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Golden Blood

Un día sábado por la noche, ¿podía haber mejor tiempo para descansar? Probable no. Tras varias horas de estar de un lado para otro, resultaba como lo mejor del mundo quedarme en el sofá con la tv prendida, incluso si parecía que mis ojos estaban más cerrados que abiertos.

Pero el descanso no era eterno.

Cuando menos me daba cuenta, ya estaba de regreso al hospital. Con sus horarios ajustados y pareciendo más un hogar que mi propio departamento. Y es que pasaba más tiempo entre esos pasillos blancos con una mezcla de olores entre medicamentos y desinfectantes, que mi propio hogar que parecía estar algo descuidado por el abandono que tenía al estar tantas horas fuera.

Me gustaba mi trabajo. Felizmente podía admitir que incluso tenía que ser de las pocas personas que realmente lo disfrutaba más allá del dinero que me daba, pero eso no quitaba el hecho de que mi vida personal estuviera siendo todo un caos. Todas las novias que había tenido, se marchaban cuando veían que le dedicaba más tiempo al hospital que a una cita, y las entendía, nadie en su sano juicio saldría con un patán que ni siquiera era capaz de responder los mensajes.

Y me odiaba en momentos así, porque luego cuando estaba solo me lamentaba de no ser capaz de mantener una relación estable.

—Hay una chica que llegó y es muy testaruda —la queja de una enfermera llegó a mis oídos—. Casi muerde a uno de los doctores, ¿lo puedes creer?

Mi intención no era meterme en dónde no me llamaban, pero últimamente me había tocado más hacer papeleo que ver a pacientes. Y lo mío era el estar cara a cara y buscar una solución para que las personas se pudieran sentir mejor. Sabía que de cualquier forma también iba a ayudar, pero en serio atender a alguien me parecía muchísimo mejor.

Caminé por el pasillo intentando averigüar de dónde las enfermeras habían escuchado aquel rumor. Y de repente, como si el universo supiera que necesitaba algo de acción, un grito de hizo escuchar de una de las habitaciones y no dudé en ingresar para ver lo que estaba sucediendo. Una mujer sumamente pálida tenía su brazo sangrando mientras una enfermera estaba con su trasero en el piso observándola.

—¿Qué pasó aquí?

—Nada logra hacer que se calme, doctor Jeon. Hemos intentado de todo, pero nada hace efecto y ella tampoco se deja ayudar mucho.

Me adentré más a la habitación mientras mi compañera de trabajo se ponía de pie.

—¿Cuándo llegó?

—Este es su segundo día. Llegó sumamente débil y quedó en observación para saber lo que tenía, ya que los resultados de los exámenes que se le hicieron dieron una respuesta inconsistente, por lo que se le tuvieron que hacer otros.

Ante mis ojos aquella mujer no se veía en un aparente mal estado, pero en esta profesión no bastaba con solo observar a alguien. De igual forma, me moví un poco viendo sus reflejos, y me sorprendió que fueran tan buenos. Por los antecedentes que me había dicho la enfermera esperaba a alguien al menos con un signo de estar bajo el efecto de algún calmante, pero en su caso estaba tan alerta como si se tratara de... un animal salvaje.

—Ve a curarte el brazo. Me quedaré observándola por mientras.

No sabía que había pasado segundos antes de que entrara, pero tenía que ser la paciente más exaltada que había visto en mucho tiempo. ¿Acaso había sido la misma que casi había mordido a alguien más? Supuse que se tenía que tratar de ella, y ahora a su historial se sumaba el agredir a una enfermera y de paso hacerse daño a ella misma.

—¿Cómo te llamas? ¿Entiendes lo que te digo?

No hubo respuesta.

Tal vez el principal problema radicaba ahí. Quien sabe de dónde vendría y lo que pasaba por su cabeza. Sus rasgos no me resultaron precisamente exóticos como para asumir que venía de otra parte, pero algunas de sus facciones le daban un aire más occidental. No estaba ocupando maquillaje, así que era un poco más fácil ver sus ojeras que parecían querer expandirse por sus mejillas. Y viéndola bien, sí parecía estar más demacrada de lo que creía.

—Mira tu brazo. Eso también necesita que te curen. Lo puedo hacer, pero solo si te comportas.

Porque claro, solo yo podía creer posible que una persona que ya había intentado herir, o directamente lo había hecho, iba a mantener la calma solo porque se lo había dicho.

A un costado de su camilla estaban los implementos necesarios para curar esa herida que se extendía por su brazo. Seguramente la enfermera lo iba a hacer, pero había fallado ante el comportamiento de la paciente. Me acerqué hacia ella con pasó tranquilo, demostrando que en realidad para mí no resultaba ser una amenaza. Era como un animalito salvaje, y si bien no era la mejor forma de describir a un paciente, era lo que se me venía a la cabeza al ver cómo me miraba y su comportamiento que parecía ser irracional por momentos.

Lo primero era desinfectar para evitar cualquiera infección y más estando débil, por lo que con cuidado acerqué el pequeño material algo húmedo para poder limpia un poco el sector. No se quejó, tampones se movió en señal de querer hacerme algo por la acción que estaba realizando, en su lugar se quedó bastante quieta dejando que hiciera mi trabajo. Bien, sabía que lo podía lograr y lo estaba haciendo, así que seguí hasta que la herida estuvo completamente desinfectada. Si hasta se podría haber dicho que me mi trabajo había quedado lindo.

Estaba yendo demasiado bien. Tuve que haber sospechado de que no era tan fácil domar a una bestia. Y digo bestia porque si indicio aparente, la chica se me tiró encima con una fuerza prácticamente descomunal y de repente sentí algo en mi cuello.

Me había mordido.

Esa chica pálida y que parecía casi no tener fuerzas me había tirado al piso y había enterrado sus dientes en mi hombro.

No tuve tiempo para gritar, mucho menos para llamar a alguien. La fuerza que poseía era algo que nunca había visto. La intenté empujar como pudo, utilizando brazos y piernas cuando me di cuenta de que mis esfuerzos eran nada en comparación a su fuerza que lograba mantenerme contra el piso. Podía sentir su fuerte respiración en mi cuello, su manos atrapando mis muñecas y sus piernas que parecían ser dos pilares que no se movían por mucho que lo intentara.

Cuando creí que iba a ceder y sería mi oportunidad para sacarmela de encima, mi vista se fue a negro y le dije adiós al pleno estado de saber lo que estaba pasando a mi alrededor.

Oh, oh. Por primera vez en mucho tiempo estaba en serios problemas, y eso que no sabía todo lo que se vendría.

***

Al despertar solo supe dos cosas. Uno, no sabía dónde rayos estaba. Y dos, la chica pálida tenía unos colmillos grandes, enormes por no decir menos.

¿Acaso me había golpeado la cabeza? Sí, definitivamente lo había hecho.

—¿Estás segura de que ese es el sangre dorada? Se ve un poco debilucho para tener ese título.

—Estoy segura, Lima. Lo sentí apenas entró a la habitación. Había algo diferente en él, algo... que el resto no tenía. Y te lo juro por mis colmillos, este tiene algo que me dice que es lo que buscaba.

Mi vista se acostumbró a la iluminación de la habitación y miré hacia los lados viendo se había alguien más además de las chicas que estaban hablando y yo. Y no había nadie más, así que ese debilucho sin duda era yo. ¿Ir al gimnasio no había servido? Supuse que no si dos personas me veían como un cuerpo escuálido, al menos podía decir que el cerebro lo tenía bien gordo con toda la información que retenía.

—Mira que ya se despertó. Te dejo para que puedas resolver tus asuntos, Alice.

La chica no tardó en salir de la habitación y quedé solo junto a la tal Alice. Ella había sido la última persona que había visto en el hospital antes de irme a negro. ¿Qué me había hecho? ¿Dónde estábamos? Quise moverme hacia ella, pero me di cuenta de que estaba amarrado a la silla, tanto mis manos como mis piernas. Definitivamente tenía que estar secuestrado, porque cuando quise hablar resultó que también tenía una cinta cubriendo mi boca.

Que día de mierda estaba teniendo.

Un momento estaba intentando curar a una paciente y de repente estaba secuestrado por ella.

—No te asustes. La verdad es que no planeo hacerte nada malo —se acercó a mí a paso lento y con precaución. Estando en la posición que estaba tampoco es como si pudiera hacer mucho—. Ya sé que debes tener muchas preguntas, aparecer de la nada en un lugar extraño y con desconocidos debe ser muy confuso, pero hay una buena explicación —hizo una pausa como esperando que dijera algo. Yo no podía hablar, así que esos silencios eran algo que no servían para nada—. Soy una vampiro. Lo sé,  parece una mentira, pero mira estas cosas.

Y sí, esos colmillos que había visto anteriormente volvieron a aparecer. Mis cejas se arquearon en señal de confusión.

—No quería llegar a este extremo de tener que traerte conmigo, pero mi salud estaba fatal. Todos mis amigos y familiares pueden beber cualquier tipo de sangre, pero yo tengo una condición en la que solo puedo beber un tipo de sangre; sangre dorada. Y adivina qué, en el lugar en el que vivo se agotó toda la reserva, así que he hecho un viaje por tooodo el mundo buscando ese tipo de sangre hasta que di contigo. Eres justamente lo que estaba buscando... ¿Cómo era tu nombre?

Se acercó más a mí y de un tirón arrancó la cinta que cubría mi boca. Una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla al aguantar al dolor.

—Me llamo Jungkook.

—Eso mismo —me apuntó con uno de sus dedos dando una sonrisa tonta—. Yo me llamo Alice, tal vez lo escuchaste hace un momento cuando hablaba con Lima. Ella es una de mis amigas, me estuvo ayudando en esta travesía de hallar a un sangre dorada. Por cierto, no creas que te vas a convertir en un vampiro por la mordida en el hospital, solo sucede cuando ambas partes están de acuerdo y se forma un lazo especial.

¿Algo de lo que estaba diciendo me importaba? Claro que no. La había dejado de escuchar desde el momento en que había dicho su nombre. Lo único que llamó mi atención fue cuando dijo que no me pasaría nada, eso era lo importante.

—¿Si ya obtuviste lo que querías me vas a dejar ir?

—Claro. Aunque hay un pequeño problema. Resulta que como no he podido beber la sangre que necesito hace bastante tiempo, debo la cantidad que me falta. Veamos, si no he bebido sangre dorada en una buen cantidad hace unos diez años... Creo que unos cinco años siendo constante deben ser suficientes.

—No, no y no. Soy una persona, no una bebida. Si te ayudo por cinco años mi salud puede ir en picada. ¿Siquiera sabes cuánta sangre necesitas? Con esos colmillos gigantes que tienes fácilmente me podrías dejar seco en un día.

Donar sangre a fundaciones era un tema, pero datos mi sangre a un vampiro era algo totalmente diferente. Pero estaba siendo muy arriesgado respondiendold de esa forma cuando perfectamente me podía mandar a negro si quisiera.

—Sé que suena como una locura y que te debe asustar pensar que te puedo hacer daño, pero me sé controlar, de otra forma te habría dejado como una pasa con la primera mordida. Lo que quiero es proponerte un trato —se puso de rodillas frente a mí, y desde esa perspectiva parecía no dar tanto miedo—. Actualmente estoy débil y te necesito más de lo que crees, pero no quiero interferir en tu vida de humano ni mucho menos tenerte prisionero en mi sótano —¿Qué? ¿Había escuchado bien lo último?—. Te pido por favor que me ayudes, al menos unos meses hasta que pueda recuperar gran parte de mi fuerza. Y si encuentro a oreo sangre dorada que esté más dispuesto te dejaré ir y no te molestaré de nuevo. Lo juro por mis colmillos. Solo quiero volver a hacer mi vida como antes, no estar acostada de una cama vomitando cada vez que me intentan dar un tipo de sangre que no es el que necesito.

La psicológica me jugó en contra. Pensé en todos esos pacientes terminales que había visto a lo largo de mi vida de médico. Con cada terapia nueva teniendo esperanza de que podría ser la adecuada para mejorar un poco su calidad de vida. Y ella parecía no parecía ser muy diferente de todos ellos. Su piel extremadamente pálida y ojos hundidos demostraban un estado de salud delicado. Por mucho que me había atacado... Se llegaba a ver indefensa. Y yo me había prometido ayudar a todas personas vulnerables que luchaban por vivir.

Bueno, ella como tal no era una "persona", pero se parecía a una.

—Seis meses. Durante seis meses te voy a ayudar dándote un poco de mi sangre —sus ojos parecieron iluminarse de forma sutil—, y si veo que algo está yendo mal conmigo a un punto crítico, quiero que me dejes acabar con eso y no me pidas más. También tengo horarios muy ajustados, así que no voy a poder estar disponible cuando quieras, solo si es una emergencia... Prometo ayudarte. El resto del tiempo debe ser a mi ritmo.

—Claro. No tengo problemas con eso. Y muchas gracias por ayudarme, no sé qué puedo hacer para agradecerte...

—Por el momento estaría bien que me desataras. Las cuerdas están muy apretadas y a este ritmo voy a morir antes de poder ayudarte en algo.

—Perdón, perdón —se puso de pie para desatar los nudos—. ¿Ya me presenté? Soy...

—Ya lo hiciste, Alice.

***

—Hey, cuidado con los colmillos. Sé que agradeces que sea invierno y me pueda cubrir más para que dejes marcas sin problema, pero no te excedas.

Alice se alejó mientras limpiaba sus labios con el dorso de su mano. No sé si era un efecto de que mi sangre de verdad le hacía bien o que estábamos pasando más tiempo juntos, pero de alguna forma cada vez se estaba volviendo más atractiva, y era un tipo de belleza que me llegaba a asustar. ¿Podía existir un ser tan bello?

—La semana pasada no me diste ninguna ración. Estuviste muy ocupado con las horas en el hospital.

—Te dejé una bolsa de sangre, ¿acaso eso es nada?

—No es lo mismo que tomarla directamente de ti. No sabe tan bien ni tiene la misma temperatura —llevó sus suaves dedos a la piel de mi cuello para acariciarlo un poco. Cerré los ojos ante una punzada de dolor. Esto de compartir mi sangre era algo bastante doloroso en ocasiones, pero sorprendentemente lo estaba llevando bien.

—Lo siento. Tus latidos se sentían muy fuertes y me tenté.

Y eso llevaba a que Alice era una tramposa de primera. Al principio me había parecido una pobre chica ingenua, pero mientras más la veía empezaba a creer que era toda una mujer que conocía sus encantos. Si hasta en ocasiones me sentía seducido por ella, menos mal sabía poner mis propios límites.

Eso no evitó que cuando se bajó de mi regazo pudiera sentir una mezcla de un gran alivio junto a una decepción de no tenerla cerca.

Tenía apariencia de una joven chica, pero no había nada ilegal en acercamientos así. Y lo agradecía enormemente, de por sí lidiar con ella era todo un desafío. En las noches dónde tenía turno a veces solo podía pensar en ella y lo que estaría haciendo. Sabía que no tenía que hacer lazos tan cercanos con ella, pero caer en los encantos de un vampiro pareció ser más simple de lo que pensé.

—¿Tus padres han dicho algo desde la última vez?

—Solo están agradecidos de que me ayudes, de ahí en más cada uno vela por sus propios asuntos. Ellos están en su enorme mansión disfrutando de lujos mientras yo estoy aquí subsistiendo contigo.

Y justo ahí había otro pequeño detalle. Resultó que Alice había reunido el dinero suficiente solo para alquilar un lugar por dos meses y compararse un celular, así que cuando se vio de patitas en la calle recurrió a pedir mi ayuda. Y con mi alma bondadosa y sabiendo que el lugar pasaba solo, la acogí para darle un techo decente. No tendría lujos como en casa de sus padres, pero parecía bastante feliz. De vez en cuando se juntaba con su amiga Lima, y su salud parecía mejorar cada día.

—Mañana debo estar temprano en el trabajo, así que voy a tomar una ducha y luego a dormir. Puedes quedarte viendo otra serie, pero descansa un poco, ¿si?

—Okey —me miró mientras me ponía de pie—. Por cierto, Jungkook. ¿Crees que me pueda quedar un mes más? Parece que todavía no estoy muy bien de salud, y ya sabes, no he encontrado a otro sangre dorada como tú.

—Está bien, pero solo un mes. No como la última vez, eh.

Cuando me di la vuelta solo pude sonreír para mí mismo. Ella estaba bien de salud, y ambos lo sabíamos, pero no pasaba nada con hacernos un mes más los tontos. Ya casi íbamos a cumplir el año desde que nos conocimos, nada iba a pasar por compartir un poco más.

—Muchas gracias. Eres muy bueno conmigo, Jungkook.

—No es nada, Alice, tú misma dijiste que no has encontrado otro sangre dorada como yo.

La verdad es que no sabía que nos depararía el destino, pero por el momento estábamos bien tal y como estábamos. Cuando llegaba al departamento ya no estaba vacío, y Alice ya no tenía que estar acostada en una cama luchando por vivir algo. Nos hacíamos bien, y aunque nuestro primer encuentro había sido peculiar, estábamos sorteando las adversidades bastante bien.

One-shot para Natt0702_10

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