
26
El corazón me latía con fuerza, iba tan rápido que podía sentirlo ahogarse en sí mismo, bombeando sangre tanto como podía para preocuparse de todas las emociones que estaba conteniendo en ese momento, volviéndose loco.
El mundo se detenía, las personas desaparecían, los sonidos dejaban de ser notorios para mí, la temperatura no importaba, no había más lluvia afuera, tampoco mis ganas de volver a casa o meterme a una ducha caliente, porque en este mismo momento mi cuerpo ya lo estaba. Era preso de un calor infernal que me recorría todo el cuerpo, carcomía cada parte de mi ser y estaba disfrutándolo totalmente. Solo éramos Jimin, yo y estas enormes ganas de devorarnos.
Mis labios disfrutaban de los suyos, que como lo imaginé, realmente era todo un festín celestial el besarlos. Siendo hinchados y con ese lenguaje agresivo, tenía magia para calentarme con esos sencillos movimientos de su lengua, con pequeñas mordidas, sus labios succionando el mío y los jadeos que salían de ambos.
─¿Estás seguro? ─le escuché en murmullos, preguntaba aún si yo me había lanzado a él para besarlo.
─Sí, por favor.
Mis manos no perdían el intentar desnudarlo, y lo sentí titubear, como si de repente estuviera muy nervioso por eso. Aunque, mandó todo a la mierda liberando esa pálida piel de la innecesaria cárcel de tela.
Mis pantalones decoraron el suelo junto con su ropa y poco nos importó si seguía mojada haciendo un charco en el suelo, tampoco estaba preocupado por mi mano dislocada, el dolor de ella pasó a segundo plano cuando el calor recorrió mi piel y su intensidad estaba marcada en cada movimiento.
Sus dedos de artista sostenían con firmeza mi cintura, un agarre fuerte que me hizo temblar cuando me acercó más a su cuerpo para comenzar a caminar, empujándome hacia atrás con su cuerpo. Obligándolo a girarse para caer sentado, moviéndome a estar sobre sus piernas, sosteniéndome de sus hombros, mis dedos enterrándose en su piel como podían cuando sus labios dejaron los míos para besar y morder sin ningún tipo de piedad mi cuello y clavículas.
Sentí sus manos tomar mi culo, estrujarlo con poderío, logrando que de entre mis belfos huyeran sin control silenciosos gemidos y me animaba a moverme por sobre la creciente erección debajo de sus calzoncillos. Tentando a perder la cordura.
Si es que aún me quedaba.
Estaba duro, por el roce entre nuestros cuerpos, por sus manos calientes, por su tacto poderoso, por la forma en la que estaba marcando la piel de mis hombros, por esta abrumadora niebla que me anonadaba la mente.
¿Era porque hace tiempo no lo había hecho?
¿Es porque es él?
Su mano bajó la orilla de mi ropa interior, hasta tener piel con piel y venda, su dedo acariciaba mi punto pecaminosamente lento. Jugaba con él, adentrándolo, excitándome mucho más y apoyé mi frente en su hombro al no poder con ello. Porque estaba abusando de ese punto, aprovechándose a meter un dígito más, para jugar con ambos dentro de mí, mortificándome.
Salía y entraba, siendo cada vez más rápido, mi mano tomaba la suya, pero poco le importaba que mis dedos se aferraban a su muñeca queriendo evitar el abuso. Su mano sacaba el agarre para continuar con él y me sentía completamente listo para tomarlo, dándome cuenta de que no podía decidir aquello.
─Estoy, ya ─dije.
─No ─escuché de él. Su voz era autoritaria ─, yo decidiré eso.
Sí, era posible estar más encendido.
Mis labios buscaron los suyos otra vez, recibiendome con un calor abrazador y una agresividad brusca que me hizo estar falto de aire. Recuperandolo en una estocada enorme al cargarme para subir un poco más a la cama y estando lo suficientemente cómodo para apoyarnos adecuadamente, bajó lo suficiente su ropa interior, liberando su falo erecto, provocando que mi labio inferior fuera prisionero de mis dientes.
Su mano vendada tomó su propio eje, atrayendo mis caderas con la otra para alinear su erección con mi punto. Entonces, dejé de cargar el peso de mi cuerpo con los puños en la cama, descendiendo levemente con su ayuda para sentir su calor dentro de mi, tortuosamente.
Porque era demasiado para soportar.
Estaba tan caliente, no podía recordar hace cuanto tiempo que no me sentía así.
¿Alguna vez si quiera me sentí de esta manera?
Y mis ojos dejaron de estar perdidos cuando se conectaron con los suyos, porque mis labios estaban abiertos para liberar jadeos entrecortados por mi falta de respiración, tragando saliva con dificultad, sintiendome congelado, devorado. Sus ojos eran intensos y me comían por completo.
Ardientemente azules.
Me apoyé de sus hombros, uniendo nuestras frentes, cerrando los ojos al no poder seguir con ese incandescente contacto.
Gracias a las fuerza de ambos, comencé a cabalgarlo.
Oh. Dios. Mío.
Sus manos estaban en mi espalda y caderas, podía sentir la textura de la tela, sus dientes y labios encajandose en la piel de mi hombro cuando huí de su rostro para rodearlo por el cuello y esconder mi rostro entre mi brazo y su cuello. Su pene entraba gloriosamente en mi, haciendo estragos en todo mi cuerpo con la deliciosa sensación, porque me ayudaba a subir y bajar.
A tomarlo correctamente.
Y era el maldito cielo.
Mucho mejor cuando cargó mi cuerpo, volteando nuestros cuerpos, dejándome sobre la cama con un extraño cuidado que me llenó el corazón de calor. Tomó mis piernas para apoyarlas sobre sus hombros y tirando de mis caderas, logró dar embestidas tan certeras que tuve que cubrir mis ojos con mi antebrazo, buscar refugio en las sábanas entre mis dedos sanos, necesitando expresarle paraverbalmente todo lo que estaba causando consciente e inconscientemente en mi.
Por lo que, comencé a pensar concienzudamente en cada una de las sensaciones atacando mi cuerpo.
Para cuando abrí los ojos, por el cosquilleo en toda parte de mi anatomía, me encontré una expresión caliente en el rostro del pelinegro. No tenía el entrecejo fruncido, lo que me extraño en demasía, era más una expresión agotada, necesitando de aire, con las cejas tristes y los ojos bañados en lujuria, los labios hinchados y colorados por mis besos y mordidas.
Era jodidamente caliente.
Pero lo fue más cuando sus cejas se juntaron como usualmente, a sabiendas que no era por estar enojado, sino por estar disfrutando de nuestros cuerpos.
Por más que su rostro haya sido una de las mejores cosas que en mi vida haya visto y disfrutado, mi vista huyo a sus manos sacando el vendaje de su diestra, sus nudillos aún estaban enrojecidos, con pequeñas marquitas y costras. Aquella sostuvo mi pene, comenzando a subir y bajar, llevando sus dedos por la punta llorosa de mi polla, moviendolos de lado a lado y llenandome de un raro éxtasis, algo que nunca en mi vida sentí antes.
Joder.
Joder.
Santa puta mierda.
Embestidas y sus dedos jugando con mi punta, su rostro lleno de esa expresión orgasmica y siseos saliendo de su boca.
Mi cuerpo comenzó a temblar, vibró en mi pelvis el orgasmo y mi eje se llenó de aquello que disfrutaba tanto. Escuché un pitido en mis oídos, mis ojos se giraron a mis cuencas, mi espalda se arqueo, el corazón se me detuvo.
Él se vino conmigo.
Salió de mi, lento, acostándose junto a mi, con la respiración acelerada mientras miraba al techo.
Mordí mi labio, nervioso.
Comenzaba a recuperar la consciencia de mi mismo.
¿Qué iba a decir?
─Voy a encender el calentador del agua ─soltó, levantándose de la cama, dándome esa buena vista de su redondo culo y amplia espalda. Aún así, tenía bastante cintura.
Intenté moverme igual, pero mis piernas no tenían fuerza, además de sentirme mareado.
Lo envidie.
─¿Cómo puedes levantarte normal así como así?, ¿qué no te afecta el orgasmo?
Jimin me lanzó una risita sardónica para luego encogerse de hombros, rodeando su cintura con una toalla que encontró en alguna parte y abandonandome en su cama al salir de su habitación.
Ahí oculte mi rostro con una almohada para acallar mi pequeño grito.
(...)
Salí de la ducha para encontrar a Jimin sentado aún con la toalla puesta, estaba sentado frente a su tableta, tenía su guante puesto y sostenía su pluma digital como solía hacerlo antes de golpear el espejo. Estaba dibujando y al notar mi presencia, bloqueó y tapo la tableta con su funda.
─Te toca ─dije, queriendo saber que dibujaba.
─Voy.
Levantándose de la silla, lo vi ir hasta su armario para tomar ropa, moviendome hasta dejarme caer en su cama con la toalla que me presto aún en la cabeza.
Pensando.
─¿Vas a quedarte a cenar? ─me cuestionó eligiendo unos calzoncillos.
Me recoste en su cama con total confianza, lo hacía desde antes de lo que... pasó hace algunos minutos, bostezando con mi cansado cuerpo.
─Me encantaría, el sazón de tu padre es genial, pero le prometí a Aungus que iría a su casa para ayudarle con algunas cosas. Se supone que después de acompañarte iría ahí, pero bueno ─levanté mi mano vendada y sonreí ─. Cosas que pasan de las que no me arrepiento.
Hablaba de la mano y de lo que sucedió.
Fui claro como el agua.
El pelinegro asintió, llevando su mano hasta su cuello y dejándolo caer hasta su hombro y claviculas, rascando sus las mismas, estirando su cuello, con su pie derecho más estirado que el izquierdo. Marcas comenzaban a posarse en varias zonas de su piel y me mordi el labio. Luego se giró para alcanzar una prenda y su espalda llena de mis rasguños estuvo ante mi.
─Está bien ─soltó y miró a su ventana ─. Ya dejó de llover, igual.
─Sip, es mejor que me vaya yendo.
Levantandome de su cama, comencé a ponerme los zapatos y dejé su toalla sobre la silla, así como el lo había hecho varias veces antes cuando lo encontraba recién bañado.
─Oi, pero sigues con el cabello húmedo.
Jimin se movió cerca, dejando una gorra suya sobre mi cabeza. En si toda la ropa que estaba usando era suya, como él acostumbraba usar prendas bastante amplias no fue difícil para mi usar su ropa, siendo delgado y apenas unos cuantos centímetros más alto no hizo realmente mucha diferencia.
─Ya me has prestado demasiado.
─No quiero cargar con tus molestos mocos cada que vengas a mi casa o me llames.
─¿Me estás invitando a hacerlo?
Se encogió de hombros.
─No es como si no fueras odioso durante vacaciones. Veniste y me llamaste tanto como pudiste, no te veo dejando de hacerlo.
Chasquee los dedos.
─Cierto. Igual, no puedes negar que no te gusta.
Volvió a encogerse de hombros, me tomó de la muñeca y me puso frente a la puerta de su casa.
─Largo de mi dulce hogar, se está haciendo tarde y va a llover. Anda, largo.
─Yo igual voy a extrañarte.
Vi su espalda de nuevo cuando caminaba rumbo al baño, ignorandome y sonreí, saliendo de su casa.
Y me fui corriendo directamente a la casa de Aungus aunque él no me esperaba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro