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15 de agosto del año 2002
Era un día de verano cualquiera. Uno en el que el cálido e inmenso sol abrazaba con sus ardientes llamas a los que se exponían de forma directa a las fuertes radiaciones ultravioletas.
Ese día el astro rey calentaba más de lo normal. Las gruesas gotas de sudor corrían por todo su pequeño cuerpo ensangrentado, mientras sostenía entre sus brazos, el cuerpo inerte de su recién difunta madre.
La casa abandonada en la que vivían junto a su padrastro se había envuelto en una silenciosa penumbra a pesar de ser medio día.
Las mugrientas y mohosas ventanas verdes de madera se encontraban cerradas y aseguradas por completo. La puerta chirriante estaba a medio abrir siendo balanceada de adelante hacia atrás por el viento que sutilmente la acariciaba.
Sus cuerpos descansaban sobre el suelo arenoso y húmedo del interior. Muy cerca se encontraba una pequeña mesa con forma de triángulo con capacidad para tres personas, la cual era acompañada por sillas del silvestre material a medio reparar. Sobre la superficie del equilátero yacía un plato plástico con comida a medio acabar que ya había sido previamente ingerida con todo y las cinco gotitas de un veneno mortal lo suficientemente fuerte como para acabar con diez personas al mismo tiempo.
No conforme con esto había utilizado sus propias uñas afiladas para arañar todo el rostro y cuerpo sin vida de la mujer.
Todo había sido cuidadosamente planeado y había resultado un éxito total.
Una mirada asesina e inyectada en sangre que era acompañada de una siniestra sonrisa se reflejó en su aniñado rostro que a pesar de aparentar ser un niño, su mentalidad, forma de comportarse y de expresarse habían cambiado a partir de ese instante para convertirse en un completo asesino.
Lo había conseguido, había acabado con todos esos insultos humillantes y maltratos a los que estuvo sometido por parte de su alcohólica y desquiciada madre.
La dolorosa realidad era que ella nunca lo quiso. Nunca deseó su nacimiento y aprovechó las circunstancias para desquitar todo su odio con el pobre e indefenso niño que lloraba, gritaba y rogaba por que no lo golpeara. Un maltratado niño que lo único que quería para su vida era ser normal y que lo trataran con cariño y amor como todas las madres hacen con sus hijos; pero desgraciadamente la vida lo había castigado al darle la peor familia que pudo existir.
Ya había dado el primer paso, rendirse no era parte de sus opciones.
La primera persona había caído. Sonrió victorioso al ver que lo había conseguido; pero su cabeza no había parado de trabajar. En ella ideaba un plan para acabar con la mayor de todas las molestia, su padrastro. Este era igual o peor que su madre. Siempre que llegaba borracho se dedicaba a golpear lo primero que se le interponía en el camino. Si era él solo le quedaba correr por todo el reducido espacio hasta que era alcanzado y golpeado hasta el cansancio. Si era su madre se escondía debajo de la mesa para ver como ambos se golpeaban y ofendían entre sí. Nunca quiso intervenir entre ellos, lo único que siempre deseó era que ambos se mataran entre sí y así poder acaban con su sufrimiento. Estaba mejor solo, aquello dio vueltas en su cerebro por mucho tiempo hasta que decidió hacerlo realidad.
Pero el tiempo se estaba acabando. Dejó en el suelo el cuerpo de aquella que había pasado a formar parte de su lista de muertos siendo la número uno.
—Pronto te harán compañía en el infierno y también en mi lista— recitó seguido de una carcajada siniestra.
Sus pequeñas, rojas y sucias manos aferraron los largos cabellos negros enmarañados de la mujer y la arrastró hasta el maloliente baño.
Corrió hasta la cocina y agarró uno de los cuchillos plateados y oxidados con punta. Regresó hasta donde estaba la irreconocible persona y con la parte más delgada del arma blanca escarbó un agujero en su frente.
La sangre salió disparada bañando su rostro pero no le importó, la misma fue retirada con el dorso de su brazo.
Con el mismo filo del cuchillo logró desprender de la blusa de su madre uno de los cuatro botones dorados y con pulso firme lo incrustó en la frente de la que fue su víctima número uno.
Esa macabra sonrisa que nunca había mostrado, a partir de ese instante sería vista en su rostro todos los días. Sin abandonar su nueva adquisición expresiva y características de su persona a partir de ese momento, corrió hasta la bodega que se hayaba en la parte trasera de la casa. Tomó un pomo de cinco litros lleno de combustible y comenzó a esparcirlo por toda la casa empezando por los desolados alrededores.
El vivir alejado de la civilización nunca había sido una ventaja ya que aquellas personas podían abusar cuanto querían de él sin ser detenidos; pero en ese instante le era de mucha ayuda ya que nadie sería testigo de lo que estaba a punto de suceder.
Terminó de esparcir el fuerte líquido. Su sentido del olfato no le respondía debido a la cantidad de tiempo que estuvo expuesto a ese molesto y dañino olor pero poco le importó. De todos sus sentidos ese era el que menos necesitaba.
Bañó todo el exterior, el interior, los escasos muebles y el cuerpo de la mujer de cabellos negros que acababa de asesinar. Se escondió detrás de la pared trasera y triunfante esperó la llegada de su próxima víctima.
Como una feroz criatura al acecho de su presa aguardó paciente, esa era su mayor cualidad. Podía estar sumamente quieto en un sitio sin desesperarse o ser notado. Tal cual pantera negra esperó.
La noche había comenzado a despedir al sol para darle la bienvenida a la luna, misma que nunca apareció. Su fase novilunio nunca se divisaba desde aquel lugar haciendo de la noche la más oscura de todo el mes.
El furioso viento nocturno había comenzado a arremeter con fuerza contra los inmensos árboles que rodeaban la pequeña cabaña de madera.
Toda su atención estaba centrada en la podrida puerta que se estampaba una y otra vez contra las paredes hasta que una figura conocida para él apareció dando tumbos mientras se adentraba al lugar.
Sus manos sostenían una botella de alcohol barato, su aspecto desagradable y su mal olor le dieron ganas de vomitar al chico que se mantenía escondido detrás de la pared trasera.
No iba a esperar más. Después de verlo caer de bruces en el suelo sacó de su bolsillo delantero un viejo encendedor y lo dejó caer a su costado prendiendo fuego al instante a la seca hierba y hojas descompuestas que rodeaban la casa.
El fuego no se hizo de rogar e hizo su aparición segándolo por breves instantes. Corrió cuanto pudo hasta que la cabaña quedó muy lejos de él y allí, escondido detrás de un frondoso árbol de ceiba observó como las llamas reducían a cenizas los tablones de madera podrida que formaban lo que unos llaman hogar y que para él era el mismísimo infierno.
No lloró, no le dolió, no sintió nada luego de que las dos primeras víctimas que adornaban su lista junto a la casa en la que nació se fusionaron con el suelo hasta perderse de la vista del lugar.
Tampoco pudo decir que su vida fue fácil a partir de ese momento. Con tan solo cinco años tuvo que aprender a vivir solo y sustentarse por sí mismo. Vivió en las calles a merced de la poca limosna que conseguía y de los desechos que arrojaban las personas en los contenedores.
No podía trabajar, en ninguna instalación se lo iban a permitir por el simple echo de que era solo un niño. Siempre huyendo de la policía. Si lo encontraban seguramente iría a para a un centro de menores y no quería eso. Luego de que entras allí no sales hasta que tienes dieciocho años.
Durmiendo en bancos en las calles o en los túneles debajo de la ciudad mismos que estaban siempre mojados y húmedos lo que lo hizo enfermar muchas veces. Todas esas circunstancias lo llevaron a robar, primero las farmacias y luego las pequeñas tiendas donde vendían comida, todo para poder subsistir.
Y así transcurrieron quince largos años, pasando trabajos, miseria y hambre.
Hasta que un día todo cambió. Decidió empezar de cero y construir su propio negocio. No uno honrado, todo lo contrario, se adentró en el mundo de la venta de drogas, armas ilegales y el tráfico de joyas lo que lo llevaron a construir su propio imperio secreto. El más fuerte y poderoso de toda Asia. Era temido, odiado y respetado por grandes rivales con los que tenía que lidiar a diario, pero nunca volvió a asesinar a alguien, sus hombres lo hacían todo por él.
Hasta ese día, ese día en el que le indignó el corrupto sistema de defensa de su país y decidió hacer justicia por sus propios medios.
Su lista se fue llenando cada vez más y junto con ella su enorme cuenta de banco. Todo aquello aparejado a un inconfundible sobrenombre que encajaba perfectamente con su forma de matar...
🔪❌GOLD KILLER❌🔪
Un pequeño recuento de la vida de Jungkook cuando niño hasta llegar a su actual vida
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