|Una rabieta y un secreto|
1914, Brooklyn.
Circe venía renegando con su hija. Era su turno de cuidarla mientras Hisirdoux trabajaba lejos de ellas, y parecía que Olivia no entendía esto. Ya hacia un par de temporadas que la niña parecía no estar de acuerdo con esa decisión de dividirse hasta las vacaciones.
—Quiero ir con papá.— exclamó con voz temblorosa.
—Ya te dije que no.— dijo Circe.
Trataba tanto como podía de mantener la calma frente a su hija. Pues había sucedido un incidente años atrás en medio de un amplio público a causa de una rabieta de Olivia.
—¿Qué problema tienes de quedarte conmigo? Sabes cómo funciona esto.— indagó.
—Ya no me quiero quedar contigo.— respondió con voz temblorosa.
A Circe le tembló el pecho al oírla. Nunca le había dicho algo por el estilo, y esperaba a que fue más adulta para que le dijera algo tan fuerte como eso. Al menos eso fue lo que alguna amiga le contó con respecto a sus hijos mayores.
—Y dije que no me fueras a buscar más a la escuela.— Olivia sollozó.—Me avergüenzas.
—¿De que hablas? Soy tu madre, Olivia.
—No es cierto.— balbuceó.—Y por eso se ríen de mí.
Y eso fue el peor de los puñales. Sabía que en la escuela, otras madres la veían de manera despectiva. Hasta llego a oír el rumor de una niña llevando a otra niña de la mano, lo que más coraje le daba. Ella era mayor que cualquiera, ahí pero estaba claro que no podía hacer que los demás lo vieran.
Circe se acercó a su hija que no la veía. Ambas querían contener a toda costa las lágrimas, solo que para una podía ser más perjudicial que para la otra. Noto un leve brillo para su mirada, y como lento un aura gris la cubría.
—Puedes llorar Olivia.— tomo su mejilla para que la viera a los ojos.
—Tu dijiste que no.
Recordando aquella cruel conversación con una niña de doce años, la abrazó con fuerza. A veces se olvidaba como ser la madre de alguien con emociones tan a flor de piel que podía quedar expuesta en un mundo cruel.
—Pero conmigo si puedes llorar.— murmuró.—Lo siento tanto, hija.
Olivia se apartó, y aún con la mirada llena de lágrimas, vio a Circe llorar a su par.
—Perdón mamá.— exclamó.—Es mentira que no lo eres.
—Lo se.— dio una pequeña sonrisa.
—Eres mí única mamá.— balbuceó.—Y extraño a papá.
—También lo extraño.— murmuró y la volvió a abrazar.
•
La semana siguiente se encontraban los tres en Córdoba. En una casa de campo de unas amistades de la pequeña familia. A Olivia le encantaba pasar tiempo con la familia García, mas que nada porque podía ser ella con total libertad. Y Circe estaba a gusto de verla alegre con otros niños, que aunque eran mayores que ella, no la iban a juzgar por quienes eran.
Estaban en la pileta, pues el calor en las sierras ameritaba pasar la tarde de vacaciones en el agua. Circe la veía jugar con Raquel, la única hija de la familia.
—¿Cómo te sientes?
Esther, la madre, se sentó a su lado y le pasó una limonada para pasar el sofocante calor.
—¿Cómo crees?— respondió Circe.
—Te dije que iba a ser complicado criarla en un lugar como ese.— le reprocho.
—Pero acá no hay mucho para ella, ni para mí, ni para Douxie.— dijo Circe.—No es lo mismo estar de vacaciones que vivir tiempo completo. Además ya me viste, en todos lados la van a juzgar porque no es idéntica a mí.
—Mis hijos tampoco se parecen a mí.
Y era cierto, uno se parecía a la abuela y los otros a su padre. Pero a Circe no le hacía gracia ese comentario, aún sabiendo que Esther lo hacía con las intenciones de que sonriera.
—Pero tu estás segura de que son tuyos.— se sacó los lentes, y saludo a su hija.—Por mí parte Olivia no se que tanto es mía.
—Cir, es toda tuya.— dijo Esther dando una sonrisa.—Así lo quiso Blanquita. Es tu hija por completo.
A su lado paso corriendo Hisirdoux, que al llegar al borde de la pileta se tiro a esta como una bomba. Salpicado, y haciendo reía a las dos adolescentes en el agua.
Circe observo, como Olivia se hundía de la risa, e Hisirdoux la sacaba para que no se ahogara. Ambos quedaron abrazados en medio de la pileta, hablando de algo que ella no podía oír.
Sonrió, le gustaba verlos tan unidos. Y no le dolía que él fuera el favorito de su hija.
—Si, y aunque Douxie fuera raro, también es por completo papá de esa niña.— agregó Esther.
Se fue de su lado, y Circe se levantó al oír como la llamaban.
—Dale mamá, que si no vas a ser un carbón.— dijo el pelinegro, y le tiró agua.
—Sera mejor que nades con todas tus fuerzas, porque te voy ahogar.— rió y se tiro a la piscina.
•
Hisirdoux entro al cuarto donde pasaba la noche su hija. Allí estaba Circe junto a Olivia, quien dormía plácidamente. Él se acostó del otro lado de la cama, y las vio en silencio.
—Eres la mejor mamá que le pudo haber tocado.— murmuró.
—Lo se.— respondió Circe.—Pero no quiero que se olvidé de Blanca, o me sienta como un reemplazo.
—Pero no lo eres y lo sabes.— tomo su mano, y le sonrió.—¿Estas segura de ir mañana?
Circe vio a la niña dormida. No le podía negar una visita como esa, menos cuando fue ella quién lo propuso. No le gustaba la idea de pasar allí su tarde de vacaciones, pero tampoco podía esquivar por tanto tiempo aquel sitio sagrado.
—Si, ella quiere, y yo accedí.— respondió.
•
En la mañana siguiente, el cielo estaba cubierto por una espesa capa gris. Estaban seguros que pronto iba a llover, más aún con los calores de los últimos días. Solo esperaban que no sucediera justo cuando iban a ir al cementerio.
Olivia sabía dónde quedaba la tumba de su madre, por lo que se adelantó, dejándolos atrás. Aunque Hisirdoux no se sentía cómodo, Circe mucho menos. Odiaba esos lugares.
Cuando se acercaron a la tumba, vieron a su hija hablando con alguien más. Otro hombre. Circe lo reconoció de inmediato, y sintió una fuerte punzada en su pecho.
Más de cerca oyeron la conversación con claridad. Hisirdoux no sabía que pensar al respecto, más que confusión, pero Circe sí sabía que sentir.
—¿Qué era usted de ella?— pregunto Olivia.
El hombre noto la presencia de los otros adultos, sobretodo de la enojada mirada de la hechicera.
—Un buen amigo.— respondió dando una sonrisa.—¿La extrañas?
Olivia lo vio confundida. No sabía que decir con exactitud, pues nunca llegó a conocer a la mujer que le dio la vida. Solo se encogió de hombros.
Dejo las flores blancas en el suelo, y tomo la fotografía enmarcada que estaba a un lado.
—Me parezco a ella.— dio una pequeña sonrisa.—¿Viste mamá?
Circe tomo la foto, y le dio la razón. Por suerte para ella, Olivia se parecía lo suficiente a Blanca como para no tener que verse reflejada en nadie más.
—Eres tan hermosa como ella.— dijo.—¿Por qué no vas con tu papá mientras limpio un poco aca?
Ella asintió, y tomo la mano de Hisirdoux. Ambos salieron de ahí, siendo seguidos por las miradas de Circe y aquel hombre.
—Es igual a Blanca.— dijo el extraño.
—Mejor guardate tus comentarios.— Circe gruñó.—Es lo que mejor te sale.
Cuando atino a irse este le tomo del brazo, llevándose una mirada furiosa como respuesta. La soltó de inmediato.
—¿Podemos hablar?— pregunto apenado.
—Contigo no hay nada que hablar.— dijo y se marchó.
•
De vuelta en la casa, cuando Olivia se fue a dar una vuelta con los hijos de Esther, Circe dio vueltas por la oficina. Estaba histérica, y su amiga no podía detenerla. Sabía que lo mejor era que así fuera.
—¿Sabías algo de esto?— pregunto.
—Ni yo ni Marlon lo sabíamos.— respondió Esther.—Pensé que él se había ido del país. O bueno, eso me dijo Mar.
—Estoy enojada. No lo puedo creer.— exclamó.—Encima tiene las agallas de pedirme una conversación. Justo ahí, en la tumba de la madre de su hija.
—¿Puedes bajar el volumen, o quieres que te oigan?— Esther le reprocho.—Dejas que hablen tus inseguridades. Si Blanca le dio a luz, pero tú e Hisirdoux la crían y la hacen ser la hermosa persona que es. Date crédito Circe.
Se puso de pie y se acerco a ella. La tomo de los hombros y la vio a los ojos para darle una cálida sonrisa.
—Lo que él tenga que decir no va a cambiar que tú eres su mamá, y Douxie su otra mamá.
—Esther.
—Lo siento, su papá.— se corrigió.—Creo que esa conversación es necesaria ¿No crees?
Circe no dijo nada. Podía ser. Aún debía saber cómo es que alguien había tomado la cruel decisión de no ser parte de la vida de su hija. Por noches temió que aquel rechazo, aunque Olivia no lo sentía asi, le afectará en algún rasgo de su vida.
Tomo su bolso y se fue de ahí. No le dijo a nadie a donde iba. Ella sabía dónde vivía, hasta su nombre y fecha de cumpleaños. Lo peor de todo es que lo supo considerar un amigo, y eso le hacía doler.
Con ayuda de una mensajera de la zona, llegó a un barrio en la ciudad. El lugar había cambiado un poco desde la última vez que estuvo ahí. Solo esperaba no cruzarse con nadie que la reconociera.
Luego de hacer unas manzanas a pie, llegó. Sin dudarlo demasiado toco a la puerta, y en cuestión de segundos fue atendida. Se aguantó como pudo no gruñirle en la cara. Acepto, de mala gana, su invitación a pasar. Pero de manera cortes rechazo una bebida.
—Prefiero morir de sed.— dijo dando una sonrisa.
—No te hacía tan amable Circe.— dijo el hombre y se sentó al frente de ella.
Primero hubo silencio. No incómodo pero si amenazante. Hasta que Circe procedió a hablar, no iba a permitir que él tuviera la palabra.
—Ella no sabe que tú eres su padre.— dijo.—Pablo, espero que no vengas a reclamar nada. Porque fueron catorce años, y yo te di ...
—No quiero reclamar nada.— dijo serio.—No, no quiero ser parte de su vida, porque sé que no hay lugar.
—Y es cierto.— insistió con un nudo en la garganta.—Pero aún así me molesta.
Se puso de pie, haciendo la silla hacía tras. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—La conociste, y estoy segura que es la niña más hermosa que tus patéticos ojos vieron ¿Por qué no la puedes amar?— pregunto al borde del llanto.
Dio un golpe a la mesa, haciendo que el sonido retumbara en las paredes.
—¿Por qué no lo haces? Ella no merece esto.
Tiro su peso sobre la silla, y ocultó su rostro entre sus manos. No quería que la viera llorar. No estaba planeado que así fuera, y se odiaba por lo poco dura que podía ser.
—Es cierto, es la niña más hermosa y brillante, y solo cruce dos palabras con ella.— respondió Pablo.—Pero simplemente no puedo. Y meterme en su vida sin sentirlo es ...
—Lo se, no quieres ser un monstruo. Te daré un premio.— le interrumpió.
—No puedo ser el padre que ella merece, y fue algo que le dije a Blanca antes que te marcharas.
—¿Ella sabía?— pregunto.
A esa altura de la conversación ya no sabía como sentirse al respeto.
—Ella pensó que sentiría amor si me quedaba a su lado.— respondió en su susurró.—Y me avergüenza haberme ido antes que naciera.
Circe no quería seguir oyéndolo. Se puso de pie y tomo su bolso. Sin decir más nada camino hasta la entrada. No tenía más que decir porque le había quedado bien en claro que este estaba decidido a no ser parte de su vida.
•
Esa misma noche, cuando sus hijos se fueron a dormir, Circe fue a donde estaba Esther con su esposo. La vieron llegar y guardaron silencio, pues desde el momento en que volvió de su visita esta parecía distante.
—¿Quieres una copa?— pregunto Marlon.—Iremos un rato al patio con Esther, por si nos quieres acompañar.
Fue con ellos, pese que en fondo solo quería sumirse en las penumbras de su cuarto y no ver a un matrimonio feliz. Los amaba, pero en ese momento no estaba tan deseosa de ver lo que ella nunca iba a tener.
Se sentaron cerca de un pequeño fuego que habían hecho, y bebieron en silencio. Ellos sabían quien era el papá de la niña, pero prefirieron mantenerse al borde del asunto.
—Creo que es mejor así ¿No?— Circe hablo.—Me ahorro de decirle a mi hija porque un extraño no la ama como nosotros lo hacemos.
—Pero Cir ...
—No, Livi es muy joven para una decepción como esta.— le interrumpió.—Nunca tuvo curiosidad por saber quien es, y esta feliz diciéndole a todo mundo que Douxie es el mejor papá de todos.
—Eso es cierto.— dijo Marlon.—Esther es cierto.— insistió ante la mirada azul de la mujer.
—Que se yo.— se encogió de hombros.—Si ahora es muy chica, y quizás de mas grande quiera saber, y tu le dirás.
—Si, supongo.— le dio un sorbo a la copa.—O él la buscara, lo que sea primero.
Tras unos minutos de silencio, a ellos se les unió Hisirdoux. Este tomo una copa, y con algo de magia la lleno. No le interesaba tanto la mirada de reproche de Marlon, era en único sin magia en toda la casa.
—Lo siento.— se disculpo.—¿Te incomoda? Tu trabajas en inteligencia mágica.
—Me molesta que lo hagas a la vista de todos, alguien mas te puede ver.— le reprocho.
—Le borramos la memoria y ya.— dijo Hisirdoux.
—Ya veo.— rodo los ojos.
Hisirdoux se sentó al lado de Circe, bien junto a ella, y paso un brazo sobre sus hombre, a lo que ella apoyaba su cabeza cansada en su pecho.
—¿Por que ustedes no están casados?— pregunto el hombre.—Crían una hija, y estoy seguro que alguna vez paso algo.
—Marlon.— exclamo Esther.—No puedes ...— se freno y los vio.—Si es cierto.
Circe lejos de ruborizarse o apartarse del mago, lo tomo y abrazo con mucha fuerza, haciéndolo reír.
—Funcionamos mejor como hermanos, y papás de una niña asombrosa.— respondió Circe.
—Ay Dios si.— dijo disgustado el pelinegro.—No me hagas recordar esa noche en Brasil.
—Douxie, nunca dejes que te pida referencias sobre mi, porque pierdo a tu lado— dijo Circe, tratando de contener la risa.—Mejor nos quedamos como estamos, que así estamos bien.
—Eres buena mamá, y enfermera ¿No son buenas referencias viniendo de mi?— indago y le dio un sorbo a su copa.—Además ya estoy en algo serio.
Esther no pudo continuar seria, que se echo a reír por aquel cometario.
—La vecina no cuenta como algo serio.— dijo.
—No hablo de ella.— exclamo nervioso.
Y mientras la conversación continuaba Circe se había olvidado de lo que mas temprano había sucedido. Se sintió bien al dejar de pensar en aquel secreto. Esperaba que pronto dejara de estar latente de su vidas, y nunca tener que enfrentarse a esa verdad.
✨Bonus ✨
No podía cambiar de escuela a Olivia a esa altura del año, pero si podía hallar la manera en que dejaran de hablar de ellas, tanto a sus espaldas como de frente. Para Circe solo era cuestión de usar un poco de magia y no dejarse intimidar, pese a que su naturaleza tranquila le pedía mantenerse a raya.
Aunque le costo, tuvo que aceptar no verse mas como una joven de dieciocho años. Frente al espejo, y rompiendo un poco aquel hechizo que la dejaba en una misma edad desde hacia ochocientos años, Circe se avejento. Pero eso no significo verse anciana como su padre, sino mas madura como la antigua hechicera.
•
Olivia sentía una gran emoción de ver a su mamá con su nuevo aspecto. Pese a que Circe le dijo que ahora tenia unos años mas, ante los ojos de la niña se seguía viendo tan joven como hermosa.
Iban de la mano por la calle, llevándose la mirada de algunas madre. Al llegar a la entrada de la escuela, le dio un fuerte abrazo y la despidió cuando Olivia corrió a la entrada. Por un momento se quedo viendo al frente, con una pequeña sonrisa en sus labios y la mirada cubierta por unas gafas negras. Hasta que pronto comenzó a escuchar un murmullo.
Volteo con rapidez, y levanto sus gafas. Ya no lucia como la niña que llevaba a la otra niña. Sino todo lo contrario. Su espalda erguida, y el cabello recogido bien alto, dejando lucir su largo cuello, imponía el respeto que muchas le debían. Y aquel traje gris que se amoldaba a su figura la hacia verse aun mas imponente.
—¿Qué ven?— pregunto.
Nadie dijo nada, y el murmullo se detuvo. Hasta estaba segura que pudo oír a mas de una tragar saliva. Sonrió victoriosa y se puso de nuevo las gafas.
—Así me gusta señoras.— dijo.—Se aprecia el silencio.
★★★
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.
Esto lo tenía en mente desde hace mucho ¿Recuerdan esa teoría de quien es el papá de Olivia? Lo dije en Crónicas de una Bruja, y si es cierto 😎 El papá es ese cadete, que Arabella casi le corta la cabeza.
Él no es un mal tipo, pero bueno una cosa no quita la otra.
Y para lo último me inspire en Polly de los Peaker Blinders. Igualmente cuando nadie la vio le tembló hasta el alma 😂 solo se hace la mala, y le sale a duras penas.
Por cierto, los Garcías son una hermosa familia. Yo los amo, y sus hijos son unos soles. Uno es medio boludo, y no se que tanto cariño le van agarrar.
En fin sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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