Capítulo 11
'Hidden Truths'
Gracia, Athenas – Santuario
Diciembre, 21 de 1750
Había pasado una semana desde el encuentro con la mujer y ella aun no podía aceptar sus palabras.
Ione había pasado esos siete días en constante agitación, preocupada por la noticia de lo que sus acciones traerían a la Villa de Delfos y sus habitantes, apenas había podido cerrar los ojos sin levantarse al poco tiempo por una pesadilla y tomando en cuenta de que últimamente el cansancio físico era extremo por lo que ahora sabia era propiciado por su embarazo, no ayudaba nada a que permaneciera saludable y debido a eso la curandera fue a verla, aplacando las preocupaciones de todos sobre si ella y el bebe estaban bien. Solo le recomendó más descanso y una mejor alimentación, además de tomar un té especial que aplacaría cualquier síntoma matinal que la acechara, aunque es ese sentido la chica no tenía realmente ninguno aparte de estar adormilada la mayor parte del día, sus reservas de energía corrían extremadamente bajas.
Otra cosa que cambio también fueron los planes que el Pope y el Sagitariano tenían sobre la boda, que estaba planeada para agosto del siguiente año y que movieron inmediatamente a esa semana, siendo más bien una reunión breve e íntima donde el Lemuriano los unió en sagrado matrimonio en la presencia de los Caballero de Oro que estuvieran presentes ese momento en el Santuario junto a sus parejas, y un almuerzo cuantioso, pero ni de cerca tan grande como lo fue el del Pisciano. Ninguno de los asistentes los criticó ni les hizo pasar un mal rato, de hecho, todo lo contrario, los felicitaron amenamente por su próxima paternidad con los dos problemáticos bebiendo e intentando darle consejo sobre lo que esperar en el futuro, ignorando la mirada fulminante de sus respectivas mujeres, él, sin embargo, lo aguantó pacientemente pase a todo.
No solo se casaron para que el bebe fuera legitimo al nacer, algo que para él era muy importante viendo como fue su infancia y la de muchos de sus compañeros, sino para poder tenerla finalmente bajo su vigilia sin riesgo de comentarios mal intencionados o habladurías respecto a vivir en pecado ni cuestionar su honor o el de la chica. Y apenas tres días después de la visita inesperada y nada grata ellos contrajeron matrimonio, y esa noche él por fin pudo abrazarla sin pensar en nada más que en que eran marido y mujer, unidos y bendecidos bajo los Dioses; se amaron profundamente en una danza física tan vieja como el tiempo mismo, encontrando la tranquilidad y el placer en los brazos del otro, un pequeño respiro de la tensa situación.
Y aunque desde ese día la preocupación de la joven se aplacó, no desapareció por completo si bien poder estar al lado de él abiertamente y demostrar cuanto lo quería fue un alivio, ella aun estaba preocupada por las palabras de la vieja Pitonisa.
Razón por la que luego de una charla larga y tendida con el Patriarca, el Santo de Sagitario y su gemela, decidió volver a recibir a la mujer e intentar conseguir mas información, porque por más que no estuviera dispuesta a sacrificar la vida creciendo en su vientre tampoco quería condenar a las mujeres que vivían en la Villa sin haber hecho todo lo posible por entender el peligro que un bebe no nacido podía presentar para nadie y como solucionarlo sin derramamiento de sangre alguno.
Ahora una semana después esperaba tensamente a que la Pitonisa apareciera en sus aposentos, aunque no sola, no. Su gemela estaba con ella a unos pocos pasos de su persona, junto a su ahora esposo a su derecha como un silencioso centinela, Defteros de Géminis y El Cid de Capricornio a cada lado de la puerta como meros espectadores, apoyo moral y guardianes.
El toque finalmente llegó y todos dirigieron su atención hacia la puerta, que abriéndose dio paso a la invitada quien entró con la barbilla en alto y un aire de superioridad que no terminó de caerle en gracia a los hombres presentes, pero nadie dijo nada al respecto. Ella hizo una reverencia ligera hacia la Oráculo y una cabezada con algo de reluctancia hacia la Pitonisa Madre, claramente aun resentida por ser echada la vez anterior, pero igual se sentó a unos metros de la joven mujer cruzando sus manos educadamente en su regazo y miro fijamente a la que era su superiora en todos los sentidos.
"¿Ha cambiado de idea respecto a la tonta decisión de quedarse esa criatura, Oráculo-sama?" preguntó de inmediato al acomodarse, sus ojos oscuros fijos en la menuda figura.
Aunque ninguno reaccionó visiblemente para el ojo no entrenado, hubo un ligero cambio en el ambiente del cuarto, la tensión aumentando casi imperceptiblemente con un sutil movimiento de músculos. No obstante, no abrieron la boca, aunque tenían un par de palabras elegidas para ese comentario insensible ya que, aunque estuvieran presentes no era su lugar intervenir, al menos no en ese momento.
"No, no voy a deshacerme de mi bebe" habló ella con firmeza, sin apartar la mirada de la otra tomando fuerza de aquellos que la rodeaban, apoyándola. "Esta aquí para que me diga por que cree que mi vástago puede destruir la Villa de Delfos, cuando no ha siquiera tomado su primera respiración, ¿Qué le hace pensar que un infante no nacido puede amenazar todo un pueblo?"
"Porque lo he visto en una visión" fue lo que respondió alzando la barbilla en desafío. "Es el designo de la Madre Naturaleza y los Dioses que si esa criatura llegara a nacer las Pitonisas serian destruidas"
Ione la observó aun sin poder creerse eso, pero accedió que podía ser cierto, aunque las visiones tenían más de una interpretación por lo que siempre antes de dar esa información tan delicada ellas se reunían y la asimilaban, algo que curiosamente no se hizo cuando se le dio la profecía al Santuario referente a los gemelos nacidos bajo la constelación de Géminis.
Sin embargo, viendo que ella no había nacido aun para esa fecha no podía decir como se manejaban las cosas en ese entonces, aunque tenía la impresión por lo que Arkhes le hubo contado que solían reunirse para comentar la visión antes de comunicarla en versos a los humanos, por lo que había algo que la estaba inquietando sobre... todo, y la sensación de frialdad que poco a poco se estaba arrastrando por su piel, por su alma que le indicaba que una visión se acercaba solo exacerbaba esa intuición, por lo que cuando finalmente estuvo sobre ella la dejó entrar sin resistirse dejando que le mostraran que era lo que necesitaba ver.
Pero cuando finalmente las imágenes llegaron todo en ella se congeló. La respiración se atascó en su garganta por completo.
Porque lo que veía era espeluznante.
Cada cosa que se le era mostrada la dejo atónita, más y más horrorizada a medida que transcurrían con extremada lentitud, los sentimientos y situaciones que se presentaban la marearon haciendo que se sintiera completamente enferma, disgustada, desconsolada... pero la emoción que prevalecía era una que nunca antes había sentido realmente, una furiosa e imponente ira. Apenas se dio cuenta de que había vuelto en sí, y por la actitud de los que estaban presentes notó que no había transcurrido más de un minuto, quizás dos a lo mucho, aunque para ella parecieran horas; no obstante, lo que hubo aprendido cambiaba las cosas completamente y no iba a dejar que aquella desalmada siguiera actuando sin consecuencias.
Levantándose súbitamente de su posición sentada en el podio sobresalto a todos, pero en ese momento poco le importaba, su mirada estaba clavada con una expresión oscura, implacable, en el rostro de la mujer que una vez respetó, la que había terminado de guiarlas cuando su madre adoptiva se marchó para seguir su camino con el antiguo Leo.
"¿Adelfí? ¿Qué sucede?" indagó Kaia súbitamente alerta ante las turbias emociones que se arremolinaban como una tormenta en su hermana menor y que escapaban a tropezones por el vínculo que las unía, casi sin control alguno. A quien había sentido segundos antes salir de una visión que duro apenas un minuto, y que fuera lo que fuera que hubiera visto la hubo alterado tremendamente, de una forma nunca antes vista.
"¿Están las prisiones del Santuario disponibles?" la Oráculo hizo la pregunta con voz sin emoción, luchando por controlarse algo que no había tenido necesidad de hacer nunca, al menos no de esa manera, pero era imperativo que tuviera una menta clara para lo que estaba por venir y ese día no iba a aguantar más tiempo viéndola.
Todos quedaron desconcertados por esa pregunta tan abrupta, pero fue El Cid, quien la respondió.
"Lo están"
"Entonces, por favor, Capricornio-sama, llévese a esta mujer y enciérrela" aunque su voz fue suave, había un hilo de hierro tras estas y una clara orden que el Caballero decidió acatar porque encontró su comportamiento algo extraño y porque simplemente su instinto le decía que algo grave había pasado que todos ellos se habían perdido. Estaba en los hombros tensos, en la los puños apretados a cada lado de la chica, en la expresión de desprecio que sus ojos no podían ocultar cuando miraba a la Pitonisa frente a ella, y en el temblor casi imperceptible que la recorría, pero que no señalaba miedo... si pura rabia. "No quiero verla en mi presencia hasta mañana por la mañana"
"¡Oráculo-sama!" protestó al ver acercarse al desconocido, pero viendo que ninguno parecía que fuera a ayudarla, se volvió hacia la joven nuevamente con el ceño fruncido. "¡Creo que merezco una razón por la cual me quiere encerrada!" la Pitonisa exclamó ofendida cuando el hombre de cortos cabellos negros y ojos gris plomo la tomó en un agarre irrompible del brazo y comenzó a levantarla para sacarla de la habitación. "No he hecho más que decir la verdad, ¡usted se ha vuelto loca!"
"Lo que mereces es que dejara a mi hermana arrancarte el corazón" casi siseó en voz baja que se escucho muy alto en el silencio súbito del lugar, pero ella no hizo caso del asombro que recorrió a sus acompañantes ante sus crudas palabras, algo totalmente ajeno a su dulce carácter. Ni dio reconocimiento a la presencia del Sagitariano parado justo a su espalda. "No es por lo que has intentado que yo haga por lo que voy a encerrarte, Kalliope, es lo que has hecho y mantenido oculto de todos, mañana después del amanecer serás sometida a un Juicio de Impureza... donde todos tus pecados saldrán a la luz" sus palabras parecieron dejar congelada a la mujer por un segundo, pero la mirada de temor en su rostro fue remplazada por arrogancia.
"Solo puede hacerse un Juicio de Impureza con aprobación de todo el Consejo Regente" la mujer de cortos cabellos negros le sonrió ligeramente, con suficiencia. "Y yo soy la única aquí presente"
"Te equivocas, Kalliope" la sonrisa de Kaia era todo dientes y un aura poderosa la rodeo al pararse junto a su gemela, decidida a apoyarla a pesar de que aun no entendía del todo que sucedía, pero de algo estaba seguro sea lo que fuera que esa estúpida había hecho para hacer enojar a su hermana menor tenia que haber sido horrible, porque un juicio como aquel no se realizaba desde hacía más de cien años. "Te has olvidado a quien te estas dirigiendo"
"Yo soy la Oráculo, Pitonisa Regente, no necesito la aprobación o el permiso del Consejo Regente, ni tampoco su presencia para realizar el juicio" susurró con hielo en sus palabras, mirándola fijamente para que viera de lo que no iba a escapar. Ella no la dejaría ir impune. "Y mi palabra es ley"
Cuando el Capricorniano se hubo llevado a la mujer, Ione se dio la vuelta evitando la mirada de todos.
"Déjenme" ella comando no dándoles opción más que obedecer a esa seca orden, concentrándose en respirar y no desmoronarse, no aun, no merecía consuelo no después de haber fallado tan estrepitosamente como Oráculo. No, esa cruz seria solo de ella para cargar. "Kaia, asegúrate de que alguien sea apostado frente a su celda y que no escape" dirigiéndole una mirada intensa, su hermana mayor asintió y se retiro junto a su pareja. Ahora el único que quedaba era el hombre al que amaba. "Sisyphu-sama, por favor váyase... necesito un momento a solas..."
"Ione..." el Santo de Sagitario no quería marcharse, no cuando sabia que algo había salido completamente mal con esa reunión y ella se veía tan afligida, tan derrotada y furiosa al mismo tiempo, tan herida.
"Por favor... solo unos minutos, después tengo que hablar con el Patriarca para lo que acontecerá mañana, por eso..." su respiración se atascó un poco en su garganta, pero se negó a enfrentarlo, no podía, no tan llena de vergüenza como estaba. "Deme un tiempo para recomponerme..."
"Como desees, pero recuerda que no estás sola" le dijo con gentileza besando su coronilla, antes de marcharse cerrando las puertas tras el y caminando reluctantemente lejos de ella.
Tenía la sensación de que lo que fuera que la estaba agobiando era algo que solo la joven podía resolver, no importaba que hicieran los demás no cambiaria nada si ella no estaba dispuesta a abrirse y compartir aquello que la inquietaba. Por lo que él se limitaría a simplemente, estar a su lado para apoyarla y consolarla, a ser para la muchacha lo que sea que ella necesitaba en ese momento y en los días por venir.
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Cuando finalizó sus deberes de informar al Pope lo que había pasado en la reunión y volvió al lado de su mujer, halló el cuarto en silencio, pero cuando paso las cortinas rojas que dividían la estancia en dos se encontró con la habitación un poco revuelta, el jarrón de barro con sus flores estaban hecho añicos por todo el suelo al igual que los tres libros que previamente descansaban sobre la mesita frente a la ventana, la mesa volcada como si alguien la hubiera tirado en un arranque de furia y en medio de todo ese desastre se encontraba la joven mujer de largos cabellos castaño oscuro parada con una expresión ausente y mirada vacía, lo más curioso sin embargo, era que no había ni rastro de lágrimas en su rostro... sus ojos exóticos estaban completamente secos.
Cuando lo miró solo pudo detectar cansancio y desolación, pero ella no se resistió cuando la atrajo hacia él, dejándose llevar como una pequeña niña perdida en el bosque e incluso cuando finalmente hablaron con el Lemuriano sobre qué harían a la mañana siguiente, ella permaneció impasible, pero con su mano aferrada a la suya. Solo se separaron cuando él tuvo que atender uno asunto y la chica se quedó conversando privadamente con su gemela, y para sorpresa de muchos con su sobrino también quien después se lo vio salir precipitadamente de los aposentos de la Oráculo con una expresión atronadora y nadie lo volvió a ver ese día, salvo quizás la curandera con la cual vivía ya que este se encerró en sus dominios, nadie supo que le había dicho la joven, pero claramente no era positivo.
Al final del día cuando se fueron a la cama ella no pudo cerrar los ojos.
"Sea lo que sea que te preocupa sobre la Pitonisa, lo arreglaremos" murmuró contra la coronilla de ella, apretando sus brazos alrededor de su pequeña cintura pegando la espalda de la joven a su pecho, ambos mirando sin realmente ver al vacío, con la luna dando un poco de iluminación al cuarto oscuro.
"No sé si podre superar lo que he descubierto hoy" ella susurró con voz neutra, un tumultuó enorme de emociones destrozando su pecho, pues nada más que a su gemela y a Regulus le hubo dicho parte de los crímenes cometidos por la mujer. Pero al día siguiente todos se enterarían ya que los hubo convocado al juicio como espectadores y testigos. "Lo que ha hecho es... inaceptable, imperdonable"
"Haz lo que tengas que hacer, tendrás mi apoyo hasta el final" fue todo lo que él pudo decir, abrigándola con su presencia y calor, ya que por el momento era lo único que podía hacer.
Y sin más, ambos pasaron la noche en vilo, silenciosamente esperando el amanecer uno en brazos del otro.
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Al alba todos los integrantes del Santuario estaban arriba y moviéndose, todo en un silencio terso mientras se ocupaban de sus labores para después dirigirse hacia la Sala Papal unos intrigados y otros algo preocupados por la repentina orden del Patriarca el día anterior y los rumores, que corrieron como pólvora para el momento del mediodía solo incentivaban la intriga de lo que había pasado entre las gemelas de Delfos y la misteriosa Pitonisa que se presentó inesperadamente en sus dominios.
Uno a uno cada Santo Dorado fueron entrando a la habitación y tomando sus posiciones en silencio, aunque Kardia y Manigoldo murmuraban quejumbrosamente por lo bajo por ser despertados tan temprano para asistir a ese evento sin precedentes, pero una mirada escueta del Lemuriano los hizo callar de mala gana, a la espera de que todo comenzara. Los siguientes en llegar fueron las hermanas quien tranquilamente se ubicaron frente al dirigente de los Caballeros de Oro mirando hacia las grandes puertas con calmadas expresiones.
Cuando trajeron a la Pitonisa del calabozo nadie emitió palabra.
La sala papal estaba en silencio, con ocho de las doce Constelaciones del Zodiaco presentes a cada lado de la habitación con expresiones inescrutables miraban la procesión en calma, el Pope estaba sentado en su trono usual ataviado de toda su reglamentaria vestimenta presenciando el juicio como invitado más no participante y frente a él en una plataforma temporal se encontraba sentada tan quieta como una estatua la Oráculo de Delfos, su Guardiana calladamente parada a su izquierda con la vista brillando con una emoción oscura, fija en la recién llegada que era escoltada por el Tauriano y el Acuariano quienes se quedaron relativamente cerca una vez que la hicieron arrodillar a medio camino de la mujer designada por los Dioses para ser la mensajera directa de sus voluntades.
Hubo una pausa cargada de expectación silenciosa antes de que fuera rota súbitamente.
"¿Ni siquiera me dará la cortesía de hacer este juicio privado de forasteros?" Kalliope no miró a nadie más que a la muchacha que ostentaba tanto poder y aun así no lo usaba debidamente. Y no por primera vez pensó que esa chica no era digna de la bendición dada por los Dioses.
"¿Por qué he de hacerlo? Después de todo, tus pasadas acciones también afectaron el Santuario... y ellos merecen saber la verdad" la voz de Ione una vez más era resguardada, sus emociones estaban cuidadosamente ocultas y solo en su mirada podía apreciarse un dejo de frialdad, de condena. Al ver que ella se sobresaltaba, sus labios se curvaron ligeramente, pero la sonrisa no tenia ni un ápice de humor. "Oh, ya veo... creías que no lo sabía... pero hay muy pocas cosas que estén veladas para mi" haciéndole una seña imperceptible a su hermana, esta dio un paso al frente.
"Estamos aquí hoy para llevar a cabo el Juicio de Impureza de Kalliope, Pitonisa Regente de la Villa de Delfos" su voz fue clara y alta en el silencio de la habitación, una vez que el eco desapareció ella se volvió hacia la mujer mayor con velado desprecio. "¿La acusada desea decir algo antes de que el juicio de comienzo?"
"Si. Yo no he hecho nada que amerite este juicio" la de cabellos corto negro declaró con la barbilla alzada, firme en su creencia de esto.
"¿Oh?" el sonido de la Oráculo reverberó en el silencio de la sala, despectivo. "Entonces, déjame citar tus pecados, empecemos con el más simple..." un brillo blanco comenzó a rodear la figura femenina al mismo tiempo que todos captaron la elevación del cosmos de la joven y al instante imágenes aparecieron tras ellas para que todos pudieran verlas. Representaciones de lo que una vez fue, tan vividas, que podían haber estirado la mano para tocarlas. "Cuando tuviste la visión concerniente a los gemelos nacidos bajo la constelación de Géminis deliberadamente utilizaste el conocimiento para dejarles en claro que el segundo nacido tomaría el camino del mal, los incitaste a creer que era algo irrevocable y como un hecho predispuesto a pasar, sin posibilidades de cambio"
Todos los hombres presentes se tensaron, pero nadie se atrevió a ver al Geminiano, más fue bien audible el gruñido animal que vibró de la garganta de la Pitonisa Madre que a duras penas pudo contenerse de no destrozarla donde estaba sentada cuando pensaba en todo el dolor y el trauma con el que su daimonio había vivido en su infancia y adolescencia, y todo por la voluntad de una desconocida que parecía odiar todo fuera de Delfos.
Pero una rápida mirada a su hombre le demostró que este estaba aparentemente tranquilo, salvo por un musculo que latía constantemente en su mandíbula y la mirada de ojos entrecerrados que este le dirigió a la que era en parte causante de toda su miseria y la de su hermano.
"Me limite a relegar el mensaje" levantó su barbilla con superioridad, fulminando con su mirada a las dos hermanas, pero si no bien hubo terminado en la sala unas palabras fantasmales lo desmintieron junto con las imágenes que mostraban la figura de ella frente a los mensajeros del Santuario.
'...El segundo portara la semilla del mal en él...'
"Es no me parece un mensaje, Kalliope, eso es una aseveración" Kaia bramó tensando su cuerpo de modo que no cediera al impulso de lanzarse a por la estúpida mujer traicionera, a la cual quería destrozar por haber causado tanto mal sin siquiera una buena explicación.
La Pitonisa Regente no dijo nada ante eso, se limitó a permanecer en terco mutismo.
"Tu segundo pecado es haber orquestado el asesinato de no una, ni dos, sino varias Pitonisas por el simple hecho de interferir en cuales quiera que fueran tus planes, incluyendo a la antigua Pitonisa Madre, Arkhes, a la cual envenenaste a distancian a pesar de que esta ya no pertenecía a la Villa" el tono suave y pausado se volvió como el hielo y su mirada refulgió con una cólera silenciosa, mientras apretaba sus manos en dos puños, sintiendo su cosmos fluctuar a su alrededor recreando las escenas de las que sus palabras hablaban con mucha claridad, haciendo que muchos de ellos contuvieran la respiración al caer en cuenta de lo que eso significaba.
La bruma que mostraba las escenas cambio una vez más, mostrando a la hermosa mujer rubia que había sido la esposa de Ilias de Leo doblarse por la cintura sonriendo con amor maternal y profundo a un niño pequeño para después mirar sobre su hombro con alegre afecto a un alto hombre de largos y ligeramente ondulados cabellos que parecía estar sentado tranquilamente observando al par pero súbitamente ella llevó sus manos a su boca para después colapsar tosiendo cantidades de sangre impresionantes, mientras el infante gritaba por su mama con lágrimas corriendo rápidamente por su rostro infantil y el esposo se acercaba corriendo a auxiliarla con una expresión peculiar en su normalmente apacible en su cara. Momentos después las imágenes cambiaron nuevamente para mostrar como depositaban el cuerpo sin vida de la mujer en una pila de madera, con dos monedas en cada ojo y una bajo la lengua, seguidamente la pira fue cubierta por una brillante llamarada que encendió la oscura noche como una la luz de una estrella muriendo, mientras los seres queridos que ella dejaba atrás estaban parados solamente frente a esta, el padre tomando la mano de su hijo en solidaridad.
"Que bastarda más despreciable" murmuró el Canceriano en voz baja apenas audible, obteniendo un asentimiento de cabeza del Escorpiano quien tenía una expresión despectiva en su rostro al mirar a aquella mujerzuela. Muchos de sus compañeros no expresaron abiertamente su opinión, pero varios tenían los labios apretados en una fina línea y una mirada inequívoca de displicencia, aunque antes de que él o su amigo pudieran comentar algo más una ojeada furibunda del Ariano los calló.
"Por ese último crimen, su hijo, Regulus de Leo, tendrá palabra en la decisión de su castigo final" una vez la secuencia de escenas hubo terminado, no importaba si los hubiera visto el día anterior verlo nuevamente cortaba profundamente en su corazón sangrante por la mujer que amó como a su propia madre y saber que de haber descubierto el complot de la traidora ella podía haberse salvado solo agregaban más dolor del que sabía cómo manejar.
Eso al fin, pareció hacerla salir de su silencio autoimpuesto.
"¡El no pertenece a nuestro circulo, por ende, no tiene derecho a inmiscuirse!" reclamó enteramente molesta, su rostro comenzaba a tornarse rojo de la rabia, al saberse cada singular cosa que por años había mantenido en secreto, cosas que hizo para proteger su hogar.
"Debiste haberlo pensado entonces antes de asesinar a su madre" fueron las afiladas palabras de Ione, quien no pensaba darle especio para esconderse de las atrocidades cometidas por lo que empujó sus propias emociones para conseguir justicia para todas las victimas que ya no podían obtenerla por sí mismos. "Entre otro de tus fechorías están, la manipulación y el homicidio de una Vestal del Santuario a la cual usaste sin remordimiento para envenenarme por motivos que aun esta a oscuras"
A sus espaldas una imagen de la mujer mayor contactando con la chica que claramente portaba el vestido de las Vestales trabajando para la diosa Athena y como la Pitonisa le entregó un puñado de aimatirí skiá a la joven mientras le daba instrucciones detalladas de cómo usar el veneno de la mortífera flor de pétalos oscuros, y como una vez que los Caballeros Dorados se dieron cuenta del engaño e iniciaron la búsqueda de la muchacha esta fue llevada con falsedades de protección hacia un claro para después ser atacada en medio del bosque donde también fue enterrado su cuerpo.
Se había ocupado de cubrir su rastro de modo que nadie pudiera encontrar a la fallecida Vestal. Calculó todo fríamente y luego se presentó ante los moradores del Santuario para seguir con su plan oculto.
Ione, no obstante, mantuvo su compostura limitándose a simplemente seguir relatando más de los crímenes de la Pitonisa lo cual ocasionó que los Santo de Oro se volvieran más molestos e iracundos con la mujer quien parecía tener una larga lista de pecados cometidos contra inocentes, y cada escena que se reflejaba con los poderes de la Oráculo demostraba que aquella desalmada no poseía compasión, habiendo quitado la vida a infantes y adultos por igual sin remordimiento. Al final, cuando terminó de enumerar cada pecado la habitación vibraba con poder contenido, con emociones violentas que en manos inexpertas hubiera sido capaz de traer abajo el Templo Papal en cuestión se segundos.
"En vista de todas las cosas de las que se te acusan ¿Cómo te declaras, Kalliope de Delfos?" preguntó la muchacha de ojos exóticos frente a ella, consciente de que su hermana mayor había cambiado a su forma de Direwolf hacia un tiempo y mantenía su vista fija en la asesina frente a ellas con el pelaje plateado erizado completamente, lista para ser la mano ejecutora de su gemela, aunque esta ultima no quisiera realmente hacer las cosas con más derramamiento de sangre.
Kaia no sabía cómo se había contenido hasta ahora, pero si no hacían algo pronto ella no respondería por sus acciones, fue lo suficientemente duro arrear su temperamento al saber que esa traidora hubo propiciado la terrible infancia de Defteros y Aspros, además de haber matado a Arkhes a sangre fría pero que no contenta con eso usara el mismo veneno para intentar asesinar a su hermana pequeña cuando esta no hizo lo que la despiadada insolente quería, era demasiado. Y un rápido vistazo a su lado le informó por la pétrea expresión de el Santo de Sagitario que él estaba a dos minutos de intervenir también, no queriendo a su esposa en la misma habitación que aquella monstruosidad de mujer, pero se estaba dominando, aunque solo los que pusieran atención lo notarían pues él estaba perfectamente impasible salvo por sus ojos fríos que compartía con los otros hombres a su alrededor.
La vieja Pitonisa no encontraría simpatía en ninguno de ellos.
"Hice lo que hice por el bien de la Villa de Delfos" fue la única respuesta que esta dio, totalmente imperturbable ante ser expuesta como lo que realmente era, porque en su mente realmente no creía que hubiera hecho nada malo. "Todo fue por proteger nuestro hogar de aquellos que buscaban destruirlo"
Hubo un silencio incrédulo al darse cuenta de que no había arrepentimiento o emoción alguna en ella, evidenciando lo desequilibrada que estaba.
"El asesinato no esta justificado, especialmente en infantes indefensos" la respuesta de las palabras insensibles de aquella traidora provocó una nueva oleada de furia en la Oráculo, pero se cuidó de mantenerla oculta, no queriendo darle la satisfacción de que la hubiera provocado. E incluso entonces, aún seguía incapaz de entender como alguien que había jurado proteger a sus hermanas de la Villa y a seguir los mandatos de los Dioses para ayudar a la humanidad con las visiones se hubiera vuelto en un monstruo semejante.
"Hice lo que tenia que hacer para protegernos" la mujer de cortos cabellos negros se negó a admitir derrota en su punto de vista. "Y si tuviera que hacerlo de nuevo para asegurar que nuestro hogar estaría a salvo, pues no lo dudaría. Todo el que sea una amenaza para Delfos tiene que ser eliminado, es así de simple... hombre, mujer o niño"
Ione negó, demasiado incrédula para entender esa forma despiadada de pensar. Además de que la lógica de ello era tan retorcida que tenia problemas para siquiera seguirla, cosa que no hacía.
"En ese caso te declaro culpable de todos los cargos de los que se te acusa" girando ligeramente hacia el joven León, quien a pesar de todo lo que hubo escuchado permanecía tan tieso como una estatua con su rostro tallado en piedra esperaba su turno para participar, pero fueron sus ojos con pupilas rasgadas los que delataban el torbellino de furia que lo abatía. "Regulus de Leo, en vista de que has sido uno de los afectados por las acciones de esta mujer tienes palabra para decidir su castigo. Así pues, ¿Qué condena deseas para ella?"
El guardó silencio por un segundo, mirando a la mujer mayor que le hubo arrebatado a su madre a una corta edad, despojándolo de momentos de felicidad que nunca tendría con la persona que lo trajo al mundo y a la cual había amado profundamente. Cuando buscaba en su interior no sentía más que desprecio por la Pitonisa, y si se dejaba guiar por sus impulsos la abriría del cuello al vientre sin siquiera parpadear, sin remordimiento ni culpa, pero entonces, eso no lo satisfaría... nada le devolvería a su madre.
"En otras circunstancias pediría la pena de muerte" dijo con tono frio y desprovisto de emociones, mucho de sus compañeros lo miraron de reojo pues nadie se esperaba que de su boca salieran esas palabras, teniendo en cuenta lo risueño y de buen temperamento que era, pero al conectar su mirada con la de su tío, su único pariente sanguíneo vivo, vio en este aceptación y amor, paciencia, él aceptaría cualquiera que fuera su decisión sin importar que. Y eso más que todo, calmó un poco su tormento interior. "Pero eso significaría que su castigo seria corto y rápido, y yo prefiero un destino peor que la muerte, así que... ¿Qué es la peor condena para una Pitonisa? ¿Qué es lo que ella odiaría más que nada en este mundo?"
Por primera vez, Kalliope pareció preocupada, pero intentó ocultarlo, aunque para los sagaces ojos entrenados de los presentes fue algo obvio e hizo que una sonrisa desprovista de diversión se curvara en los labios del más joven de los Caballeros pues supo que había propuesto un plan brillante para hacer pagar a esa desalmada por todo lo que hubo hecho.
"Comprendo" con un asentimiento hacia el joven hombre, Ione se volvió a mirar fijamente a la mujer y tomando una honda respiración, se levantó bajando del pedestal y caminando hasta detenerse frente a la impía con expresión inescrutable. Su gemela en forma animal estaba a poca distancia lista para acatar ordenes de ejecución si eso era lo que su hermana requería de ella. "Entonces, como dirigente de la Villa de Delfos, yo Ione como la Oráculo designada por los Dioses, te declaro culpable de todas las acusaciones y sentencio a ser expulsada permanentemente de tu hogar, jamás volverás a poner un pie en Delfos mientras vivas, tus hermanas te darán la espalda si lo intentas y estarás condenada a vagar por el mundo humano como una paria sin poderes que te asistan y sin la bendición de tus hermanas... en prescia de la Orden de Athena y con la bendición de los Dioses, declaro este juicio terminado" el cosmos blanco brillo intensamente alrededor de la joven antes de desvanecerse por completo.
"¡Prefiero la muerte a vagar por la inmundicia humana!" exclamó furiosa la Pitonisa, pues para ella era literalmente el peor destino posible, debido a que cada cosa que hizo fue para evitar que sus hermanas y ella se mezclaran con la impureza de la humanidad, para que no fuera manchadas por esa suciedad como ahora la Oráculo y Pitonisa Madre estaban corrompidas.
La Oráculo no se inmutó ante esas palabras.
"Precisamente por eso, Kalliope es que mi hermana ha elegido ese castigo" la voz de Kaia se proyectó directamente a todos los presentes sin siquiera mover sus fauces. "Tus acciones te ha llevado por el camino del mal, y por eso eres condenada a aquella que tanto aborreces" su gran cabeza peluda bajo hasta que estuvo en línea con la sentada mujer, y desnudo los dientes enseñándole los largos colmillos que deseaba enterrar en el cuerpo impuro y desgarrar para vengar a todas esas almas inocentes muertas a manos de una desequilibrada mental, pero eso no sería más que darle lo que ella deseaba así que se contuvo.
A duras penas.
"Deambularas por el resto de tus días con los humanos como una más de ellos, así es y así será" sentenció con voz suave pero fuerte la menor de las gemelas. Muchos de los presentes asintieron de acuerdo con esa decisión.
"No aceptare ese destino" y con una velocidad asombrosa sacó una afilada daga plateada de su manga y la dirigió hacia el corazón de la Oráculo de Delfos, con toda la intención de matarla allí mismo y en el caos siguiente o ser matada o escapar, cualquiera de las dos opciones estaba bien para ella, pero, no obstante, no logró conectar con la suave piel que quería ver manchada de sangre.
"¡Kah!" la poderosa voz de Asmita de Virgo resonó en la sala junto con los jadeos y exclamaciones de los Caballero de Oro al ver aparecer la barrera frente a la joven indefensa, al mismo tiempo que un rugido bestial retumbo gravemente pero antes de que cualquiera pudiera siquiera dar un paso quedaron congelados con la escena siguiente.
La Pitonisa con una expresión triunfante y fría, giró la daga y con un corte limpio y profundo se rasgó su propia garganta antes de que el enorme Direwolf se lanzara a su encuentro.
Ione solo pudo quedarse parada allí sintiendo algo cálido deslizarse por su rostro, mirando casi sin ver el cuerpo sin vida de Kalliope, mientras el caos estallaba a su alrededor en una multitud de voces y movimiento, más ella no pareció poder mover ni un musculo; sus ojos bicolores fijo en el charco de profundo carmesí se iba extendiendo lentamente hasta tocar sus pies, y vagamente pensó que asemejaba un poco a una rosa inmensa. Lo siguiente que supo era que una mirada azul índigo capturó la suya al mismo tiempo que unos fuertes brazos masculinos la envolvían protectoramente, el Sagitariano parecía estar hablándole, pero ella solo escuchaba un lejano murmullo apagado, como si estuviera bajo el agua, todo estaba amortiguado y parecía moverse lentamente.
"¡Ione!" Sisyphus la acunó fuertemente contra su cuerpo, preocupado más allá de lo lógico al mirarla tan ausente entre sus brazos, manchada de sangre de la cabeza a los pies. Su corazón se había detenido en el momento en que vio a la mujer intentar apuñalarla en el pecho y había sabido que no llegaría a tiempo ni con su velocidad divina para salvarla, pero la intervención oportuna del Santo de la Virgen logró impedir que una tragedia sucediera a pesar de que igual presenciaron una muerte.
Sin embargo, el hecho de que su amada no reaccionara era más que preocupante.
El podía sentir a la gemela mayor alterada andando a largas zancadas a su alrededor con su masivo cuerpo escudándolos de los demás mientras trataba de ver si su hermanita estaba en una pieza, con el alto hombre moreno dueño de la Cloth de Géminis a su lado, intentando calmarla sin mucho éxito. El Pope por su parte estaba organizando a los restantes Caballeros y mandando a retirar el cadáver de la Pitonisa de la Sala Papal de modo que fuera preparado para un funeral adecuado que las gemelas decidirían cuando todo se tranquilizara y a traer a la curandera lo más pronto posible de modo que atendiera a la Oráculo.
La siguiente hora fue un calvario para el Santo del Centauro, pero al final de esta su mujer fue encontrada sana y sin ningún rasguño, aunque en estado de shock, por lo que Connor le dio una infusión para hacerla dormir por unas horas de modo que el estrés no repercutiera negativamente en el embarazo. Con un suspiro él la observó dormir, limpia de todo rastro de sangre y en relativa paz, su mano sobre la más pequeña era el único contacto que se permitía por el momento no queriendo perturbar su descanso y con la presencia silenciosa de Kaia al otro lado de la cama era seguro que nadie más intentaría ningún asunto turbo para lastimarla, ni a ella ni al bebe creciendo bajo su seno.
Su vigilia fue inesperadamente interrumpida y cuando se abrió las puertas él se sorprendió al igual que la Pitonisa Madre de ver a las recién llegadas dar un paso dentro de la habitación. Y una parte de él, se preguntó si los problemas no terminarían jamás, no obstante, se enderezo en su asiento con su rostro volviéndose de piedra ya que estaba dispuesto a pelear contra viento y marea por la mujer que amaba y si eso significaba desafiar a las mismas Destinos... entonces lo haría sin dudar.
Y comparado con eso, enfrentar a otros humanos no era gran cosa.
Continuara...
Así que... ¿que les parecio? les ha sorpendido lo que descubrieron? Espero que si porque mis neuronas se quemaron cuadrando todo y haciendo que se conectaran las cosas.
Vemos por primera vez a nuestro Oraculo enfadada *aunque eso es quedarse corto* y bueno no era para menos :v
Ya se acerca el final de esta historia, espero la hayan disfrutado, este antepenultimo capitulo, minna-san :D
¡Nos vemos en el próximo capitulo! ¡Dejen sus opiniones!
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¡Únanse, las esperamos!
Zoteria
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