|El cuento de la Guardiana de la luna|
Hisirdoux noto demasiada calma a su alrededor. Y eso ya era motivo de sospecha, o como mucho de preocupación.
Salió al patio y no encontró ni siquiera a sus familiares. Dio vueltas hasta llegar al bosquecillo, y en el, el silencio se extendía hasta su interior.
Habían decidido ir a la casa que aún conservaban en Francia a descansar de la ciudad. Los niños estaban agobiados de la escuela, y en tan solo una semana de vacaciones ya no sabían que más hacer.
Casey era quien menos se quejaba, pero eso no significaba que se sintiera menos aburrido que el resto de sus amigos.
Solo fueron con él, pues Ámbar andaba ocupado en la universidad, entre las clases y las asistencias no tenía la misma libertad que cuando era niña. Hisirdoux le había insistido en que se tomará un descansó pero su hija del medio, quien al terminar el secundario le nació el amor por los estudios, le negó aquello.
Ahora estaba con Arabella, y Casey. También se les unió Baltimore y el pequeño Gael. Y por último, quien parecía que más necesitaba ese distanciamiento de la ciudad, Olivia con su esposo e hijo. Su amado,e inquieto nieto.
Y con tanta gente a su alrededor era de extrañarse esa quietud.
•
Tanto Arabella como Baltimore habían decidido ir al lago con Rebecca, allí se verían con Nenet y Natasha junto con la pequeña Mallory, a demás de Zoe, y seguramente Peggy. Así también había dicho Clara y Jim que harían pero sin hijos, querían unas horas lejos de los reclamos de los universitarios.
El resto, agotados, porque la noche anterior salieron a cenar, decidieron quedarse.
Almorzaron junto con los niños. Todo marchaba como siempre, los tres pequeños era puros agentes del caos. Por separado no funcionaba igual que estando juntos. Y tras sentarse solo fue cuestión de segundos para que comenzaran a cuestionar todo.
Gael, el más joven, y por lo tanto el más revoltoso. Solo en aspecto era igual a Baltimore. Porque era un pequeño fuego de rizos blancos, que amenazaba con incendiar todo a su alrededor, igual que su madre, si se le daba un mínimo de libertad.
Luego seguía Benjamín. El segundo mayor. Pero, por muy raro que fuera, el que daba las malas ideas pese a su corta edad. Entre sus padres se disputaban de quien lo había heredado.
Y por último el mayor. El niño que muchos deseaban como hijo por la tranquilidad y paz que transmitía, Casey.
Olivia los acomodo en la mesa, y les rogó que se quedarán quietos. Y esa quietud duro lo que ella tardo en servirles los platos.
En ese momento le molestaba no tener la mirada de Circe. Ella solo les echaba un ojo, y los niños se quedaban en su lugar.
—Podrán ir a jugar luego de que se coman sus verduras —dijo Marius—. Y se que lo odian, pero mientras más tarden es peor para ustedes.
—¿Por qué? —pregunto su hijo.
Él sabía el porque, pero le encantaba hacer preguntas, más de esas que ya se sabía la respuesta.
—Benja, solo come tus comida —pidio Olivia desde atrás.
El niño, de grandes ojos grises como sus padres, vio el plato, y lo apartó. Olivia y Marius se vieron, era así como comenzaba con sus rabietas. Pero en vez insistirle, decidieron probar algo diferente. Lo pasaron por alto.
—Jugaras con hambre Benji—dijo Olivia y le sonrió.
—Yo he jugado con hambre y no es divertido —le siguió Marius.
—Cierto, no es divertido —continuó Olivia.
Marius le vio coqueto, y le dio un beso rápido.
—Algunas veces si —dijo y le guiño un ojo.
Olivia, con las mejillas sonrojadas, le vio con reproche. Aún con tantos años juntos, lograba ponerle los nervios de puntas, y hacer que se acalorada enseguida. Si algo agradecía es que tuviera ese efecto, que parecía crecer cada día más.
—Es mentira, nunca es divertido —insistió.
Se sentaron uno al lado del otro, se sonrieron y comenzaron a comer. A los segundos se les unió Hisirdoux, y Casey a su lado comenzó a comer a su par. Mientras que Gael lo hacía, muy lento.
Y ese fue el almuerzo más tranquilo del año.
Tras levantar la mesa, y limpiar, Hisirdoux se fue a la cama. Le pregunto a su hijo si también quería dormir la siesta, pero este solo se negó.
—¿Tu qué harás? —pregunto Marius.
—No tengo sueño. Además como mis verduras —respondió Olivia—. Ve a descansar, me quedo con estos angeles.
—Muchos años después, y conservas tu sentido del humor —Marius sonrió—. Me encanta.
Olivia lo beso como si fueran un reciente noviazgo, y se apartó cuando comenzó a creer que era una mala idea salir al jardín con los niños.
—Detente —murmuro.
—Tu comentaste —contesto Marius.
—¿Que comenzó? —pregunto por detrás Benjamín.
—Nada —respondió Olivia tratando de contener la risa—. Vamos al jardín.
Le dio un suave toque en la espalda y salieron, mientras el niño insistía en saber de qué hablaban. Olivia no hacia más que sonreír al oírlo, pues de todo lo que podía hacer su hijo, que fuera curioso era lo que más amaba.
A él no le ocultaron la magia, y fue rápido en amarla. No le tenía miedo, y por mucho tiempo se quedaba junto a Circe para verla en jardín con sus plantas. Y ella disfrutaba hacer ese tipo de magia inocente para su nieto, puesto que su hijo, aún ese momento, era pequeño para tomarle gusto.
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Los vio jugar, mientras se sentaba en una reposera. Era un leve bullicio del que se acostumbró a apreciar con facilidad. Para ella no existía sonido más dulce que el de sus hermanos e hijo jugando con espadas de madera.
Tomo su lectura, y viajo por las páginas de una antigua novela. Había ido a México ciento de veces, y caminado descalza por sus cálidos suelos, aún así la manera en que la autora redactaba aquel paisaje de volcanes le hacía sentirlo de otra manera.
Olivia iba por sus memorias, a la misma época en que las protagonistas vivían, y aún, después de tantos años, deseaba algo así para ella.
—Me han roto el corazón, pero no como dice este libro —murmuró.
Los años treinta para ella era como esa pequeña cicatriz en la rodilla de su hijo. Casi invisible, pero que le hacía recordar lo que no debía repetir. Y con esa metáfora en mente, cualquier deseó por algo distinto se disipó. Se caso con quién mas amaba, y la amaba con las misma intensidad y locura cada día. Tuvo un hijo revoltoso y cariño, con una gran curiosidad heredada, claramente, de Marius. También trabajaba de lo que siempre deseo, y vivía en una casa, que pese a que les quedaba chica, no dejaba de ser una isla llena de tesoros.
—Ah, estoy bien así.— dijo, y sonrió.
Dejo de hacerlo cuando se dio cuenta que avanzó en la novela sin ninguna interrupción. De fondo ya no se oían las risas de juego, o alguna pelea porque se desconocieron por el sueño.
Alzó la vista y no vio nada. El jardín estaba desolado. Sus ojos dieron un feroz brillo, uno que no sucedía en largo tiempo.
Hizo hasta lo imposible para tomarlo con calma, y repaso la cantidad de veces que se metieron en el bosque a jugar. Se puso de pie, y sin moverse, vio en todas direcciones. No vio más que la nada misma. Ni siquiera podía sentir la magia de los familiares.
Aún tratando de no hacer un escándalo, camino hasta los límites del bosque. Allí, desde Ámbar hasta los gemelos de Toby se metían para luego salir con las zapatillas llenas de lodo.
—Por todos los cielos —vio su nuevo vestido amarillo.
Adoptó una moda vintage, con vestidos largos, y pañuelos, que le hacía sentir bien el usarlo casi todos los días. Ahora le parecía una terrible idea, más aún con un hijo inquieto. Tomo la falda del vestido, y se metió en el bosque.
—Podrían haber elegido un día menos húmedo para hacer esto —murmuró.
Aún sin señales de nadie, y ya lejos de la casa, los fue llamando uno por uno. No ocurría nada, y el silencio del lugar ya le estaba aumentando los nervios. Nunca antes había odiado tanto el silencio como esa tarde. No le gustaba ese bosque, y ahora encontraba otra razón para dejar de hacerlo.
Resignada, a punto de ir por su papá y esposo, su hijo salió de detrás de un árbol.
—Oh, Benjamín —exclamó.
Corrió y lo abrazo con fuerza. A los segundos aparecieron los otros dos. Todos salvos, y sin raspones ni nada.
—Mamá, hicimos un nuevo amigo.— dijo el de cabellos castaño.
Olivia le acomodo el pequeño mechón blanco que cayó sobre sus ojos, y le dio una mirada de confusión.
—¿Nuevo amigo?
Y cuando estuvo a punto de responder, el suelo vibro. Tras eso, apareció Arwen que traía a Archie en brazos.
—Vamonos —exclamó al verlos.
Soltó al gato, y tomo dos niños. Mientras que Archie empujaba a Olivia con el hocico.
—Vamos Olivia, no querrás ver esto —insistió el familiar.
La bruja tomo a su hijo, pero algo más la sujetó a ella. Benjamín logró huir de sus brazos, y vio como una gran mano troll cubierto de musgo se llevaban a su mamá. En ese preciso momento, no le pareció tan divertido tener un nuevo amigo de piedra.
Arwen dejo a Gael en el suelo, pero en ningún momento soltó a Casey. Estaba segura que si Arabella se enteraba de eso le arrancaría la cabeza. Ella era la familiar de sus hijos, y no se podía relajar, menos aún cuando el niño más tranquilo tenía como amigos dos pequeños demonios.
—Bien Ben, creo que sí se creyó el cuento —dijo la ninfa de cabello blanco—. Ese troll cree que tú mamá es la guardiana de la luna.
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Los tres niños veían con asombro a la gran mujer de cabello blanco. Y él único que parecía no desconocerla era Casey, los otros dos tuvieron cientos de preguntas que relacionaban a los gatos y humanos.
—Bien —hablo Arwen—. Iremos por sus papás, y les diremos que un troll secuestró a Olivia.
A Benjamín no le pareció tan mala idea hasta que le parecía mala idea. Decirle a Hisirdoux y Marius que Olivia fue raptada no parecía algo que se podría tomar a la ligera. El estaba seguro que no debía ser tan mayor para creer que eso sería una gran locura. Frase que adoptó de Arabella, que repetía cada vez que iba a jugar a su casa, y ahora le encontraba sentido.
—No —exclamó Benjamín—. Iremos nosotros por mí mamá.
—Claro que no — le contradijo Arwen—. Iremos por adultos mayores, ustedes ya hicieron mucho.
—No podemos —insistió Benjamín—. Papá va a perder la cabeza, y el abuelo igual.
—Benjamin Bautista, dije que no, y nada me hará cambiar de parecer —dijo Arwen.
Tomo a su pequeño familiar, quien ya era un poco alto para su edad, y lo abrazo con fuerza. Ámbar no la necesitaba tanto, porque su vida no era como la de Arabella a esa edad. Pero el niño de cabello oscuro y calmos ojos azules parecía darle lo que necesitaba a la hora de cuidar alguien. Sin ese grado de locura que pudo haber pasado con las dos rubias.
—Tambien fuiste parte, pero igual no te culpo —le murmuró.
—Creo que podemos ir por mí hermana —dijo Casey, y puso una mano en la mejilla de Arwen—. Tu lo dijiste, fui parte.
—Oh, Cass solo tienes diez años y ya hablas como tu madre.
Lo puso en el suelo y se cruzó de brazos.
—Puras locuras dices —dijo—. Pensé que nunca llegaría este momento.
Los vio con atención. No sabía si estar espantada porque lo ocurrido fue algo provocado por tres niños, u orgullosa porque a su edad lograron dar vuelta el bosque.
—¿De verdad lo estás meditando? — pregunto Archie.
Arwen dio una pequeña sonrisa. Movió su mano en pequeños círculos y la extendió en dirección al gato negro. Este fue cubierto por una luz blanca unos instantes, y cuando se apago los tres niños dieron gritos de asombro.
—Ya somos el equipo perfecto para esto — dijo Arwen.
Archie acomodó sus lentes, y lento abrió sus ojos. Vio sus manos, y con el terror naciendo, fue haciendo lo mismo con cada parte de si.
—¿Qué me hiciste? —grito espantado.
—Archibald, estás muy pálido — sonrió—. Necesitas más sol.
—Te hizo un niño —se burlo Benjamín—. Pareces mí abuelo.
—Esto es una aberración —exclamo enloquecido—. Soy un dragón, no un humano.
—No, eres lindo y adorable —dijo Arwen—. Ahora sigamos con un plan de rescate.
Archie rodo los ojos, y guardo silencio esperando a que Arwen dijera que seguía luego de esa locura.
•
Olivia iba pataleando, maldiciendo con su alma aquel bosque, y las ideas que su hijo y hermanos menores podían tener. Era la primera vez en casi doscientos años que algo como eso le sucedía.
—No soy ninguna guardiana —insistió.
En un rápido movimiento la sentó en un árbol caído, y Olivia guardo silencio. Aquel troll parecía AAARRRGGHH, pero con más musgo y hongos sobre su espalda. Noto todas las cicatrices en su áspero rostro, y también algo de tristeza en este.
No le daba miedo, sino pena.
—Niño contar tu guardiana — dijo—. Ojos plata, igual que él.
Y así supo que hablaba de su hijo. Al único que llenaban de cuentos de fantasía. Con Ámbar como una joven adulta, Benjamín se había convertido en el gran seguidor de sus historias de hadas, princesas y piratas.
Ahora recordaba que era cierto. Ella era la guardiana de la luna, mientras que Marius cuidaba la flama del sol. Un pequeño teatro que hicieron para él. Y ahora parecía que lo compartió con todos.
—Pero es un cuento —dijo Olivia—. Con mí esposo inventamos a la guardiana.
El troll, como si fuere un perro viejo, se hecho a sus pies, e hizo temblar todo a su alrededor, hasta Olivia dio un salto en su lugar por eso. Por el movimiento, tomo con cuidado su panza, y contuvo la próxima náusea.
Hacía un par de días que se venía sintiendo de esa manera, y no quería sacar conclusiones apresuradas hasta que volvieran a la ciudad.
—¿Quieres que te cuente otro? —pregunto en cuanto se recompuso.
Olvidándose de su nuevo vestido, se sentó a un lado del troll. Se apoyó contra él, y guardó silencio hasta que alguna idea le surgiera.
—Ya la tengo — exclamó—. Era algo que me contaba mí madre. Se trata de los sueños, y la luna.
—Me gusta —murmuro el troll.
Olivia sonrió, y cerró los ojos haciendo memoria
«Cuando era niña, y descubrí lo que mí magia podía hacer, tuve miedo a dormir. Al no estar tranquila, soñaba realidades muy raras que me asustaban. Despertaba gritando y llorando, cansada de no poder ser normal.
Era extraño para mí, amaba la magia, quería saber de está, pero a la vez le temía, y no había alguien que me enseñara.
Una noche, de luna llena, mí madre encontró la manera de hacerme dormir. Me contó sobre dos diosas. Nix, reina de la noche, alguien a quien ella temía y respetaba a la vez, y Selene, su hermana. La guardiana de la luna. Era capaz de traer calma a todos aquellos que la vieran, y que eran tocados por la suavidad de su luz color plata.
—Ella está contigo, en cada noche, en todos los sueños —me conto—, te protege aunque no la veas.
—¿Cómo tu? —me atreví a preguntar.
Circe, mí madre, me dio un beso en la frente, y asintió con suavidad.
—Así es —susurro, y sonrió.»
Olivia alzó la vista al cielo, no pasaba mucha luz, aún así se podía ver. Sonrió al pensar que la luna estaría allí en lo alto durante la noche, bañando con su suaves rayos al troll.
—No soy esa Guardiana de la que habla mí hijo —dijo—. Ella está aquí, aunque no la veamos, y te cuidara todas las noches.
—Selene, diosa —murmuro el troll.
—Exacto —dijo Olivia alegré—. Ella cuida a sus seres preferidos. Por eso los hizo criaturas de la noche, para poder verlos cuando cielo se hace oscuro.
Se hizo un grato silencio a su alrededor. Se podía oír los leves ronquidos del troll, que más parecía una gran perro anciano.
—Descansa amigo —murmuro Olivia.
Oyó unos paso, y cuando vio en la dirección al sonido, encontró a su hijo a una distancia prudente. Podía leer algo de culpa en su semblante, y también tristeza. Estaba segura que oyó la historia, una que Circe también le supo contar, y aún llevaba fresca en su memoria.
—No estás en problemas —dijo ella, y le extendió una mano.
—Lo siento mamá —dijo Benjamín—, él estaba solo, y triste. Quise ser su amigo.
—Quisimos ser —dijo alguien más.
Por detrás apareció Casey que llevaba a Gael de la mano, y los dos extraños adultos que los acompañaban.
—¿Quién es? —pregunto al ver al pelinegro de anteojos.
—Oh esto, es una broma intentar —contesto Arwen, y chasqueo los dedos.
Archie volvió a ser Archie, y Arwen White, quien se apuro en huir del gato negro.
—Bien, es hora de volver —dijo Olivia—, o Douxie y Marius van a perder la cabeza. Pero creo que Mari sigue durmiendo.
Le indico a los niños seguir el camino, y noto que su hijo era el único que no estaba allí. Volteó, y lo encontro con el troll que dormía muy profundo.
—La abuela Circe también me contaba ese cuento —dijo, y paso una mano por el lomo del troll—, no se me ocurrió contarle ese.
—Algo de la Guardiana que te contamos con papá tiene de ese cuento —conto Olivia—. Mamá lo hacía para que pudiera dormir mejor, así como hacemos contigo.
Se acercó a Benjamín, y lo alzó para poder darle un fuerte abrazo. El niño no tardó en corresponderle. Algo tenía que lo hacia tan igual a Circe, y no sabía que era. Había adoptado mucho de la abuela, e iba muy bien con esa parte salvaje que sacó de ella y Marius.
—La extraño —lo escuchó murmurar.
Y un nudo se le hizo que no le dejo respirar con tranquilidad.
—Tambien lo hago, todo el tiempo, bebe—murmuro—. Pero sabes, ella nos cuida, igual que Selene. No la podemos ver, aún así sabemos que está aquí con nosotros.
—¿Me pueden contar ese cuento hoy?
—Todas las veces que quieras, cariño —respondió y lo dejo en el suelo.
—¿Pueden ser como cien veces?
Olivia rió por eso, y el niño la vio con ilusión. Escucharla reía le agradaba demasiado, y era un gusto compartido que tenía junto a Marius.
—En ese caso, papá te lo va a contar como noventa y nueve veces, y cuando estén listos para la cien, los ayudo a terminar —dijo graciosa—. ¿Te parece?
—Si —exclamo alegre.
—Ahora dejemos que descanse nuestro amigo, y después vendremos con papá para ver qué esté bien ¿Si?
Le ofreció la mano, y Benjamín la tomo con gusto. Salieron de allí, y en la entrada estaba Hisirdoux, junto con Casey y Gael, a punto de salir corriendo al bosque en busca de ellos dos.
—Archie me dijo de un troll ¿Estos niños perdieron la cabeza? —pregunto desesperado.
—Papá, estamos bien —dijo Olivia.
—Abuelo, la secuestró un troll —conto Benjamín con entusiasmo.
Vio a Marius salir de la casa dando un bostezo, y corrió hasta él para saltar a sus brazos.
—Papá, mamá es asombrosa —exclamo—. Se, se enfrentó a cientos trolls, y les ganó a todos.
Olivia se acercó a ellos, negando con la cabeza, y mordiendo su sonrisa por las peripecias que no recordaba haber hecho.
—Larga historia —dijo estando cerca.
—¿Tarde pesada? —pregunto Marius, y la tomo de la cintura.
—Tu hijo tiene una facilidad para hacer amigos extraños —conto.
—Eso lo saco de mí —dijo con orgullo Marius—, fíjate que fui tu amigo por mucho tiempo.
—Si sigues con que fui la amiga rara, vas a dormir en sofa —dijo burlona.
Olivia se acercó para darle un fugaz beso en los labios, y no se apartó lo suficiente.
—No queria decirlo ahora, pero —hizo una pausa y le sonrió—, hay algo más.
—¿Que más hizo? —pregunto.
—Él nada mas —señalo—, pero cabe la posibilidad de que —trago aire, y le dio una suave palmada en el pecho—, seamos más, en la casa ¿Entiendes?
—Me encantan tus bromas, mon amour —dijo nervioso—, no pierdes la gracia después de tantos años.
Olivia se apartó, y le sonrió. Tomo a su hijo en brazos, y lento se fue alejando.
—No voy a romperte la ilusión, es tu turno de bañarlo —exclamo y se metió en la casa.
Marius de apuro en ir detrás de ella, e Hisirdoux juntó con los familiares y los dos niños se quedaron extrañados al oír el grito desde dentro de la casa.
—¿Quieren merendar aquí fuera? Creo que hay darles espacio —dijo, y los niños respondieron que si al unísono.
★★★
Muy buenas mis soles ¿Cómo les va?
Se que les prometí otro capítulo, pero este debía continuar y miren qué lindo quedó. Tan lindo, y tiene eso que hace doler cuando menos se dan cuenta *llora*
El pequeño Benjamín es lo que alguna vez fue Marius de niño, porque si releo algún capítulo de fanfictioner67 no es sólo para traerles algún toque de drama 😂 aunque no se si llego a ese punto de poner en tanto peligro a la Peggy, no lo sé.
Y si, Benjamín se mantiene así hasta de grande, pero claro, sin esa necesidad de hacer secuestras a la su mamá.
Ah, y Mallory es una nena que adoptaron, oh. Es que necesitaba equilibrio entre tantos niños.
Saquen sus teorías, aunque creo que todo es muy claro, y yo no sé si me atrevo a escribir sobre eso. Porque de por sí ando llorando por todo como para buscar más motivos para hacerlo.
En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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