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🌠 Azul oscuro y rosa pastel🌠

 Era ella huyendo. El gran vestido blanco no le iba impedir terminar con lo que un día comenzó. Que Hisirdoux la vea decepcionado, mucho menos. Antes de cruzar el umbral que la separaría por completo de quien amo de verdad, supo que él nunca mas la vería como alguna vez lo supo hacer. No lo haría mas con amor. 

 Otra vez escapaba. Otra vez decía que se trataba de quien era. Otra vez ocultaba su verdadera razón. Era mala, y lo sería estando sola, no dejaría que nadie mas cargara con ese legado.  

Arabella despertó en mitad de la noche. No estaba segura si fue por un mal sueño, alguna patada de Galaga o sus ronquidos. Cuando se dio cuenta, una de las piernas de su compañero de cuarto cruzaba encima de ella.

—No lo puedo creer —murmuro.

De una patada lo despertó, y el mago dio un salto la cama, abriendo los ojos exaltado.

—¿Qué te ocurre? ¿Me quiere matar, o que? —pregunto irritado, con voz ronca.

—Si así quisieras, ya estarías muerto —contesto—. Tenía tus cochinos pies en mí cara.

—Bueno, la próxima hubieses pedido dos camas.

—La próxima duermes en el sillón.

—Es irónico, cuando éramos jóvenes teníamos siempre dos camas. Y míranos ahora, compartiendo una —hizo una pausa, y analizó sus palabras—. No espera, eso ya lo hicimos antes. Pero antes no te estabas por casar.

Mientras él seguía atando cabos sueltos, Arabella salió de la cama, y se acercó al balcón. Se acerco a la barandilla, y sintió el ruido de la ciudad, el frío de la noche, y cierta extrañeza atravesarle el pecho. Estaba cansada que, después de tanto tiempo, sus noches no podían ser tranquilas. 

Galaga se acercó a ella, y paso un brazo sus hombros, y vio lo que ella. La ciudad frente a ellos, el horizonte oscuro, repleto de luces, que dudaba que fueran estrellas.

—Bien, ¿Qué pasa? No creas que no lo noté —hablo—. ¿Extrañas al bobo? Supongo que es normal cuando te vas a casar con alguien.

—No es eso —dijo ella, y vio al otro lado—. Tuve un sueño, pesadilla, o un gran recordatorio de porque casarme no es buena idea.

Galaga se soltó, y fue a sentarse a una silla frente a ella. Se cruzó de brazos y la vio. Esperaba a que hablara, o dijera que era una broma. Pero la rubia parecía bastante segura con lo que había dicho.

Y la noto triste. Cómo pocas veces lo hacia. Ella no era muy buena para mostrarse de otras formas que no fuera altanera, segura de todo lo que hacía, o hasta arrogante por eso.

Alzó una mano al frente, y espero a que ella la tomara.

—No.

—Vamos, se un poco humana. Se de eso —dijo Galaga.

Arabella ignoró la mano, y fue directo a sentarse en su regazo. Apoyo la cabeza en su hombro, y dio un soplido.

—Se que fue hace mucho, pero aún así siento que todavía lo puedo arruinar todo —dijo—. Cada vez que estoy haciendo, que siento que es lo correcto, pasa algo.

—Debes tenerte algo de fe —dijo Galaga.

Mientras el silencio se apoderaba de los dos, Arabella repitió aquella frase en su cabeza. Tenerse fe. Después de todo lo vivido, aún después de demostrar que era capaz de llevar una vida mundana, le seguida costado tenerse fe.

Un mes atrás.

Estaba en la sala de la casa de Circe, haciéndole una trenza a Lucero. Le estaba costando, como si de su cabello se tratara. Era suave, que le daba miedo enredarlo, arruinarlo, y que su madre la quisiera matar por eso.

—Creo que quedó —dijo Arabella.

Lucero guardo silencio, y se puso de pie. En cuestión de segundos la trenza se fue desarmando, hasta que solo quedo su cabello lacio como si nada le hubiese tocado.

—Bien, no pensé que fuera tan complicado hacerte una trenza —dijo la rubia—. Ven acá, vamos hacerlo una vez más.

Mientras seguía en la labor de hacerle un peinado decente, a quien se consagró como una sobrina, Olivia entro. Venía con la lista de la fiesta en una mano, y la otra mano sobre la barriga de algunos meses.

Nadie le pidió que se hiciera cargo, solo tomo el puesto por su cuenta, siempre y cuando delegase la tarea al momento en que por el embarazo no pudiera continuar.

Y con cuatro meses, el cabello blanco y largo como el de Lucero, había demostrado que lo único que la sacaba de quicio eran sus alumnos de segundo año de preparatoria.

—Aun no has ido por el vestido —dijo, y alzó la vista de la hoja—. Arabella, debes dejar de retrasarlo. Se supone que mí hija nace después de la boda, no antes.  

 Antes de responderle, Marius entro a la sala, cantando vitoria. Saludo a todas allí, y se detuvo mas tiempo en la organizadora, quien no dejaba de sonreír embobada por cada alago que salía de su boca. 

—Les recuerdo que hay una menor y una niña frente a ustedes —dijo Arabella graciosa—. ¿Por qué tan alegre Dubois?

—Porque soy un encanto —respondió—. Nena soy un encanto. 

—Si amor, eso lo se —sonrió alegre Olivia, y le dio un beso en la mejilla—. No se como habrás hecho para que Ger soltara los datos del catering antes que Arabella fuera por el vestido. 

 Arabella rodo los ojos al oírla, y se puso de pie. 

—También conseguí que corrieran la fecha para entregar el informe de los pequeños demonios que tienes por alumnos —dijo—. Ah, y ahora llega Jackson. 

 Lucero sonrió al oír el nombre del hijo de Zoe, y todos allí parecieran haberse puesto de mejor humor de tan solo verla hacerlo. 

—Así que les daré clases acá ¿Te parece Luce? —pregunto y ella asintió. 

—Mientras ustedes sigue organizando mi boda, y educando a pequeños, iré por el novio —dijo—. No hagan otro niño en mi ausencia.

 Se despidió de todos allí, y salió hasta el estudio de ensayos donde estaba Hisirdoux. 

Prefirió ir a pie hasta el estudio. Necesitaba un poco de aire fresco, y tiempo para pensar porque seguía postergando ir al ver el vestido. No tenía ni idea de como era, y estaba segura que no se iba a parecer en nada al que supo usar alguna vez. O al menos eso esperaba. 

 No se le ocurría nada para no ir hasta la ciudad donde estaba el atelier. Al menos no era algo del presente que no la dejaba ir hasta allá. Aun seguía pensado en aquella vez, la última en que se comprometió para luego acabar con todo lo lindo que había hecho hasta ese momento. 

—No será igual —murmuro. 

 Repitió aquella frase hasta lograr convencerse de que el pasado se quedo allí. En el pasado. Cuando menos se dio cuenta, estaba a unos pasos del estudio. Sonrió, y sin tantas vueltas, entro. 

 No era un lugar al que le gustaba ir seguido. Las veces que lo hacía, se llevaba algunas malas miradas, y otras buenas. Era una mezcla de gente que la apreciaba, y otras que no la podían ni ver. Aunque estos últimos eran de los que menos le interesaba saber, porque los conocía, y tampoco les caía bien.

 Se detuvo a revisar el celular, y a punto de escribirle a su novio que estaba allí, una conversación se hizo presente. No debía oírla, pero cuando su nombre llego hasta ella, no hizo mas que prestar atención.

—La boda lo tiene distraído, aunque claro que es ella quien lo hace mas —dijo una—. Quien tenga mas de cien años, sabe de ellos, y como termina todo.

—¿No crees que sea diferente? Han pasado muchos años, y la otra semana vi Arabella y realmente pienso que es otra persona. 

—Bria, es porque eres demasiado inocente —dijo a quien ya pudo reconocer—. Que venga a hacerse la buena bruja una vez a la semana, no reemplaza los novecientos años de locura. 

—Cass, creo que exageras un montón. 

  Arabella sonrió al escuchar a la otra muchacha, ciertamente, defendiéndola. Sabía quien era, y también la creía muy inocente, aun así le caía mejor que la otra bruja con quien hablaba. Estaba segura que la vio en alguna calle de Londres por allá en los noventa, de la mano de Hisirdoux. No era solo por eso que le caía pésimo, sino porque siempre tenía algo que decir que le ponía de mal humor. Le podía perdonar que dijera que era una mala ex, pero no que dijera que tenía mal gusto y que sus vestidos rosas eran feo. 

—Bruja —murmuro ante el recuerdo. 

 Antes que siguieran hablando, salió de su escondite, y sonrió a la par que sus ojos volvían a ser de color marrón. Se felicitaba así misma por el manejo de la situación. 

—Chicas —dijo. 

 Aun así no iba a dejara pasar alguna oportunidad de algo. 

—Ah Bria, cuando te llegue la invitación, avísame y si necesitas algo, estoy para ayudarte —dijo, y dio una sonrisa socarrona. 

 Siguió el camino, sin detenerse a oír mas nada.  

 Paso un par de puertas, y comenzó a escuchar el sonido de algunas cuerdas, y la magia crecer al rededor. Se apuro en llegar, y cuando lo vio, se detuvo a contemplarlo. Porque, para ella, no existía momento mas hermoso que verlo concentrado en algo que le gustaba hacer. Desde algún hechizo, leer un libro, o tocar la guitarra, y anotar cada nota con cuidado en un pentagrama. 

 Haciendo el menor ruido posible, se acerco hasta él, y lo abrazo por los hombros con cuidado. En ningún momento dejo de hacer lo que hacía, ahora llevaba una sonrisa causada por ella, y algunos besos que iba dejando en su mejilla. 

—No pudiste con la trenza de Lucero —dijo él.

—Lo intenté pero tiene el cabello más sedoso que el mío —contesto—. Además te extrañaba, no iba a esperar hasta la noche para verte.

—Lo supuso, es obvio que soy la única razón para que estés en este lugar —sonrió un tanto coqueto.

—Exacto, porque dudo que venga por alguien como Cass —dijo, en un tono burlón. 

Giro en dirección a ella, y amplio aún más la sonrisa. Una que Arabella no dudó en besar. Paso una mano por su mejilla, y prolongo aquel beso como si fuese el primero en todo el día. Como si de verdad lo extrañara por no haberlo visto en un largo tiempo.

—¿Qué ocurre? —pregunto Hisirdoux sin apartarse demasiado.

Arabella tardo unos segundos en volver a abrir los ojos, y cuando lo hizo, se encontró con la mirada del pelinegro. Brillaba con suavidad, y solo encontraba dulzura.

—Nada —murmuro—. De verdad te extrañaba.

Le dio otro beso, casi rozando sus labios, y se puso de pie.

—¿Vamos a tomar algo? —pregunto—. Tu hija me ha dado sed hablando de la boda.

Hisirdoux la vio desde abajo, y una sonrisa se le dibujó en el rostro. La tomo con cuidado de la pierna, y beso justo entre el límite del vestido y su piel.

—Prefiero tomar una Pepsi aquí —murmuro.

Aquello no hizo más que ponerla nerviosa. Tenía la capacidad de hacer eso, pese a que casi desfallece pidiéndole matrimonio. Porque él solo por algunos minutos podía comportarse desorientado frente a ella, luego era capaz de hacer ponerla de todos los colores hasta con una simple mirada.

Baby, you're no good for me —canto con voz temblorosa.

Hisirdoux rió por eso, y se puso de pie rápido para darle otro beso.

—Bien, me debes una Pepsi —dijo con esa sonrisa socarrona que a ella volvía loca—. Iré por mis cosas.

Se marchó y ella se quedó sin ningún tipo de palabra para decirle, más que solo ofrecerle su expresión de enamorada. Lo estaba, siempre lo estuvo, nunca dudo de eso, y tampoco quería seguir dudado de lo próximo.

—Iré con Gal a ver el vestido —conto—. Ninguna de las chicas puede, y él, bueno, supongo que tiene una opinión clara.

Hisirdoux se acercó con su bolso, y atándose el cabello en una media coleta. No la noto muy convencida, y no sabía bien de qué se trataba.

—¿Segura? Y no lo digo por Galaga —indago—. Puedo ir yo, sabes que no creo en eso de la mala suerte.

—Doux, no —exclamo—. No quiero, o sea, quiero que sea una sorpresa.

—Como desees —dijo y tomo su mano—. De cualquier manera, me voy a sorprender, vea la cantidad de veces que lo vea.  

Ella se callo, no iba a indagar más de lo que suponía. Salieron juntos de la mano, y cuando pasaron al lado de las otras dos brujas, no hizo más reír para llamar su atención, y darle besos en la mejilla bajo la mirada de Cass.

—Lo siento, alguien debe demostrar quien manda —dijo, e Hisirdoux no entendió el contexto de la frase, pero rió por ello.

Estaba frente al espejo. Nunca antes odio verse en uno como en ese momento. No encontraba la razón, el vestido era hermoso, y llamativo como tanto le gustaba. Era grande, y lleno de capaz de tela suave de un blanco perla. No se sentía atrapada por el mismo, pero algo le impedía respirar, y no era el corsé.

—Esto es terrible —exclamo.

Galaga la escuchaba del otro lado, y solo la ignoraba. Desde que se lo puso, y no le mostró, es que no dejaba de repetir aquello. Insisto en que saliera para poder verla, pero se negaba.

Al escucharla una vez más, abandono el celular, y se metió en el vestidor. Arabella giro hacía él, y noto la cara de sorpresa.

—Esto es una mala idea —dijo ella.

Galga se acercó y la tomo de la mano, para hacerla girar. Le sonrió, y su mirada se iluminó.

—¿Qué es una mala idea? —pregunto—. No puedo creer lo hermosa que estás.

 Porque con ese vestido, no veía a una princesa, a un hada que odiaba serlo o una diosa con complejo de superioridad. La veía a ella, a la joven que alguna vez se encontró en un bosque, la amiga que lo acompaño por cientos de senderos, a quien amo con locura, y por quien se volvió loco.  

—Lo digo de verdad, luces asombrosa —repitió.

—Galaga, esto es una mala idea —respondió con voz quebradiza—. Que me veas de la forma en que lo haces, que use esto, que me case con Douxie, que lo ate a mí.

Galaga río al oírla, paso una mano por la mejilla, y seco una lágrima que resbalaba con libertad.

—Ah, se que perdí una oportunidad de verte así solo para mí —dijo por lo bajo —. Pero te veo con emoción, con alegría.

—¿Por qué? ¿Oíste algo de lo que te dije?

—Te veo así porque se que lo mereces, y ese miedo es tan nuevo —dijo suavidad —, que sabes que estás haciendo lo correcto.

—¿Si?

—Si, y no me importa repetirlo, con tal de que al final digas que es cierto —le sonrió, y dio un beso en la frente—. En el fondo sabes que es así. Siempre lo supiste, Arabella Pericles.

La hizo girar hasta que termino frente al espejo, y una vez más se vio. Sonrió, la primer sonrisa sincera del día allí dentro. Suspiró, y termino por enamorarse de aquel vestido que parecía sacado de un cuento de hadas.



Sus amigas estaban allí. Desde Circe, quien hacía un gran esfuerzo por sonreír, hasta Clara con Zoe ayudando con el peinado, y Peggy buscando la manera de que la pelirroja cambie la cara.

Al cuarto entro Lucero, con un hermoso vestido celeste pálido y una corona de flores a juego, y por detrás iba Olivia quien no dejaba de revisar su libreta.

—Relájate —dijo Zoe al sentirla—. No querrás que la niña nazca antes de tiempo.

—No lo hará hasta que está boda no termine —dijo y sonrió—. Y si llega a pasar, que lo dudo—repitió por tercera vez en la noche—, Marius tiene todo listo para ir a la hospital.

—Y no va a pasar —exclamo su novio desde el otro lado.

 Marius se asomo, y les dio a todas allí una mirada de reproche. 

—Falta para eso, así que dejen de repetirlo —ordeno, y se marcho. 

Ella sonrió al oírlo, y siguió con lo que estaba haciendo.

—Bien, solo faltan veinte minutos —dijo ella—. Si les falta algo a alguna, será mejor que se apuren, o vayan a sus lugares.

Salió, y por detrás fue Circe con su hija y Peggy, luego Clara, y al último Zoe. Está se detuvo en la puerta y espero a que Arabella la vea.

—¿Qué ocurre? —pregunto la rubia.

—Nada, solo me alegra que estés haciendo esto —contesto con una sonrisa—. El vestido te queda hermoso.

Se marchó, y Arabella se quedo sola. Fueron los veinte minutos más agonizantes, donde ya no sabía que más acomodar con tal de hacer que el tiempo pase rápido. Estaba ansiosa, quería salir corriendo para encontrar a Hisirdoux y encontrar algo de paz en sus brazos. 

Su collar, retocado con la magia de Morgana, estaba perfecto. El velo, alguna antigua reliquia iba tan pulcro como el vaporoso vestido. El suave maquillaje, y el peinado bien acomodado. 

—¿Podemos pasar? —pregunto alguien desde la entrada.

Ella asintió sin dejar de verse, hasta que los observó por el reflejo del espejo. Para Arabella y cualquiera que los conociera, se le hacía una gran locura ver a Morgana y Merlín sin querer sacarse la cabeza. Estaba segura que llevaban algún pacto solo por esa noche. 

—Te ves hermosa hija —dijo Morgana, y me dio un codazo al hechicero para que opinara algo.

Este rodó los ojos, y aclaro su garganta.

—Merlín, no hace falta que digas nada —dijo ella.

—Opino como tú madre —dijo—. Con el tiempo, creo que ustedes se cases no me parece una tontería.

—¿Es como una bendición o algo por el estilo? —pregunto ella, y sonrió.

El viejo hechicero se acercó, y tomo su mano.

—Lo siento —dijo, y dio un suspiro—. De verdad me alegro que esto esté sucediendo, y este para verlo.

—Eso, eso suena bien —dijo Arabella y parpadeó un par de veces—. Harás que llore, viejo tonto.

Merlín paso una mano rápido por la mejilla, y secar una lágrima profunda, e hizo el mismo gesto que ella.

—Creo que es hora de irnos —dijo—. Les deseo la mejor de las suertes.

Cuándo ellos salieron, Galaga entro. Arabella dio un salto de alegría en el lugar, y se acercó a él con rapidez. Lo abrazó, con fuerza, tratando de respirar con tranquilidad, y no llorar por todas las emociones que brotaban en ese momento.

Al separarse, Galaga le acomodo el velo, y el collar que se torció un poco. Le ofreció una mano, que Arabella no dudo en tomar. Y juntos, como nunca imaginaron que algo así les sucedería, se fueron al altar.

Galaga empujó la gran puerta que los separaba del resto, y Arabella dio un fuerte soplido antes de dejar al descubierto su imagen. Cuando así sucedido, todos los presentes voltearon en su dirección mientras la música comenzaba a sonar.

Él único que parecía no querer girar era el novio, y la novia, tan o más nerviosa, quiso apurar el paso para verlo. Hacía desde la noche anterior que no lo veía, y no pasaba ni un momento sin desearlo ver.

—Tranquila, no se irá a ningún lado —murmuro Galaga.

—Nadie irá a ningún lado —dijo ella sonriente—, pero lo mejor será apurar el paso.

Al terminar de decirlo, Hisirdoux giro en su dirección, y sintió que la magia brotaba sin buscarlo. Dio un paso, y trago aire al verla cada vez más cerca, creyendo que los separaba más que un par de metros.

Sonrió al sentir su perfume acercarse cada vez más, y sin aguantar más, se apuro la corta distancia que los separaba.

—Estas tan hermosa como la primera vez que te vi, la primera vez que me te dije que estaba enamorado de ti, que te bese, te ... —dijo con voz entrecortada.

—Alto ahí amigo, guarda tus palabras para el altar —murmuro Galaga—. ¿La llevas, o los tengo que arrastrar a ambos?

Hisirdoux le ofreció una mano a Arabella y ella la tomo de inmediato. Se apuraron hasta llegar al altar, donde Baba los recibió con una gran sonrisa.

Dio un pequeño discurso de introducción, que ambos decidieron no oír por estar viéndose como si fueran los único allí.

—Antes de seguir con la ceremonia, ¿Quieren decir sus votos? —pregunto.

Ambos asintieron, y Arabella aclaro su garganta para poder hablar con tranquilidad, o al menos fingir eso.

—Por meses estuve pensando que esto era una mala idea, y lo único que iba a lograr, sería llevarte conmigo al caos, sin nada de paz —dijo y sonrió—. No pude estar más equivocada. Contigo puedo lograr calmar el caos, y despertar hasta lo más tranquilo del universo. Todo es blanco, negro, gris, tantos colores, que no te imaginas lo feliz que me siento por eso, y por estar aquí contigo, al final, para un nuevo comienzo.

Hisirdoux sonrió, y beso su mano.

—Bien, yo —aclaro la garganta—, siempre sabes que decir, y hoy me robaste todo. El aliento, las palabras, creo que alguna vez la billetera.

—Eres un tonto —rio.

—Soy el tonto al que le dijiste que si. Tu primer tonto, y espero ser el último tonto en tu vida —sonrió, y las lágrimas se juntaron al límite de los ojos—. Eres la calma, el huracán, y lo que viene después, y eso me hace feliz, porque se que también soy todo eso para ti.

—Me gusta ser la locura en todo esto —murmuro Arabella.

—Me gusta ser quien le da calma a todo esto —contesto Hisirdoux.

La ceremonia continuó, y ellos no hicieron más que verse y sonreír como si fuera la primera vez en la vida que se veían, como si estuvieran cumpliendo esa promesa que se hicieron alguna vez, como sin nunca antes sus corazones se rompieron.

En algún momento, cuando hubo finalizado la ceremonia, se besaron por el deseo de hacerlo, y no tanto por qué Baba les concedió el momento para hacerlo. Aquello significo la nueva promesa de no repetir el pasado, y proteger sus corazones. Estaban seguros que eso era un paso a algo nuevo, a dejar de perseguirse, a ir de la mano.

—Perdón por tardar tanto —murmuro Arabella.

—Hubiera esperado más, con tal de llegar hasta este lugar contigo —contesto, con una sonrisa en los labios.

Por un momento, cuando la fiesta llegó a su parte más tranquila, donde sus amigos no hacían más que charlar, o compartir algún momento en la pista de baile. Arabella los veía, hasta que salió al balcón para poder tomar aire.

Le costaba, aún todavía, creer lo que pasaba esa noche. Sin embargo, estaba tranquila, descreyendo por completo, que era capaz de arrastrar a su reciente esposo a lo oscuro que conllevaba ir con ella de la mano.

—Hasta que te encuentro —dijo Hisirdoux, llamando su atención.

Ella giro, y le sonrió. Le encantaba verlo con aquel traje. Le perdonó que no llevará saco, porque el chaleco se ajustaba perfecto al cuerpo, y no hacia más que resaltar su figura.

—¿Puedo volver a decir que te ves impresionante? —pregunto, dando un paso al frente.

—Solo si me dejas decir que eres la bruja más hermosa que han visto mis ojos —contesto, y tomo de la cintura cuando estuvo al frente—. Lo eres.

—Ya lo has dicho —murmuro—. Luces increíble —añadió y se estiró para darle un beso—. Gracias por darme está oportunidad, una vez más.

Hisirdoux sonrió, y otra vez la beso. Aprecio la suavidad de sus labios como si fuera la primera vez en la vida que lo hacía, y no hacia más que disfrutarlo como la mejor recompensa.

—Gracias a ti por decir que si, una vez más —murmuro en sus labios. 

 Arabella se aparto, y le sonrió. No iba a dejar de hacerlo, quería hacer esa mueca de felicidad cuantas veces tuviera las posibilidades. 

—Debo recordarte que la ultima vez, fui yo quien te propuso casamiento —dijo ella. 

—Si, no hay nada mas romántico que una propuesta de boda en medio de un altercado con cambiantes bandidos —dijo, y le dio un beso en la frente.

—Creo que, ha llegado momento de irse, nadie nos necesita allí dentro —murmuro, subiendo las manos por su pecho. 

—Bueno, señora de Casperan, sus deseos son ordenes —contesto. 

 Cuando giraron para ir en busca de Olivia, esta justo salía en su encuentro junto con su novio. Iban por ellos, a la par que hablaban de algo mas que nada tenía que ver con la boda. 

—Aun puedo ir a la cocina y hacerte un té que puedas beber —dijo Marius. 

—No, amor. Estoy bien, solo que alguien parece no querer perderse la fiesta de bodas —dijo Olivia, y se estiro para darle un beso en la mejilla.

—¿Habrá que preocuparnos de que a Cecily le guste las fiesta desde tan pequeña?

—Solo digo que no pensemos en eso ahora —contesto Olivia.  

 Estando cerca de los recién casados, se detuvieron y les sonrieron. Si algo apreciaba mucho Olivia, es que esa noche al fin llegara. Porque si su padre era feliz con aquella bruja que no hacia mas que provocarle emociones e incertidumbre, ella también lo sería.  

—Me imagino que quieren irse —hablo Olivia—. ¿Vas a tirar el ramo?

Cuando se lo quiso pasar, Arabella no lo acepto, y se lo devolvió. 

—Se me hace peligroso hacerlo, puede caer en manos de Circe, hacer que incendie el lugar —explico Arabella—, así que mejor te lo dejo a ti. Se que algún día, puede que suceda —añadió, y le guiño un ojo. 

 Sin dejarla decir algo, o a Marius o a Hisirdoux, tomo la mano de este ultimo, y comenzó a caminar lejos de ellos. Pasaron por el salón, sin avisar que pronto se iría, y cuando los perdieron de vista no supieron de ellos, hasta que Olivia apareció tan pálida como una hoja, y el ramo de rosas en la mano. 

 Cuando al fin estuvieron solos, no hicieron mas que prometerse todo el amor del mundo, y que se iban a enfrentar a cualquier obstáculo, mágico, poderoso, de alguna deidad, de quien sea, ellos juntos.  

✨Bonus✨

 Los recién casados se fueron, pero la fiesta continuo sin ellos, pues ahí nadie sabía que se marcharon. En un momento, Circe ya no quiso estar rodeada de personas. Se sentía mal, por no haber sido de mucha ayuda, o haber sonreído demasiado durante y después de la ceremonia. 

 Estaba muy feliz con la boda, eso estaba claro, aun así le costaba expresarlo, sabiendo con todo lo que cargaba en su corazón. Así que una parte de la noche se encargo de festejar, y fingir que le agradaba mucho estar allí, y la otra parte no hizo mas que suspirar extrañado al hombre que la acompañaba a cualquier eventos, o con quien decidía no ir ninguno porque prefería el calor de una cama cómoda. Baltimore aun seguía presente, y durante esas horas parecía mas que cualquier otro momento.    

 Salió al balcón, y se quedo allí, esperando a que le diera frio, o que su hija se acercara. Aunque lo dudaba, estaba muy entretenida con Jackson y otros jóvenes de su edad, como para que se preguntara por ella. 

—¿Qué hace la mujer mas bella sola en un balcón, que claramente, es muy alto? —pregunto Galaga, acercándose a ella—. Se que tienes malas experiencia con los balcones. 

—Si, alguien quiso matarme cuando era joven —respondió sin verle. 

 Galaga se sentó a su lado, dándole la espalda al paisaje nocturno. 

—No te voy a engañar, pero también me costado digerir un poco todo esto —dijo, y dio una sonrisa de lado. 

 Fue tan rápido el movimiento de la hechicera, que solo tuvo tiempo de alzar las manos para evitar tocarla. Circe se prendió a él, con un fuerte abrazo, haciendo el mayor esfuerzo posible para no llorar sobre el chaleco abierto del traje. 

—Es que lo extraño mucho —balbuceo. 

—Yo, uhm, creo que esto diferente a lo que me sucede —murmuro un tanto nervioso. 

 A ellos se les acerco Peggy con una extraña sonrisa, que se esfumo de inmediato al verlo. 

—¿Qué hacen? —pregunto al verlos—, ¿Quieren que vuelva mas tarde?

—No, por favor, no me dejes solo con ella —murmuro nervioso.

—¿No me digas que te tienes miedo a Circe? —pregunto burlona—, pensé que a cualquier oportunidad estarías con ella. 

 Galaga abrió la boca ofendido al oírla, y aclaro la garganta por los mismo nervios del momento. 

—Se que suena ridículo, pero todo es una broma. No podría, es muy ... —dijo, tropezando en cada palabra—  La conocí cuando era una niña, y seria muy raro.

—¿Si sabes que tiene mas de novecientos años, e hijas, y todo eso? —pregunto, a lo que Galaga no dijo mas nada—. Bien, te la sacare de encima, pero te va a costar. 

 Se acerco a su amiga, y corrió algunos cabellos que le cubrían el rostro. El cual estaba manchado con rímel y lagrimas. 

—¿Vamos por unas hamburguesas lejos de aquí? Se que estas triste, y no hay mucho que hacer —le hablo con suavidad. 

—Pero creo que algo de comida te puede ayudar a aliviar lo que sientes —dijo el mago—, claro, y nosotros también.   

Circe lo soltó, y se paso una mano por la mejilla para quitar el maquillaje corrido. 

—Y que tu hija se quede con el abuelo, quizás no es la idea mas inteligente, pero se que se llevan bien —se apuro a decir Galaga—. Vamos que nos gusta verte sonreír.

—Si, Merlín es un extraño buen abuelo —dijo, haciendo una leve mueca. 

 Aunque le dolía, y sentía pena en su corazón, Circe sonrió. Al menos de manera sincera en lo que iba de la noche.   

★★★

 Muy buenas mis soles ¿Cómo les va? Espero que mejor que a mi, que se me rompió el pin de carga, y me estoy por quedar sin celular *llora*

 Al fin esta parte, ah, como me costo. Pero solo fue el principio lo que mas me costo. Lo otro fluyo como a una próxima locura. 

 La verdad es que si, me considero experta en despertar viejos miedo en los personajes.  

 Ese bonus con la Peggy de fanfictioner67 y Galaga, es completo necesario. Porque les duele ver a Circe estar con el cocora roto aun después de tantos años. 

 Ahora les voy a decir algo que nada que ver. Por si no han visto, me guarde la historia de Ascendiendo a la Magia, para darle un buen retoque, como para apegarlo mas a la peli, pero no tanto. Y realmente pensé, que hubiese pasado si Jim volvía en el tiempo. Esto incluye a esa historia como a esta. Solo lo pensé 👀

 Sin mas que decir ✨besitos besitos, chau chau✨


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