Prólogo
Con cada paso que daba, la diosa dejaba un rastro de dientes de león y hierbas detrás de ella. Deméter caminaba solemnemente, cubierta por la penumbra de la noche a través del denso y oscuro bosque. Se abrazaba a sí misma, como si tuviera frío. Pero las diosas no podían sentir frío. Incluso si el otoño ya había empezado desde hace un mes atrás, eso no significaba un problema para alguien como ella.
Algo más, algo no relacionado al clima, la estaba molestando.
Se mordía el labio inferior de tanto en tanto, y contorsionaba el ceño en una expresión ansiosa. A veces se ajustaba su bufanda verde, en otras, solo se pasaba la mano por su cabello café y ondulado para peinarlo.
Detuvo la marcha al llegar a la entrada de una cueva, que se extendía hasta más de 10 metros de altura. Desde donde estaba parada, podía observar solo unos cuantas formaciones rocosas e irregulares. Pero si trataba de observar más al fondo de la cueva, todo se volvía negro.
Esperó unos instantes, frunciendo el ceño.
— Más le vale aparecerse – Musitó, colocando un pie dentro de la cueva.
Y hablando del diablo...
Dos suaves luces fatuas resplandecieron desde el vientre de la cueva. Como dos ojos azules y casi fantasmagóricos que miraban a Deméter fijamente. Un gruñido animalístico le siguió.
El primero que caminó hacia la luz de luna y fue descubierto, fue Cerbero. El perro de 3 cabezas observó a Deméter y resopló por la nariz. Tenía 3 collares de metal, uno por cada cabeza. Y todos se conectaban a través de una cadena larga, pesada y negra.
Y quien sostenía aquella cadena era nada más y nada menos que el infame Rey del Inframundo. Vestido en túnicas negras, con aquellos ojos completamente negros a excepción por sus irises azules como fuego.
— Deméter – Saludó a su suegra con una sutil reverencia. Cerbero se recostó en el suelo.
— Hades... - Devolvió el saludo con un movimiento de la cabeza. – ¿Tienes alguna noticia de Perséfone?
— Me temo que no. He ordenado a cada alma y ser en mi dominio a contribuir en su búsqueda. No está en el inframundo – Negó suavemente. – Me has dicho que este bosque... Aquí fue el ultimo lugar donde fue vista, ¿no es así?
— Así es, si la información que las ninfas me dieron es correcta. – Deméter se dio media vuelta, y levantó la mirada hacia las estrellas. – La ultima vez que la vi, fue un día antes del otoño... Se suponía que iba en camino al inframundo...
— Pero ella nunca llegó...
— Quién lo diría... - Soltó una suave carcajada. – Ahora sabes lo que yo sentí aquel día, ¿no? – Se volteó a ver a Hades.
— Deméter...
— ¿Ahora sabes que es lo que se siente que te arrebaten a alguien que amas?
— No quiero pelear sobre algo que pasó hace milenios – Hades suspiró, cansado. – Solo quiero encontrar a mi reina...
Hades caminó hacia el frente, Cerbero siguiéndole el paso.
— Hades – La diosa lo detuvo antes de que pudiera avanzar un paso más. – Cuando Perséfone llegó a la tierra para la primavera... No estaba usando su corona. – Dijo en el tono que usaría un juez en el estrado. – Y también, me pareció extraño que no le dieras ni una sola visita durante esos largos seis meses...
—... ¿Perséfone te dijo algo? – Preguntó sin poder ver a Deméter a los ojos.
— Solo que las cosas entre ustedes estaban un poco... Complicadas – Entrecerró los ojos, mirando al dios fijamente.
— Es una forma de decirlo...
— ¿No crees que eso tenga algo que ver con su desaparición?
— No... - Suspiró. – Conozco a Perséfone. Me arrancaría la lengua antes de hacer algo como esto, y lo sabes...
— Lo sé...
— ... - Hades ordenó a Cerbero a avanzar, y caminaron hacia las entrañas del bosque. – Deméter, gracias por la información. Seguiré la búsqueda desde aquí...
— Las ninfas y yo buscaremos también... Solo espero que mi niña no esté en peligro – Se llevó una mano al pecho y lo presionó con preocupación.
Sin nada más que decirse el uno al otro, ambos dioses, suegra y nuero, partieron cada uno por su camino. Ambos deseando por el pronto regreso de la diosa de la primavera.
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