|Brooklyn baby|
1915, Córdoba, Argentina.
Era más de media noche, el calor era agotador, y que haya llovido horas antes no ayudaba a calmarlo. La humedad era algo que hacía que todo se pegará a la piel y que el sueño de Olivia sea aún más liviano.
La más joven de la familia Hestigio Casperan, amaba ir a su pueblo natal durante las vacaciones de verano (allí en el hemisferio sur) pero se olvidaba con rapidez del brusco cambio de clima, y tardaba en adaptarse a este.
La señora Esther, muy amiga de Circe, cada vez que venía le tenía preparado un cuarto especial para ella. Dónde antes dormía su única hija, Raquel, ahora era usado para la pequeña visitante.
Pero esa noche, no fue el calor que la saco del sueño sino un infiltrado. Él menor de la familia García, entro al cuarto y con un leve movimiento la despertó.
—¿Qué ocurre?— preguntó asustada.
—Julia, debo hablar con vos.— dijo el muchacho.
—Ban ¿No puedes esperar hasta mañana?— pregunto con un deje de enojo.
Se cubrió con la sabana, tratando de ocultarse de la luz que emanaba la mano del muchacho, pero este la volvió a destapar.
—¿Qué haces?— pregunto casi a los gritos.
Esteban cubrió su boca, y aprecio el enojo en su mirada gris.
—No, que mañana puede ser tarde.— insistió.
De malas ganas salió detrás del muchacho. Estaba segura que se iban a dar cuenta que estaban fuera y que se ganaría un reproche por eso.
Si algo admiraba de la familia García era su casa. Más bien, era una estancia, que para llegar al cuarto de Olivia, y otro más se debía cruzar el patio interno por un camino empedrado. Se pasaba al lado de la pileta y las reposeras. Por un lado se sentía el fresco del campo abierto, y por el otro el calor que emanaba el muro que los separaba del vecino.
Y ahora Olivia se encontraba con Esteban a mitad del camino de pequeñas piedras. Odiando a su amigo, el calor del muro y el frío de la brisa de primavera.
—¿Qué es eso tan importante que me tienes que decir?— pregunto Olivia refrengandose la mirada cansada.
El muchacho, que recientemente había cumplido dieciocho años, nervioso, tomo las manos de Olivia e inhaló una gran cantidad de aire.
—¿Qué pasa contigo?— insistió en saber Olivia.
Su voz temblaba, al igual que el resto de ella. En quince años el único hombre que había tomado sus manos era su papá. Intentó soltarse pero le fue imposible, Esteban estaba paralizado, haciendo fuerza inconciente con sus manos.
—Me gustas mucho Olivia.— exclamó.—Yo, yo te lo debía decir antes que me fuera.
—Eres un tonto Esteban, nos vas a meter en problemas.— dijo enojada Olivia.—Tu no me gustas. Es más no me gusta nadie. Papá dice que así está bien.
El muchacho soltó sus manos, y Oliva se fue hacía atrás. Por suerte recuperó el equilibrio, sino hubiera terminado en el suelo empedrado, y eso le iba a doler. Algo que descubrió con mucha mala suerte de más niña.
—Ya se que no gustas de mí, eres una niña.— dijo.—Pero necesitaba sacarlo del pecho. Aunque mí hermano dijo que era mala idea, más mala idea me parecía que me fuera sin que tú supieras esto.
Olivia guardó silencio. No tenía mucho que decir, estaba enojada. Lo quería, pero como a amigo casi como a un hermano mayor, y ahora él había roto aquello con la confesión.
—Te voy acusar.— dijo enojada.
—No, no, no.— insistió nervioso.—¿Quieres que me maten?
—No, quiero que me dejes de molestar.— se cruzó de brazos.
Le temblaba la voz, y ahora sentía más frío. Quería desaparecer de ahí, o no haber despertado.
—Y lo haré, pero no le digas a nadie.— le suplicó.—Me van a colgar de las cejas por boludo.
Olivia no dijo más nada, y se marchó. Aún podía sentir la mirada azul del muchacho, y eso hacía que creciera aún más su incomodidad. Al día siguiente, no salió del cuarto hasta que él no se marchó.
Y ya sin él, ni su hermana o hermano, era la única alma joven que llenaban de alegría el lugar.
Por años siguio de visita más no tanto de vacaciones. Casi no se cruzaba con Esteban, de Raquel no supo más nada, más de lo que su madre le decía, pero aún seguía en contacto con el mayor de todos.
Darío era de verdad el hermano mayor que nunca antes tuvo, y luego de Clark él fue su gran confidente. Si ella pasaba por algo, hacía lo posible para ir a verlo o escribirle.
En diferentes intensidades amaba a los hermanos García, y ellos también. Por años ir a verlos fue su escapatoria, y la mayoría de las veces no se les escapaba nada de la joven Olivia. Desde algún corazón roto hasta una nueva contratación.
1961, Brooklyn.
Su clase había terminado hacía unos minutos, y como era la última del día el salón se vacío con rapidez. En un principio temió lo que su apariencia podía provocar en jóvenes que lucían como ella. Estaba entre que no la tomaran en serio o aún peor. Pero su temor se hizo a un lado cuando la gran mayoría le prestaba la atención necesaria para dar una buena clase.
Ahora estaban sola, sobre un banquillo borrando lo más alto del pizarrón, mientras pensaba que iba a cenar. Esperaba poder cruzarse con alguien como Novac; realmente lo extrañaba. Con él las noches eran diferentes. No se sentía sola, y el invierno era más llevadero. Su antiguo vecino era ideal para entrar en calor con alguna anécdota, chisme o hasta el más fino licor que tanto aborrecía.
—Te queda bien el título.— dijo un hombre.—Profesora Casperan.
Olivia reconoció su voz. Era algo que no se le iba con facilidad, como otras tantas. Sonrió por la forma en que la llamo y sin voltear ladeó la cabeza para verlo.
No iba a negar, que pese a todo, Esteban era un galán. De sus hermanos era el único rubio, y tenía una endulzada mirada azul. Y siempre llevaba una pequeña sonrisa, para ella era extraño verlo por completo serio.
—¿Crees que profesora es interesante? Yo digo que detective García lo es más.— dijo.
Dejo a un lado el borrador, sacudió sus manos, y de un salto fue a saludarlo. Esteban no pudo disimular su alegría al verla. Aún se sentía idiota cada vez que la veía, y no iba a negar que un poco le seguía gustando.
Para él, Olivia era agradable de ver, más aún cuando esto sucedía cada largo tiempo. Casi no recordaba verla con el cabello tan corto y oscuros como lo llevaba ahora. Y una sonrisa que brillaba más que su atuendo.
—Que bueno es volverte a ver.— dijo este cuando la tuvo cerca.
Se dieron un fuerte abrazo, que duro lo que tuvo que durar. Y luego se apartaron. Mantuvieron silencio por un instante, compartiendo miradas cómplices. Hasta que él decidió hablar.
—Espero que no tengas planes, me gustaría invitarte a cenar.— dijo.—Quiero presumir a la maestra de lengua y literatura.
—¿Y me dirás porque estás acá?— respondió a su propuesta con una pregunta.—¿Crees que no lo noté?
—Dios mujer, había olvidado lo suspicaz que llegas a ser.— respondio nervioso.—¿Qué me delató?
Olivia lo vio de arriba abajo. Inspeccionando cada detalle, desde su cabello bien peinado hasta su formal traje gris oscuro. En realidad se veía como si recién saliera del trabajo, directo a ella.
—Solo una corazonada.— respondio.—Bien, iré a cenar contigo. Pero no quiero que me hables de trabajo.
—Bien, tampoco quiero que lo hagas tú.— rió por aquello.—Debe haber algo más que trabajo en la vida. No sé, un nuevo pasatiempo, o una pareja.
—Ya detente. Iré por mis cosas.— dijo ella.—Guarda tus comentarios para la cena.
1918, Argentina.
Olivia iba cruzando el patio para ir a ver a Darío. Estaba nerviosa, había algo que debía decirle. Sentía que era la única persona con la que podía contar en ese momento.
En su camino se choco contra Esteban. Ella frunció el ceño enseguida porque él la pudo haber esquivado. Y pese al incidente, él siguió como si nada hubiese pasado.
—Al menos disculpate.— exclamó ella.
—Lo siento, pero no lo siento realmente.— dijo él
—Por todos los cielos, deberías madurar. Le va hacer bien a tu cabeza.
Esteban, de veintiún años, solo se limitó a hacerle burla en silencio. Y Olivia prefirió ignorarlo. Pues después debía soportarlo en la cena.
Siguió su camino hasta llegar a una oficina dentro de la casa. Toco un par de veces y Darío le dio permiso para entrar. Y ella lo hizo, cabizbaja, llevandose la atención del mayor.
—¿Qué ocurre lucecita?— pregunto un tanto preocupado.
—Necesito tu ayuda.
—Claro, dime cómo este viejo te pude ayudar.— sonrió y acomodo sus lente sobre su cabeza.
—No eres viejo.— dijo ella mientras iba por una silla.
—Lo soy en esta casa.
—Eso tampoco es cierto.— rió.
—¿Me harás quedar como un viejo tonto entonces?— insistió a lo que ella negó.—¿En que te puedo ayudar Juli?
Olivia inflo sus mejillas, y vio a todos lados, en busca de un poco de valor. Era la primera vez que le decía al alguien, y no a un diario, lo que estaba sintiendo.
—Me gusta alguien.— murmuró.
—Oh, ya veo ¿Crees que soy el indicado para aconsejarte?— indagó torciendo la boca.—Estuve detrás de mí novio por meses hasta que tuve el valor de decirle.
—Lo se, pero es que no le puedo decir mí mamá sobre esto, menos a mí papá.— dijo en voz baja.
Darío vio a la entrada abierta, y luego a la joven nerviosa. Era de esas conversaciones que no debía escuchar su madre porque está iría directo a decirle a Circe e Hisirdoux. Fue a cerrar la puerta, y le lanzó una mirada preocupada a Olivia.
—¿Julia de que se trata esto? Eres muy chica para meterte en esto problemas.
—Son dos personas en realidad, y no se que hacer.— respondio angustiada.—Yo no decidí esto, es mí estúpida cabeza quien lo hizo.
—Cabeza que tienes pegada al cuello.— se cruzó de brazos.
Pero tan pronto como se vio preocupado busco verse un poco más dulce. No podía reprocharle por lo que sentía.
—Si te digo ¿Le dirás a mí mamá?— pregunto y este negó con la cabeza.—Hay una chica y también un chico.
Darío se acercó a ella, poniéndose en cuclillas frente suyo, y tomo sus manos. Había notado un leve brillo en su mirada y esperaba a que no llorara en la oficina.
—¿Por qué no le puedes decir a nadie sobre esto?— pregunto en voz baja.
—Porque son más grande que yo.— respondio avergonzada.
—Vaya problema.— frunció la boca.—¿No es mí hermano, cierto?
—Son un poco más grande que el tonto de tu hermano.
—Ay, Julia.— exclamó.
Y luego se echo a reír. Estaba seguro que no servía para ser padre, con algo de suerte llegaba a ser el buen hermano mayor para los suyos.
—Oye, no es gracioso, es confuso.— chillo.—Se trata de Zoe. Y ...
—Te detengo Juli.— le interrumpió.—Bien, aún eres muy niña. Y alguien como Zoe no te va a ver de otra forma.
—Lo se.
—Y si lo sabes, entonces sabes que no es momento. Ya va a llegar el adecuado.— dijo Darío.
Olivia se puso de pie con rapidez y fue detrás de él cuando lo vio irse a la entrada.
—¿Cuando será ese momento?— pregunto casi con desesperación.
—En unos años cuando seas mayor, un poco más sino es que más.— respondió con seguridad.
La decepción en el rostro de Olivia fue notorio. Pero Darío no sabía que más decirle. Hasta el mismo se había declarado inútil en esos asuntos. Se acercó y le dio un beso casi en lo alto de su cabello.
—Disfruta sin las complicaciones del amor, luego podrás sufrir todo lo que quieras.— añadió.
•
Olivia suspiro emocionada. En ningún momento de la noche había planificado terminar de esa manera. Pero hacia mucho tiempo que no estaba con alguien, y tampoco veía tan terrible como es que se dio. Después de todo era humana, y hacía todo demasiado bien como para no tener un amorío poco serio.
Ya desde un principio se respiraba cierto aire en que la cena no iba a quedar solo en la cena. Y algunas de sus amigas, principalmente Clark, que con sus sesenta años seguía tan brillante como nunca, le había dicho que debía ser un poco menos estricta en cuanto a las relaciones.
Pese a todo, Esteban cumplía con los requisitos para no tener una relación seria en lo que surgía algo más estable. Ambos se conocían de casi toda la vida, sus vidas rondaba en torno al trabajo, y no buscaban algo serio. O al menos ella lo veía así.
—Hasta que termine el invierno.— pensó al verlo.
Nunca imaginó que alguien con dos pies izquierdos, yendo a tropezones por la vida, y hablando de más, fuera tan atento en la intimidad de un cuarto.
Olivia suspiro con una sonrisa imposible de disimular.
Salió con cuidado de la cama, y vio la hora. No recordaba cuando fue la última vez que durmió tan bien. Antes de meterse al cuarto de baño lo vio dormir bocabajo. Si con traje era atractivo, sin este la vista mejoraba demasiado.
—Espero que el invierno sea largo.— murmuró.
En cuanto salió de ducharse, vio que Esteban salía del sueño. Giro, y se quedó viendo al techo un tanto somnoliento. Olivia se acostó a su lado, apoyando la cabeza en su pecho.
Él sonrió al ver como de acurrucaba a un lado.
—¿Sabes cuántas veces imaginé algo así?— murmuró Esteban.
—Shhh, no lo arruines.— Olivia rió.
—No Juli, lo digo en serio.— Esteban sonrió.—Contigo en la cama, en invierno. No sé si en una ciudad como está, pero algo es algo.
Hizo una pausa y cerró los ojos. Nado entre sus memorias, recordando como es que se sentía cada vez que la veía.
—Cuando en una reunión familiar dijiste que estabas de novia con Zoe, me quise matar.— contó.—Estabas tan linda, eso era lo peor de todo. Y eras tan feliz.
Olivia se apoyó en sus codos, y lo vio con intriga. De verdad esperaba a que dejara de hablar. Lo conocía lo suficiente como para saber que si decía tanto era porque algo más había de fondo.
—Esta noche, se que no me buscaste solo porque necesitabas compañía.— dijo.
Esteban sintió un filo en sus palabras, y cuando la vio, Olivia estaba demasiado sería.
—¿Qué sucede?— pregunto.—¿De verdad vas a sabotear todo de esta forma, o era algo que lo tenías planificado?
El mago trago saliva, y solo pensó en lo profundo que metió la pata.
—Esto no debió suceder. Yo me deje llevar.— dijo y refrego su rostro.—Debí dejar que Raquel viniera.
—¿Entonces si era cierto de qué todo se trataba de trabajo?
—Algo así.— respondió.
Olivia salio de la cama, y fue directo a su ropero. Saco algunas prendas y se fue vistiendo esperando alguna respuesta. Lo único que obtenía era la vigilante mirada del rubio.
A medio vestir se freno, y lo vio esperando a que dijera algo. Esteban se perdió en la figura que se le formaba a causa de la falda tubo. Y estaba seguro que aquélla pieza de tela iba en contra corriente a la tendencia que usaban la mayoría.
—¿Y bien?— pregunto trayendolo a la realidad.
—No te va a gustar.— dijo.
—Ah, pensé que ya había quedado claro que no me iba a gustar.— gruñó.
Salió de la cama, enredando en la sabana, y la tomo de los brazos. Olivia se puso sería, y trataba de mantener la vista al frente. Para ella Esteban era el más delgado de todos los Garcías, pero ahí se asemejaba más al David de Miguel Ángel.
—Pensé que te había superado, pero no es cierto.— dijo.—Y espero que lo que te voy a pedir no sea algo que arruine lo que tenemos.
—¿Tenemos algo?
— Vamos, no seas tan crue Julia.— sonrió.
Se acerco, y le dio un beso. Luego en su cuello, y otro hasta que sintió como las manos de Olivia iban escalando por su cintura. No iba a negar que le encantaba la magia de sus dedos sobre su piel. Pero aquel encanto duro poco.
Olivia se apartó y lo vio con enojo.
—No, Esteban.— le regaño como si fuera un niño.
El muchacho sintió que su corazón se derretía al oírla. Pese a todo, porque entre sus madres hablaban, y la señora García no se guardaba nada, Olivia seguía siendo la misma de siempre. No perdía su encanto.
—Bien, te diré lo que busco.— se sentó al borde de la cama.—Solo no me odies por esto.
—¿No lo hago ya?
Rodó los ojos y ladeó la cabeza.
—Iré al grano. Necesitamos que seas una fuente para buscar a unas personas.— contó.—Tu papá debe saber algo sobre ...
Olivia lo vio con intriga y solo esperaba que de su boca no saliera ningún nombre familiar.
—Arabella Pericles. Su condena está por expirar y necesitamos más para hallarla y meterla tras las rejas.
—¿De verdad esperas a que sea tu espía?— pregunto ofendida.
Él negó, sabía que ella iba hacer resistencia. Más aún si se trataba de involucrar a su padre. Pero eso no era lo peor de todo. Estaba seguro como iba a tomar lo próximo, tanto que no sabía como decirle.
—Tambien hay algo más.— tomo aire.
Hizo una pausa, tan larga que hizo que Olivia perdiera la paciencia, dando un golpe al suelo con el tacón del zapato.
—Investigan a Circe por la muerte de Fred.
—¿De que hablas? Mí mamá no hizo nada.— dijo enfurecida.—Tu más que nadie sabe eso.
Con los sentimientos a flor de piel, un escalofrío escaló por su espalda.
Olivia sentía que algo no andaba bien. Un leve cosquilleo surgió en el centro de su cuerpo, y pronto la vista comenzó a nublarse. Le faltaba el aire, y su corazón palpitaba enloquecido.
Esteban noto que había perdido sus colores, y que su cabello comenzaba flotar por encima de sus hombros. Se puso de pie y la tomo de los brazos. Olivia busco alejarse, pero el puso resistencia.
—Respira Julia, no dejes que ...
Con algo de fuerza lo apartó, y así el descontrol de su magia comenzó a hacer estragos, en cuestión de segundos un aura gris la cubrió.
Fueron algunos segundos violentos en donde perdió la conciencia. Al despertar estaba en su cama. Arropada hasta el cuello. Frente a ella, en su viejo sillón, dormía Esteban.
No recordaba casi nada de lo que vio. Solo algunos fragmentos donde no podía ponerle algún fecha. De lo que si estaba segura es que se trataba de una fiesta.
—¿Por qué sigues acá?— pregunto aún enojada.
Esteban despertó casi de inmediato al oír su voz.
—No te iba a dejar después de lo que paso.
Se fue a sentar a su lado, bien al borde de la cama. Corrió un mechón que caía sobre su frente, y le dio una sonrisa de pena.
—Si venía Raquel o alguien más iba a ser peor. No solo quería saber qué tanto te superé, también te quise proteger.
—Diles a los de la comisión que busquen en otro lado, porque no voy a entregar a nadie.— dijo.—¿Qué tal si empiezan por Desdemona?
—¿La señorita Pavlov?
—Si ella. Verán que no está tan limpia como creen.— respondió.
Esteban se puso de pie y tomo el saco que estaba en la cama. Vio una vez más a Olivia y dio un suspiro de pena.
—¿Todo se acabó?— pregunto aunque no mantenía ninguna esperanza.
—Termino antes que empezara.— respondio.—Y esto podría haber funcionado, al menos por un tiempo.
En Arcadia, la actualidad.
Olivia corrió emocionada con un sobre en la mano. Luego de saber que sería hermana mayor por primera vez, que la hayan invitado a la boda de un muy antiguo amigo era otra gran noticia.
Más ahora que andaba de novia, quería que todos en su provincia natal supieran de él. Estaba muy segura que Darío lo iba amar, y aunque estaba en el siglo XXI lo iba aprobar.
—Muy bien cariño, será mejor que prepares tu español, que será la única lengua que vas hablar.— exclamó emocionada.
★★★
Olivia es la chica de ciudad por excelencia.
Hola mis soles ¿Cómo les va? Espero que bien 💖
Ah, que ganas de subir este capítulo.
Me gusta ahondar en el pasado de algunos personajes. Acá va a otro a la lista de decepciones amorosas de la brujis menor.
Luego se muda con Jonh, y hace su tesis sobre el amor y lo mal que le va.
Para que sepan, si le quieren poner cara a Ban es algo así como Tom Hiddleston, su versión rubia. Amo a ese hombre. Es un inglés haciendo de cordobes, algo que no se ve todos los días 😂
En fin, si hay otra parte, y pronto se las voy a subir u.u
Sin mas que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨
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