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¿Alguno de ustedes conoce la oscuridad?

Esa que sin ninguna pisca de misericordia o piedad te cubre con su sombrío manto infinito haciéndote temblar del más puro terror.

Esa que cuando llega a ti te hace querer morir de cualquier manera posible.

Esa a la que muchos tememos y que no tenemos el valor de enfrentar cara a cara porque sabemos que dentro de ella se esconden secretos, mentiras y actos terribles que no somos capaces de mediar.

Pues esa misma oscuridad era la que había acompañado toda su vida a aquel chico de azabaches cabellos y mirada asesina que sentado en el lujoso y oscuro despacho de su invisible fortaleza, atravesaba con su perturbadora mirada el enorme ventanal de cristal blindado mientras sus ojos recorrían encantado el agradable y hermoso ambiente exterior.

La tarde había comenzado a caer, los tonos naranjas y morados se perfilaban en cada esponjosa nube del inmenso cielo.

Los árboles alrededor lucían un espectacular verde oscuro debido a la casi inexistente estrella solar que se perdía por la delgada línea del horizonte.

No se escuchaba ni un ruido dentro de aquel lugar, pero él estaba seguro de que en el jardín delantero de su casa, ese que sus obes disfrutaban cada tarde, sus oídos serían impregnados por la dulce melodía de las aves regresando a su hogar. De los roedores haciendo volar las hojas cecas del suelo al pasar. Los halcones tan imponentes volando por los cielos en busca de una indefensa presa que les proporcionara alimento a su familia.

Sin dudas la naturaleza tiene sus cosas, a veces es fascinante, otras melancólica, otras de soledad y otras destructiva. Todas esas facetas eran de admirar por aquel chico que ya no era un niño, ahora era todo un hombre de veinte años que no se dejaba intimidar ni ganar por nadie.

Su oscura mirada de asesino hacía juego con el color azabache de su cabello perfectamente peinado. Sus labios finos nunca mostraban una sonrisa verdadera y cariñosa, detrás de las que dejaba ver a sus enemigos entre ellos sus supuestos compañeros siempre se encontraba una doble, o más bien, única intención, matar. Su pequeña pero temible nariz era capaz de percibir el miedo, la desesperación, la angustia, la ira y el rencor en el olor de sus víctimas o de sus aliados. Sus duras y marcadas facciones no se relajaban nunca, siempre contraídas e intimidantes les hacía saber a todos que solo jugaba al matar, fuera de ahí no se andaba con rodeos y mucho menos otorgaba segundas oportunidades.

Con su metro setenta y nueve de altura dejaba a todos por debajo y su fuerte musculatura lo hacían un hombre extremadamente peligroso.

Los golpes de la vida no le hacían confiar ni en su sombra.

Tenía un mejor amigo y mano derecha con el cual compartía varias de sus cosas pero hasta con él activaba su tercer ojo.

—Jungkook aquí traigo lo que me..— se quedó helado en cuanto vio pasar rasante a su cabeza una bala que se incrustó en la pared a su costado.

Su piel se tornó de un vívido color blanco y un sudor frío comenzó a surcar su cuerpo mientras el asombro denotado en su mirada era perceptible a cincuenta metros de distancia.

—¡Maldita sea Hoseok!— gritó con voz ronca dando un puñetazo en la mesa de madera negra con enchapes de un precioso y resistente metal dorado— ¿¡cuántas veces tengo que decirte que no entres sin tocar!? ¡¡La próxima vez pondré un puta bala en tu cabeza!! ¿¡me escuchaste!?

—Lo..lo siento señor— bajó la cabeza apenado. El alma poco a poco regresaba a su cuerpo después de haber sido asustada por la muerte.

—Otra cosa— su fría y dura mirada se posó nuevamente en él— no se te ocurra volver a mencionar mi nombre, nadie puede saberlo. Si alguien se entera te sacaré el corazón y se lo daré como cena a mi perro Kan.

Las duras palabras de Jungkook hicieron temblar al pobre de Hoseok que sin poder hablar por el notorio terremoto que sufría su barbilla asintió frenéticamente. El azabache era su mejor amigo, pero cuando se trataba de trabajo no le importaba a quien tuviera al frente.

—¿Qué venías a traerme?— se sentó en el asiento de cuero negro en el que minutos antes había descansado.

El contrario caminó hasta que se detuvo frente al escritorio.

—Aquí está toda la información que me pediste del chico— le extendió una carpeta de color negro con las letras MG grabadas en dorado en la parte delantera.

Tomó los documento y le dio una rápida vista pero no se lograba concentrar ante los escrutables ojos de Hoseok. Alzó su penetrante mirada hacia su amigo que no se había movido de su sitio.

—¿Qué haces que todavía no te has ido?— demandó con rostro serio.

—Quería puntualizar lo de esta noche— hizo una pausa— aunque no creo que sea seguro realizar este trabajo, la policía está investigando el asesinato de Min Ho, podría ser peligroso para ti.

—Lo que creas o dejes de creer me importa una mierda Hoseok, limítate a hacer lo que te he ordenado, esos policías corruptos no van a interferir en mi trabajo, así que mejor ve a preparar todo, sabes que no me gusta la impuntualidad.

—De acuerdo Mister Gold.

Y sin más que decir un resignado Hoseok se retiró del lugar dejando a Jungkook con una ceja levantada y una inquietante mirada hacia el documento que tenía al frente.

Dejando por un momento las delgadas hojas de papel sobre su escritorio se volvió hasta la pequeña mesa que yacía a su costado la cual estaba cubierta por diversas bebidas, entre ellas su favorita, el whisky Talisker. Sirvió un poco en un vaso de cristal y colocando tres cubos de hielo dirigió nuevamente su curiosa atención a lo que deseaba saber.

Sus ojos recorrían cada línea de lo impreso con tinta en el papel.

Sus labios se curvaron hacia arriba en una escalofriante sonrisa.

—Con que detective estrella— dio un trago a su bebida, la misma le quemó la garganta a su paso pero el no se inmutó y pellizcando suavemente su barbilla estrechó su fría mirada— ese calificativo no te va a durar mucho.

De un solo golpe bebió todo el contenido de su vaso y levantándose rápidamente tomó su pistola SIG-Sauer P228 y salió por la puerta rumbo a su habitación en donde decidido a preparar su plan para enjaular a un lindo koneko.

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Con una rabia incontrolable para su sistema en ese instante, apretó con todas sus fuerzas el insignificante trozo de papel haciéndolo trizas.

Si ese asesino se creía superior a él estaba muy equivocado. Lo consideraban el mejor en su trabajo y por ello pondría todo su empeño en que quedase demostrado ante todo y todos.

No era una persona de rendirse tan fácilmente y mucho menos de acobardarse y flaquear ante una injuriosa amenaza que carecía de miedo ante sano juicio.

Con un bravo ímpetu salió de aquel lugar sin informar de nada. Subió a la velocidad de un trueno en el coche y atravesando el recorrido antes cruzado regresó a la delegación.

Allí en su escritorio yacían los datos de los familiares de la víctima que leyó con detenimiento.

Algo llamó su atención de inmediato.

—Nam— demandó en cuanto su amigo entró al compartido espacio.

—¿Ocurre algo?— se detuvo camino a su escritorio y observó como fruncía en seño al leer los documentos que cargaban sus manos.

—¿Sabes donde queda este lugar?— se acercó a él y le mostró el nombre.

—Yeongdo ya no existe, es un lugar abandonado como muchos otros en esta ciudad, que a diferencia del Distrito Seo no se ha escuchado ningún tipo de fechoría en ese sitio.

—¿El teléfono de la víctima?— recordó al instante mientras en su mente ideaba un fantástico plan para lograr su cometido.

—Logramos recuperar toda la información, pero, ¿para que lo necesitas?— apretó sus labios y se sentó frente a su escritorio.

—Tengo un plan y necesito tú ayuda, de mañana no pasa que yo capture al asesino del señor Lee Min Ho.

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Tres agudos toques en la puerta de su habitación resonaron en el interior de esta y un claro adelante se escuchó al breve instante en que acomodaba los botones dorados de su camisa negra.

—Mister Gold tiene una llamada— informó cuando estuvo dentro de la enorme habitación de su jefe y amigo.

—¿Quién es?— preguntó despreocupado mientras arreglaba las mangas dobladas hasta sus codos.

—Min Ho.

Aquel nombre lo hizo girarse y observar con furia a Hoseok.

—No estoy para bromas, ¿¡dime quién rayos es!?— caminó hasta él y posó sus imponentes ojos sobre su amigo.

—No estoy mintiendo, aquí está el teléfono, quedó de llamar nuevamente— lo dejó en sus manos y salió como alma que lleva el diablo, no quería sufrir otro percance como el de esa mañana.

Caminó hasta su ventana y en ese momento el móvil indicó una llamada entrante que efectivamente se hacía de el teléfono de su reciente víctima.

Con mucha cautela atendió la llamada pero permaneció callado.

—¿Hay alguien ahí?— esa voz lo hizo curvar la comisura derecha de su boca.

Debía de reconocer que ese detective no dejaba descansar a su ímpetu pero sin dudas el podía con todo y un simple chico no detendría sus planes.

—Se que eres tú— volvió a inquirir cada vez más nervioso porque deseaba escuchar la voz que permanecía callada, así le sería un poco más fácil reconocerlo si algún día lo tenía delante, pero el hombre se empeñaba en callar.

—Voy a ser breve, se que asesinaste a Min Ho y como yo estoy a cargo de la investigación de su asesinato no tardaré en encontrarte— siguió sin escuchar palabra, solo una acompasada respiración que parecía tranquila.

Mirando su reloj contaba los segundos que pasaban, y cuando casi se cumplía el tiempo que se necesitaba para rastrear la llamada acató:

—Distrito Yeongdo mañana a las 11:30 de la noche— colgó dejando a un descolocado Jimin sin saber que pensar.

—Este será el primer paso para conseguir mi propósito y tú eres la pieza fundamental.

Con una idea en mente y una sonrisa malévola detrás de la cual se escondía un único plan...

Raptar a un hermoso y lindo koneko.


Hola mis amores, espero que estén bien. Aquí les traigo un nuevo capítulo, se que está corto pero traté de terminarlo lo más rápido que pude de acorde a mi escaso tiempo libre, espero pronto traerles uno más largo. Cuídense mucho...nos leemos.

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