Capitulo 6. ¿Qué eres? ¿Inmortal?
La noche que Perséfone desapareció, fue la noche del equinoccio del otoño. Aquel día que marcaba el fin del verano, y el inicio de la temporada fría. El día en que la Reina del Inframundo debía regresar a su hogar en las entrañas de la tierra.
Y, sin embargo, habían pasado horas desde su fiesta de despedida. Ya el sol se había puesto y la noche empezaba a caer, cuando Perséfone seguía deambulando por la tierra. Ya lejos de la isla de Sicilia, del templo de Deméter, lejos de las ninfas, sacerdotisas, o cualquier otra alma que pudiera ser testigo de su presencia.
La diosa estaba completamente sola, vagando alrededor de toda Grecia. Su mente estaba nublada en mil y un pensamientos. Se mordía el labio inferior de tanto en tanto, preocupada, ansiosa, sin saber a dónde ir o que hacer.
Bueno, algo era cierto... Tarde o temprano tendría que volver al inframundo o de lo contrario sus hijos se preocuparían. Además, estaba atada al reino de las tinieblas a la fuerza. Estaba atada a Erebos... A Hades...
Estaría emocionada de verlo... De no ser por la terrible pelea que tuvieron al inicio de la primavera. Habían pasado seis meses, claro... Pero, ¿Qué son seis meses para un ser inmortal?
Las heridas seguían frescas. Y no eran heridas nuevas, realmente. Su matrimonio andaba mal desde hace mucho, un poco antes del nacimiento de Melinoe, incluso. Pero en todo ese tiempo, nunca habían tenido una pelea tan grave como esta. No una en la que ambos se alzaran la voz, buscando herir al otro con sus palabras.
¿Qué eran? ¿Zeus y Hera?
No... Se suponía que eran mejor que eso. Hades era un marido fiel y sincero... Pero eso no significaba que fuese perfecto.
— Ese idiota con sus estúpidos ojos azules y su estúpida sonrisa con colmillos y-y... - La diosa refunfuñaba mientras caminaba en las faldas de un bosque completamente nuevo, tan lejos del templo de su madre. Debió de haber caminado por horas y horas para llegar a ese punto. - ¡¿Le mataría escucharme de vez en cuando?!
Se cruzó de brazos y pateó una piedrita en su camino. Su pelo moreno se sacudía al son de rabia, y sus dientes rechinaban suavemente de tanto en tanto.
— Antes solía hacerlo... - Suspiró. - ¿Qué cambió?... ¿Cuándo nos volvimos tan distantes?...
Su ira desapareció lentamente, convirtiéndose en algo nuevo. Su rostro se suavizó en una mueca triste, casi nostálgica. Sus ojos empezaron a arder suavemente, y tuvo que tomar una bocanada de aire para poder controlarse. Pero, aun así, un pequeño sollozo se le escapó.
— Quizás esté siendo un poco injusta... - Se detuvo justo al pie de un risco, y levantó la mirada hacia la ciudad en frente de ella. – Me enojo con facilidad, es cierto... Y, ¿Qué esperaba? Nadie puede estar enamorado eternamente, ¿no? – Soltó una risita lastimera, y exhaló.
Pasaron unos segundos de completo silencio, el viento revolviendo sus cabellos en todas direcciones, al igual que su vestido negro de seda y lino. Uno de los muchos que habían sido regalos de su marido, cuando aún estaban en esa etapa de "luna de miel"...
...
— Ya debería regresar... Se van a preocupar – Perséfone estaba a punto de darse la vuelta, pero se detuvo en seco al sentir la punta de algo filoso clavándose en su espalda.
Dio un grito ahogado al sentir el impacto. Se agarró el pecho de manera instintiva, y del dolor se inclinó sobre misma. Soltó un alarido, y trató de alcanzar el arma con la que la habían herido, pero sobre su espalda no había nada. Solo quedaba la herida que aún sangraba icor fresco.
— Maldito... ¡MALDITO ÉL QUE-!!" – Perséfone no pudo terminar su maldición, sus palabras se atoraron en su garganta, y sintió que su cabeza se nublaba. Su cuerpo se volvió ligero como una pluma, y perdió el control de sus piernas.
La reina cayó rodando a través del risco. Un caída que hubiera matado a un mortal, con tantas rocas y piedras filosas a su alrededor. Cada una manchándose en icor cuando su cuerpo impactaba contra ellas.
Rodó hasta acabar sobre una carretera humana, justo a los pies del bosque. Tardó un momento, pero, Perséfone pudo volver a levantarse con lentitud, sosteniendo su cabeza que aún sangraba un poco.
Se le veía confundida, totalmente desorientada.
No muy lejos de allí, la diosa escuchó el sonido de algo que se aproximaba. Levantó la mirada, solo para quedar encandilada con las luces del vehículo que se acercaba hacia ella. No tuvo tiempo de reaccionar ni pensar, y el impacto hizo que todo se volviera negro para la diosa.
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¿Señora?
...
¿¡Señora?!
Perséfone abrió los ojos muy despacio. Podía sentir como alguien la sacudía suavemente, colocando una mano sobre su mejilla. Todo el mundo le daba vueltas, y sentía todo el cuerpo adolorido.
— ¿H.... Hades? – Preguntó con una voz débil y rasposa.
— ¡Oh, está viva! Que alivio... - Respondió una voz femenina.
Cuando la visión de Perséfone finalmente se ajustó, pudo ver que se trataba de una anciana humana. Una señora de al menos unos 60 años. Vestía con un abrigo marrón peludo, y usaba guantes de jardinería. Había una línea canosa en su pelo, y su sonrisa era agradable y reconfortante.
— Dios, juraba que estarías muerta... ¿Cómo te sientes?
— A-ah... Un poco mejor... - Perséfone intentó levantarse, y lo hizo temblorosamente, pero pudo ponerse de pie.
— ¡Woah, tranquila! No te esfuerces, cielo... Ese fue un gran golpe el que te di... - La mujer la agarró de los hombros, ayudándola a encontrar su balance.
— No, no... Descuide, estoy bien... Solo... Desconcertada... - Se rascó la cabeza. - ¿Cómo llegue aquí?
— ¿Bien? – La mujer se rio. - ¿Qué eres, inmortal?
— No estoy... ¿Segura?...
— A ver... ¿Por qué no empiezas con tu nombre?
— ¿Mi nombre?... Yo... Yo soy... Per... - Bajó la cabeza y se quedó en silencio, moviendo los ojos a todas las direcciones, buscando algo que al parecer se le había perdido.
— ¿Percy? – La mujer ladeó la cabeza.
— Si... Si, eso creo. – La diosa asintió con la cabeza.
— Muy bien, Percy... Déjame llevarte al hospital para que te revisen, ¿bien?
La señora tomó a Perséfone de la mano, y la guio hasta su camioneta blanca. La diosa parecía no poder reconocer nada a su alrededor... Pero sonrió al ver la parte de atrás del vehículo llena de potes con flores...
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