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uno✨

Siempre le he tenido miedo al futuro, me asusta pensar que alguna situación en el presente afecte lo que vaya a pasar después, es por eso que prevengo todo, la vida me ha dado una gran lección por idiota y confiar en una persona, por ello ya no soy la misma de antes, o al menos eso siento, se me hace difícil tomarle confianza a alguien, pues si lo hago terminaría lastimada al final, eso es lo que siempre sucede y ya no podría soportar más de eso, estoy hecha pedazos, los pedazos a lo que llamo corazón no necesitan hacerse más pequeños, o peor aún; polvo.

—Estás en mi mesa —un fuerte golpe hace que despierte de mis pensamientos, escucho cómo alguien al frente mío comienza a reír y eso es suficiente para levantar la mirada, pero al instante me arrepiento gravemente. Oh no, es él.

—Eh... —por más que quiero hablar, se me hace imposible, la presencia de aquel muchacho me ha dejado muda. Miro al alrededor y algunas miradas curiosas se dirigen hacia mí.

—Olvidado —dice él haciendo una mueca de frustración. Pienso que se irá a sentar a otro lugar, pero mi tranquilidad se va cuando lo veo dejar su mochila roja en el espacio al lado mío. Esto no debería de estar pasando, no conmigo. Y con esto me refiero a que una situación en el presente puede estropear tu futuro, si Keyla no se hubiese sentado en mi asiento de siempre yo no me hubiese sentado aquí y toda esta basura se hubiese evitado.

Me digo a mí misma que debo de estar quieta, que no es buena idea hacer algún movimiento si no quiero llamar la atención del chico que se encuentra sentado al lado mío, con una postura relajada y semblante despreocupado. En serio no quiero tener que lidiar con él. Yo sin dudas soy lo contrario de este.

— ¡El maestro! —escucho a alguien gritar en la entrada del salón y de inmediato todos regresan a sus lugares, seguido de hacer silencio. A los pocos segundos el Sr. Charles entra con carpetas en mano y a paso apresurado.

—Siento la tardanza, estaba atendiendo a un padre de familia —justifica el hombre de avanzada edad, puedo percibir que a mi lado, mi compañero suelta un bufido—. Espero que esto lo hago cambiar joven Hemmings, sus padres no deberían pagar sus platos rotos —el maestro le da una mirada autoritaria al mencionado y luego se gira hacia el pizarrón.

—Qué estupidez —le escucho protestar en un susurro, trato de no prestarle tanta atención a sus insultos, pero en el momento en el que toca mi mano hace que me ponga alerta.

Con confusión le miro, él también lo hace, pero al instante señala mi estuche de lápiz.

—Préstame un lapicero —me dice. ¿En serio? Al parecer él no será amable y lo pedirá.

— ¡Hemmings y compañía! —grita el maestro y maldigo porque todos en el salón nos quedan viendo.

—Solamente pido un lapicero —se justifica el rubio hecho una furia. Él me mira impaciente y sé que quiere que le dé uno, cojo uno de tinta azul, se lo doy, él lo toma de un tirón y se lo enseña al profesor— ¡Un lapicero!

¿En qué momento me metí en esto? No debería de estar aquí a su lado.

El Sr. Charles asiente y vuelve a dar su introducción sobre polinomios.

Me encuentro en total silencio mirando lo que dice el hombre, no necesito romperme la cabeza en matemáticas, mi hermano mayor es un experto y es él quien me ayuda en todo, es una lástima que ya no estudie aquí, está en la universidad local, cerca de casa, salió el año pasado de la escuela, debo admitir que me hace falta molestarle en los tiempos libres.

Me comienzo a impacientar cuando mi compañero me hinca en el brazo con el lapicero que yo le di. ¿Ahora qué? Solamente espero que esta clase termine para irme y ya no tener nada que ver con Hemmings.

—Léelo —me susurra discretamente, no entiendo lo que dice hasta que logro ver un pequeño papel arrugado sobre mi cuaderno.

Sin mirarlo a los ojos, tomo el dichoso papel, lo estiro para quitar las arrugas, me digno a leer lo que dice y frunzo el ceño al hacerlo.

"¿Cómo te llamas, lindura?"

Arrugo el papel en mi puño y lo arrojo en mi bolso, no pienso contestarle, ni siquiera mirarle o hablarle. Las chicas con sentido común del instituto sabemos que si algún día la especie que tengo a mi lado llega a coquetear con alguna, simplemente le ignoremos.

Luke Hemmings no es de confiar.

— ¡Oh, vamos! no seas amargada —me dice.

—Haz silencio —le callo en un siseo, ya harta con su presencia.

—Está bien —susurra acomodándose en su lugar y agradezco que se haya rendido conmigo.

No necesito a un chico tonto y mujeriego tratando de ligar conmigo en estos momentos, no puedo arriesgarme a que alguien como él rompa las piezas de mi corazón en trozos más pequeños.

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