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Salí de la habitación y me hice el desayuno .Me prepare para ir a la universidad. Menos mal que no he tenido que repetir ningún curso por lo que apuntarme a la rama que más me guste, no será muy difícil. Cogí mi mochila negra con toques de sangre humana .La personalice yo, ya que no quiero tener una mochila aburrida.
Cuando llegue, me dirigí al edificio central. Pregunte a un par de chicos y ¡voila! secretaria. Allí tuve que esperar mi turno y mientras lo hacía me fije que no pasaba muy desapercibida .Todos se paraban a mirarme. Me daba igual. Llego mi turno y una mujer joven me miro por encima de sus gafas, yo también la mire.
¿Algún problema?- pregunte.
No, No...¿me das tu documentación?. En menos de media hora tenía mi horario de clases, mi taquilla asignada y mi carnet de estudiante
Que tengas un día estupendo – trato de sonreír la secretaria o como lo llamo una zorra que se acuesta con el director y con algún profesor.
Gracias – sonreí yo también
Fui en busca de mi taquilla la 666 que numero tan peculiar y tan acertado, el número del diablo. Me disponía a abrirla cuando apareció el dueño de la taquilla de al lado, la 667 .Se me quedo mirando sorprendido.
Que miras – dije
Nada...me sorprende que te hayan dado esa taquilla...al lado de la mía. hablaba pero sin mirarme ..... Nadie se atreve a utilizarla porque los religiosos de allí – señalando a los que estaban en frente- les comen la cabeza con que es el número del diablo
¿Y qué? – dije –el diablo y yo somos íntimos.
Mejor que no utilices esa taquilla – susurro una chica vestida como monja.
¿Y si no quiero? – Pregunte de malas maneras – ¿qué me vas hacer?
Es el número de Lucifer y el vendrá a por tu alma – siguió susurrando– no quiero que eso te suceda.
Jajaja- reí muy cerca de su cara de beata – ¿que se llevara mi alma?.. Chica... no me conoces
Me llamo Alexa pero... me llaman Alex – dijo la chica – por favor quiero salvarte
¿Salvarme?– dije. La cogí del cuello – ¿sabes Alex? – le hable despacito al oído.- Yo no soy la persona inocente y pura que crees. He cometido crímenes que te helarían la sangre y lo mejor....es que no me arrepiento.
¡Por favor – trataba de hablar
¿No lo entiendes verdad? – le pregunte, apretando más fuerte – yo soy mi propio diablo y nadie ni siquiera vuestros sacerdotes pueden conmigo.
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