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19


Vante no recordaba absolutamente nada, pero no era algo que me molestara.

Tampoco busqué hacer que recordara algo o preguntarle, él tampoco sacó el tema pero no parecía incómodo por eso en nuestra interacción.

Cuando lo llamé al día siguiente, preguntándole por su estado, de forma rabiosa y con varias quejas me habló de la peor resaca de su vida. No era la primera vez que se embriaga según me dio a entender, pero en esas ocasiones no la pasó tan mal al siguiente día.

En esta definitivamente sí.

Me habló de las náuseas, el dolor, no soportar la luz o los ruidos y que su padre sabiendo de esto aprovecho para hacerlo sufrir más, haciendo tanto ruido como le fuera posible y dándole de desayunar sandía. Mucha sandía.

Yo no podía parar de reír y eso lo hizo gritarme antes de cortar.

Pero le llamé de vuelta en la noche y hablamos durante horas. Bueno, hablé.

Así hasta que nuevamente se quedó dormido y tuve que cortar.

Entonces, los días de vacaciones se llenaron de eso.

Esperar la noche para llamarle a las diez y media en punto, la hora en la que terminaba de cenar con su familia y se encerraba en su habitación, la hora en la que tenía suficientes temas de conversación que fluían cual agua de río entre rocas. Hablar durante horas sobre muchas cosas y aprender de sus murmullos, de la música de fondo que llegaba a detener porque decía sentía no podía escucharlo.

Mis noches se llenaron de su voz, que se hacía ronca por la hora y la temperatura, se llenaron de sus manías, de sus accidentales golpes contra los muebles porque era muy descuidado, de mis risas por lo enojado que se ponía y lo avergonzado que me sentía al contarle alguna anécdota del pasado.

Se llenaron de él, de mí y aún así quería que mis noches siguieran bañándose en todo él.

Me sentía flotar cada vez que hablaba con él.

Cómo justo ahora.

Acostado boca arriba, con los audífonos en mis oídos, mi mano sosteniendo el teléfono sobre mi pecho y mi otra mano sobre mi estómago. Con mi voz saliendo de mis labios y comunicando no totalmente lo que pensaba decir.

─En esta historia. El protagonista besa inesperadamente al otro y el otro piensa, ¿de verdad me estoy haciendo gay por este chico? ─comentaba, riendo después con toda la intención de expresar la situación en mi voz ─. Yo estaba como "obviamente no, ya eras pero no lo sabías". Además, ¿Quién no se fijaría en semejante bombón que es el prota?

─¿Entonces te gustan los comics?

─Las novelas gráficas son geniales ─halague, comenzando el tema con la idea de que me dijera sobre sus novelas. Lo ansiaba, lo deseaba, necesitaba hacerle tantas preguntas ─. Encontré la historia por buscar imágenes en Pinterest y me salió ese chico, me interesó, busqué, leí y me vicie.

Su respiración fue lenta, aprecié su suspiro en medio del silencio y como el aire empujaba el vidrio de sus ventanas, el susurro del viento del otro lado de la línea que me incitaba a decir algo más para poder saber que tanto pasaba en su cabeza.

En mi vida me había topado con una persona que era tan cerrada con sus sentimientos, nunca encontré alguien tan introvertido y malhumorado como él. Me hacía pensar en todos esos personajes oscuros en las películas que a nadie le gustaba, personajes ignorados por el brillante protagonista que es guapo y gracioso, pero este personaje me resultaba ser más atractivo. Más real.

En mi familia siempre se fomentó la comunicación, hacer largas platicas hablando del pasado, aprendiendo de nuestros errores y de los de otros, conversando de lo que nos gustaba o no, respetando siempre los gustos de los demás y compartiendo los nuestros. Pocas veces tuve peleas con mis padres o hermanos, porque siempre llegábamos a solucionarlo antes de que sucedieran mayores. Mi familia me tenía orgulloso, como sé que ellos también lo estaban de mi.

Al tener una familia tan abierta con sus emociones, que trabajaba en romper esquemas de agresión y educarnos de una forma diferente, era para mi completamente interesante encontrar a un chico el cual no hablaba casi nada a menos que fuera para insultar, quien parecía tener problemas con su familia. No era por mera curiosidad ahora, no solo por una situación completamente diferente a la mía o por ser una fuente de estudio, era porque él me interesaba. Me interesaba su persona.

─Sabes... ─dijo rompiendo ese silencio que él mismo creó ─, estudio ilustración porque me gusta mucho dibujar, crear personajes, llevar las cosas que imagino a algo que los demás puedan ver y en algún momento que pueda ser físico, tangible. Sobre todo, para poder darle imagen a las historias en mi cabeza.

─¿Las historias en tu cabeza?

Aquí viene, por fin, después de tanto tiempo. Estos meses esperando poder saber de sus historias de sus propios labios, encontrar mis anotaciones de las historias y preguntarle hasta escurrir todas mis dudas.

─Sí, hago novelas gráficas. No le había dicho esto antes a nadie ─confiesa, me siento profundamente halagado, importante, sonrío sin darme cuenta ─, pero dibujo y escribo sobre distintas parejas, en su mayoría son de romance ─explica y yo me emociono ─. Me esmero mucho en ellas y las subo a una plataforma donde las personas pueden seguirlas, comentar, votar por ellas, entre otras cosas.

Su voz se escuchaba con ilusión, era la primera vez que lo escuchaba diciéndome algo con ese tono de voz y mordí mi labio por las cosquillas que sentí en la punta de cada uno de mis dedos. ¿Cómo lucirá justo ahora?

─¿Y dónde las subes?, me gustaría leerlas.

─Jodidas no.

─Oh vamos, ya me hablaste sobre ellas. Cavaste tu propia tumba, amigo.

─No hay manera de que un idiota como tú lea mi mierda.

─¿Por qué? ─cuestioné y luego estiré mi sonrisa ─, te juro que si sé leer ─un resoplido de su lado ─. Everard, déjame leer el arte que seguramente haces.

Silencio.

Lo pensé, la composición de sus obras, sus dibujos tan detallados, las expresiones de sus personajes, los desnudos y la trama. No podía encontrar anotaciones o mensajes de él a sus seguidores, pero imaginaba que había mucha preparación de por medio.

─Bien, te mandaré links. Sin embargo, se te ocurre decir alguna mamada y te pateo el culo.

─Entendido, mi señor.

Después de esa amenaza sentida en lo más profundo de mi alma, los links no llegaron a mi chat hasta que lo escuché mandándome a dormir y diciendo con voz adormilada lo cansado que estaba de responder a mis preguntas tontas. Entre risas y suspiros colgué el teléfono y dejé el celular cargando, con los nombres de las historias que me dejó en la cabeza para poder hacerle las preguntas indicadas.




Mamá me entregó la bolsa, sonriendo y luego tocando mi mejilla para deslizar la frase "cuídate mucho" a través de sus aterciopelados labios y dulce voz, agradeciendo aquello besé su mejilla y salí de la casa con paso apresurado.

El día era precioso, olía a libertad y la brisa empujaba mis cabellos, mi chaqueta me cubría de los susurros helados y mantenía mi mente en blanco.

Tal vez tardé demasiado en hacer esto, pero lo importante era poder reparar mi error de la mejor forma, no sabía cuál sería su reacción, pero aquí estaba, trazando un camino disparejo entre las grietas del suelo camino a su casa.

Cuidado con las rayas si no se muere mi madre.

Caminas me ayudó a mantenerme relajado, porque estuve nervioso al salir de casa y durante todo el camino mi cuerpo no vibró en agonía por atreverme a aparecerme en su casa una segunda vez, sin una excusa como un trabajo escolar, por lo que cuando estaba a unas calles de su casa busqué mi celular en mi bolsillo y le marqué.

Escuché los tonos, uno tras otro y luego el buzón, volví a marcar, unos cuantos tonos y su voz recibiendome.

─¿Qué?

─Everard, sal.

─¿Eh?

─Estoy en tu casa, sal.

Silencio.

─No estoy en casa.

Mierda.

─Ups.

Me detuve justo frente a su casa, mirando las plantas fuera de esta, pateé una piedra en la banqueta y luego miré en la dirección de donde había venido.

─¿Qué mier-.... ¿Qué haces en mi casa?

─Vine a verte, disculparme con tu padre y traje pastel ─pronuncié, ahora realmente nervioso.

Respiré profundo, intentando calmar el latir de mi corazón. Mis dedos se aferraron al celular y el viento continuó empujando mis hebras contra mi frente, a un indeciso paso de regresar a casa.

─No me gusta el pastel ─le escuché decir.

Mierda.

─Es de chocolate ─solté, como si eso fuera a transformar el pastel en una enorme barra de chocolate para persuadirlo ─. Y es para tu padre, no para ti.

Gruñó.

─A estas horas vamos a comprar para la comida, siempre salimos entre las cinco y las seis. Estamos por llegar a casa, espera ahí.

Colgó.

Y yo me quedé ahí de pie, con las hazas estrujadas en mis dedos, bajando la mano con el celular para guardarlo en mi bolsillo, caminando hasta la pequeña jardinera y sentándome en la misma. Esperé unos cuantos minutos en donde las ideas corrieron veloces por mi cabeza.

Mis amigos siempre estaban en casa, dispuestos a recibirme o alguno de ellos viniendo a la mía, no pensé en las necesidades de Everard y sólo me aparecí en este lugar. Quería sorprenderlo y terminé tal vez incomodándolo. Sin embargo, no llegué a desanimarme, solo sonreí apenado cuando el auto de su padre llegó y Everard bajó del auto para dedicarme una mirada azulada que me analizaba hasta el alma.

─Hola.

─Hola ─me respondió, sus manos sosteniendo las llaves de la puerta, adentrándose a la misma con un gesto de su cabeza que me indico debía seguirlo y dando una reverencia hacia su padre aún en el auto seguí al pelinegro ─. Sigo sin entender del todo que haces aquí.

─Tú padre te castigo y aún faltan unos cuantos días para regresar a clases, así que vine a disculparme con él por lo irresponsable que fui al darte alcohol sin preguntar, di por hecho que bebías y eso estuvo mal. Además, tengo muchas preguntas que hacerte en cuanto a tus historias.

Su mano se detuvo entre las llaves, me miró e intentó volver a lo suyo pero las llaves cayeron al suelo, justo al lado del candado en la cochera. Sus labios delinearon la palabra "mierda" y me reí bajo, dejé el pastel sobre un estante en la misma área para ayudarle con las puertas, permitiendo después que su padre metiera el auto en el espacioso lugar.

─Es un placer verlo de nuevo, Señor Everard. Le traje pastel ─saludé apresuradamente, aún recordando su autoritaria voz y aquel rostro dominante, sintiéndome cohibido. ¿Everard tiene ese aspecto intimidante debido a su padre? ─, también debo pedirle una disculpa por lo que sucedió con Vante en la fiesta del 31 de octubre ─apresuré, haciendo una reverencia. Era la primera vez que decía su nombre tan abiertamente, justo frente a él. Mis labios picaron ─. Fue mi culpa no preguntarle. También me disculpo por aparecerme el día de hoy sin avisar.

Presencie la risa del hombre y los pasos rápidos del hermano menor de Vante, el cual salía del auto con aspecto desinteresado hasta perderse en la puerta de entrada a su casa, la que conectaba al garaje con el interior. Me levanté, mis ojos corrieron a la cara impresionada de Vante y luego a la sonrisa amistosa del hombre, el cual parecía estar muy relajado.

─No te preocupes, muchacho. Ya arreglé eso con Vante ─aceptó mi bolsa ─, gracias por el pastel. Pasa adelante. Vante, ofrécele algo de beber o comer.

─Sí, papá ─respondió mi amigo de inmediato.

Y con su padre moviéndose en dirección a la cocina los dos nos escabullimos hasta su habitación. Me quedé de pie en medio, observando de nuevo su lugar, ahora con un poco más de confianza, mentalizando las preguntas que tenía y llevando mi mirada a su baja persona.

Vestía un sencillo pantalón negro, botas de suela alta, una sudadera negra con un estampado de calaca, su gorra escondía parte de sus cabellos negros a excepción de los de su frente y sus azulados ojos estaban puestos en mi con las cejas juntas.

─¿Quieres algo de beber?

─No.

─Siéntate en la silla, voy por otra.

─Sí.

Me dejé caer en su silla, la cual parecía ser parte de su comedor y desde ahí lo observé salir, traer una silla y cerrar la puerta con su pie, la acomodó frente a mi, sentándose en ella y acomodando su codo sobre la mesa. Sus ojos estuvieron otra vez sobre mi y me congelé.

Silencio.

─En fin ─dijo ─, ¿Qué decías?

─Oh sí ─moví mi mano a mi celular, sacándolo para dejarlo sobre la mesa, lo necesitaría en algún momento ─. Me leí todas tus obras.

─¿Qué?

─Me pasaste el link de corazón escandaloso, labios susurrantes, Andrómeda y Fénix ─puntualice ─. Sin embargo, me leí todas las que tenías en tu perfil, aprendí a usar esa cosa y no pude parar. Everard, no digo esto por querer verme bien o por ser tu amigo, de verdad haces arte. Me gusta mucho el diseño de los personajes, la trama de la historia, los escenarios, lo detallados que está desde la más pequeña flor hasta cualquier rasgo y me parece muy gracioso cada que haces a los personajes en estilo chibi con pequeñas caritas que expresan los momentos incómodos o demasiado emocionados. Leí todas y me emocioné en cada una de ellas, no sé si viste los comentarios de un tal "olipink" pues era yo y como te tengo cerca me es completamente grato el saber que te puedo hacer todas las preguntas que tengo referente a tus historias.

No fue mi imaginación, su cara se puso tan roja de la punta de la nariz hasta que se extendió por todas sus mejillas. Cubrió la mitad de su rostro con su mano derecha y giró su mirada a otro lado.

─¿Viniste hasta mi casa para darme pastel y hacerme preguntas sobre mis mañanas?

─Sí.

Suspiró, mirada seria de nuevo, pero aún sin mirarme.

─Puedes hacerme las preguntas que quieras.





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