
21
Nuestra confianza creció, en mí, en él, en ambos.
Vante era más bromista, pero nunca era tanto al punto de reír, realmente pensaba mucho en cómo sería su risa porque no lo había escuchado reír ni aunque sea un poco.
Durante estas pequeñas vacaciones fui varias veces a su casa, quedándome algunas horas, a veces cenando y cuando no iba a su casa entonces lo llamaba para hablar de cualquier tontería o ver películas por instagram o rave. Al principio me regañaba por llamarlo y ahora no decía nada, sólo me escuchaba mientras yo empezaba a hablar de cualquier cosa y respondía a sus habituales preguntas, para después saber que él adquiere la confianza de hablarme de cualquier cosa también.
Me contó sobre series que estaba viendo, libros que estaba leyendo, escenas que le dejaron intrigado, cosas que quería investigar y yo estaba drenando la información de él como sanguijuela a la sangre.
Esas fueron las partes más cómodas de él.
Porque vi partes más incómodas de su vida también.
Como las vendas en el bote de basura, las cajas de curitas decorando una de sus repisas, las expresiones de algunos de sus familiares ante cierto tipo de situaciones, las botellas de alcohol en alguna parte de la casa y note la tristeza en su habitación. La ropa tirada en alguna esquina escondida bajo alguna pequeña frazada, los zapatos regados como si al llegar los sacara de sus pies y sentirse libre, en contacto con algo más frío que su corazón.
Lo imaginé llegando a casa y desnudando su cuerpo de esas capas de ropa, manteniéndose descalzo, escuchando aún música por sus audífonos mientras se encerraba en sí mismo, en las letras, en sus dibujos.
Encontré el baúl de disfraces que usaba para esconder las distintas facetas de su vida, hurgue en él y me di cuenta del pequeño globo ponchado, de una pequeña flor disecada dentro de un libro viejo y cartas con dibujos amigables que parecían ser de alguien menor, me escabullí en esa envoltura de chocolate entre las páginas que era mía y entonces quise hacer más preguntas, pero a la vez no.
No quise preguntarle a Vante por sus miradas tristes durante las cenas, por sus labios más callados de lo habitual, tampoco quise preguntar sobre la relación que tenía con su madrastra o hermanos, porque sencillamente parecía no existir cuando la cena se hacía en esa mesa con olor a lavanda. No me atreví a descubrir porque su madrastra no lo miraba ni una sola vez, tampoco porque el tema de conversación era algo que bien el pelinegro conocía y nadie parecía dirigir las preguntas hacia él.
Tenía tantas preguntas, pocas respuestas y mucha impotencia.
Y durante las llamadas, al fondo pude escuchar las peleas de sus padres cuando la casa dejaba de ser silenciosa y mi amigo no se quejaba por el ruido del aire empujando sus ventanas. Escuché los gritos de sus padres diciendiendo todo tipo de cosas que me hicieron preocupar y fingí no escuchar cuando Vante me preguntaba, para no hacerlo sentir mal, para no preocuparlo.
Pero me di cuenta de la forma en la que su padre le hablaba algunas veces, escuché las quejas del mismo debido a la mujer con la que estaba casado.
Como escuché también lo preocupado que estaba Vante.
Lo oí en pequeños murmullos preguntándole a sus hermanos o padre sobre cómo se encontraban, dando los buenos días a alguno de ellos, preguntando sobre su hermana y el trabajo de ella, siempre dándoles alguna mínima palabra de aliento.
Pero nunca escuché a alguno de ellos preguntarle a Vante sobre cómo se encontraba, tampoco diciéndole algo que tal vez lo hiciera sentir mejor, no percibí alguna pregunta de su trabajo.
En cambio, siempre eran quejas.
Su padre regañandolo por no hacer algún deber, por no supervisar a su hermano menor, por olvidar algo de la compra, por dejar cierto artículo fuera de lugar. Su padre era sumamente estricto.
Y su madrastra lo era aún más.
Comenzaba a hacerme mis teorías respecto a varias cosas, me sentía mal varias de esas veces porque no era nadie para decidir que cosas estaban pasando en su vida, sólo sabía que no era tonto y Vante al ser demasiado orgulloso no hablaría sobre el tema, lo evitaría ya que mentir no le gusta.
Aún así, ¿sería capaz de decir un "estoy bien" aunque no sea así?
Perdido en mis pensamientos olvidé que las horas pasaban, me dejé ir en los videojuegos, en las voces perdidas de mis amigos, no recordé el sabor de la comida o el tema principal en la cena con mis padres, tampoco atendí las llamadas de mis hermanos para preguntarme sobre regalos por la próxima navidad -de lo que estaba seguro era la razón de sus llamadas- y me dejé caer en cama, con el celular vibrando en mi costilla, tomándolo entre mis manos para leer los mensajes que Vante recientemente me respondía.
Entonces decidí llamarlo.
─Hola, bebé ─saludo coqueto, como me había estado naciendo ser con él ─. Extrañaba escuchar tu melodiosa voz a esta hora en que la luna saluda al cielo y las estrellas bañan mi penosa alma.
─¿Qué clase de mierda cursi es esa? ─le escucho falto de aire, incluso ronco y me quedo sin aire.
─Tu voz ─se me escapa decir.
─¿Qué tiene? ─y su garganta parece querer hacerme morir, sus cuerdas vocales se pusieron de acuerdo para hacer vibrar mi piel y mis vellos se levantaron ─. Ah, es por la hora, ya te lo había dicho.
─Sí, cierto. ¿Cómo estás?
─Como siempre ─me responde, no entiendo si es negativo o positivo, no sé descifrar su voz. Siento que no he aprendido nada de él y me hiere ─. Mañana regresamos a la universidad y tengo tanta flojera.
Entonces eso me hace reír.
─¿No quieres?
─No. Odio levantarme temprano, odio hacer tareas, odio caminar tantas calles, odio las voces de mis compañeros, odio a los profesores, odio la comida de la cafetería, odio el sol, odio a las personas, odio la universidad.
─Esas son muchas cosas que odiar, ¿te cabe tanto?
─Pendejo ─me rio de su voz con reproche, porque sin duda no estaba diciéndolo en doble sentido. Le escucho quejarse y su murmullo igual ─, mis manos.
Trato de no preguntar.
─Oye, Everard ─pero no puedo ─. ¿Seguro que estás bien?
El silencio se instala entre nosotros, recuerdo cuando estuvo ebrio.
─Odio a mi madrastra, odio su relación con mi padre, odio que mi padre sea tan duro conmigo, odio que mis hermanos no les interese en lo absoluto nada más que ellos, odio muchas cosas.
No sé si eso fue suficiente para mi.
─¿Puedo preguntar algo tal vez muy personal?
Espero.
─Sí.
Preparo mi pregunta.
─Los curitas y las vendas, ¿por qué?
─Soy muy descuidado, siempre ando golpeándome, por eso las curitas. Varias veces me he metido en las peleas de mis padres entonces paso a tener algunos golpes también ─me confiesa ─, mi madrastra tiene una estética, entonces tiene uñas largas ─explica ─. Y las vendas son porque tengo ataques de ira donde no puedo dejar de golpear cosas, cuando me doy cuenta ya tengo las manos lastimadas y por eso.
─¿Y tus padres?
─Piensan que quiero llamar la atención. No importa si ya tengo el diagnóstico.
Mis dientes se aprietan dentro de mi boca.
─Además, mis menos se ven todas feas con esas marcas. Es incómodo usar el guante a veces, por eso me quito las vendas, pero no me gustan las marcas que se hacen ─mi corazón se estruja ─. Y las vendas se ven cool, me siento Kaneki o cualquier otro personaje con vendas.
─O una momia.
─Exacto, el próximo año podría disfrazarme de eso.
─Me disfrazare de eso igual, seremos el dueto de momias.
Intente aligerarlo, porque aunque dije que no sabía entender su voz, fue palpable el dolor en su explicación, el cómo intentó restarle importancia.
No quería darle más carga a su corazón.
London hablaba de su nuevo novio, Ame hacía chistes graciosos y sucios con ello, Aungus solamente escuchaba y expresaba su disgusto en toda su cara, mientras yo me mantenía con lo sucedido la noche anterior en la cabeza, mirando mis manos.
No tenía mucho que llegamos a la mesa de la cafetería, mi café se enfriaba junto a mi pero eso no importó en lo absoluto cuando miré a Vante entrando con mala cara y sacándose los audífonos para ir a la fila. Entonces, levanté mi mano llamándole como si estuviera a kilómetros de distancia, mis amigos dejaron de hablar ante mi acto y los ojos azulados de Vante se enfocaron sobre mí, sus cejas juntas por mi griterío.
─¡Aca, Everard! ─grité ─, ¡siéntate aquí!
─¿Qué diablos haces? ─cuestiona London en voz baja, le miro ─. ¿Por qué le hablas?
─Porque es mi amigo ─le respondo sencillamente ─. No es la primera vez que invitamos a alguien a sentarse con nosotros ─susurro igual con ella.
─Pero es él.
─¿Y yo soy yo?, ¿tú eres tú?
─Y él es él ─responde Ame señalando a Aungus, siguiendo el juego.
─Yo soy tan gay ─agrega Aungus, babeando por su nuevo crush, haciéndonos reír.
Vante estuvo a mi altura.
─¿Qué?
Me muevo, le señaló el lugar junto a mi y decide sacar su mochila de su espalda para sentarse y ponerla en sus piernas, abrazándola en cuanto se sienta y mi brazo pasa por sus hombros.
─Querido amigo Everard ─digo ─, ellos son mis amigos. Aungus.
─Es un gusto conocerte bien.
─London ─le señalo.
─Hola.
─Y la rara de Ame ─termino, ella se queja y levanta un dedo.
─¿Es cierto que le rompiste la nariz a alguien en preparatoria?, ¿le salió mucha sangre? ─cuestiona ella, siendo totalmente imprudente.
Vante junta sus cejas, yo temo por mi vida y el fuego crece en mi lengua, Aungus retrae sus labios y London parece querer aguantar la risa.
─Sí, ¿y? ─dice Vante.
─Cool ─responde de inmediato Ame ─. ¿Eres tan malo como dicen todos?
─Ame, en serio para ─digo ─. No molestes a Everard, es mi amigo.
─Sólo quiero saber.
─Venga, Oliver ─dice London ─. No te pongas pesado, son preguntas inocentes. Tiene fama de malo.
─Si fuera tan malo como todos dicen no sería mi amigo ─le defiendo ─. Sabes perfectamente que no me junto con porquerías. Vante es genial.
Siento la mirada de Vante en mi, me levanto y tomo su brazo para alejarnos de ahí, porque estaba enojado. Tiro de Vante hasta estar en uno de los jardines de la universidad y me tiro con los brazos cruzados en el pasto, descruzando aquellos para palmear un lugar junto a mi y obligar al pelinegro a sentarse conmigo.
─En serio, a veces me molesta que sean tan libres con sus palabras, no piensan ni un poco en que las cosas que dicen a veces son tan críticas.
El pelinegro se encoje de hombros.
─Sinceramente, estoy acostumbrado. Fuiste el primero en no hacer cosas de ese tipo.
Mis ojos viajan hasta los suyos, su rostro está relajado. Me pongo nervioso, mi enojo se esfuma y me tiro en el pasto para poner mi cabeza en sus piernas, escucho su queja pero no me muevo.
─Me quedé despiero hasta tarde esperando actualización de el corazón perdido del tritón ─me quejo ─. Cuando la subiste me tardé apreciando tu arte y queriendo que respondieras mis preguntas, así que tendrás que cargar con mi cansancio.
─Tsk. Yo no te dije que leyeras mis manhwas.
─Hazte responsable como su autor.
Le vi rodar los ojos antes de cerrar los míos para evitar el sol, agradecía estuvieramos casi en diciembre, porque no era una luz que hiciera sudar mi cuerpo. Sin embargo, era lo suficientemente molesto.
Pero, de repente el sol se nubló, lo sentía en mi nariz y barbilla, pero mis ojos no eran molestados por los rayos, tenía intriga asi que entre mis pestañas note la mano de Vante cubriendome del sol y su barbilla afilada, miraba al frente como si no estuviera haciendo eso, tenía los audífonos en sus orejas y mi sonrisa se deslizó por mis labios de una forma tan sutil que mi amigo la perdió.
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