
Capítulo 4
'Restless Dreams'
Grecia, Athenas – Santuario
Septiembre, 15 de 1749
Ione suspiró con tristeza, acurrucándose en la gran cama con su mirada fija en el ventanal oyendo a los pajaritos revolotear clamando por su atención, algo que la hizo sonreír ligeramente, ya que era lo único esos días que le levantaba un poco el ánimo.
Transcurrieron cinco días desde que le hizo aquella petición a Defteros de Géminis, y aun no había rastros ni de su hermana ni del Santo en cuestión. Aunque sabia por la conexión con su gemela que esta estaba viva en alguna parte de Grecia, no la tranquilizaba del todo estar tanto tiempo separada de esta, ya que simplemente la hacía sentirse más sola que nunca.
Los medicamentos y las propiedades sanadoras del cuarzo blanco que colgaba de su cuello más los otros que portaba en sus brazos ayudaban a acelerar su recuperación un poco, de modo que, aunque los cardenales ya eran casi inexistentes aun recibía punzadas dolorosas de sus costillas, pero en general se encontraba mucho mejor físicamente, sin embargo, hasta ahí llegaba su alivio. Desde que despertaba era acosada con ligeros ataques de pánico donde el menor ruido la sobresaltaba y hacía que su corazón latiera con tanto desenfreno que pensó estar teniendo un ataque cardiaco mientras su mente corría en círculos pensando que los Santos Negros de alguna forma se las arreglaron para llegar a ella, y debido a eso, sus horas de sueño se habían acortado bruscamente, por no decir que apenas dormía más de tres horas seguidas sin despertar sudando copiosamente y con la necesidad de huir y esconderse.
Se había tomado la molestia de ocultar esa nueva peculiaridad, pero si tomaba las miradas suspicaces de la curandera y el hombre de cortos cabellos canela, quería decir que estaba haciendo un pobre trabajo en ello. El insistente piar de las aves volvió a capturar su atención, por lo que dejando de lado su cansancio se levantó despacio tomando las semillas que guardaba especialmente para ellos y se aproximó al ventanal y al instante, tres pajaritos de distintos colores se posaron sobre ella, dos en cada lado de sus brazos y uno en su hombro, pero en el momento que abrió sus palmas donde estaban las semillas estos comenzaron a comer con entusiasmo sin temor a ella.
Sin ser apenas consciente de ello, comenzó a tararear una canción que les enseñaban a todas las integrantes de Delfos cuando era apenas unas niñas, y que llevaban pasando de generación en generación, pero esa melodía era algo misteriosa y le recordaba cosas que era mejor dejar estar en las sombras del pasado.
El tintineo metálico que se escuchó retumbar en el silencio de su habitación la sobresaltó, haciendo que las aves salieran volando rápidamente hacia lo más alto del cielo, donde su mirada bicolor se quedó fija por un segundo añorando poder tener alas y volar, aunque estaba segura de que si lo hiciera nunca volvería a tierra. Bajando sus brazos como dos pesos muertos a su lado giró lentamente a ver al Caballero de Oro que sabía estaba parado a unos pocos metros de ella observándola con amabilidad y paciencia, sin decir palabra hasta que lo enfrentó.
"Llame, pero no obtuve respuesta" le dijo calmadamente, con los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos índigos la recorrieron de pies a cabeza como llevaba haciendo todas esas veces en que iba a chequearla los últimos cinco días, y como iba pasando en cada una de estas, notó inmediatamente los círculos oscuros bajo esa mirada exótica y la obvia fragilidad que ella padecía, y que se incrementaba poco a poco, hasta que su piel comenzó a adquirir un tono algo pálido.
Aunque ya podía moverse relativamente bien por su cuenta e ingería cada vez más comidas sólidas, lucia como si en vez ponerse mejor fuera, al contrario.
"Sagitario-sama, buenas tardes" saludó de buena forma, aunque desganada, apenas curvando la comisura de su boca, pero no tenía fuerzas de hacer nada más que eso. Desde que ese hombre de alas doradas la visitaba al menos de a dos a tres veces al día, ella fue acostumbrándose un poco a su presencia calmada y respetuosa, aunque ellos por lo general no conversaban mucho, el silencio no era pesado.
E incluso se las arregló para poder mirarlo directamente a los ojos sin sentir esa acuciante necesidad de desviar su vista hacia otro lado, suponía que era porque él realmente no esperaba nada de ella más que sanara o por lo menos eso era lo que logró sacar en claro en sus visitas, y eso en si era más desconcertante que otra cosa, porque incluso las Pitonisas en Delfos siempre que la observaban parecían esperar que se comportara de cierta manera o que súbitamente lanzara una profecía o algo por el estilo, y cuando no lo hacía fruncían el ceño y se marchaban.
"Oráculo-sama" Sisyphus a su vez asintió hacia ella gentilmente, siempre teniendo en cuenta que, aunque la joven mujer parecía estar un poco más a gusto en su presencia que antes y que otras personas, particularmente hombres, aun podía ponerse nerviosa si se movía muy rápido. "¿Se encuentra bien esta tarde?" hizo la pregunta como siempre lo hacía, manteniéndose cerca pero aun a una distancia prudente y adecuada.
"Connor-san ha decretado que ya puedo ingerir alimentos sin problemas" fue su cuidadosa respuesta, mientras caminaba lentamente hacia un juego de mesa y sillas que temprano habían traído a su habitación, sobre esta se encontraba un juego de té y un libro algo grande.
Paso delicadamente sus dedos por la cubierta, no entendiendo porque seguían trayéndole libros de vez en cuando que a la final no leía porque no comprendía de lo que hablaban; en la Villa de Delfos a todas se les enseñaba una gran cantidad de cosas, entre esas a leer, escribir y hablar muchos idiomas, historia y otro montón de cosas de modo que las Pitonisas que eran enviadas a dar un mensaje pudiera maniobrar en el mundo exterior, por más infrecuente que eso sucediera en esos últimos años. Sin embargo, quien sea que seleccionaba los libros tendía a tratar llevarle unos que siempre hablaban de conducta adecuada de una dama en la sociedad, y ella los encontraba tediosos e incomprensibles.
No tenían sentido para ella.
"¿Hay algo que la inquiete?" cuestionó al verla fruncir el ceño como si ponderara algún misterio mientras trazaba descuidadamente la tapa de un libro en la nueva adición al espacio.
Parpadeó saliendo de sus pensamientos al escuchar su voz, y giró hacia él nuevamente, dudando un poco antes de decidirse finalmente a preguntar por algo que la tenía desconcertada desde muchos meses antes.
"Sagitario-sama... ¿Podría explicarme este libro? Es que yo... no lo entiendo" inquirió despacio y algo tímidamente, señalando el objeto de cuero marrón frente a ella.
Curioso, por sobre todo y si, algo sorprendido se acercó de modo que pudiera observar el libro que ella mencionada, deteniéndose de esa forma al lado de la muchacha, evidenciando no por primera vez lo menuda que era comparada con él, donde el tope de su cabeza apenas alcanzaba a llegar a su hombro. Al descender su mirada lo detalló, pero como no había título lo abrió para segundos después fruncir el ceño al darse cuenta de que se trataba de uno de esos manuales de conducta que por lo general leían las jóvenes de alcurnia y que les especificaba cual era la manera de actuar en sociedad.
"Ah" cerrando la portada nuevamente, la miró cruzando sus brazos sobre su pecho. "Esta clase de lectura por lo general es administrada por las institutrices a las jovencitas que les enseña lo que la sociedad determina que deben pensar y como conducirse en nuestra sociedad"
"Pero... ¿por qué el rol de la mujer es tan... limitado?" arrugó la nariz al recordar algunas de las cosas que leyó. "Es como si el rol femenino solo tuviera importancia por la capacidad de procrear descendencia a los hombres" comentó desconcertada por ese modo de pensar.
"Desafortunadamente, nuestra sociedad piensa de esa forma, muchas de las cosas que se nos está permitido hacer a los hombres es mal visto si una mujer lo hace" él relato apoyando la cadera en el borde de la mesa, mesando sus cabellos castaños canela al pensar en lo injusto que era eso, y estaba agradecido de que los que vivían en el Santuario pensaran diferente, allí trataban a todos por igual sin importar el género.
"¿Por qué? En Delfos no hay hombres y todas hacemos trabajos que según ese libro son solo obras masculinas... no lo entiendo" negó con su cabeza, comenzando a sentir un dolor tras sus cienes.
"Supongo que son convenciones de esta época, pero tenemos la esperanza de que en un futuro las cosas mejoren para todos" suspiró ante el tema tan complicado del que ella hablaba, aunque estaba totalmente de acuerdo con su punto de vista. "Yo también pienso que es algo ridículo, pero Roma no se construyó en un día, creo que esta de nuestra parte ir introduciendo poco a poco el cambio"
"Realmente nunca comprenderé el mundo exterior" susurró para sí misma, sintiendo nuevamente como la tristeza la invadía, porque comenzaba a darse cuenta de que no encajaba en ningún lado, ni en Delfos ni en el Santuario.
"Algunos días, ni siquiera yo creo poder comprenderlo" ofreció él con una media sonrisa de simpática hacia la joven, decidiendo que hablaría con Degel para ver si este podía suplirla de libros con otros tópicos que fueran más del gusto de ella.
Ione separó los labios para inquirir sobre alguna noticia sobre su gemela cuando súbitamente lo sintió... esa sensación helada que se arrastró por su ser con insistencia hasta palpitar tras sus ojos con fuerza. Hizo una mueca llevando instintivamente una mano a su rostro, presionando su sien en un vano intentó por retrasar lo que vendría, algo que ya había hecho una vez en esos dos días, pero los Dioses no parecían querer darle tregua.
"No, no ahora... no, no..." suplicó intentando empujar la sensación lejos con todas sus fuerzas, como podía hacer de vez en cuando, pero parecía que en ese momento era inútil, su piel se perló de sudor y el dolor tras sus parpados se volvió casi insoportable.
"¿Oráculo-sama? ¿Se encuentra bien?" Sisyphus frunció el ceño al verla tan inquieta, y al escuchar sus palabras solo hizo sonar una alarma en su mente.
Algo preocupado dio un paso hacia ella con la intención de comprobar por sí mismo que era lo que estaba mal, sin embargo, al segundo siguiente la joven mujer dejó escapar un pequeño grito de dolor amortiguado antes de derrumbarse como un títere a quien le había corta las cuerdas que le permitían moverse. Al instante se lanzó hacia adelante tomándola en sus brazos antes de que su cuerpo tocara el suelo, su abundante cabellera estaba por todos lados y algunos mechones ocultaba el semblante de ella, por lo que con cuidado los retiró y gentilmente tocó su mejilla de modo que pudiera girar su rostro hacia él, pero al verla se congeló.
Sus parpados estaba abiertos, pero sus ojos eran completamente blancos.
No había rastro de sus irises o pupilas, y su expresión era serena, desmintiendo la desesperación que portaba unos segundos antes, intranquilo tomó su pulso y lo encontró estable, pero algo bajo, su piel estaba algo fría al tacto y un poco sudorosa. Intentó llamarla incluso palmeó suavemente su mejilla, pero no respondió a ningún estimulo, no estaba seguro de moverla porque no sabía si eso la afectaría de modo negativo por lo que, apretando sus labios, se resignó a simplemente sostenerla arrodillado en el suelo.
No había explicación aparente, más allá de que fuera una visión, por lo que silenciosamente contó los minutos, y afortunadamente cuando llego a los cinco, ella volvió en si tan súbitamente como se hubo desvanecido.
Con un parpadeo seguido de una inspiración brusca Ione salió de la visión e instantáneamente su cuerpo se sacudió dejando salir un sollozo, cubriendo su boca intentó amortiguar los sonidos, pero lo que vio desbarato el leve sentido de seguridad que con esfuerzo había construido para poder funcionar desde el incidente dejando que la desesperación dominara cada centímetro de su mente.
"¿Qué está mal?" cuestionó con preocupación viendo el nivel de angustia que la atenazaba, y estaba casi seguro de que se debía a lo que fuera que hubiera visto en la visión.
Alzando su mirada llena de lágrimas que se derramaban como cascadas por su cara, la joven mujer extendió una mano tocando con la punta de sus dedos el rostro de él, y al instante el Sagitariano pudo ver en su mente las imágenes como si realmente estuviera presente en esa escena...
Un grupo de Santos Negros estaban reunidos en una casa discutiendo la derrota de Yudo de Perro de Caza Negro, y de cómo cada instalación que tenían estaba siendo desmantelada por un Caballero del Santuario, al final decidieron que para mantenerse ocultos asesinarían a la Oráculo, quien para ellos fue la que arruinó el plan de su líder de obtener la Máscara de la Isla Reina Muerte y la eliminación de las féminas que tenían la sangre capaz para controlarlos.
"¿Ahora lo entiende? Nunca estaré a salvo... no dejaran de venir tras de mí, siempre estaré mirando sobre mi hombro... jamás tendré paz" susurró con voz rota, dejando caer su mano de la piel de él, resignada a lo que sería su destino.
"No" sentenció Sisyphus, cubriendo con su palma los apenas visibles cardenales que la chica aún tenía como recuerdo de aquella violencia vivida, su pulgar acarició las marcas delicadamente sabiendo que primero pasarían sobre su cadáver antes de dejar que alguno de aquellos desalmados volviera a ponerle una mano encima a la muchacha que sostenía en sus brazos quien temblando aterrada de lo que presencio. "El Cid los cazara uno por uno hasta que no quede nadie que pueda amenazarla y si por algún milagro queda un sobreviviente, me encargare de que nunca tenga una oportunidad de tocarla, eso se lo juro por Athena" terminó con un tono decidido y fuerte, trasmitiéndole seguridad no solo con sus palabras sino con su mirada.
Ione lo observó a través de sus lágrimas, intentando creer en lo que decía más el miedo era una entidad poderosa que ponía dudas en su mente; no siendo capaz de lidiar con todo, simplemente era demasiado en tan corto tiempo y se acumuló sobre su persona, por lo que cerrando sus ojos exóticos ocultó su rostro contra el pecho del Santo de Sagitario, dejando fluir el llanto reprimido por días permitiéndose ser rodeada por la calidez de esos fuertes brazos.
Cuando finalmente su lagrimas dejaron de salir, Sisyphus encontró que la muchacha se había quedado dormida exhausta de tanto llorar. Sus ojos azul índigo recorrieron sus facciones delicadas, preguntándose que más iba a tener que soportar ella antes de poder finalmente encontrar algo de paz, con un suspiro la alzó llevándola a la cama de modo que ella pudiera descansar adecuadamente, sin embargo, lucia tan asustada e indefensa incluso en sueños que era difícil para él alejarse, pero debía informar al Pope de lo sucedido y completar sus deberes, aun así, se prometió que regresaría a chequearla después.
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Su plática con su Ilustrísima fue larga debido a que no solo hablaron de la visión de la Oráculo sino también de otros temas pertinentes al Santuario y su seguridad, más el último de los reportes de El Cid que informaba que aún estaba sacando a luz los escondites de la Organización de Nero en Italia.
"Esta aterrorizada, Shion" comentó en voz baja cuando hubo una pausa en su discusión, sus brazos cruzados sobre su pecho escondían el apretón mortal de sus puños, mientras mantenía su vista fija en la puesta de sol que podía observarse desde la oficina.
Al instante el rubio fijo su atención en su compañero, no solo por el uso de su nombre de pila algo que solo Kardia y Manigoldo seguían usando por pura irreverencia de querer hacerlo rabiar, cosa que no habían logrado hasta la fecha, sino también por el tono tan peculiar con él que lo dijo; era obvio que el tema lo molestaba, de hecho a él también lo inquietaba, pero había algo en el modo en que se conducía y la sutil energía que provenía de sus turbulentas emociones que le dijo que algo estaba creándose entre su mano derecha y la Oráculo.
El Santo de Sagitario tendía a siempre mantener la calma y ser la voz de la razón entre el caos, siempre mantenía control de sí mismo en cada situación y era extremadamente raro que perdiera los papeles y sacara a relucir la parte explosiva de su carácter, de ahí por qué fue el designado a liderar el ejército de Athena durante la Guerra Santa; por lo general tenía respuesta a casi todos los problemas que se le presentara y poseía mucha sabiduría además de ser extremadamente inteligente, era la persona que por lo general aconsejaba a los otros Dorados cuando estaban en duda, lo hacía desde que él podía recordar. Razón por la cual, le llamaba la atención e intrigaba ese peculiar desliz con su nombre al hablar de la joven mujer que hasta donde él sabía aún seguía en la habitación asignada a ella desde su llegada, sana y salva por los momentos.
"No hay mucho que podamos hacer al respecto, salvo seguir asegurándole que aquí está segura" señaló Shion, sentado tras su escritorio con sus manos entrelazadas sobre los papeles que se suponía tenía que terminar antes del anochecer si quería tener dos minutos para respirar a la mañana siguiente, pero estaba más interesado en lo que su amigo tenía que decir, y si, a él tampoco le agradaba pensar que la chica estaba muerta de miedo especialmente cuando estaba bajo su protección. "Y esperar a que El Cid culmine su misión con éxito, como ambos sabemos qué hará siendo un perfeccionista, de modo que podamos afirmar contundentemente que realmente no hay una amenaza que pese sobre su cabeza"
"Se que es el curso de acción ideal en esta circunstancia, sin embargo, su salud me preocupa y si hablas con Connor ella podrá dar voz a este asunto" recalcó al nombrar a la curandera con quien hubo consultado su sospecha; distraídamente paso una mano por sus cortos cabellos color canela, dándole vueltas al asunto. "Cada día luce más pálida y los círculos oscuros bajo sus ojos está cada vez más marcados, cuando le pregunto cómo se encuentra siempre da evasivas y nunca responde directamente, sé que ha perdido peso a pesar de que ya hace días que come solidos..."
El Lemuriano frunció el ceño, comenzando a sentir una migraña venir.
"Solo puedo suponer que es un resultado del trauma vivido y la ausencia de su gemela" comenzó a decir lentamente con sus ojos rojizos fijos en los papiros a su izquierda. Realmente la situación no era la ideal, la muchacha era demasiado valiosa como para simplemente permitir que se marchitara lentamente bajo sus narices. "Sigue su pronóstico de cerca y si continúa empeorando tendremos que intervenir, hablare con Connor a ver que se puede hacer algo al respecto para mejorar algunos de esos síntomas, pero hasta entonces no podremos hacer mucho" decretó con un suspiro cansado, preguntándose si el difunto Sage había lidiado con ese tipo de problemas y como demonios se mantuvo cuerdo en el proceso, desafortunadamente no podía preguntarle, así que solo le tocaba avanzar y esperar lo mejor.
No obstante, si se guiaba por la expresión seca del Sagitariano, este no estaba contento con esa solución, pero entendía que no podían forzar las cosas en esos momentos. Hablaron un poco más sobre otros temas antes de que su visitante se preparara para marcharse, teniendo otros deberes que atender.
"Tomare mi ronda alrededor del Santuario, luego pasare a ver como esta y mañana consultare con Connor sobre las medidas que hay que tomar" le informó a Shion, quien luego de asentir de acuerdo con esos planes le dio permiso para retirarse.
La caminata hacia las afueras del Templo Papal le sirvió para despejar un poco su mente, que seguía rondando la situación de la Oráculo, y por el trayecto que duro desde Piscis hasta Aries se las arregló para meditar y encontrar un punto calmo en su mente de modo que su atención estuviera completamente en sus labores, que requerían patrullar por los alrededores asegurándose de que no hubiera ningún incidente o problemas acechando en la oscuridad; ese era un deber que cada Caballero de Oro tomaba diario por turnos, y uno que se tomaban en serio especialmente por los últimos acontecimientos.
El sol se ocultó en pocos minutos en el cielo, dando paso a la oscuridad que era iluminada por el brillo de las estrellas y la luna en el firmamento, primero hizo el recorrido desde las alturas sobrevolando el perímetro que era realmente una inmensa expansión de terreno que contenía de todo, desde ríos hasta riscos, praderas llenas de flores silvestres e inmensos bosques que pertenecían al Santuario y que ellos utilizaban para entrenar pero siempre procurando mantener el ecosistema intacto con el menor de los daños posibles.
La segunda vuelta la hizo a pie, y esa fue con la cual tarto más del doble del tiempo, siendo hectáreas tras hectáreas las que patrullaba, duro horas en ello siendo minucioso estando siempre con la guardia alta y aunque siendo tan poderoso como lo era pudiera haberlo hecho en mucho menos con la velocidad que los del rango Zodiacal poseían, no hubiera sido ni adecuado ni productivo porque en su mente, podría haberse perdido de algo crucial y eso era imperdonable a su parecer.
Finalmente cuando ya eran altas horas de la noche se aproximó a los escalones de las Casas Zodiacales, internándose lentamente a cada uno de los dominios silenciosos de sus compañeros, haciendo una breve parada en su Templo de modo que pudiera tomar un rápido baño para quitar el sudor de todo el día y relajar sus músculos en tensión, antes de portar su Cloth nuevamente y dirigirse a las habitaciones de la Oráculo con la intención de chequear su estado una vez más antes de finalmente irse a descansar.
Sin embargo, sus planes se fueron al infierno en el momento en que estuvo fuera de las puertas dobles.
Se congeló por un segundo tratando de percibir que era aquello que era diferente, con su mano a unos centímetros del picaporte frunció el ceño, pero al instante siguiente lo comprendió, no podía sentir la presencia de nadie dentro; rápidamente abrió las puertas de madera y entró apresuradamente apartando las cortinas rojas para comprobar lo que sus sentidos le habían confirmado al momento de llegar a ese lugar. Con una imprecación, escaneó la estancia, pero no había rastro de la mujer, por lo que tomando una respiración profunda cerró los ojos y extendió su percepción a los alrededores del Templo Papal buscándola minuciosamente hasta que finalmente la encontró.
Dándose la vuelta se apresuró por los pasillos colindantes a ese, preguntándose qué rayos había pasado para que ella saliera nuevamente sin compañía sabiendo por su visión lo peligroso que era, a pesar de estar en la cima las cosas podían complicarse en cuestión de segundos. Sus pasos y el traqueteo de su Armadura se podían escuchar retumbar en las paredes del corredor hasta que por fin atravesó las puertas que daban al exterior donde una escalera serpenteante que llevaban al punto más alto de la cumbre del Santuario, afortunadamente pensó, la luna daba suficiente luz como para poder ver bien en esa penumbra porque del otro lado, ella pudo haber caído por el barranco ya que, aunque estuviera rodeada de rocas un lado de estas daba al vacío.
Ese pensamiento lo intranquilizó, por lo que iba a tener que hablar muy seriamente con la chica y aclararle que esas acciones de desaparición no podían continuar.
Finalmente alcanzó el tope y divisó las dos columnas a lo lejos que por muchos siglos hubieron resguardado la estatua de Athena que en ese momento se encontraba inexplicablemente, ausente. Con pasos decididos se aproximó hasta estos, vislumbrando una figura menuda arrebujada conta uno de los pilares; con el ceño fruncido con severidad pensaba darle una reprimenda dura por su irresponsabilidad, pero eso fue hasta pudo ver con claridad su rostro lleno de terror y tan blanco como la cera.
"Oráculo-sama" la llamó con suavidad, desacelerando su caminata hasta hacerla fluida e insonora, deteniéndose a un metro y medio de ella, se acuclilló de modo que pudiera observarla más de cerca sin parecer amenazador.
Pero aquellos ojos exóticos de dos colores parecían estar nublados y ella actuaba algo ausentemente, como si estuviera en una especie de trance viendo algo que él no podía percibir, inconscientemente se mecía hacia adelante y hacia atrás con sus manos de nudillos blancos apretando mortalmente la tela de su casto camisón blanco de lino, con aquellas abundantes ondas castaño oscuro ocultando su cuerpo parcialmente como una capa de seda.
"Oráculo-sama, ¿Se encuentra bien?" lo intentó de nuevo inclinando la cabeza ligeramente la recorrió de pies a cabeza intentando ver si no había herida o algo que le impidiera moverse, pero estaba tan enroscada sobre si misma que no podía decir a ciencia cierta.
Al ver que no hubo reacción, extendió una mano lentamente y la posó sobre el tope de su cabeza, tan ligeramente que apenas hubo contacto, pero ella saltó como si alguien le hubiera asestado un puñetazo, e instintivamente llevó sus manos sobre sí misma en una pose defensiva cerrando los parpados fuertemente con un pequeño ruido escapando de su boca. Haciendo una mueca, él tomó aliento, pero no retiró su contacto, asimilando las reacciones de ella dedujo que la joven estaba atrapada en alguna especie de episodio rememorando lo ocurrido con los Santos Negros y la visión que tuvo ese día no debió ayudarle mucho para superar el trauma.
"Está bien, usted está a salvo y nadie va a herirla nuevamente" dijo tranquilamente en un tono estable y apacible, intentando que su voz llegara a ella y pudiera calmarla poco a poco.
Verla tan asustada movía su lado más protector a la superficie.
Tardó lo que le parecieron unos interminables minutos para poder coaccionarla fuera de ese episodio, pero eventualmente luego de hablarle constantemente repitiendo una y otra vez que nadie iba a dañarla y que estaba a salvo, que en un principio no pareció oírlo, pero después fue registrando su presencia y la voz con la que le hablaba, hasta que finalmente la vio bajar los brazos con lentitud y parpadear letárgicamente, como si estuviera despertando de un sueño muy profundo. Sus ojos exóticos fueron a la deriva por los alrededores dos veces para luego posarse en él, luciendo terriblemente confundida y muy cansada.
"¿Cómo... cómo llegue aquí?" inquirió en voz baja y ronca, sintiéndose tan agotada que apenas podía mantener los parpados medio abiertos y le costaba mucho concentrarse en lo que sucedía.
"¿No lo recuerda?" indagó frunciendo el ceño mientras acariciaba distraídamente los cabellos de la joven mujer, que estaba ahora totalmente recostada del pilar.
"No..." negó pestañeando sin darse cuenta del ligero temblor que la recorría, registrando en algún punto la leve presión de la mano de el en su cabeza moviendo suavemente sus mechones.
"Es casi media noche, Oráculo-sama" le informó con un suspiro, sonriéndole de medio lado para mantener su atención y no alarmarla de ninguna forma, ya que estaba aprendiendo rápidamente que la chica era algo desconfiada e insegura, y teniendo en cuenta de lo que ella hubo pasado esas semanas no era para menos. "Creo que deberíamos volver dentro, es algo tarde y aquí hace mucho frio" sugirió como si tuvieran todo el tiempo del mundo para decidir, y si fuera necesario, realmente lo haría.
Asintiendo, Ione hizo palanca del pilar para levantarse con mucho esfuerzo sintiendo como si sus extremidades estuvieran dormidas y débiles, pero no hizo comentario alguno, solo tomó una respiración antes de dar un paso hacia adelante separándose de la columna pero sus pies parecían no querer obedecerla y tropezó con mucha torpeza, sin embargo, Sisyphus rápidamente la sostuvo de los antebrazos evitando su caída y al mismo tiempo notó que su piel estaba fría al tacto, indicando sin palabras que ella hubo permanecido una gran cantidad de tiempo a la intemperie, algo que podía ser perjudicial para su salud que apenas iba recuperando. Sin pensarlo conscientemente llevó su mano al rostro de la muchacha comprobando su temperatura y no pudo más que fruncir el ceño.
"Esta helada" murmuró con genuina preocupación, lamentando en ese momento que su Cloth no le permitiera portar una capa como la de sus demás compañeros de modo que pudiera cubrirla para evitar exponerla por más tiempo a los elementos y que por las reacciones algo tardías, podía decir con seguridad de que ella parecía algo aletargada.
"Oh..." fue todo lo que logro articular, inclinándose hacia esa fuente de calor sin darse cuenta de que lo hacía, luchando por entender que sucedía con su cerebro tan embotado que le era difícil armar un pensamiento coherente.
Solo quería dormir eternamente sin molestias.
"Discúlpeme si es algo invasivo, pero en estas condiciones no creo que pueda ir por su propio pie de regreso a sus habitaciones por eso no me queda de otra que llevarla por otros medios" se aseguró de explicarle todo pacientemente antes de inclinarse y tomarla por detrás de sus rodillas con su otro brazo alrededor de sus hombros femeninos y delicados, luego la alzó en forma nupcial.
Sintiendo como el mundo cambiaba de perspectiva la hizo aferrarse a la única cosa solida en todo ese movimiento que pudo alcanzar, que resultó ser el cuello del hombre de cabello castaño canela, reposando su mejilla contra la calidez que desprendía la Armadura de Sagitario, dejándose arrullar por unos minutos por ese fuerte latido que iba acompañado de un sentido de protección que solo había sentido con otras dos personas con anterioridad fue a la deriva en su mente. En su adormecido estado no entendía que la había hecho salir corriendo del único lugar que consideraba seguro en esas tierras ajenas, eso fue hasta que percibió que entraban a sus aposentos y lo recordó súbitamente de nuevo, la pesadilla acompañada de la sensación de ser observada por algo malévolo al despertar la hicieron huir despavorida y ahora estaba de vuelta en ese lugar.
Sisyphus la sintió tensarse y la respiración cambio casi imperceptiblemente a algo más errático al igual que el latido frenético de su corazón, que palpitaba como las alas de un pequeño pájaro enjaulado queriendo escapar dentro del pecho de ella, desconcertado, se detuvo justo después de cruzar las cortinas rojas preguntándose que pudo haber causado semejante reacción cuando antes estuvo casi dormida y relajada.
"¿Hay algo mal?" preguntó en voz baja no queriendo espantarla o enviarla a un ataque de pánico por lo que fuera que le provocaba esa tensión.
"Yo... solo..." titubeó aterrada de girarse y encontrar que algo malvado le devolvía la mirada en su habitación, pero no sabiendo como vocear sus miedos, consciente de que el adormecimiento que antes hacia pesar su cuerpo se hubo desvanecido como humo en el viento no volvería pronto y le esperaba unas largas horas de insomnio. Pero no podía ser una cobarde, por lo que tragando grueso y deseando simplemente correr lejos, miró por sobre su hombro lentamente escaneando todo con minuciosidad.
El Sagitariano la observó con curiosidad y algo de preocupación como los ojos exóticos de ella saltaban de un rincón al otro deteniéndose con más frecuencia en las sombras profundas de la vivienda como si esperara que algo saliera de entre la oscuridad para hacerle daño; inquieto con ese errático comportamiento, conscientemente escaneó él mismo la habitación pero nada estaba fuera de lugar, ellos dos se encontraban solos en esa gran instancia, por lo que no le quedo de otra que asociar el obvio miedo que estaba pintado claramente en su joven rostro quizás a una pesadilla.
"No hay nadie más que nosotros aquí, Oráculo-sama, puede estar segura de eso" si no bien hubo dicho eso, esos grandes ojos bicolor saltaron a su rostro ansiosamente.
"¿Esta... está seguro, Sagitario-sama?" se atrevió a inquirir calladito, aun con el pulso acelerado por el miedo.
"Completamente, pero si le hace sentir mejor puedo recorrer el lugar y chequear personalmente" ofreció amablemente en un intento de tranquilizarla, y al ver que ella asentía rápidamente la depositó con cuidado sobre el colchón e inició su recorrido haciéndolo tan minuciosamente y vistoso como pudo de modo que ella notara que se tomaba sus temores en serio, por más que no los comprendiera del todo. Hizo un circuito de dos vueltas de todo el lugar y luego se detuvo junto a ella. "Todo está despejado, no hay intrusos" informó esperando que sus palabras la calmaran un poco, aunque sea.
"Oh" los hombros de ella descendieron un poco, aunque aún podía adivinarse algo de tensión y miedo en su postura, sus pequeñas manos aferraban la sabana con fuerza. "Gracias... por chequear" se las arregló para decir con suavidad, dedicándole una media sonrisa que no fue más que un pobre intento de ello.
"No fue problema" él negó amablemente, con la intención de retirarse finalmente a sus aposentos más al ver que ella no hacía intento de irse a dormir a pesar de los oscuros círculos bajo sus ojos, parecía simplemente... muy sola. Por lo que, cambiando su plan con un ligero encogimiento de hombros, se aventuró a sugerir mientras se acercaba a la mesa con las dos sillas y encendía una vela. "¿Le apetece algo de compañía? Quizás si usted tiene algunas dudas yo pueda aclararlas"
Al darse la vuelta notó la indecisión en el rostro de la joven mujer, él no comentó nada solo dejando que lo pensara sin influir en su decisión pero esta rápidamente se aclaró y tímidamente asintió, por lo que luego de que él le echara un vistazo al libro que gracias a los Dioses cambiaron por uno que parecía hablar de la mitología irlandesa, tomó el pequeño candelabro y se acercó a ella depositándolo en la mesita de noche de modo que la iluminación les permitiría distinguirse el uno al otro mejor junto a la luz de la luna que entraba por el ventanal. Volvió sobre sus pasos y agarró una de las sillas alzándola sin el menor esfuerzo la deposito junto a la cama, y tomando asiento acomodando sus alas adecuadamente antes de dirigir su atención a la chica.
Hubo un silencio que duro unos minutos, después.
"¿Cómo... cómo se encuentra Regulus?" se atrevió a preguntar, decidiéndose por uno de los temas que ella consideraba que tenían en común, y uno que, además, le interesaba bastante.
"Ha estado entrenando muy duro últimamente" comenzó a decir con mucha tranquilidad, aunque le parecía curioso que su sobrino fuera el tema de conversación. "Quiere superarse a sí mismo y volverse incluso más fuerte, aunque sinceramente ya lo es... no por nada es considerado un prodigio entre los Santos" murmuró con una sonrisa afectuosa al pensar en el adolescente.
"¿Cómo era el de pequeño?" lentamente fue relajando su postura, olvidando la pesadilla y el terror que esta traía consigo, y la curiosidad alzaba su cabeza, la necesidad de saber cómo hubo crecido el hijo de la mujer que había significado el mundo para su hermana y para ella.
"Básicamente, una versión más impaciente e inquieta de lo que es ahora" rió por lo bajo al rememorar esos años con el pequeño niño que hacía preguntas sin parar y no paraba de moverse de un lado a otro, aunque eso mermo con el tiempo. "No tenía ninguna noción de modales que lo ayudaran a aclimatarse a la sociedad por haber vivido tanto tiempo por su cuenta en la intemperie, fue todo un reto que se acostumbrara a usar zapatos y a que no tenía que cazar en los arroyos por comida, pero como todo lo que se le enseña Regulus lo absorbe rápidamente como lo fue aprender nuevamente a las letras y los números, junto con un puñado de otras cosas más"
Ione frunció un poco el ceño desconcertada por sus palabras, ya que tenía entendido que en lo que sus progenitores hubieron fallecido el niño había sido entregado al Santuario para su protección y crianza, o al menos eso fue lo que se le dijo a ella cuando tuvo la certeza de que los padres del chiquillo murieron. Negando casi imperceptiblemente, dirigió su atención de nuevo hacia aquel hombre de ojos índigo que había tenido la consideración de no dejarla a solas cuando ella se sentía tan asustada, y de paso lo hizo de un modo que no la avergonzó ni la hizo sentir como una niña malcriada.
"Recibió su Cloth a una edad muy temprana, lo que lo hizo el Caballero más joven en toda la historia de la Orden de Athena hasta ahora" continúo relatando, manteniendo a la chica en su periferia en todo momento y midiendo cada expresión que pasaba por su cara de facciones delicadas. "En su primera misión como Caballero conoció a Connor nuestra actual curandera, la verdad estaba preocupado por él y su desempeño, ya que fue la primera vez luego de venir al Santuario cuando tenía seis años que se iba por su cuenta, pero al final todo resulto para bien... de alguna forma lo que sea que pasaron esos dos juntos los hizo crecer como personas, aunque aún sigue siendo muy inocente y un niño de corazón"
"Él tiene esa luz... la misma aura que sus padres poseían" susurró con una triste sonrisa, apoyando su mejilla contra sus rodillas las cuales rodeaba con los brazos sueltamente, sus cabellos como cascadas oscuras reposaban a su alrededor como un manto de seda que destellaba en distintos tonos de castaño cuando la luz de la pequeña llama la reflejaba.
Los ojos índigos del alto hombre saltaron a la cara de la muchacha, pensativo.
"Los concia, a ambos quiero decir" fue más una afirmación que otra cosa, pero aun había un tono inquisitivo en su voz calmada que la instaba a contarle parte de su historia.
"Así es" la joven de mirada exótica asintió suavemente, sintiendo esa herida sangrante en su interior al siquiera mencionarlos, pero la ignoró pues sabía que nunca cicatrizaría por completo y solo le quedaba vivir con este hasta el día de su muerte. "Arkhes era la Pitonisa Madre y la encargada principal de la Villa cuando mi hermana y yo fuimos a Delfos, inmediatamente estuvimos bajo su tutela por muchos años... ella cuido de nosotras con tanta amabilidad, no nos trataba con distinción como las otras mujeres y niñas hacían debido a nuestra posición, no para ella éramos dos pequeñas más que necesitaban cariño y paciencia para comprender nuestro rol en la vida" las lágrimas brillaron tenuemente en sus pestañas pero ella se forzó a contenerlas, no deseando llorar una vez más frente a él sintiendo que ya debía haberla dado una impresión muy pobre sobre su comportamiento.
Sisyphus no dijo nada mientras ella relataba con suavidad y patente afecto en su voz sobre como la madre de su sobrino las había básicamente criado, o eso supuso él, por el modo en que la describió y se guardó para sus adentros la información referente a la deferencia de las otras Pitonisas, percibiendo que la joven mujer necesitaba hablar de ello, al menos si se guiaba por la tristeza que la atenazaba cada vez que esos dos eran mencionados.
"Ilias-sama era un enigma para nosotras cuando lo conocimos por primera vez" prosiguió haciendo figuras con sus dedos distraídamente en la cama, perdida de alguna forma en sus recuerdos de la infancia donde todo había sido menos complicado y la parte más feliz de su vida. "Alto y serio, con aquella aura inmensa de poder que lo rodeaba como una segunda piel... él ponía a Kaia nerviosa, o al menos su parte animal porque mi hermana siempre lo rondaba como si no pudiera evitar acercársele, yo por otro lado le tenía un miedo atroz, pensaba que iba a venir en medio de la noche a hacernos daño como algunas de las mujeres y niñas en Delfos comentaban, así que muy asustada fui a preguntarle si había ido a matarnos" aquí hubo una pausa prolongada, sin darse apenas cuenta de que había capturado la atención de su audiencia con sus palabras.
El Santo de Sagitario simplemente no podía imaginar que alguien le tuviera miedo a su difunto hermano mayor, salvo un enemigo. ¿Asombro y admiración? Por supuesto, ¿Respeto y deferencia? Sin duda, pero ¿Aterrorizar a unas niñas con su mera presencia? aún tenía que asimilar eso.
"Pero contrario a lo que yo creía el me habló con paciencia y amabilidad, explicándome que su misión en la vida no era dañar a los inocentes, que los Caballeros de Athena protegían a las personas indefensas y en necesidad de ayuda" la expresión del rostro de la chica se suavizó considerablemente e incluso su boca se curvó ligeramente, reflejando el cariño que sentía por el antiguo Guardian de Leo. "Una vez pude mirar más allá de lo intimidante que era, Ilias-sama se volvió rápidamente una persona muy importante para nosotras... nos enseñó a dominar un poco mejor nuestras habilidades y siempre tenía unas palabras sabias que trasmitirnos en los días que nos encontramos abrumadas por el peso de los deberes impuestos sobre nosotras" su cara adquirió nuevamente un matiz triste y algo sombrío. "Fue un día devastador cuando supimos que había muerto"
A la mente de Ione vino esos momentos, la certeza de que la mujer que era básicamente su madre adoptiva había abandonado el mundo de los mortales fue acompañado de un dolor punzante en el corazón, ella y su gemela estuvieron semanas encerradas en sus aposentos abrumadas por el sufrimiento de la perdida y luego apenas unos años después vino el conocimiento de que el Santo de Leo también había perecido dejando a un niño pequeño huérfano. Su hermana mayor y ella misma habían peleado con el Consejo Regente para ir a buscar y proteger a ese infante, pero fueron denegada cada petición hasta el punto en que Kaia estuvo por remover algunas gargantas con tal de hacerse paso, pero sus protesta murieron cuando la líder de las siete mujeres les informó de que no solo estaba más que prohibido por las reglas que las regían a todas ellas que alguien de sexo masculino pisara la Villa de Delfos, por lo que no podrían criarlo dentro jamás, sino que además los del Santuario se habían hecho cargo del hijo de Arkhes por lo que no había necesidad de salir en su busca.
Descorazonadas accedieron de mala gana a dejar que los Caballero de Athena se hicieran cargo del niño, y como ella misma hubo comprobado recientemente, ese pequeño que llevaba dentro de sí una parte de sus padres había crecido magníficamente, incluso aunque lucho y murió en la Guerra Santa al servicio de su Diosa, aún conservaba esa luz en su interior que muchos perdían al hacerse mayor.
Sisyphus podía decir con certeza que la Oráculo tuvo un vínculo muy fuerte con los progenitores de su sobrino, tan profundo de hecho, que incluso años después de esas trágicas muertes la joven no había sido capaz de superar esa perdida. Era una herida que estaba constantemente abierta, sangrando en carne viva, y tenía el presentimiento de que no era la única que ella ocultaba en su interior.
"Él... también era su hermano, ¿no es así?" ella titubeó al hacer esa pregunta, observándolo por debajo de sus pestañas con timidez, no habiéndose dado cuenta hasta ese momento de ese hecho, pero ahora que lo detallaba con más calma podía ver un parecido, en los pómulos altos y la forma de su nariz y si rememoraba bien, también estaba en la forma de moverse de ese alto hombre, como si se deslizara elegantemente en vez de caminar. "Usted también tiene un parecido con Ilias-sama" sentenció con timidez en voz baja no sabiendo si él se ofendería por la comparación y la mención de su familia.
"¿Usted lo cree?" él ladeó su cabeza ligeramente hacia un lado sonriendo con amabilidad y algo de diversión, aunque internamente estaba alagado y feliz de que fuera de alguna forma comparado con su hermano, a quien incluso con los años que este llevaba fallecido, extrañaba y admiraba a partes iguales.
La Oráculo asintió amistosamente, relajándose aún más en la presencia del Sagitariano, quien al verla algo adormilada se levantó para ir en busca del libro más al regresar a su asiento notó que una expresión de alarma se disipó de su delicado rostro y ella se acostó finalmente en la cama posando su mejilla en el almohadón que estaba abrazando contra sí.
"¿Va a leer Sagitario-sama?" indagó algo curiosa sintiendo el cansancio pesar grandemente en su cuerpo, pero negándose a dormir por miedo a las pesadillas que la mantenían constantemente en vela.
"¿Si le parece bien a usted?" preguntó amablemente sosteniendo el libro abierto en la primera página que hablaba de los mitos de Irlanda.
"No tengo problema" admitió conteniendo un bostezo, manteniendo su vista fija en el con los parpados ligeramente entrecerrados, y la voz barítona de él que retumbo en el súbito silencio del lugar no ayudó a que estos se mantuvieran abiertos, con esa cadencia casi hipnótica y suave la fue arrullando de a poco mientras le relataba sobre los Tuatha de Danna y el Dios de la Luz, Lugh.
Mientras más leía sobre la mitología de las tierras de la joven curandera se quedó algo absorto en esta, sin embargo, sin darse apenas cuenta sus propios parpados fueron cerrándose sintiendo el agotamiento del día sobre su persona aparte del estrés y tensión de las semanas pasadas, por lo que sin querer se quedó dormido sentado con el libro en su regazo abierto en el cuarto capítulo.
La siguiente vez que parpadeó se dio cuenta de que la luz de la vela se había extinguido hacía tiempo ya que la esperma estaba fría, y por la luminosidad de la luna podía decir que era cerca de las tres y media a cuatro, de la madrugada si podía estimar correctamente y que llevaba aproximadamente tres horas dormitando en ese lugar. Enderezándose lentamente oyó el crujir de su espalda e hizo una mueca, pensando para sus adentros con sorna que se estaba haciendo mayor para dormir en sillas, pero al levantar la vista hacia la muchacha dormida, supo que hubo valido la pena.
Con un suspiro se levantó para dejar el libro en su anterior lugar preguntándose internamente que había sido lo que lo despertó, pero si no bien el objeto tocó la superficie obtuvo su respuesta al oír un suave ruido que provenía de la gran cama cercana al ventanal, frunciendo el ceño se dio la vuelta y al acercarse, comprobó que era la Oráculo; la joven se movió en sueños con inquietud, la respiración de ella se volvió de apacible y calmada a errática y acelerada, antes de emitir un ruidito angustiado.
"No... no..." musitó agitadamente girando su cabeza de lado a lado antes de sollozar dejando escapar una pequeña lagrima.
Sisyphus lo comprendió súbitamente, la razón de que ella pareciera tan cansada y con ojeras a pesar de estarse recuperando del asalto era por ninguna otra razón que las pesadillas, no solo era acosada por lo sucedido en el día sino también por las noches en sus sueños, no era de extrañar que no quisiera dormir, aunque eso no fuera muy saludable que digamos.
Cuando la chica emitió otro ruidito, él se inclinó rozando sus cabellos suavemente mientras activaba un poco de su cosmos esperando que de alguna forma pudiera percibir su presencia y supiera que no estaba sola, que no tenía que temer a cada segundo de su vida. Lentamente la muchacha se tranquilizó, volviendo a la calma, pero inclinándose inconscientemente hacia su persona, suspirando antes de quedarse profundamente dormida nuevamente.
Resignado, pero sabiendo que no la dejaría por esa noche a solas, volvió a arrellanarse en la silla dispuesto a entrar en una meditación manteniendo parte de su atención en la chica por si presentaba más signos de volver a tener malos sueños, aunque al final cuando el sol tocó el horizonte terminó quedándose dormido él también, pero incluso entonces, su consciencia se mantuvo muy cerca de la superficie en vigilia perpetua.
Para cuando Ione finalmente abrió sus parpados debido a la claridad de la mañana, se sentía más descansada que días anteriores, de hecho, no había dormido así de bien desde que dejara Delfos y estaba confundida y maravillada por ello, especialmente al recordar la noche pasada y todo el terror de sus pesadillas, sin embargo, pensando en eso la hizo darse cuenta de que no estaba sola en la habitación. Girando a su derecha observó sorprendida que el Santo de Oro aún seguía allí, salvo que en ese momento su mejilla estaba apoyada contra su puño y sus ojos cerrados, respirando calmadamente, con la iluminación a su alrededor haciendo destellar su Cloth dorada y sus facciones relajadas, lo hacía parecer inocente de alguna forma.
Se había quedado toda la noche con ella velando su sueño... ¿Por qué?
No obstante, antes de poder asimilar más ese increíble y considerado detalle por parte del alto hombre, este se movió ligeramente, y al instante llevada por un inexplicable instinto de pánico por ser atrapada observándolo, cerró los ojos e intentó quedarse lo más quieta posible regulando su respiración tanto como pudo de modo que aun aparentara estar dormida. Aparentemente hizo un buen trabajo ya que él no la saludó como hubiera sucedido de darse cuenta que estaba fingiendo, y cuando pensó que estaba a salvo y podía simplemente 'despertar' sintió su masculina mano posarse delicadamente sobre sus cabellos en una caricia cuidadosa que removió algunos mechones castaños oscuros de su rostro.
"Que descanse"
Lo oyó susurró con suavidad antes de oír sus pasos junto al traqueteo metálico de su Armadura alejándose de ella hacia la salida de sus aposentos, dejándola con el corazón latiéndole desenfrenado y con la cara ardiendo, sin saber qué hacer con esas raras y misteriosas sensaciones que comenzaban a presionar su pecho con calidez...
Y todo derivando de ese breve contacto con él.
.
.
Cinco días después, aun pensaba en ello aunque fuera en el fondo de su mente y teniendo en cuenta que lo veía frecuentemente todos los días era un poco difícil de olvidar aunque la preocupación por su gemela encabezaba la lista en su mente junto con la amenaza de los Santos Negros en un segundo lugar pesaban grandemente sobre su persona, diariamente debía aplastar los leves ataques de pánico que la hacían querer huir y esconderse donde nunca nadie la encontrara, algo que no era factible ni posible en la situación en la que estaba.
Desde que el Caballero de Oro se quedara a su lado esa noche, este había tomado como una costumbre tomar unos minutos para meditar juntos en la noche luego de la lectura de un capítulo del libro que estuviera en ese momento en su posesión, y siempre cuando ella se acostaba él recorría la habitación minuciosamente asegurándose que eran los únicos presentes a pesar de que ella sabía que otros desestimarían sus temores rápidamente, él se tomaba la molestia de hacerlo de todas formas por su paz mental... una consideración que ella no trataba a la ligera.
Además de quedarse hasta que ella se dormia... algo que la desconcertaba teniendo en cuenta que al dormir era uno de los momentos más vulnerables de una persona y ella jamás hubiera pensado que ella se permitiría descansar con alguien más que no fuera su gemela, pero así era, aun más intrigante era que los únicos dos noches en que no pudo hacerlo desde la primera vez, ella tuvo pesadillas y apenas pegó ojo.
Esa mañana al levantarse, sin embargo, tuvo un presentimiento que hizo correr a la sangre en las venas a toda velocidad y estuvo toda la mañana inquieta caminando de un lado al otro, algo que mencionó el Sagitariano de pasada en su visita matutina pero no sabiendo realmente como explicarse lo que sentía, se encogió de hombros con una débil sonrisa antes de mirar nuevamente la cortina que daba hacia la salida de su habitación... casi como si esperara que alguien apareciera por este.
Y efectivamente así fue.
Ya que en momento en que pensó que se volvería loca las puertas se abrieron y al minuto siguiente las cortinas fueron retiradas para dejar ver a una joven mujer de largos cabellos castaño oscuro atados en una coleta alta de piel dorada y ojos bicolores, idénticos a los suyos.
"¡Kaia!" básicamente dejó escapar el nombre de su hermana mayor en un grito ahogado antes de correr hacia la otra mujer abrazándola tan fuerte que no le importó que sus propias costillas se resintieran por el impacto y posterior apretón mortal. Incluso, aunque trató de contenerse no pudo evitar que unas lágrimas traicioneras se deslizaran por su rostro, aunque lo ocultó lo mejor que pudo y debido a que su gemela no le dijo nada supo que está aún estaba perturbada por lo sucedido con su secuestro. "No fue tu culpa... por favor, si no crees otra cosa, cree en eso... nada de lo que paso fue por tu culpa" intentó aclararle eso, pues en su mente toda esa culpa recaía sobre sus hombros y los de nadie más, si ella no hubiera puesto un pie fuera del Santuario, nada de aquello hubiera pasado.
Pero una vocecita en su cabeza que extrañamente le recordó a Arkhes, le dijo que entonces las dos féminas hubieran sido asesinadas a sangre fría por aquellos desalmados con los Guerreros Athenienses llegando muy tarde para salvarlas y solo hubieran contemplado la masacre... eso a su vez, hubiera desencadenado la ira del Caballero de Cancer y lo siguiente que todos sabrían era que el mundo se volvería un caos desastroso.
Pero supo por la forma de comportarse de Kaia que esta no se lo creía y eso fue como una puñalada a su corazón, pero conocía a su otra mitad y no importaba cuanto sonriera esta, en el fondo se estaba castigado por la aniquilación brutal de aquellos seres malignos, aunque en su opinión se lo merecían, pero la joven frente a ella no. No obstante, no había forma de hacerla superar esos sentimientos que habían tomado raíces en el interior de la Pitonisa, no, su gemela tendría que encontrar su camino de regreso por su cuenta no importaba cuan duro este iba a ser ella no podría intervenir directamente, especialmente porque el problema se había originado por su culpa.
Lo único que podría hacer por su hermana seria permanecer a su lado dándole ánimos y rogar por el mejor resultado posible.
Aunque en esa vida no había garantías, y ella bien que lo sabía...
Continuara...
Pobre Ione, lidia horriblemente con lo que le paso y no es para menos, creo que yo estaría bajo una sabana 24/7 si fuera yo pero ella es mas fuerte y lo superara... eventualmente, claro :v ademas tiene a ese caballeroso y honrado Santo con ella para que la ayude!
Y bueno, las visiones de la Oraculo son completamente diferente a las que reciben las Pitonisas como habrán notado, eso tiene una razón.
Ahh, los inconvenientes de no tener capa con tu Cloth Dorada, pero al menos puedes volar con esas alas cosa que no podemos decir de los otros Caballeros xD
Sisyphus-sama es tan adorable quedándose a velar el sueño de nuestra joven Oráculo *suspira enamorada* y si, mas historia de nuestra OC y los papas de Regulus :3
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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