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1. Ella

"Se dice... que se le dan las pruebas más difíciles a las personas con mayor voluntad..."

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— ¡¿Cómo puedes hacerme esto?! ¡¿De verdad eres tan egoísta como para dejarme sin mi hija también?! ¿Por qué? ¡¿Por qué lo haces, Rin?!

     Solo veía a su madre llorar mientras la zarandeaba bruscamente, su mejilla aún ardiéndole por la cachetada que le había dado minutos antes, estaba pálida y perdida en sus pensamientos, su mirada divagaba  hasta darse cuenta que aún tenía el cuchillo de cocina en una de sus manos, con un poco de sangre que a penas sacó de su muñeca.

     ¿En qué momento se había hecho eso? Se preguntó, escuchando ahora la voz de su madre de fondo y distante.

     Si no hubiera llegado a tiempo, no le hubiera importado llegar a más, cortar esa frágil línea que transportaba su líquido rojo vital por todo su cuerpo, ver la sangre salir de a poco y luego a borbotones.

     Qué más daba, así hubiera podido irse, irse lejos.

     Con ella...

🍂🍃🍂🍃🍂🍃

     Los recuerdos de sus días pasados la dejaban intranquila, con una sensación de frío en su interior que abarcaba de a poco todo su cuerpo. Pensar en lo que pasó y pudo pasar la asustaba, aunque en ese momento hubiera sido lo único que quería hacer.

     Su mente dejó de pensar locuras, pero igual no se sentía con las ganas de continuar su vida, llegando a renegar de ella por primera vez. La herida en su interior había bajado un poco su dolor, sin embargo, aún la sentía fresca, se sentía tan reciente que podría jurar que pasó ayer.

     Nunca le fueron fáciles las cosas, desde niña tuvo que luchar para salir adelante, ayudándose ella misma y a su familia, por ser la mayor era aún más fuerte la responsabilidad. Siempre se sintió atrapada de las pruebas que parecía tener cada día, pero ninguna fue más dolorosa que esa.

     Al pensar que porfin podía ser feliz, que tenía una familia unida sin los problemas económicos que antes la atormentaban, con una carrera hecha y siendo capaz de ayudar también a su hermano con la suya. Haberles dado la oportunidad a sus padres de tener una casa propia sin que un desgraciado los este amenazando cada día de echarlos de aquella casa rentada en la que vivió gran parte de su vida.

     ¿Por qué cuando era más feliz le pasó otra desgracia?

     ¿Por qué a ella que nunca le había hecho daño a nadie?

     Ni siquiera a las niñas de su escuela que la molestaban cada día por ser pobre.

     ¿Por qué a ella si siempre ayudaba a los demás y sonreía cada día con la esperanza de que todo acabaría si seguía esforzándose?

     Nunca fue mala, siempre fue agradecida con cualquier ayuda que le daban, triste recordó que en sus primeros años de vida se emocionaba por cada pequeña moneda de 10 centavos que le daban en la calle sin la necesidad de dar alguno de los caramelos que insistía a su madre con vender y así ayudarla mientras ella cuidaba de su hermanito.

     Su hermano...

     ¿Que tan difícil es perdonar?

     Mejor era continuar así, sin verlo, no quería responderse, no se creía capaz aún.

     No se dio cuenta cuando la puerta de su pequeño apartamento se abrió, y la figura de la persona que tantas veces la apoyó apareció tras ella.

     Su madre se acercó, sonriendo nerviosa mientras sostenía un pequeño pastel.

     Naranja, su favorito. Pensó en cuanto la vio.

— Hola, nena, pasando por el mercado me topé con este rico pastel —se sentó a su lado en el sofá— Pensé que quizás te gustaría, ya sabes, como no quisiste hacer nada para tu cumpleaños la semana pasada. No se cumple 26 todos los días, mi niña —su madre trataba de que soltara una de esas pocas sonrisas que logró mostrar en este último año, sin embargo, su rostro continuó apagado al recordarle la fecha.

— Cayó domingo. Yo no festejo nada los domingos... Y lo sabes.

     La señora suspiró vencida, dejando el pastel de lado en la mesa de estar frente a ella. Su hija había volteado su rostro hacia su regazo luego de darle otro pequeño vistazo al pastel.

     Sonrió triste al recordar que siempre se devoraba un pastel de naranja cuando se lo mostraban, sea en la situación que sea, estando feliz, triste o enojada; y cuando ya era una adulta joven, a sus 23 años, tampoco fue motivo para dejar de emocionarse cuando veía su postre favorito, siempre con el corazón de una niña en su interior.

     Y sabía que lo seguía teniendo, pero ahora estaba envuelto en una gruesa capa de resentimiento, desde el día del incidente, desde hace dos años, no había vuelto a ser la misma, recién a penas hace unos meses empezó a mostrar indicios de la persona que alguna vez fue, pero nada hacia que volviera la dulce "Chica de las crepas".

     Sonrió con nostalgia al recordar aquel apodo que le pusieron desde que empezó a cursar secundaria.

— Bueno... hoy no es domingo... Podríamos entonces comerlo, ¿no crees?

     La sonrisa que su madre le regalaba casi la hace llorar, siempre se esforzaba con ella a pesar de que aún se sentía muerta por dentro. La frustraba no ser capaz de mejorar, si quiera por ella.

— No voy a comer nada, no sabiendo que es para festejar lo que pasó un domingo, ¡no quiero! Por favor... no insistas...

     Ocultó su cara entre sus piernas, haciéndose ovillo sobre el sofá, mientras trataba de retener sus sollozos. Se había prometido no llorar, pero ya había perdido el número de veces que se había hecho esa promesa, siempre volviendo a caer.

     Era débil, era una cobarde...

     Al verla, la mujer mayor se acercó rápidamente para abrazarla, lo hizo miles de veces y lo haria miles de veces más; las veces que fuera necesario hasta que su hija se recuperara, siempre tendrá la esperanza de que algún día lo hará.

     Y la verdad, también se sentía culpable.

     Se reprocharía cientos de veces el no haber estado allí, en el momento más difícil de su vida; por no abrazarla cuando cayó en llanto, o por no ser quien la detuvo cuando salió corriendo de la casa fuera de sí, dispuesta a todo luego de ver lo que vio; por no estar para su pequeña, porque ella siempre sería su pequeña.

     A mala hora había decidido irse de viaje con su esposo días antes. Su hija le había insistido, diciendo que se merecía un descanso luego de tanto trabajo y problemas en su vida, aprovechando que porfin vivían todos tranquilos.

     Algo en su corazón de madre le decía que no fuera, y lo ignoró.

     Ese fue su peor error.

     Una llamada telefónica la derrumbó 3 días después, a ella y a su esposo, y no pudo regresar hasta una semana después de lo ocurrido.

     Lloró incontables veces por el teléfono cuando le decían que cada día su hija trataba de acabar con ella misma, por poco la llevaban a un manicomio, y no podía hablar con ella ni por teléfono, porque simplemente se encontraba fuera de sí, negándose a la realidad.

     Y la única persona que podía ayudarla en esos momentos se encontraba en el mismo estado que ella.

— Ya no puedes seguir así, hija mía —la apretaba más fuerte contra sí conforme aumentaban sus sollozos, su propia voz se comenzaba a entrecortar— Es muy doloroso verte así...

— ¡Trato, de verdad lo hago! Pero no puedo, ¡no puedo mamá! —ocultó sus ojos con su manos, tratando de secarse inútilmente las lágrimas, pero al instante sus ojos volvían a estar húmedos— Me siento... Tan sola...

— No lo estás y lo sabes —trató de sonar un poco dura para hacerla entrar en razón, separándose un poco de ella para tratar de que la vea— Y sabes también, que hay alguien que comparte tu mismo dolor a la perfección.

     Rin tapó sus oídos y cerró sus ojos fuertemente al saber a lo que se refería, queriendo negarse una vez más a eso, a la existencia de esa persona. Trató de separarse a la fuerza de su madre, queriendo correr y huir lejos de allí.

— Rin, Rin, ¡hija ya basta! —la zarandeó escuchando los fuertes "¡No!" que soltaba, negándose aún a oírla. No tuvo más opción que cachetearla para sacarla de su estado de frenesí.

     La chica se quedó callada, deteniendo sus gritos y calmando su llanto de a poco. Se lo veía venir, no era la primera vez que le hacían eso por sus fuertes desvaríes.

     Y se lo merecía.

     Su madre la miró con culpa, odiaba hacer eso, pero llegaba a ser necesario para que no perdiera la cabeza.

     Con cuidado la volvió a abrazar y cuando la sintió más calmada la recostó en su regazo, acariciándole suavemente la cabeza, escuchándola aún respirar un poco agitada por el esfuerzo que había hecho hace unos momentos.

     Limpió con cariño sus mejillas de sus lágrimas para luego hablar.

— Hija... sabes perfectamente que aún sigues casada, no puedes seguir negándolo o tratar de olvidarlo.

— No sigas, por favor...

— ¡No! Ya es suficiente, ¡tienes que reaccionar!, no puedes seguir separada de él sin haber hablado bien las cosas, ¡no eres la única que está sufriendo! —pausó un momento, no quería ser tan dura, pero a veces es necesario— Y al menos que decidas divorciarte, aún tienes un lazo importante con alguien a parte de mí, tu padre o tu hermano; y no lo puedes evitar.

     Y la misma pregunta que se hizo minutos antes de que su mamá llegará volvió a aparecer.

— Mamá... ¿Que tan difícil es perdonar?

— No es difícil, hija mía —se acercó más a ella, besando su cabeza tiernamente—. Pero primero tienes que perdonarte a ti misma.

— Lo sé, lo sé...

     Cerró sus ojos queriendo dormir, queriendo creer una vez más, que todo era una pesadilla de la cual iba a despertar.

🍂🍃🍂🍃🍂🍃

Este es un proyecto que tengo desde hace un tiempito xd

Sé que no debería subir historias a lo loco o empezaría a dejar varias olvidadas x"D pero me aseguraré que no pase.

Tengo la idea completa en mi cabecilla, solo falta plasmar e.e

Jejeje, espero les guste, actualizo lento pero lo haré :"v

Por cierto, ¿les gustó la portada?, la hice yo :"3

Jajaja, los quiero y espero sus opiniones :3

Bye bye

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