Despertó de golpe, sudando un poco, pero con el corazón latiendo como si hubiese corrido por horas. Aún seguía en la cama, en plena oscuridad a excepción de los brillos ocasionados por sus ojos.
Tanteó con la mano a su costado, aún sabiendo que no había nadie más que ella, y que la persona que buscaba estaba del otro lado del pasillo.
Salió de la cama, y tomo el buzo, que no era de ella por el tamaño. Se percató de que el cabello le llegaba hasta la cintura, y cayó en cuenta de la magnitud de aquella pesadilla. Una que no tenía hacia mucho tiempo, y comenzaba a creer que no volvería a suceder.
Frente a la puerta del otro dormitorio, dudo un instante sobre que hacer. Hacia un año que volvió de entre los muertos, sin haberlo estado, y volvieron a ser amigos con la misma facilidad con la que se conocieron alguna vez.
No sabía que hacer, si tocar y sacarlo de la cama, o ir directamente a esta. Estaba segura que no había otra persona que no fuera él, y la dejaba un poco más tranquila.
Se metió, y fue directo hasta él. Dormido boca arriba, con algunos rizos oscuro sobre sus ojos, y dando ronquidos tranquilos. Con lentitud, se acerco, y en segundos estuvo a su lado, acurrucándose contra su pecho, cerrando los ojos para evitar ver aquella cicatriz sobre su piel.
Que de repente pasará un brazo por la espalda, haciendo que todo fuera tan confortable, le hizo pensar en las primeras veces que dormían juntos, y no dejaban de lado esa amistad tan arraigada.
—¿Una pesadilla? —pregunto Marius, con voz rasposa.
—Un mal recuerdo —respondió Olivia y dió un soplido—. Algunas veces recuerdo una noche que he tratado de olvidar.
Pese al tiempo que pasó desde que volvieron a reencontrase, aun existía algunos temas de lo que no hablaban. Cómo lo que le pasó a él, o lo que ella vivió tras su repentina muerte. Ninguno quería tocar aquellos recuerdos, sin embargo, estos parecían volver debes en cuando en extraños sueños.
—¿Quieres hablar de eso? —pregunto Marius.
Esperaba a que le dijera que si, aunque eso signifique que luego él tendría que hablar sobre lo que le pasó en 1920.
—Creo que si, se acerca la fecha —dijo, y cerró los ojos con pena—, y está vez quiero ...
—¿Qué te gustaría hacer? —pregunto al silencio.
Olivia se apoyo sobre sus codos, y paso una mano por la frente de Marius, quitando algunos rizos rebeldes.
—Me gustaría festejar mi cumpleaños —dijo, dando un pequeña sonrisa.
Sorprendido de escuchar aquello, encendió de inmediato la luz del cuarto, y vio a Olivia. Ella no hacia más que estar allí quieta, pestañeando como si lo que dijo fuera lo menos importante.
—¿Lo dejaste de hacer? —pregunto, buscando no sonar intranquilo—. Amabas festejas tus cumpleaños.
—Si, cuando estabas tu —dijo, ella y noto el peso de sus palabras.
Deseaba que el rojo no delatará todo lo que algo así le podía ocasionar, aunque estaba segura que era tan evidente como el brillo nervioso de sus ojos.
—Livs —murmuro Marius.
—¿Quieres oír, o solo sentirás lastima por mi?
El muchacho rodó los ojos ante tan pesadas palabras. Había descubierto que Olivia dejaba de ser dulce con mucha mas rapidez que en el pasado, y solo esperaba que él no fuera el único causante de eso.
—Si, quiero oírte —dijo, y le sonrió—. No hay nada mejor que pueda hacer en medio de la noche contigo en mi cama.
Olivia reprimió esa sonrisa por escucharlo hablar sin vergüenza alguna. Por momentos la amistad le pesaba mucho más de lo que imagino al momento de haberle dicho de empezar todo de cero la tarde en que lo volvió a encontrar.
New York, 20 de enero, 1932
Nunca tocaba el tema, hasta trataba de ignorar a las personas que le preguntaban sobre los planes para aquel día. Ella está más enfocada en planear una boda, la educación de una niña que no era suya, y la presión de un prometido que siempre esperaba más.
Sin embargo, esa mañana, contra todo pronóstico, no pudo hacer de cuenta que no sabía de la fecha. La despertó un par de besos, que a veces lo sentía como la peor cuchilla sobre su piel. Cuando estos, iban acompañados por manos que no se quedaban quietas, y que pronto la obligarían a abrir los ojos, Lucia, la niña bajo su cargo, la sobrina de su prometido, entro a la habitación interrumpiendo, lo que a Olivia le costaba evitar.
Aún con los ojos cerrados, libres de cualquier presión, agradeció que la niña, de unos diez años, supiera que esa mañana era de cumpleaños.
—Feliz cumpleaños Livi —exclamo alegré.
—Si, feliz cumpleaños, Olivia —dijo, entre la alegría y decepción, Jeremia.
No iba a ignorar lo que estaba declarado, menos a la niña que imploraba porque saliera de su sueño. Abrió los ojos, y sentándose, dio una amplia sonrisa. Fingida, pero que a Lucia se le hacía muy real.
—Hoy iremos al Zoo —dijo la niña—, ese es mi regalo.
—Gracias cariño —dijo Olivia y la envolvió con los brazos—. Es un lindo regalo.
—Ah, y también el desayuno —añadió la niña—, aunque te lo quería traer de la cama, Bianca no me ha dejado.
—Oh, está bien, ya me voy a levantar —dijo Olivia.
Quería decirle que no se preocupe, que era un desayuno más, pero bajo la mirada marrón de la niña, y la de un azul penetrante de su prometido, se guardo cualquier comentario sobre lo normal que debía ser el día.
—Dile a Bianca que me ponga una taza de café, hoy desayunó con ustedes —dijo con dulzura Jeremia.
La niña chillo de alegría, y salió corriendo por dónde vino, seguida por la cansada mirada gris de Olivia. Cuando la puerta se cerró, dio un suspiro que denotaba lo que por dentro le ocurría.
Jeremia dejo de actuar, y salió de la cama, haciendo que el lugar se sintiera mucho más frío.
—Podrías no ser tan tu está mañana —hablo, dándole la espalda.
Olivia lo veía buscar el traje que usaría, y solo deseaba que se fuera pronto para no verlo hasta la noche. Odiaba en todo lo que él se había convertido, y sobre todo a ella por no haberlo notado la tarde que llegó a la propiedad.
Rota e ingenua, creyendo que encontraría la oportunidad de sanar lo que mas le dolía.
Y él fue tan dulce, que le basto un par de gestos llenos de caballerosidad para poder dejarse llevar por lo que su corazón roto necesitaba. Se guío por la paciencia que le tuvo en todo momento, por lo cariñoso al secar las lágrimas de un luto que parecía durar más de lo que deseaba.
Sin embargo, no tardó mucho en, lento, ir dejando al descubierto que clase de hombre era. Uno, al que alguna vez, su madre le dijo que debía mantenerse alejada.
No la entendió hasta el momento en que la regaño por haber reído de más. No lo quería entender hasta que comenzó a marcarle cada paso que daba, y cuestionar todo lo que hacía, hasta el uso que le daba a la magia. Pues, en más de una ocasión, Olivia llegó a demostrar bastante potencial con su don para la lecturas y pócimas.
—¿Quién podrá ayudarte si se sale de control? Si sucede algo de tal magnitud, podrías lastimas a Lucia —solía decirle, hasta que ella era capaz de sentir el miedo que él fingía tener. Y un día llego con una solución, una que no pudo negar.
No lo hizo pese a los engaños, y a los regaños. No lo hizo frente a los gritos llenos de irás, y el obsesivo control. No lo hizo, porque Olivia vio una solución para un dolor que nunca creyó que tendría.
—¿Por qué le recordaste que hoy es mi cumpleaños? —pregunto, dejando claro su descontento.
Jeremia giro para verla, y sin dejar de abrochar los botones de la impecable camisa blanca, se acerco a ella. No quería salir de la cama, más aún deseaba haberse ido de la habitación junto con Lucia.
—Deberás cambiar tu actitud —dijo y la tomo del mentón—. Seremos una familia, y las familias felices no lloran en un día de festejo.
Dio esa sonrisa, que a ella se le hacía tan fría y perversa. Le provocaba más que náuseas, quería salir corriendo de allí, olvidarse todo. Borrar aquello que le hacía tan mal, y buscar la forma de empezar de cero.
Sin embargo, estaba segura, que él la encontraría. A donde fuera, Jeremia sabría como llegar a ella y llevársela lejos.
—Tienes razón —murmuro, y dió una sonrisa—. Hoy será diferente.
Por dentro imagino alguna manera de hacer que eso fuera cierto.
•
Desayunaron, y tras un beso, que Olivia tuvo que fingir que le era agradable, quedaron solas con la ama de llaves, para prepararse para salir al Zoo.
—¿Cómo se siente hoy, señorita Casperan? —pregunto Bianca—, me alegro que decida hacer algo este día.
—Yo también, aunque prefiero ocuparme de la boda, y no perder el tiempo —contesto.
—Oh, no diga eso señorita Casperan —dijo la mujer amable.
Bianca trataba de hacer que la estadía allí no le fuera una tormenta, porque ya había notado lo desmejorada que estaba, y le dolía verla así, y que el causante sea quien le daba trabajo.
Así que busco subirle los ánimos, y la ayudo a ponerse el atuendo más lindo, y que sea algo que Olivia tuviera sin que nadie se lo eligiera.
Cuando las tres estuvieron listas para salir, se fueron al Zoológico a unas cuadras de la mansión. Olivia se emociono, pero por ver a la niña tan alegre, yendo y viniendo, riendo y haciendo preguntas. Dando datos que aprendió gracias a su tutora, a quien siempre la describía como la más linda de todas.
Le llenaba el corazón al mismo tiempo que le hacia doler. Aquella niña era una razón por la cual se mantenía de pie en la mansión, y tomo la decisión de usar ese anillo.
Tanto Bianca como Lucia se fueron por unas palomitas de maíz, y algodón de azúcar. Mientras que ella se quedó en la sombra dando de suspiros. Cada tanto pensaba en algún cumpleaños en dónde estuvo por completo feliz. Estaba Circe embarazada y Baltimore, también Hisirdoux. Y quién nunca podía faltar, porque siempre hallaba la forma de allí, presente o con alguna carta y obsequio, Marius.
Lo recordaba con una dolorosa nostalgia, porque con él los días de cumpleaños empezaban antes, sea de la forma que sea. Circe se encargaba del pastel, y Baltimore darle el libro para llenar su librero. Hisirdoux sabía cómo decorar con sus colores favoritos, no importaba la casa o departamento, lograba hacer que se viera elegante.
A la falta de su madre, trato de seguir festiva, y lograba hacerlo. Junto con Marius e Hisirdoux, se encargaban de que fuera un buen día. Hasta que dejaron de serlo, y nadie pudo hacer que otra vez hubiera colores.
—Quizás tiene razón, y deba dejar el paso en paz —murmuro.
Entre su amargura, alguien la tomo de la cintura, y la trajo a la realidad del momento. Su corazón dió un golpe tan fuerte contra el pecho, que estaba segura que alguien más lo oyó.
—Cambia la cara bonita —dijo el hombre—, no querrás arruinar lo que mami y papi han logrado.
Su voz. Ese acento inglés tan marcado, y lleno de burla. Esa magia roja, que podía hacer que todo su entorno alzará la temperatura. Y claro, la mano inquieta, y mal ubicada.
—Galaga —gruño.
Alzó la cabeza y lo vio. Con la vista, cubierta por unos elegante lentes de sol, al frente. Por dónde lo viera, no hacia más que verse como el hombre más atractivo de todo. El traje bordo de tres piezas le sumaba puntos a esa postura, al igual que la sonrisa compradora, y el cabello bien peinado.
Pero lo odiaba. Al menos aprendió a hacerlo. Galaga tenía la palabra adecuada para que ella quisiera ahorcarlo, y caía en sus juegos de dobles intenciones con rapidez. Porque decirle que verlo le daban ganas de quitarle el aire con las manos, podía ser la manera perfecta para cavar su tumba.
—Ese vestido amarillo un clásico, luces estupenda. Hermosas mangas largas y cuello elegante, cubre y abriga lo necesario —dijo, y agachó la mirada—. Pero no vengo a hablar de lo hermosa que eres, hasta siendo la flor mas marchita del jardín.
Él era un problema, no para ella, sino para su prometido. Y lo sería pronto, si Jeremia se enteraba que estuvieron hablando. No por los celos enfermos, sino porque era parte de la comisión de magia. Olivia aseguraba que él ocultaba algo, y que de alguna forma se relacionaba con el lugar de trabajo de Galaga.
—Aléjate de mi —dijo, y quito su mano—. Solo me vas a dar problemas.
Dio unos pasos lejos de él, pero fue más rápido en tomarla de la mano, y arrastrarla a la sombra del árbol.
—Creo que ya los tienes —murmuro y alzó la manga del vestido.
—No sabes nada —gruño, y trato de quitarse de su agarre.
—Reconozco apretones fuertes, y lo que hacen los cristales equivocados —dijo, y la soltó—. Y cuando ponga el correcto en tu dedo, será tu fin.
—Ve a molestar a alguien más —exclamo al borde de las lágrimas.
Tomo aire con rapidez, y las contuvo como venía haciendo desde mucho tiempo atrás. Un "deja de llorar" aún siendo un eco en su mente le bastaba para detenerse.
—Déjame ayudarte —Galaga se acerco a ella—. Le hago un favor a tu padre, a quien no le hablas hace meses. No quiero tener que decirle que su hija está hecha polvo gracias a un tipo que es un ...
—¡No lo digas! —grito, y todos la vieron—, no lo hagas —murmuro avergonzada.
Entonces noto que su rostro estaba húmedo por las lágrimas, y que su corazón latía enloquecido.
—Bien, diré algo, un poco más suave sobre él —dijo y le sonrió con sorna—. Te vas a casar con un estafador. Un ladrón de joyas mágicas y peligrosas ¿Lo sabías?
Entonces ese era el secreto detrás de las reuniones en medio de la noche, los contactos de mala muerte, según ella, y más. No iba fingir que no tenías sus sospechas, solo no quería que fueran ciertas.
Frente al silencio, y las lagrimas de la joven bruja, se acerco con cautela.
—Escucha, se como podemos solucionar esto —murmuro en su oído—, pero necesito que colabores. De verdad quiero ayudarte, no deseo que ...
Hizo una pausa, porque a pesar de bromear mucho, le dolía la situación en la que estaba. Mas aun le molestaba que alguien como ella, con padres que la educaron para ser la bruja mas bondadosa que alguna vez conoció, estuviera perdiendo aquel brillo tan particular a causa de un hombre.
—Una lechuza indetectable ira hasta la mansión, si tienes una respuesta positiva, solo es cuestión de tiempo —dijo, y tomo su mano—. Nos alejaremos, e iremos por otro lado si decides no involucrarte.
•
Volvieron para poder descansar un rato antes de la merienda. Olivia estaba en lo que fue su primer cuarto. Ahora servía para darle las clases particulares a Lucia. En la ventana que daba al jardín, vio en el árbol una lechuza posada en una rama. No traía nada, tan solo observaba a la Olivia, como ella al animal.
Era un si o un no. Galaga había hecho sonar muy fácil el tener que tomar esa decisión. Sin embargo, no podía dejar de pensar en todo lo que cargaba con ella allí dentro. La pobre Lucia no merecía quedar en medio de nada. Y quizás, era solo por la niña que no hacía nada para evitar estar donde estaba.
El silencio del momento se vio interrumpido con la llegada de alguien mas. No volteo a ver de quien se trataba, con la temperatura de la habitación bajando, lo supo de inmediato.
—¿Cómo la pasaste hoy? —pregunto Jeremia.
Se acerco a ella, y la abrazo por la cintura, dejando un par de besos en su sien. Por un instante pensó en que no podía ser tan malo si tan solo fuera así siempre. Y sin darse cuenta, estaba prendida de sus labios, saboreando la menta de su aliento, que se mezclaba con el calor de sus manos.
A veces podía ser débil, y le molestaba que lo fuera con el hombre incorrecto. Divago, yendo a un pasado añoraba mas de lo que debía. Entonces las lagrimas se hicieron presentes una vez mas. Difíciles de disimular, y sin saber que excusa usar.
—¿Por qué lloras? —pregunto apartándose, volviendo frio todo tan de repente.
Ella dio una sonrisa, rezando para que no se notara lo mucho que estaba odiando todo lo que sucedía.
—Si he pasado un lindo día —respondió con voz temblorosa—. Tu perfume, tu perfume me gusta mucho.
—¿Si? Es francés —respondió y dio una sonrisa.
Una que Olivia la sintió burlona. De verdad le gustaba aquella fragancia, y ahora se daba cuenta porque de un momento a otro estaba pensado en un pasado tan especifico. Ante el silencio, Jeremia le dio otro beso, uno mas corto.
—Te he comprado un vestido para la cena —dijo, y tomo la falda del que ya estaba usando—. Creo que deberíamos cambiar tu closet.
Ella aclaro la garganta y lo vio sin entender el comentario.
—¿Por qué? Me gustan mis vestidos.
—Porque cuando nos casemos, debes dejar de lucir como una niña —dijo, y le dio la espalda—. Debes actuar y verte acorde.
Se marcho, y con el frio que invadía el lugar. Respiro, aguantando tanto como pudo el aire, pensando que quizás de esa forma todo acabe pronto, hasta que lo soltó con mas lagrimas y dolor que iba de adentro hasta llegara a cada parte de su cuerpo.
Giro hacía la ventana, y segura de que Galaga vio todo, asintió. Un sobre cayo en sus manos, y no tardo en leerlo.
•
Bianca se llevo a Lucia, así solo ellos que no eran parte de personal quedaron en la mansión. Iban a cenar, un poco mas elegante que lo habitual. Con las luces bajas, un poco de música suave de fondo, y el aroma de un buen vino tinto.
Cuando bajo al inmenso comedor, Jeremía sonrió al verla con aquel vestido negro. Algo tan diferente a lo que alguna vez uso. Se ajustaba a su cuerpo, mostrando su esbelta figura, y las curvas de la cintura era gracia de la prenda. De tirante y escote poco pronunciado, liberando sus clavículas. Tenia una brillante y transparente capa gris que llegaba hasta el suelo, dando la sensación de velo.
—Luces encantadora —dijo al tenerla cerca.
Tomo su mano y la beso, para luego subir la mirada. Para ella no existía ojos tan intimidante como esos, y sonrió, tratando de que no se le notara tanto lo forzado.
—Gracias —contesto con suavidad.
Sin soltarla, la llevo hasta su lugar, y le corrió la silla para que se sentara.
Por dentro, Olivia seguía batallando. Una parte suya quería confesar lo que paso en el Zoo, y la otra luchaba para mantenerse no solo callada, sino fuerte ante la cena. Solo era cuestión de que le mostrara una vez mas la piedra. Ese diamante, del cual no tenia idea alguna de lo que le podría hacer el día que lo llevara puesto, y que le causaba temor el conocer que era algo peligroso.
Estaba siendo comida por los nervios, aun así se mantuvo firme durante toda la cena. Se rió con los comentarios graciosos, y alabo lo bien que se veía bajo la luz de las velas. De haber vivido en el siglo anterior, rescataba saberse al pie de la letra el código de conducta de una dama.
—¿Quieres bailar? —le pregunto Jeremia.
Ella asintió, y tomo la mano que le ofrecía. Se movían al mismo ritmo que la música suave de fondo. Tan cerca, que tenía miedo que pudiera oír lo que le ocurría por dentro.
Cuando todo parecía calmado, Jeremia la besaba con suavidad, y Olivia esperaba no bajar la guardia frente a la dulzura que pocas veces le mostraba. Sin embargo, el beso se fue haciendo más acalorado, siendo empujada con discreción hacia la mesa, y en segundos rápidos, tenía la espalda contra la fría madera laqueada.
No era brusco, pero si apurado, y no le daba tiempo para poder hablar sobre el diamante. Hasta que dejó sus labios, dejando besos por su cuello, que logro hablar.
—Espera —dijo con voz temblorosa.
Sentía que el mundo estaba girando, como si el beso hubiera sido más embriagante que el vino de la cena. Jeremia se detuvo, sin alejarse lo suficiente, haciendo que su aliento rozará la piel delicada del cuello.
—No me digas que ahora tienes miedo —murmuro mordaz.
Olivia tiro la cabeza hacia atrás, tratando de acomodar todas las ideas que iban surgiendo como una canilla rota, a punto de ahogar su cerebro. Estaba segura que debía hablar mas rápido que aquel fuego que iban dejando las manos de Jeremia por encima del vestido.
—Yo, creo que me falta algo —hablo, y dio una sonrisa—. Quiero usar ya la piedra esa, dejar la magia antes de la boda.
El fuego se detuvo, y el frio fue parte de ambiente. Jeremia se enderezó, pasando una mano por su peinado casi revuelto, y le dio una sonrisa, que a Olivia le causó escalofríos. La ayudo a ponerse de pie, y sin decir más nada, la llevo hasta la oficina.
Odiaba esa oficina, tan fría y austera. De un blanco pulcro, con solo un par de cuadros, y muebles de diseñador. Cada vez que la puerta se cerraba se sellaba, y nada se oía del otro lado. Era el sitio perfecto para congelarse, y permitir los gritos de regaño.
Agradecía las ventanas abiertas, y el aire de la noche que se llevaba los pobres efectos del beso embriagante. Mientras Jeremia buscaba la piedra, en otro cuarto aparte, Olivia se sentó, tratando de verse lo más cómoda posible.
Hasta que llegó, con una caja de terciopelo negro, que emanaba una energía pesada. Le causaba escalofríos, más aún al saber que eso le podía hacer daño. Al abrirla, se encontró con un diamante, no era tan grande, y apenas relucía. Sin embargo, pese al tamaño, y el poco brillo, la hacia sentir débil.
—¿Me dirás que hace? —pregunto con miedo.
—Primero toma la magia, y luego...
Saco la piedra de su lugar, y la puso entre las delgadas manos de Olivia, quien de repente comenzó a estar más débil.
—La apaga —añadió dando una sonrisa macabra.
—¿Me puede matar? —pregunto, aunque estaba segura que era cierto.
—No con algunos retoques correctos en sus runas —respondió—, pero con un chasquido hace lo que yo quiera.
Olivia dejo caer la piedra, y logro ponerse de pie. Corrió hasta la puerta de la entrada, y al no poder abrirla, una débil aura gris la cubrió, buscando defenderse de la nueva amenaza.
—Tu magia es insignificante —exclamo Jeremia.
—Aleja esa piedra de mi —exclamo Olivia—. Me puede matar, sabes la edad que tengo.
Él se acerco, y puso la piedra cerca de ella, apagando el aura, haciendo que caiga al suelo.
—Por ahora muerta no me sirves de nada —dijo, y la alzó para llevarla al sillón—. Pero estarás un poco mas al alcance de mi mano. Si te pido algo, tan solo me lo darás de inmediato.
—Mi magia es inútil —gimoteo, y dio un suspiro agotado.
—No si la sabes usar de manera correcta —sonrió, corriendo un mechos que caía sobre su cara—. Olivia tu solo crees lo que te dicen, no cuestionas nada. Por eso me gustas tanto.
Antes que pudiera enganchar la piedra en el anillo, una tropa derribo la puerta de la oficina, y un rayo rojo furioso, atento contra Jeremia, alejándolo de Olivia.
No podía ver bien de que se trataba, escuchaba un alboroto que parecía lejano, y una voz conocida gritaba su nombre con desesperación. Pronto todo se volvió oscuro.
•
—Creo que al último pude ver fue a Galaga —dijo Olivia—. No estoy segura.
Cuando se dio cuenta estaba contra el pecho de Marius, siendo abrazada con fuerza.
—Estoy bien —murmuro.
—Lo se —respondió—. Solo que, pensar en que estuviste sola con un tipo así.
Olivia se apuro en despegarse de su pecho, y lo vio perplejo. Lo tomo del rostro con cuidado, para que Marius la viera, y le dio una sonrisa tranquila.
—Esto no fue culpa de nadie —hablo con cuidado—. Ni mía, ni de mi padre, o tuya. De nadie, más que de él.
Marius puso su mano sobre la de ella, y dio un soplido pesado.
—Casi mueres —murmuro.
—Lo se, pero no pasó —sonrió—. Ahora quiero volver a festejar los cumpleaños, porque, sabes, no siempre fueron malos.
—No, aunque algunos si fueron terribles, ¿Recuerdas? Esa nevada que nos sorprendió y no podíamos hacer el fuego en la cabaña —conto, y negó con la cabeza—. Bueno, haremos lo quieras, ¿Por donde quieres empezar?
—Cumplir veintiun año nunca se tan extremo —dijo, y sonrió ante el recuerdo.
Dudo por un momento que decir, hacia mucho tiempo en que no pensaba sobre como pasar un día que tenía puesta una gran cruz sobre el calendario.
—Podemos empezar con algo pequeño, un pastel, o un pie —dijo, y sonrió—, con las chicas aquí. Algo fácil de recordar.
—Podemos hacer eso —contesto Marius, y se acerco para darle un beso en la frente—. Puedes pasar el resto de la noche acá si quieres.
Ella sonrió y se abrazo a él.
—Si, me gustaría —murmuro con entusiasmo.
Años después.
Despertó agitada, sin poder ver nada mas que la oscuridad de la habitación. Tanteo a un lado, y el lugar, que cada noche era ocupado por su novio, estaba vacío. Sabía que no estaba lejos, lo mas probable era que estuviera en el cuarto contiguo por haber escuchado algo que ella no.
Y no todas las noches eran así al despertar y estar sola. Salvo por las ultimas , con la mas reciente a las doce del 20 de enero, su cumpleaños. Entre sueños, oía voces, sentía frio, la abrumaba el vacío que crecía mas y mas hasta que no le quedaba mas que abrir los ojos.
—¿Otra pesadilla? —pregunto Marius, entrando al cuarto.
Ella sonrió al verlo, y negó con la cabeza, sabiendo que no le iba a creer, porque no era la primera vez, y el cabello estaba largo pese a haberlo cortado; entonces sin pedirlo la abrazaría para volver a dormir.
—¿Por qué no me despertaste? —pregunto ella.
—Cuando duermes, luces como el ser más hermoso de todos —respondió, y se sentó a su lado—. En realidad solo fue un presentimiento, ella también duerme como si fuera lo más lindo del mundo. Por cierto.
Le dio la espalda para buscar algo en el cajón de la mesa de luz. Olivia tenia cierto presentimiento, y sonreír por eso, como si fuera la primera vez que lo hacía. Marius giro hacia ella, y se puso un moño rojo sobre los rizos oscuros, sacándole una risa divertida.
Se acerco, y la tomo con cuidado del mentón, para dejar un suave beso en sus labios.
—Feliz cumpleaños —murmuro sin aparatarse lo suficiente.
—Uh, es el mismo regalo de año pasado —dijo por lo bajo, dando una pequeña sonrisa—, me encanta, es mi preferido.
—Si, primero el regalo clásico —dijo, para volverla a besa.
Cuando Olivia lo abrazo con mas fuerza, y se re costo sobre él, la puerta abriéndose de repente hizo que se apartaran con rapidez, llenado el cuarto de sus respiraciones agitadas y las luces nerviosas de los ojos de la bruja.
—Creo que el regalo deberá esperar —dijo Marius, aclarándose la garganta.
La niña parada en la puerta, que sostenía un peluche al menos un poco mas chico que ella, los vio con atención, y se acerco hasta el borde de la cama.
—¿Por qué papá trae un moño en la cabeza? —pregunto.
Olivia lo vio atenta, y sus mejillas se tiñeron de rojo. Estiro los brazos, y movió las manos para llamarla. Estaba segura que esa parte, de hacer preguntas, y aparecer en los momentos menos apropiados, la saco de Marius, y no tanto de ella.
—¿No puedes dormir cariño? —pregunto, y la abrazo contra su pecho, cuando estuvo en sus brazos—, mamá tampoco, pero creo que ahora si.
★★★
Hola mis soles caóticos, ¿Cómo les va? Hoy estamos de cumpleaños, no mío claro.
La verdad es que pese a todo, fue un capítulo que me gusto escribir, en el sentido que dejó explorar algunos temas complicados del paso. Sobre todo el conflicto de Olivia en todo momento, con ella, con la magia, con el pasado, con el kks.
Y si, obvio que el chico de fanfictioner67 no podía faltar *llora* porque novio/no novio/mejor amigo presente en los momentos donde Olivia no está del todo bien 😭
Y una pequeña miradita de un rayito de sol 🤭
Bueno, sin que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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