todas las posibilidades que podían partir de esta. "¿Cuánto tiempo tenemos hasta que llegue el momento en que tengamos que decir adieu?" sus ojos se inundaron de lagrimas que ella tercamente se rehusó a dejar fluir, porque demonios ya había llorado suficiente para llenar las cuotas de unos cuantos años, y no quería mostrarse más débil de lo que ya era frente a él. "Me prometí que viviría un día a la vez y atesoraría cada momento que estuviéramos juntos, y hasta ahora así ha sido... cada minuto que paso a su lado me ha hecho muy feliz... pero aun así no importa lo que haga siento el reloj sonar dentro de mi marcando cada día y hora, acercándose más a ese momento que temo con todo mi ser" al final su voz se rompió y ella tuvo que parar, desviando la mirada hacia otro lado para poder contener las ganas de llorar.

Degel hizo una mueca de dolor, sintiendo su corazón latir con pesadez ante la angustia de la única mujer que él había amado de esa forma tan profunda y única, verla sufrir era una agonía por lo que no se contuvo de ir a ella, tomándola en sus brazos no por primera vez y refugiándola en su cuerpo mas grande, intentando transmitirle seguridad aunque ni él mismo la sentía luego de que se enteraran de que lo que estaban esperando con tanta preocupación se les hubiera confirmado.

Desde aquel día en que el Acuariano y la joven mujer rubia se confesaron hacia unos meses atrás, él había estado viviendo con ese cargo de conciencia, haciendo que constantemente se cuestionara sus elecciones al dejar que ella se quedara a su lado y permitir que entre ellos hubiera algo mas que pura amistad; se preguntaba si ella no estaría mejor sin él y en el constante y seguro peligro al cual se dirigía al igual que sus otros camaradas, pero nunca encontraba la fuerza de voluntad para dejarla marchar... y empezaba a pensar que nunca la conseguiría, haciéndolo sentir muy egoísta, pero tenia que darle una salida mientras aun estaban a tiempo.

Se lo debía, no importa si el tiempo que hubieran pasado juntos fueran los mas felices de su vida, ella era mas importante que su felicidad.

"Fluorite... yo... lo siento" él suspiro enterrando su rostro en los claros cabellos de la muchacha, sintiéndola tensarse y percibiendo su desconcierto, agrego quedamente. "Lo siento, por todos los pesares que te he causado y... también por los que posiblemente te causare en un futuro... si estuviera en mi mano jamás te dejaría, pero es mi deber luchar contra los Espectros y proteger la humanidad, a mi Diosa y a ti" sus labios se presionaron contra la coronilla de ella, aspirando su único aroma, intentando gravarlo en su interior para llevarlo consigo siempre. "Necesito que me prometas algo... prométeme que si yo muero tu seguirás adelante, continuarás con tu vida... encontraras un trabajo honrado que te satisfaga en el lugar que desees y también... encuentra alguien mas a quien amar, alguien con quien puedas vivir y formar una familia" casi se atraganto con las ultimas palabras, pero tenia que decirlas, no podía soportar el solo pensamiento de ella penando por él el resto de su vida, era demasiado doloroso de imaginar.

"No" ella inmediatamente negó al darse cuenta de lo que aquellas palabras significaban, simplemente no podía aceptarlo. "No, para mi no hay nadie más que usted, Degel-sama... no habrá nadie mas que usted" alzo el rostro manchado de lagrimas silenciosas, pero con una determinación y firmeza en sus ojos gris perla que sorprendió al hombre. "Incluso si... incluso si usted llegase a fallecer, yo nunca podría amar a ningún otro hombre, de ninguna forma sucederá, para mi no hay nadie que pueda ocupar su lugar dentro de mi corazón... es usted o nadie, así que por favor no me pida que lo haga" ella rogo, ocultando de nuevo su rostro contra el pecho del hombre, abrazándolo con aun mayor fuerza por la cintura determinada a no dejarlo ir.

"Entonces prométeme que vivirás... vivirás una vida plena y con la mayor felicidad que puedas encontrar, continua con los pasos de tu padre y vuélvete una escritora famosa que nos enorgullezca a nosotros, pero sobre todo que le haga honor a la magnifica persona que eres tú" Degel se inclinó sobre ella encorvándose sobre su más baja estatura mientras que sus largos cabellos verde y su capa blanca la ocultaban de la vista. Su pecho estaba lleno de calidez y felicidad, maravillado de que para ella fuera irrefutable que su corazón le perteneciera solo a él y que nunca jamás habría otro hombre en su vida. "Solo deseo tu felicidad, mon chéri"

"Entonces viva, Degel-sama... viva y luche para volver de nuevo al Santuario... a mí, porque mi felicidad está atada a usted; estoy completa solo estando a su lado, así que, por favor, por mí, viva..." rogo con la voz ahogada, enviando una plegaria silenciosa a la Diosa Athena para que no le arrebataran a su amado, a la única persona que hacia su mundo brillar y le daba esperanza y seguridad.

"Hare mi mejor esfuerzo para volver a ti, ma' petite cœur" susurro acariciando su mejilla, antes de inclinarse lentamente dándole tiempo de retroceder si así ella lo quería, sin embargo, al ver que ella se inclinaba hacia él, Degel no dudo por mas tiempo y finalmente conecto sus labios con los de la muchacha por primera vez.

El beso fue breve pero intenso, una promesa silenciosa que sellaban con sus bocas de que sin importar que intentarían estar juntos mientras pudiera, que él lucharía por regresar con vida de la Guerra Santa y viviría junto a su amada por el tiempo que Athena les concediera. Ninguno de ellos había besado a alguien antes, por lo que se mantuvo inocente, aunque no carente de sentimientos y significado, aportando calidez al otro y un cosquilleo en el estomago que se expandía por el resto del cuerpo llenándolos de sensaciones extrañas y desconocidas antes por ambos.

Aunque sabían que no debían, porque Fluorite aún era una Vestal consagrada a Athena, en ese momento, a ninguno le importo, solo necesitaban sentirse cercanos... sentir que su persona importante estaba viva y aun a su lado, que se tenían el uno al otro, aunque el futuro fuera incierto por ese momento ellos estaban juntos.

"Prometo que intentare permanecer con vida, pero tu tienes que prometerme que también encontraras la felicidad si lo peor llegase a suceder... tienes que prometérmelo, Fluorite, o no podre ir a luchar con la mente clara" sus ojos azul claro estaban algo mas oscuros de lo usual, reflejando la inquietud y sentimientos que lo atenazaban, que en ese momento lo hacían ver de todo menos frio.

"Yo... está bien, Degel-sama... por usted yo lo intentare" ella suspiro temblorosamente, sintiendo una punzada dolorosa en el área de su corazón al hacer aquella promesa que en realidad no sabía si podía cumplir, pero que haría un esfuerzo por que se trataba de él.

"Eso es todo lo que quería oír" él murmuro con una media sonrisa, apreciando las mejillas algo sonrojadas de la muchacha sin poder evitar inclinarse una vez mas y unir sus labios, solo que en esa ocasión fue un beso mas suave, sin tanta urgencia, era calmado, aunque tuvo el mismo efecto en ellos que el anterior.

Por ese momento, ellos eran felices.

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Octubre 16 de 1747

Fluorite corrió por las escaleras a una velocidad vertiginosa, su corazón latía tan rápido que le sorprendía que no se le saliera del pecho pero la verdad era que no podía detenerse en ese momento, no, ella debía llegar al lugar donde Shea se encontraba... después de la noticia que Degel le había dado hacia solo unos minutos, sobre lo que había pasado unas horas atrás debía asegurarse de que su amiga estuviera bien, aunque considerando la situación era una esperanza vana.

Ninguno de los Santos que paso en su camino al sexto Templo Zodiacal le dijo nada, todos sentían la perdida de un compañero profundamente incluso aunque este no hubiera compartido tan a menudo con ellos como los demás, igual pertenecía y sentían su ausencia e incluso aún más al sacrificarse para darles una oportunidad de ganar la Guerra Santa.

Al final pudo ver a lo lejos el Templo que buscaba iluminado por los rayos del sol mañanero.

Virgo.

Entro apresurada terminando de descender las escaleras y entro corriendo al lugar, le tomo algo de tiempo localizar a la Vestal en cuestión debido a que la rubia no había frecuentado mucho ese Templo en particular, aunque su antiguo guardián siempre fue cordial en las pocas ocasiones que se lo encontró. La muchacha se encontraba arrodillada en el suelo frente a una pequeña plataforma donde reposaba la Cloth Dorada de Virgo, un vivo recuerdo que su dueño no estaba más en ese mundo; con la cabeza de cortos cabellos rojo amapola agachada ocultando su rostro de piel trigueña con los mechones y sus hombros hundidos, en derrota.

"Shea-chan..." Fluorite la llamo con suavidad, acercándose lentamente a la muchacha la cual no dio muestras de haberla oído, aunque ella sabía que no estaba dormida ni mucho menos.

"Solo quedo su armadura, Fluorite-chan..." su voz sonó vacía y rasposa, como si hubiera pasado mucho tiempo sin decir palabra. Su vista ambarina estaba opaca mientras la mantenía fija en la Cloth frente a ella, como si al observarla algo cambiaria y el tiempo echara marcha atrás, sin embargo, nada de eso sucedió. "Solo su armadura... ni siquiera hay un cuerpo para enterrar... es como si su existencia hubiera desaparecido junto con su esencia corporal, no quedo nada... simplemente desapareció" las lágrimas se deslizaron silenciosas por sus redondeadas mejillas manchando su blanca toga y mojando sus manos que permanecían inertes en su regazo.

Fluorite hizo una mueca de dolor al ver a una muchacha tan vivaz y fuerte quebrarse de esa manera, mas no pudo quedarse quieta y fue hacia ella, abrazándola en un vano intento de darle confort y apoyo en ese momento tan duro y doloroso que la joven estaba atravesando. Su corazón dolía por ella, por su perdida y lo que ahora jamás podría ser, y por ese Santo Dorado que lo había dado todo para que los demás tuvieran una oportunidad de vivir y pelear para protegerlos a todos.

"Ya no volverá... Asmita-sama ya nunca volverá... jamás" fue al completar esa oración con voz ahogada que ella finalmente se rompió, sollozando desde los mas profundo de su corazón la perdida de la persona mas importante de su vida.

La joven mujer rubia solo pudo abrazar a la muchacha pelirroja, sintiendo impotencia y desconsuelo, al recordar que ella había estado en esa misma situación hacia tan solo tres días atrás con Agasha cuando Albafika, el Santo Dorado de Piscis murió protegiendo el Santuario y la aldea de Rodorio, mientras la joven castaña de ojos verdes lo veía morir frente a ella. La aldeana florista había estado desconsolada, como si le hubieran arrancando el corazón en el mismo momento que el hombre de ojos cobalto y cabellera azul celeste expiro su último aliento después de salvarla y destruir a Minos, el Espectro de la Estrella Celeste del Valor, uno de los tres jueces del Inframundo.

Incluso después del poco tiempo transcurrido de la feroz batalla que destruyo parte de la aldea, Agasha seguía pálida y callada, aunque no dejaba de ayudar a su padre que se había fracturado una pierna y a los otros heridos del acontecimiento; y cuando creía que nadie mas la veía, ella lloraba en silencio, rompiendo el corazón de la joven rubia un poco mas al no poder hacer nada para aliviar su dolor, justo como le pasaba a ella con la pelirroja en ese momento.

Fluorite no dijo nada y solo la abrazo con fuerza, ella misma dejo escapar unas cuantas lagrimas de tristeza por sus amigas y aquellos valerosos Santos Dorados que perecieron en nombre de la humanidad y creyendo firmemente en su deber; No supo cuánto tiempo pasaron allí sentadas frente a la Cloth de Virgo, pero eventualmente Shea se quedó dormida de tanto llorar, exhausta hasta los huesos tanto física como mentalmente y no era para menos, pensó la rubia con tristeza. Estaba contemplando como hacer para llevar a la muchacha a su cuarto para que descansara cuando oyó pasos entrando al Templo, y por el sonido se trataba de alguien portador de una armadura.

Al girarse la joven de ojos gris perla se sorprendió de notar que parado a una distancia de ellas estaba nada mas ni nadie menos que El Cid, Santo Dorado de Capricornio; quien era reservado y algo misterioso en la Orden Zodiacal, y la verdad ella no había interactuado mucho con él. De cortos cabellos negros como la noche y ojos gris plomo, con su piel blanca y semblante impasible, era un hombre bastante intimidante que inspiraba a otros a salirse de su camino.

Debido a eso fue por lo que cuando este se acercó a ellas en silencio después de observarlas por unos minutos y tomo a la muchacha pelirroja en brazos, Fluorite se impresiono a mas no poder pero no dijo nada y lo guio por el Templo, que gracias a los Dioses tenía una construcción algo similar a la de Acuario por lo que pudo guiarlo a la alcoba de Shea sin demasiados imprevistos; una vez allí el alto hombre deposito a la muchacha con cuidado y delicadeza sorprendentes en la cama y después de arroparla se giro para marcharse de allí, todo eso sin decir palabra.

"Gracias por su ayuda, El Cid-sama" Fluorite se las arregló para decir, haciendo una rápida reverencia cuando el hombre se medió giro hacia ella.

"No fue una molestia" y con una inclinación ligera de su cabeza él se marchó de vuelta a su Templo, del que había salido para entrenar en el coliseo por unas horas con sus discípulos.

En el silencio de la habitación la joven mujer rubia se sentó en la silla al lado de la cama, decidida a estar con su amiga en ese momento de pesar, pero al mismo tiempo no sabía si podría ir de regreso al Templo y enfrentar a Degel sin entrar en un ataque de pánico neurótico con la situación, por que su mente le gustaba imaginar escenarios desastrosos donde era ella la que estaba destrozada y su amiga la cual la cuidaba a ella... y simplemente no podía con esa imagen, y necesitaba un tiempo para calmarse antes de ver al hombre de largos cabellos verdes o perdería sus nervios.

Incluso cuando ya estuvo tranquila su mente no pudo evitar preguntarse si la siguiente en lidiar con una perdida tan profunda... seria ella.

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Abril 11 de 1748

Nadie espero que los Santos Dorados murieran tan pronto como lo hicieron estos, pero la Guerra Santa no estaba perdonando a nadie, y no solo los de la elite fallecieron también lo hicieron otros de Bronce y Plata, la cantidad de nombres no paraban de apilarse en el obelisco que se había colocado para los caídos en el medio del Santuario.

Gold Saints:

Albafika de Piscis – Oct. 13 de 1747.

Asmita de Virgo – Oct. 16 de 1747.

Aldebaran de Tauro – Oct. 19 de 1747.

Manigoldo de Cancer – Feb. 10 de 1748.

El Cid de Capricornio – Feb. 13 de 1748.

Sus ojos grisáceos oscurecidos por la preocupación y la tristeza observaron el pilar del lado donde los Santos Dorados estaban anotados, recordando con pesar a cada uno de los caídos en esa guerra despiadada que no parecía perdonar a nadie. Incluso el Pope, Sage, había muerto en la batalla contra el Dios de la Muerte, Thanatos, después de que Manigoldo Santo Dorado de Cancer sacrificara lo último de su vida para ayudarlo a derrotar a la arrogante entidad.

En una cuestión de tres días perdieron al Pope y a dos Santos Dorados, siendo El Cid de Capricornio el otro en morir mientras combatía contra los Dioses del Sueño que servían a al Dios Gemelo Hypnos, mientras que otro, Dohko de Libra fue herido y no se sabía si viviría o moriría.

Con un nudo en la garganta, Fluorite se dio la vuelta alejándose de ese monumento que solo le acarreaba tristeza y miedo, un temor horrible de ver cual nombre seria agregado a la siguiente oportunidad y regreso al inicio de las Doce Casas Zodiacales, dirigiéndose con pasos apresurados al Templo de Acuario, sabiendo que la información que pidió Athena sobre el Dios Poseidón y sus dominios no podía esperar, y tenía el presentimiento tomando en cuenta lo que ella y el Acuariano habían investigado de que los siguientes en ser enviados fuera del Santuario en una misión para pedir ayuda a la Deidad de los Mares seria su querido Degel y posiblemente Kardia de Escorpio.

El terror a perderlo había ido aumentando a medida que pasaban los días y veía uno a uno morir los Santos Dorados bajo el servicio de Athena, llego a un punto en que apenas podía conciliar el sueño por las noches y el lienzo que veía cada vez que miraba al cielo no ayudaba a disipar su inquietud. Una vez dentro del Templo de Acuario, la muchacha rubia se dirigió a la estación que montaron en la biblioteca una vez el pedido de Athena fue hecho, y allí encontró al alto hombre de largos cabellos verdes portando su Cloth Dorada y concentrado en unos libros mientras escribía unos datos en un cuaderno a un lado; al instante su corazón se estremeció de emoción, mientras dentro de ella luchaban la desesperación y la alegría al verlo sano y salvo.

No supo cuanto tiempo paso observándolo, gravando a fuego su imagen en su mente y corazón, que al siguiente momento en que parpadeo el aludido estaba frente a ella mirándola con el ceño fruncido y algo de desconcierto.

"¿Te encuentras bien? He estado llamándote por un tiempo, pero parecías perdida en tus pensamientos" murmuro el Acuariano con evidente cansancio, mientras su mano acariciaba distraídamente los rubios cabellos de la chica.

"Lo siento... yo solo... estaba pensando" ella desvió la mirada, sintiendo una opresión en su pecho y deseando que sus vidas fueran diferentes, que él no tuviera que luchar hasta la muerte; pero pronto agito la cabeza dispersando esos pensamientos egoístas, porque de lo contrario ellos nunca se hubieran conocido ni experimentado aquellos maravillosos momentos juntos.

"¿Pasaste de nuevo por el obelisco no es así?" al ver la cara de culpabilidad en su rostro el suspiro, ignorando lo mejor posible la punzada de dolor y rabia que sentía cada vez que sus pensamientos se dirigían a ese odiado pilar de mármol, donde los nombres de sus amigos y compañeros estaba escrito. "Fluorite..."

"Lo se... realmente lo sé, Degel-sama... pero siempre que tomo un descanso termino caminando hacia ese lugar" ella tironeo de su larga trenza con gesto nervioso, después en un impulso se acerco al hombre frente a ella y lo abrazo con fuerza, ocultando su rostro de su vista. "¿Tendrá que ir, no es así? Usted y Kardia-san partirán tan pronto como localicemos la ubicación del Dios Poseidón..."

"Así es... esas son nuestras órdenes" él asintió, rodeando su pequeña cintura con sus musculosos brazos y aspirando aquel delicioso olor a lirios, disfrutando del poco tiempo que le quedaba con la muchacha por lo que sería seguramente su última vez.

"No lo volveré a ver después de esa misión... ¿no es así?" su trémula voz se hizo escuchar en el silencio de la biblioteca, y al no obtener respuesta ella se trago el sollozo que quería subir por su garganta; en vez de eso, su determinación surgió de lo mas profundo de su ser. "Entonces yo... no quiero tener ningún arrepentimiento..." y con eso ella se alejo de su cálido abrazo y tomando al sorprendido hombre de la mano lo guio fuera de la gran biblioteca y por el pasillo hasta dejar las alas comunes y dirigirse al área privada de las habitaciones.

Al inicio Degel no entendió que se traía entre manos la joven mujer, sin embargo, a medida que ellos se acercaban a la habitación principal que él ocupaba se empezó a hacer una idea de lo que ella tenia en mente, y aunque una parte de si mismo deseaba esa conexión final con ella, su parte mas racional se revelaba porque en un recóndito lugar aun tenia esperanza de que ella encontrara una vida para si misma luego de su muerte.

"Fluorite... no creo que esto sea sensato" sus ojos azul cielo la observaron con el ceño fruncido al detenerse dentro de su alcoba y frente a la enorme cama de sabanas de algodón egipcio.

"Si llegase a suceder lo peor, yo no quiero ningún arrepentimiento cuando mire atrás..." tragando saliva ella elevo la vista hasta dar con la mirada penetrante de él, porque, aunque estaba más que decidida a hacer aquello, los nervios aun la atenazaban un poco. "Quiero esa última conexión con usted... Degel-sama, quiero saber que se siente al pertenecerle a la persona que amo" si bien sus mejillas se arrebolaron de un flamante rojo por su atrevimiento, sus ojos permanecieron despejados de toda duda, haciéndole ver que ella iba en serio.

"Esto... no es algo que puedas recuperar, una vez hecho no hay vuelta a tras... tu virginidad estará perdida por siempre y siendo una Vestal repercutiría muy negativamente para ti" él atino a decir con seriedad, aunque su cuerpo se acerco a ella y tomo en sus manos el rostro sonrojado de la muchacha acariciando sus mejillas con los pulgares; trataba de entrever en ella alguna duda o miedo, pero no hayo nada mas que su deseo de completar la unión de sus cuerpos en una danza tan antigua como el tiempo mismo.

"Degel-sama yo no he renovado mis Votos de Vestal ante Athena" al ver su sorpresa, ella sonrió con algo de tristeza. "Ha habido tanto ajetreo con lo de los Espectros y la Guerra Santa que al terminar mi periodo de servicio no se me ocurrió renovarlos con tanta actividad en el Santuario, y Athena-sama pensó que sería mejor si por el momento no los rehiciera"

"¿Estas segura?" al final solo pudo preguntarle eso, porque él ya sabia que sus argumentos murieron antes de empezar, porque él también quería llevarse ese recuerdo a su tumba, quería ser el primer y único en su vida y corazón, no importaba cuan egoísta eso fuera a fin de cuentas... él también, era un ser humano.

"Nunca he estado mas segura de nada en toda mi vida" ella sonrió con calidez, antes de inclinarse hacia el ofreciendo su boca para ser besada con total confianza, algo que el hombre no tardo en hacer.

Su beso fue cálido y lento, no siendo la primera vez que unían sus labios de esa forma, y tampoco seria la ultima vez que lo hicieran esa noche, porque el Acuariano planeaba hacer que su unión fuera recordada por mucho tiempo, para que de alguna forma se volviera un recuerdo que con fortuna le traería algo de consuelo en los momentos por venir.

El la haría disfrutar de esa experiencia.

Y así fue.

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Mayo 23 de 1748

Fluorite se encontraba limpiando un área de la biblioteca que había acumulado algo de polvo, sintiendo un nudo opresivo en su estómago desde hacía unos días, pero nada que hiciera o dijera podía quitárselo y ella sabía que tenía algo que ver con su amado. Degel se había marchado unas semanas atrás para ir a Bluegard, el país de donde provenía la Mademoiselle Serafina y su hermano mayor y amigo de la infancia del Acuariano, Unity, donde planeaban buscar al Dios de los Mares.

Su despedida real fue la noche anterior a su partida, donde ambos se aferraron el uno al otro por tanto tiempo como les fue posible, haciendo el amor repetidas veces durante el transcurso de la noche a la madrugada; en ese momento no hubo lugar para palabras, solo se permitieron sentirse profundamente con sus cuerpos y lo que tenían que decirse fue expresado en forma de acciones... aun así, la joven rubia no pudo evitar derramar lagrimas una u otra vez, las cuales fueron besadas por el hombre de largos cabellos verdes mientras él intentaba consolarla al mismo tiempo que se despedía.

Esa mañana que él partió del Santuario, Fluorite lo vio marchar con un nudo en la garganta y dolor en su corazón, y aunque se negó a llorar cuando lo despidió en las afueras del Templo de Acuario, con marcas aun frescas de su noche de pasión aun visibles bajo su toga, ella se esforzó lo máximo por regalarle una sonrisa amorosa, no deseando que, si esa fuera la ultima vez que el posaba sus ojos en la rubia, ella quería que la recordara sonriendo. Aunque después de saber que estaba lejos de las Casas Zodiacales ella rompió a llorar con desesperación, y para su sorpresa fue consolada por la mismísima Athena, quien con un cálido abrazo le aseguro que aún había esperanza.

Fluorite solo deseaba que la ultima noche que ellos pasaron juntos diera fruto y su vientre se hinchara si lo peor llegase a suceder, entonces ella tendría algo de Degel que tener en sus brazos, algo palpable y verdadero que la mantuviera con esperanzas.

Con un suspiro quedo, ella se alzo en puntillas para colocar un jarrón lleno de flores hermosas sobre un pedestal de mármol en forma de comuna cuando sintió una súbita ráfaga de aire revolotear a su alrededor, y por un momento juro que por el rabillo del ojo vio la figura de su amado mientras unos dedos acariciaban su mejilla y claramente escucho un quedo susurro en sus oídos.

'...Adieu, mon amour...'

El jarrón se resbalo de sus manos y se estrello en mil pedazos en el suelo de piedra a sus pies, al mismo tiempo que su corazón se rompía a la par y un frio helado y diferente al innato que el Acuariano solía llevar consigo la envolvía, dejándola sola y desorientada en aquella gran habitación que solo le recordaba a él; sus piernas no pudieron sostenerla mas e inevitablemente sus rodillas golpearon el suelo en seco, su cuerpo temblaba sin control mientras sus ojos luchaban contra las lágrimas que querían salir mas de su garganta no broto ningún sonido.

Por el rabillo del ojo vio un brillo dorado y luchando contra el impulso de salir corriendo lejos de ese lugar y lanzarse por el acantilado mas cercano, ella giro la vista y lo que vio rompió su estupor; allí a unos metros de ella se encontraba la Cloth Dorada de Acuario, lo ultimo que necesito para saber que no se había vuelto loca he imaginado todo y que en realidad... su amado había muerto.

Los gritos comenzaron en el instante en que se dio cuenta de eso, mientras de alguna forma su cuerpo se movió por propia voluntad y al instante siguiente sus brazos se encontraron alrededor de aquella fría Cloth que aun ahora conservaba restos de hielo aquí y allí.

"¡Degel-sama!" sus sollozos reverberaron por el silencio sepulcral de la gran biblioteca mientras su rostro permanecía apoyado en el frio oro de la Cloth, pero ya nunca el cuidador de esos libros la consolaría con dulces palabras y cálidos abrazos.

Una vez más... se había quedado sola... y esa vez, parecía que seria para siempre.

¿Fin?

Y bueno, imagino que todos se dieron cuenta de las cositas que hicieron nuestra parejita francesa 7u7

Siento que nuestras chicas tengan que sufrir pero en la Guerra nadie se sale indemne, desafortunadamente y con eso solo me queda decirles que... ¡Por favor no me maten! *Huye despavoridamente *

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pagina de Facebook: Sister Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Zoteria

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