Nivel veintitrés: Crónicas de un vicio
A veces uno finge demencia ante ciertas cosas que, de aceptarlas, harían tambalear todas las creencias que uno tiene sobre su propia vida hasta el momento.
Es por eso que han pasado dos semanas desde los ESLAND y ninguno de los dos mencionamos una sola palabra sobre los acontecimientos de ese día.
Yo no hablo de lo que le escuché decir, a pesar de que su susurro fuera apenas audible, con miedo y que pareciera casi parte de mis sueños. Puede que lo fuese, y es por esa diminuta probabilidad que me aterra mencionarlo.
Él no dice nada de lo poco necesario que era acomodarme sobre su hombro de nuevo en el viaje de regreso a casa. Por mi parte, no menciono nada sobre su gesto de llevarme hasta la cama, cuando podía caminar perfectamente.
La idea de confesarle a Arón que quiero volver está la relación más real de mi vida, me consume tanto, que hasta se me olvidó ver lo que las personas pensaban de nosotros después de la primera aparición. Solo me enteré unos días después, cuando entré a Twitter para ver información sobre un evento.
En esta última semana parece ser la primera vez en años, en la que no reviso cada etiqueta y comentario. Solo algunas. Es un avance.
Pero el panorama general parece indicar que la gente nos adora. El nuevo chiste sobre nosotros es que nunca nos besamos en cámara. Pero más allá de ser algo que levante sospechas, parece ser un incentivo de algo por perseguir. Circulan varias fotos en las que estamos demasiado cerca.
Incluso nosotros mismos alimentamos la idea con los últimos en vivos de Arón en mi casa cuando nos alejamos de la cámara, como si lejos del cuadro nos envolviéramos en un beso apasionado. Cuando lo único que hacemos es reírnos y quizá sí, acercarnos demasiado entre una cosa y la otra.
Las tardes de juegos ahora son nivel experto. Probamos con varios shooter. No es tan difícil cuando dejas de disparar a lo primero que ves. Aunque sigo saltado de miedo cada vez que un enemigo me apunta a la cara y termino muerta del puro susto —en la vida real y en el juego.
He limitado mi contenido para no mostrar mis progresos y que todo sea una sorpresa para el público. No es que ya sea buena en los juegos, pero a veces tengo que fingir ser un poco más mala de lo que realmente soy.
Ah, y ahora llevo una semana viciada con el League of Legends. Es lo único que hago cuando apago stream, y parece que arrastré a Arón de vuelta a esa época de su vida, porque él también se la pasa salvando mi trasero cada dos por tres, cuando se supone que soy yo la support.
—Es que cuando juego contigo me meten con puro tipo grandote. Yo estoy chiquita. —Me excuso cuando me matan por treceava vez en la partida.
Hablamos por el chat del juego, son las dos de la mañana, pero no pienso irme hasta que mate a alguien. Cosa que es difícil estando a lado de él, porque pasa una de dos cosas: nadie se nos acerca porque ya vieron que este es el que mata a todos; o Arón les baja toda la barra de vida de un solo golpe. Y cuando intenta dejarlos servidos para que yo dé el golpe final, termino muerta.
—Gine, esta no es mi cuenta de siempre, la abrí al mismo tiempo que tú precisamente para que no nos pusieran con gente de nivel muy alto.
—Pero los de Riot te conocen.
—Sí, debe ser eso. Tienen rastreada mi computadora.
—Exacto. Deberías demandarlos.
Leo sus sutiles sonrisas incluso a la distancia.
Juro que estoy progresando con esto de no morir de primeras, pero es que el LoL es de nivel experto-superexperto. Una combinación de todo lo que probablemente vamos a necesitar para ganar: trabajo en equipo, estrategia, coordinación y puntería.
En el equipo contrario hay un tipo que parece ser todavía más malo que yo. Se acerca mucho a las torretas, aun sin que los chanekitos de su equipo estén debajo.
—Parece nuevo —señala él.
—Me voy a sentir muy avergonzada si llega a matarme.
En el clímax de la partida, cuatro de los jugadores del equipo contrario se lanzan contra Arón. Yo hago todo por protegerlo, y aunque mi habilidad para hacerlo revivir lo salva la primera vez, como todos lo atacan, vuelve a morir. Sin embargo, se lleva consigo a cuatro de los cuatro contrarios, lo que le da la ventaja a nuestro equipo para aprovechar el tiempo antes de que revivan y destruir el nexo. Yo me libro porque los del otro equipo estaban tan centrados en matar a Aron, que a mí apenas me tocan.
El tipo que se ve que es nuevo, va decidido a atacarme.
Empiezo a gritar entrada en pánico por perder la vida por novena vez en esta partida y corro a la seguridad de debajo de mi torreta.
—¿Qué haces? ¡Atácalo!
—No puedo, estoy chiquita —chillo y sigo corriendo en línea recta dando un montón de clics que no necesito, pero me hacen sentir que avanzo más rápido.
—Pero él también está chiquito.
—¿De qué nivel?
—Ocho.
—¿Está en el mismo que yo? Vaya, sí que es malo.
—¡Atácalo!
—Okay, okay.
Aun con miedo, empiezo a dar clics en la dirección contraria. Lanzo una especie de bombita que lo paraliza.
—¡Funcionó! —celebro.
—Sí, pero dale.
—Ah sí, sí. Voy. —Lo había olvidado.
Aprovecho los milisegundos de ventaja para darle un par de golpes. Cuando él logra moverse, no tira para atrás como lo haría yo, sino que me lanza todo lo que tiene. Quiero retirarme cuando veo que mi barra de vida está por debajo de la mitad, pero Arón me anima a dar los últimos golpes.
Y cuando me queda menos de una quinta parte de la vida, ¡el maldito cae! Grito de emoción cuando veo el círculo de su personaje marcado en gris con una cuenta atrás para revivir. Pero no va a llegar, nuestro equipo ya está por dar el último golpe a su cristalito.
—¿Viste eso? ¡Lo maté yo solita!
—Excelente. A partir de la próxima partida tu vas a jugar de tanque y yo de support.
—Oye, tienes que darme espacio para celebrar mis victorias. Si paso a otro rol ahora, voy a volver a ser mala y toda mi motivación morirá.
—Lo vas a hacer genial. —Me tranquiliza a pesar de saber perfectamente que es una gran mentira—. Además, los juegos empiezan en dos semanas, y recuerda que tú vas a ser la fuerte de nuestro equipo. Tienes que acostumbrarte al rol.
Dos semanas.
Había estado intentando no pensar en ese reloj flotante sobre mi cabeza. Como ese capítulo de Black Mirror. La competencia dentro de dos semanas parece marcar la fecha de caducidad de nuestro acuerdo.
Así que hago todo lo posible por alargar el tiempo que nos queda y disfrutar hasta el último instante.
—Deberíamos dormir ya —dice él con un bostezo atravesado de por medio. Debe ser la cosa más tierna que he escuchado en mi vida, y espero que Arón no haya aprendido a leer mis reacciones por la pura voz, porque acabo de poner una cara de dulzura bastante obvia.
—Está bien, anciano —me burlo.
—¿Son casi las tres, y me llamas anciano?
—Las tres son las nuevas once.
Lo escucho dar un resoplido cargado de una sonrisa.
—Descansa, Gine.
Se me encoge el estómago solo de escucharlo. Me llegan flashes de mi siesta en su hombro, su aroma y la forma en que cuidaba de mí mientras decía, o bueno, mientras soñaba con sus susurros en mi oído.
—Oye, espera. —Lo detengo.
—Dime.
—El treinta y uno de octubre...
—Es tu cumpleaños —completa.
—Ah si, eso. Pero no, es mi especial de cocina con Harry Potter.
—Claro, eso es más importante —ríe.
—Obviamente. Pero bueno, como voy a cocinar un montón de cosas, pensaba en hacer una pequeña reunión con gente en el departamento para celebrar después.
—Si...
—Y quería saber si te gustaría estar entre esa gente.
—¿Qué gente?
Dios no te hagas del rogar ahora.
—Amigos. Sam, Jo, Alex y Oli. Porque los otros son de España y no da, pensaba jugar con ellos un rato mañana, contigo también obvio.
—¿Y vamos a comer lo que prepares? —pregunta con cierta cautela, como si la idea le aterrara.
—¿Algún problema con eso? —suelto poniéndome a la defensiva. Me cruzo de brazos arrugo la frente a pesar de que él no puede verlo.
Lo escucho soltar una carcajada al otro lado.
—¿Sabes qué? Estás des-invitado. Bye.
—No, no, espera —pide entre risas, ¿cómo te niegas a quedarte con alguien que se ríe así de bonito?—. Lo que quería decir es que vas a cocinar para varias personas, tú sola, ¿no quieres ayuda?
—¿Tuya o de un oso?
—¿Oso?
—Ya sabes, para la trampa de oso. —Silencio al otro lado de la línea—. Olvídalo.
—Bueno. Ayuda mía.
Arón cocinando conmigo suena a un plan romántico, pero seguramente terminaría siendo un desastre. Justo el contenido que a mi gente le gusta ver.
—Me parece, solo que tienes que sumarte a la tradición completa.
—¿O sea el maratón?
—Exacto. Son veinte horas, así que...
—El treinta en tu casa a las seis de la mañana con un cargamento de comida. Anotado.
Casi se me sale decir «me encantas», en voz alta. Me lo dejo para mis adentros en el último minuto que recupero la cordura.
—No olvides el chocolate para Pedro.
—Nunca lo hago —dice satisfecho de su impecable trabajo alimentando a un mapache imaginario que me hace tener ordenado el departamento. A estas alturas ya ni necesito del azúcar como estímulo, me estoy acostumbrando a limpiar incluso cuando Arón no va a venir.
—Bien. Entonces ahora si buenas...
Meow.
—Arón creo que tienes un fantasma en tu casa que hace sonidos de gato —suelto bastante convencida de que es la teoría con más sentido.
—¿Por qué sería un fantasma y no un gato real?
Meow.
—Porque tu no tienes gatos, nunca lo has mencionado. Y es bien sabido que dueño de un gato, lo presume como si no hubiera mañana. ¿Eso que se escucha es un ronroneo?
—Se llama Peach, es hembra.
—¿Tienes una gatita y no me habías dicho?
—Bueno, es que los gatos no son de nadie. Ella solo llegó un día a mi ventana, temblando de frío y le di de comer. Luego siguió viniendo. Y cuando menos me di cuenta ya se dormía en la silla de mi set up.
Una pieza más en el rompecabezas que es Arón encaja en su lugar.
—Por eso usas tapabocas en ese cuarto, ¿no? Durante los streams.
—Sip. Aunque no suele estar por aquí de día, ahorita está solo porque ya quiere que me vaya de su lugar y la deje dormir.
—También es una viejita —me burlo, y el maullido de Peach parece responderme—. Descansen, los dos.
—Dulces sueños, Gine.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro