|Creep|
Arabella admitía que los años 90 no fue su época favorita. Y eso se podía ver con claridad con el colorido estilo hippie que aún conservaba de otros años. Claro, adaptado al momento. No podía dejar de usar las largas faldas de bambula o los diminutos broches de colores en su cabello.
Pero su poco favoritismo era por el hecho de que se estaban quedando sin ideas. Habían pasado nueve siglos desde el momento en que puso un pie en la tierra, y ahora era cuando no sabía qué hacer.
Le había perdido el rastro a varios de sus amigos, y no tenía un lugar fijo dónde quedarse. Se rodeaba de humanos que creían que ella era otra chica de diecinueve años que aún no había encontrado lo que le gustaba. Y por un tiempo lo llego a creer.
Una parte de ella se había perdido. Al menos un poco. Y con el aburrimiento de no saber como continuar, esto parecía cada día más real.
•
1993
En Chicago, Near North, trabajaba en un pequeño bar. De día atendía junto con una anciana un anticuario, dando uno que otro consejo mágico, y durante la noche le servía a una amplia clientela.
Para ese entonces había decidido hacer un par de cambios en su apariencia. Al menos para trabajar en el bar. El cabello lo tuvo castaño, un poco más oscuro a lo que solía usar en su pasado y no tan largo. Los ojos de color azul grisáceo, y claro, llevaba gafas cuadradas de marco rosado. Era una apariencia la cual no llamaba la atención y eso le gustaba.
Para algunos seguía siendo Arabella, y para otros era Adelina. Al menos esa versión así conocían a esa versión de cabello oscuro.
Donna, la mujer con la que trabaja, una tarde le dio un folleto. En el mismo lugar que atendía en la noche se iba a presentar una pequeña banda. Qué no era algo de otro mundo, hasta que vio el nombre de los integrantes.
—Oh, ya veo.— dijo la rubia.—Yo, uhhh.
—¿No sabes que decir?— pregunto Donna.
—¿No me debo presentar esta noche?
La mujer la vio con intriga. Frunció su ceño arrugado, y luego lo relajó.
—¿No es que de noche eres una chica distinta? No creo que lo noté.— dijo.—Y creo que tú debes verlo, y así poder cerrar ese ciclo.
—Ya cerré el ciclo, hace años.— dijo Arabella.
—¿Eso piensas?
Arabella frunció la boca. Quizás tenía razón y era una buena idea. O solo era un desvarío de Donna. Sea cual sea la razon tampoco se podía dar el lujo de faltar al otro trabajo.
No le fue difícil conseguirlo, pero cada noche se le hacía difícil mantenerlo.
—Tu ganas Donn, iré.— sonrió nerviosa.—Solo porque debo ir a trabajar.
—Tienes muchos ahorros, perder este trabajo no te va hacer mal.— dijo.
—Donna, ya detente.— le dio la espalda.—Me gusta atender a la gente.
Se fue alejando, en busca de sus pertenencias. Hasta que Donna dijo algo que le hizo reír.
—No es cierto, y lo sabes bruja.— exclamó a lo lejos.
Salió del anticuario, y se encaminó a su pequeño departamento. Por suerte allí vivía solo con White, y estaba agradecida con sus buenas vecinas. La mayoría eran chicas jóvenes, algunas universitarias, otras maestras, y también algunas meseras que buscaban su independencia.
En su camino se topo con Ophelia. Una de sus vecinas favoritas. Venía de alguna parte California. Y en comparación con ella, era demasiado alineada. Un poco estricta, sin embargo cuando la acompañaba al bar, se relajaba de inmediato.
—¿Qué pasa?— le pregunto ante el silencio de la peli oscura.—¿Ocurrió algo en la universidad? Otra vez un maestro te molesta.
Arabella, quien ahora lucía como la otra chica, rió por aquella exagerada preocupación. Negó un par de veces y le sonrió.
—No, es solo que esta noche va una banda al bar, y no se que hacer.— dijo.
—¿Cómo que que vas hacer? Vas a ir a trabajar.— afirmo.—Ninguna banda va a pagar tú alquiler o estudios.
—¿Si te digo que mí ex la cosa es diferente?
—Ni aunque me digas que es el presidente de los Estados Unidos va a ser diferente.— respondió.
Arabella rodó los ojos antes su exagerado ejemplo, y le dio la razón. Debía pagar la universidad, la cual no iba tan seguido, y también el apartamento oloroso.
Al llegar, varias de las chicas estaban reunidas en la entrada, y juntas entraron. Subieron las escaleras siendo ruidosas, aún más por ser viernes.
—Vayan hoy al bar.— sugirió Arabella.
—¿Por qué?— pregunto una de las muchachas.
—¿Ahí tienen las mejores cervezas y pizzas de la ciudad?— respondió Arabella encogiéndose de hombros.
—No, hoy toca su ex y lo quiere evitar.— le corrigió Ophelia.—Vamos hacer el aguante para que no se vean, y no caiga de nuevo.
Estuvieron de acuerdo, por el solo hecho de que Arabella les conseguido un descuento. Sino varias de sus vecinas hubiesen desistido.
•
En el departamento, frente al espejo buscaba que ponerse. Trataba de convencerse de que todo estaría bien. Aún se veía como Adelina, y así la conocían el trabajado. Nada en ese papel era como la bruja que trabajaba en el anticuario. Hasta aprendió a ser tímida, y amable para ganarse propinas adecuadas. Nada de magia, solo el particular encanto de una estudiante de arte.
En el viejo sillón estaba Ophelia, leyendo sus apuntes. Cada tanto le echaba una mirada a Adelina, y en un momento se detuvo a a verla.
—¿Qué haces?— pregunto.—Ya es el tercer atuendo.
—Nada, solo quiero ver qué me queda mejor.— respondió sin verla.
—Entonces ¿Lo vas a evitar o te le vas a ir encima?
Arabella volteó a verla, y no supo que decirle. Iba a ir como Adelina, ella no es la ex de nadie que la rubia conociera.
—Oh, no espera.— dijo Adelina.
Fue, y se sentó a su lado.
—Debo decirte la verdad de esto.— continuó.
Tomo aire, e hizo una pausa un poco larga. Se le había confundido todo, y tenía miedo de quedar como una loca frente a su amiga.
—No es mí ex en realidad.— confesó.—Lo he visto antes, me gusta pero nunca paso nada.
Aquello fue lo único que se le ocurrió, y ahora esperaba no tener que seguir dando detalles de nada.
—¿Él te rechazo, a ti?— pregunto con claro deje de enojo.
Arabella rió nerviosa, y se puso de pie.
—No, claro que no.— respondio.—Nunca le hable, ni debe saber de mí.
—Ah, eres de esas.— dijo tratando de sonreír.
—¿Cómo que de esas?
—Si, ya sabes, de quienes ven de lejos a la persona que le gusta.— respondió.
—¿Tu eres de esas?
Ophelia se puso de pie, y dio una vuelta para que Adelina la viera por todos lados.
—¿Ya me viste? Claro que soy de esas.— respondió con pena y seguridad.—Soy un ratón de biblioteca.
—Awww, Ophe.
Se puso de pie y fue hasta su amiga. La tomo del rostro y apretó sus mejillas con fuerza y delicadeza a la vez.
—Eres hermosa, y ser un ratón de biblioteca te hace aún más hermosa.— dijo con una sonrisa.
—No es cierto.— balbuceó.
—Ratón o no, lo somos a nuestras maneras.— insistió Arabella.
Adelina la soltó, y volvió frente al espejo, mientras que su amiga volvió al sillón.
—Le debes decir a las chicas la verdad.
—¿Crees que conviene? Lo quiero esquivar.— dijo Arabella.—Bien, les diré antes de llegar al bar.
•
Aún no se había hecho la hora de la presentación, y Arabella no podía estar más nerviosa. Lo iba a volver a ver después de años. Está vez a la cara como otra persona y no escondida en las sombras como sucedió en España años atrás.
Iba de un lado a otro llevando los pedidos a diferentes mesas, entre estas a donde estaban sus amigas. Ellas reían y la hacian reír. Hablaban tonterías sin importar que la distrajeran.
—Miren.— señaló la que estudiaba enfermería.—¿Será él? Tiene aires de ser un ex tuyo.
Y Arabella giro, por tercera vez, creyendo que era una broma. A quien vio hizo que su corazón diera un fuerte golpe en su pecho. Volteó hacia sus amigas, y trago salida, a la par que sonreía de manera extraña.
—Oh, si es.— señaló la que era maestra en la primaria.—Es él.
—Pero si está bien guapo.— dijo otra estudiante.
—Pueden cerrar la boca.— suplicó Adelina.—Si es, y es mejor que hagamos de cuenta que no está.
De pronto su jefe la llamo, y está no tuvo más opciones que ir. Seguida por las miradas de sus amigas, se acercó a este. Y lo que le pidió solo hizo que sus nervios aumentaran.
Corrió al baño, y se encerró ahí. No lo podía creer.
—¿Desde cuándo sufres un ataque de pánico frente a él?— se presentó.—Eres la maldita Arabella de Pericles, puedes con esto.
Aunque se veía como Adelina, sonrió como si fuera Arabella.
De salida, al abrir la puerta choco contra alguien. Todo su speech se vino abajo cuando vio quién era. Su cabello negro iba teñido de azul, su mirada ámbar delineada con sombras negras, y su sonrisa tan amable como siempre.
Por un instante sintió mariposas revolotear en su estómago. Deseaba deshacer su hechizo y verlo como quién era. Sin embargo no recordaba como fueron los términos de su lejana separación, que no se atrevió a nada.
—Lo siento.— murmuró.
—No, está bien.— le sonrió.—Si eres Adelina, tu jefe te busca.
—Ah, gracias.
Salió corriendo de ahí. Tomo una bandeja y se acercó a la mesa ocupada por la banda. Y su estado empero cuando la vio a ella. Con el cabello castaño o cubierta de mechas fucsias, era imposible no reconocerla.
—Hola.— hablo nerviosa.—¿Qué les sirvo?
—Zoe nos hace los honores.— dijo uno de sus compañeros.
Sin verla, hizo su pedido, y con una sonrisa, Adelina volteó para irse, sin embargo se detuvo. La detuvieron.
Otra vez él.
—Espera, hay que presentarnos.— dijo.—Ya que vamos a estar juntos lo que reste de la noche.
—Ah, que divertido.— sonrió.—Me llamo Adelina, me pueden decir Ade o ...
—¿Lina?— le interrumpió Zoe.
—Tambien se puede.— dijo entre dientes sin dejar de sonreír.
Sino fuera que debía mantener la apariencia, se le hubiese echado encima y tirado de sus cabellos teñidos. Sin embargo se contuvo. Y no hizo más que sonreír.
—Debes perdonar a Zoe, no sabe hablar con la gente.— dijo el de cabellos negros.—Yo soy Hisirdoux, pero mis amigos me llaman ...
—Douxie.— dijo, creyendo estar hablando bajo.
—Eso.— exclamó alegré.—¿Ya nos conocemos de antes?
—No, es que.— tartamudeo.—Olvídalo ¿Cómo te llamas tú?— señaló al último.
—Ah, cierto. Javier.— respondió Hisirdoux.—Ahora puedes ir tranquila.
Adelina salió de ahí y fue en busca de alguna compañera o compañero que le cambiará el lugar. Cómo si fuera algo que el destino así quiso, todos se negaron a su suplica.
Lo que restó de la noche estuvo atendiendo a sus amigas, y a la banda. Las chicas no hacian más que pedir detalles de él, alguna quiso saber de Zoe, y fue Ophelia quien guardo silencio por un rato.
El movimiento continuo hasta que fue momento del show. Se hizo el silencio, y el público se centró en la banda. Y Arabella se quedo a un costado viéndolos.
Él cantaban, y ella moría por dentro con el sonido de su voz. Aunque eran algunos cover de otras bandas más reconocidas, realmente lo hacían bien. Y cuando llego a entonar, de forma aun más suave, Creep de Radiohead, Arabella suspiró enamorada.
Mucho más que en otras ocasiones.
Por un instante ella se sentía el bicho raro, y él el ángel inalcanzable que no podía ver a los ojos. A ese hermoso color ámbar que le hizo recordar tanto en tan pocos segundos.
—No soy tan especial.— murmuró.
Bajo la vista, y continuó atendiendo otras mesas. Pese a seguir cantando, Hisirdoux noto que ella ya no lo veía.
•
La mayoría de sus amigas se habían ido, al igual que Ophelia. Aunque esta última no dijo con exactitud que era lo que iba hacer.
Adelina aún debía levantar algunas mesas, y cuando menos se dio cuenta, donde antes estaba la banda, solo quedaba él. La veía sin dejar de sonreírle.
Y ella se hacía de gelatina frente a eso.
Dejo la bandeja a un lado de la barra, y se acercó a él. Este le hizo señas de que se siente a un lado, y ella no se opuso.
—¿Cómo estuvimos?— le pregunto.
Ella sonrió, y acomodo su lentes. Y fue en ese instante, tan rápido, que Hisirdoux se sintió flechado. El color rosa en sus labios era tan similar a otro que supo conocer, que verla le dio curiosidad.
—Lo hicieron bien.— respondió.
—Pero te fuiste.— dijo el con cierta pena.
Y Arabella se sintió más Arabella que nunca. Aquella frase le era tan familiar, que después de tanto años aún le hacía doler.
—Es que yo.— dijo nerviosa.—Yo, mmmm.
—Es broma.— rió.—Se que debes trabajar. No me puedo enojar con eso.
—Ah jajajaja.— rió sin dejar de sentirse nerviosa.
Dejo su lado, y se puso de pie. Le ardía todo el cuerpo. Quería salir huyendo de ahí, abandonar la ciudad y comenzar todo de cero en otro sitio.
—Y debo continuar con el trabajo.— añadió.
Una idea, muy mala, cruzo su mente. Después de todo él sabía que ella era Adelina.
—Pero me puedes esperar.— sonrió.
Y más hechizado por esa extraña dulzura no se pudo haber sentido.
—Eso me gustaría.— dijo dando una leve sonrisa.
Tan rápido como pudo, termino de recojer todo. Agradecía que no le tocará la limpieza esa noche. A los cuarenta minutos ya estaba lista. Había ido al baño, arreglado su cabello, y perfumado su ropa. Olía a cerveza y cigarrillo, y no le gustaba para nada.
Al no verlo en el bar, salió por la puerta de la entrada. Se encontraba allí, a unos metros, apoyado contra el muro, y con un cigarrillo en la mano. Tenia unas ganas de arrancarlo de sus dedos, sin embargo se contuvo.
Se acercó a él, y este se enderezó, y lo apago contra el muro.
—Sigues acá.— dijo al verlo.
—Dije que te iba a esperar.— sonrió.—¿Qué quieres hacer?
—¿Tienes hambre?
—Siempre.
—Yo igual.— exclamó.—Se de un lugar donde venden unos buenos tacos ¿Quieres?
—No podría rechazarlo.
Este le ofreció el brazo, y ella se engancho a él. Fueron caminando entre la gente como un par más. Hablando de lo que sea, y comiendo. Cómo si se conocieran de toda la vida.
Por dentro él se negaba a creer que haya sido amor a primer vista, pero con ella ahí, estaba seguro que no le importaba conocer a nadie más. Se le hacia tan hermosa y fácil de hablar. Qué solo podía suspirar con cada palabra que salía de su boca.
Y al llegar a edificio de departamentos donde ella vivía, él no se quería despedir. Y Arabella menos.
Pronto la idea se le fue de las manos.
Hisirdoux se acercó a ella, con una clara intención. Esta la vio en el brillo de sus ojos, y la forma en que se movía. La tomo del mentón, y solo la beso. Fue corto y superficial. Solo sus labios se tocaron, como si fueran las personas más tímidas de la ciudad.
—Yo lo siento.— murmuró.
No la soltó, ni se apartó. Y esperaba algo de parte de ella. Una cachetada o lo que sea.
Sin embargo, lo que recibió lo dejo atónito. Tratando de seguir siendo Adelina, lo volvió a besar. Con dulzura, y fue más que un suave roce. Se acerco a un más, subiendo sus manos por su pecho hasta llegar a sus hombros, y fue allí que se apartó un instante.
—¿Quieres subir?— pregunto.
Estaba mal, lo sabía, y no le importaba. E Hisirdoux no se negó a su invitación. Le dio un corto beso, acompañado de una sonrisa coqueta y fue detrás de ella cuando está comenzando a caminar.
Ya en el departamento continuaron con lo que había surgido en la entrada y el ascensor. Arabella sabía que podía mantener su postura como una joven universitaria de diecinueve años, pero en el instante en que Hisirdoux se sacó la remera negra, y dejo al descubierto su piel tatuado, su aliento se cortó.
Y lento fue perdiendo los estribos.
¿Cuando fue la última vez que lo tubo así? Lo que recordaba es que no tenía ni un tatuaje. Estaba delgado pero el ancho de sus hombros y su pecho inflado, era un cuerpo que no tenía en su memoria.
Beso su piel, y respiro su aroma. Lo extrañaba.
Y cuando las manos del mago presionaron su nuca, y la otra se perdió bajo su camisa de mesera, supo que nada de lo que pasaban estaba bien.
Ya lo sabía de antes, pero si no lo detenía ahora, ni ella lo iba a lograr cuando la pasión al fin se desatara.
Puso sus manos contra su pecho, y con una gran fuerza de voluntad lo apartó. Pero él insistió con el beso, hasta que ella otra vez lo corrió.
—Lo siento.— murmuró.—Pero yo ...
El corto espacio entre los dos, se hizo un abismo. Adelina hizo la vista a un lado, tratando de fingir vergüenza. E Hisirdoux sonrió enternecido.
—Esta bien.— dijo.—No hay que hacer nada que tú no quieras.
Por dentro Arabella se moría. Era un buen hombre, claro que no iba hacer nada que ella no quisiera. Seguía siendo el mismo dulce muchacho, que respetaba a las mujeres, de siempre.
Lo amaba por eso. El mundo no había logrado convertirlo en una bestia, y eso le daba alegría.
—Es que fue un largo día, y no creo que estar segura de, ya sabes.— dijo, y sonrió mientras se encogió de hombros.
—Entiendo, de verdad.— insistió.
—¿No te molesta?
—Claro que no.— sonrió.—Seria un idiota si me molestara.
—Vaya, eres tan ...
—¿Dulce?— ella asintió.—Puede ser, pero en realidad trato de no ser tan estúpido. Ya sabes, hacer algo que no me gustaría que me hagan.
Y esa frase fue como el peor golpe. Suspiro, y no le quedó otra que seguir sonriendo. Estaba segura que si en ese momento le mostraba quién era, él se enojaría.
Estaba haciendo algo contra quien más amaba, y que odiaría que a ella se lo hicieran. Y que él nunca le haría.
—¿Quieres un café?— pregunto.—Es lo único caliente que te puedo ofrecer.
—¿Segura? Eso no te quitará el sueño.— indagó.—Digo, yo si quiero estar contigo, y si se te va el sueño, dudo que puedas controlarte ¿Sabes dónde estaba tu lengua hace unos minutos?
Adelina rió por la ocurrencia. Hisirdoux no dejaba de ser él, y le hacía sentir que era la única persona en el mundo capaz de hacer su vida actual un poco menos aburrida.
—Ya, detente. Es solo café.
—Claro que te acepto un café.— sonrió.—Tuviste razón con los tacos.
Se puso la remera, y Arabella lo vio con desilusión. Fueron hasta la cocina, y se quedaron allí hasta que no hubo más nada que decir, y el café se enfrió. Le hablo como Adelina, y estaba segura que de todo lo que dijo, nada era mentira.
El sol los sorprendió en el pequeño balcón internó. Allí habían muchas plantas, y un tender con su ropa. También una jaula con un pequeño canario blanco que dormía.
—Creo que es hora de irme.— dijo Hisirdoux.—Zoe me va a matar si tardo un poco más.
—Si, y yo debo dormir.— insistió.—Te acompaño hasta la puerta.
Se tomaron las manos, y fueron lento hasta la entrada. Allí, se quedaron por un instante viéndose a los ojos. Y nuevamente se basaron, como la despedida que no querían que fuera.
Hisirdoux lo hacía lento y suave, y Arabella estaba a punto de estallar en llamas. Aún así no dejo que se detuviera. Sentía que lo hacía con cariño, y que no buscaba más que probar una última vez sus labios.
Sonrió, y abrió los ojos, para encontrarse con su sonrisa. Hisirdoux no había cambiado en nada, y lo que sentía por él mucho menos.
—¿Por qué lo haces?— murmuró Adelina.
—Te doy un motivo para volver a vernos.— respondió.
—¿Crees que un par de besos van a lograr eso?— hizo una pausa.—Bueno, puede que tengas razón.
Y antes que pudieran seguir, oyeron una puerta abrirse. Cuando se dieron cuenta, Ophelia salía, y por detrás iba Javier. Adelina cubrió su boca para no chillar, sin embargo Hisirdoux fue menos discreto.
—Buenos días Núñez.— saludo.
Cómo salieron, volvieron a entrar, haciendo que los otros dos rieran.
—Bueno, me marcho.— dijo un poco más tranquilo.—¿Te volveré a ver?
No estaba muy segura de lo que haría luego de que él se fuera. Cómo iba a seguir después de esa noche y día.
Hizo lo que mejor le salía hacer.
—Tenlo por hecho.— sonrió.
Se estiró para darle un último beso, e Hisirdoux se marchó. Y fue esa misma tarde que Arabella tomo sus pertenencias y se mudó sin decirle a nadie. Solo se despidió de Donna, y le dejo una carta a su amiga.
“Querida Ophe:
Me voy por razones que no entenderías. Y para que estés más tranquila, no fuiste una. Eres de las mejores personas que conocí. Sigue así, conseguirás cosas maravillosas, porque alguien como tú lo merece.
No intentes encontrarme, porque será algo difícil. Te lo aseguro.
Te quiero mucho pequeño ratón de biblioteca.
Con cariño, Adelina”
★★★
De Camelot a Chicago en un capítulo.
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien.
Ah, amo este capítulo. Me costo un poco el contexto hasta que me nació la idea de Arabella con otra identidades. Cómo para no perder la costumbre.
Espero que se entiendan que los otros dos sean los papás de Clara. Me gusta la idea de que cuando son jóvenes eran nada que ver con lo que son siendo adultos.
Creep, título que le puse hoy, le queda bien. Es que es raro, ella no es ella y es la bicho raro como dice.
¿Saben por les doy está romcom? Porque hace falta para lo que se viene después 😂 pero tengo otra capitulos romcom. Y otros no tan románticos y menos comedia *llora*
En fin, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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