|Desde el santuario de Selene|
Era más de media noche, y como ya hacía un par de días desde que llegó al santuario de la diosa Selene, Circe salió a hurtadillas de su cuarto. Iba con cuidado de no ser vista, pues sabía que lo que estaba haciendo era algo que luego le traería consecuencias con alguna sacerdotisa.
Camino por el oscuro pasillo hasta llegar a otro cuarto. Sin hacer el más mínimo ruido entró. Trataba tanto como aquel delito le permitía contener la risa. Pero le era imposible, aquello le hacía cosquillas en la boca del estómago y le hacía sentir como una niña que iba a robar galletas.
Se detuvo a unos pasos de la cama ocupada. Vio con atención el cuerpo que reposaba en la pesada oscuridad, y al no notar ningún movimiento supuso que no se había dado cuenta de su presencia.
Se acercó con aún más cautela y cuando quiso pasar una mano por su blanca cabellera, este fue más rápido y la tomo con cuidado de la muñeca. Circe sonrió y con la mano libre cubrió su risa.
-¿Buscas problemas?- pregunto con voz rasposa.
Aún en la oscuridad de su cuarto podía notar el brillo de sus ojos amarillos, y no podía sentirse tan enamorada de ese vibrante color. Baltimore tiro de la muñeca, y Circe cayó a su lado.
Sin dejar de sonreír, se quedó perdida en lo único que podía apreciar. En lo apacible de su rostro, y la belleza de su pequeña sonrisa. Si, apenas se arqueaban sus labios, pero le era suficiente para saber que expresaba felicidad. La felicidad de que ella estuviera ahí, rompiendo cualquier regla de un templo sagrado, solo por él.
-Haras que Selene se enoje.- susurró Baltimore.
-No, ella no es quien se va a enojar.- hablo por lo bajo Circe.
Sin decir más nada acerca de quien ser podía enojar más o no por el ilícito, lo beso. Sin presura, y disfrutando de la oscuridad, se entregó con la pasión que la desbordaba cada noche en que se metía en su cama.
•
En la mañana siguiente, el sol aún no había aclarado por completo el cielo, ni llegado a iluminar los pasillos del monasterio, Circe andaba con cuidado de no ser vista. Sabía que podía cruzarse con alguna sacerdotisa o monja, y para eso tenía la excusa perfecta. Aunque su cabello muy desprolijo o las leves marcas en su cuello le hagan difícil creer dicha excusa.
Prefería cien veces estar en el tibio lado de Baltimore, apreciando como este dormía con calma, y contar cada cuánto segundos respiraba con profundidad a andar descalza esquivando a las mujeres de ahí o a ...
-Douxie.- dijo sorprendida al verlo saliendo de su habitación.
Este, aún dormido, parpadeó un par de veces, tratando de aclarar su vista. Frunció el ceño y se cruzó de brazos al tenerla cerca.
-¿Qué haces despierta tan temprano?- pregunto por lo bajo.
-Oh, recibí el llamado de la naturaleza.- respondio manteniendo una postura serena.
Hisirdoux rodó lo ojos y soltó un soplido.
-Claro, aquel llamado me imagino que tiene nombre y apellido.- dijo.
-Tambien el cabello banco, y salvaje mirada amarilla.- añadió dando una jocosa sonrisa.-Como la de un lobo.
El joven hechizo no dijo más nada, pues con su expresión lo decía todo, y solo hacía que Circe se regocijara aún más por meterse en sus asuntos.
-Circe.- llamo una mujer.
La de cabellos anaranjados volteó a ver y se encontró con la suma sacerdotisa Enid. Le dio una sonrisa, que dejaba ver sus nervios. Pues para ella bromear con su hermano era más fácil que hacerlo con la mayor autoridad de aquel sitio sagrado.
-Buenos días.- saludo con voz temblorosa.
-¿Qué haces despierta tan temprano?- pregunto alzando una ceja espesa.
Circe vio nerviosa a Hisirdoux y este le sonrió con sorna.
-Yo, emmm.- hizo una leve pausa.-Vengo de rezar, sentí la necesidad. Es más hasta me siento aún más conectada con Selene.
Hisirdoux rodó los ojos, y caminó hasta quedar del lado de la sacerdotisa.
-Claro, es que estuviste de rodillas casi toda la noche.- murmuró.
Sin embargo Circe le oyó.
-Tu deberías hacer lo mismo, me enteré por buenas lenguas que te hace falta práctica en el rezo.- dijo y sonrió victoriosa cuándo este volteó a verla.
Estaba rojo como un tomate, y mudo de la sorpresa. Lejos de detenerlos, Enid disfrutaba verlos bramar desde tan temprano. Era un espectáculo que había aprendido presenciar gustosa cada mañana desde que habían puesto un pie ahí.
Se escucho a alguien toser detrás de ellos, y los tres voltearon a ver. El brujo recién salía de su cuarto, recogiendo su cabello en una coleta, cuando se detuvo al recibir tanta atención.
-Hablando de Roma.- dijo Hisirdoux.
-¿Qué dijiste?- pregunto haciéndo que el más joven se retracte.
-Digo que vayamos ya por esa leña, quiero el desayuno.- respondio dando una sonrisa nerviosa.
Baltimore le regaló una sonrisa a Circe, quien no dejaba de verlo aún más enamorada que minutos atrás, y salió detrás de Hisirdoux.
Enid volvió la vista hacia la pelirroja y está se enderezó de repente.
-Ya que estás acá y no rezandole al Dios equivocado, iremos hacer el desayuno.- dijo y comenzó a caminar.
Circe contuvo la sonrisa del comentario y acompaño a la sacerdotisa. En silencio ayudo a hacer el desayuno tanto para las demás como para ella y los otros dos. Disfrutaba hacerlo, ahí había descubierto nuevas actividades que la alejaban de la magia, y alguna otra que evitaba por largo tiempo porque la acercaban a esta. Prefería cien veces los labores domésticos antes que sentarse a leer con las más jóvenes sobre como hacer hechizos y más.
Pero algo de lo que dijo Enid en ese momento de paz, le hizo cambiar un poco de parecer. Pues había picado levemente en su curiosidad.
-¿No has intentado curar?- pregunto.
-Ya curó gente, con todo lo que me ofrece la naturaleza hasta con elementos que solo pueden ser usados en nobles.- respondió sin ver.
-Sabes que no me refiero a eso.
La mujer detuvo su tarea y apoyo una mano sobre la de Circe haciendo que está la viera.
-Se a que te refieres y no es posible, pensé que lo había aclarado el día que me interrogaste.- dijo Circe tratando de no sonar grosera.
-Tu crees que no puedes porque no lo intentaste antes.
-No, porque no es compatible con mí magia.- dijo Circe un poco cansada de la charla.-Algo podría salir mal, matar a alguien y sin notarlo quedarme con su alma.
Enid negó un par de veces, y dio una sonrisa.
-No puede ser posible si estudias la magia adecuada.- dijo con calma.-Te han educado, de buena fe, a que puedas controlar la magia de muerte. Puedes hacer lo mismo estudiado para ser curandera mágica.
Enid hizo una pausa, y se alejó unos pasos.
-Piénsalo.- dijo.-Iré a despertar a las muchachas.
Paso por la puerta, y saludo con la cabeza a Baltimore quien entraba a la cocina. Circe había quedado un tanto confundida con la propuesta, sin embargo eso pasó a segundo plano cuando el brujo le sonrió.
Cerca de él, lo tomo del cuello para abrazarlo, haciendo un gran esfuerzo con las puntas de su pies. Baltimore le dio una mano, abrazando su cintura, haciendo que Circe de despegará del suelo.
-No me pude despedir esta mañana.- murmuró sin soltarse.
-Oh, es que no iba a sacarte del sueño.- respondió.-Te veías tan bien, y tranquilo. Eres quien más lo necesita.
-¿Tu no?
Circe se soltó de su agarre, y le sonrió sin dejar sus hombros.
-Tambien yo, pero prefiero verte dormir.- respondio.-Ademas no tengo que salir por leña o hacer fuego mañana de por medio.
Baltimore se inclinó, la tomo con suavidad del mentón, lento se acercó para darle un beso en su sonrisa, pero alguien aclarando la garganta detrás de ellos, hizo que de alejará.
-Es hora del desayuno.- aviso Enid.
El brujo, con las mejillas ardientes, plantó un beso fugaz en la frente de la hechicera y salió de ahí, dándole una minúscula sonrisa de pena a la sacerdotisa.
-Hare la vista gorda, solo porque me gustan como matrimonio.- murmuró dando una sonrisa.
Ante su comentario, Circe guardó silencio dejando al descubierto la realidad de su relación con el brujo peliblanco. La sacerdotisa entrecerró la mirada, y leyó a la perfección los nervios de la muchacha.
-Oh, por Selene.- se quejó.-Ahora más que nunca haré la vista gorda, y les sugiero que sean más discretos.
-Si, lo sentimos.- dijo en voz baja.
Y salió corriendo de ahí, perseguida por gris mirada de su superiora.
•
Lo que restó de la mañana, Circe se paseo por la instalación. Escuchaba algunas clases, mientras que en su mente rondaba la idea de que hacer con respecto a su magia. Qué le dijeran que podía curar con esta, algo que le habían negado por años, era algo nuevo y le daba curiosidad.
En su momento, Enid la solicitó para hacer un par de tareas que nada tenía que ver con seguir viviendo ahí.
-No te lo pedirá sino supiera de lo que eres capaz.- dijo.-Llegara una joven que necesita orientación.
-Sin ánimos de ofenderla, pero ¿Qué tanto puedo orientar? Solo he estado aquí un mes, y aún no me decido por tu propuesta.
-Y es suficiente.- respondió.-He notado que calculas todo, y prestada atención a los detalles. Se que podrás darle una idea de este lugar, y convencerla de que se quede, pobre alma descarriada.
Circe sonrió ante lo último de su comentario.
-¿También crees que soy un alma descarriada?- pregunto con cierto aire burlón.
-Un poco si.- sonrió.-Todas las que llegan aquí es por una guía, y por lo tanto están descarriadas.—Por cierto, hoy estarás a cargo de las niñas.
En cuanto se quiso ir, Circe la detuvo, pues necesitaba más que solo le dijera que debía hacerse cargo de un grupo de niñas huérfanas.
-Es por un día, y también confío en que puedas con ella.
-Pero nunca estuve con niños.- dijo un poco angustiada.
-Siempre hay una primera vez.- respondió y se marchó.
•
Hacía media hora que estaba dando vueltas en la pequeña sala para recibir gente. Qué le dieran la tarea de explicar que es lo que se hace ahí, le ponía un poco nerviosa, más aún pensar que más tarde debía hacerse cargo de las más jóvenes del lugar.
Alguien entró, y la tomo por sorpresa. Era un muchacho. Vestía extraño, un tanto formal y colorido. Al verla a Circe clavada en el suelo, con sus ojos sobre él, este le sonrió y ella se ruborizó.
Se acercó un tanto apresurado y tomo su mano.
-Por favor, dime qué no te has entregado en cuerpo y alma a esta diosa celestial.- exclamó, y tomo su pecho.
-¿Disculpa?- retiró su mano de la suya.-¿Nos conocemos?
-Espero que no, porque es una tragedia olvidarme de tu rostro.- respondió.
Circe hizo memoria. Aquella sonrisa, y sus frases de poeta le eran familiares de algún lado. Lo miro de reojo, y dio un paso al frente. Olió su perfume que mezclaba la vainilla con alguna otra flor, y aquello activo sus memorias.
-Espera, ya se quién eres.
-¿Lo sabes?- pregunto confundido.
-Eres el compañero de ruta de Arabella.- respondió con seguridad Circe.
Este aclaro su garganta, y nervioso acomodo el cuello de su camisa.
—¿Tu y yo?— se acercó a ella por lo bajo.—Normalmente no estoy con hermosas damas si bebo mucho alcohol, me gusta recordar los bellos rostros.— beso su mano.—Y disfrutar de contar cada una de tus pecas en la mañana.
—Claramente te falla la memoria hasta estando sobrio, porque ya nos hemos visto.— respondio.—Circe me llamo.
Corriendo, se les acercó Hisirdoux. Freno de repente al verlo, y le entrego la peor de las miradas. Ambos cruzaron fuego con tan solo verse, y Circe no necesito palabras para entender aquel enfrentamiento.
—Cir.— llamo.—Te busca Ada, necesita de tu ayuda.
La menor sin rechistar, se fue dejándolos solos. Galaga la siguió con la mirada, y dio un suspiro de amor en cuanto Circe desapareció. Hisirdoux se encogió disgustado de tan solo pensar que Galaga estuviera detrás de ella.
—Oye.— le llamó el juglar.—Debes decirme.
—¿Qué?
—Sabes que.— sonrió coqueto.—Si me dices cómo conquistar a tu pequeña compañera, yo no te molestaré con Arabella, y dejaré de llamarte bobo en su presencia.
Hisirdoux se pudo haber negado. Sabía de la relación sentimental que mantenía con el brujo, y lo mucho que le podría costar a cualquiera llegar al corazón de la hechicera. Pero lejos de cualquier razón, accedió. Tenía muchas ganas de molestarlo, y quería saber hasta donde llegaban los límites de Baltimore.
¿Una mirada malhumorada?
¿Tal vez un gruñido?
O hasta quizás un golpe.
Hisirdoux se encontraba en la gustosa posición de pagar hasta su último chelín partido al medio con tal de ver aquel espectáculo de cerca.
—Te diré cómo.— sonrió con malicia.—Los grandes actos de amor, que la tomen por sorpresa, que expresen abiertamente su locura por ella.
—Eso suena a Arabella.
—Son mejores amigas, está claro que comparten algunos gustos.— dijo con soltura.—Es que tú no las viste en Camelot.
—¿Una sonata servirá?
Hisirdoux sonrió aún más, y asintió con la cabeza.
—Es más que suficiente.— añadió.
Galaga quedó en silencio mientras pensaba en algo más. Y antes que dijera algo, a ellos se les unió Baltimore, dejando boquiabierto al trovador. Pues, y pese a no saber si era él con exactitud, su cabello blanco le fue suficiente para emocionarse.
—Lo veo, y no lo creo.— exclamó contento.—Tu eres …
—Si, pero no estoy para esto.— le interrumpió.—Tu tienes clases ahora. Si quieres saber cómo terminar con una kikímora, será mejor que vengas.
—¿Puedo ir? Me temo que esto también en necesario, ya que mí bruja no es capaz con tal monstruos.— dijo entusiasmado Galaga.
Baltimore le respondió con un movimiento de hombros, y Galaga tomo eso como un si.
Mientras los otros dos iba a un cuarto alejado de las sacerdotisas, Galaga se quedó hacer tiempo, y fue ahí cuando llegó la visita esperada. La joven pidió hablar con Enid, y el juglar distraído la mando a dónde ni él sabía.
•
Extrañada por no encontrar a nadie, camino por los pasillos del santuario. Hasta que luego de dar vueltas se encontró con Circe, y por detrás, como un fantasma, se acercó Enid. Tomo a la chica de los hombros y la hizo caminar hasta quedar de frente a la hechicera.
—Circe, es ella.— sonrió.
Circe la vio por un momento. Le era familiar. Estaba segura que ya la había visto antes, varios años atrás.
—Bien, las dejo para que se familiaricen.— dijo Enid y le guiño el ojo a Circe.
Ambas se quedaron de frente en silencio. Circe podía percibir la magia de la joven, a la cual no terminaba de ponerle un nombre a su rostro.
—Margaret.— se presentó y dio una sonrisa nerviosa.
—¿Ya nos conocemos, cierto?— hablaron al unísono.
En sincronía negaron, y sonrieron con pena.
—Lo siento.— dijo la hechicera.—Como ya dijo Enid, soy Circe y te debería pasear por el santuario y convencerte de que te quedes.— explicó con cierta calma.—¿Qué dices corderito?
—Disculpa ¿Cómo me llamaste?— pregunto Margaret con extrañeza.
—Ah, yo le digo así a las niñas y jóvenes.— respondio un tanto nerviosa.—Conocí a alguien que me supo llamar de esa manera. Era peculiar y mí maestro no me dejaba acercarme demasiado.
—Descuida, me agrada que me digas así.— dijo dando una leve sonrisa.
Circe la invitó a caminar. Juntas fueron a cada salón del edificio. Entraron a un par de clases, llegaron hasta la gran biblioteca que dejó con la boca abierta a Margaret.
Circe podía percibir su magia, no la escondía de ninguna manera. Y termino por darse cuenta a quien más le pertenecía. Prefirió ignorarla antes que poner en una incómoda posición a la aún extraña bruja.
Terminaron el recorrido en el jardín donde estaban las niñas que la hechicera debía cuidar. Más que nada ver que no se metieran en problemas o siguieran a alguna mayor a las profundidades del bosque.
Les enseño hacer algunos trucos de luces, que las más joven se emocionaron de ver. Mientras que Margaret les mostró como hacer brotar flores.
—Veo que te especialisas en eso, Margarita.— llamo su atención Circe.—Debe ser agradable hacer florecer algo así de colorido.
La bruja la vio y terminó por preguntar sobre lo que a ella le llamaba la atención sobre la hechicera.
—¿Tu no puedes?— preguntó intrigada.—¿Qué tipo de …?
—Por naturaleza soy nigromante.— le interrumpió.
Circe dio una pequeña sonrisa, y puso las manos en el suelo. Bajo estas la hierba verde se marchito, y al alzar la mano de la tierra, ahora gris y muerta, brotaron raíces negras.
—Mi magia está lejos de ser algo colorido.— murmuró.
Las niñas ahí presentes gritaron asombradas por aquello, aunque algunas se veían un poco más horrorizadas.
—Pero no deja de asombrosa.— dijo Margarita.
—Yo, no lo veo tan así.— dijo Circe.—Pero ahora se que hay otra opción, aquí dentro.
Cuando quiso seguir hablando, todas las niñas gritaron emocionas y corrieron a una misma dirección. Circe vio por encima de su hombro, se encontró con una imagen que le hacía temblar las rodillas. Nunca llegó a imaginar que Baltimore seria un gran imán para la mayoría de los infantes.
—¿Quién es?— pregunto Margarita, un tanto nerviosa.
Circe suspiro enamorada, y volvió la vista a la bruja.
—El amor de vida.— murmuró.—Pero que no me oiga, que después se le sube a la cabeza.
Se puso de pie, y corrió hasta él para saltar a sus brazos.
Margarita se le acercó con cautela. De inmediato se llevó la punzante mirada del brujo, y está anduvo su andar.
—Ya ves, te dije que podía hacer nuevas amigas.— señalo Circe, y dio un brinco al suelo.—Y creo que será una nueva compañera.
—¿Nueva compañera?— pregunto intrigado Baltimore.
—Hay algo que después debo decirte.— respondió un tanto nerviosa.—¿Necesitas algo?
Baltimore tomo su mano, y observo el anillo que le había regalado cuando cumplió veintitrés años Sonrió ante el recuerdo, y depósito un beso en este.
—Oí lo que te dijo Enid en la mañana.
—¿De que hablas?— pregunto tratando de ocultar su sonrisa.
La hechicera vio a la bruja que también los veía con confusión.
—Baltimore.— lo llamo nerviosa.
—Me gustaría ser el matrimonio que ella cree que somos.— sonrió.
En el mismo dedo que aquél viejo anillo, puso otro con una pequeña gema azul.
—Oh por todos los cielos.— exclamó alegre.
Salto a sus brazos y lo llenos de besos. No esperaba algo así, y tampoco le preocupaba mucho la falta de un anillo como eso. Y pese a que odiaba las sorpresas, está le era agradable.
Volvió con Margarita y le enseño el anillo. Ambas sonrieron embobadas antes el gesto del brujo. Pues para verse como alguien serio y rudo, aquello se les hizo tierno.
Se vieron rodeadas de muchas niñas que también querían ver la joya.
Aún así, pese a la felicidad por su nueva amiga, algo a Margarita le preocupaba. Cuando menos se dio cuenta Baltimore no estaba, lo cual le hizo replantearse si quedarse ahí era una buena idea.
•
Ya de noche, como casi siempre desde el último mes, Circe salió de su cuarto. Rezaba por lo bajo para no cruzarse con nadie. Pero aquello fue en vano. Sin darse cuenta, choco contra su nueva invitada.
—¿Qué haces?— preguntaron al unísono.
Ambas guardaron silencio, sin dejar de verse nerviosas.
—¿Rezar?— dijo Circe después de unos minutos.
Luego noto que Margarita no venía sola, traía su familiar en el hombro, y también un bolso.
—¿Qué crees que haces?— pregunto preocupada.—No, espera, no te puedes ir así, menos de noche ¿Perdiste la cabeza?
—Esas son muchas palabras y preguntas.— dijo Margaret dando una sonrisa de pena.—No es conveniente que me quedé acá, menos con ...
Se pauso, y guardo silencio ante la preocupada visita de la joven hechicera.
—Debo confesar que no me puedo quedar donde hay un brujo.— susurró.
—¿Cómo? ¿Hablas de Baltimore?
—No digo que él sea como los demás de su tipo pero ...
Circe le apuro pues sentía que Margarita estaba estirando demasiado algo que sabía, y estaba claro que no le quería decir.
—¿Qué me quieres decir Margaret?
—Él es un.— se acercó para hablar a su oído.—Caza monstruos. Y me temo que soy un poco buscada, sino es que mucho.
La hechicera quedó petrificada. Tenía una leve sospecha de lo que Baltimore hacia pero no estaba segura que dentro de los monstruos estuvieran las brujas.
—¿Por qué eres buscada?— pregunto.—Yo te recuerdo de un lado, con ...
—¿Arabella?— dijo a lo que Circe asintió.—Bueno tenemos algo en común.
—¿Morgana, cierto?
Peggy tardo un instante en responder pero al final su repuesta fue si. En realidad Circe no recordaba haber visto antes a Margarita, y solo podía imaginar que alguien como ella se escondía muy bien dentro de los muros de Camelot.
Se acercó a la bruja, y tomo uno de sus hombros.
—No puedo obligarte a que te quedes, pero debes saber que Baltimore nunca te haría algo, ni a ninguna bruja por más rara que sea.— dijo dando una leve sonrisa.
—¿Cómo estás tan segura? Hasta ahora no sabias de que iba su trabajo.— indagó Margaret.
Circe sabía porque era la grandeza de su confianza, y que la respuesta no le iba a gustar a la joven bruja.
—Lo amo Margarita, y es lo único que me asegura de que no haría nada malo.— respondio.
Sintió que sus mejillas se encendían de la pena que le causaban sus palabras. Estaba segura que se necesitaba más que eso para confiar en su futuro esposo, pero era con lo que se conformaba hasta el momento.
—Bien, eso fue cursi.— sonrió ante sus palabras.—Pero no te puedo culpa por eso.
—Si, él me hace cursi.— dijo Circe aguantando la risa.
Tomo la mano de Margarita, y entre estas se hizo una pequeña luz violeta.
—Esto es un amuleto de la buena suerte.— dijo al levantar la mano.—Para que tu camino no sea tan difícil.
—Gracias por esto Circe.— dijo.—Espero que tengas la más linda de las ceremonias, la mereces.
—Aww, ya vete que después soy yo la cursi.
Se despidieron con otro abrazo, y la bruja se marchó sin que más nadie la viera.
Cuando Circe quiso ir al cuarto del brujo, alguien más la detuvo. Era Galaga, y traía consigo su laúd. La joven hechicera lo vio confundida, y aquello aumento cuando esté comenzó a entonar una sonata de amor.
Enid y varias otra chicas se hicieron presentes al oírlo cantar. Y con ellas también se acercó un somnoliento Baltimore y un muy alegre Hisirdoux.
El brujo, que no entendía muy bien lo que sucedía, se acercó a la joven Circe, y paso un brazo por su hombro. Después de unos segundos, parecía disfrutar de aquella sonata, sin sospechar de nada en particular.
Pero quien no parecía a gusto, y sentía una gran vergüenza era Circe. Podía imaginar su rostro con el mismo color de su cabello.
Llegando al final de la canción Galaga termino por entender que Hisirdoux le había tendido una trampa.
—Esto, amigo mío.— señaló al pelinegro.—Te saldrá muy caro.
—Te lo mereces.— sonrió victorioso.
En la actualidad, Arcadia.
Circe disfrutaba de la tranquila tarde de primavera, luego de mucho tiempo. Los últimos acontecimientos le habían quitado la esperanza de seguir con una vida normal. Pero ahora sabía que sé equivocaba.
—¿Estas segura que solo tienes un niño ahí dentro?— preguntó Peggy.
Estaba viendo su jardín, aquel que no podía cuidar por culpa de la magia que se salía de control durante el embarazo.
—Por quita vez, ya te dije que si.— respondió tratando de no reír.
—Bueno, por quinta vez te dijo que está panza en más grande que otras que ya tuviste.— sostuvo la bruja.
La hechicera no aguanto más y se echó a reír por la lógica de su amiga. Aunque era cierto, si estaba segura que albergaba un solo niño en su vientre.
—¿Ya sabes cómo se va llamar?— pregunto.
—Con Balti nos hemos dado cuenta que tenemos nombres raros. Nenet, Lucero, Baltimore, Circe.— dijo dando una sonrisa.—La única que tiene un nombre muy humano es Olivia pero porqué su mamá así lo quiso.
—Vamos Circe ¿Qué me quieres decir? Tampoco son nombres de, no se, Akiridion-5
La pelirroja rodó lo ojos, y los volví sobre su amiga.
—Gael se llamará.— respondió desde la cocina Baltimore.
—Si, así se llamará.— añadió Circe.
—Oh, es un bonito nombre humano.— dijo Peggy.—Ya quiero conocer a Gael, ahora sí puedo decir que le espera un mundo tranquilo.
Las dos se pusieron de pie, Circe ayudada de Peggy, y fueron hasta el centro del jardín. Siguieron hablando de cualquier otra cosa hasta que recordaron que un par de personas estaban de vacaciones.
—Oh, ya necesito que vuelvan.— dijo Peggy tomando una florecilla blanca.—Extraño mucho a …
—¡La cena está lista!— llamo Baltimore desde el comedor.
Circe sonrió, primero por el hambre que sentía y también por lo que sentía Peggy.
—Ya van a volver, no te hacía una súper . .— dijo la pelirroja.
—No lo digas, que me haces sentir anciana.— le interrumpió.
—¿No lo somos? Tú tienes canas.— señaló Circe.—Y yo hace años que no me preocupo por las arrugas bajo mis ojos.
Peggy rodó los ojos, y siguió caminando con la hechicera.
—Por cierto, ese amuleto que me diste hace nueves siglos no sirvió para nada.— le recordó.—Eres mala para hacer talismanes.
—Lo siento, era una niña, no sabía mucho de nada.— se defendió.
—Si, solo sabías lo que te convenía.— se burló.
★★★
Ahora sí, hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.
Otro año, otra historia ¿Cuando me empiezan a pagar por esto?
La verdad es que las amigas unidas merecían una buena historia de origen (igual ella ya se había visto una vez cuando fueron por Arabella tiempo atrás) y acá está.
Por cierto, la idea de Peggy haciendo un comentario por la panza de Circe es gracias a algo que supo compartir fanfictioner67 hace un tiempo en las historias de Ig 😎
Para ir cerrando, acá van a ver historia de ideas que han quedado fuera del canon (o los au alternativos) y de paso me sirve para escribir más decente 😂
En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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