twenty two. husband and wife
O22 | HUSBAND AND WIFE
Audrey despertó con los primeros rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas de su nueva habitación. Al principio, se sintió un poco desorientada, pero pronto recordó dónde estaba: la casa de su padre. Era su primera mañana allí, y una mezcla de emoción y nerviosismo la invadió.
Despues de darle un par de caricias a Silver, se levantó lentamente, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Mientras se dirigía al baño, se detuvo frente a un espejo y se observó. Se veía diferente.
Después de una ducha rápida, se vistió con un buzo gris y un cómodo top negro. Cuando bajó las escaleras, el aroma del café recién hecho y el sonido de la radio llenaron el ambiente, haciéndola sonreír. Al llegar a la cocina, vio a su padre, Oscar, intentando preparar el desayuno. El hombre luchaba con todas sus fuerzas con una sartén que parecía tener vida propia, saltando de la estufa.
—¡Buenos días, Audrey! Espero que hayas dormido bien —exclamó el hombre, desviando su mirada de su acción por unos segundos para darle una sonrisa a su hija.
—Buenos días, papá. Sí, dormí muy bien —respondió la joven, riendo por la situación—. ¿Necesitas ayuda con eso?
Oscar soltó una carcajada mientras finalmente lograba controlar la sartén.
—Creo que ya lo tengo bajo control. Aunque estos huevos revueltos tienen mente propia.
Audrey se sentó en la mesa y miró los platos de huevos revueltos, tostadas y frutas que su padre había preparado, aunque algunos huevos parecían más una especie de revoltijo amorfo.
—Se ve... Interesante. Gracias, papá.
Mientras comían, conversaron sobre planes para el día y las cosas que Audrey quería hacer en su nueva vida. Incluso hablaron de lo que había sucedido con su madre, de cómo se sentía.
—Audrey, quiero que sepas que estoy aquí para ti, para lo que necesites —Oscar habló con seriedad, mirando a su hija de reojo—. Esta es tu casa ahora, y quiero que te sientas cómoda y segura.
—Gracias, papá. Eso significa mucho para mí.
Minutos después terminaron de desayunar y decidieron dar un paseo por el vecindario. Audrey se sorprendió al ver lo bonito y tranquilo que era el lugar. Había árboles frondosos, jardines bien cuidados y un pequeño parque al final de la calle.
Caminaban lado a lado, disfrutando del aire fresco y la calma del vecindario. Oscar tropezó con una roca y casi cayó, pero se recuperó rápidamente, riéndose de sí mismo.
—Quizás necesite practicar un poco más mis paseos matutinos.
Audrey se unió a la risa, sintiéndose más conectada con su padre que nunca. Sabía que este era el comienzo de una nueva etapa en su vida, una etapa en la que finalmente podría ser feliz y sentirse amada.
Al regresar a casa, Oscar le mostró a Audrey algunas fotografías antiguas y recuerdos familiares. Rieron juntos al ver fotos de ella cuando era pequeña, haciendo travesuras y disfrutando de la vida.
Pasaron el resto de la tarde organizando sus cosas y hablando sobre temas triviales. En un momento, mientras desempacaban, Audrey encontró un sombrero ridículo con plumas que su padre usaba para fiestas y no pudo resistirse a ponérselo.
—¡Mira, papá! ¿Qué opinas? —preguntó, dejando salir una carcajada de sus labios.
—Creo que te queda mejor a ti que a mí —el hombre respondió de la misma forma.
Ambos se rieron y disfrutaron de la compañía del otro. Audrey se sentía más segura y esperanzada que nunca, sabiendo que, sin importar lo que el futuro le deparara, tendría a su padre a su lado, apoyándola en cada paso del camino.
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Audrey se preparó para ir a casa de los Walter y ayudar con los últimos detalles de la boda de Will. Su padre se había encargado de ir a dejarla, por lo que ahora ambos se encontraban dentro de vehículo del hombre, manejando con rumbo hacia las afueras de la ciudad.
—Quiero conocer a esa familia —Oscar murmuró. Audrey desvió su mirada de la ventana para enfocarse en su padre.
—Estoy segura de que los vas a amar.
—No tengo dudas de eso. No cualquiera se gana tu corazón —bromeó. La castaña rodo los ojos con fastidio.
—Exagerado.
—No estoy exagerando. Desde pequeña eres selectiva con la gente con la que te juntas.
—Como digas —Audrey bufo, quitándole importancia al asunto—. ¿Vendrás a la boda?
—¿Estoy invitado?
—Claro —respondió, aunque no sabía si aquello era verdad.
No había preguntado si su padre podía ir, pero Katherine y George parecían emocionados ante la idea de conocerlo, así que dudaba que les molestara su presencia.
—Entonces iré —el mayor aseguró, sonriendo.
—¿De verdad? —preguntó, emocionada—. Pensé que tenías trabajo a esa hora.
—Tengo trabajo —Oscar asintió con un movimiento de manos—. Pero pasar tiempo con mi querida hija es más importante.
Al escuchar esas palabras salir de los labios de su padre, Audrey pudo sentir como su corazón se llenaba. Su madre nunca habría sido capaz de hacer algo así por ella, así que estaba realmente agradecida.
—¡Eres el mejor!
Al llegar a la casa de los Walter, Audrey logro ver a Will y Sydney teniendo una conversación en el porche. Will, con su típica sonrisa, levantó la vista al ver llegar el coche y se acercó, siendo seguido rápidamente por Sydney.
—¡Audrey! —la rubia exclamó, saludando con emoción. En ese momento pudo ver a un hombre dentro del auto, y rápidamente se dio cuenta de que era el padre de su mejor amiga—. ¡Hola, señor! Qué bueno verlos.
El padre de Audrey bajó del coche y sonrió a ambos jóvenes. Will frunció el ceño al verlo, pero decidió no hacer preguntas cuando notó lo feliz que la menor se veía en su presencia.
—Hola a ambos —dijo Will.
—Hola, chicos. Qué gusto verlos —Oscar continuó, sonriendo levemente—. ¿Todo listo para la gran boda?
Para el chico Walter fue imposible no sonreír ante la mención del gran evento. Estaba demasiado emocionado. Se iba a casar con el amor de su vida y no podría estar más agradecido.
—Sí, estamos afinando los últimos detalles —el hombre respondió con rapidez—. Audrey va a ser de gran ayuda.
—Definitivamente. Audrey tiene un gran ojo para estas cosas —Sydney continuó.
—Haré lo mejor que pueda —la aludida murmuró, para luego darse a vuelta hasta quedar frente a frente con su padre—. Papá, gracias por traerme.
Oscar sonrió, dirigiéndose hacia su hija para darle un corto abrazo. Audrey sonrió ante su acción.
—De nada, princesa. Diviértete y si necesitas algo, solo llámame.
Después de despedirse de su padre, Audrey se unió a Will y Sydney, y los tres entraron en la casa de los Walter, listos para trabajar en los últimos detalles de la boda.
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En la pequeña mesa que había dentro de la cocina, Isaac, Lee, Alex y Audrey estaban sentados, disfrutando de la tarde. Isaac y Lee estaban teniendo una conversación bastante animada, mientras Alex los escuchaba con una sonrisa. Audrey, sin embargo, estaba más concentrada en tratar de resolver el cubo Rubik que tenía frente a ella, ignorando en gran medida la conversación de los demás.
Audrey apenas levantó la vista, su concentración en el cubo Rubik era evidente. Sus dedos se movían rápidamente, girando y ajustando las piezas en un intento de resolverlo.
—Oye, Audrey, ¿crees que algún día lograrás resolver eso? —Isaac preguntó, riendo levemente.
—Por supuesto, Isaac —la castaña respondió con ironía—. Solo necesito paciencia y determinación, dos cosas que tú no tienes cuando se trata de un cubo Rubik. O bueno, no las tienes para nada en realidad.
Los chicos rieron ante su comentario, y Alex le dio un suave empujón a Audrey.
—Vamos, Audrey, únete a nosotros. El cubo Rubik puede esperar.
—En un minuto. Estoy a punto de resolverlo.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando en ese cubo, Audrey? —Lee cuestionó con curiosidad.
—Unos cuantos días —contestó vagamente, cuidando el no perder la concentración—. Pero sé que hoy es el día.
—Bueno, solo asegúrate de no olvidarte de tu novio mientras lo resuelves —bromeó Isaac. Audrey finalmente elevo la vista.
—Nunca podría olvidarme de él. Solo quiero que se sienta orgulloso de tener una novia que pueda resolver un cubo Rubik.
El pecoso rió, para luego rodear el hombro de la chica con su brazo, acercándola a él.
—Ya estoy orgulloso de ti, con o sin el cubo resuelto.
Audrey sonrió, dejó el cubo Rubik a un lado y se inclinó hacia Alex, dándole un suave beso en la mejilla.
—Está bien, chicos. Ya estoy aquí. ¿De qué estaban hablando?
—De lo aburrido que es resolver un cubo Rubik —Lee dijo en un tono juguetón.
Audrey rodó los ojos, fingiendo molestia. Cuando la chica iba a responder a su comentario, se vio interrumpida por la voz de Jackie.
—¡Genial! Están todos aquí.
—No por mucho —Isacc musito.
El chico hizo el intento de colocarse de pie, aunque fue rápidamente detenido por una mirada que Sydney le dio desde la isla.
—¿Qué crees que estas haciendo? Estamos todos juntos en esto —la rubia dijo.
Isaac suspiró con frustración, pero luego de unos segundos volvió a tomar asiento.
—Esta bien.
—Dominado —Lee se burló.
—Entonces, Nathan —Jackie habló, dirigiendo la atención hacia él—. ¿Ya tienes la música? ¿Está todo preparado?
—Todo listo —respondió él, moviendo su teléfono en el aire.
—Alex, te vas a recibir a todos los invitados. Les dices a donde ir cuando lleguen, y les das los programas —indicó. El pecoso asintió—. Saca estas cajas para que estén listas cuando la gente llegue.
—Claro.
Cuando Alex se colocó de pie para tomar la caja entre sus manos, se vio detenido por una exclamación por parte de la morena.
—¡Ah! Y Jim de la imprenta vendrá a dejar otra caja en más o menos una hora.
—Sí, te oí —bromeó.
Y sin decir nada más, el pecoso abandonó la cocina. Cuando ya no hubo rastro alguno de él, Jackie se dirigió hacia las personas que aun estaban presentes.
—Lee, ¿puedes encargarte de poner las cubiertas en las sillas?
—¿Cubiertas? —preguntó con ironía.
—Sí, hay que cubrir los respaldos.
—¿Por que?
—Porque se ven bien —Audrey intervino. Jackie asintio.
—Tiene razón. Las cubiertas están afuera junto a los manteles —continuó —. Isaac...
—No me digas —el aludido la interrumpió—. A mí me tocan los manteles, ¿no es asi?
—Toda la razon.
—¿Y nosotras que hacemos? —Sydney preguntó, viendo como los hermanos García caminaban hacia a salida de la habitación.
—Vigílenlos —Jackie respondió con rapidez—. Estoy segura de que ustedes evitaran que hagan alguna estupidez.
Ambas amigas compartieron una mirada. La morena tenia razon.
—Está bien.
—Si hacen alguna estupidez, ten por seguro que ambos saldrán con un ojo morado —Sydney habló con seriedad, haciendo reír a las contrarias.
—Lo sé.
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Luego de un par de minutos, ambas se dirigieron hacia el área de trabajo, donde encontraron a Lee e Isaac organizando los detalles finales. Les fue imposible no notar como el menor de los hermanos García estaba teniendo algunas dificultades con su trabajo.
—¿Necesitas ayuda, Lee? —Audrey preguntó, riendo levemente.
—Estas cosas son más complicadas de lo que parecen —se quejó. Claramente estaba frustrado—. Pero sí, cualquier ayuda sería genial.
Sydney y Audrey no perdieron el tiempo y se unieron a Lee, ayudándolo a deslizar las cubiertas sobre las sillas y ajustarlas para que quedaran perfectas. Mientras trabajaban, no podían evitar bromear y reírse del chico.
—Lee, pensé que eras bueno con las manos. ¿Qué pasó?
—Tal vez necesito practicar más con cubiertas para sillas —bromeó.
Mientras tanto, Isaac estaba en la zona de la recepción, desplegando manteles sobre las mesas. Audrey y Sydney se acercaron para asegurarse de que todo estuviera en orden.
—Me sorprende ver que ya casi terminas —la castaña murmuró, cruzándose de brazos.
—Estos manteles parecen tener vida propia —el moreno bufo.
—Se nota que el tener paciencia no es tu fuerte —Sydney bromeó, mirando de reojo al chico.
—¿Por qué no lo intentas tú?
—Claro —respondió con seguridad, elevando sus hombros levemente.
Sin dudarlo, la chica se acercó a Isaac, para luego tomar el mantel entre sus manos y estirarlo sobre la mesa sin mucho problema.
—¿Ves? No era tan difícil.
Isaac se limitó a bufar por lo bajo, mientras que Audrey y Lee compartían una mirada cómplice. Parecían una pareja de recién casados. En otro momento se hubieran burlado de ellos, pero si querían tener todo listo para la boda, no tenían tiempo que perder.
Tiempo después, el grupo de amigos trabajo en conjunto para ajustar los manteles y asegurarse de que cada mesa luciera impecable.
Mientras trabajaban, Audrey notó que los nervios de Sydney estaban comenzando a aflorar.
—¿Estás nerviosa, Syd? Parece que te va a dar un ataque de nervios solo con supervisar —bromeó.
—¡No estoy nerviosa! Solo quiero que todo salga bien para Will y Hayley.
—Bueno, si todo sale mal, al menos sabemos a quién culpar —Lee habló en un tono juguetón.
—¡No digas eso! —Sydney exclamó. Una mueca de terror se había apoderado de su rostro—. Jackie tiene que estar feliz con nosotros, o va a venir con una lista de cosas por hacer.
—No queremos estar en la lista negra de Jackie.
Cuando todo estuvo listo, Audrey y Sydney se tomaron un momento para admirar el trabajo terminado. Una sonrisa apareció en sus labios al ver que todo estaba perfecto.
—Todo se ve hermoso —la castaña hablo, sintiendo como sus ojos brillaban con emoción. Amaba las bodas—. Los novios van a estar muy contentos.
—Sí, hemos hecho un gran trabajo —la rubia estuvo de acuerdo.
—Ahora, vamos a relajarnos un poco —Lee pidió, dejando salir un bostezo de sus labios—. Estoy agotado.
—¿De no hacer nada? —tentó su hermano.
—Hice más que tú, idiota.
—Claro que no, las chicas tuvieron que ayudarte.
—A ti también. ¿Lo recuerdas? —Lee contraataco con una sonrisa—. Solo un tonto no podría controlar unos manteles.
Audrey y Sydney se miraron de reojo para asegurarse de que ambas estuvieran pensando en lo mismo. Cuando se dieron cuenta de que estaban en la misma sintonía, ambas levantaron sus manos, para luego estrellarlas con fuerza en la nuca de los chicos.
—¡Oigan! —los hermanos García exclamaron a la vez.
—Les pasa por idiotas.
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El grupo de amigos se encontraba en la cocina, listos para prepararse su respectiva comida. Cuando Audrey finalmente terminó de armar su pan con las cosas que le gustaban, sonrió. Estaba muriéndose de hambre. Sin embargo, antes de que pudiera llevarse la comida a la boca, la voz de Jackie resonó por todo el lugar.
—Chicos, ¿están ocupados?
Sydney hizo una mueca ante su pregunta. Odiaba que la molestaran cuando tenia hambre.
—No —Audrey y Lee se apresuraron a contestar.
—Si —la pareja respondió a la vez.
—No, no es verdad —la castaña volvió a hablar, dándoles una mirada de advertencia a sus amigos. Estos solo se limitaron a suspirar con frustración.
—¿Qué sucede? —Sydney preguntó, dejando nuevamente su pan sobre su plato.
—¿Me hacen un favor? Necesito que alguien decore los pastelitos.
—Pero, Jackie, vernos bien tomara tiempo. Y me tengo que arreglar —Isaac se quejó.
—Es por Will —insistió—. ¿Por favor?
Audrey le dio un leve codazo a su amigo, haciéndolo rodar los ojos mientras se ponía de pie.
—Esta bien.
—Gracias.
Las chicas no perdieron el tiempo y rápidamente se dirigieron hacia la mesa en donde se encontraban los pastelitos. Los hermanos García las siguieron después de unos segundos.
A Sydney y Audrey se les daba bien la cocina, por lo que no se les iba a dificultar esta tarea. Ambas jóvenes agarraron un pastelito entre sus manos, para luego agarrar una manga pastelera y comenzar a decorar con agilidad. Al menos hasta que sintieron como un puñado de chispas de colores caían sobre ellas. Cuando se dieron la vuelta, lograron ver a Lee y Isaac sonriendo con inocencia.
—¿Creen que es gracioso? —Audrey preguntó, sonriendo con diversión.
—Si —respondieron los hermanos.
Las amigas compartieron una rápida mirada, para luego dejar los pastelitos sobre la mesa y agarrar unas cuantas chispas de colores y arrojárselas a los chicos frente a ellas.
Rápidamente, el grupo de amigos comenzó una guerra entre ellos. Y probablemente hubiese continuado de no ser porque Jackie les llamó la atención.
—¡Basta! ¡No tenemos tiempo para esto!
En ese momento, el sonido de unas uñas chocando contra el suelo llamó la atención de los demás. Audrey entreabrió los labios con sorpresa cuando noto como Albert, el perro de los Walter, tenía el ramo de flores que Hayley iba a usar para la boda en su hocico.
—No puede ser... —Jackie bufo.
Albert solo los miró con emoción, moviendo su cola de un lado a otro en señal de que quería jugar.
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Audrey había decidido dejar que sus amigos se encargaban de terminar de decorar los pastelitos mientras ella se preparaba para la boda. Estos no se quejaron, ya que sabían lo mucho que se podía en estar lista.
Audrey se dirigió al baño y preparó una lista de reproducción con sus canciones favoritas para mantenerse motivada. Encendió la música y se metió en la ducha, disfrutando del agua caliente mientras se relajaba y despejaba su mente.
Al salir de la ducha, Audrey se secó rápidamente y se aplicó una crema hidratante. Cuando esta se absorbió, envolvió su cuerpo en una toalla para salir del baño y dirigirse hacia la habitación de Jackie. Sin embargo, su camino se vi interrumpido cuando de reojo pudo ver como Parker tiraba su pelota de béisbol contra la pared.
—Parker, la boda ya va a empezar —la castaña murmuró con delicadeza, sentándose a su lado—. ¿Qué sucede?
—No quiero usarlo —respondió. La mayor supo de inmediato que se refería al vestido.
—¿Por qué?
—Me voy a ver estúpida y todos se van a burlar de mí.
—¿Se van a burlar de ti? ¿Hablas de los chicos?
—Siempre se burlan de mi porque soy una chica —Parker dijo en voz baja—. ¿Por qué no puedo usar lo mismo que ellos?
—Puedes usar lo que tú quieras, P —Audrey musito, sonriendo levemente—. Puedes usar un traje. Pero si decides usar el vestido, no significara que ya no eres tú. Además, te verás increíble.
La niña se quedó en silencio, observándola con una mueca. Aun no estaba del todo segura.
—No voy a permitir que nadie se burle de ti. Lo prometo —murmuró —. Y si alguien se atreve a hacerlo, se las verá conmigo.
Parker soltó una carcajada ante su comentario. Sabía que Audrey no mentía, porque ella nunca rompía sus promesas.
—Está bien —finalmente habló la menor—. Pero de ninguna manera utilizare esos zapatos.
Rápidamente Audrey dirigió su mirada hacia los zapatos que estaban a un lado de su cama. Una mueca se apoderó de su rostro.
—Honestamente, yo tampoco los usaría —dijo con diversión.
—¡Lo ves!
Luego de estar con Parker por unos cuantos minutos más, Audrey se dirigió hacia la habitación de Jackie para poder prepararse. Una vez ahí, fue rápidamente a su tocador y comenzó con el maquillaje. Eligió un look natural pero elegante, con sombras de ojos en tonos tierra, un delineado sutil y máscara de pestañas para resaltar sus ojos. Aplicó un poco de rubor en sus mejillas y un gloss rosa que complementaba su tono de piel.
El siguiente paso fue el cabello, con lo cual batallo un poco. Audrey decidió hacerse unas suaves ondas sueltas, así que usó una plancha rizadora para darle volumen y movimiento a su melena. Fijó el peinado con un poco de laca para asegurarse de que durara todo el día y añadió una pequeña trenza a un lado para darle un toque especial.
Luego, Audrey sacó su vestido celeste del armario y lo colocó con cuidado sobre su cama. Era un vestido elegante, con un corte que se ajustaba perfectamente a su figura y una falda que caía con gracia hasta sus muslos. Se lo puso con cuidado, asegurándose de no arruinar su maquillaje ni su peinado.
Para completar su look, la chica eligió unos pendientes de plata y una pulsera delicada que combinaban a la perfección con el vestido. Se puso unas sandalias plateadas con un pequeño tacón y se miró una vez más en el espejo, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.
Audrey se dirigió hacia la puerta, encontrándose con Sydney, quien también estaba lista para el gran día. Juntas, se dirigieron al lugar de la ceremonia, listas para apoyar a su amiga Hayley en uno de los días más importantes de su vida.
Cuando estuvieron cerca de la entrada, Sydney le dijo a su amiga que iba a buscar a Isaac, por lo que Audrey continuó su camino por si sola.
—No te ves tan mal si te bañas —habló Cole, haciéndola rodar los ojos con diversión.
—Lo mismo digo para ti —la castaña bromeó—. Casi no te reconozco cuando te veo.
—Te ves preciosa, Audrey —dijo Danny con una sonrisa.
—Gracias, Danny —la aludida agradeció, sonriendo brevemente—. Tú también te ves genial. El celeste es tu color.
Antes de que el contrario pudiera decir algo al respecto, Audrey pudo ver como su padre caminaba en su dirección, por lo que no pudo evitar emocionarse.
Le impresionaba lo diferente que todo era ahora que vivía con él. Su madre nunca hubiese sido capaz de asistir a la boda de Will, y mucho menos faltar a un día de trabajo para estar con su hija.
—¡Si viniste! —exclamó con una sonrisa cuando su padre estuvo frente a ella.
—Claro que sí. Te dije que iba a venir —Oscar respondió, dándole un corto abrazo.
Los hermanos Walter compartieron una breve mirada ante la situación que estaba sucediendo frente a sus ojos. No se les dificulto mucho saber que se trataba sobre el padre de su amiga.
—Usted debe ser el señor Chadwick —Danny habló, haciendo que el hombre dirigiera su atención hacia él. Oscar asintió—. Mucho gusto en conocerlo, yo soy Danny Walter.
—El gusto es todo mío —pronunció el mayor, dándole un apretón de manos—. Tengo demasiadas cosas que agradecerle a su familia.
—No se preocupe —ahora fue el turno de Cole para hablar—. Audrey es parte de la familia.
La aludida sonrió ante sus palabras, para después comenzar a caminar lejos de ellos. Sabía que estarían bien, y además, quería que se conocieran.
La chica se dirigió rápidamente hacia los asientos que estaban en la primera fila, buscando a su novio con la mirada. Cuando lo encontró, se dirigió hacia el.
Por otro lado, Alex se había quedado inmóvil en su lugar al verla. Se veía realmente hermosa.
—¿Vas a decir algo o solamente te me quedaras viendo? —Audrey bromeó, haciendo que el rostro del chico se sonrojara.
—Te ves increíble... —finalmente dijo.
—¿Tanto como para dejarte sin palabras? —la chica murmuró, riendo levemente. Alex se encogió de hombros.
—Creí que eras consiente del efecto que tienes en mi —musito, acercándose lentamente a su novia.
Cuando tan solo había unos cuantos centímetros de distancia entre ellos, el pecoso se inclinó hacia adelante, uniendo sus labios en un beso.
En ese momento, Nathan comenzó a tocar la guitarra. Todos se dieron vuelta de inmediato al saber que eso significaba la entrada de la novia.
Cuando Hayley finalmente llego al altar, les dio un rápido abrazo a sus padres. Parker no perdió el tiempo y le entrego el ramo que Jackie y Cole habían hecho.
—Bienvenidos, familiares y amigos —la voz de Mato Sumerhill resonó por el lugar, haciéndolos tomar asiento—. Hoy estamos aquí reunidos para presenciar y celebrar el matrimonio de Hayley Althea Young y William John Jefferson Walter. Hayley y Will decidieron emprender un nuevo capítulo en sus vidas. Y hoy, van a confirmar ese vínculo especial para comenzar su nueva vida juntos. Nos sentimos honrados de estar aquí, y contemplar el amor que sienten y el compromiso que los une. Hayley y Will van a recordar este día, no solo por haber celebrado su amor, sino porque podrán sentir el amor de todos los presentes... Padres, hermanos, familiares y amigos. Ese amor es lo que hace que este día se tan especial y lleno de alegría.
Ante sus palabras, Audrey elevó su mirada para poder observar a su novio. Sin embargo, se llevó la sorpresa de que este ya se encontraba observándola. Alex sonrió, colocando con suavidad una de sus manos sobre el muslo de Audrey, logrando que el calor suba a sus mejillas.
—Benny, los anillos, por favor —el hombre pidió.
Cuando los novios tuvieron la joya entre sus manos, Mato continuó:
—Un anillo es un inquebrantable circulo infinito. Es el símbolo de lo infinito y de su amor duradero. Por favor, véanse a la cara y digan sus votos.
—Hayley eres la persona más hermosa, inteligente y bondadosa que conozco —Will comenzó, sonriendo en grande—. Todos los días me llevas a ser la mejor versión de mí mismo. Eres mi corazón, mi amor, mi hogar... Eres mi todo. Que suerte la mía al haberte hallado. Y estoy ansioso por iniciar el resto de nuestra vida juntos.
Para este punto, los ojos de Audrey ya se habían llenado de lágrimas.
—Will, desde nuestra primera cita, supe que eras para mi —Hayley continuó, riendo levemente—. Eres talentoso, divertido, inteligente, apasionado, un hombre de verdad fantástico. Nuestro camino apenas comienza, y quiero recorrerlo contigo siempre.
—Will, ¿aceptas a Hayley como tu legitima esposa? —la voz de Mato Sumerhill resonó.
—Acepto —respondió sin dudar, colocando con suavidad el anillo en el dedo de su pareja.
—Y Hayley, ¿aceptas a Will como tu legitimo esposo?
—Por supuesto —exclamó, haciendo reír a los demás—. Claro que acepto.
—Hayley y Will... Ya se pueden besar.
En cuanto aquellas palabras salieron de los labios del hombre, la pareja sonrió en grande, para luego acercarse y unir sus labios en un beso. Con esa acción se encontraban sellando su amor.
Audrey se colocó de pie y comenzó a aplaudir con todas sus fuerzas mientras las lagrimas caían con velocidad de sus ojos. Los presentes se apresuraron en imitar su acción.
Por otro lado, mientras todos tenían su mirada puesta en los recién casados, Alex era incapaz de apartar la vista de su novia. Sentía tantas cosas por Audrey que el corazón le dolía.
Algún día se iba a casar con ella.
Y eso lo tenía más que claro.
JES'S NOTE !
quiero a alguien como alex en mi vida 😞 de verdad que es un amor, LO ADORO
ya se viene el último capitulo de este fic :c a pesar de que hubo un tiempo en donde no quería seguir escribiéndolo, ahora me da pena pensar que esta a punto de terminar akndoqndkd 😭
GRACIAS POR LEERME <3 luv u
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