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Capítulo 7


'Fading Away'

Grecia, Athenas – Santuario.

Marzo, 11 de 1750

Había pasado una semana desde aquella conversación en el rio.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad, pero el Sagitariano no tuvo oportunidad de sacar el tema de nuevo y aclarar lo que había querido decir aquel día, además que los deberes se acumularon repentinamente debido a asociados del Santuario y desafortunadamente tuvo que estar casi todo el tiempo encerrado en el despacho con Shion solucionando el problema, de modo que fuera satisfactorio para los Santos y para el noble en cuestión, por lo que vio a la chica apenas unas horas durante esa larga semana.

Ione estuvo algo decepcionada de no poder pasar un tiempo en su compañía, pero se entretuvo con algunos libros, lo más curioso es que ese día en particular comenzó a sentirse... peculiar; a pesar de que esperaba ávida la visita del hombre de cabellos canela y ojos azul índigo la sensación desconocida que no podía definir la traía inquieta y poco después supo por qué. El frio que recorrió su cuerpo le avisó de que una visión se aproximaba algo que llevaba días sin recibir y que no estaba muy entusiasmada de ver, más como siempre no estaba en su poder realmente negarse por lo que haciendo una mueca permitió que se manifestara a sus ansias.

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Sus ojos bicolores parpadearon al detectar que el lugar al cual la hacía llevado su visión no era otro que sus propias habitaciones, confundida y curiosa a pesar de todo, se movió alrededor ya acostumbrada a la sensación cuando se encontraba en ese estado de trance, cuando su cuerpo no era más que liviano e inconsistente, siendo una espectadora en vez de participar en lo que fuera que iban a mostrarle como en ese momento. Suspiró preguntándose que querían los Dioses que ella viera en ese lugar cuando finalmente se fijó en que no todo estaba en orden como en un principio pensó porque en el suelo hacia una sustancia carmesí de lo más inquietante que hizo que algo se encogiera en su interior, y como si algo más allá de ella misma la controlara siguió aquel rastro fuera de los aposentos por los pasillos hasta que unas familiares escaleras estuvieron frente a ella iluminadas con la luz del medio día.

Con un súbito nudo en su garganta y algo pesado en su estomago comenzó a ascender lentamente con su vista fija en la sustancia carmesí recordando al instante que esa visión particular ya la había tenido con anterioridad en una ocasión, antes de dejar Delfos y era una de las pocas cosas que no había compartido con su hermana gemela debido al significado de ello y lo que aquello significaba, y ciertamente al llegar al Santuario se había olvidado por completo de eso debido a la infinidad de cosas que habían pasado... más ahora los Dioses se lo estaban recordando cruelmente.

Finalmente, sus pasos se detuvieron en lo alto donde el cielo azul era iluminado por la brillante esfera del firmamento, más su mirada exótica no estaba en los alrededores sino en la figura en medio de aquel lugar en el que una vez había estado la estatua de la Diosa de la Guerra.

Ropas blancas y largo cabello oscuro... estaban manchados de sangre.

Y podía apreciarse claramente como los dedos gélidos de la muerte se aproximaban lentamente a esa mujer... con la piel tan blanca como la cera, su palidez acentuaba el rojo carmín que manchaba sus labios.

Y como si de una compulsión se tratara se acerco a ella, aunque internamente se estaba gritando para detenerse, su cuerpo siguió avanzando paso a paso sin importar cuanto quisiera dar marcha a tras y volver por el camino de regreso a sus aposentos, negar que aquello estuviera pasando... que fuera a pasar en el futuro.

Inevitable. Irrevocable.

Cuando vio finalmente el rostro de la mujer con total claridad lagrimas corrieron por sus mejillas descontroladamente especialmente cuando las emociones de ella rebosaron con fuerza y como una daga caliente se enterraron en su pecho, golpeándola una y otra vez, sin embargo, cuando separó los labios para dejar salir un gemido de negación todo desapareció.

Como espejismos en las tinieblas y dedos gélidos acariciando su piel.

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Su mirada aturdida solo podía registrar azul índigo, pero nada más inmediatamente.

Aun su mente estaba perdida en el eco de la visión que deparaba lo que estaba por venir, un futuro incapaz de ser cambiado porque así lo habían decretado los Dioses mismos, aunque por lo general las visiones dependían de las elecciones que los humanos tomaban y por regla general esta podía cambiar gracias al libre albedrio, en esa ocasión, no obstante, había algo atípico en esta que la hacia creer que no había forma de evitar lo que estaba por venir, era definitivo.

Incambiable.

"¡Ione!"

Al instante ella inhaló bruscamente, con la voz masculina retumbando en su mente como un eco alcanzando lo más profundo de su ser hasta que su atención volvió por completo al presente en vez de quedarse perdida en lo que acababa de presenciar, y sus ojos exóticos no pudieron evitar fijarse en el atractivo rostro masculino que estaba sobre el de ella con clara preocupación.

"¿Te encuentras bien?" Sisyphus preguntó sosteniendo su mano con la suya mientras la otra estaba sobre el joven rostro de delicadas facciones de la chica, su vista de águila no se perdía ninguna de las expresiones de ella. Su pulso aun estaba algo acelerado al recordar la mirada vacía y lejana de ella al volver de la visión, no lo entendía, pero estaba seguro de que había sido diferente a las veces anteriores.

Pero la Oráculo no respondió inmediatamente, en cambio sus parpados bajaron velando las emociones que pasaban velozmente por sus ojos bicolores cuidando de mantener su rostros inexpresivo mientras digería la verdad inequívoca que iba a aproximarse y lo que esto significaba para todos los que se encontrara alrededor pero al mismo tiempo había aceptación en su interior, resignación a lo inevitable más no queriendo alarmar a nadie empujó el conocimiento hasta el fondo de su mente antes de volver a centrar su atención en su acompañante con una expresión inocente.

"¿Cuánto tiempo estuve ausente?" inquirió notando descuidadamente de que se encontraba recostada en la cama y el Santo Dorado estaba sentado en el borde aun atento a ella. "Siento haberme perdido su llegada, pero estas cosas no se pueden controlar, me temo" intentó encogerse de hombros, pero encontró que no tenía energía para eso, algo curioso ya que por lo general sus niveles de actividad luego de una visión era regulares dependiendo de que tanto se resistiera o cuanto tiempo estuviera inmersa en estas aparte de su estado físico frecuente.

"Unas horas más o menos" el respondió lentamente entornando la mirada, pensativo respecto a la peculiar actitud de la joven mientras con su pulgar acariciaba distraídamente el dorso de aquella pequeña mano que sostenía en la suya. "Para ser más precisos, diría que veinticuatro horas a lo sumo"

"Oh..." un suspiró escapó de sus labios pensando vagamente que hacia algún tiempo que no tenía una que durara tanto. Aunque también era cierto que hubo varias ocasiones en que las visiones duraron de tres días a una semana preocupando inmensamente a las otras Pitonisas. "Ya veo..."

"¿Seguro estas bien?" insistió con el ceño fruncido preguntándose internamente que habría visto para tener un aura tan ausente y melancólica, pero como siempre siguió la regla de no inquirir sobre la visión ya que por lo general si era prioritario para el Santuario ella se lo diría claramente o iría directamente a Shion con la información, como había hecho antes.

Pero igual... simplemente había algo que lo inquietaba, aunque lo dejó pasar por el momento.

"Si, solo cansada y algo hambrienta" aunque el hecho de pensar en comida le revolvía el estómago, especialmente luego de haber visto tanta sangre por lo que enmendó sus palabras. "Bueno cansada y sedienta, nada más"

Sin comentar nada y luego de darle un vistazo especulativo, el Sagitariano se levantó para caminar a la mesita redonda de madera de cedro con dos sillas que estaban a una distancia con una jarra de agua y una copa, donde rápidamente sirvió y volvió con ella, viendo curioso como se sentaba lentamente pareciendo algo fatigada, de nuevo, eso no había sucedido con las otras visiones, pero se recordó que las otras tampoco habían durado tanto tiempo así que lo achaco a eso. Sin embargo, había algo dentro suyo que lo inquietaba, aunque no podía poner un nombre a ello ni descifrar a que se debía y eso lo preocupaba.

"¿De verdad no hay nada más?" hizo un intento de indagar, pero ella simplemente sonrió.

"No, no hay nada más" ella dijo firmemente, depositando la copa en la mesita al lado de la cama, sintiendo un sabor amargo en la boca al mentirle de esa forma cuando por lo general ella nunca le había mentido a nadie ni siquiera a los Santos Negros cuando fue capturada y el hecho de ahora hacerlo a la persona que había sido tan bondadosa y paciente con ella la hacía querer llorar, pero a partir de ese momento no iba a hacer otra cosa que mentir. "Dentro de poco estaré mejor"

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Pero no lo estuvo.

Apenas unos días después otros síntomas se presentaron repentinamente iniciando con la debilidad que últimamente atenazaba su cuerpo acompañado de un constante cansancio que intentaba por cualquier medio ocultarlo a todos, solo daba gracias de que hacia meses que la jovencita irlandesa ya no la chequeara porque estaba segura que hubiera descubierto que algo no estaba del todo bien con su cuerpo.

Y aunque se esforzó por hacer como si no pasara nada, era obvio que el Sagitariano no se lo tragada del todo, pero como esa semana también tenia que atender algunos asuntos relacionados con el Santuario no pudo insistir en averiguar más, no obstante, estaba segura de que no lo dejaría estar por lo que perseveró en mantener una actitud natural ocultando los malestares que la atenazaban día y noche.

Otra cosa era que estaba agradecida de que su hermana estuviera tan distraída y ausente con sus propios asuntos de modo que no tuviera tiempo para más que darle una u otra mirada, manteniendo cuidadosamente el vínculo que las única cerrado así que no tenia que preocuparse de que Kaia percibiera lo mal que se sentía... y lo que iba a empeorar diariamente.

Y estuvo en lo cierto, su situación solo continúo agravándose poco a poco hasta que al final de la semana luego de su visión no solo presentaba los anteriores síntomas, sino que además su apetito había decrecido lentamente junto con inestabilidad estomacal, pero no supo con certeza que las cosas realmente iban tan mal sino hasta que al inicio de la siguiente semana se encontró tosiendo sangre.

Su vista exótica se quedó fija en su mano anonadada con lo brillante del líquido carmesí.

Inmediatamente en lo que espabiló fue rápidamente al baño a tropezones y se deshizo de cualquier evidencia y fue justo a tiempo ya que pudo escuchar como la puerta se abría y los pasos acercándose junto con el usual traqueteo de una armadura.

"¿Ione?" una voz masculina llamó desde afuera.

"Estoy tomando un baño" dijo en un tono amortiguado despojándose del vestido blanco que arrojó a un rincón sabiendo que iba a tener que lavar cualquier mancha rojiza para no levantar sospecha de la Vestal que usualmente la atendía, y seguidamente se sumergió en la charca de agua caliente que circulaba suavemente de forma que siempre se mantenía limpia.

"Oh" hubo una pausa y luego él continuó. "¿Te apetece ir al campo de flores hoy? He conseguido un poco de tiempo libre"

Ione cerró los ojos e hizo una mueca luchando contra la debilidad y las ganas de toser que la atenazaron, contempló brevemente sus palabras, pero últimamente sabía que sería imposible ocultarle su estado al perspicaz Santo de Athena por lo que sintiéndose incluso aún más miserable y triste supo que debía rechazar la invitación.

"Me... me temo que hoy no podrá ser" un nudo apretado se asentó en su garganta casi efectivamente cortando sus palabras, pero se las arregló para que su voz no temblara. "Yo... pienso acostarme pronto, estoy un poco cansada"

El silencio reinó por unos minutos que parecieron infinitos, mientras ella rogaba internamente que aceptara su excusa, pero sus pensamientos fueron eventualmente rotos por el mismo Sagitariano.

"Entonces, ¿prefieres si te hago compañía hasta dormirte?"

Inquirió el Guerrero Atheniense con mucha calma, pacientemente, aunque ella podía notar su desconcierto mezclado con algo de preocupación debido a los poderes particulares que le confería ser la Oráculo de Delfos y uno que por lo general no tocaba muy a menudo debido a que ya de por si era difícil presenciar lo que pasaba en las visiones acompañado de las violentas emociones que estas traían consigo para además agregarse aún más peso con los sentimientos de los demás que la rodeaban, pero como todo mientras más tiempo pasaba reducía su control, menguando un poco cada tanto, haciendo difícil poder bloquear al mundo exterior con eficiencia, pero prefería eso a dejar debilitar la barrera que mantenía firmemente la conexión con su gemela cerrada.

"¿Ione?"

Al oírlo llamarla nuevamente parpadeó, dándose cuenta de que había estado mucho tiempo en silencio por lo que tomó una honda respiración dispuesta a negarse, a enviarlo lejos y evitarle el tener que verla desvanecerse lentamente, pero la verdad era que no sabia cuanto tiempo le quedaba y el era muy importante para ella, y aunque fuera por un poco más quería estar a su lado.

Era egoísta, pero no podía evitarlo él le daba confort y por un poco de tiempo podía pretender que no estaba muriendo, que todo era como antes y solo estaba algo cansada, más un vistazo rápido a su vestido le dijo que solo se estaba engañando a si misma por lo que después de ese día haría lo posible por evitar la compañía de aquel hombre que había hecho que se sintiera protegida y cuidada, que le había dado el gran regalo de volar algo que nunca pensó que iba a poder experimentar mientras viviera.

Se lo debía... eso y mucho más.

"Si... si no es un inconveniente para usted..." finalmente articuló las palabras que parecían atascadas en su garganta, sintiendo lagrimas resbalar silenciosas por sus mejillas mientras intentaba aplastar la gigantesca tristeza que aplastaba su ser.

"Entonces te esperare aquí a que termines tu baño" fue todo lo que él comentó amablemente y ella pudo percibir que su aura estaba más calmada, aunque aún recelosa.

Tomando más energía de la que le gustaba salió de la charca caminando hacia el vestido que al alzar notó solo habían dos gotitas de sangre que fácilmente podía pasar por un corte insignificante y nadie recelaría porque ahora que lo pensaba no tenia ningún instrumento con el cual lavar aquello, especialmente porque la sangre tendía a ser terriblemente difícil de sacar si se secaba en una prenda blanca como lo era su vestido, así que de ahora en adelante iba a tener que llevar un pañuelo con ella si podía... uno que escondería para que nadie pudiera sospechar.

Suspirando dejó el vestido en la cesta de mimbre que había en un rincón pausando una o dos veces para recuperar el aire y el equilibrio antes de tomar una nueva túnica idéntica a la anterior y vestirse, nuevamente más lentamente de lo que alguna vez lo hubiera hecho antes de tomar una tela de las que se usaban para lavarse y esconderla en los pliegues de su atuendo justo antes de salir a sus aposentos con tanta calma y energía como pudo reunir, aunque por el fruncido ceño que le lanzó el alto hombre de cabellos canela dedujo que no había hecho un muy buen trabajo aunque este no comentó nada, si la observó como un halcón cada paso que dio hasta sentarse en la cama.

Le dedicó una sonrisa que estaba segura palidecía con las anteriores antes de acostarse lentamente en la gran cama de sabanas de algodón egipcio, arropándose con estas últimas ya que últimamente notaba que se enfriaba con más frecuencia que antes. Realmente no pensaba dormir, pero en cuanto su cabeza toco la almohada de plumas se dio cuenta de cuan cansada estaba realmente, a pesar de que apenas estaban a media tarde, pero igual no le importó especialmente cuando el Santo de Sagitario se sentó en una silla a su lado y comenzó a leer de un libro que se titulaba 'El Mago de Nieve y Hielo'.

La novela era bastante interesante llena de aventura, magia, misterio y si, al parecer algo de romance, aunque este estaba relegado a un segundo plano de la historia, sin embargo, el cansancio era mayor a su voluntad de permanecer despierta por lo que sin darse apenas cuenta sus parpados se cerraron cayendo en un exhaustivo sueño.

Más nunca notó que unos ojos azul índigo la observaban con intensidad especulativa llena de preocupación y algo de ansiedad. Él sabía que algo estaba pasando ya que la joven nunca dejaba pasar una oportunidad de salir del Santuario para ir al prado de flores que tanto parecía amar, algo estaba mal y él iba a averiguar qué diablos era.

Pero si creyó que iba a ser fácil, Sisyphus de Sagitario estuvo muy equivocado.

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Ione lo estaba evitando.

Ese era un hecho, o por lo menos evadía hablar directamente de lo que le pasaba, pero él no era tonto ni mucho menos, sabía que sea lo que fuera estaba afectando su salud, aunque no fuera tan fácil de ver, pero las señales estaban ahí para los que las buscaban. Su piel dorada que era tan saludable antes ahora estaba algo pálida, había un aura de agotamiento alrededor de la joven mujer últimamente, y aunque estaba seguro de que comía no lo hacia con tanto entusiasmo o en tanta cantidad como normalmente lo hubiera hecho; caminar desde el pedestal en la parte frontal de los aposentos hasta la cama era una lucha silenciosa aunque ella se esforzaba enormemente para aparentar que el simple hecho de caminar no le resultaba exhaustivo y la dejaba casi sin aliento.

Él era inteligente y sabia que esos no eran síntomas normales de una persona sana, pero en un principio lo había achacado a la visión que tuvo la muchacha hacia casi semana y media atrás pero a medida que pasaban los días y ella se deterioraba supo que era algo más, y por respetar a la chica decidió que esperaría a que ella le confiara que era lo que estaba mal, sin embargo, él veía que ella seguía guardando silencio mientras se ponía peor a cada momento hasta el punto en que supo que si esperaba más la Oráculo iba alcanzar un punto critico por lo que tomó la decisión de confrontarla de lo contrario iba a involucrar a Shion y a Connor en la situación.

Por lo que consiguió limpiar su agenda haciendo tiempo extra las dos noches anteriores en los papeles de modo que tuviera unas horas libres en la tarde para dejarse caer por las habitaciones de la joven mujer de larga cabellera castaña oscura.

Todo el día estuvo algo tenso y si, preocupado, aunque lo ocultó adeptamente supo que por lo menos su Ilustrísima lo había notado, pero afortunadamente para él, no comentó y después de terminar sus obligaciones de la mañana y tomar bocado en su Templo, se dirigió con decisión hacia los aposentos de la Oráculo dispuesto a obtener una respuesta a las infinitas incógnitas que danzaban en su mente sobre ese peculiar comportamiento.

Sin embargo, en lo que puso un pie en el lugar supo que algo estaba mal.

La muchacha estaba parada frente al gran ventanal pero de espaldas a él, por la posición de su cabeza dedujo que estaba algo inclinada hacia adelante como si estuviera luchando por conservar su equilibrio y apenas pudiera mantenerse en pie, lo cual lo alarmó de sobre manera pero intentó racionalizar su reacción diciéndose que quizás estaba saliendo o entrando en una visión pero el instinto que había cultivado cuidadosamente durante esos largos años como aprendiz y luego Santo Dorado le dijeron que algo estaba realmente mal con ella.

"¿Ione? ¿Te encuentras bien?" preguntó acercándose a ella, por lo que notó al instante que ella se tensaba y eso solo disparó la sospecha en su mente.

"Estoy... bien" fue la entrecortada respuesta que dio y la cual no apaciguó el recelo de él para nada.

"No te oyes bien" comentó cuidadosamente disminuyendo su caminar a uno más lento, más fluido y silencioso entornando los ojos hacia la espalda de ella.

Y no lo hacía, sonaba como si estuviera atragantada con algo o como si hubiera usado mucho su garganta y esta estuviera en carne viva; definitivamente inusual y preocupante, pero justo cuando se encontraba casi al lado de ella, la joven mujer se movió lejos del ventanal y hacia las cortinas rojas que dividían la habitación, pero mantuvo en todo momento su rostro oculto por aquellos grandes mechones de cabello oscuro de modo que él no pudiera ver su rostro o sus manos, de hecho. Los pasos vacilantes y lentos le indicaron que ella estaba realmente débil, aunque la raíz del problema no fuera tan visible para él en ese momento, pero no iba a dejarla evitarlo mucho más tiempo.

"Me... me temo que hoy seré... muy pobre compañía" su voz fue más un susurro que otra cosa, y ella no pudo sino cerrar sus ojos desesperada por ocultar algo que estaba a punto de salírsele de control, pero sabía que su salvavidas estaba en lograr entrar al baño y deshacerse de la incriminatoria evidencia, pero supo en lo que cruzo las cortinas que no iba a lograrlo.

Se tambaleo a unos metros de la entrada y por instinto apoyo su mano derecha sobre la blanca pared de piedra y al instante sintió la presencia de el alto Caballero de Oro a sus espaldas tomando sus hombros de modo que la mantuvo erguida, pero al instante este sintió el leve temblor que recorría el cuerpo más pequeño de ella y que había logrado esconderle.

"Ione..."

"Yo..." sintiéndose mareada y con las piernas estabilizarse un poco se separó de la pared, pero al instante lo oyó contener el aliento audiblemente y fue bombardeada por la alarma y otras muchas emociones que en su estado debilitado no pudo procesas pero que supo instintivamente que le pertenecía al alto hombre parado a su espalda. Por el rabillo del ojo captó una mancha rojiza en lo que se enderezo y al momento supo el porqué de la súbita tensión.

"¿Estás herida?" Sisyphus preguntó en tono monocorde, sintiendo cada nervio y musculo de su cuerpo en tensión preparado para lanzarse en movimiento a la más mínima oportunidad.

"No" la derrota podía oírse plenamente en su voz, podía verse en la forma en la que ella inclinaba su cabeza ligeramente hacia abajo ya sin importarle poner un frente saludable, estaba bien lejos de estarlo y no tenia energías para aparentar otra cosa.

"Hay sangre en la pared" fue todo lo que dijo, labios apretados en una fina línea molesto y desconcertado por el empeño de ella en negar algo que claramente era obvio, más no sabía dónde estaba la herida o de que magnitud era. "Debemos llamar a Connor para que te atienda-" comenzó a decir, pero fue interrumpido al instante.

"No" su respuesta fue tajante, firme pase a la debilidad general de su estado, pero al sentirlo ir a protestar supo que no había forma ya de ocultarle la situación. "Ella no puede hacer nada, Sisyphus-sama... nada puede ayudarme, porque para esto no hay cura"

"¿Qué quieres decir con eso?" un nudo comenzó a apretarse dolorosamente en su estómago, las alarmas en su mente estaban sonando estrepitosamente. Pero no estaba preparado para la contestación que ella le dio.

"Connor-chan no puede hacer nada por mi... porque tengo tuberculosis" las palabras salieron estranguladas finalmente, como si hubiera tenido que arrancárselas del alma y estas fueran una confirmación de la realidad a la que no había querido aceptar por completo hasta ese momento.

Algo gélido recorrió el cuerpo del Sagitariano mientras una fuerza desconocida oprimía sus pulmones hasta cortarle el suministro de aire mientras su mente viajaba a la velocidad de la luz tratando de entender que acababa ella de decirle, pero llegando a un muro blanco porque él sabia de esa enfermedad incurable que eran tan mortal, por supuesto que la conocía y como no hacerlo ya que su propio hermano mayor la había padecido y si no hubiera sido asesinado por el Espectro Radamanthys De Wyvern, estrella celeste de la Furia en la lucha que dejó huérfano a su sobrino lo más probable es que hubiera muerto por dicho padecimiento.

Ione se deshizo del débil agarre que el alto hombre tenía ahora sobre sus hombros y se dio la vuelta lentamente para encararlo, era lo menos que debía hacer, pero era difícil enfrentarlo luego de finalmente decirle el secreto que había guardado tan cuidadosamente por casi dos semanas.

"No hay... nada que hacer" susurró ella, pero tuvo que callar al sentir que algo subía por su garganta e inmediatamente se doblo por la mitad llevando su mano derecha a su rostro para parar un poco el ataque que sacudía su pequeño cuerpo sin éxito alguno ya que terminó expulsando más sangre y quedando débil. Al instante él la tomó a ella de los antebrazos y ambos descendieron al piso, de rodillas uno frente al otro mientras la joven mujer recuperaba la respiración lentamente.

Los ojos azul índigo de él inmediatamente se prendaron de el rostro de ella y al instante sintió un dolor sordo en su pecho al verla en esa condición, las facciones de su delicado rostro pálidas con círculos oscuros bajo sus ojos bicolores, la perdida de peso que no había notado antes y lo más incriminatorio de todo era que sus labios estaban manchados con un carmesí intenso indicio de la sangre que manchaba la palma derecha de ella. La misma que estaba pintada en la pared como un arte grotesco para que todos lo vieran.

Esas pruebas eran inequívocas, pero aun así se negó a aceptarlo.

No podía aceptarlo.

"No podemos estar seguros de que sea tuberculosis sin una revisión" intento objetar, empujar el conocimiento de la mortalidad de esa enfermedad y cuan horrible era sin mucho éxito, especialmente cuando tenia una prueba irrefutable frente a sus narices.

"Ya lo he visto" dijo ella con tranquilidad y la mirada perdida, vacía. "Dos veces ya... en una visión... es irrevocable"

"Tu misma lo has dicho, Ione, las visiones pueden ser cambiadas por las elecciones humanas, el libre albedrio nos rige por eso debe haber algo que se pueda hacer-" su pulso tronaba ensordecedoramente en sus oídos casi volviéndolo sordo a todo menos a la joven frente a él.

Negación.

"Sisyphus-sama... en esta ocasión no habrá cambios... esta escrito en las tablillas del destino" su voz callada lo interrumpió sintiendo intensas ganas de llorar por él y por su hermana, por la posición en que los estaba colocando, por la angustia que llegaría como una tormenta violenta de altamar. "Lo vi antes de dejar Delfos... si partía de mi hogar... este iba a terminar siendo el resultado... simplemente lo olvidé, hasta que volví a tener la misma visión... es, simplemente, inevitable... nada va a cambiar el resultado final..."

Esa noticia le sentó como un puñetazo al Santo Dorado, que no podía creerse como las cosas se estaban desmoronando tan deprisa sin ninguna advertencia previa o siquiera atisbo a una solución para ella. ¿Realmente no había cura? ¿No había una manera de salvarla? Sin embargo, cuándo las siguientes palabras de ella lo alcanzaron contuvo la respiración, incrédulo.

"Es por eso... que usted debe marcharse... esto... debo pasarlo en soledad" al ver que iba a protestar, sus dedos rozaron los labios masculinos, silenciándolo al instante. "Esto... es lo que deseo... así que, por favor, cumpla mi petición"

No importaba cuanto le doliera esas palabras, era lo correcto para todos.

Para él.

Para Kaia.

Y por la expresión derrotada en aquel atractivo rostro, supo que había ganado... aunque eso no la hizo feliz, en lo absoluto. Pero valientemente ignoró el agujero que se abrió en su pecho cuando unos minutos después lo vio partir de sus aposentos y solo cuando las puertas estuvieron cerradas y ya no pudo ver su ancha espalda fue que se dejó caer en la oscura soledad en la que se volvería su vida ahora.

.

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Su mirada índigo estaba fija en el horizonte donde se podía apreciar el azul del mar Egeo, sin embargo, realmente no veía nada, su mente ausente desde los pasados dos días desde que él hubiera acatado la petición de la Oráculo de dejarla sola durante su enfermedad; cada vez que pensaba en ello su estómago se apretaba y todo dentro de él clamaba en protesta por estar lejos de ella en un momento tan crítico. Estaba en una encrucijada en ese momento, en un conflicto interno con lo que quería hacer y lo que ella quería que hiciera y no lograba decidir que camino tomar, tan perturbado estaba que apenas había podido conciliar el sueño quedándose despierto hasta la madrugada y solo logrando una o dos horas de sueño máximo.

Aun no podía creer que de verdad eso estuviera pasando, había sido tan repentino, tan súbito que aun su mente le costaba trabajo enroscarse sobre el concepto de que ella tenia una enfermedad incurable que muy pronto podía acabar con su vida. Y la verdad muy poco le importaba si pudiera contagiarse o no, todo iba mucho más allá.

Cerró los ojos al pensar en todo lo que se había perdido en la batalla contra Hades y sus Estrellas Malignas... todas aquella vidas extinguidas en un parpadeo, pensó en los jóvenes que no tendrían una oportunidad de crecer y vivir en un mundo lleno de paz, pensó en Alone con su innata amabilidad, en Tenma con esa voluntad de hierro para seguir adelante... en Sasha, Athena, quien valoraba cada vida y las conexiones con un gentil fervor, ellos quienes había dado todo de si para salvar a la humanidad y darles una mejor oportunidad a toda la humanidad de simplemente vivir.

Estaba cansado de ver vidas perdidas, todos ellos habían perdido tanto durante la Guerra Santa que pensó que luego de revivir las cosas iban a cambiar para mejor, que la paz lograda con sudor, lagrimas y sangre les iba a permitir vivir a todos ellos tranquilos, pero eso estaba muy lejos de la realidad, aunque no todo había sido malo ciertamente tampoco había sido un camino de rosas.

Y ahora esto.

La Oráculo de Delfos iba a morir y no había nada que el pudiera hacer para evitarlo... o siquiera para aliviarla durante la terrible enfermedad y eso lo estaba destruyendo por dentro. La impotencia de la situación lo atormentaba día y noche, y simplemente no sabía que hacer o como actuar... estaba siendo tirado en dos direcciones diferentes y pronto seria partido en dos si no lograba decidir qué hacer.

El suave tintineo metálico le hizo tomar consciencia de que alguien se aproximaba, pero no tuvo necesidad de girarse para saber de quién se trataba pues la forma de caminar más la presencia que emanaba de esa persona la delataba.

"El Cid" lo saludó calladamente, sin poder siquiera esbozar una sonrisa a su amigo a quien no había sentido entrar en sus dominios hasta que estaba ahí en la salida.

"Sisyphus" aquellos ojos gris plomo lo observaron por un momento en silencio, impasible, antes de seguir su camino con una inclinación parcial de su cabeza en un claro signo para el que lo conociera bien de que lo siguiera, algo que su compañero hizo con desconcierto.

Ambos dejaron atrás Sagitario y entraron silenciosamente en el Templo de Capricornio hasta llegar a una de las salas particulares que cada Casa Zodiacal poseía, en este caso era la que poseía la estatua de la Diosa Athena entregándole Excalibur al primer Santo de Capricornio.

Permanecieron en silencio en la quietud de la habitación con la mirada fija en la fuente, mientras el guardián del lugar esperaba pacientemente a que su amigo hablara; no era ningún secreto que todos los Caballeros Dorados sabían que algo andaba fuera de lugar con el Sagitariano desde hacía unos días atrás pero hasta la fecha nadie se había atrevido a decir palabra sobre ello y en circunstancias normales el mismo no se hubiera entrometido siendo como eran tan reservado con su vida y la de los demás, pero era obvio que algo estaba carcomiendo por dentro al otro hombre y simplemente no podía hacer la vista gorda a las tribulaciones de su compañero de batalla si estaba en su poder ayudarlo de alguna forma.

La diferencia en su intervención y la de los otros era que él no tenía intención de presionarlo si realmente no quería hablar.

El silencio fue interrumpido por unos suaves pasos que se acercaban por uno de los muchos pasillos y ambos giraron la cabeza hasta vislumbrar a una alta y delgada mujer de largos cabellos negros y ojos carmesí, sus ropas eran totalmente ajenas a lo que usualmente se veía por esos lugares, un kimono de color rojo y negro con motivos de flores de sakura y espadas japonesas llamadas katanas. Su andar era grácil, ligero como el de una bailarina o un guerrero bien entrenado, y no podía ignorarse que su belleza exótica le ganaba la atención masculina a donde quiera que fuera, aunque esta no se diera por enterada, siempre demasiado enfrascada en su trabajo como herrera como para prestar atención a otra cosa.

La mujer sostenia en sus manos una espada de estilo griego por el mango mientras la inspeccionaba con el hábil ojo de un artesano, pero inmediatamente al percibir que tenía compañía redirigió su atención a los presentes, haciendo una formal reverencia que fue respondía a su vez por ambos hombres educadamente.

"Sisyphus-sama" ella asintió hacia el recién llegado, para después dirigir una mirada fugaz hacia el Capricorniano, en el momento en que carmesí y gris plomo conectaron hubo una silenciosa conversación de la cual el hombre de cabellos canela no fue participe y que observó intrigado. "Dejare la espada en la habitación gris" fue todo lo que ella dijo en voz alta, dirigiéndose a continuación fuera de la sala a sabiendas de que no era el momento adecuado para pedirle que probara el filo de ese encargo.

Sisyphus observó en silencio la interacción entre uno de sus mejores amigos y la mujer japonesa, como todos los demás se había quedado intrigado y más que sorprendidos por la inesperada llegada de la extranjera, y eso se acentuó aún más cuando se dio cuenta de quien se trataba, particularmente porque recordaba vívidamente que su amigo le había dicho que ella había muerto años atrás en una de esas raras conversaciones que mantenían con una copa de vino. Siendo las cosas así, no le tomó tan desprevenido como a los demás cuando Mine terminó viviendo bajo el mismo techo que el hombre de cortos cabellos negros, pero debido a sus propios deberes no había tenido tiempo de ni cabeza para analizar la peculiar relación que ambos tenían, aunque si oyó que Manigoldo hizo un intento de meter sus narices donde no lo llamaban con su habitual áspera actitud y casi terminó con algunos miembros perdidos por su atrevimiento.

Pero ahora que los veía interactuar con más detenimiento pudo notar que El Cid tenia un aire calmo y en paz a su alrededor, no simplemente era el aura calmada y de quietud que por lo general se percibía con él, sino había algo más casi intocable que se podía apreciar cuando ellos dos estaban en una misma habitación o las miradas de compenetración que poseían que les permitía al parecer comunicarse sin emitir siquiera una sola palabra, algo que era admirable y extraordinario de encontrar en una pareja. Y también estaba esa emoción tan intensa y profunda que el Capricorniano tenia en su mirada cuando sus ojos grises se posaban sobre la atractiva mujer, que él como un observador no podía definir con exactitud a pesar de tener muchos años conociéndolo.

Y eso le recordó a algo que su amigo le había contado hacía muchos años atrás sobre ella.

"¿Como lo hiciste?" murmuró por lo bajo una vez volvieron a estar a solas en la sala. Al verlo inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado, continuó. "Mantenerte alejado de ella cuando estaba enferma"

El Cid permaneció en silencio por un tiempo, cerró sus parpados cuidadosamente tocando los recuerdos de cuando aun era un aprendiz de Santo y descubrió que su mejor amiga estaba enferma y muriendo, todas las confusas y complicadas emociones que lo habían asaltado en aquellos días, no había sido fácil pero él y Mine tenían una relación peculiar y debido a sus personalidades que se complementaban perfectamente fueron capaces de lidiar con todas las dificultades a su paso, como lo hicieron en la actualidad cuando se reencontraron nuevamente.

Caviló un minuto más sobre lo que el Sagitariano le había preguntado antes de dirigir su atención a el nuevamente.

"Nuestro caso fue particular" comenzó a decir lentamente, cruzando sus brazos a la altura de su pecho sin cuestionar realmente porque le preguntaba aquello. Y aunque por lo general consideraba que eso no era asunto de nadie más que de él mismo y de Mine, prosiguió porque intuyó que el problema de su amigo tenía relación con eso. "Y yo, en ningún momento, me aparte de su lado"

Al instante ojos azul índigo saltaron a su acompañante.

"Sea lo que sea por lo que estas pasando y la indecisión que te abruma" hizo una pausa para girar su rostro hacia el de su amigo de modo que este pudiera entender su intención, prosiguió en todo serio. "Debes tomar en cuenta lo que sientes por esa persona de lo contrario, te arrepentirás eternamente por la decisión que tomes" asintiendo hacia su amigo se dio la vuelta con la intención de ir tras Mine, pero antes de salir de la habitación se detuvo más no se volvió. "En este mundo el tiempo es finito, no desperdicies ni un segundo si esa persona es realmente importante para ti" y después salió dejando solo al otro hombre.

Sisyphus se quedó observando la espalda de su amigo hasta que ya no pudo verlo más, e inmediatamente cerró sus ojos centrándose en sí mismo intentando encontrar una respuesta a su dilema con las palabras de El Cid aun rondando por su mente.

Sabía que su interacción con la Oráculo de Delfos inició puramente como algo impersonal, simplemente un deber más que se agregó a la infinidad de cantidades de cosas de las que tenía que ocuparse en su cargo como la mano derecha del Pope, sin embargo, eso se transformó inevitablemente en algo más. No lo había previsto, pero pensó que debía haber sido obvio, ya que no podía interactuar con una persona constantemente sin llegar a desarrollar algún tipo de conexión con esta de modo que ellos pasaron de ser guardián y protegida a amigos con mucha reticencia por parte de la joven mujer de larga cabellera oscura; las vulnerabilidades de ella lo llamaban como una polilla a las llamas, estaba en su naturaleza querer ayudar a los demás y con la chica no había sido diferente.

Pero iba mucho mas allá de un simple deseo de ayudarla.

Estaba en el modo en el que ella sonreía encantada cada vez que estaban en el campo de flores, como si todas sus preocupaciones desaparecieran particularmente cuando esa expresión de júbilo era dirigía hacia él, la manera en que los ojos bicolores de la muchacha se iluminaba en el momento en que entraba en sus aposentos para una de sus usuales visitas le hacia sentir una calidez en el centro de su pecho, sabia que cuando estaba al lado de ella todo los tumultos que se mantenía en su interior se calmaban, redescubrió placeres tan simples como volar por el cielo o permanecer simplemente tranquilo apreciando su alrededor.

Ella se volvió algo indispensable en su vida, y aunque no fue premeditado, sabia que la joven mujer era una de las cosas más importantes para él.

Cuando estaba a su lado era feliz, así de simple.

Y no iba a permitir que ella pasara por el trance de su enfermedad en soledad y con esa decisión tomada salió de Capricornio con una meta en mente.

.

.

Los temblores recorrieron su cuerpo mientras el dolor y la debilidad la atenazaban, justo como llevaba pasando en los días anteriores.

Desde que le pidiera al Sagitariano que se marchara y la dejara sola, su mundo había adquirido un tono gris y lúgubre, con su gemela ausente constantemente desapareciendo quien sabe donde cada día y apenas viéndola para algunas comidas, sin hablar como antes lo hacían su única compañía había sido el alto hombre de alas doradas, el que hablaba con ella y aclaraba cada duda de su mente, el que la llevaba a un lugar mágico donde podía relajarse y disfrutar de una conexión con la Madre Naturaleza, la única persona aparte de su hermana en la cual confiaba plenamente... y estar súbitamente sin él, con su presencia calmada y amable la dejó vacía y con una especie de dolor en el corazón que no podía explicar con palabras y que apenas entendía.

Cada vez parecía que sus síntomas empeoraban y ahora tosía aún más sangre, el cansancio era tan horrible que apenas tenía energía para ir al baño y regresar a la cama, su motivación para levantarse cada día se había esfumado con la marcha del Santo Dorado y aunque hacia un intento de sobrellevar la súbita soledad nada de lo que hacia era suficiente. Anhelaba constantemente estar a su lado, hablar con él o simplemente verlo, pero siempre se recordaba que la separación era por el bien del hombre de cabellos canela, no quería que pasara por la agonía de verla morir en poco tiempo porque estaba segura de que no iba a durar mucho mas allá de un mes, si acaso eso.

O también, en el peor de los casos contagiarle aquella mortal enfermedad...

Cuando finalmente el dolor se volvió manejable solo se quedó tendida allí a medio camino entre las cortinas rojas y el pedestal de la otra parte de sus aposentos, en su mano apretaba un pañuelo que hacia mucho tiempo había dejado de ser blanco y estaba ahora constantemente teñido de carmesí. La fría piedra bajo su mejilla casi rivalizaba con la gélidez que envolvía su alma, el único respiro que había tenido era que las visiones parecían ser más esporádicas que antes pero incluso así no era suficiente para animarla, había aceptado su destino y debía sobrellevar la decisión tomada con aplomo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos súbitamente por una calidez que la envolvió y cuando abrió los parpados que no sabía que había cerrado se encontró con unos ojos de intenso azul índigo.

"Ione" su voz profunda la llamó, su mirada recorrió la menuda forma femenina que sostenía en sus brazos mientras con su mano acarició suavemente la pálida mejilla con esa marca rojiza de las habitantes de Delfos. Al entrar y verla tendida inerte su corazón casi se había detenido, pero al minuto siguiente notó que ella tarareaba débilmente una melodía por lo que pudo relajarse.

"Sisyphus-sama..." parpadeó para enfocarlo mejor y se dio cuenta de que no era una alucinación, él realmente estaba allí con ella. Con más esfuerzo del que debería alzó su mano para ponerla sobre el peto de la Armadura de Oro sintiendo algo oprimirse en la regio donde su corazón descansaba. "¿Q-que hace aquí? No... no debería-" intentó separarse, pero ni siquiera se movió un centímetro.

"Lo se... sé que tu petición era pasar por esto sola, pero, Ione, simplemente no puedo permitirlo" dijo calmadamente, su vista fija en ella, llenándose con la presencia la inusual que era ella y su único olor a coco que tan familiar se le hacía. Ella aun estaba viva y mientras aun respirara él la sostendría todo el tiempo que se le permitiera. "No pienso dejarte sola nunca más, nada me apartara de tu lado ni siquiera tus objeciones" declaró concisamente, dándole a entender que nada podría moverlo.

"No... usted tiene que irse..." sus ojos exóticos se anegaron de lagrimas que lentamente corrieron por su rostro, hipando suavemente mordió su labio inferior para detener el sollozo que quería salir de su garganta que súbitamente estaba obstruida por una miríada de sentimientos y emociones descontroladas que la abrumaban inmensamente. "No quiero... que me vea morir... así que... por favor, márchese"

"Ah... Así que era eso..." sus labios masculinos se curvaron ligeramente en una sonrisa compungida mientras finalmente entendía aquella petición sin sentido. Una vez más ella estaba velando por alguien más y desestimando sus propios deseos y necesidades. "No tienes que protegerme, Ione, sé a qué atenerme y permaneceré contigo hasta el final... no hay necesidad de qué estés sola pequeña" su abrazo se apretó un poco más sobre el frágil cuerpo de ella cuando la joven derrotada sin decir palabra descansó su mejilla contra su pecho acurrucada contra su cuerpo más grande y poderoso, anclándola a sí mismo a modo de confirmarse a si mismo de que ella estaba viva, de que aun respiraba. Por lo que iban a pasar no iba a ser fácil, pero prefería mil veces atravesar un calvario que más nunca volverla a ver y arrepentirse eternamente por no pasar el tiempo que le quedaba a su lado.

Ella era, después de todo, la persona más importante para él.

.

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A pesar de que no fue fácil, tenerlo de vuelta en su vida la hizo más brillante.

Lo siguientes días transcurrieron más o menos en la misma rutina que una vez tuvieron y aunque la conversación con el Patriarca no fue exactamente cómoda... la ilustre eminencia accedió a regañadientes a dejarla hacer su voluntad, sin involucrar a más nadie en la situación y que también terminantemente prohibido decirle a su gemela su condición. Shion había querido que Connor la chequeara, pero la Oráculo argumento que era inútil, seguidamente informándole de la visión recurrente que tuvo y cuan inservible era esa petición cuando ya claramente presencio su muerte, y aunque el Sagitariano no comentó nada en esa tensa conversación si se le notó increíblemente rígido consciente de que su última oportunidad de convencerla de que aceptara ver a un curandero acababa allí.

De eso hacia ya casi una semana y Sisyphus no podía evitar notar que cada día la muchacha estaba más y más pálida, que iba perdiendo peso aceleradamente mientras su apetito disminuía aumentando así la debilidad de ella, lo que a su vez terminó por cancelar cualquier plan de salida del Santuario pues el estado de la joven era tan crítico que no podían arriesgarse aún más con la salud de ella. La mayor parte del tiempo la pasaba con ella en los aposentos ya fuera leyéndole algún libro, disfrutando del silencio o hablando de algún tema particular que a ella le intrigara, que por lo general terminaba siendo su sobrino y los padres de este o las diferencia que ella encontraba entre Delfos y el resto del mundo que dichos fuera eran bastantes.

Él la estaba viéndola consumirse ante sus ojos sin poder hacer absolutamente nada salvo tomar su mano o de vez en cuando llevarla en brazos hasta donde antaño se encontraba la estatua de Athena para que sintiera el sol en su rostro y viera el paisaje que desde su cuarto no podía. Sabia que el tiempo se estaba escurriendo entre sus dedos, pero era impotente de detenerlo, un dolor sordo se instalaba cada vez que la veía sonreír en un rostro cada día más pálido y demacrado, por cada vez que con más frecuencia se ahogaba con su propia sangre en uno de aquellos ataques o simplemente lloraba del dolor, no hacia nada más que consolarla en su mejor capacidad luchando por controlar sus propias emociones que llenaban su ser de desesperación y dolor; llego un punto en que insistía en que ella se quedara en cama para que descansara pero de vez en cuando la testaruda chica rehusaba y terminaba sentada en el pedestal por un tiempo y fue ahí donde Defteros de Géminis la encontró esa tarde.

Ione no quería desvelar nada sobre su hermana, en parte porque si Kaia había mantenido sus andares secretos ella no podía en buena consciencia violar la privacidad de su querida hermana pero mayormente su negativa nacía del miedo atroz de no poder mantener la ya de por si débil barrera que impedía que su gemela supiera el estado tan lamentable en la que se encontraba, sin embargo, antes de poder terminar de negarse ante la petición del Geminiano su mundo salto por los aires al darse cuenta de lo que estaba pasando con su otra mitad. Ahí no pudo sino pedirle ayuda a aquel hombre alto y moreno de largo cabello azul y rogar que solucionara el problema.

No obstante, esa sacudida hizo que su salud tomara un rumbo para peor y se paso casi dos horas vomitando sangre, apenas consiente de su alrededor mientras el Santo Dorado la sostenía en el baño hasta que el ataque paso. Ninguno quiso señalar que ella estaba empeorando, pero ahí estaba el conocimiento patente, y cuando regresaron a la habitación el Sagitariano permaneció sentado a su lado sosteniendo su pequeña mano con la suya más grande y callosa hasta que ella se durmió exhausta en un sueño tempestivo.

A la mañana siguiente, descubrió que él no se había apartado de su lado habiendo pasado la noche con ella en la habitación velando su sueño y al ser informada apresuradamente por el Pope de la situación de su hermana la Oráculo insistió en que el hombre de ojos azul índigo asistiera para limpiar el nombre de su gemela cosa que hizo algo reluctantemente y a pura insistencia de ella, viendo que a él parecía costarle negarle algo. Desafortunadamente y para su inmensa pena su gemela descubrió también que le ocultaba más tarde ese día y el corazón de la joven se rompió en pedazos cuando su hermana comprendió que no habría cura para lo que la aquejaba y tuvo que contener sus lagrimas al verla marchar en una inútil búsqueda de algo que pudiera ayudar con su enfermedad, algo que no existía en ese mundo.

"Ella tiene esperanza" fue lo que Ione susurró cuando el Caballero de alas doradas se detuvo junto a ella luego de que su otra mitad se marchara a toda prisa, su vista exótica fija en las cortinas que cubrían su vista de las puertas.

"Así es" asintió él sin decirle que también la tenía, en que por imposible que pareciera la Pitonisa encontrara la forma de salvar a la muchacha frente a si, de que si alguien era capaz de encontrar semejante cura fuera la Lykos.

"Sera inútil" sentenció calladamente, cerrando los parpados pesadamente dejándose caer débilmente en la gran cama de algodón egipcio con su larga cabellera castaño oscuro esparcida como una cascada a su alrededor evidenciando su palidez antinatural, donde antes su piel tenía un tono dorado.

"No lo sabremos hasta que ella no vuelva, hasta entonces no perderé esperanza de que haya alguna forma de salvarte" dijo calmadamente, sentándose en el borde de la cama para tomar la casi fría mano de le chica en la suya, empujando la tristeza y melancolía hasta el fondo de su mente donde la revisaría cuando estuviera a solas. La delgada línea de la propiedad se había desvanecido en vista de la situación que ellos tenían entre manos, aunque eso no significaba que él no la respetara solo que no se contenía cuando se trataba de iniciar contacto con ella.

Ione iba a comentar algo cuando la sensación gélida la sobrevino y ya no se encontró en sus aposentos.

.

.

Cuando parpadeó notó que se encontraba fuera en un prado verde rodeados de altos árboles, el sol brillaba alto en el cielo de un azul claro indicando que estaban cerca de media mañana, la brisa se movía gentilmente por el lugar llevando hasta ella el sonido de unas risas infantiles.

Desconcertada pero curiosa, vago por el prado disfrutando de la vista mientras intentaba seguir aquellas risas escurridizas que parecían jugar al escondite con ella, ya que cuando creía que por fin conseguiría llegar a la fuente esta se alejaban rápidamente provocándole un divertido cosquilleo por su columna vertebral.

Las emociones de esa particular visión eran positivas.

Podía percibir alegría, jubilo y diversión algo diferente a lo que usualmente se le mostraba en estas, por lo que hizo un intento de disfrutarla mientras durase ya que visiones así no se daban todos los días y ahora que estaba más y más cerca de partir del mundo humano hacia el más allá no le sobraba tiempo de apreciar la felicidad de otros o de si misma con la espada colgando tan precariamente sobre su cuello lista para caer cualquier momento.

Por el rabillo del ojo distinguió una sombra y al darse la vuelta vio desaparecer una figurilla pequeña tras unos arbustos por lo que alejándose del interior de los arboles apartó las ramas de modo que volvía a salir a la planicie de algunas colinas con flores aquí y allí que se parecían mucho al lugar donde ella solía ir con el Sagitariano antes de caer enferma, y al instante sus propias emociones la abrumaron llenándola de tristeza y melancolía al contemplar su campo de flores en pleno florecimiento, un sitio que con seguridad lo más probable es que no volviera a ver.

Unas risitas interrumpieron nuevamente su tramo de pensamiento y al girar vio a lo lejos dos pequeñas figuras recorriendo a la carrera el campo de flores moradas, curiosa una vez más instó a sus pies a llevarla más cerca de modo que pudo distinguir un poco mejor a ambos infantes.

Gemelos.

Contuvo su respiración audiblemente al notar que el cabello de los rebeldes chiquillos le era un muy conocido, un castaño oscuro que le provoco un nudo en la garganta pues tenia una sospecha de a quienes estaba viendo y el hecho de que los Dioses le concediera esa pequeña misericordia significaba que tal vez su hermana tuviera salvación luego de su partida.

Una voz femenina llamó a los niños quienes al instante echaron a correr con la energía propia de dos pequeños de cuatro años que parecían ser.

Ansiosa por ver confirmada su sospecha de a quienes pertenecían esos preciosos críos giró hacia donde estos se dirigían y alcanzo a ver una figura menuda vestida de blanco y a su lado parada detrás un hombre portando una Cloth de Oro junto a una tercera persona que no logro distinguir, sin embargo, antes de poder detallarlos más la visión comenzó a desaparecer en una bruma helada, privándola abruptamente de las emociones que estas transmitieron y todo lo demás.

.

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Inhalando bruscamente la Oráculo parpadeó desorientada hasta que reconoció una vez más lo que la rodeaba y a la persona que estaba a su lado.

"¿Estas bien? Pareces algo aturdida" inquirió preocupado el Sagitariano, rozando suavemente la suave mejilla de la chica, habiendo permanecido quieto durante el tiempo que ella estuvo ausente a la espera de que volviera al mundo de los mortales.

"Yo... si... estoy, estoy bien..." ella asintió con una temblorosa sonrisa en sus labios algo pálidos, volvió a parpadear furiosamente de modo que las súbitas lagrimas que se agolparon en sus largas pestañas desaparecieran. "He visto... algo muy bonito... y si esa llega a ser la última visión que tengo antes de partir... entonces todo esto habrá valido la pena" murmuró girando su rostro inconscientemente de modo que su mejilla reposara en la áspera palma de su guardián de alas doradas, absorbiendo la calidez de él y su imparable fuerza interior, aunque aún existía un dejo de tristeza porque se imaginaba que no podría vivir para presenciar esa visión hecha realidad, pero tendría que bastarse con saber que pasaría en el futuro.

"Me alegro de que fuera algo agradable" fue todo lo que comentó, prefiriendo no agregar nada a la alusión que la joven mujer hizo sobre la muerte, aún quedaba una efímera esperanza en su corazón de que ella pudiera salvarse y poder volver a sonreír sin aquella inmensa triste resignación que parecía cubrirla como una segunda piel.

Sin embargo, apenas una semana después todo se fue al demonio rápidamente.

Sisyphus había ido a atender un asunto temprano a su Templo y después paso a darle un informe al Pope antes de dirigirse con rapidez hacia los aposentos de la Oráculo de Delfos, tratando de ignorar la ansiedad que súbitamente le oprimía el pecho y no lo dejaba tranquilo desde que despertara esa mañana, no sabia que era pero tenia un mal presentimiento que hacia que cada instinto que poseía estuviera alerta en modo huir o pelear, y de alguna forma sabia que tenia que ver con la joven mujer de exóticos ojos bicolores. No obstante, cuando estuvo frente a las doble puertas se paralizó antes siquiera de que su mano tocara el picaporte, pues allí en el suelo a sus pies había gotitas de sangre que llevaban fuera de los aposentos en un ominoso camino que hizo que unas garras heladas se clavaran en su estómago.

Lentamente bajó su mano y se quedó observando el camino de gotas carmesí sin aparente expresión, con el corazón latiéndole tan rápidamente que su pulso tronaba en sus oídos bloqueando cualquier sonido excepto ese, ni siquiera se dio cuenta de cuando se había movido, pero en un parpadeo se encontró siguiendo el rastro por los pasillos desiertos hasta que estos lo llevaron a las escaleras que subían a la parte más alta del Santuario donde antaño había estado la estatua de la Diosa de la Guerra y cuando finalmente llegó al tope el entumecimiento que había gobernado su cuerpo se desvaneció rápidamente al ver una figurilla acostada en el suelo en mitad de camino hacia los pilares gemelos.

"¡Ione!" su voz trono como un rayo atravesó de la distancia mientras en apenas dos pasos su velocidad divina lo tuvo al lado de la chica, arrodillado junto al cuerpo inerte de ella le dio la vuelta con manos algo temblorosas y tuvo que contener una maldición empalideciendo al darse cuenta de que todo el frontal de inmaculado vestido blanco de la muchacha estaba totalmente manchado de sangre. "Ione... pequeña, respóndeme..." el nudo que apretaba dolorosamente su garganta hizo que sus palabras sonaran roncas y estranguladas mientras con cuidado tomaba la figura menuda en sus brazos, viendo impotente y algo distantemente como su cabeza rodaba suavemente hacia un lado dejando al descubierto su rostro tan pálido como la cera y los parpados cerrados. "¡Ione!"

Un revoloteo de pestañas fue toda su respuesta antes de que un par de ojos de dos colores diferentes encontraran una frenética mirada.

"Sisyphus... sama..." el susurró fue apenas audible, demasiado débil para tener un tono más alto, pero que para él fue como campanas tocadas por los mismos ángeles.

"¿Por qué saliste si estabas tan debilitada?" la reprendió tomándola en sus brazos con temer de dejarla ir por miedo a que ella desapareciera súbitamente, pero se congeló al notar el apenas perceptible subir y bajar del pecho de la muchacha.

"Quería ver... una vez más... el cielo" fue la respuesta, su vista algo borrosa trataba de enfocar la expansión del firmamento, pero inútilmente regresaron a la cara tan querida del Santo Dorado, quien la miraba impotentemente y con una mirada oscura empañada por el dolor. "Pero... me alegro de que... usted seas lo último... que yo... pueda ver" sonrió desmayadamente intentando tocar su rostro, pero no tuvo fuerzas y su mano cayó antes de siquiera poder tocarlo, pero esta fue detenida por una más grande y cálida.

Sus ojos azul índigo la observaron torturado por la inevitabilidad que estaba presenciando, no importan cuanto quería negarlo, gritarle al cielo por aquella injusticia para con alguien que solo había hecho el bien en ese mundo, lo cierto era que la realidad era una bien distinta y lo estaba golpeado en ese mismo instante directamente.

Ella no iba a sobrevivir.

"Te lo dije ¿o no?" su boca se curvó en una suave sonrisa, aunque por dentro quisiera hacer todo menos sonreír, pero si realmente ese era el momento para que ella partiera, no quería que lo hiciera con el lamentándose abiertamente por algo que ninguno de ellos podía cambiar. "Te dije que no te dejaría ir, que estaría contigo hasta el final" llevó esa pequeña mano hacia su rostro rozando tiernamente los nudillos contra sus labios paladeando el sabor salado y de hierro de la sangre que manchaba esas delicadas manos. "Yo siempre cumplo mis promesas, pequeña"

"Es... cierto... por eso... yo..." pero ella no terminó la frase, perdiendo la lucha contra el hoyo negro que amenazaba con tragársela entera y con el cual había peleado tan fieramente sabiendo que su guardián de alas doradas se aproximaba a ella, pero ya no tenía energía para permanecer con él, sin importar cuanto lo deseara.

"¿Ione?" Sisyphus la llamó calladamente, con un escalofrío recorriendo su cuerpo al ver que los parpados se cerraban velando aquellos magníficos ojos bicolores.

No hubo respuesta.

Por un momento todo su mundo dejó de funcionar, no comprendiendo lo que su vista explicaba, no queriendo entender que la que una vez fue un alma noble y delicada ahora se hallara fuera de su alcance para siempre, nunca más obtendría aquella sonrisa brillante o las peculiares pulseras de flores que ella tendía siempre a regalarle cada semana que iban al campo de flores.

En ese momento, claramente pudo sentir como algo dentro suyo se rompía.

Su corazón se había rasgado en dos.

Continuara...

*Ríe nerviosamente mientras se esconde tras el escudo de Libra*

Bueno, he aquí el drama del que tuvimos un vistazo en el fanfic de Golden Ferocity pero desde el punto de vista de Ione y Sisyphus... si se preguntan porque la puse a sufrir tanto a la pobre... pues pueden culpar a Games of Thrones, ya que cuando estaba ideando la trama de estos dos me estaba viendo la temporada 8 de esa serie, y he aquí el resultado :v

¡Todo es culpa de GoT!

Pd: disculpamos la tardanza en actualizar :c aun tenemos problemas con el internet, pero hoy tuvimos un pequeño rayo de luz que nos da la oportunidad de subir el capitulo hoy al menos YwY 

¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!

Pagina de Facebook: Sisters Of The Heart-SSTLC

¡Únanse, las esperamos!

Zoteria

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