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Ajustó fuertemente el cinturón negro de su pantalón de cuero del mismo color. Colocó su arma favorita, una SIG-Sauer P228 junto a una Browning High Power (P35) dentro de la cinturilla de la prenda que siempre destinaba para sus trabajos encomendados por las parcas*. Se colocó su ajustada chaqueta que favorecía grandemente a su físico ya que resaltaba sus muy marcados músculos y seguido de ella, la máscara dorada que representaba la pieza fundamental del personaje que había estado creando por mucho tiempo.

El interior de su solitario hogar, en el que transcurría su vida, pronto estaría habitado por su enemigo. Sabía que no sería nada fácil pero al opuesto hay que tenerlo siempre cerca. De lo que si estaba seguro era de que el rubio iba a comenzar a deberle mucho y ese día agendaría la primera deuda.

Cuando se enteró de la emboscada que le tenían preparada no dudó ni dos segundos en intervenir. No quería admitirlo pero su instinto protector salió a relucir en cuanto Hoseok irrumpió en su despacho y le dio la noticia.

Sonrió para sus adentros cuando se visualizó con compañía. Ser solitario, la mayoría de su existencia, era lo que colmaba sus recuerdos, y pensó que era irónico sentir emoción cuando no se alegraba por nada.

Salió al encuentro con Hoseok que lo estaba esperando en su auto privado con capacidad para dos. Subió en el asiento del copiloto y no hizo falta dar la orden para que el vehículo comenzara a rodar por la carretera con destino a Seúl. Aquella era una de las cosas buenas de su fiel compañero y amigo, que sabía leerle la mente y actuar antes de que las órdenes salieran de su boca, era algo magnífico, así se ahorraba la palabras.

—¿Sabes su ubicación?— preguntó cuando tan solo llevaban cinco minutos de trayecto.

—Tengo a uno de mis hombres siguiéndolo de lejos, me informaron que su vuelo aterrizará pronto.

—¿Has preparado el ataque? No quiero ningún percance. Esos hijos de puta merecen estar cien metros bajo tierra con toda su mierda en la boca. Me han estado persiguiendo todo el maldito tiempo de mi vida y ahora ven en el detective un blanco fácil para llegar a mi, mismo que no voy a permitir, pero tampoco quiero que los inocentes paguen por mis cagadas.

—Tienes razón— fijó su mirada en la carretera y continuó su charla— está todo listo pero les ordené no intervenir hasta nuestra llegada. El área supuestamente boscosa que hay en la región derecha no tiene la vegetación necesaria para que más de un hombre se oculte por lo que están un poco retirados de la zona. Solo un vigilante sigue los pasos enemigos con un poco menos de distancia y si hay un ataque real contra el detective este no podrá intervenir, lo sobrepasan en número.

—Entiendo, es necesario llegar antes que ellos.

—Te importa mucho el detective— sonrió de costado con alegría y confusión emanando de esa acción— ¿cierto? Te preocupas demasiado por él, nunca te había visto así con alguien.

—No digas estupideces. Lo único que intento es protegerme, proteger a la organización. Esos corruptos de mierda me quieren muerto y no les voy a dar el gusto.

—Eso lo se muy bien. Pero el detective Park está en medio, ¿porqué no dejarlo a él de lado y ocuparte de lo que en verdad importa?

—Se muy bien que no tengo corazón, Hoseok, y que me importa un bledo lo que le pase a las personas; pero en esta ocasión lo persiguen a él por mi. Eso tiene dos consecuencias, que el muera por mis mierdas y que yo esté expuesto por él.

—Cierto— dio por zanjado el tema. Conocía muy bien a su amigo y sabía por su actitud y palabras que ese chico le importaba y mucho aunque no quisiera reconocerlo, era totalmente entendible, sufrir como lo había hecho Jungkook te lleva a caer a un pozo sin fondo en el que nunca tocas suelo firme y te hace endurecer tu corazón y sentimientos.

No quería presionar el tema. Ya sería testigo de todo y con asiento VIP en primera fila, pensó.

Presionó fuerte el acelerador en cuanto entraron a una carretera poco transitada y se mantuvo en silencio.

El pelinegro estaba nervioso, no lo afirmaría pero tampoco lo negaría. Mantenía su vista en los gruesos y finos árboles en las afueras como hacía siempre en sus viajes, solo para tratar de oculta su desespero.

—¿Cuánto falta para llegar?— su impaciencia pudo más que su fuerza de voluntad y acabó preguntando.

Hoseok reprimió una carcajada detrás de su máscara negra aunque no pudo tragarse la sonrisa tratando de que su jefe no se percatara.

—Calculo unos siete u ocho minutos— el reloj que marcaba los kilómetros sobrepasaba los doscientos por hora.

Dos minutos habían pasado cuando el teléfono de Hoseok retumbó en su bolsillo. Lo tomó y contestó a los tres timbres.

—Diga— la mirada de su amigo le perforaba todo el cuerpo. No se atrevería a girar el rostro, sabía que esa mirada intensa no traería nada agradable consigo— ¿Qué?— una pausa demasiado larga se instaló en el ambiente mientras el auto continuaba rodando, ya muy cerca de su destino final— ¿estás seguro de eso? ¡Mierda!, ya vamos a llegar, no hagas nada, podrías salir herido— colgó.

Jungkook se mantenía escrutando a Hoseok con la mirada. Sabía que algo malo había pasado, no era común que el soltara palabras groseras.

—¿Qué ocurrió?

—Me acaban de informar que han herido al detective Park, le dispararon en un hombro trasero.

—¡Maldición! ¿¡y qué esperas!? ¡tenemos que ir ya!.

—Calma amigo— profirió doblando una esquina— ya estamos aquí.

Hoseok detuvo el auto a unos metros de distancia.

Jungkook agarró sus dos armas, una en cada mano y las levantó hacia adelante. Caminó...casi corrió hacia la casa pero el sonido ensordecedor de un disparo lo hizo detenerse en seco. Estudió la escena con la mirada. Dos hombres vestidos completamente de negro apuntaban hacia adelante y habían disparado, dos veces, a un ahora herido detective que luchaba por mantenerse en pie.

No supo porque pero la ira lo segó a tal punto de querer sacarle los sesos a esos malditos hijos de la mierda por haberse desquitado con un inocente.

En milésimas de segundos tomó una decisión. Guardó sus pistolas en el mismo sitio de donde las había sacado. Tomó un puño de hierro que siempre se colgaba a su pantalón y se lo colocó dispuesto a desfigurarle el rostro a esos malditos.

—¿Qué haces?.

—Cállate Hoseok, encárgate del otro, el que disparó es mío.

De una patada arrojó a la tierra a la escoria que luchó por levantarse pero un duro puño de hierro se estampó contra una de sus mejillas provocando un profundo corte.

Jungkook se abalanzó contra el hombre y comenzó a golpearlo en el rostro mientras en contrario intentaba quitárselo de encima fallando en el intento.

No paró de arremeter sus puños contra él hasta que no lo vio casi moribundo. Su puso de pie.

—No te mato porque quiero que le des un mensaje a tú puto jefe— se inclinó hasta su oído— dile que se cuide mucho las espaldas porque Mister Gold no deja asuntos pendientes, y con él, tengo muchos— enderezó su cuerpo y girando un poco la máscara escupió en su rostro.

—Todavía respira— informó Hoseok que se hallaba arrodillado Junto a Jimin comprobando su estado. No era médico porque no había terminado de estudiar pero algo conocía al respecto— aunque su pulso se está debilitando. Tiene dos impactos de bala, uno es detrás de su hombro y el otro en la pierna.

—Tenemos que llamar a una ambulancia— sugirió desconcertado y preocupado al llegar a su lado.

—No podemos, sabes que nos están buscando y no debemos levantar sospechas.

—¿¡Qué mierda hacemos entonces!?— caminaba de un lado a otro mientras enredaba sus dedos en su cabello.

—Tranquilo, lo único que podemos hacer es llevarlo al departamento que tienes aquí en Seúl y conseguir a un médico. Le pagamos bien y lo amenazamos para que no hable y conseguir que lo atienda.

—¡Vamos, no hay tiempo que perder!— se acercó a un casi moribundo Jimin y lo sostuvo entre sus brazos.

Admiró por unos segundos ese hermoso y dorado cabello rubio y anheló por un momento poder verse reflejado en esos profundos ojos de mar.

—¡Señor!— llegó corriendo hasta ellos uno de los hombres de Hoseok— ¿están bien?

—Lo estamos Minyuk, necesito que consigas un médico urgente, cuando lo tengas llévalo a el departamento de Mister Gold.

—¡Sí señor!— se giró y se puso en marcha.

—Tanemos que irnos ahora, si nos quedamos corremos peligro y mucho más él— observó a Jimin en sus brazos y por primera vez sintió preocupación y deseo de proteger a una persona.

Realmente había tenido muchas primeras veces con aquel chico, y eso lo asustaba a tal punto de no saber como manejarlo. Sabía que tenía que alejar esos sentimientos encontrados que acababan de surgir en su interior pero no deseaba sentirse vacío de nuevo por lo que dejaría todo en manos del tiempo.

Por el momento, como era habitual en él, sacaría provecho de la situación. Su plan no se vería afectado por sentimientos que aún no tenían un inicio ni un final.


PARCAS*: Las parcas son las diosas del destino. Son tres hermanas hilanderas que personifican al nacimiento, el matrimonio y la muerte. Escribían el destino de los hombres en las paredes de un enorme muro de bronce y nadie podía borrar lo que ellas escribían. Se llamaban Cloto, Láquesis y Atropos. Las tres se dedicaban a hilar. Luego cortaban el hilo que medía la longitud de la vida con unas tijeras. Ese corte fijaba el momento de la muerte. Ellas hilaban lana blanca y entremezclaban hilos de oro e hilos de lana negra. Los hilos de oro significaban los momentos dichosos en la vida de las personas y la lana negra significaba los períodos tristes.

¿Qué ocurrirá cuando Jimin despierte y se de cuenta de dónde está?
Lo descubriremos en el próximo capítulo..💜

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