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|Los mandatos de una princesa|

Arabella iba de una punta a la otra. Pasaba las manos por los costados del vestido, para poder secar el sudor de las mismas.

—Debes calmarte—le escucho decir a Hisirdoux.

—Odio ser una princesa —murmuro ella.

—No, amas ser una princesa —dijo el aprendiz y camino hasta ella.

Cerca paso un brazo por su hombro, atrayéndola un poco más a él.

—Amo ser una princesa cuando solo debo hacer mella de mi belleza —dijo Arabella.

Apoyo con cuidado la mano en el pecho de Hisirdoux, y dio un suspiro.

—Extraño tener catorce años —murmuro.

—También extraño cuando éramos niños —dijo, y le dio un beso al costado de la cabeza.

Aunque seguían siendo jóvenes, las veces en que Arabella debía recibir, por estricta orden del rey, a un visitante político, parecían olvidarse de sus edades, y actuar como una extraña pareja. Aunque era ella quien tenia el deber de dar la cara, él no la dejaba sola cuando los nervios s apoderaban de la rubia. 

Se apartó de él, y dio unos pasos más adelante, a la par que acomodaba la falda del vestido.

—Ah, debí acceder a casarme con alguien más, y tenerte como amante —dijo Arabella.

Hisirdoux de acercó, y se encontró con que lo veía apenas por encima del hombro.

—¿Podías hacer eso? —pregunto con sorpresa.

—Bueno, fue algo que me dijeron cuando cumplí dieciocho años, es que era una posibilidad —respondió, y comenzó a caminar—. Pero sabes que es algo que rechace hace tiempo ¿Cierto?

 El joven aprendiz de Merlín se acerco a ella, y la abrazo por la espalda a la par que apoyaba el mentón en su hombro, y tenia una perfecta visión de la sonrisa que se le dibujaba. Era como si pudiera hacer que se distanciara de la realidad o de sus tareas con tan solo acercarse, o hacerle la broma mas absurda.  

—Reconsiderándolo un poco . . .

 Trato de contener la risa de solo escucharlo, y logro apartarse de su lado. 

—Casperan —exclamo con gracia Arabella.

—¿Qué? No me digas que no es tentador.

—Vamos vete, que debo ir por un escolta —le ordenó con suavidad.

Hisirdoux se acercó, y le dio un beso en la mejilla para luego alejarse seguido por la mirada de la rubia. Otra vez suspiro, y se dio cuenta de lo mucho que lo hacía estando a su lado. Hisirdoux lograba que pudiera tomar la situación con un poco mas de calma, o lo contrario. Aun así no dejaba de disfrutar de su presencia, de su cercanía. 

Acomodo su cabello hacía atrás, y fue en busca de una escolta. Mientras caminaba, pensaba con quien se encontraría, y que era bien lo que debía hacer o decir. Hasta el momento cuando debía actuar como pieza de ajedrez para el rey, el estaba presente, y se sentía mas segura que cuando no estaba. 

  Encontró un guardia que la esperaba, y juntos fueron hasta la entrada del castillo. Allí, antes de dar un paso más vio a quienes estaban a lo lejos. Un hombre de cabello oscuro, hablando con Lancelot. El desconocido no se veía muy agradable, y el rubio no parecía tan relajado como solía verlo siempre. 

—¿Quién es? —pregunto Arabella.

Y antes de que el caballero le dijera algo, lo calló al ver que ambos se iban y dejaban a una muchacha allí. Al igual que el hombre, aquella muchacha de cabellera castaña, tampoco la había visto antes. Y comenzaba a sospechar que el rey le dio una tarea disfrazada de otra.

—Dime —le hablo al caballero—. ¿Sabes bien lo que el rey Arturo quería que hiciera?

—Lo siento lady Arabella, pero no estoy enterado —respondió el hombre.

—Y luego dicen que la que no hace la tarea soy yo —murmuro.

Se apuro hasta llegar a ella, siendo seguida de manera torpe por el caballero, quien terminó por tropezar y así llamar la atención de la desconocida. Pero no fue él quien se llevó por completo esta, sino la rubia que tenía parada en frente, esbozando, lo que para ella parecía ser una generosa sonrisa.

—Hola —dijo Arabella, y apenas torció para un lado la cabeza.

—¿Hola?

Se formó un extraño silencio. Y solo era vista por el hombre, que había logrado ponerse de pie.

—Retírate —le ordenó Arabella.

—Pero lady Pericles . . .

—Vamos, vete, estoy bien —dijo sin verlo.

Un poco confundido ante la orden de la menor, el caballero se retiró. Quedaron las dos solas, en la medida de lo posible. Cada persona que pasaba a a sus lados, las veían con extrañeza.

—¿Así tratas a todos? —pregunto la extraña.

—No realmente, solo a quienes no me obedecen —respondió.

Se mantuvo sería, hasta que rio frente a la expresión de confusión de la otra joven.  

—Es mentira —dijo, tratando de sonar relajada—. Porque todos me obedecen. Arabella de Pericles, por decreto princesa.

—¿Princesa?

—Si, por decreto de mí madre. Y tú ...— dijo.

Entrecerró la mirada, y la examinó. Comenzó a caminar a su alrededor, viéndola de arriba a abajo. Algo tenía que se le hacía familiar, aún así no podía ponerle rostro a eso tan familiar. Pudo notar que en ningún momento se mostro aterrada por su presencia como solía suceder con alguna otra extraña. 

—¿Quién eres? —pregunto.

Y cuando la joven iba a responder, se acercó a ellas Morgana. Esta parecía demasiado tranquila frente al cambio en las dos jóvenes que la miraban con admiración.

—Madre —dijo una.

—Maestra —dijo la otra.

Y ambas se vieron con confusión.

—¿Madre? —cuestionó la de cabello castaño.

—¿Maestra? —dijo Arabella.

Morgana sonrió al verlas, y no dio alguna explicación que les hiciera sentirse conformes.

—Hija, veo que ya has conocido a mí otra alumna —dijo—. Helena, Arabella, espero que se lleven bien.

Arabella se cruzó de brazos y observo a Morgana. Esperaba que le dijera que era un chiste o algo por el estilo, pero ante sus ojos, parecía estar hablando muy en serio.

—Dices otra alumna ¿Acaso tienes más, madre?

La mujer se acercó a ella, y paso la mano por su mejilla.

—No tienes que saber todo de mí, hija —sonrió—. Ahora estarás con Helena en lo que su padre y el rey llegan a un acuerdo.

—Deja ver si lo entiendo ¿Seré la niñera de ella? ¿Era de esto de lo que hablaba Arturo con tener que ser una diplomática? —pregunto, y vio a Helena—. Tener que cuidar a una niña.

—Y lo harás muy bien, querida —dijo Morgana.

Sin dejarla reprochar nada, se fue. Ambas muchachas se quedaron allí, viendo el camino que hizo la hechicera, hasta desaparecer de sus vistas.

—No hace falta que estés detrás de mí —aclaro Helena.

—Ah, no te preocupes, no lo iba hacer —dijo Arabella y dio una sonrisa socarrona.

A ellas se le acercó otro caballero, indicándole a Helena que el campo de entrenamiento estaba listo para ella. Fue ahí, que Arabella la vio con intriga.

—Iré contigo —dijo—. No vaya a ser que te pierdas.

—No quiero importunarte, quizás tienes cosas más divertidas, de princesas —respondió Helena.

—Lo pospuse a todo —dijo—. Por ti querida.  

Le sonrió, y tomo su mano para hacer que caminará.

Al llegar al campo de entrenamiento, Helena se ausentó un momento. Al volver tenía otra vestimenta. Lo que también sorprendía a Arabella. Estaba claro que aquella muchacha no era alguien más, o la simple hija de un caballero.

Cuando un joven, menos atlético se acercó a ellas con dos espadas de práctica, Arabella lo detuvo y le saco una.

—Bien, quiero jugar contigo —dijo.

—¿Disculpa, jugar?

—Si quieres lo podemos hacer un poco más serio y le digo a Lance que traiga espadas de verdad —respondió con cierto sarcasmo.

—¿Entrenaras vestida así?

Arabella tomo el vuelo del vestido, y giro sobre si viéndose.

—¿Algún problema? Hay que estar lista para todo, para que nada te sorprenda.

El joven que se les acercó le pasó la espada restante a Helena, y se retiro. Y cuando Arabella termino de recoger su cabello en una pobre coleta de caballo, volvió a tomar el arma de entrenamiento.

—En posición de defensa querida —dijo la rubia.

—No se dice así —recalco Helena.

—Vamos Lady Lena, estoy ocupada siendo importante, ahora busco divertirme —dijo—. Juguemos un rato. Después de todo debo entretener a la invitada.

Helena agotada por la actitud de la princesa, prefirió seguirle la corriente. No era como si ella disfrutará estar en el castillo, cuando tenía cosas más importantes por hacer. Pero ese día, era obligatorio que siguiera a su padre. Y no iba a negar que la forma de ser de Arabella le llamaba la atención, mas aun tratándose del rango que tenía. 

—Como quieras lady Arabella, en guardia —dijo, y dio una sonrisa divertida.

—Eso es, sonreír no te va hacer mal —exclamo desde el otro lado. 

Empezaron tranquilas, como si de verdad se tratara de un entrenamiento común y corriente. Dieron el primer toque de las espadas para así comenzar el duelo. Al principio se sintió tímido. Ninguna de las dos quería hacer algo brusco, y llegar a lastimar a su contrincante. Hasta que Arabella hablo. 

—Mí abuela es mas divertida, y esta muerta hace años —exclamo.  

Helena hizo un rápido movimiento que provocó que Arabella trastabillara, al pisar el vestido. Termino sentadas en el suelo, con la otra muchacha extendiendo su mano para ponerse de pie.

—No te culpo —dijo—. También lo haría si estuviera así vestida.

Arabella apartó su mano, y se puso de inmediato. Y pronto dio un golpe a la espada de Helena, tomándola de sorpresa. Hizo una pirueta, haciendo que el cabello se soltara, y este le diera de lleno a Helena, y así logro quedar a su espalda. Con rapidez se acercó, y la tocó con la empuñadura del arma.

—No te culpo —dio una sonrisa socarrona—. También me perdería si no estuviera concentrada.

Y lo que comenzó como un entrenamiento suave, pronto se convirtió en algo menos amistoso. El polvo y el griterío se hizo presente en el campo. Ambas caían, y se ponían de pie de inmediato. El ensordecedor ruido de los metales chocando rebotaban por todos lados. 

Atraído por el bullicio, Hisirdoux se acercó a las gradas, y noto a Lancelot viendo hacia el campo.

—¿Qué ocurre? —pregunto mientras limpiaba sus manos.

—En mí vida, y créeme, he visto mucho —hablo el rubio—, pero nunca algo como esto.

Hisirdoux levantó la mirada, y vio el duelo que se batía , y alzaba una gran nube de polvo. No lograba distinguir de quien se trataba, pues los gritos femeninos se mezclaban y parecían uno.

—¿Qué ocurre? —pregunto sin poder entender—. ¿Esa es Arabella?

—Pasa que dos mujeres pelean —dijo Lancelot—. Y no se con exactitud porque, pero eso le da más sabor al combate.

—Por las barbas de Merlín, hay que detenerlas —exclamo el pelinegro—. O se matarán.

Corrió en dirección al duelo, pero el caballero se quedó a ver cómo se desenvolvía todo. Más divertido a causa del agregado Casperan.

—Casperan, que mala idea —murmuro el rubio mientras lo veía correr hacia ellas. 

Cuando ambas se fueron hacía atrás por el impacto de las espadas, Hisirdoux aprovecho para ponerse en el medio. Y si no fuera porque los reflejos del muchacho que le ayudaron, se agachó justo cuando ellas volvían al ruedo, habría terminado lastimado.

—Ay, por mí madre —exclamo nervioso—. ¿Me quieren matar o que?

—Douxie —dijeron al unísono, y se vieron a la par.

 Arabella la vio con espanto.

—Ay, santo cielo, ¿Por qué me debo enterar todo de esta manera?

Gruñó enojada, y lanzó la espada a un lado. Trato de mantener la calma, pero todos parecían saber quién era la visitante menos ella.

—Arabella —la llamo Hisirdoux—. Debes calmarte.

—¿O que? ¿Dejaré al descubierto que soy una bruja? 

—¿Lo eres? —pregunto Helena.

—No eches más leña al fuego —dijo a regañadientes Hisirdoux.

Arabella rodó los ojos, y dejo libre el caudal de magia que venía ocultando desde que despertó. Formó un arco, y lanzó una flecha que dio en centro de un blanco a la distancia. 

—Lo soy, y no una cualquiera —gruño, y el arco desapareció en la mano—. Si me disculpan, me cansé de ser una princesa presumida.

Se fue de allí, seguida por la mirada de todos. Y cuando Hisirdoux quiso ir tras de ella, Helena le detuvo.

—Si, no creo que sea una buena idea —le sugirió—. O bueno, salvo que quieras perder la cabeza.

—Bueno, ya perdí la cabeza por ella —dijo, y dio una sonrisa—. Pero ahora sería una manera menos agradable de hacerlo —añadió.

Ambos se encogieron de hombros, y compartieron una sonrisa torcida.

En su aposento, Arabella estaba recostada, de la manera más pintoresca para ser una princesa. Sus piernas sobre el sillón, y el resto del cuerpo en el suelo.

No hacia más que ver el techo, y bramar en silencio. No dejaba de pensar la manera en que se habían puesto de acuerdo la mayoría para ocultarle cosas. Desde la identidad de la muchacha con quien se batió a duelo, hasta la tarea que le encomendaron por su titulo de princesa. Le molestaba la forma en que la podían tomar tan en serio como la poca importancia le daban a su presencia. 

 Y aun así debía ser una princesa con todas las letras para evitar cualquier disgusto.  

Alguien llamo a la puerta, y entró una doncella. Arabella no se sentó, ni le llevo la atención.

—Su madre la busca —dijo tras aclarar la garganta.

—Dile que estoy muy ocupada siendo la hija perfecta para verla —gruño.

—Dijo que diría eso, y que insista en que debe ir —dijo la mujer—. Ella dijo que es urgente que vaya a verla. Si sabe lo que le conviene, agrego.

Al oírla no le quedó otra alternativa que hacerle caso. Se puso de pie, y fue hasta donde Morgana le daba clases. Entro sin llamar, y se plantó frente a ella. La hechicera cerro la puerta con un movimiento de mano, y se alzó para verla.

—No me puedes culpar por estar enojada —hablo la rubia—. ¿De verdad creen que debo sonreír cuando me ocultan todo?

—Y no lo iba hacer —dijo Morgana.

Se acercó a ella, y tomo sus manos. Las vio con atención, y sonrió. Luego alzó el mentón de su hija, y la vio con atención.

—Entiendo que es que no te consideren, o tomen en cuenta quién eres realmente —continuo—. Esto también me tomo desprevenida, pero me enseña cómo debo actuar para que la próxima pueda tener el control de todo.

—Madre —murmuro, y apretó sus manos—. Algo más paso hoy.

—¿Se trata de tu magia? —pregunto, y ella asintió—. No debes preocuparte por eso.

—Si, debería. Mis manos, mí cuerpo, por un momento pensé que —tomo aire, inflando su pecho—. Pensé que tomaría control de mí.

 Exhalo, y frunció el ceño. Tratando de mantener en paz sus emociones. Pero le era inevitable no perder la linea cuando hacía memoria del día que paso. 

—No se como hacer, el miedo, la iré —murmuro—. Parece apoderarse de mi, mas de lo que lo podría hacer la alegría. ¿Qué pasaría conmigo si sucede?

 Por un momento una idea paso por su mente. ¿Qué tanto daño ocasionaría? Se cuestiono ¿A quienes? Morgana dio una sonrisa suave, y cubrió sus manos con las suyas. Sintiendo el leve calor que estás aún emanaban. Llamo su atención, y Arabella volvió la vista al frente.  

—Pero no ha sucedido, y si puedes sentir la magia crecer bajo tu piel, significa que vas por buen camino —dijo—. Tu destino es ser una bruja poderosa Arabella de Pericles, y lo estás logrando.

—Madre . . . 

—Recuerda, no debes temer a quien eres no lo ocultes. No le des esa satisfacción al mundo —dijo suave.

Beso las manos de su hija, y le dio una sonrisa que Arabella agradeció haber recibido.

—Sin embargo, te pediré que te cubras las manos —dijo antes de soltarla—. Sabes cómo es Merlín y no queremos que se entrometa.

—Bien, lo haré.

—Por último, discúlpate con nuestra invitada. 

Arabella rodó los ojos.

—Ni siquiera se quien para tener que hacerlo, ¿Quién es? —exclamo enfadada. 

Morgana suspiro ante la rabieta. 

—Alguien que deberías tener de tu lado —respondió. 

—Bien, pero no será algo sincero.

—Arabella.

Hizo una sutil reverencia, y se marchó de ahí. Aún faltaba para cena, y debía buscar un par de guantes que cubrieran sus manos.

En la cena no encontró a Helena. Al preguntar por ella, nadie supo que decirle. Por un instante Arabella sé sintió atravesada por la culpa. Algo nuevo, porque no todas las invitadas que lograban fastidiarla, podían hacer que ella sintiera algo mas que no sea goce por no verla en ningún lado. 

Recorrió los pasillos, y revisó cada cuarto. Hasta que fue a la última torre, esa a la que siempre escapaba cuando todo la cansada.

Y allí la encontró. Llevaba el cabello trenzado, y un vestido diferente a cuando la vio. Estaba en el suelo, viendo por la ventana. Noto que la noche recién oscurecía el firmamento, y este era iluminado por las titilantes estrellas. 

Esperaba a que Helena se diera cuenta sola de su presencia, pero esta parecía no haberla notado. Aclaro la garganta, para llamar la atención de la muchacha, y está volteó a verla.

—Ah, hasta que te encuentro.

—Si vienes por la cena, ya lo hice —hablo Helena—. Cene sola hace un rato. 

—No, la verdad es que no me importa —dijo, y dio una sonrisa—. Soy pésima anfitriona.

—Ni me lo digas —murmuro.

—La verdad es que odio ser una princesa —dijo—. Espero que se haya notado con mi muy mala educación.

—Creo que te educaron bien, y que solo lo haces apropósito.

—Ah, menos mal que no debí aclarar esa parte —dijo y sonrió al ver la pequeña mueca que se le dibujaba a Helena.   

Arabella se acercó, para sentarse a su lado. Guardó silencio, viendo lo que ella veía. El cielo parecía más oscuro que en otras ocasiones, o que la luna no brillaba con tanta intensidad.

—Acepto que cruce la raya —dijo al fin.

Por un instante pensó que la lengua se le trabaría o algo por el estilo.

—No soy buena con las visitas, más aún cuando se trata de algo no acordado.

Helena la vio y alzó una ceja.

—Bien, hice un trato con el rey, y ahora debo ser como un caballo de Troya con todas las visitas políticas —hablo un poco nerviosa—. Pero tú no eres cualquier Troya, y no me dijeron eso. La verdad es que soy más amistosa de lo que hoy te demostré.

—Es una disculpa bastante elaborada —dijo Helena y le sonrió.

—Si, es la manera que tengo de hacer las cosas —dijo Arabella—. No voy por el camino sencillo.

—Si, lo he notado.

—Lo siento Helena, y de verdad lo digo, no es como no estoy siendo sincera como le dije a mí madre —tomo una de sus manos, y la vio, pestañando un par de veces—. Soy muy sincera, y quiero que ...

Trago aire, y lo lanzó con rapidez.

—Quiero que seamos amigas, pese a todo —dijo revoloteando la mirada.

—Bien, acepto, las disculpas, y tú amistad.

Helena sonrió, y estrecho una de sus manos. Pero no la soltó de inmediato, sino que se quedó viendo sus guantes.

—¿Esto es por tu magia? —pregunto—. Nunca antes vi a alguien hacer lo que hiciste.

—Es para evitar que Merlín me regañe —contó—. Él cree que lo mío es un problema ...

—Que hay que controlar ¿Cierto? —pregunto, y Arabella asintió—. Si, él es así.

—¿Lo conoces?

—Mas de lo que imaginas —respondió y soltó la mano de Arabella. 

★★★

Hola mis soles ¿Cómo les va?

Quería hacer este capítulo, y no sabía como hasta que Fenix0305 lo hizo primero, y dije "claro que iba a ser de esa forma"

Si, Arabella no es muy buena haciendo amigos. Nunca fue buena, o sea, con la mayoría se empieza intimidando o molestando. Creo que si alguien le llama la atención, lo trata✨👀✨ vamos a probar sus límites 😂

Igual era muy obvio que comenzaría mal, es que son tan diferentes, ah.

También les quería mostrar cómo es que Morgana ✨ manipula ✨ a Arabella con el tema de la magia, y como es que siendo princesa aún así no tiene tanta fuerza. Ah, poesía jajajaja

En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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