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ㅤㅤㅤㅤLos asientos divinos se iban llenando uno tras otros, las joyas relucian en los brazos y cuellos de los dioses y diosas mientras sus hermosas voces como campanas y flautas inundaban mis oídos. Me aferre como una polilla a mi fuente de luz más cercana, Apolo, iba un paso detrás de él pero siempre cercana, la corona de laurel en mi dorada melena podía recordar a cualquiera a las pitias que sirven en sus templos en la lejana delfos. Ahora que estaba frente a tantos dioses pienso que me hubiera gustado quedarme en el palacio de Apolo, tejiendo sentada en el suelo mientras Asclepio reposaba en mi regazo y jugaba con mi cabello; pero ¿Por qué echarme para atrás cuando había logrado salir? Estaba fuera, pese a la gran multitud mi pecho también latía con emoción y alegría, quería alejarme de Apolo y ver los jardines del valhalla que tanto he oído hablar sus ninfas, seiscientos años que pasaron entre mis dedos desde la última vez que salí y vi una gran multitud de dioses y diosas.

Una sonrisa se formó en mis labios cuando pude reconocer algunas caras: el astuto Hermes, la hermosa Afrodita, el fuerte Ares, la doncella de ojos grises Atenea... Y como no, la divina entre las diosas, Hera y su esposo el padre del cosmos Zeus. Estaba emocionada de verlos, ni siquiera me importaban los sucesos del pasado ahora mismo, estaba en la misma sala que los olímpicos a los que pertenece Apolo.

Pero faltaba alguien, Artemisa, ella faltaba entre los doce asientos divinos. Trague saliva y tire de la manga de Apolo para llamar su atención, cuando sentí su mirada brillante sobre mí parpadee un par de veces y hablé.

— ¿Y la señora Artemisa?

— Ella debe llegar en un momento, siempre llega tarde.

Asentí en silencio pues mi mirada se concentro en una mirada similar a la mía, que con ojos cerrados reposaba en su asiento indiferente de las divinidades a su alrededor. Poseidón ennosigeo, el agitador de la tierra, el tirano de los mares; o simplemente Poseidón, hermano del señor Hades. Pese a la distancia podía sentir el agua fluir, su influencia sobre el mar amado se extiende incluso lejos de el, tenerlo bastante cerca me hace volver a revivir mi conexión con aquello perdido.

Me preguntaba si está influencia afecta la marca que sella mi relación con mi divinidad primigenia.

Tras un momento tomamos asiento, me mantuve cerca de Apolo mientras veía a Zeus sostener el mazo judicial, la barba le había crecido y se veía mucho más deteriorado, ¿Él tiempo le había afectado tanto? Lo recordaba joven y vigoroso, con una melena rubia junto a un cuerpo enorme. Ahora lucía como un olivo aplastado, pero estaba segura que su poder no había disminuido ni un poco.

— Luce como una pasa, ¿No crees?

La voz de Apolo me hizo levantar la mirada, una sonrisa burlona se postraba en sus labios mientras se cruzaba de brazos. Contuve la risa cubriendo mis labios con una mano.

Nuestro amor es como una dulce historia.

— Parece mas un gusano de jardín.

Apolo solto una risa que logro cubrir con una tos, ni siquiera tenía sentido, los dioses no pueden enfermar, pero nadie dijo nada.

Me mire los pies descalzos un momento, me sentía a salvo cuando podía decir alguna idiotez con él, siempre calmaba mis nervios.

Cuando Zeus dio inicio al juicio divino para decidir si valía la pena que la humanidad viviera más, pero a mis ojos, la humanidad era perfecta tal cual estaba, había conocido muy pocos humanos pero a aquellos que alguna vez pasaron ante mis ojos me mostraron que existe la esperanza en aquella raza. Asclepio era perfectamente humano, es su humanidad lo que lo hace perfecto, estoy segura que cuando crezca será virtuoso pues conoce sus debilidades y buscará mejorar, un gran héroe humano.

Cuando guíe los ojos a Apolo, por su expresión facial, yo sabía que estábamos de acuerdo en eso.

Pero no todos los dioses y diosas piensan igual, pues vi a varios de ellos levantar la negativa dando a entender su deseo de destruir a la humanidad. Cuando eso paso, y al dar un resultado bastante justo para los humanos, dejándoles vivir un tiempo más, escuché a Apolo suspirar de alivio.

Yo misma suspire de alivio, pues la destrucción de la raza humana se llevaría consigo la parte humana de Asclepio, tal vez todo de él pues con cada día que pasaba se volvía más y más humano.

— Es un alivio...

Su voz se escucho baja, diferente a lo habitual, mientras se pasaba una mano por el pecho decorado con un collar dorado que asemeja al sol y sus rayos.

— La justicia divina se ha hecho, lo que los hombres ven como una profecía es solo un montón de dioses decidiendo si quieren seguir teniendo paciencia o no...

— Así ha sido durante cientos de años, te diran culpable porque es parte de su plan... — él dijo —, pero yo vivo libremente, y algún día me gustaría conocer a un humano que de igual forma decida sobre su vida y destino.

— Para eso estás, ¿No? — exclamé —. Como dios deberías poder inducir el seguir su propia voluntad.

— Creo que eso es mas un trabajo que ellos mismos deben hacer.

Comprendí sus palabras, con cuidado me puse de pie ante él, con las manos apoyadas sobre el vientre e incline la cabeza.

— ¿Puedo ir a ver los jardines de los que escuche a las doncellas del palacio hablar? Por favor.

— Pero estoy seguro que habrá gente que aún querrá hablar conmigo.

— Lo sé.

— ¿Y entonces? No que digas que quieres ir sola, sabes que opino de esto, además ya te deje venir conmigo.

Apreté la mandíbula, tenía razón, pero si había querido venir era para ver el mundo a mi alrededor, no a un montón de dioses alabando a Apolo. Tome aire y me trague mi propio temor de cosas como mi pobre estatus y el respeto que me iban a dar estando sola.

— Te prometo que nada va a pasar, te jure no causar problemas y así sera, siempre te llevo conmigo ya sea por la marca en mi carne o la corona en mi cabeza, estaré bien porque me acompañas.

— Ránide.

— Apolo.

Nos miramos mutuamente, me sentía caprichosa al pedir tanta libertad, pero ¿Qué hay de malo? Ansiaba libertad, poder actuar libremente como aquella mujer que amo; sin importar cual caprichosa resulte, voy a insistir hasta poder saborear el dulce vino del libertinaje.

— Ve, pero más te vale no inclinar la cabeza ante otro señor.

— Te agradezco mucho.

Dije antes de darme la vuelta y buscar la salida, yo que era de pies ligeros me sentía como en un baile frenético a cada paso que daba, podrían arrancarme el corazón del pecho y reducir mi vida en un solo renglón pero nunca apagaran este hermoso sentimiento que se pintaba en un lienzo precioso cada vez que sentía la oportunidad de la libertad.









ㅤㅤㅤㅤLos jardines del valhalla eran hermosos tal cual las ninfas habían descrito en sus relatos, las flores abundan de todo tipo y provenientes de todas partes del enorme mundo, la fuente que estaba en el centro hacia brotar agua clarina que me recordó a los manantiales y los claros de agua de los bosques bajo el yugo de Artemisa. Me incline sobre la fuente, los mechones de cabello se me empaparon de agua y mis dedos crearon ondas en el agua, extrañaba realmente poder tener la misma sensación de familiaridad con el agua pese a que estaba tan contenta de haber roto lazos con mi familia. Con el océano antiguo.

Nadie se me había acercado a molestar o hablarme, pasaban de largo tan distraídos en sus cosas, sabía que era porque no conocían mi rostro o mi voz, de mí eran conocidas mis acciones pero al igual que cualquier actor secundario en una gran obra: mi rostro no sería recordado por la audiencia que no se tomo el tiempo de verte en escena.

Alce la mirada cuando escuché un ruido, vi un ave cantora de un hermoso plumaje azulado. Me acerque a la pequeña ave que reposaba sobre el cerco de la fuente, cuando tomo confianza y no huyó de mí acaricie su cabeza que era suave y tibia. Seguramente estaba tomando descanso de su vuelo, pronto volvería a batir alas en el hermoso cielo azul.

Solo imagina estar en el bosque, sin el sentido del habla o el pensamiento, con las ropas ligeras y descalzo, vagando como un cervatillo libre entre las ramas y los arbustos. Estos pequeños momentos tan efímeros como la vida humana eran aquellos que más atesoraba, aquellos con los que soñaba semanas siguientes de que sucedieran.

— Vuela alto.

Dije cuando la pequeña ave cantora abrió sus alas y se alejo de mí, seguramente buscaría un lugar agradable donde volver a reposar.

Apenas el ave se alejo de mi, sentí una pesadez en el cuerpo, como una roca en cada uno de mis hombros, era una presencia imponente. Voltee la cabeza a todos lados, mientras me puse de pie con una expresión de desconfianza en el rostro pálido.
Tal vez fueron unos segundos o minutos, no conté bien el tiempo que pase inquieta ante esa presencia pesada, se sentía familiarmente agradable pese a lo inquieta que me ponía.

— Fuiste imprudente, aunque llevas bien el papel que has estado interpretando estos últimos siglos — una voz dijo —, ahora actúas como si ya estuvieras libre, sabes bien que aún no has acabado.

Apreté la quijada, no supe que decir, logré identificar la voz al instante. Me acerque a la fuente, metiendo los brazos en el agua y viendo mi reflejo en su cristalino espejo natural, seiscientos años... La imagen que vi reflejada no se sentía como la mía, no me podía identificar ahora.

La doncella de ojos de lechuza.

— Este es el final, no pienso seguir, mi papel ya ha terminado hace mucho y estoy disfrutando de los laureles de mi presente y futuro... — susurré —, me niego a relacionarme nuevamente con una divinidad.

— Llamaste mi atención cuando te vi junto al hijo de Leto, supe al instante quien eras en verdad por más que te ocultes detrás de la apariencia hogareña.

— Ya basta.

— Apolo tiene un hijo mitad humano en crianza, ¿No? Seguramente su humanidad ya se hizo más que clara...

El reflejo ante mi parecía hablar por si solo, mis azules ojos brillan en un gris intenso.

— ¿No has pensado que bajo un buen mentor podría crecer siendo un gran héroe como Perseo, hijo de Zeus todopoderoso?

— Ya tiene un mentor asignado cuando llegue a la edad acordada, además, no tomara armas ni va herir a la gente... Él los va a ayudar.

— Absurdo, seguramente Febo sería feliz con un héroe siendo su hijo.

— No conoces en nada a Apolo.

— ¿Y la hija sinvergüenza de un viejo rey si lo conoce?

Guarde silencio, quería tener paciencia ante esta mujer, no era una diosa con la que sería fácil jugar pues así como era la más cercana a los héroes mortales y los ayudaba, también era vengativa cuando se le faltaba al respeto o eras desobediente.

— En nuestra historia de vida, dulce y amarga, lo conozco mejor que usted, Palas.

Desde mi nacimiento, maldita por mi propio padre con la carga de tener que cumplir un papel secundario pero vital en su historia de vida, siempre había estado atada a lo que los demás decían. Yo era un complemento. Incluso después de la gigantomaquia y con la caída de los titanes completamente, seguía actuando un papel secundario en la vida de alguien, sin la opción de escoger mi propio destino. He estado dando un fabuloso espectáculo estos mil años de existencia en las sombras, pero yo ya daba por finalizado mi papel... Pero no, aparentemente los dioses caprichosos me dan mala suerte.

— No dejaré que ese niño tenga la mala suerte que los héroes que Zeus deja florecer para que los venideros cuenten relatos de sus hijos... Él no empuñara un arma, no será un héroe pues nunca consiguen un final feliz.

Los dioses podrían darme toda la mala suerte con la intención de que sus inferiores tengan historias a costa de mi felicidad, lo mismo con Asclepio, sin embargo, yo estaré aquí y siempre estaré aquí, viendo el mundo y su belleza y eso nunca cambiará, nunca.

Me puse de pie, sacando los brazos del agua y viendo mi reflejo difuso. Me negaba a volver a participar en un espectáculo creado por las ambiciones de los dioses que se alzan superiores a mí.

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