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Checkmate, I couldn't lose
***
Sin palabras.
En ese estado me encontraba de camino de regreso al hotel. Ensimismada no conmigo, pero con la realidad, y al mismo tiempo, en absolutamente nada. Una especie de limbo que me sobrepasa a mí como persona, pero no llegaba a mezclarse con la cotidianidad del mundo que me rodea. Yo, que siempre tengo algo que decir y me cuesta un mundo quedarme callada, me he quedado sin palabras respecto a esto.
Y es que la magia del tremendo (y vergonzosamente) mejor sexo de mi vida me mantuvo en una burbuja de felicidad y armonía embriagante por un buen rato, viviendo en un estupor de serotonina, solamente pudiendo recordar los azules ojos de Sebastian y la forma en que se dirigían a mis pechos con cada estocada que hacía, o sus manos recorriendo mi cuerpo causando que se me erizara la piel cuando tendría que haberme causado repulsión. Sarpullido inclusive.
Eso lo había desatado todo: mis pechos. ¿Qué con ellos? ¿Por qué no podía dejar de mirarlos?
Pero había sido mucho más que eso: fue la combinación de todo. La completa desconexión de mi cuerpo con el mundo que me rodeaba, la introspección a mi consciencia en ese instante, que había resultado nula.
Y también lo fue la forma en que sus manos sabían exactamente cómo y dónde tocar.
Es como si él no fuera él. Como si hubiera sido otra persona, y al mismo tiempo, sé que no hubiéramos podido concretarlo sin ese desprecio latente que existe por el otro. ¿Es eso posible? Que haya sido tan bueno a pesar de que a él no lo puedo ver ni en pintura. Y yo definitivamente no era yo. Este tipo de cosas no son para nada mi estilo. Mi parte racional siempre gana porque ni siquiera entro en debate. Rompí todas mis reglas y violé todos mis principios. Esto fue algo fuera de serie que no volvería a repetirse.
Caminé desde el paddock hasta mi habitación en el hotel y ni siquiera me di cuenta. Juro por dios que levité, o floté, o me teletransporté, porque no me había percatado de que ya había llegado hasta que me veo en el espejo de mi cuarto luego de dejar la llave sobre la mesita de noche.
Me veo radiante, he de decir. No tengo otra palabra para describir cómo me siento. Pareciera que mi piel tuviera brillo propio, y mis mejillas están tan sonrojadas que me sentí irritada porque sabía que ningún rubor en el mundo podría igualar semejante tono. Tono Sebastian Vettel.
No sé por qué lo había disfrutado tanto si fue con él. Tomando en cuenta nuestro contexto era para que estuviera vomitando en el segundo que lo hubiera visto llegar a mi encuentro en el podio, para haber roto la botella desde el instante en que comenzó a rociar su contenido sobre mí, y sobretodo para haberlo empujado lejos desde el segundo en que tomó el borde de mi camiseta. Tuve mil oportunidades para mandarlo a la mierda.
Y mil oportunidades desaproveché.
Hice todo lo contrario, de hecho. Tal vez no vomité ahí arriba, pero estoy a punto de hacerlo en este momento al darme cuenta de todo, cuando finalmente el efecto pasa. La burbuja que me había transportado hasta aquí ha cumplido su función y se revienta frente a mis ojos cuando caigo en cuenta: estoy usando su playera. Estoy usando la playera de Vettel.
No, no. Había sido follada, tocada, arruinada por Sebastian pendejo Vettel. Recuerdo sus manos sobre mi piel, perdiéndose debajo de mi ropa, o la forma en que jadeaba cada que me embestía, y de pronto el recuerdo quedó manchado por la realidad de las cosas. La tela de su playera es del mismo material que las mías de Ferrari, pero se siente tan diferente que comienza a picarme la piel como si fuera alérgica.
No sé si se deba a la tela, a que es del equipo contrario, o a él.
El escudo de Red Bull descansado cómodamente contra mi pecho, y el resto de la tela existiendo alrededor de mi figura, ajenos por completo a lo que representan cuando están siendo portados por mí.
Me veo frente al espejo y me siento irreconocible ante mi propio reflejo. Radiante, bonita, fresca, pero no por las razones correctas. Estoy acostumbrada a usar playeras algo más grandes que mi propia talla, pero por alguna razón esta no se ve de la misma forma, es casi como si estuviera hecha para mí. Mi cabello cae por mis hombros e increíblemente se ve mucho mejor arreglado que cuando mi equipo lo hace por mí. Pareciera que todas las circunstancias estuvieron a favor para que esto pasara, inclusive mi rímel azul que está levemente corrido bajo mis ojos, pero no de una forma desprolija.
Dios. ¡Dios! El pendejo jamás va a dejar de recordármelo, burlándose de mí, haciendo comentarios sugerentes frente a los demás, si es que no se los ha contado a estas alturas. Si le cuenta a alguien sobre esto nadie va a tomarme en serio jamás, va a arruinarme antes de poder construir mi reputación.
Tiene el poder de entregarme en bandeja de plata a la prensa, o literalmente a cualquiera, para destruir mi carrera antes de poder forjar mi nombre por cuenta propia. Porque eso es algo en lo que se puede estar de acuerdo sin la necesidad de pensárselo mucho: que si esto se sabe, es lo único que los demás van a ver cuando escuchen mi nombre. Las personas que te quieren ver mal SIEMPRE van a aferrarse a lo único negativo que se sepa de ti, incluso si es mínimo, incluso si para nada afecta tu desempeño en el trabajo. Aunque bueno, no necesito irme tan lejos. Inclusive si no se lo cuenta a nadie, jamás va a dejar pasar la oportunidad de recordármelo todos los días. Y me considero una persona fuerte, pero escucharlo joderme con eso a partir de ahora puede ser demasiado para cualquiera.
¿Qué hice? ¿Qué hicimos? No. Esto fue un error. Todo estaba en contra para que esto pasara, estoy segura de que no estaba escrito en ningún libro de destinos. Si los multiversos existen, estoy segura de que este es el único en el que hicimos esto.
¿Pero por qué se sintió tan bien? Jamás había pensado en Vettel, muchísimo menos en un contexto así, pero no es para nada lo que me habría imaginado. Fue buen sexo, sí, pero qué asco.
¿Cómo regresó él a su cuarto? ¿Con el torso desnudo como si nada? Tampoco me sorprendería. El imbécil se la pasa haciendo cosas para llamar la atención, no me parece descabellado pensar que caminó de regreso sintiéndose orgulloso de andar por ahí en esas condiciones, regodeándose al recordar el motivo y dejando a la imaginación de los curiosos la razón.
Quiero retroceder el tiempo y haberlo empujado desde que llegó, haberme ido desde el momento en que me roció con esa champaña. La sensación me persigue. Está impregnada en mi aura, tatuada en mi persona y grabada en mi mente. Ni 100 sesiones de hipnosis me harían poder olvidarlo todo. Porque sí, estoy dispuesta a olvidar mi mejor encuentro sexual con tal de dejar de sentirme de este modo.
No pude encontrar consuelo en mi lectura actual esa noche porque mi mente seguía volviendo ese encuentro en el podio, tan elevados y distantes del mundo que las leyes y reglas de nuestra naturaleza dejaron de existir, pero me sirvió mucho escribir al respecto. Solo son ideas y frases desperdigadas sobre el papel, pero me hacen sentir un poco mejor al drenarlas de mi cabeza.
Me tomó mucho conciliar el sueño también, pues me sobresaltaba cada cinco minutos al revivir lo ocurrido, como una alarma imposible de apagar destinada a recordármelo por toda la eternidad. ¿Así va a ser de ahora en adelante?
Me despierto con la esperanza de que todo hubiera sido una pesadilla. De hecho, lo primero que sentí por la mañana fue alivio al creer que se había tratado de un sueño, pero su playera de Red Bull tirada en el piso del baño hace que mi estómago dé un vuelco, como si una piedra se estuviera hundiendo dentro de mí. Había tomado un baño de burbujas ayer por la noche para intentar olvidarlo todo, como si el jabón fuera a limpiar mi pecado, y el agua fuera a llevárselo lejos por el desagüe. Claramente, no pasó ninguna de las dos cosas.
Pero había decidido que esto no iba a joderme la vida. Son errores, todos los cometemos, y no voy a dejarme vencer por el mío, a pesar de que sin importar a dónde viera se sintiera como el fin del mundo. Pero luego recuerdo que mi vida no se acabó cuando tuve que enfrentar todos mis obstáculos hasta ahora, y este no sería la excepción.
Así que me pongo un par de jeans y mi sudadera favorita para bajar a desayunar. Le echo un último vistazo a mi reflejo antes de irme, cayendo en cuenta de que para bien o para mal, soy una persona diferente a quien era ayer. Sigue siendo mi misma rutina, estoy usando mi misma ropa y soy la misma chica, pero las cosas son completamente distintas aunque no lo parezca.
Tomo el elevador y me dirijo al restaurante del hotel. El desayuno es sagrado para todos nosotros, y sé de buena fuente que nadie se los salta, nunca. Aún así, me tomo un momento antes de entrar, armándome de valor para afrontar esta nueva realidad.
Temo entrar al restaurante y que todos se callen al verme. Que comiencen a murmurar y susurrar entre ellos mientras que Sebastian se regodea como un dios al contarles lo ocurrido. Detesto el hecho de que sea él quien tenga la ventaja, y yo, todas las de perder.
El tipo es un cabrón de lo peor, pero no haría algo como esto, ¿verdad?
— Avalon, buenos días. ¿Cómo estás? ¿Pudiste descansar después de lo de ayer? — las palabras de Kimi me traen de regreso, pero son suficientes para que me hagan mirarlo casi con terror en mi cara. ¿Me había visto usando su playera al regresar al hotel? ¿Vettel ya se lo había contado? — La carrera... — complementa al ver que no respondía nada.
Si el alivio tuviera nombre en este momento, sería el mío. Me regresó el alma al cuerpo.
— ¡Ah! Sí, mucho mejor. Tenías razón, lo bueno de eso es que solo puedo mejorar. Pero igual es un día que preferiría olvidar.
Sí, dios. Ayúdame a olvidar.
— Sí, te entiendo, todos hemos tenido de esos. ¿Café? — me ofrece al hacernos entrar e indicarme que me sentara a su lado, así que tomo asiento mientras él se encarga de servirnos.
Todo parece igual que siempre. Los chicos se ocupan de sus propios asuntos y nada parece haber cambiado. Nadie me mira diferente ni se ríe, así que al menos tengo la certeza de que el pendejo no ha dicho nada de lo acontecido. Y trato de no ser muy obvia al mirarlo, pero él se ve como cualquier otro día.
— Hey, Avs. Lewis y yo vamos a hacer la reservación de la mesa para hoy en la noche. Sí vienes, ¿no? — Nico se sienta en la silla que le pertenece a Kimi, y me percato de que trae una libreta en mano. Alcanzo a ver un par de nombres escritos, entre ellos el mío. — Dijiste que vendrías. — me recuerda al verme dudar un poco.
Nunca tomé a Rosberg como una persona organizada y prolija, así que me causa gracia. Pero es cierto, hoy es la salida. Me había parecido una buena idea la semana pasada que lo propusieron, y de hecho estaba emocionada por ir... pero ya que el momento llegó, y que el plan es tangible y está materializado, me da una flojera tremenda tener que hacerlo. Me había prometido un premio para después de hablar con Sebastian. Tenía en mente pedir room service y quedarme a ver una pel'. El tener que afrontarlo drenaría mi energía, así que una recompensa siempre es bien recibida.
Pero ahí radica el detalle. Si me quejo de no tener lazos tan fuertes con ellos, y de no poder cultivar amistades aún cuando es algo que he querido desde hace mucho tiempo, tengo que poner de mi parte también. No podré hacer amigos desde las cuatro paredes de mi habitación.
Entonces me convenzo a mí misma de hacerlo, de salir de mi zona de confort y recordarme que mi libro va a estar ahí cuando regrese, y que puedo pedir servicio a la habitación literalmente cualquier otro día, pero jamás podría perdonarme si pasa algo interesante en el club y yo no estuve presente para verlo. Me rehúso a perderme de las bromas internas, así que le digo que sí.
Y una vez con eso cubierto, solo queda una cosa más en mi lista de pendientes, pero por más que hago señas discretas y me le quedo mirando, Sebastian no mira otra cosa que no fuera su desayuno, y a Mark, que está sentado junto con él. Maldita sea, Vettel, voltea, date cuenta.
Pero no lo hace. Entonces hago algo por primera y última vez en mi vida. Ir a su encuentro. Si ya es un día de primeras veces, ¿qué más da una raya más al tigre? Nadie me presta atención cuando me levanto de mi asiento y camino por el serpenteante pasillo de mesas hasta llegar a su encuentro.
— Necesito hablar contigo... — suelto sin ningún preámbulo, porque había pasado demasiado tiempo convenciéndome de acercarme y hablar con él. Sebastian deja su conversación a media frase, dedicándome una mirada neutral desde su asiento, pero una vez que sus ojos conectan con su cerebro, y cae en cuenta que se trata de mí, es como si necesitaba un recordatorio visual para recordar lo que pasó. Y cómo nos afectaría.
La cara de Webber lo dice todo. Nunca antes, jamás en nuestra existencia, me había acercado a él voluntariamente para nada. De hecho, las pocas y contadas veces en las que nuestro intercambio de palabras no se había basado en groserías e insultos, es única y exclusivamente cuando estamos en las entrevistas o ruedas de prensa. Y dichas palabras se limitan a responder preguntas que nos hacen, no por otra cosa, no en otra circunstancia.
Rogué para que no saliera con alguna de sus pendejadas de diario. Para que por una vez en su vida contestara como una persona normal.
— Sí, yo también. Ven.
Bueno, al menos se comporta maduro al respecto en frente de Mark. Eso es ganancia, sobretodo tomando en cuenta con quién estoy hablando.
Mira a nuestro alrededor como si fuera un traficante a punto de hacer una entrega. Diría que se ve ridículo, pero yo estoy haciendo lo mismo en este momento. Necesitamos hablar para dejar las cosas claras y quitarme este peso de encima, pero si alguien nos ve va a significar un problema, porque nunca antes habíamos cruzado palabra en estas condiciones, muchísimo menos a solas. ¿Qué excusa daríamos? Él y yo nunca hemos tenido ni tendremos nada de qué hablar después de resolver esto.
De por sí estoy segura de que Webber está preguntándose qué demonios acaba de presenciar.
Mira hacia ambos lados del pasillo afuera del desayunador para asegurarse de que nadie que conozcamos nos esté viendo. Bien. Al menos eso me indica que está igual de comprometido que yo para enterrar lo acontecido debajo de una pila de ignorancia e indiferencia.
— Bromearía respecto a que no puedes tener suficiente de mí, pero la verdad es que ni siquiera quiero mencionar lo que pasó. — dice abrazándose a sí mismo. Veo que nuestro encuentro fue igual de traumático para él como lo fue para mí.
— Sí, exacto. Entonces no hablemos de eso, ¿sí? Jamás.
— ¿Qué te preocupa? No nos hablamos de todas formas.
— ¿La verdad? Que se lo cuentes a alguien más. Todo mundo sabe que no nos agradamos, y si esto se descubre no pasa nada para ti, pero yo sería la zorra que se acostó con alguien de la parrilla. ¿Lo entiendes? Automáticamente las cosas se vuelven en mi contra.
— Valiente de tu parte pensar que querría tu nombre ligado al mío, sobretodo en algo como esto. Además, haberte acostado conmigo es lo mejor de tu personalidad, Russo. Si yo fuera tú, estaría gritándolo a los 4 vientos, tatuándomelo y publicándolo por todos lados. Te hice un favor. — escupe como si se hubiera ofendido.
Y lo entiendo, supongo. No bromeaba con lo que dije en esa rueda de prensa hace un par de meses. Es como si todas sus conquistas desearan desesperadamente que se supiera que habían tenido algo con Vettel. Y ahora puedo corroborar que los rumores son ciertos, pero jamás lo admitiría ante él.
— No, un favor te hizo la primera chica con la que estuviste al hacerte creer que eres bueno en lo que haces.
Mis palabras, si bien provienen de justamente la persona que más odia en el mundo, le joden. Vettel es un narcisista arrogante. Cualquier cosa que le digan va directamente a su ego. Curioso que le importe más esto que cuando le digo que es un mal piloto. Supongo que se debe a que soy la primera que se lo dice.
Es mentira por supuesto, esos rumores que circulan por el paddock resultaron ser apenas una pequeña parte de todo lo que ese cabrón puede lograr, pero no necesita que le inflen más el ego. Podría aventarlo a una alberca y eso lo mantendría a flote sin problema.
— ¿Sí? Eso no es lo que parecía anoche. ¿Me trajiste mi playera? Si no, no te preocupes. Te la puedes quedar. Un souvenir de la mejor noche de tu vida, con el mejor con el que has estado. — escupe con tono arrogante, soltando la fachada de víctima que había estado utilizando.
Disfruta de decirme eso precisamente porque sabe que lo admita o no, esa última parte es cierta. Creo.
— Vettel, voy a quemar esa playera en cuanto deje de sentirme asqueada como para tocarla, pero por lo pronto, olvídalo, eso jamás pasó, cada quien por su lado, igual que siempre.
— ¿Olvidarlo? ¡Tengo marcas de tus uñas en mi espalda! — suelta en una mezcla de grito con susurro, si es que eso tiene algún tipo de sentido. — ¡Tienes mi puta camisa!
— ¡No seas llorón! Has tenido decenas de accidentes en el auto, ¿pero te molestan unos cuantos rasguños?
Se queda en silencio, fingiendo tomar una decisión respecto al tema, pero los dos sabemos que no hay para donde hacerse; la respuesta es clara, ni siquiera puede amenazarme con contar esto porque tampoco quiere que se sepa. Pero completamente alejado a un sí o un no, ofrece una respuesta diferente.
— ¿Por qué usas sudaderas y playeras más grandes si tienes tanto que ofrecerle al mundo? — pregunta genuinamente interesado, con su mirada clavada en el dibujo de un monoplaza sobre mi pecho.
¿Cómo es que siempre trae el tema de regreso a algo como esto?
— Perdóname por haber faltado a las clases de styling para pilotos. A la próxima me pongo vestido para bajar a desayunar.
Una sonrisa coqueta se abre paso en su rostro, y su mirada se clava en mis labios sin ningún tipo de vergüenza. — ¿Lo harías? ¿Por mí? — me dedica una mirada cargada de falsa ternura, como el gato con botas.
— ¡Dí que comprendes!
— ¡Bien! No fue la gran cosa de todas formas, yo feliz de olvidar. — responde tajante, incluso algo ofendido.
— Y no se lo digas a nadie. Esto no cambia las cosas entre nosotros. Seguimos siendo los mismos, ¿okay?
— Actúas como si hubiera sido algo espectacular. Una más, una menos. Nadie va a saber nada por mí.
— Y olvídalo también tú, ¿de acuerdo? Porque te conozco, vas a aprovechar esto para joderme en cada oportunidad que se te presente, así que escucha: no juegues con esto. Entiérralo, ignóralo. Jamás pasó.
Una broma con la palabra enterrar se le cruza por la mente, estoy segura, pero no dice nada.
Rueda los ojos, probablemente molesto por tener que pasar más tiempo del necesario hablando de esto. — ¡Ya te entendí! ¿Cuántos años crees que tengo?
— Tu edad mental es de 5. Seis a lo mucho.
— Russo, voy a ser contundente porque me está aburriendo tener que hablar de esto...
— Me sorprende que conozcas el significado de la palabra "contundente". ¿Te acaban de regalar un diccionario? O lo que es más sorprendente todavía: ¿sabes leer? — lo interrumpo, logrando que rodara los ojos de nueva cuenta antes de continuar.
Me gusta colmar su paciencia.
— No voy a decir nada, no te voy a joder con eso. Tampoco es algo que me enorgullezca a mí, no quiero tener que recordar. Eso es lo más cercano a un gesto de cortesía que vas a tener mi parte alguna vez, así que agradece que sea algo que me afecte a mí también.
Pude haberle respondido muchas cosas, pero las palabras de Fernando se habían quedado muy presentes en mí y me habían hecho darme cuenta de que somos una bola de nieve que va cuesta abajo. Puede parar en cualquier momento, pero no lo hace, y por el contrario sigue y sigue creciendo hasta convertirse en un monstruo que ya duró demasiado.
Asiento, aliviada de haberle puesto fin a lo que tanto me preocupaba, pero ni bien me dispongo a regresar al restaurante cuando dice algo que me hace voltear a verlo nuevamente.
— Russo, espera. ¿Eso significa que no voy a verte usando un vestido mañana para el desayuno?
Dios se apiade de mi alma. Pero decido que gane este encuentro por ahora y entro al salón de regreso, dando por terminada esa conversación. Sin importar lo mucho que todavía tenía por aportar a la misma.
Sebastian's POV
Mantenlo en tus pantalones, Sebastian. Mantenlo en tus pantalones.
Me había prometido a mí mismo controlarme esta temporada. Pasar a las chicas a segundo plano, a décimo plano, si se puede. Justamente estaba esperando no cometer un desliz en el club al que iríamos hoy... todo para que el error lo terminara cometiendo con la persona menos esperada del universo, en el sitio más improbable para que algo que no fuera una celebración tuviera lugar.
La única persona que jamás iba a estar en mi carta de bingo, la que jamás imaginé. Aquella que desde que tengo memoria hago lo posible por evitar. Había sido muy rebuscado todo, porque honestamente, ¿cuál es la probabilidad de encontrarte con alguien a medianoche arriba del podio de la pista?
¿En serio eso fue todo lo que me tomó? ¿Una camiseta mojada y un par de pechos? Oh, soy débil. El más débil de la historia como para haber cedido tan fácil ante mis impulsos. No pensé, por supuesto que no pensé en las consecuencias e incomodidad que esto iba a traerme, a ambos. Trataba de involucrarme con mujeres que no tendría que ver tan seguido para evitar los encuentros incómodos en el paddock, ¿todo para qué? Para meterme en la puta boca del lobo.
Los recuerdos no me dejaron dormir. Y es la primera vez que me pasa algo como eso. Ni siquiera manifestándose como pesadillas o haciéndome sobresaltar, sino por la inmensa satisfacción que había sentido en ese momento. Su cabello enredado entre mis dedos y su cuerpo golpeando contra el mío en el mejor escenario posible.
¿Pero con Avalon? ¿En serio? La persona más insípida, irritante, aburrida y molesta que existe en el mundo. De todas las personas, todas las chicas que pude encontrarme ese día, tuvo que ser ella. Si esta es una broma, es la peor que se ha creado. ¿Yo soy el remate? Ni siquiera encuentro el chiste.
Tiene buenos pechos, le daré eso. Pero nada más.
El sexo fue bueno, pero no debería haberlo sido. Fue de hecho sorprendentemente mejor de lo que hubiera pensado. Pero no le doy mucha importancia a eso último porque yo jamás había pensado en ella.
Debería haber sido despreciable, terrible, olvidable. Las cosas serían mil veces más fáciles si hubiera sido así, pero en realidad fue todo lo contrario. Y me desprecio por eso, por haberlo disfrutado tanto. ¿Pero por qué? ¿Qué fue lo diferente a las otras veces que lo he hecho?
"No puedes mantenerlo en tus pantalones, Vettel" es lo que me había dicho en alguna ocasión, pero más bien, no pude mantener mis ojos alejados de sus pechos. ¡Todo había sido su culpa! Si no hubiera traído una blusa blanca sin nada debajo yo no me habría vuelto un pendejo por eso. Son mi debilidad, todo mundo lo sabe.
Pero lo importante ahora es que todo está arreglado, y el mundo puede seguir su curso con normalidad. Esto va a quedar tan enterrado en memorias, bajo la pila de errores que deseo eliminar de mi mente, que en un par de meses ni siquiera voy a acordarme.
Pero por lo pronto necesito hundirme en alguien más para olvidar el trago amargo que había abarcado mi noche de ayer. Esconderme detrás del recuerdo de otra persona, y de otra más. A un error le pones corrector encima, esperas a que seque y luego vuelves a escribir. Así funciona.
Entonces le dedico todo mi tiempo y atención a las mujeres del bar. Aunque me desanima un poco porque parezco ser el único en busca de alguien con quien compartir cama esta noche. Webber solo me sonríe pero no hace el intento por seguirme el juego, y ni siquiera Lewis o Nico se ven interesados en conseguir algo más que tragos y cervezas, así que me hago a la idea de no tener apoyo de nadie para conseguir a una chica.
El único que sí parece estar en mi misma sintonía es Nelson, pero ese tipo siempre está buscando mujeres sin importar que estemos en una fiesta o no. Afortunadamente mi suerte cambia cuando veo a Kimi tomar asiento en nuestra mesa... pero Russo está con él. Su presencia me molesta en este momento más que nada porque desde que inició la temporada que no se le separa a Kimi. Carreras, dinámicas, cenas, entrevistas y ahora aquí. Entiendo que no tiene amigos, ¿pero él qué culpa tiene? Gracias a eso tengo un compinche menos que me acompañe, porque Kimi nunca me dejaría solo. A nadie de hecho.
Tal vez por eso Avalon está con él.
Hubiera sido de mucha ayuda que no hubiera venido hoy. En serio, me propongo a olvidar y matar el recuerdo al buscar a alguien más y se le ocurre aparecerse en el club también. ¡Nunca sale! ¿Y justo hoy se le ocurre venir a socializar? Parece que lo hace a propósito.
Pero había hecho el control de daños, y mi antídoto para este malestar ya había sido seleccionado: una preciosa castaña que no deja de mirarme desde que llegamos al club. Tal vez pueda zafarme e irme antes que el resto. Sé que comprenderían, que me apoyarían inclusive.
Mis amigos están en la mesa privada que habían reservado Hamilton y Rosberg, algunos más perdidos en el alcohol que otros, pero pasándola bien. Nunca me había percatado de que esta es la primera vez en la que estamos todos juntos en un lugar que no sea el paddock. ¿Es eso raro? Casi me siento mal por tener que irme antes para lograr mi propósito, pero eso es algo que no puedo posponer, salidas habrán muchas, ya lo habíamos prometido.
Aunque claro, nunca voy a desaprovechar la oportunidad de molestar a Russo, y es exactamente lo que hago cuando veo que se le despega a Kimi.
— Si querías más solo tenías que pedir. — digo para molestarla cuando llega a mi lado en la barra dispuesta a pedir una bebida.
— ¿Disculpa?
— Nunca vienes a este tipo de lugares. Quiero pensar que si te animaste a venir hoy fue precisamente para poder verme más de cerca.
— Para alguien que clama odiarme tanto pareces muy al pendiente de mí. Tal vez fuiste tú quien vino solo para estar conmigo.
Si hay algo -lo único- que puedo darle en retribución (además de sus pechos, por supuesto), es que sabe cómo responder. Hace las cosas más divertidas.
— Ya quisieras. Esto es mi territorio. Y tú lo fuiste también, ¿te acuerdas? — y no hay nada más divertido para mí que joder a Russo. Lo veo como un reto personal porque a diferencia de otras personas, no se pone nerviosa tan fácil como me gustaría.
— Si estamos hablando de territorio, ¿no fuiste tú quien se quejó por tener mis rasguños en su espalda? A mí me queda clarísimo quién marcó a quién.
Nunca dejo que nadie se percate cuando me dejan sin palabras o me toman desprevenido, pero su respuesta fue tan rápida y la dijo sin dudar que no supe ocultarlo. Estoy seguro de que mi sonrisa se esfumó tan rápido cómo llegó, y ella se percató de eso. Lo sé por la forma en que su propia sonrisa se abre paso en su rostro.
Mal mal mal. Las cosas se sienten al revés de entrada porque ni siquiera tendría que haberle hablado, muchísimo menos haciendo referencia a lo acontecido. No me pude resistir a molestarla con lo mismo, pero desafortunadamente no resultó favorecedor para mí. Perdí la cuenta del marcador, pero no sé cuántos puntos debió de darle eso.
Y caigo en cuenta que ignorar a Avalon va a ser un problema porque cada vez que mi mirada tropieza con ella no puedo evitar imaginármela como hace 24 horas. Probablemente no sea lo mejor recordarla jadeando mi nombre con sus manos recorriendo mi pecho mientras platica animadamente con el resto de los chicos, pero mi cabeza parece funcionar por cuenta propia. ¿Qué pasa conmigo hoy? Esto no me había pasado jamás. Tal vez se debe a que nunca salgo con una chica con la que compartí una noche. Ni siquiera les llamo, de hecho. Pero lo había jodido todo al meterme con Avalon, porque de todas las mujeres del mundo ella es la única de la que no puedo esconderme. Literalmente. ¿Cómo podría? Compartiendo pista, aviones, hoteles y transporte es como jugar a las escondidas en una caja de zapatos.
Aunque ella no ayuda mucho, ¿qué clase de chica viene vestida con jeans a un club? Todas las demás son personas normales y traen puesto vestido, así que ella no pasa desapercibida, pero no por la razón que muchas quisieran. Si te vas a vestir así vete por un puto café o algo así, ¿qué mierda haces en una fiesta?
Pero al menos está cumpliendo su parte del trato y me ignora casi religiosamente cuando toma asiento junto a Webber y Kimi. Mark, mi propio compañero de equipo poniéndose de su lado. Traidor. Pero voy a callarme y apagar mi cerebro. Voy a dejar que el alcohol funcione como mi combustible al menos por una noche, dios sabe que me lo merezco.
Pero como si desprendiera cierto magnetismo involuntario, mi atención sigue regresando a ella. Y digo involuntario porque no está haciendo nada que me haga mirarla. No baila, no conoce, ni siquiera se pone de pie. Se limita a sentarse y conversar con todos a su alrededor. Qué irritante es, por dios. ¿A qué vino si no iba a divertirse o sacarle provecho?
Se sienta con las piernas sobre el sillón, pegadas a su pecho. Para colmo de todo se comporta como si tuviera 5 años y estuviera en espera de que le tomaran la orden en algún restaurante. No se viste para la ocasión y ciertamente se comporta como si no estuviera en el lugar en el que está, ¿y se atreve a llamarme a mí inmaduro? Es una puta broma. Me cae mal todo el tiempo, pero justo ahora que le estoy prestando la atención debida me doy cuenta de que mi sentir no es injustificado. ¿Quién mierda se cree que es?
Casi estaba enumerando las cosas que me desagradan de ella esta noche que no me percaté el momento en que Fernando, un poco pasado de copas, brindaba por las cosas más cotidianas que se le puedan ocurrir a una persona. Claro, brindemos por la buena música del lugar, o del clima, no tengo problema.
— Y también quiero brindar por Sebastian y Avalon... — levanta su copa seguido de los demás, y de inmediato la mirada asesina de Russo se clava sobre mí desde el lado contrario del círculo de pilotos.
¡Yo no dije nada! Es un secreto que me llevaría a la tumba y que no confesaría de ninguna manera ni ante San Pedro después de morir. No sé si iría al cielo, pero de ser así no hablaría de ello tampoco.
Pero nada de eso parece importar porque Avalon está asesinándome de todas las formas que se le ocurren en este momento. 1000 maneras de morir se queda corto a su lado, estoy seguro. Pero no, tiene que haber una explicación. No hay manera en el infierno en que Alonso se haya enterado de lo ocurrido. No había nadie en la pista, nadie nos escuchó hablar hoy... y aún si lo supiera, jamás lo divulgaría. Mucho menos de este modo.
¡Y yo menos! Soy un hombre de palabra.
¿Me vio regresar a mi habitación sin camiseta y unió los puntos? ¿O tal vez la vio a ella usando mi propia playera? ¡No! ¿Y si nos vio en el podio? Cada escenario se vuelve peor que el anterior, y estaba seguro de que nadie nos había visto esa noche, pero Fernando no deja de sonreír mientras su mirada va de uno al otro, así que no sé, tal vez a él se le ocurrió dar una vuelta por la pista esa noche también.
Y solo nos queda esperar el remate. Puedo imaginar la reacción de todos, pero sé que ninguno se lo terminaría de creer.
—... Porque han honrado su promesa, y han sabido comportarse muy bien desde entonces. — choca su copa contra la de Webber, quien también sonríe con aire ganador, acercándome más a ellos al poner su brazo sobre mis hombros. — Estoy muy orgulloso de ustedes dos. — agrega abrazando a la italiana. — A pesar de esa primera carrera creo que han sabido manejarse muy bien. ¡Sigan así!
Me volvió el alma al cuerpo. Juro por dios que nunca antes había bebido mi copa más rápido como hoy, deseando desesperadamente que el susto se vea sobrepasado por el amargo sabor del licor raspando mi garganta. Avalon relaja su postura y finge una sonrisa también cuando la preocupación se evapora de su sistema.
Va a ser una larga semana, pero decido acelerar el proceso y seguir con la operación Volver a la normalidad. Entonces regreso mi mirada a la castaña dispuesto a retomar mi plan, pero esta vez me percato de que trae un celular en mano. Le enseña la pantalla a su amiga y de forma poco discreta me señalan desde su dirección, riendo y acomodándose el cabello cuando hace el intento por acercarse a mí.
Puta madre, otra vez no. Me reconocieron. Y la última vez que me metí con alguien que sabía quién era, las cosas no resultaron tan bien incluso para ser algo fugaz.
Podría correr el riesgo una vez más, darle una segunda oportunidad a los acostones fugaces. Eran divertidos cuando no tenía que preocuparme por todo lo que conlleva, pero el precio a pagar se volvió elevado para algo de una sola noche. Mi paz mental, mis relojes y mis playeras son importantes para mí, pero no pienso elaborar.
Y mi idea murió con eso, solo para ser reemplazada por un pensamiento pecaminoso, casi ilegal, pero que hizo mucho sentido en mi cabeza. Tal vez fueron las burbujas de la champaña, o por mi decepción al ver mi plan frustrado al ser descubierto por la chica. O tal vez nunca había dejado de pensar en lo acontecido hace exactamente 24 horas, pero me hizo reflexionar.
En ese momento me hizo sentido, tuvo lógica, y tal vez sea el alcohol hablando, pero no le encuentro ningún desperfecto a este plan.
¿Por qué no?
Bueno, tengo mil razones para una negativa, eso es claro, pero en este momento, sintiendo esa familiar inconformidad en mi entrepierna que tal parece solo sería calmada por mí mismo esta noche, no me importó ninguna más que esa única razón para considerarlo seriamente.
La idea se fue tan rápido como llegó. Pero se impregnó tan profundo en mi cabeza que me hubiera sido imposible olvidarlo aunque me lo hubiera propuesto.
¿Y si...?
Todo está en contra, ni siquiera yo estoy a favor. Pero es una posibilidad, y antes de desechar una idea tienes que pensar en todas las variables. Yo era una de esas pequeñas variables para Red Bull antes de firmar mi contrato, y la idea terminó por traerme aquí, hacerme quien soy. Entonces quién sabe.
Tal vez, solo tal vez...
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— Andrómeda🏎
La sensación de haber cometido un error del que te arrepientes es terrible, espero haberla captado bien para Avalon en este cap. Ahora los dos son miserables y están aprendiendo a vivir con ello.
Pero a Seb se le ocurrió algo. Tan imaginativo él siempre👀
¿Qué les está pareciendo?
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