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18


Hay pocas veces, tan pocas como cuando una estrella fugaz se desliza sobre el cielo, en donde uno puede observar cosas tan increíbles y darse cuenta de cómo en verdad pueden o no ser, donde las oportunidades de este tipo valen oro. Y, de mi padre he aprendido, que cuando una oportunidad se da, debe tomarse.

Justo en estos momentos, una estrella cruzaba el cielo justo frente a mis ojos, aún cuando la luz estaba encendida dentro de la cocina de Aungus, con la música haciendo vibrar los cristales fuera de esas cuatro paredes. Porque, Vante estaba sentado en el taburete, con rostro somnoliento -cuando en realidad estaba ebrio- comiendo el sándwich que le preparé y al que lo obligue a comer.

Me encontraba sentado junto a él, observándolo comer, teniendo entre mis manos los ingredientes para otro sándwich, esperando que eso le bajara un poco la borrachera que sin querer le había provocado. Ante mis ojos, era la primera vez que lo observaba tan relajado, con ojos de borrego y comiendo de esa forma.

Antes, Vante siempre procuró guardar su compostura, sentado derecho, cubriendo su boca cuando tenía que hablar, comiendo a pequeños cachos para no llenarse la boca y poder maldecirme cuando era necesario, con una expresión neutra o seria. Ahora tenía las mejillas llenas por los enormes mordiscos que se atrevió a dar.

─¿Está bueno?

Vante movió su comida del centro a los lados, eso pensaba con el movimiento de su boca.

─Es delicioso ─dijo, podía entenderse bien aún con la comida y para mi no fue asqueroso. Sonreí por su respuesta.

─¿No me estás mintiendo?

Vante arrugó sus cejas, terminando con el sándwich y recibiendo el otro por mi parte, me alegraba de alguna manera que no tuviera náuseas. No me importaría ayudarlo a vomitar, eso le podría poner mejor, pero era algo desagradable para sí mismo.

─No me gustan las mentiras ─respondió antes de morderlo ─. Toda mi vida está llena de ellas y aunque soy un buen mentiroso casi no lo hago. Prefiero no abrir mi boca y evitar el tema a mentir.

─Eso es bueno ─dije, busqué darle un poco de agua para ayudarlo a comer ─. Gracias por halagar mi sándwich.

─Le pones la mayonesa justa, dos rebanadas de jamón y sin verdura. Justo como mi padre ─continuó, con ese acento en sus labios, mostrándome que seguía en ese estado ─. No me gusta la lechuga con mayonesa, ¿quién se atreve a ponerle algo así?, como la salsa de las costillas.

─¿Y qué le pones tú?

─Limón ─asintió, junté mis cejas ─. La ensalada con limón es deliciosa, las frutas igual. Te lo juro, Olivo.

Giró su rostro en mi dirección, sostenía el sándwich con sus codos recargados en la barra, me reí por su expresión. Tomé sus mejillas con ambas manos, sosteniendo su cara y lo miré directamente a sus perlas azules, intensas.

─Mi nombre no es Olivo. Me llamo Oliver Mesha. Oliver.

─Olivo.

Con un suspiro dejé de sostener sus mejillas.

Vante terminó de comer su sándwich, por lo que le extendí una naranja, comenzó a pelarla de manera somnolienta sin poder lograrlo y me atreví a hacerlo por él, me reí cuando se enojó pero igual la arrebató cuando ya estaba limpia.

Luego de ello, separó cada gajo poniéndoles en fila sobre la barra, tomó la primera de la fila y comenzó a morder el borde donde alguna vez todas estuvieron juntas. Después, tomó los extremos y tiró de la piel, abriendo el gajo para mostrar lo que había dentro, comenzó a comerse la pulpa con pequeñas succiones, separandole de su piel y la base.

Una extraña forma de comer naranja.

Vante hizo lo mismo con cada gajo, para después limpiar sus manos en una servilleta que arrastré hasta él.

─Quiero salir ─expresó ─, necesito aire.

Algo preocupado, le ayudé levantandolo para moverme en dirección a la puerta. Rodeamos la casa del jardín trasero hasta el delantero, sentándonos en el pasto casi llegando a la banqueta. Se dejó caer contra mi, su hombro recargado al mío y sosteniendo las hebras verdosas entre sus dedos de artista.

─Glorioso pasto mojado ─dijo y me reí ─, huele delicioso.

─¿Le habrán puesto drogas a las bebidas?, pareces muy fuera de ti.

─Tú pareces fuera de ti.

─¿En serio?

Vante se encogió de hombros, volví a reír y dejé mi brazo sobre el pasto, sosteniendo su espalda con él para que no cayera y se golpeara. Para que su calor siguiera con el mío, combinándose a través de esa fría noche del primero de noviembre.

De un momento a otro, una canción de cavetown estaba sonando, boys will be bugs, la luz salía del bolsillo de la chaqueta de Everard y sus manos se movieron a buscarlo hasta que lo tuvo entre sus dedos. Sus labios se movieron, abriéndose y cerrándose para probar su propio sabor.

"Apito" seguía llamando, Vante no contestaba mirando el teléfono y lo dejó caer de mi lado mientras se acostaba en el pasto, lejos de mí, poniendo sus pies sobre mis piernas e ignorando el llamado de quien creía era su progenitor.

─Estoy cansado, estoy harto de él y todas sus reglas, sus palabras hirientes, de su forma de tratarme como si no hiciera nada cuando soy la única persona que le apoya ─soltó él.

Me atreví a contestar cuando Vante dejó de hablar.

─¿Dónde carajos estás?, hace dos puta hora que debías estar en casa. ¿Quién maldita sea crees que eres cómo para permitirte una mierda así?, ¿te mandas solo?

─Buenas noches, señor ─traté de hablar, el señor se quedó callado al instante ─. Lamento que su hijo aún no llegué, desafortunadamente le di alcohol creyendo que tenía aguante y ahora está algo indispuesto. No tiene que preocuparse por él, lo llevaré cuanto antes a su casa.

─¿Quién eres? ─entendí entre el gruñido lleno de sátira, el cual me hizo temblar. Su padre era intimidante aún sin poder verlo.

─Oliver Mesha, señor Everard. Fui a su casa para un trabajo escolar y estuve con Vante el día de su cumpleaños.

─Ah, eres tú. No te preocupes, Oliver ─le escuché, aún hacía vibrar mi cuerpo con pavor ─. ¿Puedes mandarme la dirección?, iré a recogerlo en el auto.

─Claro, señor. Aunque, si gusta podría dejarlo aquí conmigo, no tengo ningún problema con cuidarlo y llevarlo mañana a su casa. Después de todo, es mi responsabilidad por invitarlo.

─Para nada, es responsabilidad de él por no avisar que no bebe en lo absoluto. Iré por él, sólo necesito la dirección.

─Está bien, señor. La envío en segundos.

Me colgó, suspiré, observé a Vante dormido sobre el pasto y llevé mis ojos al chat con su padre para poder enviarle la dirección.

No quise leer nada de lo que pudiera tener, estaba sorprendido que el celular de Vante no tuviera contraseña, pero no invadiría su privacidad. Volví a dejarlo en su bolsillo justo después de ver las dos palomitas en la dirección volverse azules.

Atraje a Vante conmigo, recargando su cabeza en mi muslo, porque no quería que algún bicho se atreviera a adentrarse en algún orificio del chico. Tan sólo de pensarlo quise levantarme del pasto cuanto antes, pero su rostro tranquilo me tomó desprevenido y decidí observarlo en vez de despertarlo.

Así pasé, canción tras canción dentro de la casa, hasta que un auto me despertó de mi ensoñación y vi al señor Everard mirarme. Lo saludé con una sonrisa y aunque él también tenía una, su mirada me heló la sangre.

Intentando despertar a Vante, le ayudé a levantarse y él me recibió con mala cara, hasta que observó a su padre. Ya no estaba tan borracho, porque se levantó tan rápido y camino al auto de manera acelerada.

Me despedí moviendo la mano, agradeciendo con una reverencia al señor que me haya permitido invitar a su hijo y disculpándome al mismo tiempo por su estado.

El auto partió, con Vante apoyando la cabeza y mirando a la ventana, su padre se movía alterado señalándole mientras conducía.

Torcí mi boca y decidí irme a casa.

Fue una caminata de viento helado, me maldije a mi mismo no llevar algo más abrigado, pero llegué pronto y mi madre me saludó desde su habitación, me escondí en la mía tirándome en mi cama y buscando rápidamente en mi celular.

TEI.

El trastorno explosivo intermitente se caracteriza principalmente por erupciones explosivas, las cuales ocurren repentinamente.

Entre los episodios de agresión física se producen arrebatos verbales que son menos graves y en general hay presencia de impulsividad, irritabilidad, agresión o enojo, todo esto de manera crónica.

Después del episodio se puede presentar una sensación de cansancio o de alivio. A lo que siguen sentimientos de vergüenza o arrepentimiento, incluso se pueden llegar a sentir remordimiento.

Pasé saliva con dificultad.

Cuando una persona crece en una familia de comportamiento explosivo, donde es frecuente el abuso físico y verbal es propenso a sufrirlo.

Antecedentes de maltrato físico.

Factores biológicos y de entorno.

Episodios traumáticos múltiples de la niñez.

Suspiré, la esquina de mi labio subió en su derecha por lo que leía. Rápidamente me dirigí a buscar lo siguiente.

TPA.

Trastorno de la salud mental que se caracteriza por el desinterés hacia otras personas.

A veces es llamado sociópata.

Muestran discernimiento entre el bien y el mal, ignora los derechos y sentimientos. Tienden a hostigar, manipular o tratar a los demás con crueldad e indiferencia.

Pueden ser delincuentes, usar drogas, alcohol y no cumplir con sus responsabilidades.

Ser insensibles, cínicos e irrespetuosos.

Arrogancia, sentido de superioridad y ser extremadamente persuasivos.

Conductas delictivas.

Impulsividad o falta de planificación.

Hostilidad, irritabilidad, agitación, agresión o violencia.

Falta de empatía y remordimiento.

Toma de riesgos innecesarios o conducta peligrosa sin tener en cuenta la seguridad propia o de los demás.

Relaciones pobres o abusivas.

No pensar en las consecuencias o aprender de ellas.

Conductas homicidas o suicidas.

Muerte prematura.

Dejé el celular sobre mi pecho tomando mi cara, pasando mis manos por la misma con exasperación.

Me escurrí por mi cama hasta girarme sobre mi costado, teniendo mi cara arriba de mis manos, tenía la boca torcida y una sensación de preocupación creciendo en mi pecho.

¿Qué iba a hacer?

¿Qué podía siquiera hacer?

Muchas de esas cosas iban totalmente con Vante, podía decir que algunas de ellas no de todo porque parecía que él estaba teniendo control. Como había dicho, se sintió mal de poner en peligro a sus hermanos y lo ha estado llevando solo.

¿Le funciona?

En ese momento mi celular vibró, me moví hasta él para tomarlo y leer el nombre de Vante con un texto que decía "estoy en casa, castigado sin salir hasta que vuelva a tener confianza". Instantáneamente lo llamé.

Contesto, silencio.

─¡Hola!

¿Qué quieres?

─Es que te extraño.

Silencio.

─Venga, se dice "yo también, Oliverie".

Acabamos de estar juntos.

─Igual.

Silencio.

─¿No hay forma de persuadir a tu padre?

Él es más duro que una roca, sobre todo porque mi madre está diciéndole de cosas.

─¿Por qué?

Él aún se escuchaba algo ebrio.

Le dice sobre que no sabe cuidarnos, que nos salimos de control, que para eso nos da permiso, que yo hago lo que quiero y mi papá se enoja porque el único que es su hijo es mi hermano menor. Entonces, mi madre hace mucha diferencia con nosotros. Ahorita ellos andan discutiendo en su habitación por lo mismo, estoy cansado de ellos.

─Vante.

─¿Hmm?

─Yo estoy aquí.

Silencio.

Lo sé, te escucho.

No, hablo de que yo estoy aquí. Estoy contigo, somos amigos. No sé si lo recuerdes mañana, pero aquí estoy y estaré.

Silencio.

─¿Te conté de la vez que me atore en el baño de un centro comercial?

Un gran suspiro.

No, no me contaste eso.

Y empecé a hablarle de eso, relajando el ambiente, escuchándolo maldecir o decir "¿es en serio?" cada que daba algún detalle. Hasta que se quedó dormido y tuve que cortarle.








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