
Capitulo 4. El Jardín
— Si, si... Serían 3 entradas de adulto para una visita – Zeus reafirmó mientras hablaba con la mujer al otro lado de la ventanilla. – Por cierto, ¿esa hebilla en tu pelo? Divina – Dijo con una sonrisa, guiñándole el ojo.
Los 3 hermanos esperaban en la entrada del jardín a que el acceso se les fuera permitido. Al parecer, tenían que comprar unos boletos primero. Luego, tendrían acceso al Jardín Nacional de Atenas.
Mientras Zeus hablaba con la señorita atendiendo en la ventanilla (y quizás coqueteando un poco), Hades se percató de un muro al lado derecho. En la pared estaba pintada con sumo detalle un mapa entero de todo el lugar. A un lado, había un porta-folletos de metal sosteniendo un gran número de panfletos. El dios tomó uno y lo revisó. Cuando desdobló el papel, pudo ver una versión más pequeña del mapa pintado en la pared. Así mismo, una cierta cantidad de datos curiosos acerca del jardín. Cosas como, cuando fue inaugurado, por quien, que tipo de plantas poseía, y el total de su extensión.
— 38 acres... - Musitó al leer la información.
— Esos son muchos acres – Mencionó Poseidón sobre el hombro de Hades. – Ah, no te preocupes, la vamos a encontrar – Asintió para darle apoyo a su hermano.
— Eso espero... - Suspiró.
— Oigan, ¡lo conseguí! – Zeus celebró, acercándose a sus hermanos.
— ¿Las entradas?
— ¡Una cita! – El Rey de los Dioses sonrió con orgullo.
Hades frunció el ceño, mientras que Poseidón le dio un par de pulgares arriba a su hermano.
— ¡Zeus! – Lo reprendió Hades.
— Tranquilo, tranquilo – Zeus movió las manos con calma, en un llamado a la paz. – Dice que la entrada es gratis, así que ya podemos pasar
Hecho y dicho, Zeus se dio media vuelta y empezó a marchar hacia la entrada del jardín. Poseidón le siguió, y, por último, Hades.
Pero antes de entrar, el Rey del Inframundo se detuvo en frente de la ventanilla. Se agachó un poco para poder hablar con la señorita al otro lado, y le dijo.
- No deberías salir con mi hermano... Créeme
La chica parpadeó perpleja ante la advertencia de Hades. Pero antes de poder preguntarle a que se refería, el dios ya se había levantado para continuar la marcha.
El Jardín Nacional de Atenas era un espectáculo botánico sin igual. Desde las altas palmeras, que se alzaban poderosamente entre los caminos de baldosa amarilla que guiaban a los turistas. Hasta los arbustos florales que estarían llenos de vida de no ser por el clima otoñal.
Claro, debido a la época del año, el jardín estaba ligeramente apagado. De haber visitado el lugar en la primavera...
— Le hubiera gustado este lugar... - Hades pensó en voz alta mientras observaba las lianas y enredaderas colgando de los pilares y ruinas a su alrededor.
— ¡Este sitio es enorme! – Poseidón miraba a todos lados como un niño curioso, pasando las manos a través de los pilares. – Jaja, creía que los humanos ya no hacían este tipo de construcciones...
— No las hacen – Zeus caminaba con una mirada más analítica. – Este lugar fue construido hace casi un siglo, cuando los arquitectos aún tenían buen gusto
— ¿Podemos concentrarnos? – Hades regañó a ambos. – Tenemos que planear lo que haremos – Tomó el panfleto de nuevo y lo abrió en frente de sus hermanos. – Debido a la extensión del parque, pienso que sería útil si nos separamos. Yo iría al Sur, Poseidón al Este hacia los estanques y Zeus-
— Alto, alto. Detén tu barca – Zeus le dio un golpecito en la nariz a Hades. - ¿Quién te hizo el líder de la operación? ¿eh?
— Bien, Zeus... - Frunció el ceño. - ¿Qué propones que hagamos?
— Yo digo... - Se rascó la barba y entrecerró los ojos. – Hay que separarnos para cubrir más terreno, ¡claro! Hades al sur, Poseidón al este, y yo al norte. Recorreremos todo este sitio, y nos encontraremos aquí en 30 minutos. Ahora, ¡ese es un plan!
Hades no pudo hacer más que rodar los ojos.
Los tres hermanos siguieron el plan y fueron en caminos distintos. Ahora que estaba lejos de Poseidón y Zeus, Hades aprovechó para tomar una bocanada de aire . Un momento a solas nunca estaba de más.
El dios siguió el camino marcado por los azulejos y baldosas de colores que se adentraban cada vez más y más en el jardín. Mantenía la cabeza arriba y los ojos bien abiertos, girando el cuello en todas direcciones con la esperanza de avistar a su amada.
Estaba tan distraído en su tarea, que no se percató de que había un grupo de 4 turistas más adelante. No fue hasta que su pecho chocó con la espalda de uno de ellos que finalmente se detuvo.
- O-oh, lo siento, no fue mi intención... - Dijo rápidamente al hombre en frente de él, vestido en una ridícula camiseta floral. – S-solo voy a...
Hades se apartó, rodeó al grupo (que lo observaba con cierta curiosidad), y siguió su camino.
Se alejó tan rápido como pudo, bajando la cabeza y reacomodándose las gafas. Aún podía sentir las miradas de aquel grupo sobre él. Y eso le provocaba una incómoda sensación que nacía desde su pecho, como una ligera presión que se extendía por todo su tórax.
Nunca se le dio lo de interactuar con los mortales. No le gustaba en lo absoluto. La mayoría de ellos le tenía miedo de todas formas.
Ahora sería un buen momento para volverse invisible...
Hades caminó hasta el árbol más cercano, se escondió detrás de él, e invocó su casco una vez más.
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Treinta minutos habían pasado, y Hades regresaba al punto de encuentro, sin éxito. Sus ánimos andaban por el piso. El dios caminaba encorvado, abrazándose a sí mismo, y con la mirada baja. Estaba prácticamente arrastrando los pies, y su cabeza se había vuelto a llenar de mil y un pensamientos sobre Perséfone.
"¿Estará perdida? ¿Tendrá hambre? ¿Tendrá sed? ¿Tendrá frío? ¿Seguirá enojada conmigo? ¿Qué le diré a Melinoe si no la encuentro? La cama se siente tan fría sin ella..."
Hades suspiró y levantó la cabeza. Poseidón ya estaba allí, esperando. Así que se acercó. Aprovechó que no había mortales alrededor, y se quitó el casco ahí mismo.
— ¡AH! – Poseidón pegó un saltito del susto. - ¡Hades, me asustaste!
— ¿Tuviste suerte? – Preguntó despacio, haciendo que el casco desapareciera entre sus manos en una nube de humo negro.
— Nada – Negó con la cabeza, pasándose una mano por el pelo. – Le pregunté incluso a los peces de los estanques. Dicen que no han visto a ninguna diosa por aquí...
— Excelente... - Hades se agarró el puente de la nariz y gruñó. - ¿En dónde está Zeus?
Al parecer lo había invocado con solo su nombre, pues muy pronto ambos hermanos escucharon las risas del Rey de los Dioses. Y este no venía solo...
Zeus pronto apareció en el horizonte, acompañado de dos chicas jóvenes. Una era castaña y la otra rubia, ambas con un maquillaje ligero y labios rojos. No debían tener más de unos veinticinco años (o al menos, eso aparentaban a la vista humana). Cada una se abrazaba de uno de los brazos del dios mientras reían alegremente.
— Lindas, son preciosas, ¿saben? – Zeus sonrió, acariciando la barbilla de la castaña. – Solo quiero comérmelas a besos justo ahora-
— ¡EJEM! – Hades protestó, cruzándose de brazos.
— Oh... - Zeus hizo un puchero. – Bueno chicas, nuestro tiempo aquí se terminó, pero puede que las vea después, ¿sí? – Se apartó de las damas y caminó hacía sus hermanos.
Las chicas se despidieron moviendo las manos hacia los dioses, y regresaron por donde vinieron.
— Ninfas... ¿Enserio, Zeus? – Hades frunció el ceño.
— ¡Viven en el jardín! – Sonrió. – Al parecer sus árboles están plantados aquí en alguna parte y-
— No tengo tiempo para escuchar de tus conquistas – Lo detuvo en seco, señalándolo. – ¿Encontraste alguna pista de mi esposa? ¿O estuviste muy ocupado siendo un infiel?
— Ten más cuidado con tus palabras, Aidoneus... - Reprendió despacio y amenazante.
— ¿Encontraste algo, o no? – Hades se mantuvo firme, sin quitarle la mirada a Zeus.
—... No – Zeus suspiró, relajando los hombros. – Las ninfas me dijeron que no han visto a ninguna diosa en la zona de la que sepan, lo lamento.
— Oh por Gaia... - Se pasó las manos por el cabello y refunfuñó. - ¡¿Dónde está?!
— Calma... La vamos a encontrar, te lo prometo – Zeus se apresuró a poner una mano sobre la espalda de Hades. – Debe haber muchos lugares como este en Atenas, ¿sí? Quizás tengamos suerte en el próximo...
— Oh, chicos... - Poseidón, quien hasta este punto se había mantenido en silencio ante la tensión, levantó la voz.
— Tienes razón. No me puedo rendir aún... - Hades asintió con la cabeza.
— Chicos... - Repitió el Rey de los Mares.
— Quizás pueda preguntarles a las ninfas si nos pueden ayudar con esto. Seguro conocerán más de la ciudad y-
— ¡CHICOS!
— ¿¡QUÉ QUIERES, POSEIDÓN?! – Zeus le gritó de regreso.
— ¡ELLA! – Exclamó, apuntando hacia el frente. - ¡creo que es ella!
Hades se apresuró a voltear hacia la dirección que Poseidón apuntaba.
— No puede ser... - Musitó para sí mismo, con los ojos bien abiertos. Por primera vez en todo el día, Hades sonrió.
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