🌠Love Story🌠
Por un tiempo, junto con Circe y Zoe, se fueron a vivir a Manchester. Allí, Hisirdoux tenía un trabajo que requería pasar más tiempo, y los viajes hasta España eran agotadores hasta usando a las mensajeras.
Pasaba sus tardes en la biblioteca, no tanto como pasatiempo, sino como un pequeño trabajo. Dónde lograba pasar desapercibida.
Allí tenía tiempo para escribir cartas, y estudiar en base a un programa de una carrera que una amigo le presto. No quería tentar tanto a la suerte de estar en la universidad, y llevarse malos comentarios por eso. Así que la mayoría de sus conocimientos era gracias a los libros de allí, y que, aun a la distancia, iba con a ritmo con las clases de literatura.
Por unas semanas, a comienzo de temporada, paso desapercibida. No tomo ninguna invitación de sus amigas, ni siquiera aquella que suplicaban por su presencia allí. "Tienes veintidós años, no es justo que sigas sin una argolla de compromiso"
—Si tan solo supieran que no me hace falta —murmuro mientras repasaba un texto viejo.
Claro, que había alguna razón más para dejar de ir a los bailes, y es que pronto se volvió costumbre rechazar bailes. Solo aceptaba aquello, que iban más hacia alguna amistad que para un cortejó. Y existía una persona con la que podía perderse en los suaves ritmos de la música de salón.
Con el tiempo, ambos tuvieron viajes con mas frecuencias, otras tareas que no hacían mas que acaparar las horas que creían que podría pasar juntos, y al final del día se encontraban recibiendo o mandando mas cartas de lo que alguna vez imaginaron.
Alguien dando un suave toque en la madera del mostrador la quito de la lectura floja que estaba haciendo a causa de pensar demasiado en lo mucho que podía llegar a extrañar a alguien. Sabía de quien se trataba, al menos cada miércoles iba, para recibir una recomendación de su parte.
Olivia no podía estar mas a gusto en compartir las lecturas a mujeres que pasaban por allí.
—Señorita Casperan —dijo la mujer, en un sutil pero agradable tono.
Olivia hizo una reverencia, aunque en mas de una ocasión la mujer le dijo que no lo hiciera.
—Lo siento, es la costumbre —dijo, dio una sonrisa de culpa—. No siempre pasan mujer con su rango a buscar una nueva lectura, todas las semanas.
—Siéntase halagada, tiene un gusto exquisito —dijo, y dio un pequeño golpe contra la madera—. Pero hoy no vengo por mi recomendación semanal. Es mas dejare de venir por un tiempo, me temo.
—Oh, lo lamento tanto —dijo Olivia, chasqueo la lengua—. De todas formas, déjeme darle mi ultima recomendación. Le gustara tanto que, cuando este lista vendrá por mas.
—Lo acepto, señorita Casperan, no me puedo negar a una buena lectura.
La mujer, de unos cincuenta años, que aun así no dejaba de lucir joven, le dio una sonrisa jovial. Olivia estaba segura, que si algún día debía envejecer, quería hacerlo como ella. No tanto por el aspecto físico, pues no dejaba de ser una mujer hermosa, sino mas bien por lo bondadosa que llegaba a ser, mas aun con su rango de nobleza.
Nunca llego a creer que trabaría una amistad con una condesa, ella que era una simple bibliotecaria, que claramente no tenia ningún titulo mas que el de ser una bruja.
Olivia le paso el ultimo libro que leyó, algo de misterio y romance, un tomo que a ella le tomó un tiempo terminar de leer, y que estaba segura que le serviría para el largo viaje que haría. Mientras, la condesa Wellesley le dio un sobre. Mas grande que uno normal, y de un sutil color hueso perlado. Con tan solo tenerlo en sus manos, supo de inmediato de lo que se trataba.
—Oh no —dijo, y trato de devolverlo—. No podría, no yo.
—Señorita Casperan —dijo la condesa y le dejo el sobre—, no niegue que tiene sangre real corriendo en sus venas.
—No es cierto, soy hija de inmigrantes —dijo nerviosa.
No siempre decía en voz alta que no era por completo europea.
—Pamplinas —dijo divertida—. No importa de donde seas, tienes mas porte que cualquier otra jovencita que si lleva un apellido importante. Y si eso no la convence, la invito como amiga y compañera de lectura, joven Casperan.
—¿De nada servirá si me niego por no tener vestido, o por haber quemado mis guantes de seda, hasta el punto en que están impresentables? Sería muy inapropiado —pregunto, y la condesa negó divertida—. Bien, iré, como un ultimo regalo de nuestra amistad.
Olivia sintió una gran pena, pues por un momento pensó que en ese baile seria la ultima que viera. Por respeto no le pregunto que era lo que iba hacer, tan solo le sonrió como si fueran buenas amigas.
—Te daré un consejo, porque alguna vez estuve en tu lugar —dijo, y le sonrió—, que nadie allí, ni aquí fuera te haga sentir que no importas. Estoy segura que es algo que tu padres te han dicho alguna vez, ¿Cierto?
—Si, y ahora que usted lo dice, creo que debo hacerles caso —contesto Olivia.
—Así es querida —exclamo alegre, sin dejar de sonar protocolar—. Del viernes al domingo te divertirás, y quien dice por ahí, al fin encuentres a un afortunado que quiera desposarte.
Con la promesa de volver a verse en la fiesta, se despidieron. Olivia quedo pensativa, y una parte suya esperaba que nada le causara problemas. Tenía claro, desde hacia un par de años, que no quería casarse con ningún noble o alguien de muchas propiedades.
Ser una solterona no le era un problema, tampoco quería serlo por mucho mas tiempo. Pasarón cuatro años de los únicos besos que se dieron, y los acontecimientos parecían no estar a su favor nunca.
•
Cerro la biblioteca pasado el medio día, y se dirigió a la casa. Una que quedaba más lejos de lo que alguna vez camino, en el campo, más campestre que en España. Usaba ese tiempo para pensar.
También iba leyendo las cartas que llegaban, y amaba repasar hasta memorizarlas, o encontrar un secreto entre sus letras. Alguna veces lo hacía, y las demás, era todo tan directo que no había nada más que descifrar. Y esa era su parte favorita de la lectura.
"Porque la extrañaba, y ansiaba verla". Y ella también lo hacía, tanto que las actividades que hacían juntos, se volvían aburridas sin su presencia.
—William Shakespeare no me parece tan interesante —murmuraba al ver el libro que tenía en sus manos.
Cuando llegó a la casa, dió aviso, y fue directo a la cocina donde estaban, su madre y Zoe. Dejo sobre la mesada el morral que llevaba a todos lados, sacando de allí el sobre. Lo arrojó, interrumpiendo la conversación de las dos amigas.
—Contra mi voluntad, tendré un fin de semana ajetreado —dijo, y se tiró sobre la silla—, y yo que pensaba ...
—Hacer nada —continuo Zoe.
—¿No puedo hacer eso tranquila? —pregunto dando una sonrisa—, es en Londres, creo, no reconozco la propiedad. Y puedo llegar una acompañante Zoe, por favor.
Zoe vio a Circe, y está se encogió de hombros. Le dió permiso, pasando por encima de lo que alguna vez Hisirdoux le dijo, que se lo consulten a él. Porque siendo el padre la de la joven bruja, se había atribuido aquel derecho.
Años atrás, llegaron a un acuerdo en cuanto a la crianza se trataba. Circe se encargaría de la educación, mientras que él trataba de ser tan estricto como podía frente a la mirada de cachorro que Olivia hacia.
—Solo porque tú padre no está, y me urge que no se queden solas acá —dijo Circe.
—Debe andar por ahí revol ...
—Zoe, por favor —exclamo, casi horrorizada—. Cuida tu lengua.
—Debe estar con Arabella, eso quería decir —dijo, y reprimió la risa.
—¿Cómo? —pregunto Olivia.
—¿Cómo que? ¿Quieres saber que hacen cuando se ven? —pregunto Zoe divertida.
—Zoe, déjala en paz —gruño Circe.
—Vamos, tiene veintidós, algún día deberá saberlo —dijo Zoe, y se encogió de hombros.
—Zoe, no soy una niña, se perfectamente lo que pasa —dijo con firmeza.
Zoe se apoyo sobre su mano, e inclino hacia delante para darle una sonrisa burlona. Una que lograba poner nerviosa a la joven bruja, porque iba cargada con cierta picardía.
—Claro, ya tienes novio, debes saber lo que pasa —dijo, ampliando la sonrisa socorrona.
Los ojos de Olivia, tan grises como la plata, dieron un resplandor nervioso, que logro arrebatarle una risa a la bruja de cabello castaño.
—No espera, son novios por correspondencia, no creo que sea lo mismo —dijo burlona.
Circe rodó los ojos ante el desplantes de Zoe, y le dió un golpe en lo alto de la cabeza, con un periódico enrollado que había en la mesa.
—Deja de molestarla —dijo, y se cruzó de brazos.
—Y no somos novios —exclamo luego de unos segundos de silencio—. No aún.
—Dejen el tema —insistió Circe—. Tu irás a un baile, y tu la vas a acompañar. Yo iré a Francia, contra mi voluntad, pero iré.
Les dió la espalda, y se fue a dónde la escalera comenzaban. Era una casa pequeña, con la ventaja de ser de dos pisos, con ventanas que iluminaban a cualquier hora. Rústica, pero les daba tranquilidad sobre sus cabezas.
Cuando las otras dos se quedaron solas, Zoe noto cierta inquietud en Olivia. Aquella joven bruja era todo un caso, al menos bajo su mirada. Y de lo único que estaba segura es que si guardaba demasiado silencio, es porque algo malo estaba pasando.
—Es broma, tu noviazgo por correspondencia si sirve —dijo, y puso una mano sobre la de Olivia.
Ella sonrió, y la vio. Chasqueo la lengua, y revoloteo los ojos. Para Zoe, era mucho gestos en poco tiempo, que lograba inquietarla.
—¿Qué pasa? —pregunto—. Diosas, parece que vas a estallar.
—Es que ando un poco preocupado por la correspondencia —dijo, con cierta inseguridad en la voz—. Se que debo controlar mis nervios, pero mande una carta y aún no me responde. No puedo dejar de pensar que algo malo está pasando.
—Quizas, dónde esté ahora tienen un pésimo servicio postal —dijo Zoe, dando una sonrisa de pena—. Creo que sería fácil enterarnos de que algo malo paso, eso corre más rápido de lo que imaginas.
Olivia se puso de pie, y fue por el morral. Aún con el sobre en la mano, trato de despejar su mente. Quería pensar que tenía razón. Era lo que más deseaba, pero había un pequeño bicho que no la dejaba del todo tranquila.
—Bien, tienes razón —dijo, un poco insegura—, solo por hoy. Iré a ver que tan arruinados están mi guantes.
•
El viernes en la madrugada, un coche tirados por dos caballos blancos, fue por ellas. Era la primera vez que usaba uno de esos transportes. Por fuera se veía, austero, de madera negra, y por dentro era, lo que ella concideraba, un lujo para los ojos. Cálido, y de paredes tapizadas, con asientos acolchonados, y ventanillas para poder ver el exterior.
—Uh, tienes una amiga con mucho dinero —dijo Zoe , yendo detrás de ella.
—En realidad, conozco más a la condesa por su buen gusto —dijo Olivia—. Esto es asombroso.
En el asiento del frente, había un sobre con el nombre de Olivia. Tratando de aguantar la calma, lo tomo, y con la delicadeza, que todo el mundo conocía de ella, lo abrió para leerlo.
—Oh vaya, tenemos un cuarto solo para las dos —dijo y sonrió—. Horarios, y uhhhh.
Sus ojos brillaron de la emoción, una que también se vio reflejada en su sonrisa.
—Un acceso a —trago aire—. Debe ser una mansión muy conocida, con tanto recortes culturales. Me deja entra a cualquier lado, y me prestan un caballo.
—Vaya, su majestad la quiere, Lady Julia —dijo, Zoe sonriendo con emoción.
Las pálidas mejillas de Olivia se ruborizaron casi de inmediato por la manera en que su segundo nombre le sonaba. Tuvo que calmar a la niña interior, que no dejaba de chillar y saltar de la emoción.
—Ya cállate Zoe —dijo Olivia.
A los minutos, el coche comenzó a andar, y Olivia no dejaba de verse emocionada. Zoe se durmió luego de media hora, mientras que la más joven llevaba su vista de la lectura al paisaje que se abría a los costados.
A la hora de lectura, se dió cuenta que Persuasión la había puesto en las nubes, cuando más se creía ella una mujer capaz de tener los pies en la tierra en cuanto amor se trataba. Hasta que los colores que había puesto sobre su relación, y el hablar por carta la mayor parte del tiempo, le hizo dudar de que tan cerca del suelo estaba.
Entonces su mente comenzó a divagar, hasta que de tanto suspirar cayó dormida.
Las cuatro horas pasaron, y cuando el sueño se torno interesante, el coche se detuvo. Un golpeteo a la ventanilla, la hizo salir de allí de un brinco. Parpadeo hasta poder acostumbrarse a la claridad del día. Al girar la cabeza a un lado, se encontró con una joven que le sonreír de oreja a oreja.
—Zoe, llegamos —murmuro, dándole suaves toques.
—No princesa, un rato más —balbuceo Zoe.
—Si me levanto te vas a caer, no me importa —dijo, y sonrió.
Zoe se enderezó, y estiró dando una gran bocanada de aire. Cuando logro despabilar, se asomo a un lado, y vio a la joven fuera del coche.
—¿Quién es ella? —pregunto, dando una sonrisa forzada.
—No lo sabremos si no bajamos —murmuro Olivia.
La puerta se abrió, y ayudadas de un mayordomo, bajaron de allí. Fueron bien recibida por una doncella que se presento, alegre, como Paulin.
—La Codensa Wellesley me ha puesto a su cargo —dijo, e hizo una reverencia—, las ayudare en lo que necesiten.
—Oh, que detalle —dijo Zoe, y con sutileza le guiño un ojo.
Paulin sonrió, y de inmediato cubrió la mueca con la mano.
—Pronto se servirá el desayuno, han llegado a tiempo —conto.
—Eso suena bien —dijo con emoción Olivia.
Las conducieron por unas elegante escaleras blancas, decoradas en un sutil rosa pastel con varias flores a tono. Era recorrida por una alfombra de igual colores, que no hacia más que robarles sonrisas a Olivia. Y quién vieran a la joven bruja desde afuera, diría que era la más emocionada de todas allí.
Y aquella emoción solo pudo escalar más cuando las llevaron a la habitación de huéspedes. Iluminada, como aquellas pinturas renacentistas. Papel tapiz de nubes en colores suaves, y ventanales en arco que dejaban entrar la luz, siendo apenas detenida por las cortinas dobles.
—Esto es maravilloso —chillo de la emoción.
Una vez, leyó el código de conducta, y supo que tirarse sobre una alfombra para sentir la suavidad de la tela sobre su piel estaba mal visto. Se contuvo, sin embargo, giro viendo la grandeza que le rodeaba.
—Respira Julia, te vas a desmayar así —dijo Zoe, tratando de contener la risa.
Olivia se detuvo, y volvio a tomar aire profundo. No iba a negar que su lado más romántico estaba delirando bajo su piel, y que solo le hacía falta una sola pieza para poder hacer su fantasía por completo real.
•
Paulin se fue, diciéndoles que en una hora las veteranas irían a comer. Con Zoe se acomodaron un poco, y se pusieron a ver qué más había. Entre muebles de lujo, paisajes pintados, y un closet con un par de vestidos para Olivia.
—¿Qué es eso sobre la cama? —pregunto Zoe.
Olivia dejo los vestidos, y se asomo a ver qué eran. Una caja no tan alta ni ancha, de color natural y laqueada. Era una delicadeza, en simples palabras. La abrió, y dentro había unos guantes de encaje rojo oscuro.
—Oh, es un obsequio de la condesa —dijo, tras darle una leida a la carta que acompañaba la carta.
—Y mira esto —exclamo Zoe con emoción—, antifaces.
—Ah, debe ser para el baile de mañana en la noche. Que emoción.
—Me gusta, ya se con que vestido usarlo —dijo Zoe—. Bueno, vayamos por comida, muero de hambre.
Guiadas por el suave aroma del desayuno, llegaron al salón donde había varias mujeres y caballeros. Además de un par de mesas repletas de bocadillos, y también la galeria para tomar el té.
—Llevemos unas galletas, y vayamos afuera —indico Zoe.
Olivia asintió, y fue por las galletas. Cuando se iba acercando a la mesa, oyó una risa que atravesó su mente como una flecha. Su voz llegó hasta su estómago, y cosquilleo todo su centro.
—¿Marius? —pregunto.
Logro ver, entre tanta gente, un caballero de rizos oscuros darle la espalda. Quizás a simple visto no se percibió, pero Olivia noto que se tensó antes apenas audible sonido de su voz.
Como si el mundo se detuviera, y solo ellos fueran capaces de moverse, sus miradas se encontraron entre tanta gente.
Una sonrisa, y luego una insana necesidad de gritar su nombre, y correr hacia él la invadió. Tan fuerte que no se creyó capaz de controlar el brillo de sus ojos.
—Olivia —dijo y sonrió.
Aquella mueca, una que no venía hacia largos meses, hizo que cualquier duda sobre su bienestar la dejara por completo.
—Olivia —volvio a repetir, y dió un paso hacia ella.
Los nervios eran notorios, sin embargo, el cambio de expresión lo fue aún más. Otra vez repito si nombre, y como si el tiempo corriera a una mayor velocidad de lo normal, la tomo de la mano y la alejó del salón lleno de gente elegante.
Se metieron en un cuarto, una oficina oscura. Con las ventanas cubiertas con gruesas cortinas. En cuanto la puerta se cerró a su espalda, y dejando de lado el protocolo, o que estaba en un sitio, del que seguro no tenía permiso para estar, salto emocionada, y corrió a abrazarlo.
Fue correspondida de inmediato, sintiendo sobre la piel cubierta por el vestido, y el pecho, el calor que tanto extrañaba. Respiro su perfume, y perdido las manos en sus rizos perfectamente peinados.
—Te he extrañado un montón —murmuro Olivia.
Marius se apartó, y le sonrió, sin poder dejar de verla.
—Tambien lo he hecho —dijo, y le dió un suave beso en la frente.
Olivia soltó un suspiro al sentir sus labios sobre su piel. Jurando que extrañaba esos gestos más que a nada en el mundo.
—Las cartas ¿Qué ha ocurrido?
Marius se aclaró la garganta, y se parto un paso, abriendo, lo que Olivia creyó que era un abismo.
—Bueno, esto, no se como decirlo —dijo con voz temblorosa—. Me vas a matar en cuanto lo sepa.
Olivia dió un soplido, y trato con todas sus fuerzas, no imaginar lo peor. ¿Qué pudo haber hecho?
Cuando él quiso hablar, otra muchacha entro al cuarto. Ambos la vieron, Marius con evidentes nervios, y Olivia con el corazón en la boca. No quería pecar de dramatica, era tener que darle la razón a Zoe por decir que era similar a Hisirdoux en ese aspecto.
—¿Qué está ocurriendo? —logro decir Olivia.
Ni ella podía creer la templanza que mantenía pese a lo desconocido que se abría frente a sus ojos.
—Es lo que me preguntó, ¿Qué está pasando? —dijo la otra muchacha, y se cruzó de brazos—. Deberíamos estar fuera, no aquí ...
La desconocida la vio de arriba abajo, con un claro desagrado. Mientras que Olivia ya la había analizado, y aquello no la hizo sentir mejor. Sabía que nadie la debía hacer sentir mal por como se veía, pero aún con veintidós años, se cuestionaba si iba a seguir teniendo rasgos dulces para toda la vida.
Mientras que la jóven contraria, lucía como si el mismo cielo la amara más que a cualquier otro ser celestial. Su cabello rojizo lo usaba atado, y lo llevaba con orgullo. Su piel pálida y mirada color miel. De verla, seguía sin creer que alguien pudiera tener el cuello tan delgado y delicado como un cisne, y hacerla sentir pequeña.
—Marius, habla —dijo la peliroja.
Tenía ganas de decirle que no lo trate de aquella forma, sin embargo, su tono de voz, autoritario, también la hizo callar.
La tensión del momento, se vio interrumpida por el ingreso de otro muchacho. Pecoso y de cabello castaño, una bocanada de aire fresco para la situación.
—Ah, Michael —exclamo Marius—, llegas a tiempo.
—Si, si todos —se detuvo y vio a Olivia—. Oh, querida.
La tomo de la mano y le dió un beso en el dorso, y se llevó la peor mirada de todas. De Olivia, y de Marius.
—Ven, está la biblioteca que te debo enseñar, la vas amar.
Cómo no entendía nada de lo que pasaba, Olivia se dejó arrastrar. En silencio llegó a un cuarto contiguo. Todo lo contrario a la oficina. Llena de luz, y repleta de libros. Se sentía la calidez del lugar, hasta con la chimenea apagada.
Se sentó en el sillón que allí había, y tiro la cabeza hacia atrás, dando un soplido.
—No, él. No no no —dijo, y se cubrió la cara.
—No, espera —exclamo Michael—. No es lo que parece.
—No, yo creo que sí es lo que parece —gimoteo.
El muchacho se sentó a su lado, y le sonrió. Olivia logro encontrar algo de razón en esa mueca, sin embargo, no terminaba de encontrar calma.
—Marius ha hablado mucho de ti —dijo—, de verdad. Lee tus cartas con la sonrisa más tonta que un hombre pueda tener.
—¿Lo dices en serio?
—Si, lo dice en serio —hablo alguien más a sus espaldas.
Olivia se puso de pie tan rápido, como luego giro para verlo. Con esa misma velocidad se acerco a él, tratando de controlar el impulso de todo. El de su magia a punto de estallar, el de gritar y festejar por verlo, darle bofetada por lo mismo, el de besarlo después de tanto tiempo.
—Hay una explicación, lo juro —dijo, y dió un paso más cerca.
Olivia se detuvo en ese instante.
—Yo los dejo solos —hablo Michael, y se marchó.
Olivia lo volvio a ver, y frunció el ceño.
—No has respondido ni una sola carta —gruño enojada.
—Las leí a todas —insistió él, acercándose más.
—Nada de ti en semanas —continuo Olivia con la voz quebradiza.
—Las leí hasta memorizar las curvas de tu imprenta, y descubrir que clase de perfume usas en ellas —murmuro con suavidad, frente suyo.
Cuando Olivia abrió la boca para protestar, Marius la tomo de las mejillas, y la beso, interrumpiendo cualquier palabra en la punta de su lengua, al borde de sus labios. No le arrebato el aliento, pero si le dejo la necesidad de que no se alejará.
—Lauren —murmuro.
—¿Se llama así?
—No es lo que parece —respondió—. Es más complicado que eso. Además, nunca en la vida me atrevería a ...
Olivia, que lo sabía, hasta en lo más profundo de su ser, en cada fibra suya estaba segura de eso.
—Lo se —le interrumpió—. Lo sé, estoy muy segura de eso. Pero dime, ¿Qué ocurre?
Marius la acerco al sillón, y se sentaron a hablar. De todo lo que le dijo, Olivia solo lo redujo a una estafa. No de él solo, pero aún así no parecía salir de esa idea.
—Nos han puesto en esta situación —dijo Marius, y se echó hacia atrás—. Nunca pensé que hacer teatro sería tan extremo, ahora le tendré que dar la razón a mi madre.
No quería reír por oírlo decir aquello, pero la dejo escapar, sacándole una sonrisa.
—El amor por algo nos lleva a hacer locuras —dijo ella con una sonrisa—. Por mi parte estoy en una situación menos descabellada. Resulta que soy amiga de la condesa, ¿No son de ella las joyas, Marius?
—Oh, no —respondió apurado—. Pero mientras menos sepas de esto mejor. Tu disfruta de la fiesta.
—Ahora que estás aquí, será mejor —dijo, y se acerco a él.
Paso una mano por su mejilla, y Marius la detuvo de inmediato.
—Debemos hacer de cuenta que no nos conocemos —dijo, con pena—. No quiero que nos relacionen.
—No, que injusto —se quejo, y tomo su pecho.
Se puso de pie, tratando que toda la nueva información no la desborde hasta el punto de llorar y brilla al mismo tiempo. Cuando quiso abrir la puerta, Marius la detuvo una vez más, dejándola contra la pared.
—Te propongo algo —dijo, y Olivia entorno los ojos.
La tenía acorralada contra la pared, y aquella sonrisa solo podía significar problemas. De los cuales estaba dispuesta a correr.
—Que no nos relacionen, no significa que no podamos estar juntos —dijo—. Díez besos hasta el domingo, deberían bastar para apaciguar tu enojo.
Se iba a negar, pero una parte, sabía lo tentador que se le hacía un juego así.
—Acepto, pero no pueden ser de la nada —dijo ella y dió una sonrisa triunfadora—. Cómo tú presencia me es más importante que tus labios, debe haber un momento. Y me puedo negar, si es tan solo para alimentar el pecado.
Marius tosió nervioso, y Olivia se creyó triunfadora por un momento.
—Veo que has leído mucho —dijo, aclarando la garganta—. En ese caso, ya van dos besos. Y todo cuentan.
La joven bruja, no pudo argumentar nada en contra de eso, y en silencio le dió la razón. Marius otra vez se arrimo, sacándola de sus pensamientos, y haciendo que estos se nublaran. Y la mano detrás de su cabeza, no la ayudaba a mantener la compostura, queriendo gastar los besos restantes.
Y lejos de estar cerca de sus labios, Marius tiro de un lazo que ataba su largo cabello, desarmando el simple peinado. Haciendo que la melena castaña cayera sobre sus hombros, hasta rozar la cintura.
—Un recuerdo, para no extrañarte —dijo, y se lo ato en el chaleco—. O quizás para extrañarte más.
Le dió un calmo beso en la mejilla, y se retiro. Sin antes decir que ese también contaba dentro de los díez besos.
•
En la habitación con Zoe, tras bloquearla, la puso al día. A ella le parecía una situación divertida en la que se pudo haber involucrado en algún momento.
—Tras el almuerzo, hay una merienda al aire libre, la hora del té —dijo Zoe—. ¿Irás?
—No lo sé, estoy cansada, más todavía —dijo—, quizas me quedé a ver qué hay. Puedo entrar a casi cualquier lugar.
—¿Estaras en la biblioteca? —pregunto, más parecía una afirmación.
—Si, ve tranquila. En la noche bailaré contigo, ¿Te parece?
—Claro que si, será un placer bailar con lady Julia.
Cuando la mayoría estuvo afuera, Olivia se metió en la biblioteca, y para su sorpresa, ya la esperaban allí. Viendo los ejemplares, fingiendo no haberla escuchado llegar.
—Todos me conocen más que yo misma —dijo, y se puso a su lado—. ¿Leeremos algo? Creo que nuestras lecturas se han visto descuidadas.
—Si, leeremos algo —respondió, y le pasó un libro.
—Se que sobre gusto no hay nada escrito, pero ¿Shakespeare?
—Vamos, no seas quejumbrosa, mon cherry —dijo, y al tomo de la mano.
—No es quejumbrosa, monsieur, ya se me hace anticuado —dijo Olivia, dando una sonrisa maliciosa.
—Ooh mon cour, se me hace encantador que hayas generado una opinion propia —dijo Marius.
Se acercaron a un sillón, que daba al jardín, y primero se sentó él. Olivia busco dónde hacerlo, y frente a las vueltas que daba, Marius la tomo de la mano, y de un jalón, la dejo a su lado.
—Muy audaz de tu parte. Cualquier hombre de escandalizaria de solo oírte —añadió, y paso un brazo por los hombros de Olivia—. Confortable, mademoiselle?
—Oui monsieur, très confortable.
Aunque esa literatura la seguía aburriendo, se dejó ir por el suave sonido de su voz. Pronto la lectura se hizo amena, hasta que sus ojos comenzaron a pesar.
—Me aburrió —dijo con suavidad, y quito el libro de la mano del muchacho—, me provoca bostezos.
Subió sus piernas, hasta dejarlas en el regazo de Marius. Y con la misma suavidad, busco desatar el nudo del pañuelo del muchacho. Se terminó de acurrucar a su costado, y dejo un corto beso en filo de su menton.
—Mejor —dijo, dando un bostezo—, ¿No lo crees?
Marius sonrió, y la abrazo. En minutos cayeron rendidos entre sus brazos, y el suave calor de sus cuerpos. Zoe los encontro casi con la caída de la tarde, y los quito de la comodidad en la que estaban, de inmediato. Cuando se dieron cuenta, no solo era ella, sino Paulin que la acompañaba.
—Bien, si su plan es fingir que no se conocen, no lo estarían logrando —dijo Zoe—. En minutos es el baile de apertura, o que se yo, y siguen aquí.
—Lo siento —dijo Olivia, y se puso de pie.
Le costó más de lo que pensó, salir de aquella cálida trampa. Y sin detenerse un segundo más, fue detrás de las dos mujeres.
—Somos amigos de la infancia —le susurró a Paulin.
—Si, entiendo —dijo la doncella, y le dió una sonrisa.
•
Cómo le prometió a Zoe, bailaron juntas, y para seguir manteniendo las apariencias, bailo con otros caballeros. Algunos agradables, otros dejaban mucho que desear. Aunque lo estaba disfrutando, podía sentir a la lejanía la mirada de Marius, como un suave calor en lo alto de su nuca.
—Ojala poder bailar con él —le dijo a Zoe.
—Ya tendrás tiempo —contesto Zoe—. Iré a buscar que beber, esta gente se debe divertir con algo más fuerte.
En cuanto se fue, su lugar fue ocupado por Lauren. Frente a su presencia no hizo más que sentirse pequeña, sin embargo, le sonrió como si eso no fuera posible.
—Debemos hablar — le dijo.
Salieron a la galería, tan lejos de la entrada cómo les fuera posible. Olivia solo esperaba que nada malo pasará sin la presencia de nadie más.
—Debes detenerte —dijo Lauren—. Distraes a Marius. Hoy todo el día preguntaron por él.
—Lo siento, no fue mi intención —murmuro.
—Ahg, no te entiendo nada —dijo con desagradó—. No me importa su historia, él ahora está conmigo. Y la campaña depende de lo bien que nos vemos. Una niña no puede venir y con una sonrisa a hacer que todo se caiga así de rápido.
—No eres mucho mayor que yo —dijo Olivia con enfado.
—Oh, dulzura —se acerco y pellizco su mejilla—. Tengo mas experiencia de lo que crees. Al lado mío eres una niña. Al lado de él también. Así que te sugiero que te hagas a un costado.
Olivia guardo silencio. No podía decir nada. Tan solo asintió, y se marchó. No se quedo mas tiempo en el baile. Siguió de largo, cruzando a un publico que buscaba detenerla, y ella no hizo mas sonreír para evitar cualquier pregunta. En el cuarto, sin correr las cortinas, dejando que la luna viera su desdicha, y sin quitarse el delicado vestido color amarillo, se durmió.
No lloro, porque no sabía a que llorarle. No quería darle la razón a Lauren, y lo termino de hacer.
•
En la mañana siguiente esquivó lo mas que pudo a Marius. En algún momento, coincidieron, y ella no pudo huir de allí, tan solo actuar de que apenas se conocían, fingir que verlo sonreír no era el mejor acto de día, y que se moría por tener un momento a solas.
Él contaba una historia, y todo el público comía de su mano. Lo hacia descarado, no lo imaginaba con esa soltura. Agotada de ver a alguien, que ante sus ojos actuaba, se levantó, y se marchó. Y Marius titubeo de inmediato.
Olivia pidió que le preparen el caballo. Se puso unos pantalones cómodos, pensando en lo que alguna vez le dijo Circe "Lo mejor es caer mal por vestir inapropiadamente, que caer mal de un caballo".
—¿Necesita que la acompañen? —pregunto un muchacho del establo.
—No, gracias —le sonrió.
—No tarde mucho, parece que lloverá —dijo.
—Gracias por avisar, no tardaré mucho.
Le dio un suave golpe con la bota al caballo, y este comenzó a galopar. Iba lento, viendo el gran campo que se abría al frente. Era una maravilla, y la hacia extrañar mucho España.
Otro golpe mas, y el animal fue un poco mas rápido. Se metió en un bosquecillo que había, y lo hizo detenerse. Al bajarse, le dio una manzana, y le susurro algunas palabras. También extrañaba la calma de la biblioteca, y la soledad. Estaba agobiada. Por las constantes voces, por Lauren haciéndola ver pequeña, y por no poder pasarla bien con la persona que le gustaba mucho.
Le gustaba tanto, que de solo pensarlo sonreía. Y así, como si lo hubiese invocado con la mente, Marius apareció. Olivia dio un grito por el susto, y lo vio indignada.
—No podemos estar todo el día ignorándonos —dijo, y se acerco a ella.
—Yo creo que si, monsieur—contesto, y dio un paso atrás.
—¿Qué es esto de estar llevándonos la contraria todo el tiempo? —pregunto, casi indignado.
—Oh lo siento, pero así se comportan las niñas —exclamo—. Es lo que soy, para todos aquí, hasta para ti.
—¿Hablaste con Lauren, cierto?
—No, ella hablo conmigo —contesto y se cruzo de brazos—, no me cae mal, pero nunca sería su amiga.
Marius rodó los ojos, y fue rápido para atraparla, al momento en que quiso subirse al caballo otra vez. Una gota de agua cayo sobre ellos, y tras unos segundos de silencio, viéndose a los ojos con la mayor intensidad posible, fundiéndose en una sola mirada gris, el cielo rompió sobre sus cabezas.
—Te distraigo —murmuro Olivia.
—Nunca antes estuve tan atento a algo, a alguien como ahora —contesto por lo bajo—. Y si lo haces, no me molesta, porque me encanta. Porque me encantas.
Olivia lo tomo del cuello, y lo besó bajo la lluvia, bajo sus lágrimas, con su corazón latiendo enloquecido, contrario al delicado movimiento de sus labios.
Cuando menos se dio cuenta, su espalda tocaba el tronco de un árbol. Y lo que comenzó siendo un suave beso, se convirtió en algo mas necesitado y acalorado.
Se aparto para tomar un poco de aire, y continuo, abrazándolo con fuerza. Hasta que la risa, y calor, lograron que se separaran.
—Tu es si mignon quand tu te disputes (eres tan linda cuando discutes) —murmuro Marius.
Tan solo bastaron esas palabras para que su cara volviera a estar roja.
—Fueron dos besos —murmuro Olivia, tratando de alivianar los colores en sus mejillas—, ¿Cómo sería?
—Bajo la lluvia, punto para ti por ser tan dulce —dijo, y le dio un corto beso en los labios—. Punto para mi por el francés.
—Oh, si tiene nombre —dijo graciosa Olivia—. ¿Qué significan las manos mas allá de la cadera?
Marius tosió nervios, y quito las manos con rapidez.
—Que gano otro punto por intensidad —dijo, y le guiño un ojo—. Debemos irnos, esta lluvia no se va a detener y te vas a resfriar.
—¿Nos veremos en el baile? —pregunto Olivia.
—Si, lo deseo —respondió dándole una sonrisa.
—¿Irás por mi? —pregunto Olivia.
Marius no le respondió, tan solo beso el dorso de su mano.
•
Le tuvo que inventar una historia a Paulin por el rastro que le quedo en la espalda de la camisa que uso para ir cabalgar. La doncella decidió creerle, y sin perder mas tiempo la ayudo a vestirse.
El vestido que uso esa noche, no hizo mas que llevarse las miradas de todos cuando bajo al salón. Rojo oscuro, de hombros caídos, y con delicados apliques de encaje que brotaban del interior del pecho. Además de los guantes a juego, y un antifaz negro que solo cubría sus ojos, sin tener demasiados detalles.
—Muy bien amiga, ahora si eres toda una lady —murmuro Zoe pasando a su lado—. Estoy segura que después de hoy, todos querrán casarse contigo.
—Y solo una persona me importa —murmuro, dando una risita.
La noche iba bien. Se reía por algunas bromas malas que le hacían, y bailo con un par de caballeros. Una parte suya no podía disfrutar por completo, porque cada vez que quería acercarse a Marius, alguien lo alejaba de ella. Verlo de la mano de Lauren, y que esta la viera cada tanto de manera altiva, no hizo mas que encender una chispa de fuego en el centro de su pecho.
Hasta que no pudo soportar mas el calor en su pecho, y se fue de allí, sin correr, pero apurada. Se metió en la biblioteca, y se apoyo contra la pared, a medida que se iba sacando los guantes, y el antifaz.
—Soy una estúpida —murmuro, vio a un costado, conteniendo las lágrimas.
A los minutos Marius entro, dio unos pasos lejos, y se mantuvo de espalda a ella.
—Olivia —murmuro.
—Marius —dijo, y se acercó.
Lo abrazo por la espalda, con fuerza y tratando de no llorar.
—Lo debo decir, estoy celosa, y siento envidia —balbuceo—. Decidí luchar contra lo que siento, pero es imposible. Solo deseaba que me vieras, y no, no ...
Marius giro en sus brazos, y quedo pegado a su pecho, sintiendo su corazón sobre el suyo.
—Lo siento, se que no debo pero —murmuro con voz temblorosa—. Me quema, como un incendio en el centro del pecho.
—Lo siento, no era mi intención que te sintieras así —dijo, y la tomo del rostro—. Tu deseo, no fue mas que la realidad. No he podido dejar de verte, y escucharte reír a lo lejos, es la peor tortura de todas. A demás ...
Tomo su mano, y le dejo un pañuelo blanco.
—Lo dejaste caer cuando te fuiste.
—Oh, no lo había notado —dijo con cierta pena en la voz—. Me siento tan mal por todo esto.
Entonces, otra vez la beso. Olivia sintió que aquel calor desgarrador se desvanecía gracias a el suave y lento movimiento de sus labios. Era un sueño, en el que creía que en cualquier momento se iría flotando del mundo mismo. No le arrebataba nada, ni le generaba el deseo de ser solo de ella, tan solo le daba calma, le daba seguridad. La hacia sentir amada.
—No me podría perdonar que te sientas mal por estos acontecimientos —murmuro Marius—. Olivia, mi corazón solo te pertenece a ti.
—Suenas mas lindo que Shakespeare —dijo ella, dando una sonrisa—, creo que ahora me puede gustar.
Olivia le devolvió el beso, mas corto, y lleno dulzura.
—Mi corazón también es tuyo —dijo—. Cada vez que te veo, arde de pasión, y solo tu eres capaz de hacer eso.
De un momento para el otro, estaban acalorados sobre la alfombra,dejando de contar los besos que faltaban, y dejándose llevar por el fuego que sus corazones, y comprobando que el tapiz del suelo era más suave de lo que se veía.
Con premura, despeinó sus rizos, y perdió en ellos la delicadeza de sus dedos. Descubrió que su mirada gris también brillaba a causa de ella, y que nadie mas que él podía decir su nombre de una mejor manera.
Sin embargo, cuando el calor exigía mas, y las manos del muchacho quería sentir mas piel, ver lo que se escondía bajo el delicado vestido rojo, la joven bruja lo detuvo. Agitada, y con las mejillas enrojecidas, sensible donde los labios de Marius se empeñaron en quitarle suspiros.
—No —exclamo, como un chirrido.
Marius se reincorporo de inmediato, alzado las manos por sobre la cabeza.
—Lo siento, lo siento, lo siento —dijo nervioso, y aclaro su garganta—. No quise, yo ¿Te mordí fuerte?
Olivia se cubrió la cara, tratando de no reír ante los nervios de Marius.
—No, tal vez si —dijo—, pero no es eso.
—Me disculpo por lo inapropiado del momento —dijo, dando una sonrisa picara.
—No lo haces —dijo Olivia, sonriendo como él.
—Tienes razón, no lo hago.
Marius dio un suspiro, y se relajo, acostándose sobre su pecho. Sonrió al sentir las manos de Olivia entre sus rizos, y cerro los ojos por un momento.
—En realidad, soy yo la que se debe disculpar —dijo Olivia.
La reacción de Marius fue sentarse de repente, y verla como ella lo hacía con cuidado. Noto tranquilidad en su rostro, pese a la seriedad con la que decía todo.
—¿De que hablas?
—Hablo, de que me disculpo por haber actuado fuerte, dura, tratando de ocultar mis sentimientos —contesto—. Al final, no solo no pude, sino que logré preocuparte, y sacarte de dónde debías estar.
—No Livs, no tienes que hacerlo —dijo, y le sonrió—. Ni pedir perdón, ni ocultar quien eres. Eres lo más real que hay aquí, y eso se agradece.
Olivia se acerco y dejo un suave beso en su frente, quedándose allí un momento.
—Me gusta como suena —murmuro—. Ser reales suena lindo.
💖💖💖
Hola mis corazones, ¿Cómo les va? Esperó que bien *lluvia de corazones para ustedes*
Si ven algún error, lo siento, se me ha ido la extensión, pero sin dejar un espacio sin love 😤
Mientras trabaja en este capítulo, veían Anne con e, y también, orgullo y prejuicio, y ¿Algo más? No sé, pero vean que a salido una mezcla uh uh uh
Para que sepan Marius (Madeof_Stardust_) fue el actor correcto en la compañía equivocada. Bueno, la compañía tampoco tenía nada que ver, pero los tenían contra la pared y no les dejaron más opción.
Y todos gustan de él, pero él solo gusta de ella 😭✨ y ella se derrite por él.
Listo, no hay más nada para decir, que ya no se haya dicho en todo este socotroco de palabras.
Si puedo, un capítulo más el viernes, y así le decimos adiós a esta semana rosa.
✨ Besitos besitos, chau chau ✨
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