Capítulo 3
'Desperate Petition'
Grecia, Athenas - Santuario
Septiembre, 09 de 1749
Lo primero que percibió fue el aturdimiento acompañado de un intenso dolor por todo su cuerpo, respirar era doloroso, su rostro se sentía horrible al igual que cada musculo y centímetro de ella, su cabeza palpitaba con una migraña que martillaba constantemente en sus sienes, queriendo ocultarse del mundo para siempre y solo rogando que la agonía se detuviera.
Jamás se había sentido así, como si cada nervio en su interior doliera... pero nunca nadie le había propinado semejante paliza, su hermana, Arkhes e incluso las otras Pitonisas se encargaron de mantenerla resguardada de todo y aunque cuando crecía algunas otras niñas la molestaron realmente no la lastimaron físicamente.
Cuando abrió los ojos tuvo que cerrarlos de golpe porque solo lanzaba dardos de agonía por estos hasta acentuarse en su cerebro, le tomó alrededor de tres intentos para poder acostumbrarse a la claridad de lo que parecía ser medio día que entraba por el gran ventanal a su derecha sin que su cabeza hiciera combustión espontánea; intentó tomar un aliento profundo, pero eso casi la hizo gritar de dolor, y a la final solo termino tosiendo lo que provocó más agonía. Cuando por fin pudo mantener el control de su cuerpo, se las arregló para observar su alrededor, buscando a su hermana, pero rápidamente descubrió que esta no estaba en la habitación... de hecho no podía sentir su presencia calma y algo salvaje tan única de ella, lo que le dijo que esta llevaba un tiempo de haberse marchado.
Su corazón cayó en picada, iniciando un pequeño pánico dentro de su interior, ya que como la Oráculo podía sentir cosas que otros no podían, una especie de habilidad adjunta a las visiones, y ahora se daba cuenta de que al despertar lo había sabido, simplemente había estado muy ocupada asimilando el estado de su persona como para notarlo. Tenía que encontrarla, nunca se hubo separado de su gemela por largos periodos de tiempo, y podía sentir que habían sido días.
Días enteros.
No entendía porque su hermana mayor se hubo marchado sin ella, no a menos que... súbitamente, lo comprendió, incluso con su vínculo especial bloqueado para que ella no sintiera las emociones de la mayor estaba al tanto, dentro de sí misma lo sabía, y se dolió por ella, por esa joven mujer que poseía un alma tan buena y bondadosa, que fue llevada por las circunstancias a cometer un acto violento que tambaleó su confianza en su propio poder...
Debía encontrarla, hacerle entender que no era su culpa... incluso si debía buscarla por toda Grecia, lo haría, porque era la única familia que le quedaba en ese mundo, incluso aunque regresara a la Villa de Delfos, no sería jamás su hogar si ellas no estaban juntas.
Tomando pequeñas respiraciones de modo que no forzara un dolor mayor sobre su ya afligida persona, giró su cabeza de modo que observara mejor la habitación, reconociéndola luego de unos segundos como los aposentos asignados a ellas por el Pope; todo estaba tal cual como ella lo recordaba exceptuando una mesita de madera a su derecha que contenía paños blancos, un tazón de barro y un jarrón con lo que creyó era agua, y más allá, un taburete apartado contra la pared.
Con cuidado se colocó de lado en la cama mordiendo su mejilla interna a modo de no emitir ningún sonido de estrés o dolor, y con el mayor esfuerzo requerido de ella hasta la fecha se sentó erguida en la cama dejando que la sabana resbalara de sus hombros hasta reposar en su regazo, y fue al sentir la ligera brisa sobre ella que se dio cuenta de que estaba desnuda. Parpadeando para aclarar su vista, notó los vendajes expertamente puestos en algunos lugares de su anatomía, especialmente el que se encontraba alrededor de su caja torácica; arrugando la nariz de forma pensativa, supuso que habían llamado a un curandero para atenderla, y el hecho de saber que alguien, probablemente masculino la hubiera tocado le revolvió el estómago, pero se obligó a ignorar ese hecho con el que lidiaría después y a concentrarse en marcharse y encontrar a su gemela.
Lentamente deslizó sus piernas por la inmensa cama de impecables sábanas blancas, hasta que sus pies descalzados tocaron el frio suelo de piedra, apoyando una mano algo raspada con la palma boca abajo sobre la mesita a su lado, tomó un entrecortado aliento y se levantó. Al instante que lo hizo la habitación dio vueltas, sus extremidades inferiores temblaron de esfuerzo al no tener uso por días y lo siguiente que supo fue que se tambaleó peligrosamente haciendo más fuerza sobre el tocador ocasionando que este se volcara con todos sus contenidos sobre el suelo, y ella inevitablemente lo siguió, arrastrando parte de la sabana con ella.
El impacto la dejó sin aire y con tanta agonía que literalmente vio puntitos negros.
No pudo moverse, sintiendo su pecho en llamas de dolor agregando ahora la cadera, hombros y brazo a la ecuación, toda ella era un manojo de dolencia tan aguda que por un momento pensó simplemente en dejarse ir a la deriva de la oscuridad que tanto aclamaba por arrastrarla a sus entrañas, pero no podía simplemente abandonar a su hermana mayor... lágrimas de frustración se asomaron a sus ojos, deslizándose por sus mejillas en un llanto silencioso, con el cuerpo estremeciéndose en pequeños espasmos sin importarle estar tirada como una muñeca rota...
Cerrando fuertemente los parpados, solo añoró estar de vuelta en su infancia con Arkhes y Kaia, dando largos paseos por el bosque rodeadas de paz y tranquilidad, pero eso solo eran sueños de la niñez, recuerdos lejanos de oportunidades que ya nunca volverían...
Arkhes estaba muerta, y su gemela... su gemela estaba en algún lugar allá afuera sufriendo por algo que no era su culpa.
No... al final, todo recaía en ella, pensó con amargura.
Ser la Oráculo solo era una maldición de la que no podría escapar jamás.
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Sisyphus subió los escalones lentamente repasando los papiros que llevaba en sus manos, que afortunadamente Narys había logrado completar a tiempo de dárselos al Pope.
Las cifras no estaban tan mal, y el dinero era bien administrado de modo que todos los Santos en residencia más los nuevos aprendices y las misma Vestales podían permitirse comer adecuadamente, de hecho, incluso podían permitirse un pequeño banquete si lo quisieran ya que sus arcas de oro y plata estaban prácticamente intactas a pesar de los gastos concurridos durante y después de la Guerra Santa. Parte de las riquezas que el Santuario hubo acumulado durante muchos siglos había sido utilizada para las reparaciones pertinentes de los Templos Zodiacales que ya habían vuelto a recuperar su esplendor, y ahora continuaban las obras en los otros lugares que Hades, no, Alone había destruido cuando piso sus tierras esa primera y única vez; con una mueca se alejó de esos pensamientos, ya que no le servía de nada lamentarse de decisiones antiguas ya que eso pertenecía al pasado y ellos debían superarlo para poder avanzar hacia el mañana, por el bienestar de las generaciones futuras.
Lo siguiente que sería puesto en la larga fila de reparaciones, sería el Templo de las Doncellas que era el hogar de las Vestales, quienes hacían posible que los Caballeros de Athena pudiera luchar y proteger a la humanidad sin tener que preocuparse de nada más, ya que las jóvenes mujeres se ocupaban de mantenerlos alimentados y ayudando en el día a día, algo que muchos tendía a no ver, simplemente considerándolas un bien más del mobiliario, aunque los Doce Dorados rápidamente corregían ese error en los nuevos al entrar en su servicios.
Estaba seguro de que Shion aprobaría ese curso de acciones, lo que lo llevaba a recordar que hacía poco el rubio dirigente se vio forzado a dar un comunicado a las villas y pueblos cercanos sobre la mujer de Delfos que podía convertirse en un enorme lobo mítico que haría lo que fuera con tal de proteger a la Oráculo, e incluso cuando la joven eminencia calmó la mayoría de los temores que la población presentó los rumores seguían extendiéndose poco a poco, volviéndose aún más estrafalarios y fantasiosos de lo que era realmente la realidad.
Y eso inevitablemente lo llevó al otro asunto que había mantenido a muchos con desvelo.
La afamada Oráculo de Delfos.
Aquella noche en que sucediera el ataque el Lemuriano y el Sagitariano pasaron prácticamente la noche en vela, tensos esperando que la jovencita irlandesa rubia entrara al despacho de su eminencia para decirles que la muchacha había muerto, afortunadamente eso nunca sucedió. En cambio, con grandes ojeras y bolsas bajos sus ojos azules la chiquilla que traía a su sobrino tan sonriente, les informó a la mañana siguiente al incidente de que a pesar de que la mujer no hubiera despertado aun ella creía que sobreviviría pues no hubo sangrado ni otro síntoma que indicara que estuviera herida internamente.
Aunque tuvieran que vigilar su progreso de cerca, ella viviría.
Eso fue un inmenso alivio para todos, de modo que luego de una charla más que tensa con la Pitonisa Madre de parte de su Ilustrísima, él se marchó al alba para dar el comunicado y enviar a mensajeros que llevarían su palabra por escrito a las cercanías. Desde entonces mantenían un ojo sobre la paciente, Connor iba a verla dos veces al día, una en la mañana y una en la tarde, casi al anochecer, pero durante esas largas ausencias la chica permanecía a solas, con él y la Vestal asignada chequeándola periódicamente por precaución.
No había habido cambios desde entonces.
Justo pasaba fuera de la estancia donde ella estaba cuando escuchó un estruendo muy ruidoso, que sonó como si algo hubiera caído al suelo con bastante fuerza. Inmediatamente se detuvo y retrocedió sus pasos de modo que estuvo parado fuera de las grandes puertas, se concentró intentando percibir si había otra presencia ajena dentro pero no sintió nada extraño, así que con un suspiro empujó la madera que se abrió sin hacer ruido alguno. En un pequeño pedestal a su izquierda donde reposaba un jarrón lleno de flores depositó los papiros y se encaminó hacia las grandes cortinas de un rojo intenso que dividían la estancia de las áreas privadas, y con algo de vacilación las retiró un poco de manera que pudiera evaluar la situación, pero sin terminar de ingresar completamente a lo que consideraba la privacidad de una joven dama.
Sin embargo, eso rápidamente dejó de importarle tanto al ver lo que había pasado.
Con pasos rápidos se aproximó a la silueta que estaba echada en el suelo, sus ojos azul índigo la recorrieron preocupados al notar que temblaba sutilmente, pero al instante siguiente extendió su brazo para terminar de arrancar la sabana y cubrir su figura femenina, que tardíamente se dio cuenta estaba desnuda. Aun así, no pudo ignorar el breve vistazo que tuvo de su cuerpo, que parecía gravado a fuego en su mente de todos los vendajes y cardenales, su piel dorada estaba cubierta de moratones negros y azules, incluso cubierta como estaba podía ver una marca en forma de mano rodear la parte superior de su delgado brazo evidenciando muchísimo más la fuerza que había sido necesaria para dejar una forma similar.
Tomó bocanadas de aire lentamente para intentar calmar la ira que crecía en su interior por semejante muestra de violencia contra alguien indefenso e inocente, ella no se merecía que alguien la tratara como si fuera basura, secuestrada por información, para ser utilizada, y terminando como chivo expiatorio con semejante golpiza que pudo haber acabado con su vida por el ansia y egoísmo de poder de unos seres despreciables.
Con cuidado tocó su hombro dándose cuenta de que su piel estaba algo fría al tacto y que además sudaba copiosamente, claro signo de agudo dolor corporal, no obstante, al inclinarse para acomodar mejor la sabana a su alrededor se dio cuenta de que la joven lloraba calladamente, con lágrimas resbalando silenciosas por su aun amoratado rostro de facciones delicadas. Sintió empatía, y ¿cómo no hacerlo? La Oráculo no solo tuvo que abandonar su hogar, uno que hasta la fecha la hubo resguardado de las atrocidades del mundo exterior, de manera que pudiera cumplir su deber debido al pedido de la Diosa Athena de revivir a sus Santos Dorados, algo que hizo sin oponerse y en vez de volver al lugar que la vio crecer donde se encontraría segura se quedó en el Santuario, simplemente para poder ayudarlos a prevenir un peligro misterioso en el futuro del que Shion era reacio a hablar con detalle, pero que era muy real y riesgoso... y todo lo que obtuvo a cambio por su sacrificio y bondad, fue dolor.
El mundo no era justo, el bien que lo sabía, pero eso no significaba que lo que sucedía no le afectara de una forma, después de todo ellos luchaban para proteger a otros del mal, para hacer un mundo mejor donde las personas pudieran vivir en paz y tranquilidad... y aunque eso aún estaba muy lejos de ser realidad, él aún estaba aún más decidido a que situaciones así no se repitieran, no si podía evitarlo.
"Oráculo-sama, me temo que tendré que moverla para que pueda reposar nuevamente en la cama" le dijo suavemente, intentando que su tono no dejara entrever la mezcla de emociones turbulentas que hervían lentamente bajo la superficie de su compuesta fachada, lo último que necesitaba era que ella se asustara e intentara escapar pues solo se terminaría lastimando aún más.
El único signo de que ella lo había oído fue un leve aleteo de sus pestañas de medias lunas, pero afortunadamente para él, la muchacha no trató de moverse, o quizás pondero para sí mismo, no podía debido al dolor intenso que debía padecer. Lentamente pasó su brazo por debajo de sus piernas a la altura de las rodillas y el otro lo ubicó a la altura de los hombros tratando de no tocar el área de las costillas si podía evitarlo, y contando con suavidad hasta tres la alzó despacio, y aun que había tomado cuidado de no moverla bruscamente ella aun así hizo un ruidito de dolor, encogiéndose ligeramente con una mezcla de gemido y sollozo que acalló un poco al esconder su rostro contra el pecho de su Cloth Dorada, por lo que haciendo una mueca de aflicción la depositó en la cama de manera que estuviera más cómoda.
En el instante en que se vio sobre una superficie más suave, se acurrucó en una bolita, haciéndose tan pequeña como fuera posible con su larga cascada de cabellos de suaves ondas castaño oscuro extendido a su alrededor como un abanico y aquella sensación desamparada que la rodeada solo la hacía parecer muy vulnerable en su mente, indefensa... como si el más leve toque pudiera agrietar su callada compostura y quebrarla como una muñeca de porcelana.
"Iré a por la sanadora, así que por favor trate de no moverse" murmuró calladamente para no agravar el dolor de cabeza que sabía por propia experiencia que ella padecía.
La Oráculo solo entreabrió los ojos un poco con las pestañas húmedas brillando ligeramente, antes de cerrarlos nuevamente, llevando su rostro muy pálido hacia la suavidad de la colcha, dejando escapar una respiración entrecortada se quedó quieta, dando de un modo silencioso su asentimiento que el hombre parado a su lado captó rápidamente.
A Sisyphus solo le tomó unos diez minutos bajar a Leo, y otros dos en esperar a que Connor recogiera sus cosas, y en poco más de veinte minutos ya estaba de vuelta en el Templo Papal, con la chica y su sobrino siguiéndolo religiosamente cargando algunos vendajes y frascos de medicinas en sus brazos, mientras parloteaba como una cotorra con la rubia a su lado. El Santo de Sagitario tuvo que contener una sonrisa ante lo infantiles que eran las discusiones de ellos, eran tan inocentes que desmentía las profesiones que ambos ejercían en su día a día, pero internamente estaba contento de que Regulus tuviera a alguien de su edad no relacionado con el Santuario directamente que le permitiera experimentar lo que era la vida normal, que hablara de algo más que no fuera peleas y técnicas.
Debido a que sabía que la joven mujer estaba consciente, o al menos así la había dejado, tocó la puerta educadamente, antes de anunciar sus presencias e ingresar, con la irlandesa a la cabeza a su sugerencia, de modo que no parecieran tan amenazantes, porque, aunque el joven león actuaba más como un niño hiperactivo la mayor parte del tiempo que de su actual edad su apariencia podía intimidar especialmente porque últimamente parecía haberse estirado y aumentado su musculatura con los entrenamientos diarios.
Connor se acercó a la cama olvidando al instante a los dos hombres a sus espaldas, concentrándose solo en la paciente como siempre hacia cuando trabaja, con cuidado la examinó luego de asegurarse de tener privacidad de ambas figuras masculinas, y aunque la joven apenas hizo sonido alguno, era obvio que estaba extremadamente adolorida por lo que terminó administrándole un medicamento para aliviarla y un té que ha hizo adormecerse, más no la dejo dormir hasta que paso las pruebas pertinentes de modo que descartó cualquier daño interno de ella.
"Le di algo para hacerla dormir" informó al momento de salir detrás de las cortinas donde tío y sobrino esperaban pacientemente. "Siente mucho dolor, y la caída no habrá ayudado mucho a contribuir a que sane, pero afortunadamente el golpe no la agravó más, aunque si agregó algunos hematomas extras" suspiro subiendo un poco más el aza de su bolso sobre su hombro, sonriéndole cálidamente a su amigo cuando este lo tomó inmediatamente, sintiéndose cansada al extremo ya que los ultimo días habían sido algo estresantes y la presión de sanar a semejante eminencia la estuvo manteniendo en vela.
"Oh, más morados para la colección" Regulus hizo un sonido de simpatía por la chica, no gustándole ni un poco que unos Caballeros Negros hubieran actuado tan desalmadamente con alguien tan frágil, y sabía que si la victima hubiera sido su amiga, probablemente los hubiera destrozado sin importarle nada al igual que hizo esa Pitonisa, por ello se sentía reflejado de cierta forma con la Direwolf.
"¿A qué tiempo estimas que despierte?" inquirió el hombre mayor caminando con ellos hacia la salida, y en el camino tomando los pergaminos que iba a llevarle a Shion una hora atrás.
"Bueno el brebaje que le prepare es bastante fuerte, pero con nutrientes especiales que la ayudaran a preparar su estómago para ingerir comida luego de tantos días de solo líquidos" ella murmuró para sí misma, con un adorable ceño fruncido en sus dulces facciones. "En una persona normal, supondría que, al atardecer de mañana, pero tratándose de ella... la verdad es que no estoy segura, Sisyphus-sama" respondió con sinceridad.
"¿Qué quieres decir con 'tratándose de ella'?" inmediatamente preguntó, alarmas sonando en su cabeza.
"¿Eh? Es que note que parece sanar más rápido que un humano común... no por mucho la verdad, para los cardenales de su rostro le aplique paños fríos y calientes alternativamente de modo que disminuyera la hinchazón antes de que esta terminara de formarse, y aun con eso, su estado parece mucho menor que el de otras personas que he visto y tratado con anterioridad, especialmente considerando el estado en que llego" su cara adquirió una expresión sombría y triste al recordar lo mal que había estado esa joven mujer.
"Comprendo, y Connor, muchas gracias por tus servicios" el alto hombre reiteró con una sonrisa, asintiendo ligeramente hacia ambos adolescentes antes de marcharse rumbo a la oficina del Pope, rumiando todo lo acontecido cuidadosamente en su mente.
Al acercarse a su destino, concluyó que tendría una charla interesante con Shion.
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La siguiente vez que fue consciente de su alrededor, estaba menos desorientada pero aun con dolor físico intenso por lo que concluyo que no había pasado mucho tiempo desde la primera vez, tal vez unas horas, quizás un día como mucho.
Con una cuidadosa respiración de modo que no hiriera sus costillas, abrió sus ojos cuidadosamente haciendo una mueca ante el sol que a juzgar por la iluminación en su cuarto era cercana a media mañana; lentamente giró sus extremidades meditando que tanto era su movilidad pues no quería repetir la escena del día anterior. Despacio se sentó haciendo un esfuerzo por no gemir adolorida al sentir sus músculos protestar, miró su entorno, pero...
Su hermana aún no estaba allí.
Encogió sus piernas enterrando su rostro en sus rodillas, con sus brazos plegados a cada lado de su cuerpo agarrando la sabana que aún permanecía en su regazo en dos puños, sintiéndose abrumaba por todo lo pasado en los últimos meses, no, incluso aún más tiempo... desde que oficialmente la nombraron como la Oráculo de Delfos, su vida se volvió un caos con las visiones que no la dejaban ni respirar y ahora con Kaia... no, simplemente era demasiado. Sus lágrimas bajaron en un torrente que intentó detener, pero eso no fue efectivo, el sentimiento de tristeza casi la aplastó por completo, opacando por un segundo la agonía de su cuerpo, pero si se dejaba arrasar por sus caóticas emociones terminaría conmiserándose de sí misma eternamente, no debía permitirse continuar por ese camino, más no podía evitarlo.
Algunos días era tan difícil... pero no iba a dejarse dominar por la desesperación, aún estaba su gemela allá afuera pasándola igual o peor que ella, simplemente iba a poner sus problemas a un lado para concentrarse en lo que su hermana necesitaba y después... después lidiaría con lo demás.
Como con lo sucedido en el secuestro o incluso más reciente, el día anterior.
Aunque estaba algo nublado en su memoria por su desorientación y posterior caída llena de dolor, recordaba a la perfección que alguien la había ayudado de nuevo a la cama, pero no cualquier persona, no, había sido aquel hombre alto de cabellos color canela y ojos índigo que portaba la Cloth de Sagitario si no se equivocaba. Había sido cuidadoso y respetuoso en su toque, avisándole de antemano que lo iba a hacer, nuevamente considerado respecto a su renuencia alrededor de otros, le sorprendía que lo recordara después de todo solo se hubieron visto en una ocasión.
Con un suspiro dejó eso de lado para evaluar después y se dispuso a trazar su plan, una vez que tuvo listo eso aunque no sabía cómo lo iba a ejercer con la alta seguridad que tenía el Santuario y que además estaría en guardia por lo sucedido con los Santos Negro, además de su estado deplorable no llegaría muy lejos que digamos, pero debía intentarlo aunque fuera... su hermana la necesitaba inclusive si creía que podía hacer las cosas por su cuenta, distanciándose de los demás, y aunque generalmente era así, en ese caso particular no podía dejarla sola con la culpa.
Sus pensamientos, sin embargo, fueron interrumpidos por el sonido de pasos que se aproximaban por la sala, junto con eco y el suave resonar del tintineo metálico de una armadura, al instante siguiente una voz masculina hizo su presencia notar y las cortinas rojizas se separaron, dejando a la vista al alto hombre que había rondado su mente hasta hacia poco.
"Oráculo-sama... me supuse que estaría levantada, ¿Cómo se encuentra?" Sisyphus inquirió en tono suave haciendo una ligera reverencia educada hacia ella, que parecía congelada y confundida a partes iguales, mientras por una vez lo miraba directamente con aquellos increíbles ojos bicolores que era algo intrigantes. Al oír sus palabras ella parpadeó como un búho bebe, con delicadeza, antes de rápidamente velarlos por esas largas pestañas oscuras, pero podía ver correr los pensamientos de ella rápidamente por su expresión, y dedujo rápidamente hacia donde iban con facilidad. "Pensaba salir sin decirle a nadie nuevamente... ¿No es así?" afirmó sin ninguna duda en su ser de que así era, después de todo había tenido mucho tiempo para ponderar los sucesos del día anterior y obviamente ella no había rodado fuera de su lugar de descanso, como evidenciaba la mesita de noche caída que volvía a estar en su lugar correcto.
Al instante ella se sobresaltó, girando su rostro un poco más hacia él con sus exóticos ojos abiertos ampliamente y sus labios formando un perfecto circulo.
"¿Puede leer la mente?" preguntó en un susurro con voz algo ronca por desuso, impresionada pues no sabía qué clase de habilidades los Guerreros de Athena poseían, solo sabía que ellos eran los más fuertes de todas las ochenta y ocho constelaciones.
El Santo de Sagitario curvó ligeramente la comisura de su boca, encontrándola inesperadamente graciosa, con esa ingenuidad que por lo general solo los niños poseían, con Regulus y Connor como la excepción a la regla. Le intrigaba que habiendo pasado por una experiencia tan traumática aun mantuviera cierto grado de inocencia, incluso parecía casi aniñada acurrucada allí en la cama tan grande observándolo con curiosidad patente.
"Me temo que no" negó cruzando sus brazos sobre su pecho, pero aun manteniéndose relajado no deseando asustarla. Igual, decidió responder a su pregunta. "Es porque su rostro es como un libro abierto, que puedo decir lo que usted está pensando"
"Oh" ella solo frunció el ceño, desconcertada de ser tan trasparente para alguien más que no fuera su otra mitad y eso inevitablemente la llevó de nuevo al problema que el representaba para sus planes de buscar a su gemela.
"El Patriarca ha dado órdenes específicas, así que siento informarle de que no puedo dejarla marchar" aunque mantuvo un tono modulado y afable, había acero tras sus palabras.
Instantáneamente ella perdió color, haciendo más prominente las marcas rojizas que todas las mujeres que vivían en Delfos tenían junto con los cortes y cardenales que adornaban un lado de su delicado rostro.
"Entonces, soy... ¿soy una prisionera?" musitó bajito, sintiendo un nudo de terror oprimirse tan duro en su interior que pensó vomitaría allí mismo, ¿había juzgado a los Santos Dorados tan mal como para no ver que ellos eran igual de malvados que los demás humanos? sus manos apretaron tan fuerte la manta que sus nudillos estaban blancos, su cuerpo enroscado apretadamente preparado para saltar al vuelo como un pajarito arrinconado por un depredador.
Al instante Sisyphus se dio cuenta de que la joven mujer lo había malinterpretado, frunciendo el ceño descruzó sus brazos dándose cuenta de que tenía que arreglar su error antes de que ella entrara en pánico, pero su acción solo causó que la muchacha se sobresaltara haciendo una mueca de dolor para luego mirarlo con tanto miedo que fue como si le hubiera asestado un golpe físico.
Lentamente terminó de bajar sus brazos de modo que estuvieran a la vista en cada costado, dejando en claro que no iba a agredirla de ninguna forma, pero en su mente se maldecía por haber provocado esa situación, aunque fuera sin querer, había sabido que ella era delicada con su trato hacia otros y ahora luego de semejante experiencia traumática era de esperarse que movimientos provenientes de una persona extraña a ella que además era hombre, la asustara; más agregándole su metedura de pata, no le sorprendía que lo mirara como si fuera el mismísimo Hades salido del Tártaro para matarla.
"No voy a hacerle daño, nunca" sentenció necesitando que ella lo comprendiera, que lo tuviera en mente incluso si en ese momento no le creía, la joven lo recordaría después. "No es una prisionera, simplemente debido a su condición delicada en estos momentos su Ilustrísima creyó prudente que no abandonara sus aposentos"
Al ver que aún seguía quieta, suspiró, disgustado consigno mismo por provocar esa reacción de miedo en la que antes solo reinaba la curiosidad cautelosa, necesitaba hacerla entender o ella nunca más confiaría en ellos. Empujando sus emociones a un lado, suavizó su rostro considerablemente, relajando su postura completamente pero siempre manteniendo contacto visual con la mujer, que lo miraba como si de un momento a otro fuera a golpearla, algo que le disgustaba profundamente, ya que nunca se atrevería a ponerle la mano encima a un inocente.
"Le juro solemnemente por Athena, la Diosa a la que sirvo fielmente, que nunca la dañaría y que, pese a todo, no es una prisionera del Santuario" hizo el voto por lo más sagrado que conocía, sabiendo que lo decía muy enserio, y que siendo un Caballero Dorado que servía a la Diosa de la Guerra y la Justicia, su juramento era como una atadura, y era bien conocido que los que juraban por Athena en vano recibían un castigo divino.
Pasaron unos minutos en silencio sepulcral mientras que las palabras eran registradas y debidamente procesadas por la chica, quien lentamente, muy dolorosamente lento relajaba su postura y el terror se desvanecía por una expresión de cansancio profundo, que se evidenciaba en los oscuros círculos bajos sus ojos exóticos.
"Entonces... ¿por qué no me deja marchar?" preguntó calladito, sintiendo el zumbar de su sangre disminuir su presión, de modo que una vez más podía pensar con claridad y no era presa del pánico irracional.
"Para el Pope y todo el Santuario, es usted de suma importancia, no queremos arriesgar su salud más de lo que ya lo hemos hecho" negó al recordar con algo de enfado el desliz al dejarla salir y ser secuestrada por los Santos Negros, algo que casi provoco su muerte. "Cuando se recupere si quiere salir, me temo que tendrá una escolta, no es impedimenta de movimiento lo que queremos... simplemente, es necesario que este a salvo, casi pierde la vida por nuestra negligencia, no podemos dejar que eso se repita" terminó con seriedad, queriendo que entendiera sus razonamientos y que no estaban siendo egoístas al querer que se quedara dentro por un tiempo más.
"Pero Kaia... ella esta allá afuera, sola..." la voz de Ione tembló ligeramente, al imaginarse a su gemela vagando de un lado a otro luciendo tan perdida como ella misma se sentía en ese momento, sus ojos se anegaron de lágrimas no derramadas. "Es... es mi hermana, mi única familia, simplemente no puedo..." un nudo se atoró en su garganta impidiéndole seguir, abrumada por tantas emociones que no sabía que más decir, sencillamente no podía darse por vencida, no iba a dejar a su otra mitad perdida en un mar de culpas por su cuenta.
Al instante el Guardián del Noveno Templo la comprendió, ella anhelaba a su hermana y estaba preocupada por ella, él sabía que la Pitonisa se marchó unos días después de que se supiera que la Oráculo sobreviviría, sin decirle a nadie a donde iba ni lo que haría, meramente desapareció y solo a dos personas contando a la joven frente a si parecía haberle afectado tan profundo la partida. Aun así, su deber y el sentido común no le permitiría dejarla ir en semejante estado, no en ese preciso momento en que su salud estaba tan perjudicada; pero verla de esa forma tan descorazonada y afligida, era como una daga a su pecho, pues recordaba con claridad la ansiedad cuando enfrentó a su propio hermano, Ilias, el antiguo Santo de Leo en Delfos poco después de obtener su Cloth, y este luego de una batalla increíble le reveló que estaba enfermo de tuberculosis y que inevitablemente iba a morir.
Se había sentido devastado y lleno de angustia, y de alguna forma la joven frente a si estaba en una situación parecida, queriendo ayudar, pero no sabiendo como.
Ione al ver la expresión apenada en el rostro atractivo del Sagitariano entendió su silenciosa y renuente negativa, y no pudo evitar que sus labios temblaran al mismo tiempo que una lagrima se deslizó por su mejilla yendo a parar al tope de sus rodillas que aún mantenía muy juntas contra su pecho, por lo que avergonzada de su incapacidad para controlar sus emociones veló sus ojos exóticos con sus parpados más eso solo ocasionó que más gotas bajaran como un cálido roció.
Sisyphus hizo una mueca nuevamente queriendo extenderse y consolarla de alguna forma, pero en ese momento no estaba seguro de si ella recibiría esa acción positivamente, después de todo él era el que estaba induciendo parte de su angustia al no dejarla hacer lo que obviamente eran tan importante para ella. Se sentía como un bastardo, e incluso cuando supo que estaba cumpliendo con su deber para con su superior en sus entrañas algo se retorcía de dolor... tenía que arreglar de alguna forma la situación, debía haber algo que pudiera hacer para ayudarla.
Porque maldición, no le gustaba verla llorar... simplemente, no podía soportar sus lágrimas.
"No puedo dejar que salga por ahora, pero quizás después de unas semanas..." se aventuró a proponer, preguntándose a donde se había ido su sanidad, pero argumento para sus adentros, su trabajo también consistía en mantener cómoda a la Oráculo durante su estadía en el Santuario, y ella obviamente no estaba contenta en ese momento.
Poco a poco esas palabras se registraron en la abatida chica, recordándole súbitamente a la visión de semanas atrás y el resultado de esta hacia pocos días... si pudiera reunir el coraje para hacer lo que se le había ocurrido en ese momento, quizás no todo estuviera perdido, seguramente, aquel hombre moreno podría hacer una vez más lo imposible y traer de regreso a su hermana, la cuestión era como llegar hasta él...
Ante ese pensamiento, una idea se le ocurrió, pero para eso tendría que salir de su zona de confort y ponerse en manos de un desconocido, suponiendo que este aceptara su proposición, claro. Pero al pensar en su gemela recuperó un poco de valor, y tímidamente lo observó por debajo de sus pestañas, antes de atreverse a siquiera decir palabra contemplo echarse atrás, pero su hermana lo valía, eso y mil veces más.
"Ha dicho que... no se me está permitido salir del Santuario sin escolta por los momentos..." musitó, jugando distraídamente con un pliegue de la sabana sintiendo la ansiedad carcomer un poco de ese valor duramente reunido, especialmente cuando aquellos intensos ojos azul índigo la observaron fijamente.
"En efecto" el alto hombre de cabellos castaños canela asintió, ladeando su cabeza ligeramente hacia un lado de forma curiosa, preguntándose a que quería llegar ella.
"Entonces... entonces, ¿podría usted... llevarme a un sitio en específico? En ese lugar se encuentra alguien que podría ser capaz de traer a Kaia de vuelta" tomando una honda respiración lo miró de frente, obligándose a mantener su mirada, prácticamente rogando en silencio que accediera a su petición, pues si él rehusaba no sabía que más hacer para conseguir que la ayudaran a encontrar a su otra mitad. "¿Por favor?"
Tal vez dependiendo del lugar si este fuera accesible para ellos, y un viaje rápido no tuviera un mal impacto en la salud de ella podría considerarlo, sin embargo, todo dependía de ese misterioso sitio, lo menos que podía hacer por ella seria escucharla y después decidiría que hacer al respecto.
"¿A dónde desea ir?" inquirió con un suspiro silencioso.
"Géminis" fue su corta respuesta, impactando al hombre frente a ella por un segundo.
"Géminis..." reiteró para asegurarse de que no hubiera escuchado mal, pero ahora que lo pensaba detenidamente, sabía que tenía un poco de sentido con la extraña conexión que Defteros poseía con la Pitonisa Madre y que él mismo había presenciado con sus propios ojos.
"Por favor" repitió, sintiendo que todo dependía de la respuesta de ese hombre desconocido que la confundía tremendamente, severo pero amable, su mente no podía envolverse aun alrededor de esa contradicción.
Internamente se debatió que hacer, pero, finalmente, esos grandes ojos exóticos que imploraban silenciosamente fueron su caída. Algo renuentemente, asintió, dando su consentimiento a la petición de la joven mujer, quien al instante pareció menos decaída y desesperada, fue en ese momento que supo que pase a la reprimenda que recibiría del Pope, tendría que valerle porque ya no iba a echarse atrás, aunque aún no estuviera totalmente seguro de que fuera lo ideal.
"Es mejor hacerlo de una vez, aunque quiero que sepa que lo más probable es que recibamos una regañina por esta imprudencia" advirtió con mucha seriedad, pasando una mano por su cabellera color canela.
"No me importa" musitó frunciendo el ceño pareciendo por un momento una niña rebelde, algo que el pareció encontrar divertido, aunque lo ocultó muy bien.
"Tendré que llevarla en brazos hasta Géminis, lo cual implicar que entremos en contacto... ¿Está usted bien con eso?" indagó en un último medio intento por disuadirla.
Ella se detuvo por un momento a ponderar eso, tendría que dejar que la tocara y realmente no sabía si eso iba a funcionar, no después de lo pasado con los Santos Negros unos días atrás, el pensar en alguien poniendo sus manos sobre ella de nuevo, especialmente un hombre hacía que sudara frio y un nudo de miedo se apretara en su estómago. ¿Podría sobrellevar el contacto con el sin caerse a pedazos por un ataque de pánico? Pues iba a averiguarlo pronto porque no le quedaba de otra, su hermana la necesitaba y trataba de mantener constantemente en su mente que el Santo de Sagitario hasta la fecha no le había hecho daño y siempre parecía ser considerado con sus peculiaridades.
"Supongo... que lo averiguaremos" dijo lentamente, mirándolo de soslayo y una vez más como si los Dioses quisiera darle una señal, la luz del ventanal lo iluminó de cierta forma haciendo que la piedra preciosa de su muñeca destellara.
Ella la reconoció al igual que ese día en el estudio del dirigente del Santuario, y si ponía su vida y confianza en las manos de ese desconocido era por esa joya, la Turquesa que había desprendido aquella sensación de protección que tanto le había llamado la atención. Y sabiendo que esas joyas habían tenido sus almas en el interior, más la sensación que estas habían desprendido en su momento le decía que por lo menos ellos no eran malvados... de que quizás fueran dignos de confianza, aunque eso aun lo estaba decidiendo.
"En ese caso, es mejor apresurarnos" suspiró finalmente derrotado por la testarudez de la Oráculo, aunque por una parte admirara su resolución. Con lentitud caminó hasta detenerse tan cerca como se atrevió, a metro y medio de la cama, y esperó a que ella hiciera su parte.
Ione simplemente asintió tomando valor para afrontar el paso monumental que haría, por lo que con una respiración profunda se dispuso a bajar de la cama. Moviéndose cuidadosamente giró hacia él bajando las piernas de modo que pudiera moverse hacia la orilla y al instante oyó como inhalaba bruscamente y el tintineo metálico de su Armadura, afirmando que cambio de postura, desconcertada lo observó y notó que él había girado su rostro de modo que miraba fijamente por el ventanal con las orejas algo enrojecidas y lucía un poco incómodo.
Sisyphus no pudo evitarlo, ella lo había tomado desprevenido.
En el momento en que la chica se había enderezado para presuntamente bajarse y sus piernas cubiertas por la sabana antes elevadas contra su persona descendieron fue que se dio cuenta... estaba desnuda bajo la simple cobija blanca, con aquel glorioso cabello que caía en ondas como una cascada alrededor de su delgada figura evitando que notara ese hecho hasta que fue algo tarde. Su piel dorada lo deslumbró por un segundo, afortunadamente los mechones de rico castaño cubrieron su pecho y la sabana aun resguardaba su regazo, aunque sus piernas eran plenamente visibles, y aunque aún todavía se le notaban los cardenales aquí y allí, no quitaba el hecho de que era una joven mujer que estaba desnuda frente a él.
Sin embargo, siendo un caballero rápidamente desvió la mirada, aunque ya el daño estaba hecho y había tenido un vistazo de ella sin querer ni planearlo, y desafortunadamente esa imagen se quedaría en su cerebro por un tiempo y no sabía si era bueno o malo.
"¿Sagitario-sama?" lo llamó suavemente, poniéndose de pie con algo de dificultad y dolor, no entendiendo porque el hombre evitaba mirarla directamente.
Sin decir palabra, se extendió sobre ella pasando su brazo por un lado de la joven hasta que pudo tomar la sabana y cuidando de no asustarla nuevamente, envolvió la tela a su alrededor como si fuera una capa muy amplia y finalmente, se permitió mirarla nuevamente, al instante notando la expresión confundida de su rostro. Internamente, recordó que en Delfos los vestidos eran de una tela de seda traslucida y todas eran mujeres, no le extrañaría nada que no tuvieran las mismas inhibiciones por vivir aisladas del resto del mundo, además si mal no recordaba Arkhes ni se hubo inmutado por ser vista en ese traje tan revelador, y ahora que lo pensaba su hermano, Ilias, tampoco parecía perturbado por ello.
Pero en su defensa, el antiguo Santo de Leo rara vez era perturbado por algo.
"Creo... que sería prudente que primero adquiriera algo de ropa, Oráculo-sama" sentenció manteniendo en todo momento sus ojos fijos en los exóticos de ella, cuidando de no desviarla por debajo de su cara. Aun así, considerando el estado de la chica no creía que aun pudiera vestirse por su cuenta sin mucho dolor y el definitivamente no iba a adentrarse en ese territorio, pero al parecer los Dioses estaban de su lado porque escuchó el toque en la puerta que indicaba que la curandera estaba por hacer su visita matutina a la paciente.
Al ingresar la rubia joven parpadeó, sin saber que pensar de la escena tan extraña hasta que el tío de su mejor amigo le informó de lo sucedido y que necesitaba que ayudara a la otra mujer a vestirse, lo cual la irlandesa hizo luego de hacer un chequeo rutinario de su paciente, dejando en claro que luego del pequeño viaje improvisado debía regresar a guardar reposo en cama hasta que pudiera comer al menos una comida solida sin vomitar, habiendo pasado mucho tiempo sin ingerir sólidos.
Con paciencia y cuidado ayudó a la Oráculo a vestirse con su traje particular que Nerys, la actual Vestal Madre, había confeccionado del anterior, platicándole las convencionalidades a la que su época estaba sujeta, pero por la expresión en blanco que la otra portaba era obvio que no lo entendía para nada.
"Muy bien, por favor no se sobresfuerze y vuelva lo antes posible" pidió con una sonrisa amable, antes de girarse luego de tomar sus cosas para ir a la oficina del Pope, a quien debía entregar unos papeles antes de regresar a Leo.
Nuevamente a solas, Ione se giró una vez más hacia él, dudando un poco antes de aproximarse hasta que estuvo frente al Santo de Sagitario, esperando a ver cómo iba a proseguir desde ahí, ya que ella no tenía idea de que hacer y no por primera vez, el hombre de mirada azulada lo intuyó.
"La tomare en brazos de un modo que no ejerza tanta presión sobre sus heridas" avisó, pero al no verla retroceder, se agachó ligeramente indicándole con amabilidad que subiera sus brazos, cuando ella los apoyó muy sutilmente sobre sus hombros con un ligero temblor casi imperceptible, la rodeó por justo debajo de los muslos y después de contar hasta tres en voz baja, se irguió en su altura máxima. "¿Se encuentra bien?" inquirió al sentirla tensarse, no atreviendo a moverse por si eso le causaba dolor.
La muchacha respiró algo entrecortadamente al sentir cada musculo adolorido tensarse, inconscientemente apretó su agarre alrededor de sus hombros reposando su frente contra sus cabellos canela intentando orientarse y aplacar el dolor, sin darse cuenta de que cada centímetro de su figura estaba adhería al Santo Dorado. Él a su vez parpadeó al percibir un ligero aroma frutal a coco de esos largos mechones en cascada, y se dio cuenta al tenerla en sus brazos de que realmente era menuda y tan delgada que tenía que hacer un esfuerzo en recordar no aplicar mucha fuerza por miedo a lastimarla más de lo que estaba, sin embargo, ese pensamiento le recordó sombríamente que alguien la había agredido conscientemente, y rectificó para sí mismo que ella había resistido admirablemente considerando su contextura tan delicada.
"Bien... solo, continuemos" susurró cuando pudo controlar mediamente su cuerpo, concentrándose en su respiración y el inusual aroma a madera cortada y algo enteramente masculino que se desprendía de ese curioso hombre.
Asintiendo su acuerdo, el Guardian del Noveno Templo inició su partida, acompasando sus largos pasos de modo que no le causara incomodes pero que hiciera el trayecto algo más corto. En Piscis no tuvo problemas, Albafika estaba algo distraído con las preparaciones de su próxima boda con Agasha, la joven florista que había conquistado su corazón con gesto genuinos y bondadoso corazón; en Acuario Degel simplemente alzó una ceja, pero sin decir nada, girándose para entregarle unos documentos a su pequeña esposa rubia, quien le sonrió antes de retirarse con la mirada fija de su amado siguiéndola con amor.
Por un momento recordó la boda del Acuariano, en la que fue testigo de cómo esas dos personas que se amaban tanto unían sus vidas, incluso durante ese periodo de tensión e incertidumbre, esa simple acción había dado esperanzas para muchos de que podía haber un mañana para ellos.
Capricornio estaba vacío, siendo que El Cid aún se encontraba en la misión de cazar a los Santos Negros restantes de la Organización de Nero, seguidamente entró a sus dominios notando que todo estaba en orden por lo que prosiguió al siguiente Templo, en Escorpio igualmente hubo silencio siendo que el integrante parecía haber salido, Libra estaba desierto desde que su Guardian estaba cumpliendo órdenes de Athena en Los Cinco Picos de China. Virgo como siempre estuvo silencioso, con el Caballero de la Virgen meditando en su pedestal y la joven Vestal pelirroja sonrió amenamente antes de hacer una reverencia, parpadeando desconcertada al ver a la muchacha que le pareció reconocer en brazos del ayuda del Patriarca más no comentó al respecto considerando que no era de su incumbencia; en lo que ingresó a la Casa de Leo donde su sobrino estaba presente este lo saludó animadamente, antes de fruncir el ceño ligeramente.
"¿Theíos, Connor aprobó esto?" preguntó ladeando la cabeza, justo como un gato lo haría, mirándolo sin parpadear, pero aun así de un modo respetuoso y con afecto.
"La reviso antes de bajar" asintió, no molesto por esa necesidad de preguntar viendo que si las situaciones fueran a la inversa él hubiera hecho lo mismo.
"Oh, está bien, tenga cuidado de no exigirse mucho, Oráculo-sama" dijo animadamente con una amplia sonrisa, pensando para sus adentros que cuando esa chica estuviera saludable tal vez podría hablarle y preguntar cosas sobre su madre, la cual sabia había vivido en Delfos antes de casarse con su padre; le gustaría saber más ya que tuvo un muy corto tiempo junto a ella. "¡Espero que pronto se encuentre bien!"
Ione que hasta el momento se mantuvo quieta y ocultando su rostro contra los cabellos del Sagitariano contando sus respiraciones de modo que no se desmayara del dolor, se removió un poco, girando lentamente hasta posar su mirada en el joven león, instantáneamente el parecido la dejó sin habla y la añoranza atenazó su corazón, él simplemente era la viva imagen de sus padres.
"Te pareces a ellos" expresó con una ligera curvatura en sus labios, sin importarle la tirantez del corte en su boca, observándolo con algo de tristeza.
Arkhes e Ilias le devolvieron la mirada a través de su hijo.
"¿Eh?" parpadeó confundido por un segundo antes de que sus palabras se registraran en su cerebro, al instante la emoción rebosó su ser por lo que sin pensar prácticamente corrió hacia ellos, ignorando a su sorprendido tío para posar toda su atención en la Oráculo. "¿Conociste a mis padres? ¿A ambos?"
Asintiendo, extendió una mano vacilante hacia el chico tocando sus cabellos color caramelo en una suave caricia, justo como Arkhes hacia cuando ella y su gemela eran infantes, una pequeña muestra de afecto que, por la expresión de shock en el rostro del adolescente, este pudo reconocer al instante.
"Mama... mama solía hacer eso cuando era muy pequeño" susurró con un súbito nudo en su garganta, sintiendo humedad reunirse en sus ojos azules, a pesar de que una sonrisa se mantenía en su boca. Sentía mucha nostalgia de su infancia, del recuerdo de sus progenitores envolviéndolo en seguridad y amor, entes de que todo cambiara cuando su madre murió y luego su padre fue asesinado frente a si por Radamanthys de Wyvern, la Estrella Celeste de la Furia.
"Ella... ella te amaba mucho" comenzó a decir con suavidad, sabiendo que era lo correcto, aunque con cada palabra una herida sangrante que nunca parecía cicatrizar por completo se reabría. "Incluso antes de que vinieras al mundo ella hablaba de lo mucho que no podía esperar a tenerte en sus brazos" fue con todas sus fuerzas reunidas que pudo contener las inmensas gana de llorar que la abrumaban, pero estaba segura de que su madre adoptiva hubiera querido que su primogénito supiera cuan querido era para ella, ya que la antigua Pitonisa Madre tuvo la visión mucho antes de saber que iba a quedarse embarazada y la expresión de maravilla en el rostro de ella las había hecho muy feliz. "Si hubiera estado en su poder... Arkhes nunca te hubiera dejado, ella te quería más que a la vida misma e incluso ahora... estoy segura de que aun te cuida" terminó, no teniendo más energía para hablar de ese tema por miedo a quebrarse y no poder completar su cometido para con su hermana.
Regulus no pudo evitar dejar correr algunas lágrimas, sintiéndose feliz y dichoso por escuchar sobre una de las personas más importantes de su vida; la mano que se posó sobre su hombro lo sobresalto un poco, encontró su mirada con la del único familiar vivo que le quedaba, notando al instante el afecto y la preocupación del hombre mayor que le preguntaba silenciosamente si estaba bien al mismo tiempo que lo tranquilizaba con su sola presencia.
"Estoy bien... y muchas gracias por contarme de ella" les sonrió brillantemente, realmente sintiendo la verdad de ese hecho en su ser. "Si está bien con usted, otro día podría pasar por su vivienda y quizás pueda contarme más cosas de mamá"
"Por supuesto... sería un placer" con un esfuerzo le devolvió la sonrisa, aunque seguramente estuviera algo rota, con una última caricia a sus cortos cabellos caramelo regresó a su posición sintiéndose tremendamente exhausta a pesar de que aún faltaba otra montaña que escalar antes de que pudiera relajarse y simplemente, respirar.
Luego de despedirse del entusiasta joven ellos emprendieron su marcha, notaron que la irlandesa entraba al Templo y al instante los dos adolescentes gravitaron hacia el otro y el Santo de Leo fue inmediatamente a platicar con ella contándole lo sucedido a todas voces por su emoción.
Sisyphus no se inmiscuyó en la conversación, meditando que era algo solamente entre la Oráculo y su sobrino, aunque internamente se sorprendió de que no solo la muchacha reconociera a Regulus como el hijo de la antigua Pitonisa Madre y su hermano mayor, sino que además accediera de buena gana a hablar con él en un futuro sobre ellos. Sin embargo, estuvo agradecido inmensamente de que el fuera capaz de conocer, aunque sea atreves de un tercero a la madre que perdió tan precozmente.
Solo por eso, esa joven mujer siempre tendría su gratitud.
El silencio que quedo luego de dejar Leo fue algo peculiar, ya que el Sagitariano podía sentir la tristeza en la chica que sostenía en sus brazos emanar en oleadas más no se atrevió a decir nada, simplemente permitiéndole que lidiara con lo que fuera que la entristecía, no obstante, al entrar a Cáncer las cosas como siempre se pusieron un poco incomodas debido al carácter único del Guardian.
"¡Pero mira nada más! Sisyphus, hombre, decidiste seguir mi ejemplo, te felicito... aunque no estoy seguro de que Shion aprecie que quieras fugarte con la Oráculo de Delfos sin consultarle primero" Manigoldo comentó en lo que lo vio ingresar, riendo por lo bajo mientras se recostaba en un pilar con los brazos cruzados.
"Manigoldo" fue algo seco el saludo que le dio, no encontrando divertido el comentario y percibiendo la leve tensión de la chica, quien apretó su agarre sobre sus hombros un poco al percibir al hombre y como este se acercó lentamente a ellos.
Como siempre, el Canceriano no tuvo ninguna consideración con el espacio personal de los demás y se inclinó un poco intentando ver mejor a la joven mujer que a su vez se ocultaba cada vez más contra el Sagitariano, intimidada por una personalidad tan abrasiva como lo era ese Caballero.
El hombre de ojos azul violeta y cabellos azules silbó al finalmente evaluar un poco de la chica.
"Oh, chico, sí que la tuviste buena" chasqueando la lengua, se retiró al sentir la mirada de desaprobación y advertencia de su compañero de batalla.
"Manigoldo..." su tono se tornó más duro al sentirla temblar un poco en su agarre, irritado con su amigo por ser tan desconsiderado tomando en cuenta lo que la Oráculo tuvo que pasar en manos de unos desalmados.
Antes de que el antiguo aprendiz del fallecido Pope, Sage, pudiera abrir la boca y meter la pata más al fondo, unos pasitos se acercaron por el pasillo a toda velocidad, mostrando a una pequeña niña de ébanos cabellos y mirada igualita a la de su progenitor.
"¡Papà granchio!" llamó cantarinamente, corriendo hasta abrazar sus piernas con una sonrisa amplia en su rostro infantil y a continuación, comenzó a parlotear en una mezcla de griego e italiano tan rápido que los adultos apenas podían seguirla mucho menos entender completamente que decía. "Jugar, Mamma, ya, amos"
"Más despacio renacuajo" suspiró levantando a su hija en brazos antes de sentarla sobre su hombro y darse la vuelta no sin antes mirar hacia atrás, dedicándole una sonrisa impía con algo de malicia. "Recuerda mi consejo, mi amigo, usa protección o estarás lidiando con esto por el resto de tus días" al ver la expresión furibunda del otro, rápidamente abandono la habitación con la infante aplaudiendo ante la velocidad de su caminata.
"Me disculpo en su nombre, Oráculo-sama" se sintió en la necesidad de hacerlo, aunque considerando la actitud usual del italiano debería contarse entre los afortunados porque sabía que podría haber sido peor.
Ione simplemente musitó una aceptación, concentrándose en lo que le diría al hombre moreno para convencerlo de buscar a su hermana, pero esperaba que lo que fuera que unía a su gemela al Geminiano fuera suficiente para motivarlo a aceptar su petición. Al final cuando ingresaron a Géminis tuvo que mantener su compostura y nervios a raya, de modo que no colapsara en un ataque de pánico.
En un inicio el Santo de Géminis se negó, alegando que su deber era protegerla no obedecerla, aunque podía notar pese a su negación el conflicto interno que poseía, así que les dejó muy en claro sin asomo de duda de que, si no lo hacia el ella misma tomaría el asunto en sus manos sin importarle nada ni nadie, incluso cuando pensó que realmente no tendría opción, no le importó postrarse ante ese desconocido básicamente rogándole de rodillas que encontrara a su hermana mayor.
Al final no supo que lo hizo hacerlo, pero Defteros de Géminis consintió buscar a Kaia, marchándose inmediatamente del Santuario con una advertencia hacia el Santo de grandes alas Doradas de que él le explicaría todo a su Ilustrísima. Eso le hizo pensar cuando estaban yendo de regreso a sus aposentos que su petición iba a meterlo en problemas, y luego de ponderarlo todo el camino hasta la cima del Templo Papal, se atrevió a dar voz a sus sospechas.
"¿Esto... va a causarle inconvenientes con su superior...?" murmuró mirando el cielo tan azul con el sol brillando y el paisaje que podía apreciarse desde esas alturas.
Sisyphus la observó de reojo por un momento notando su expresión adolorida y algo preocupada, detallando nuevamente los cardenales que arruinaban sus bonitas facciones como un recordatorio de lo que paso hacia solo unos días atrás.
"Obtendremos una reprimenda usted y yo, pero nada de lo que deba preocuparse" dijo calmadamente, pues era la verdad, aunque a Shion no iba a gustarle la situación tampoco había sido tan grave, sin embargo, lo de Defteros iba a ser un poco más complicado de explicar, pero no iba a decirle eso a ella. Abandono del Templo sin órdenes directas del Pope era una ofensa algo grave, exceptuando momentos de crisis, por lo general se penalizaba al Guardian por su insubordinación, aunque tomando todo en cuenta estaba seguro de que su líder lo entendería.
"Oh" fue todo lo que salió de sus labios sintiendo el cansancio pesar sobre ella incluso más que antes, al ver que ingresaban a sus aposentos no pudo sino anhelar acostarse nuevamente en una superficie suave y dejar vagar sus sentidos en la oscuridad del sueño, olvidándose de su cuerpo herido por unas horas.
Sin embargo, eso no iba a ser posible, porque en el minuto en que el hombre castaño la depositó al lado de la cama con la intención de retirarse a sus deberes, las puertas dobles se abrieron y por estas entró la joven eminencia de largo mechones rubios y ojos rojizos, caminando hacia ellos con una expresión indescifrable pero severa en su rostro de facciones atractivas; se detuvo a unos metros con los brazos cruzados y con una rápida mirada los evaluó antes de decir palabra.
"Así que... ¿A alguien le gustaría informarme que acaba de suceder y por qué Defteros ha dejado su Casa Zodiacal desprotegida?" inquirió alzando una ceja, realmente no estaba molesto, de hecho, estaba más preocupado que otra cosa, pero no iba a mostrarlo abiertamente ya que su nueva posición requería de ciertos parámetros que debía seguir no solo para fomentar su liderazgo, sino porque era esperado que se comportara adecuadamente al puesto.
Dando un paso adelante, Sisyphus separó los labios para explicar lo sucedido totalmente dispuesto a que las repercusiones cayeran sobre sus hombros, no obstante, no esperó que la muchacha de largos cabellos prácticamente saltara frente a él, con sus brazos débilmente extendidos y una firme expresión en su rostro que era desmentida por el leve temblar de su cuerpo.
"Ha sido por mi culpa, Patriarca-sama... yo hice que Sagitario-sama me llevara a Géminis y convencí a su Guardian de buscar... buscar a Kaia, así que... por favor, no los castigue" declaró algo atropelladamente, sintiéndose insegura y algo temerosa, más no iba a dejar que alguien más pagara por su testarudez, especialmente porque ese hombre de cabellos canela y ojos índigo solo la hubo ayudado.
Ambos hombres la observaron con distintas expresiones, pero con igual asombro, ninguno se había esperado esa reacción de parte de ella especialmente por su actitud hacia los desconocidos, pero era obvio no quería meter en problemas al Sagitariano, y aunque le aterraba hablar con otros no parecía que iba a retractarse de su declaración, a pesar de que apenas podía mantenerse en pie y había desviado ligeramente la vista como era su costumbre al hablar con otros.
"Tan amable como ha sido su declaración, ambos sabemos que, si Sisyphus no hubiera querido hacerlo, nada sobre la faz de la tierra lo hubiera obligado a acceder... lo mismo puedo decir de Defteros" dijo finalmente Shion, encontrando interesante su intento por proteger a ambos Caballeros.
El nombrado asintió con seriedad, pero apacible, evidenciando las palabras dichas por su superior, ya que nada realmente lo obligó a llevarla al Tercer Templo, por su propia voluntad, aunque algo renuente lo había hecho.
"Tiene razón, y me disculpo por actuar antes sin consultárselo primero, Pope-sama" haciendo una reverencia respetuosa, dispuesto a aceptar las consecuencias sin miramientos, no pensaba dejar que ella cargara con lo que no le pertenecía.
"Está bien, sin embargo, siendo la primera desobediencia lo dejare estar por esta vez, pero quiero que entienda que no se puede repetir algo así, Oráculo-sama" la observó directamente, con mucha seriedad esperando que su significado se plasmara en la joven mujer. "El Santuario tiene el deber de protegerla, no solo por su importancia para la humanidad sino también por el servicio que nos prestó en nombre de la Diosa Athena, por el que, cabe destacar estamos muy agradecidos... pero mientras este bajo nuestra protección debe atenerse a las reglas y sus consecuencias" terminó con severidad.
Ione asintió con algo de esfuerzo, parpadeando cuando su vista se emborronó un poco y sintió debilidad atenazar su cuerpo haciendo que sus piernas temblaran amenazando con dejar de sostener su peso de un momento a otro, ya al límite de su fuerza por falta de movimiento y alimentos adecuados por días no podía seguir en pie por un segundo más, pero cuando pensó que se derrumbaría sintió la suave presión de unas grandes y cálidas manos masculinas posarse en sus hombros.
"Creo que es tiempo de que se recueste" Sisyphus sentenció notando instantáneamente el agotamiento de la muchacha quien temblaba como una hoja sin darse cuenta, por lo que, sin esperar su permiso por primera vez, posó una mano en su cintura cuidando siempre de no aplicar presión en sus costillas lastimadas y la guio hacia la cama, asintiendo hacia Shion quien cabeceó hacia el antes de retirarse silenciosamente.
Caminó a tropezones los pocos centímetros que la separaban de la cama, sin importarle que él la tocara, y ni siquiera parpadeó cuando la ayudo a subir al colchón dejando escapar un sonido de extenuación y algo de dolor, ni se molestó en quitarse el vestido, aunque queriendo simplemente descansar y dejar de sentirse tan rota, aunque eso ultimo parecía casi imposible de alcanzar. Pero incluso en ese estado, percibió como el hombre de grandes alas Doradas tomaba la cobija y la cubría cuidadosamente, para luego escuchar el tintineo metálico de su Cloth significando que se movía para marcharse, así que, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, abrió sus parpados que no se había dado cuenta que cerro y tomando una respiración, extendió su mano, rozando ligeramente la de él.
Al instante él se detuvo, girando ligeramente hacia ella con una expresión curiosa pero amable.
"Gracias... por... por ayudarme" musitó con algo de timidez, manteniendo contacto visual con esos ojos índigo en los que comenzaba a confiar un poco.
Sisyphus curvó sus labios ligeramente, en una sonrisa gentil que hizo que algo cálido llenara su interior, algo que la confundió más no le dio importancia en el momento, ya que al minuto siguiente él tomó su pequeña mano con suavidad, dándole un apretón para después soltarla con lentitud.
"No hay problema... solo preocúpese en recuperar su salud" y con una reverencia él se marchó, sintiendo que a pesar de todo no la dejaba tan angustiada pues sabía que alguien estaba buscando a su gemela y ella estaba a salvo. Además, siendo ahora su guardián y escolta, no permitiría que nadie la dañara.
Ella era muy valiosa para ellos, y al mismo tiempo trataría de que ella siguiera manteniendo ese toque de inocencia en su alma, solo esperaba poder lograrlo.
Continuara...
Bueno mas interacción entre la parejita y vemos también como el lado de Ione cuando su hermana estuvo fuera del Santuario resolviendo sus asuntos con ayudita de Defteros, nuestro morenaso hermoso 7u7)r (Vease Golden Ferocity para entender esto)
Ah, Sisyphus-sama no puede aguantar que una chica llore en su presencia, tiene el síndrome de Héroe me temo, tan encantador *suspira* e Ione, tan inocente y despistada con respecto a lo que es adecuado y lo que no, sin saber que ha flasheado al pobre hombre pero el tan caballeroso se hizo el ciego xD
Y Manigoldo... *suspira exasperada* de verdad le gusta vivir peligrosamente.
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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